(Ganamos 6 a 1 a Paraguay y el sábado jugamos la final; Grecia entro/salió en default al no pagar en término al F.M.I. … pero el domingo tenemos elecciones y uno tiene sus pasiones. Subo esto que había escrito)
Algunos sincericidios de Sergio Bendixen, el asesor estrella de su tocayo Massa, me tentaron a tocar en el blog un tema que me fascina – en lo profesional y en lo político: el espacio, cada vez más grande, que tienen las redes sociales en las campañas.
Pero lo cierto es que si uno quiere ver de cerca ese fenómeno, los porteños no tenemos que ir muy lejos: La que está en curso por la Jefatura de Gobierno, que culmina el domingo, es un ejemplo maravilloso. Que no se va a detener con la veda electoral (Con esto no quiero decir que es una exclusividad local, eh. En otras ciudades de nuestro país está pasando lo mismo).
Antes de ayer, Alan Soria Guadalupe publicó en La Nación una nota bastante completa sobre el asunto. La acerco a continuación. Y agrego mis observaciones, críticas:
Una campaña sin gente, sólo focalizada en las redes sociales
Los candidatos porteños no hicieron actos ni grandes convocatorias; se dedicaron a encuentros mínimos destinados a generar imágenes para difundir
«¿Hay más globos?», «Chicos, que el cartel lo tenga Horacio», «Esta foto es la de las redes, ¿no?», «Vos, el de los globos de la punta, correte más al centro porque no entrás en la foto.» A toda velocidad, una mujer del equipo de campaña del candidato a jefe de gobierno de Pro, Horacio Rodríguez Larreta, daba indicaciones a las pocas personas reunidas en Figueroa Alcorta y La Pampa, en Palermo, para que el encuentro con el dirigente fuera lo más fluido posible.
Eran las 11.40 de la mañana del miércoles y el candidato no había llegado. Quince minutos más tarde, tras un brevísimo discurso con una propuesta de gobierno junto al cantante de reggae Dread Mar I y tomarse una foto con unos 20 militantes, ya se había ido. Lo único que quedaba en esa esquina eran los globos de colores perdiéndose de vista en su camino al cielo.
Si hay algo que caracteriza a la campaña electoral de este año en la ciudad de Buenos Aires es la poca gente, la fugacidad del ostentado contacto con el vecino, la economía de recursos y la presencia cada vez mayor de los candidatos en las redes sociales, como reemplazo de los costosos actos políticos con arengas ante miles de militantes.
La manera de hacer política cambió. «Son campañas que se hacen en taxi, que no tienen mucha logística y que están basadas en generar hechos para las redes sociales», dice el politólogo Julio Burdman.
Los comités de campaña de cada partido eligen lugares estratégicos de la ciudad a la espera de que haya gente interesada en hablar con los postulantes. Cuando los dirigentes llegan, saludan a los militantes – que sí están enterados de la visita -, responden preguntas, son fotografiados y filmados por su equipo y se van. A las pocas horas, aparece un video o una foto de la recorrida en la página de Facebook del candidato, al que siguen desde 200.000 hasta 470.000 personas «Muchos de los encuentros son plataformas para sacarse fotos. Se generan hechos de cinco minutos con una catarata de selfies que después repercuten en miles de personas. Son puestas en escena» sostiene Burdman.
«A veces las campañas más baratas son las más efectivas. Este tipo de campaña es económica y eficiente. Uno busca que el mensaje llegue. No siempre la campaña cara es efectiva», dice el legislador radical Hernán Rossi, parte del armado de la campaña de Lousteau. «El acto masivo tenía sentido cuando la gente se movilizaba sola. Era barato porque sólo se instalaba el sonido y el candidato hablaba. Hoy, un acto masivo sin contratación de colectivos como forma de movilizar es muy difícil. La única manera de sostener eso es con plata», agregó. (sigue aquí)
Este cuadro está exagerado (quizás no a propósito). A las fuerzas políticas que tienen militancia – el caso del peronismo, pero también el del PRO en la Capital – las campañas tradicionales les sirven para hacer conocer, no ya a los candidatos que encabezan las listas, la TV y las redes ya hacen mucho de ese trabajo, sino también a sus militantes que trabajan en ese barrio.
Pero eso es un detalle. Lo que me interesa señalar es que el artículo pasa por alto – como el reportaje a Bendixen – el aspecto clave de la publicidad en las redes sociales: que el receptor es también, aunque sea en pequeñísima escala, un emisor. Lo importante no es sólo el mensaje entonces, sino el sesgo que el público le va imprimiendo, a lo largo de los días.
Ejemplo: Como piezas de campaña, sigo sosteniendo que un video de Myriam Bregman, éste, es la pieza individual más lograda que he visto en esta campaña. Y el nuevo de Mariano Recalde, éste, me parece original y atractivo a la vez.
Pero… si me preguntan por el «sesgo» con que las candidaturas se imponen desde las redes sociales, un muestreo de comentarios y mensajes me llevan a la conclusión que la de Rodríguez Larreta, por todo el despliegue de medios digitales típico del PRO, trata de formar una opinión sobre todo en los posibles votantes de Lousteau: «Macri es el que puede enfrentar al kirchnerismo. Voten al PRO, para no debilitarlo«. La eficacia… la sabremos el domingo.