Un tweet de Trump, con una advertencia de Twitter, sin traducción. O sí?

mayo 29, 2020

Este Tweet incumplió las Reglas de Twitter relativas a glorificar la violencia. Sin embargo, Twitter determinó que puede ser de interés público que dicho Tweet permanezca accesible. Más información

Los lectores de este blog son gente sofisticada, y seguro conocen inglés, o como usar el traductor de Google, que ha mejorado mucho. En realidad, mi preocupación es que hay muchos que se sentirán tentados a traducir lo del Donald al argentino.


Alberto Fernández y las decisiones políticas en tiempos de pandemia

mayo 24, 2020

Algo que ya fue observado por pensadores más profundos que el autor de este blog es que los hombres, y mujeres, que están en altas posiciones de poder toman muchas menos decisiones en la realidad que las que aparecen tomando (y encima, las tensiones los envejecen mucho, como puede verse en las fotos de A. F. No sé porque a tantos nos gusta el poder; debe ser una pulsión masoquista 🙂 ).

Como sea, esto es especialmente cierto en guerras y epidemias. Ahí -si uno no es un imbécil- se hace no lo que se quiere sino que se está obligado a hacer. Y para más inri, hay que tratar de dar la impresión que son las decisiones de uno mismo.

Esto viene al caso de la conferencia de prensa del Alberto de ayer. Lo resumí en el párrafo que agregué a la crónica -muy resumida- que publica AgendAR. Siguiendo mi -obligada- política de ahorrarme trabajo, lo copio aquí:

«El diagnóstico de la situación y las medidas dispuestas son fruto, en última instancia, de la evaluación de sanitaristas y epidemiólogos. En nuestra opinión, hubo en esa conferencia de prensa dos declaraciones que reflejan la voluntad política del presidente, y la estrategia que se ha trazado. Una es la frase que elegimos como título de la nota «La cuarentena durará lo que tenga que durar para que los argentinos estemos sanos«. La otra, es que la dijo en compañía de Kicillof y Larreta.»

Para los politizados lectores de este blog agrego que la decisión no es la duración de la cuarentena, sino el hecho de decirlo en esa forma. Y Fernández no decidió quiénes tendrían responsabilidades de gobierno en el Área metropolitana, sino que estuvieran a su lado en las ocasiones más importantes y «prime time». Es decir, son decisiones de comunicación.

Otro comentario que me sale del alma: Cómo un dirigente comunica es tan importante, sino más, que el contenido de lo que comunica. Alberto no es malo en eso; su estilo es muy distinto de todos los otros peronistas que llegaron a la presidencia, pero -los resultados hasta ahora lo están demostrando- es el que funciona ahora.

Pero, la comunicación presidencial debe ser una tarea tan revisada como la firma de los decretos. Fernández -cualquier presidente, en cualquier país- necesita el equivalente de un Secretario Legal y Técnico que supervise lo que va a comunicar, antes que lo haga.

Dadas las características de A. F. -bah, de las casi todos los que llegan a las altas posiciones de poder- debe ser alguien en quien tenga tanta confianza personal como la que deposita en Vilma Ibarra, por ejemplo. Pero lo necesita.


«#Basta de Cuarentena!»: seguirán participando

mayo 21, 2020

Hoy reproducimos en AgendAR, en lugar destacado, una nota de Santiago Dapelo sobre la reunión de ayer del presidente con el gobernador de Buenos Aires y el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma, donde se coordinaron medidas de control sanitario y actitudes políticas públicas.

Es una de las notas con las que LaNación combina su oposición a este gobierno tan dura como la de Clarín -algo mejor redactada- con algunas que informan sobre los movimientos en Olivos y la Rosada. Pero para los politizados lectores de este blog, que ya estarán al tanto, me limito a copiar el comentario que agregué al final:

«#BastaDeCuarentena fue «Trending Topic» ayer durante algunas horas en Twitter. Más significativo, un diario de gran circulación militó contra las medidas de aislamiento social, con un mecanismo habitual en el periodismo: si se leían sólo los títulos de las notas mientras se repasaban las páginas, el objetivo quedaba claro.

Como era previsible, no tuvieron el menor éxito. Ayer mismo se informaron otros 474 casos, nuevo récord de infectados en un día. Y estos tristes récords se van acumulando, sugiriendo el acercamiento del «pico» tan temido.

Y si no se demuestra excesivo temor en nuestra población, es por un consuelo pobre pero efectivo: la situación en la mayor parte del resto del mundo es peor. EE.UU., Rusia, Brasil… En el resto de la América del Sur, Ecuador, Perú, Chile están pasando por un muy mal momento. En Europa, Dinamarca, Noruega y Finlandia cerraron sus fronteras con Suecia, cuando este país pasó a encabezar el número de casos en la Unión Europea.

En nuestra opinión, el ruido mediático contra la cuarentena, refleja la real angustia que muchos sectores sienten ante una situación que sí los está perjudicando en forma grave. Y también, es inevitable, las operaciones políticas que tratan de conseguir el favor de esos sectores. Pero, por ahora, no tendrá peso en las decisiones. Si esos sectores -en gran parte opositores- son en promedio los que más cumplen con la cuarentena. Como decían nuestros abuelos «el miedo no es zonzo».

En otro plano, el entendimiento entre Fernández, Kicillof y Larreta, que tanto disgusta a los «verdaderos creyentes» de ambos lados de la grieta, es imprescindible para manejar la situación. Basta imaginar lo que sucedería si alguna de las tres administraciones tomara medidas contradictorias con las otras.

Pero los gobiernos locales y, sobre todo el gobierno nacional, en un país con una tradición presidencialista como el nuestro, deben tener presente que este consenso se mantendrá mientras la amenaza del coronavirus esté muy presente. Es necesario prever no sólo las medidas económicas sino las políticas que deben acompañar la futura flexibilización de la cuarentena.»

Es sólo un comentario, y no hay mucho más, por ahora, para decir sobre el tema. Sólo añado que para subirlo a este blog, estuve vacilando sobre el título. «El amor en tiempos de coronavirus» me pareció exagerado para un romance de temporada. «Los tres mosqueteros»… como todo el mundo sabe, eran 4. Aunque, pensándolo bien, tal vez hubiera sido apropiado.


Un texto de Raanan Rein sobre Ramón Carrillo

mayo 18, 2020

No es imprescindible que lo copie en mi blog. Ya lo reproducen Juan Domino, Fernández Baraibar, otros, en Facebook. Mi opinión la di en Twitter (no mi red favorita, pero a veces su concisión es lo más adecuado) «Ramón Carrillo fue ministro de Salud (el primero) y en su gestión aumentó en 5 años el promedio de vida de los argentinos. La opinión del Centro S. Wiesenthal no me parece relevante«.

Pero hay sensibilidades distintas, mucha desinformación, y, sobre todo, mitos deliberadamente construidos que son usados por distintos sectores con distintos fines. Entonces, un aporte para los politizados que me leen.

ooooo

(Raanan Rein es un historiador israelí, a cargo de la cátedra Elías Sourasky de historia española y latinoamericana, y vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv. Ha escrito más de 30 libros, entre ellos varios sobre la comunidad judía argentina y su relación con el peronismo, el deporte y la política en Argentina. Este texto suyo fue traducido al castellano por Eliezer Nowodworski)

«Nacido en Ucrania en 1898, Salomón Chichilnisky llegó con su familia desde Odessa a la Argentina a principios del siglo XX en el marco del plan de la colonización agrícola del Barón Mauricio Hirsch, que buscaba solucionar el problema de las penurias judías en el imperio ruso.

Desde la colonia de Palmar Yatay, en Entre Ríos, empezó la trayectoria que lo llevó por el Colegio Nacional de San Isidro a la Universidad Nacional del Litoral en Rosario. Ya médico, en 1937 Salomón atendió a Ramón Carrillo por la hipertensión y le salvó la vida. Ambos colegas, paciente y terapeuta, trabaron una sólida amistad y Chichilnisky se transformó en un estrecho colaborador del ministro de Salud en el primer gobierno peronista. Entre los cargos que ocupó se destaca el de Director General del Servicio Nacional de Extensión Hospitalaria y Hospital a Domicilio.

Lo de la supuesta admiración de Carrillo por Hitler nunca surgió en la larga amistad entre ambos. ¿De dónde surgió esta acusación contra Carrillo como admirador del Führer? Ante todo, por la misma lógica que hace que si Perón estaba en Italia en tiempos de Mussolini, entonces necesariamente se convirtió en fascista. Entonces, si Carrillo visitó Alemania en los años treinta ¿no significaría necesariamente que se convirtió en nazi? La respuesta simple es no, tanto en lo que concierne a Perón como en lo referente a Carrillo.

Por su brillante carrera académica, la UBA otorgó a Carrillo una beca de dos años para perfeccionar sus conocimientos en neurocirugía en Europa. Recorrió instituciones médicas en Ámsterdam, París y Berlín. Es probable que en Alemania haya presenciado un mitín con Hitler, como cuenta en sus trabajos la historiadora Karina Ramacciotti. En 1933 Carrillo ya estaba de regreso en Buenos Aires.

En su viaje, logró escuchar la oratoria de un dirigente alemán en sus inicios políticos. En aquel momento la mayoría de la gente no podía imaginar cómo iba a evolucionar la política del nacionalsocialismo a lo largo de los años 30, ni hablar de la Guerra Mundial, sus consecuencias catastróficas ni la hecatombe del pueblo judío. En 1935 Winston Churchill todavía pudo escribir: “Es en este misterio del futuro que la Historia declarará a Hitler como un monstruo o como un héroe”. ¿Eso significaría que tenemos que considerarlo a Churchill como tolerante hacia Hitler y el nazismo?

Pero hay tres razones adicionales para esta acusación contra Carrillo y es necesario contextualizarlas para no caer en un anacronismo o en un intento de imponer ideas y conceptos de principios del siglo XXI a las posiciones de figuras públicas del pasado. Carrillo apoyó la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial. Pero esta posición la compartía aparentemente la mayoría de los argentinos. ¿Era pronazi esta mayoría? Cuatro presidentes, dos civiles y dos militares, favorecieron esta política por diversas razones. Y de hecho, esta línea, que a partir de 1942 enfrentó a la Argentina con los EE.UU., servía los intereses de los británicos y aportaba a la supervivencia de la población civil bombardeada por los alemanes, con envíos de víveres desde puertos argentinos. Si hubiera declarado la Guerra contra el Tercer Reich, los submarinos alemanes hubieran torpedeado los barcos en su camino hacia las islas británicas.

Y finalmente, Carrillo está implicado en la entrada a la Argentina de un oficial danés de las SS, Carl Peter Vaernet, que había trabajado en el campo de concentración de Buchenwald, experimentando con hormonas para “curar” la homosexualidad. Al menos 13 personas murieron con estos tratamientos. Demasiados criminales entraron en la Argentina, escapando de posibles juicios contra ellos en Europa. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el esfuerzo por reclutar científicos terminada la contienda fue común a muchos países y en este caso quizá haya influenciado la pertenencia de Carrillo a la escuela de neurobiología germano-argentina.

Pero a Carrillo hay que evaluarlo ante todo por el lugar clave que ocupó dentro de la administración pública peronista por ocho años y su aporte crucial al desarrollo del sistema sanitario, la promoción de la medicina social, la construcción de cientos de hospitales, la reducción de la mortalidad infantil o de los muertos por tuberculosis. Por estos logros merece un homenaje; si tiene que ser sobre un billete o no, ya es otra historia.»


La Argentina, el peso y el dólar

mayo 14, 2020

En estos días estuvo sonando muy fuerte la campana de alarma tradicional en la Argentina: los precios de todos los «dólares no oficiales» se han disparado. El «blue», el «contado con liqui», el MEP… Las distintas formas encontradas por los argentinos -que tienen muchos, o pocos, pesos que no necesitan ya para vivir- para cambiar esos pesos por dólares y sacarlos del sistema productivo o del bancario: guardarlos en el colchón, en cajas de seguridad, en cuentas en el exterior…

Esto también vale, por supuesto, para las empresas -nacionales o no- que operan en nuestro país, que manejan montos mucho más grandes que los individuos. Y que por eso le provocan un agujero más grande a la economía nacional.

La campana de alarma no ha empezado a sonar hoy, claro. Está sonando desde bastante antes de 1969, cuando la ley 18188 le sacó por primera ves 2 ceros al viejo peso moneda nacional (ahora vamos por 13 ceros borrados). Pero en esas décadas, hasta más o menos la del ’80, la inflación alta, es decir, la desvalorización de la moneda propia, era una característica común a todos los países «en vías de desarrollo» (así se decía entonces). Hoy es un fenómeno no exclusivo de nosotros, pero bastante poco común. Lo que acentúa el impulso de salir de nuestro peso.

El tema inflacionario en general, y la inflación argentina, han sido muy estudiados y debatidos. Hasta, por lo que valga, en este blog. Hay bibliotecas enteras de sesudos volúmenes, con distintas conclusiones, y los que manejan hoy las palancas estatales de la economía las conocen. No valdría la pena volver sobre el asunto en un posteo, sino fuera porque quiero transmitir la urgencia, y hacer un llamamiento.

Empiezo aclarando mi opinión sobre esta coyuntura. Reiterándola, porque ya la había planteado, hace 20 días en este blog (citándome a mí mismo en AgendAR):

«El factor central de esta «tormenta cambiaria» -más allá de las previsibles operaciones- es la huida del peso; la decisión de los que tienen fondos, grandes o pequeños, de cambiarlos por dólares, hasta arriesgando sanciones legales. Aunque, ya lo dijimos hace poco, no es un buen momento para la divisa norteamericana.

No se trata entonces -estimamos- de «presiones inflacionarias causadas por la emisión». No hay ninguna presión del consumo sobre los precios, salvo en pequeños sectores de insumos médicos y artículos de limpieza. Pero si las autoridades económicas no consiguen que los poseedores de pesos no corran a cambiarlos por dólares, habrá dos consecuencias negativas e inevitables: los exportadores no querrán vender al cambio oficial, y esta devaluación desordenada se trasladará, más temprano que tarde, a los precios.”

El gobierno está consciente de lo que está pasando, obvio, y toma medidas para controlar y dificultar el acceso al dólar, por fuera del sistema legal. Pero la continuidad y aceleración de esta «tormenta» me hacen pensar que lo que está ocurriendo es el reflejo de la destrucción del peso como reserva de valor. Una situación que ya lleva muchas décadas, como dije recién, pero que las circunstancias actuales: la pandemia, la renegociación en curso de la deuda externa, la hostilidad de importantes intereses vinculados al sistema financiero,… la agravan al paroxismo.

Tratar de manejar o aminorar estas circunstancias no alcanza, en mi opinión, porque algunas de ellas están fuera de las posibilidades del Estado. Si es así, resulta necesario y urgente enfrentar el problema de la ausencia en nuestro país de una reserva de valor fungible -es decir, que se pueda adquirir, transferir o gastar con facilidad- que no sea el dólar.

Vale la pena, me parece, hacer una pausa para explicar algunos términos a los no economistas. Simplificando mucho, el dinero sirve como medio de pago (lo más usual y evidente); como unidad de cuenta, para comparar el valor de cualquier bien; y como reserva de valor, es decir que no se gasta sino se retiene para gastos futuros o para invertir.

Es evidente que nadie, desde hace muchos años, ahorra en pesos, salvo como un sacrificio patriótico o cobrando intereses altísimos -lo que antes llamaban usurarios- para cubrirse de la inflación esperada (siempre muy alta, por larga experiencia). También se ha reducido su función como unidad de cuenta: los bienes con precios altos, como los inmuebles, entre nosotros se valoran en dólares.

El hecho es que ahora detener la escalada inflacionaria es absolutamente necesario, o entraremos en la fase en que la inflación se alimenta de sí misma de forma exponencial. Ya estamos cerca: para los que tienen pesos, ningún valor del dólar aparece demasiado alto. Una de cuyas consecuencias es que ningún empresario puede estar seguro del valor de reposición de lo que vende.

Esta no es una inflación de demanda, resulta evidente, porque salvo para algunos insumos médicos, la demanda no creció o ha caído. La brusca reducción de la oferta de muchos bienes es sí un factor significativo, pero a en mi opinión el factor dominante es la huida del peso.

Nuestro gobierno, como casi todos en el mundo, está tomando medidas “keynesianas” (las pongo entre comillas porque no estamos frente a la situación que inspiró a Keynes su producción intelectual más importante: no hay un “déficit de demanda”. En todo caso, es de demanda y de oferta. Por eso mismo, plantearse reducir la demanda -la receta de siempre de los economistas «ortodoxos», a través de devaluaciones o ajuste del gasto público, es un planteo absurdo. Ya la pandemia, y la cuarentena, han reducido la demanda a límites insostenibles en el tiempo.

¿Qué sería entonces, en las condiciones actuales, un plan antiinflacionario eficaz? Una pregunta difícil, entre otras cosas, porque el último intento -el modelo de metas de inflación que se aplicó durante el gobierno anterior- terminó en un fracaso patético. Y aquel que funcionó durante diez años -la Convertibilidad implantada en 1991- lo logró a partir del aumento del desempleo desde 1996 y terminó en una catástrofe en 2001.

Pero ese es el desafío que, creo, deben plantearse los economistas argentinos. En especial, los del «campo nacional», ajenos a la superstición monetarista, pero que por lo general han encontrado difícil enfrentar la inflación. Prefieren decir o sugerir que el problema es que nuestros empresarios aumentan los precios porque son codiciosos. Y evitan preguntarse si los empresarios que en otros países no los aumentan todos los meses son generosos.

Si me dirijo, en general, a todos los que se interesan en la política económica, es porque los que están ocupando los puestos de conducción en este momento, no tienen tiempo, ni probablemente la tranquilidad para imaginar nuevos expedientes. En la primera línea del Estado -especialmente hoy en el que tenemos- hay que resolver problemas y tomar decisiones cada día, cada hora. Como le gusta decir a mi mujer, están «atajando penales».

Por mi parte, y sin demasiada seguridad, adelanto que las ideas que se me ocurren pasan por la creación de una nueva unidad monetaria para el ahorro, como tienen desde hace décadas Brasil y Chile. Cuyas economías tienen problemas graves, por cierto, pero no inflación altísima ni tasas de interés enloquecidas.

Esta unidad de reserva de valor no tiene que reemplazar al peso como moneda de cambio. En realidad, la única condición clave es que aquel que la recibe no sienta que se le está desvalorizando a cada momento. Ahora, la solución no es que gane intereses, porque cuando se fijan, se está fijando también un piso a la inflación. Sí se puede decidir que ese instrumento gane un interés pequeño, para estimular el ahorro. Pero se debe fijar un valor de referencia para ese instrumento, claro, conocido por todos y que no se desvalorice con la inflación. El incentivo principal para conservar esa «unidad de valor» no sería el rédito, sino la liquidez.

El problema clave, si la que sugiero es una respuesta válida, es hallar el valor de referencia adecuado.

El experimento de Cavallo en 1991 que mencioné se aferró al valor del dólar, y dejó muy malas memorias para los argentinos. Además, la moneda estadounidense no parece un ancla muy sólida en medio de esta pandemia. Y si se llegara a valorizar, sería peor. Ya nos pasó.

El patrón oro… al que se aferró Inglaterra en los ´20 del siglo pasado con malas consecuencias de desempleo y caída de sus exportaciones, fue deflacionario. Hoy probablemente volvería a serlo.

Tiendo a inclinarme -repito, con dudas- por una canasta de los productos de exportación argentinos. Suena lógico, aunque, reconozco, sería vulnerable a las oscilaciones de los mercados.

El caso es que tiene que ver con nuestra realidad. Nuestros «fundamentals». Descartada la fantasía macrista de una «lluvia de inversiones», que llegarían porque había un presidente «business friendly«, y la de las inversiones atraídas por la Vaca Muerta, el sector competitivo de la producción argentina, que produce divisas -y que sus capitales sólo pueden emigrar en una pequeña parte, porque la tierra no es trasladable- es el agropecuario.

Como se dan cuenta, esto es “pensando en voz alta”, el lema de mi blog desde hace algo más de 12 años.


Cacerolazos contra las excarcelaciones – Blumberg 2.0

mayo 5, 2020

Ahora que la tormenta ya se descargó -pero sigue lloviendo- no resisto a mi impulso de escribir en el blog sobre el asunto. Empiezo, para millennials y desmemoriados, por recordar a Juan Carlos Blumberg, un empresario textil cuyo hijo Axel fue secuestrado y asesinado en marzo de 2004. Eso lo convirtió en un referente mediático, que llegó a impulsar marchas, muy numerosas, de protesta y reclamo por la inseguridad. El gobierno de Néstor Kirchner se preocupó, y respondió haciendo aprobar leyes penales que incorporaban los pedidos que hacía Blumberg.

Esas leyes resultaron -lo vimos en la práctica- inútiles para disminuir el delito, y también la «sensación de inseguridad». Pero ese no es el punto. Lo relevante, para esta discusión, es que esas marchas fueron la primera manifestación visible de una oposición con capacidad de movilizar contra un gobierno entonces exitoso y con muy altos índices de aprobación.

Las circunstancias actuales son distintas, claro. El aspecto más notorio es el que me llevó a poner en el título «Blumberg 2.0«. La oposición al gobierno de Alberto Fernández ha hecho esta vez -y continúa haciendo- un manejo mucho más profesional y con más recursos de la comunicación. El uso de las redes sociales -que en 2004 apenas existían- de noticias falsas y verdaderas… Y con un enfoque más anticuado, el Grupo Clarín lo ha convertido en el eje central de una campaña. Pero este aspecto ya sido muy analizado por profesionales -hasta por mí mismo, en conversaciones privadas.

Sobre ese aspecto sólo quiero decir aquí, con cariño, a mis amigos militantes -que son una parte importante de la comunicación en las redes, ojo- que mi habitual comparación del debate político virtual con una guerra de hinchadas es injusta. Injusta con las hinchadas. Porque aún el bostero más fanático -los racinguistas somos todos racionales- sabe que el equipo contrario va a tratar de hacer goles, y no piensa que sólo una conspiración internacional de infinita maldad puede hacer que quiera meterle la pelota en el arco.

De lo que me interesa escribir ahora es de algo que traté una y otra vez, a lo largo de los años, en el blog (pongan la palabreja en el Buscador, a la derecha, y verán todos los argumentos): la inseguridad como un tema de la política. Un tema fundamental, para una fuerza política que tiene la responsabilidad de gobernar.

Mi primer planteo es que hay que diferenciar entre dos distintas emociones: indignación y miedo. Ambas son motivaciones poderosas; la segunda lo es más, pero no es la única diferencia a tener en cuenta. La indignación es muy selectiva. Entre nosotros los argentinos, hay un sector de la población, numeroso, que se indigna con la corrupción en los gobiernos kirchneristas, pero la que se produce en los gobiernos macristas… le cuesta recordarla. Y eso no se debe a que los «medios» no se lo mencionen. Lo hacen muy poco, pero ese no es el motivo. Mauricio Macri, y su padre, tenían una bien ganada fama en la sociedad de empresarios corruptos -la Dra. Carrió puede dar fe- hasta que Junior empezó a ser visto como el candidato que podía librarlos de insoportables gobiernos peronistas.

Esa selectividad también se da de «este lado», seamos sinceros.

El miedo, en cambio, es universal. Una poderosa inyección de ideología puede borrarlo de la mente consciente, pero siempre está presente. Si uno es valiente, o inconsciente, no afecta su conducta. Pero no deja de existir.

Esto es algo que hay que tener claro: el miedo, la sensación de inseguridad son provocados por el delito violento. Un banquero, un empresario o un funcionario corrupto puede, y usualmente lo hace, provocar mucho más daño económico a la sociedad en su conjunto, pero es menos frecuente que viole a alguien, le pegue un tiro o le dé un puntazo (en todo caso, ejercerá sus impulsos violentos con su propia familia).

Al punto, entonces: hay una preocupación natural, legítima, de cualquier ser humano, hasta de otros delincuentes: ser asaltado, golpeado, muerto es una posibilidad. Que aumenta en los barrios donde no se pueden pagar seguridad privada, pero no desaparece por completo en ningún lado. El que no siente un poco de temor, por sí mismo o por su familia, es un inconsciente.

Y no sirve el recurso de mencionar las estadísticas -usualmente favorables para la Argentina- que comparan porcentajes de crímenes en distintos países: son útiles para sociólogos y policías. Pero no tienen nada que ver con el problema político concreto: el temor de la gente. Que es humano y razonable: al que entran en su casa a robar con violencia no le sirve de nada saber que en Honduras tiene una probabilidad mucho más alta de morir asesinado que aquí. A la víctima ya le tocó el 100%.

Tampoco sirve echarle la culpa a los medios que magnifican el problema. Además de ser la herramienta ideal para desgastar a un gobierno que tiene en bastantes áreas un discurso «progresista», el periodismo comercial masivo, desde que nació hace unos siglos, «vende» crimen y sangre. Es lo que más se lee, o se sigue en la TV.

Y sí, “la inseguridad es una sensación” ¿hay otra realidad más decisiva en política que las sensaciones de los ciudadanos?

Con todo esto no quiero decir que todos los que han golpeado las cacerolas con fuerza para protestar por las (reales y falsas) excarcelaciones eran almas puras, libres de ideologías y prejuicios. Ese animal no existe, en ninguno de los lados. Mi mensaje es otro, y para mis lectores graduados en ciencias sociales, gente culta, lo voy a poner en las palabras de un antropólogo, Guido Cordero, notorio en las redes:

«Si decimos que un discurso «permeó» un espacio político lo estamos lógicamente y cronológicamente poniendo afuera, y eso hace más difícil entender sus procesos de constitución y acumulación. Y peor: los modos en que ha contestado, reprimido y elaborado esos discursos.»

En un lenguaje más dirigido a la población en general decía el lunes el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero «Muy probablemente, muchos votantes y militantes de Alberto Fernández tocaron las cacerolas«. No estoy seguro entre los militantes, pero que entre los votantes del FdT en el conurbano bonaerense la mayoría está en contra de las excarcelaciones masivas, tengo una razonable certeza.

Esto no significa ignorar que una parte importante de la coalición del Frente de Todos tiene, por ideología, por la historia reciente argentina, o por desconfianza a la policía y a los servicios penitenciarios, un sesgo que la acerca al lado zaffaroniano de la discusión. Y ese sector de la coalición pone funcionarios, también.

Resumiendo (¡al fin!) hay dos problemas reales, uno estructural y que viene de décadas: la superpoblación en las cárceles, y otro que surge ahora: el muy contagioso COVID-19. Que es un problema para los de «afuera», también: las visitas y los guardias no se quedan a vivir en la cárcel. El gobierno debe (debió haberlo hecho antes, pero esos problemas siguen existiendo) darse una política frente a ellos – eso quiere decir, determinar lo que está dispuesto a hacer / invertir y lo que no – y controlar que sus funcionarios de segunda línea no traten de improvisar soluciones parciales. Si logra que no sean bocones además, mejor.

Me podrán marcar que esto es muy fácil de decir en un posteo, sin responsabilidad de ejecutarlo. Y sí, por eso el blog es gratuito. Así que me animo a agregar que esto vale también para las próximas tormentas.


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