Ayer subí la información que el fondo Owl Creek («Cañada del Búho«) y el estudio Kirkland & Ellis empezaron a reunir bonistas para «acelerar» (exigir el pago total anticipado) de títulos que entrarán hoy en el «default selectivo» provocado por el fallo del juez Thomas Griesa. Si reúnen un 25% de los tenedores de bonos Par, unos u$s 5,4 mil millones de deuda, pueden reclamar – por la letra de los contratos originales – que se les paguen ahora todos los vencimientos, hasta 2038, de capital e intereses. Deben conseguir también un fallo favorable a sus pretensiones, pero ¿para qué están los abogados?
El agudo comentarista Daniel Arias – además de recordarnos el cuento de Ambrose Bierce, “An Occurrence at Owl Creek Bridge” – hizo una pregunta válida: «¿Qué más nos pueden hacer que no nos hayan hecho? Y lo hecho hasta el momento, lo pudimos bancar apretando las muelas«.
Con un día ocupado, no tuve tiempo de extenderme. Pero no quiero que Cristina me acuse de hacer «profecías apocalípticas». Para eso están los comentaristas anti K. Como los K para decir que todo marcha y marchará bien, faltaba más. Mi hobby particular como bloguero es tratar de ser preciso: Lo que dije es que esto puede forzar a la Argentina a modificar profundamente su estrategia de inserción en el mundo. Procedo a explicarme.
Ante todo, hay que señalar que ésto no es una ocurrencia aislada. Bloomberg ya informaba el lunes que Redwood Capital Management LLC, un fondo de 6,7 mil millones de dólares que se especializa en la deuda en dificultades (otro buitre, bah), creó un fondo específico la semana pasada para invertir en activos argentinos. Uno pequeño, eh, de 160 millones nada más. Pero indica que algunos muchachos rápidos están previendo que hay negocios en el aire. Como decía ahí discretamente Bloomberg «Así, Redwood se une a Gramercy Funds Management LLC, Owl Creek Asset Management LP y Bienville Capital Management LLC en iniciar fondos que se especializan en la 2° economía de América del Sur» (la nuestra).
Es necesario aclarar que estos posibles juicios no causarán – ni siquiera en el peor de los casos – una catástrofe económica. El sistema global no admite, desde hace un siglo, el cobro de las deudas por la fuerza militar (Se requieren otros pretextos: armas de destrucción masiva, terrorismo, violaciones a los derechos humanos… que no son aplicables a la Argentina). Al mismo tiempo, reconozcamos que pueden alcanzar a cifras muy considerables, y el sistema global sí permite actualmente ser implacable en su cobro. No al contado, claro. En incómodas cuotas, y con condiciones leoninas. Griegos, españoles y otros PIGS pueden darnos detalles del asunto.
Es cierto que, gracias al trabajo de una década de nuestro Buitre Máximo, don Paul Singer, y la generosa sentencia del juez Griesa, ya nos encontramos en esa situación. Estamos conminados por la justicia norteamericana a reconocer una «deuda» de unos 1.300 millones de dólares, la hemos desacatado y – contra la esperanzada confianza del antikirchnerismo enragé – el mundo no se nos cayó encima. Tenemos una seria «restricción externa» (= escasez de dólares), pero esa no es una situación nueva (Los argentinos la vivimos cada tanto desde 1952. Desde que empezó a sernos importante contar con dólares para nuestras importaciones). El gobierno está manejando la situación. No tan bien como lo haríamos sus críticos, por supuesto, pero por algún motivo inexplicable el pueblo no ha elegido a ninguno de nosotros para hacerlo.
El punto es que ésta no era la estrategia elegida por nuestro gobierno hasta hace pocos meses. Hasta que la Corte Suprema de los EE.UU. descartó revisar el fallo de Griesa y la Cámara de Apelaciones. La indemnización a Repsol, el acatamiento a los fallos del CIADI, el acuerdo con el Club de París – todas decisiones que pueden ser discutidas individualmente, pero en conjunto son definitorias. La intención fue la de insertar a la economía argentina en el mundo aceptando las reglas de juego vigentes en la totalidad del sistema global (salvo en Corea del Norte, pero se me ocurre que no es una opción contemplada).
Y hasta donde sus necesidades tácticas y su realidad política lo permiten, esa sigue siendo la política del gobierno argentino. Lo muestra la insistencia oficial en que Argentina quiere pagar a todos sus acreedores – incluidos los que familiarmente llamamos buitres – en las mismas condiciones. ¿Vale la pena recordar que también las declaraciones oficiales del gobierno chino, con quien acabamos de efectivizar un swap, mencionan la necesidad de un arreglo diplomático de la Argentina con sus acreedores? El maoísmo existe todavía nada más que en la política universitaria local.
Mi opinión personal es que esa ha sido siempre la política económica de los gobiernos kirchneristas, y que la han seguido, quizás no con habilidad, ciertamente no con previsión estratégica, pero con mayor coherencia que la caníbal discusión política interna impide reconocer. Sus características han tenido que ver con cierto folklore peronista, pero mucho más con una decisión, también muy peronista, de no ser «puntos» de nadie.
Se esté de acuerdo con esto o no, quiero señalar que debemos asumir que existe el riesgo que la actual situación de emergencia se prolongue indefinidamente. No solamente por el fallo Griesa; por las características del sistema financiero global realmente existente en esta etapa. Las consecuencias del Gran Default – inevitable – de fines de 2001 se prolongan. Aunque se insista que la reestructuración fue «exitosa», por el gobierno, para defender la imagen de Néstor Kirchner, y por el Dr. Lavagna, para defender la imagen de Roberto Lavagna. Prefiero decir que fue, en mi juicio, la mejor negociación que podía hacerse (los que ganan todas las carreras con el diario del día siguiente podrán disentir).
Pero el sistema financiero es hoy el mecanismo capitalista clave para la obtención de beneficios y también para el control de las economías «locales». La fragilidad que mostró a partir de la Crisis que empezó en 2008 hace aún más imperativo que no se acepten excepciones (pregúntenle a Frau Merkel). Y, en un plano práctico, cuentan con lobbistas poderosos en todos los gobiernos y en particular en el estadounidense.
Por el otro lado, la posición argentina ha recibido el apoyo, diplomático, mayormente simbólico, pero significativo de la inmensa mayoría de los países. Y una parte no menor de los decisores en el Atlántico Norte están preocupados por una resolución judicial, el fallo Griesa, que estiman imprudente. El gobierno norteamericano ha mantenido una actitud de indiferencia hacia Argentina – privilegia en los hechos los intereses de algunos de esos lobbistas, y al mismo tiempo reconoce que nuestro país no ha tenido la estridencia caribeña en sus cuestionamientos y mantiene una relación formalmente amistosa y de colaboración en temas de seguridad.
¿Este equilibrio incómodo – sobre todo para nosotros – puede mantenerse? Pienso que no. Argentina – manteniéndose en el MERCOSUR, aún iniciando conversaciones con la Alianza del Pacífico (no debería sorprendernos, si sucede) – forzada por las circunstancias se estaría alejando de algo mucho más «pesado»: el área del dólar. Los swaps con Rusia y China, potencias capitalistas si las hay, pero que no se manejan de preferencia con esa moneda, son una señal en esa dirección. Y – aunque hasta ahora el anuncio de la Reserva Federal de disminuir drásticamente el ritmo de la emisión no ha provocado reacciones notorias – el drenaje de capitales hacia el centro puede ser un factor que haga que otros vecinos suramericanos, especialmente el más grande, traten de cubrirse.
Como ven, son especulaciones, adecuadas para un posteo. Eso sí, si la economía argentina se ve obligada a moverse en estas direcciones, no será una coyuntura pasajera. El gobierno que resulte elegido el año que viene, cualquiera que sea, tendrá que moverse en esta realidad. Ciertamente – me parece una apuesta muy segura – no habrá «lluvia de capitales» que le permita cambiarla.
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