
Este fin de semana, que tuve muy poco tiempo para mi blog, me enganché en una discusión con un post de Ezequiel Meler, La oposición como problema. Nada sorprendente. Ezequiel es un tipo inteligente, que ha regresado con impulso a la blogosfera politizada, y yo vengo diciendo desde hace seis años que el elemento que falta definir en la realidad argentina es la alternativa opositora a la experiencia kirchnerista. Por eso, voy a seguirla aquí: me parece que puede ser interesante. Creo que ayuda a echar luz sobre los dos lados del enfrentamiento argentino.
Meler afirma – lo sintetizo: «en la Argentina actual, la oposición política partidaria es un hecho marginal. El gobierno es todo, o casi todo» (Enlaza un post de Artepolítica, que ya señalaba eso, con alguna alarma, en noviembre de 2008). «El radicalismo navega en el melancólico recuerdo de lo que supo ser, el peronismo disidente se reparte entre el sciolismo (significante vacío si los hay porque ni siquiera el gobernador Scioli lo integra) y el macrismo (y PRO es cada vez más vecinal). Carrió aparece demasiado, pero significa cada vez menos, y el panorama de esas fuerzas de cara a 2013 es terrorífico. Lo más probable es que incluso con un mal desempeño el oficialismo sume representantes en, al menos, Diputados. A diferencia de 2009, el oficialismo no parece próximo a fragmentarse: no hay muchos conflictos en puerta y con esas opciones del otro lado, uno entiende que incluso los más reacios estén dispuestos a jugar con la presidenta antes que mudarse al desierto«.
Una foto razonable. Estoy de acuerdo, siempre que recordemos que es una foto. La película argentina suele tener cambios bruscos. Pero el punto de su post son los consejos que da a la oposición:
«-Tener una agenda. Tratar que la misma supere el catastrofismo en todas sus variantes. Evitar, en lo posible, que sea ocupada por antikirchneristas fanáticos o estúpidos, o ambos.
-Reconocer logros en la gestión de gobierno como parte de la propia identidad. Hoy muchos reniegan de la Alianza, pero me permito recordarles que la experiencia de la Alianza como fuerza opositora no equivale a su desempeño como gobierno. La primera fue inteligente; el segundo, indefendible. (Como oposición) dio garantías. Dijo: “Señores, si nos votan, vamos a mantener la convertibilidad, vamos a generar puestos de trabajo, vamos a resolver los temas que quedan pero vamos a garantizar la estabilidad”. No hizo nada de eso, pero no es el punto. El punto es que, aún perdiendo la PBA, ganó la Nación. Logró que los peronistas que cortaban boleta a favor de Ruckauf y Solá votaran a De La Rúa para presidente de los argentinos.
-Para vencer a una fuerza que ha conseguido mayoría absoluta es necesario integrar en la propuesta los elementos de la misma que la sociedad tributa como valorables. Sacarlos de la arena de la discusión partidaria, volverlos propios. Hablar de derechos humanos sin escupir, incorporar el matrimonio igualitario a la agenda, defender los efectos de la AUH y bancar a muerte a las empresas estatales. Garantizar la continuidad de los beneficios sociales, acordar con los gremios actividades comunes, trazar un plan económico mejor que las medidas actuales, usar los medios para difundirlo. Proveer a la reforma de las fuerzas de seguridad, trazar programas de ampliación y mejora de la red de infraestructura, etc.
-La AUH podría ser ley, y sería lindo que el proyecto lo presente, qué se yo, un socialista, después de un mes de promoción. Como para seguir en sintonía, se podría ampliar la lista de beneficiarios. Eso sí, cuidando los recursos fiscales. No queremos que el buque se estrelle, por eso es interesante analizar nuevos gravámenes o elevar los existentes. Al juego, por ejemplo, pero también a la minería, a la tenencia de acciones, etc.
-En lugar de hacer profundas declaraciones sobre política internacional, del tipo de “Chavismo no”, o “Qué bien que andan Perú y Chile” (?), puede proponerse la gradual eliminación de divisas en el comercio regional del MERCOSUR, el avance en nuevos organismos multilaterales, un par de obras de infraestructura de alcance bi o multinacional, etc.
-Recurrir a la justicia es una medida desesperada y debería verse como tal. Pero la auditoría y el control de las partidas presupuestarias es una función básica de la oposición. Tirá campañas de participación ciudadana sobre temas puntuales: un millón de firmas reales para mejorar los ingresos de los jubilados vía iniciativa parlamentaria (fijate, está en la Constitución).
-Los servicios públicos, esto lo sabe cualquiera, andan mal. ¿Planes para mejorar la educación? ¿Leyes de financiamiento en salud? ¿Planes concretos sobre trenes, con cálculo de costo? ¿Leyes de asociaciones profesionales más laxas, como para ganarte unos porotos con los sectores no CGT?
-Y ya que jugamos a lo grande, ¿mover la Capital? Presentar un proyecto que dispute al gobierno la bandera de la integración territorial y recupere para la política una dimensión estratégica hoy ausente. Antecedentes sobran«.
Podía haberlo abreviado más, pero, la verdad, me interesó el programa en sí que propone. Le comenté, aproximadamente «Muy inteligente. Pero… estás diseñando una estrategia para el FAP. Es cierto que fue la primera oposición en las elecciones de octubre pasado… con bastante menos del 15 % ¿Cuál es el techo para una fuerza de centro izquierda, contra un oficialismo que no se ve a sí mismo ni se maneja como una fuerza de centro derecha?»
La respuesta de Ezequiel fue rápida: «No sólo para el FAP. También para la UCR. Igual, aclaro que pienso que no llega ninguno de los dos. Pero saldrían, me parece, de la anodina situación en que están«. Esta parte sí la sinteticé mucho – pueden leerla completa en su blog. Omito nuestra discusión sobre los resultados electorales de 1999, cuando la Alianza de la UCR y el Frepaso, aún perdiendo en la Provincia de Buenos Aires, ganaron en la Nación. Ojo, creo que esos datos son relevantes, y voy a incluirlos en mi argumento. Pero ha sido esa frase de mi amigo la que me hizo repensar la situación en que estamos.
Reitero mi opinión: es un buen programa para una fuerza de centro izquierda, y coincido con Ezequiel que el FAP, sólo con unas gotas de imaginación y audacia, podría levantarlo. Y también una buena parte, sino la mayoría, de la dirigencia actual de la UCR. Pero también podría ser asumido por los aliados actuales del FPV, sin renegar de su oficialismo. Martín Sabbatella puede llegar a tener un buen asesor, si ambos superan ciertos resquemores por antiguas experiencias ;=).
Porque en realidad, podría ser un programa para el kirchnerismo – también con unas gotas de imaginación, porque audacia no le falta – si el kirchnerismo estuviera dispuesto a desprenderse de sus vínculos con la dirigencia territorial y sindical del peronismo, es decir, con su estructura de poder político. Y, también, a tomar distancia, para ser francos, del personalismo peronista. Un kirchnerismo sin Néstor ni Cristina, digamos. Ojo, otra vez: No digo que ésta sea la intención de Ezequiel: él especula con un programa posible para la oposición, después de todo.
¿Y qué tiene de malo? ¿No he dicho en el blog, sin ser original, que Argentina necesita una posibilidad de alternancia que construya sobre las realizaciones de lo que reemplaza, en lugar de destruir? Así es, y creo que a muchísimos argentinos les gustaría. Pero las alternativas no se construyen desde las reglas o los buenos deseos; resultan de una oposición con chances, que construye poder, que expresa algo que existe en la sociedad que rechaza lo que expresa el oficialismo.
La Unión Cívica Radical, un partido que se funda y encuentra su razón de ser en el sufragio libre y universal (al menos, universal masculino) probablemente habría concluído su ciclo – como sucedió en el mundo con muchos partidos que llevaban la palabra «radical» en su nombre – hace más de medio siglo, al lograr sus objetivos. Pero en Argentina encontró una nueva razón de ser: se convirtió en el antagonista del peronismo, la fuerza política, también masiva, y «democrática» en sus términos, que se le enfrentaba a lo largo de las décadas.
Hay un trabajo de campo – lo cité otras veces en el blog – de Jeane Kirkpatrick, que antes de ser una “Demócrata de Reagan” y su embajadora ante la ONU, fue una joven socióloga que hizo un estudio de postgradp en Buenos Aires a principios de los ´60.
Su estudio, pleno de números y cuadros en la mejor tradición de la sociología yanqui, mostraba como a comienzos de esa década, los vastos sectores de la población que se identificaban con el peronismo o con la UCR tenían, cada uno, un conjunto de ideales y aspiraciones que en la mayor parte coincidían. Pero había también algunos claramente diferenciados y, sobre todo, una clara conciencia de identidades distintas. Una cosa era ser peronista y otra ser radical.
Raúl Alfonsín tuvo el momento más alto de esa identidad cuando triunfó en 1983, Y creo que hizo posible entonces la democracia argentina, al mostrar que al peronismo se lo podía vencer limpiamente en las urnas. Luego, sus falencias como gobernante lo desprestigiaron profundamente, pero sospecho que un paso decisivo en la declinación de la U.C.R. fue su pacto con Menem en 1994, que hizo posible su reelección y la desdibujó como alternativa. En las elecciones presidenciales siguientes, en 1995, ya el radicalismo fue tercero, detrás del Frepaso.
¿Conclusiones para nuestro tiempo? Las identidades políticas ya no son tan marcadas, ciertamente, en nuestros compatriotas como 50 años atrás. Muchos menos se definen hoy como radicales, y ya no tantos como peronistas. Pero las dos culturas políticas que expresaron siguen existiendo, aunque tomen nuevos nombres. A la nuestra le gusta definirse como «nacional y popular», y el otro lado quiere definirse como «democrático y republicano» (en un tiempo era la «línea Mayo Caseros», pero eso ha caído en desuso).
El punto es que el clivaje «izquierda / derecha», aún el «progresistas / conservadores», aunque refleja diferencias muy reales, no alcanza en Argentina para describir a fuerzas políticas con posibilidades reales de alcanzar el poder. Una parte de la discusión con Meler – una que él me ganó – lo muestra claramente: Yo había señalado que, si la fórmula Ruckauf-Solá para la gobenación de Buenos Aires había ganado en las mismas elecciones en De la Rúa-Chacho Álvarez ganaban la Presidencia, era porque allí iban aliados a la opción de derecha, el partido de Cavallo. Él marcó, con buenos argumentos, que aparentemente también jugaban los votos de peronistas que cortaron boleta en rechazo a Duhalde.
Meler también puede decirme que él aclaró de entrada que no estaba proponiendo una estrategia ganadora para la oposición, que no la creía posible, en realidad. Pero en la política argentina el rol de los pequeños partidos, en el escenario nacional, es secundario: tienden a ser partes de una Gran Coalición informal, oficialista u opositora. (Digamos que no tenemos la cultura del parlamentarismo). Cuando por algún motivo una de las dos no se forma, como sucedió con la oposición el año pasado, se condenan a la irrelevancia.
He estado especulando sobre tendencias en nuestra sociedad, y opciones políticas masivas. (Creo que, también, sobre la actitud de aquellos que, más numerosos que lo que se expresa en público, comparten muchos de los valores y logros de la gestión kirchnerista pero están desconformes con su expresión politica actual). Ahora, si vamos a la política práctica, la respuesta es mucho más pedestre: la oposición fáctica son los grandes medios de comunicación. Porque son los grupos cuyo poder económico – muy grande, en el caso de Clarín – se mezcla inextricablemente con su influencia política, y por lo tanto a un gobierno que quiere – y hasta ahora puede – conducir la política le resulta mucho más difícil negociar con ellos.
No es un hecho inédito, por supuesto. Raúl Alfonsín, cuando conservaba iniciativa política, tuvo problemas similares. Los opositores más enconados de Chávez y Correa son los medios. Y aún en Brasil, con una clase dirigente más sofisticada y un Estado más fuerte, el grupo de O Globo es un factor de poder a tomar muy en cuenta.
Si añadimos a eso el hecho que las «minorías intensas» K y anti K – a pesar de ser claramente minorías – son las que marcan el tono de la lucha política local, me temo – a pesar que mucho me gustaría – que el enfrentamiento no será por ideas ni por proyectos, sino a favor y en contra del oficialismo.
Lástima. Este post ya ha sido demasiado largo. Pero encuentro inevitable que voy a tener que escribir sobre ese fantasma inevitable: la re reelección.
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