Como ya dije en algún momento, escribir en AgendAR, que por su naturaleza de portal de noticias dedicado a la actividad productiva hace que suspenda ahí mi compromiso político explícito, no me impide ser claro. Al contrario.
Por eso copio en el blog esta columna que publiqué a la mañana. Eso sí, aquí puedo agregar algunas cosas al final que allí sería… impropio en una publicación para todo público.
«Ayer los argentinos asistimos -otra vez- a un intercambio de acusaciones en medio de una nueva suba del dólar y una caída en el valor de títulos y acciones. El gobierno, a través de su actual candidato a vicepresidente, Miguel Angel Pichetto, acusó a Alberto Fernández de provocar todo eso con sus declaraciones.
El candidato del Frente de Todos publicó en Twitter (lo reproducimos abajo) una réplica acompañada por un cuadro sobre la salida de dólares y el aumento de la deuda pública en dólares desde 2015 hasta hoy. «De esto es de lo que no se quieren hacer cargo. Presidente, no busque culpables fuera de su propio gobierno«.
En AgendAR hemos insistido en que, a pesar de algunas semejanzas, la situación actual no es la de 2001. Hoy existen dos coaliciones políticas razonablemente unidas, con diferentes propuestas para Argentina.
Pero es muy cierto que el descrédito entre los votantes de «Juntos por el Cambio», evidenciado en las PASO, ha creado una situación extraña. Las expectativas se han volcado hacia el candidato opositor, Alberto Fernández, y sus palabras tienen mucho peso. Pero el oficialismo no ha renunciado a dar la pelea electoral, como se ha hecho evidente en esta semana. Es legítimo: aunque pierda la presidencia, tiene cargos legislativos y muchas intendencias a defender. Y por supuesto, no se le puede pedir a la oposición que deje de hacer campaña!
Ahora, nos parece evidente que hay otro problema, y más grave, que la dificultad de acordar una transición virtuosa como la que se dice existió en 2002 entre Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva, cuando Lula había ganado la elección.
En la declaración que hizo Alberto Fernández hay un párrafo que se afirma con fundamento que puso nerviosos a los «mercados». Es éste:
«Como fuera advertido en la primera reunión del Frente de Todos con el staff del FMI realizada en junio de este año, el último desembolso ha sido íntegramente destinado a financiar la fuga. Este fenómeno constituye un incumplimiento flagrante a lo dispuesto por Artículo VI del Acta Constitutiva del organismo cuyo primer párrafo dispone que “ningún miembro podrá utilizar los recursos generales del Fondo para hacer frente a una salida considerable o continua de capital”«.
Y «los mercados», es decir, inversores, especuladores, y las mismas autoridades del Fondo, se pusieron nerviosos porque eso es como decir «El rey está desnudo«. Una verdad evidente callada porque a nadie conviene gritarla, en este caso por lo menos hasta tener sus propios fondos a salvo (si se pudiera).
«Fuga de capitales» es un término que, para el público no experto en finanzas, evoca paraísos fiscales, cuentas clandestinas en Panamá… Nada, o mejor dicho, poco que ver. El Banco Central lo llama pudorosamente en sus informes periódicos «Formación de activos externos». Y refleja una vieja costumbre argentina, y no sólo de nosotros, de llevar el dinero afuera. Desde la década del ’50 al menos, cuando empezó el boom inmobiliario en Punta del Este, hasta los ministros del gobierno actual, cuyas declaraciones juradas muestran que la mayor parte de su patrimonio está invertida en el exterior. Al igual que muchos, muchísimos argentinos con algún capital.
Esta… debilidad de la economía que supimos construir, y que, repetimos, viene de lejos, se ha acentuado a niveles patológicos en la actual gestión: En los primeros siete meses de este año, de enero a junio, antes de las PASO, la salida de capitales llegó a u$s 13.832 millones.
Esto se debe a que en el marco actual de recesión y ajuste, con la obra pública paralizada, hay muy pocas inversiones que puedan rendir beneficio. Y ninguna que pueda competir con los intereses que está pagando el Estado para que los capitales no se «vayan al dólar». Los audaces apuestan a hacer diferencia con esos intereses antes que se devalúe el peso o se «reperfile» la deuda. Los prudentes… se van al dólar. Que es equivalente a irse afuera.
Ahora, esta salida de capitales habría sido imposible si el FMI no hubiera otorgado su crédito «standby» a la Argentina. Esto, dicho sea de paso, ya fue denunciado el año pasado en una carta al FMI de la Comisión de Economía del partido Justicialista. Había tan pocas ganas de escuchar esto entonces como ahora. Pero ya es imposible de ocultar. Roberto Lavagna, el candidato que obtuvo la tercera posición en votos en las PASO lo acaba de decir: «El Fondo financia la fuga de capitales».
Esta situación es insostenible. Pero hasta el 10 de diciembre hay un gobierno, y sólo él, que puede tomar medidas para tratar de evitar o aminorar este desastre. Cualquier otra hipótesis, son especulaciones sin base constitucional ni política ¿Por qué el candidato opositor estaría interesado en tomar él las decisiones difíciles que la realidad hace obligatorias? ¿Qué otro proyecto político tendría la vocación y el poder para hacerlo?
En unas horas sabremos si el gobierno es capaz de imaginar medidas acertadas. En cualquier caso, esta es una crisis financiera. Grave, por cierto, y que provoca mucho sufrimiento a muchos compatriotas. Pero Argentina cuenta con su territorio, sus recursos, y, sobre todo, su gente. Tiene cómo seguir».
Ahora, aquí, en un ámbito más privado, podemos hablar de una consecuencia inevitable de esta situación que están señalando el Alberto y don Roberto, entre otros. No debe decirse en voz alta, porque es obscena, una perversión un poco peor que el canibalismo en el mundo libre (libre movimiento de capitales): que cualquier gobierno va a tener que implementar alguna forma de control de cambios. No porque quiera o no hacerlo, sino porque no tiene los dólares que se necesitan, y después de esta experiencia de Macri, nadie se los va a prestar. Tampoco Kristalina. El Donald… no me hagan reír.
Los mercados lo saben, por supuesto. Pero es algo que no se puede decir en público. Tengamos siempre presente en esta etapa el papel decisivo de la valorización financiera. El dato que importa es cómo abrirán los mercados mañana. La semana próxima es el largo plazo.
«Control de cambios» evoca en las mentes románticas de los politizados imágenes de los controles como eran en la Europa de la posguerra, y en la Argentina de la posguerra también. Poco que ver. En el mundo de las transferencias instantáneas por Internet los mecanismo deben ser muy distintos.
No es el momento de discutirlos ahora. En todo caso, mi experiencia también es añeja -25 años atrás- y hay gente mucho más actualizada en los equipos del FdT. Sólo reclamo que la comunicación política también sea más moderna, y más inteligente, que la que permitió que una política que para la gran mayoría de los argentinos -de una clase media (muy) baja a la de altos ingresos- representó la facilidad de comprar dólares a precio subsidiado (¿recuerdan? el «blue» estaba a $ 16 y se podía comprar una suma determinada a $ 9) sea recordada por todos como el «cepo cambiario».