Escenas del pre-juicio político de Trump

septiembre 26, 2019

Esta mañana compartí este texto (lo había publicado en AgendAR) en el grupo de wasap de unos amigos, diciendo «No es realpolitik. Es la política como se hace en el mundo real».

Lo repito aquí, por si alguien es tan desubicado para no seguir a AgendAR. Pero más porque, en un ámbito más reducido y más politizado, puedo agregar al final algunos comentarios relevantes a esa actividad pecaminosa, la política.

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¿Arde Washington? No. En la opinión de AgendAR, de los 670 mil y algo de habitantes del distrito federal, por ahora sólo un 5% -los politizados- tienen posición, a favor o en contra, del planteo Demócrata de impeachment -destitución por juicio político- al presidente. Pero creemos que vale la pena conocer del asunto.

Zelensky (Volodymyr Oleksándrovich) es un actor ucraniano, guionista, comediante, director y político electo como el 6º Presidente de Ucrania. Asumió el 20 de mayo de 2019. Trump… es El Donald. Desde hace semanas la oposición y los medios opositores en EE.UU. han denunciado públicamente una conspiración entre ellos para perjudicar a un rival político del norteamericano.

Ayer miércoles la Casa Blanca dio a conocer un texto de la llamada telefónica entre el presidente Donald Trump y su colega ucraniano, y planteó que el diálogo transcrito en ese memo demostraba que no hubo «quid pro quo», un intercambio de favores o ejercicio de presiones para que el gobierno de Ucrania investigue la denuncia que Joe Biden, hoy precandidato Demócrata para competir con Trump el año próximo, hizo despedir -cuando era vicepresidente de Obama- al fiscal general de Ucrania para favorecer a la empresa de su hijo Hunter Biden.

Ud. puede estar interesado, o no, en la política de los EE.UU. En AgendAR pensamos que es de interés para todos los habitantes de este planeta. Pero en cualquier caso, esta conversación muestra algo de la política en el mundo real. Incluso en Argentina, claro.

La llamada ocurrió el 25 de julio de 2019, entre las 9:03 y 9:33 (hora de Washington). Reproducimos la versión en castellano del texto completo. El original no es una grabación; son las notas y recuerdos de los funcionarios y el personal administrativo asignado para escuchar y memorizar la conversación en forma escrita conforme ésta se desarrolla. Esas personas saben que pueden ser llamadas a declarar por el Congreso si éste dispone una investigación:

«El presidente (Trump): Felicidades por una gran victoria. Todos vimos desde Estados Unidos que hiciste un trabajo excelente. Por la forma en que llegaste desde atrás, alguien a quien no le daban mucha oportunidad, y terminaste ganando fácilmente.Es un logro fantástico. Felicidades.

Presidente Zelensky: Tiene usted toda la razón, señor Presidente. Obtuvimos una gran victoria y trabajamos duro por esto. Trabajamos muy duro, pero me gustaría confesarle que tuve la oportunidad de aprender de usted. Usamos algunas de sus habilidades y conocimientos y pudimos usarlas como ejemplo para nuestras elecciones y sí, es cierto que fueron elecciones únicas. Estábamos en una situación única y pudimos lograr un éxito único. Puedo decirle lo siguiente; la primera vez, usted me llamó para felicitarme cuando gané mis elecciones presidenciales, y la segunda vez me llama cuando mi partido ganó las elecciones parlamentarias. Creo que debería postularme más seguido para que usted me llame más seguido y podamos hablar por teléfono más seguido.

El presidente: [Risas] Esa es una buena idea. Creo que su país está muy feliz por eso.

Presidente Zelensky: Bueno, sí, a decir verdad, estamos intentando trabajar duro porque queríamos drenar el pantano aquí en nuestro país. Trajimos a muchas personas nuevas. No a los viejos políticos, no a los políticos típicos, porque queremos tener un nuevo formato y un nuevo tipo de gobierno. Usted es un gran maestro para nosotros en eso.

El presidente: Bueno, es muy amable de tu parte decir eso. Te diré que hacemos mucho por Ucrania. Le dedicamos mucho esfuerzo y mucho tiempo. Mucho más de lo que los países europeos le dedican y deberían ayudarlos más de lo que lo hacen. Alemania no hace casi nada por ustedes. Todo lo que hacen es hablar y creo que es algo por lo que realmente deberías preguntarles. Cuando hablo con Angela Merkel, ella habla de Ucrania, pero no hace nada. Muchos de los países europeos son iguales, por eso creo que es algo que debes analizar, pero Estados Unidos ha sido muy bueno con Ucrania. No diría que es recíproco necesariamente, porque están sucediendo cosas que no son buenas, pero Estados Unidos ha sido muy bueno con Ucrania.

Presidente Zelensky: Sí, tiene toda la razón. No sólo al 100%, sino al 1,000% y puedo decirle lo siguiente; hablé con Angela Merkel y me reuní con ella. También me reuní y hablé con Macron y les dije que no estaban haciendo todo lo que tenían que hacer en los asuntos relacionados con las sanciones. No están aplicando las sanciones. No están trabajando tanto como deberían para ayudar a Ucrania. Resulta que, aunque lógicamente, la Unión Europea debería ser nuestro socio más importante, pero técnicamente Estados Unidos es un socio mucho más grande que la Unión Europea y … Estoy muy agradecido por eso porque Estados Unidos está haciendo mucho por Ucrania. Mucho más que la Unión Europea, especialmente cuando hablamos de sanciones contra la Federación Rusa. También me gustaría agradecerle por su gran apoyo en el área de la defensa. Nosotros estamos listos para continuar cooperando en los próximos pasos, específicamente estamos casi listos para comprar más Javelins de Estados Unidos para fines de defensa.

(Zelensky se refiere a los FGM-148 Javelins, misiles portátiles antitanque estadounidenses que reemplazaron los misiles antitanques M47 Dragon que usa el ejército de Estados Unidos).

El presidente: Sin embargo, me gustaría que nos hicieras un favor porque nuestro país ha pasado por mucho y Ucrania sabe mucho al respecto.

Me gustaría que descubrieras lo que sucedió con toda esta situación con Ucrania, dicen que Crowdstrike…

(CrowdStrike es la firma de ciberseguridad que investigó el ataque a los servidores del Comité Nacional Demócrata en 2016. En sus pesquisas concluyó que la acción estaba conectada a los servicios de inteligencia de Rusia. En 2016 CrowdStrike presentó un reporte asegurando que un grupo afiliado a la inteligencia rusa había hackeado los sistemas de artillería ucranianos, aunque el Ministerio de Defensa de Ucrania aseguró que las pérdidas calculadas por la empresa fueron mucho menores que los calculados por la empresa californiana).

Supongo que tienes uno de tus ricos … El servidor, dicen que Ucrania lo tiene. Sucedieron muchas cosas en toda la situación.

(El servidor al que parece referirse Trump es el que contendría los “emails perdidos” de Hillary Clinton, que figuraron en la campaña electoral de 2016).

Creo que te estás rodeando de algunas de las mismas personas. Me gustaría que el fiscal general te llamara a ti o a tu gente y me gustaría que llegara al fondo de esto; como viste ayer, todo ese disparate terminó con un desempeño muy pobre de un hombre llamado Robert Mueller, un desempeño incompetente, pero dicen que mucho comenzó con Ucrania. Sea lo que sea que puedas hacer, es muy importante que lo hagas si es posible.

Presidente Zelensky: Sí, es muy importante para mí y todo lo que usted acaba de mencionar. Para mí, como presidente, es muy importante y estamos abiertos a cualquier cooperación futura. Estamos listos para abrir una nueva página sobre la cooperación en las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania. Con ese propósito, acabo de retirar a nuestro embajador en Estados Unidos y será reemplazado por un embajador muy competente y con mucha experiencia que trabajará arduamente para asegurarse de que nuestras dos naciones se acerquen más. También me gustaría y espero que se gane su confianza y su confidencia y tenga relaciones personales con usted para que podamos cooperar aún más. Le diré personalmente que uno de mis asistentes habló con el Sr. Giuliani recientemente y esperamos que el Sr. Giuliani pueda viajar a Ucrania y nos reuniremos una vez que él venga a Ucrania.

(Rudy Giuliani fue el alcalde de Nueva York entre 1994 y 2001. Actualmente es el abogado de Trump).

Sólo quería asegurarle una vez más que usted sólo tiene amigos a nuestro alrededor. Me aseguraré de rodearme de las mejores y más experimentadas personas. También quería decirle que somos amigos. Somos grandes amigos y usted, Sr. Presidente, tiene amigos en nuestro país para que podamos continuar nuestra asociación estratégica. También planeo rodearme de grandes personas y, además de esa investigación, garantizo como Presidente de Ucrania que todas las investigaciones se realizarán de manera abierta y sincera. Eso se lo puedo asegurar.

El presidente: Bien, porque escuché que tenías un fiscal que era muy bueno y que fue despedido y eso es realmente injusto. Mucha gente está hablando de eso, la forma en que despidieron a ese excelente fiscal y ustedes tuvieron a algunas personas muy malas involucradas en eso.

(Trump se refiera, aparentemente, al fiscal despedido en 2016, Viktor Shokin).

El Sr. Giuliani es un hombre muy respetado. Fue el alcalde de la ciudad de Nueva York, un gran alcalde, y me gustaría que te llamara. Le pediré que te llame junto con el Fiscal General. Rudy sabe mucho sobre lo que está sucediendo y es un tipo muy capaz. Si pudieras hablar con él sería genial. La ex embajadora de Estados Unidos, la mujer, no era buena y la gente con la que ella trataba en Ucrania no era buena, así que sólo quiero que sepas eso.

(La embajadora aludida es Marie Yovanovitch, una diplomática de carrera que en mayo de 2016 empezó su trabajo en Kiev).

Otra cosa, se habla mucho sobre el hijo de Biden, de que Biden detuvo la acusación y mucha gente quiere saber sobre eso, así que cualquier cosa que puedas hacer con el Fiscal General sería genial. Biden se jactó de haber detenido la acusación, así que si puedes ver eso … A mí me suena horrible.

(El estadounidense se refiere a las versiones de que el entonces vicepresidente presionó por el despido del fiscal Shokin para evitar que investigara a la empresa gasífera en la que su hijo Hunter Biden era directivo).

Presidente Zelensky: Quería contarle sobre el fiscal. En primer lugar, entiendo y conozco la situación. Como hemos ganado la mayoría absoluta en nuestro Parlamento el próximo fiscal general será 100% mi persona, mi candidato, que será aprobado por el parlamento y comenzará como nuevo fiscal en septiembre. Él o ella analizará la situación, específicamente con la compañía que usted mencionó en este tema. La cuestión de la investigación del caso es en realidad la cuestión de asegurarnos de restablecer la honestidad para que nos encarguemos de eso y trabajemos en la investigación del caso. Además de eso, le pregunto si usted tiene alguna información adicional que nos pueda proporcionar, sería muy útil para la investigación para garantizar que administremos justicia en nuestro país con respecto a la Embajadora de Estados Unidos en Ucrania, según recuerdo, su apellido era Ivanovich. Fue genial que usted fuera el primero que me dijera que era una mala embajadora porque estoy de acuerdo con usted al 100%. Su actitud hacia mí estaba lejos de ser la mejor, pues admiraba al presidente anterior y estaba de su lado. Ella no me aceptaría bien como nuevo presidente. Muy bien.

El presidente: Bueno, ella va a pasar por algunas cosas. Voy a decirle al Sr. Giuliani que te llame y también el Fiscal General Barr te llamará y llegaremos al fondo de esto. Estoy seguro de que lo resolverás. Escuché que al fiscal lo trataron muy mal y que era un fiscal muy justo, así que buena suerte con todo. Tu economía va a mejorar cada vez más, lo pronostico. Tienes muchos activos. Es un gran país. Tengo muchos amigos ucranianos; son personas increíbles.

(Aquí Trump cita a su secretario de Justicia William Barr).

Presidente Zelenskyy: Me gustaría decirle que también tengo bastantes amigos ucranianos que viven en Estados Unidos. En realidad, la última vez que viajé a Estados Unidos, me quedé en Nueva York cerca de Central Park y me quedé en la Torre Trump. Hablaré con ellos y espero volver a verlos en el futuro. También quería agradecerle su invitación a visitar Estados Unidos, específicamente Washington, DC. Por otro lado, también quiero asegurarle que tomaremos muy en serio el caso y trabajaremos en la investigación. En cuanto a la economía, hay mucho potencial para nuestros dos países y uno de los temas que es muy importante para Ucrania es la independencia energética. Creo que podemos tener mucho éxito cooperando en el tema de la independencia energética con Estados Unidos. Ya estamos trabajando en la cooperación. Estamos comprando petróleo estadounidense, pero tengo muchas esperanzas para una reunión futura. Tendremos más tiempo y más oportunidades para discutir estas oportunidades y conocernos mejor. Me gustaría agradecerte mucho tu apoyo.

El presidente: Bien. Bueno, muchas gracias y aprecio todo esto. Le diré a Rudy y al fiscal general Barr que te llamen. Muchas gracias. Siempre que quieras venir a la Casa Blanca, no dudes en llamarnos. Danos una fecha y lo resolveremos. También deseo verte muy pronto.

Presidente Zelenskyy: Muchas gracias. Me encantaría ir y me alegraría reunirme con usted personalmente y conocerlo mejor. Espero con ansias nuestra reunión y también me gustaría invitarlo a visitar Ucrania y venir a la ciudad de Kiev, que es una ciudad hermosa. Tenemos un hermoso país que le daría la bienvenida. Por otro lado, creo que el 1 de septiembre estaremos en Polonia y podemos reunirnos en Polonia. Después de eso, podría ser una muy buena idea que usted viajara a Ucrania. Podemos tomar mi avión e ir a Ucrania o podemos tomar su avión, que probablemente sea mucho mejor que el mío.

El presidente: Bien, podemos resolver eso. Espero verte en Washington y quizás en Polonia, porque creo que estaremos allí en ese momento.

Presidente Zelensky: Muchas gracias, señor presidente.

El presidente: Felicitaciones por el fantástico trabajo que has hecho. El mundo entero estaba atento. No estoy seguro de que haya sido tan sorprendente, pero felicidades.

Presidente Zelensky: Gracias, señor presidente, adiós».

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La verdad es que -aunque lo tengo descuidado al blog- quería incorporar en su larga biblioteca de 12 años esta conversación. Por varios motivos: como un testimonio de, como digo arriba, la política en el mundo real; de las relaciones entre Grandes Potencias entre sí y con países medianos en esta década del siglo XXI; y una lección útil a los que graban y se dejan grabar conversaciones entre nosotros.
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Porque creo que todos nos damos cuenta -sin necesidad que nos lo explique el New York Times- que Trump lanza deliberadamente a la publicidad esta transcripción. En la que resulta evidente -aunque no haya una prueba en sentido legal «actionable«- que se estaba haciendo un intercambio de favores.
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La clase política estadounidense no es tan hipócrita para aparentar escandalizarse por eso. Pero sí por «tirar por la ventana» a funcionarios de carrera de su gobierno para roscar con un mandatario extranjero. Y la dirigencia Demócrata en el Congreso ya hizo ruidos de «impeachment» y «traición a la patria».
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Que es lo que Trump quería. Su estrategia es polarizar con los Demócratas en un nivel personal; es posible que evalúe que las propuestas muy moderadamente distribucionistas que la oposición probablemente levantará para el próximo año serían más incómodas de enfrentar que la indignación moral que despierta su estilo.
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Es una suposición mía, que vuelco por lo que valga. Pero tiene alguna resonancia con lo que está haciendo un discípulo suyo. El Boris Johnson está perdiendo todas las batallas legales y mediáticas con la dirigencia tradicional de Gran Bretaña -con algunos siglos de experiencia en el juego. Pero Boris tiene una carta fuerte, y la esgrime: amenaza con llamar a elecciones… Tal vez Salvini juegue esa carta -la opinión de una mayoría no políticamente correcta.
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¿Alguna lección para nosotros? Creo que no, en el presente y en el futuro cercano. Lo que llaman entre nosotros «populismo» -el peronismo- tiene raíces sociales y territoriales que lo diferencian de estas aventuras individuales. Y además nuestro discurso político público es demasiado «social demócrata», o careta, como para que algunas cosas sean aceptables. Pero no lo descartaría para dentro de algunos años.
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En todo caso, creo que lo que sí es aplicable entre nosotros es la máxima del más astuto -o suertudo- de los Demócratas en las últimas décadas «Es la economía, estúpido!».

Una reflexión de Alberto Fernández sobre gobiernos progresistas. Creo que es de interés

septiembre 19, 2019

Este es un artículo que apareció en un libro, un conjunto de ensayos, «Claroscuro de los gobiernos progresistas», publicado en Chile en 2017. Mucho antes que su autor se pudiera imaginar candidato del «Frente de Todos» y muy probable futuro presidente. No fue editado en nuestro país, pero en estos días lo subieron a Crisis y a Nodal.

Cabe una pregunta válida ¿Por qué reproducirlo otra vez en este grisáceo blog? Es mi impresión que se lo está discutiendo mucho menos de lo que corresponde a la exposición, larga, reflexiva, de lo que piensa sobre los problemas de gobernar en nuestros países alguien que (de nuevo, es muy probable) sea quien gobierne en el futuro inmediato la Argentina.

Tal vez esto sea un arranque nostálgico de los años en que los blogs eran el lugar de la discusión política. En cualquier caso, recomiendo mucho su lectura. Es largo, pero nada trivial. (No tengo tiempo, aunque sí muchas ganas, de agregar mis habituales comentarios críticos. Tal vez en un próximo posteo).

«Los dilemas éticos del progresismo latinoamericano» – Por Alberto Fernández

Nadie dudaría en afirmar que a lo largo de los primeros años del siglo XXI en América Latina se desarrolló un proceso que atendió una serie de demandas populares como reacción a las políticas conservadoras y neoliberales que se habían aplicado en diferentes países de la región.

Por más de una década, en muchos países del continente se desarrollaron enormes cambios que siempre tuvieron un común denominador: integrar socialmente a vastos sectores de la población a los que la pobreza condenaba a la marginalidad. A eso se sumaron acciones que ampliaron derechos de minorías y favorecieron así una mayor integración social. En ese sentido, Argentina, con la puesta en marcha de la “asignación universal por hijo’ para madres solteras y con el dictado de la ley que institucionalizó el “matrimonio igualitario” (entre otros), parece haber liderado ese proceso. Así, justo es reconocerle al primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner una enorme capacidad para ampliar derechos de minorías sociales. Las reformas legales que instituyeron además el voto joven, la identidad de género, la fertilización asistida gratuita y el divorcio express son solo prueba de lo dicho.

Si uno mirara retrospectivamente, la América Latina progresista hizo un claro intento en favor de una sociedad más igualitaria, convirtiéndose así en un espacio que confrontó contra el modelo de desarrollo instituido por el mundo central. Sin embargo, en los últimos años se ha observado un claro retroceso en la continuidad de esas políticas porque los avances logrados no han sido lo suficientemente robustos como para corregir estructuras económicas e instituir esquemas signados por una mayor desconcentración en lo productivo y en lo comercial y una distribución del ingreso más equitativa.

La misma crítica podría extenderse hacia el Estado, que, pese a haber sido un protagonista central de estos años, no ha cambiado centralmente su fisonomía, dejando al descubierto su debilidad. Aun así, nada ha deteriorado más a este tiempo progresista en América Latina que las imputaciones lanzadas sobre las faltas éticas de sus responsables políticos. Nadie razonablemente espera que acaben pervirtiéndose los mismos que se han presentado ante la sociedad como los defensores de los postergados. La corrupción fulmina a los Gobiernos progresistas porque destruye el discurso “moral” en que sustentan su propuesta electoral.

Alguna vez escuché una reflexión de Marco Aurelio García que viene al caso recordar. Se preguntaba qué le había pasado al progresismo, que cuando estaba fuera del poder por no tener los votos tenía muchas ideas transformadoras y después, cuando estuvo en el poder, por contar con muchos votos se fue quedando sin ideas. Tal vez la respuesta a esa reflexión esté precisamente en el hecho de que se ha dilatado la ética política del progresismo cada vez que gobernó.
¿Cómo se cataloga la conducta de quien pregona la necesidad de establecer un orden económico distinto y con sus políticas solo promueve la continuidad o la profundización de aquello que dijo que debía ser cambiado?

Del cambio en los discursos a la continuidad de los hechos

Todos los modelos progresistas que en los últimos años gobernaron en América Latina se han presentado ante sus votantes como expresiones de cambio. Cuando este proceso se inició, América Latina se debatía ante distintos problemas. La postración económica y las violaciones de derechos humanos que estaban impunes eran aspectos que mucho preocupaban.

Si una condición caracterizaba entonces a la economía latinoamericana, era la de estructurarse a partir de ser proveedora de materias primas. Esa idea de buscar el crecimiento a partir de la producción primaria venía condenando a la región a un estancamiento innegable. Una suerte de profecía que nos sentenciaba a seguir orbitando como periféricos de un mundo central en ese lugar aspiracional en el que se ubican los Estados “en vía de desarrollo’: Superar esa condición, promoviendo la industrialización y a partir de allí mejores condiciones para hacer crecer las economías, fue un compromiso asumido por el progresismo latinoamericano.

La primera década del siglo XXI estuvo signada por el sostenido aumento de los precios de las commodities debido a la creciente demanda de bienes primarios originada por China, una enorme economía que decidida a participar del fenómeno global comenzó a demandar alimentos (granos y oleaginosas), minerales (hierro y cobre) y energía (petróleo).

Detengámonos en el petróleo, un insumo que tiene en Ecuador y Venezuela a dos muy importantes productores. Promediando el año 2003, el precio del barril de petróleo rondaba los 25 dólares. Huracanes desatados sobre el golfo de México ( en especial el recordado huracán Katrina) afectaron mucho la producción, dando inicio a un incremento de los precios que se potenció con el vertiginoso crecimiento de la demanda de China (y de India en segundo lugar), permitiendo que hacia julio de 2008 el precio del barril superara los 140 dólares. La escalada continuó hasta finales de 2008.

Venezuela se vio particularmente favorecida por ese contexto. En 1999, cuando Hugo Chávez asumió la presidencia, el barril de petróleo venezolano promediaba los 16 dólares. En 2004, ese valor se había duplicado al ubicarse en 32 dólares. La escalada continuó favoreciendo a la república bolivariana y a mediados de 2008 alcanzó el precio de 88 dólares. Posteriormente, entre 2011 y 2014 la situación oscilaría hasta culminar el período con un valor de 103 dólares el barril.

Entre 1999 y 2014, según datos del Banco Mundial, Venezuela recibió más de 960.000 millones de dólares en concepto de exportaciones petroleras. Eso significa que anualmente y durante 17 años percibió un promedio de 56.500 millones de dólares. Para comprender la dimensión de la ventaja, es útil tener en cuenta que en el período 1993/1998 (durante el mandato presidencial de Rafael Caldera) el ingreso promedio de Venezuela por exportación de petróleo fue de 15.217 millones de dólares anuales. En ese mismo lapso, Venezuela llevó adelante una política de endeudamiento creciente aprovechando que el mercado financiero internacional reclamaba bajas tasas. Entre 1999 y 2011, el Gobierno emitió deuda por un monto de 54.327 millones de dólares. Como consecuencia de estas emisiones, Venezuela ha asumido compromisos hasta 2027 por 92.750 millones de dólares en concepto de pago de intereses y capital, comprometiendo su propio futuro.

Al margen de la emisión de títulos, Venezuela contrajo deuda directamente con Estados soberanos y así, desde 2007 hasta la actualidad, China le ha prestado alrededor de 65.000 millones de dólares que en parte se han saldado con exportaciones de petróleo. Es real que gran parte de esos recursos fueron utilizados para mejorar las condiciones sociales profundamente inequitativas que existían al momento en que Hugo Chávez accedió al poder. De ese modo, se construyeron un millón de viviendas, el número de personas que reciben planes sociales se incrementó desde 280.000 en 1998 hasta tres millones en la actualidad y gracias a la creación del Sistema Nacional de Empleo la desocupación se ha mantenido constante en torno al 7% durante mucho tiempo. A su vez, el sistema de atención de salud pública se ha desarrollado y hoy atiende al 80% de la población. Finalmente, el número de estudiantes universitarios creció de 500.000 en 1999 a más de dos millones en la actualidad.
Es evidente que la idea de un reformismo moderado se ha adueñado de muchos de estos espacios políticos. Es necesario no caer en el vicio de la “responsabilidad” que va tornando conservador al progresismo a medida que el poder se le va acercando.

Sin embargo, pese a semejante esfuerzo, las condiciones estructurales de la economía venezolana no se han alterado. Hoy sigue dependiendo de las exportaciones del petróleo y de las importaciones de rubros tan importantes ( entre ellos, los alimentos). Ese contexto, sumado a la crisis internacional, ha llevado a la economía venezolana a desbarrancarse peligrosamente, generando un cuadro de inflación creciente, salida de divisas del sistema financiero, peligroso aumento de la deuda externa y un cuadro social amenazante ante la sostenida pérdida del trabajo.

La Revolución Bolivariana, fundamentalmente tras la desaparición de Chávez, se ha mostrado ineficiente como para alterar la ecuación que sumergió a Venezuela en el retraso. A ello se ha sumado el creciente menosprecio hacia las formas republicanas, evidenciado en el encarcelamiento de opositores y en el intento de disolver el Parlamento a partir de un fallo del máximo tribunal del país.

A su vez, el proceso de reconversión de una economía también alcanza al Estado. Ninguna economía que se tilde de progresista puede desatender la balanza comercial o las cuentas públicas, algo olvidado en el modelo bolivariano. ¿Cómo se cataloga la conducta de quien pregona la necesidad de establecer un orden económico distinto y con sus políticas solo promueve la continuidad o la profundización de aquello que dijo que debía ser cambiado? ¿Cómo se entiende que quien reclama un Estado presente lo haga funcionar deficitariamente?

La ética política da por supuesto que no se roben los recursos públicos. Pero también exige cumplir con aquello que se explicita como compromiso político a lo largo de las campañas electorales. ¿Por qué no reprochar la conducta de quien dice que va a cambiar la realidad aprovechando la vocación transformadora de una sociedad y después desde el Gobierno acaba sosteniendo esa misma realidad que reclamaba ser mutada?

Aunque Venezuela ha sido tomado aquí como una referencia de nuestra tesis crítica, en la mayoría de los países de la región se observan características semejantes.

Detengámonos ahora en Argentina. Seguramente, como consecuencia de haber caído en default en el año 2001 y de haber tenido que soportar una crisis institucional de magnitud a partir de la renuncia de Fernando de la Rúa (con ello, en 10 días se sucedieron cinco presidentes), fue Argentina el país que más dificultades evidenciaba al iniciarse esta etapa de progresismo latinoamericano.

Néstor Kirchner accedió a la presidencia con la debilidad formal de haberse visto impedido de contar con una segunda vuelta electoral que lo hubiera legitimado en votos. A lo largo de su mandato, Kirchner fue resolviendo cada uno de los problemas que había recibido. Aprovechando un contexto internacional favorable (los precios de la soja crecieron sostenidamente) e impulsando la reactivación de la economía interna, pudo sacar al país de la postración en la que estaba. Promovió el consumo, posibilitando que la economía creciera en ese período a un promedio anual del 8%. Preservó en cada ejercicio una balanza comercial favorable. Salió de la situación de default con una importante quita de la deuda, dejando el gobierno con un pasivo externo muy controlable que representaba el 57% del PBI de 2007. Eso le permitió reducir la pobreza al 23% y bajar la desocupación al 11 %.

El mandato de Kirchner estuvo llamado a resolver lo urgente y lo logró. Aun así, no tuvo modo ni tiempo de modificar una estructura económica que en muchos sectores se extranjeriza (minería), que en muchos otros se concentra (la producción láctea o los canales supermercadistas) y que en muchos casos se desarrolla con un grado de informalidad preocupante en desmedro del fisco (la actividad agrícola). Sí pudo ordenar en gran medida el funcionamiento del Estado, que a lo largo de toda su gestión funcionó acumulando reservas monetarias (alcanzaron los 46.500 millones de dólares al dejar el poder), cumpliendo sus obligaciones con los organismos internacionales de crédito (saldó la totalidad de las deudas que Argentina registraba con el FMI, el Banco Mundial y el BID) y operando con un superávit fiscal que en cada año promedió el 3%.

Kirchner sentó las bases para llevar adelante un proceso de reconversión económica mucho más profunda, y era Cristina Fernández de Kirchner (su sucesora) quien debía instituirlo. Sin embargo, esa labor quedó pendiente y fueron tantas las insuficiencias y desaciertos evidenciados en la gestión que una mayoría de la sociedad acabó votando en su contra.

Cristina ejerció la presidencia en Argentina durante ocho años. Ganó por primera vez en octubre de 2007, obteniendo 20 puntos de ventaja sobre la segunda fuerza. Fue reelecta en octubre de 2011, alcanzando la mayoría absoluta de los votos (54% del electorado) y distanciándose del segundo en más de 40 puntos. Con esos resultados, nadie podría dudar del poder político que logró acumular tras cada elección presidencial. Por esa fortaleza, en su segundo mandato logró constituir mayorías en cada una de las cámaras del Congreso y a partir de allí pudo ejercer el poder sin encontrar escollos de ninguna especie.

Cristina inició su mandato convocando a la unidad social. La “transversalidad política” que congregaba en el Gobierno a dirigentes provenientes de distintas expresiones supuso una ampliación de la base que lo sustentaba. Ello, sumado a un Estado ordenado y una sociedad pacificada, hizo suponer que la institucionalización de los cambios devendría inexorable. Pero, a diferencia de lo que caracterizó a la gestión de su marido, Cristina agudizó las contradicciones con distintos sectores sociales que le depararon conflictos de los que casi nunca salió indemne.

A los tres meses de asumir, dispuso un incremento de las retenciones a las exportaciones de soja que enfrentó a su Gobierno con el sector agropecuario. La medida desató un conflicto social y económico de proporciones que acabó con la virtual anulación de la medida por no contar con el apoyo del Congreso. Ese extremo marcó definitivamente el distanciamiento entre el Gobierno y un sector de la economía argentina (el agropecuario y el ganadero) que representa una buena parte del Producto Bruto Interno. Lo llamativo es que la confrontación se dio con chacareros que históricamente habían acompañado las propuestas del Gobierno y que reprochaban el aumento de la presión tributaria sobre aquello que producían.

En otro momento, Cristina planteó a la sociedad un debate sobre el rol de los medios de comunicación en Argentina y logró aprobar una ley regulatoria del modo como aquellos deberían funcionar en adelante. Su principal propósito consistió en desguazar un conglomerado de empresas mediáticas (Grupo Clarín) que había acaparado la operación de transmisión de imágenes ( televisión por cable) y se había colocado en posición dominante en el mercado de los periódicos. Con todo, lo más problemático resultó la desmesura del discurso que cargó en los medios de comunicación argentinos las causas determinantes del deterioro general.

Por último, disconforme con algunos fallos judiciales que les resultaron adversos, Cristina también confrontó con el Poder Judicial. Así, promovió la necesidad de cambiar su funcionamiento y logró que el Congreso Nacional aprobara sendas leyes que ponían en manos de personas elegidas popularmente la selección de los jueces y el análisis de sus conductas como tales. El intento quedó en nada cuando la Corte Suprema de Justicia anuló las normas centrales de esas leyes hasta privarlas de toda operatividad.

A lo largo de toda su gestión, Cristina impuso un modo de ejercer la política que siempre tuvo en la confrontación su principal eje. Y aunque a nadie escapa que la política es en esencia representación de intereses y que muchas veces ellos entran en contradicción, es muy difícil administrar la política cuando con cada decisión se enciende una controversia que siempre divide a la sociedad entre “buenos” y “malos’: ¿Cómo encontrar ética progresista en un Gobierno que convierte en enemigo a quien señala diferencias o simplemente reclama correcciones en la gestión de la cosa pública?

El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ofreció “batallas” que, aunque tuvieron formas “épicas”, acabaron como enormes decepciones. Ninguna sirvió para revertir una economía que mostraba distorsiones que fueron ocultadas con la manipulación o la tergiversación de datos estadísticos. Aunque supo instituir una formidable ampliación de derechos, Cristina fue incapaz de trastocar los cimientos de una economía concentrada que en nada ayudaba a los más postergados. Pero lo más cuestionable fue que esos mismos postergados que acabaron atrapados en bolsones de indigencia y pobreza acabaron invisibilizados a través de artilugios estadísticos. Hay una carencia de ética madre, que queda al descubierto cuando se libran batallas que en nada alteran lo injusto del sistema que se dice querer transformar.

Detengámonos ahora en Chile. Tras la dictadura pinochetista, una coalición progresista se hizo cargo del gobierno en 1990. Desde entonces ejerció el poder, salvo cuatro años (2010-2014) en los que el conservadurismo lo ocupó. En todo ese lapso, la Concertación de partidos de centro e izquierda no pudo alterar las bases sobre las que Pinochet hizo funcionar la economía del país. El progresismo chileno, que cuenta entre sus cuadros dirigentes a personalidades ilustradas como tal vez ningún otro espacio político en América Latina, siguió promoviendo una economía muy abierta con fuerte promoción de la inversión externa y acotando sus exportaciones básicamente a la producción primaria (cobre, fundamentalmente). El Estado solo arbitra fijando reglas y respetando la seguridad jurídica. Es real que Chile ha logrado reducciones en los niveles de pobreza. Según la OCDE, en los últimos años pudo mejorar tanto en el coeficiente de Gini como en los márgenes de desigualdad, pero aun así continúa ostentando la condición de país más desigual de los que conforman aquella organización.

Recientemente, el Foro Económico Mundial (WEF) ha dicho que Chile “para seguir mejorando tiene que enfocarse en conseguir mayor equidad en los resultados educativos, reducir el dominio sobre el mercado de un puñado de firmas, hacer el sistema tributario más progresivo y ampliar la seguridad social” (Informe sobre el Índice de Desarrollo Inclusivo (IDI) elaborado por el World Economic Forum, en su Reunión Anual de enero 2017). En esos cuatro puntos se evidencia la disparidad que existe entre los diferentes actores de la sociedad chilena.

¿Dónde anida la ética progresista de un espacio político que preserva durante décadas condiciones de desigualdad para acceder a la educación y a la salud? ¿Con qué argumentación ética el Estado deja librado al sector privado las pensiones de los adultos mayores?

Tal vez Bolivia sea una excepción a lo que se ha dicho. Evo Morales llevó adelante un plan de gobierno que se inició con la nacionalización definitiva de los recursos hidrocarburíferos del país, que rompió con las lógicas del sistema de partidos dándole capacidad de representación a organizaciones sociales, que reivindicó a la comunidad indígena y que desarrolló un plan de alfabetización que alcanzó a más de un millón de bolivianos. Ese progreso de la economía estuvo acompañado por mejoras en los indicadores sociales, pues se favorecieron el acceso a la educación, la salud, la jubilación y a una vivienda digna provista de los servicios básicos (electricidad, agua, saneamiento básico y telecomunicación).

Las herramientas utilizadas por Morales en la tarea de redistribuir mejor los recursos pasaron fundamentalmente por la implementación de planes universales para sectores específicos de la población, como pensiones de jubilación a partir de los 60 años de edad, y una serie de “programas de transferencias monetarias condicionadas”. En Bolivia se han alterado claramente las estructuras económicas que existían. Tan solo la recuperación de las fuentes de energía a favor del Estado supone un cambio sideral respecto del modo como la economía se venía desarrollando hasta entonces.

Al igual que el resto de los países de la región, Bolivia se vio beneficiada con el aumento de los precios de las commodities (gas, petróleo y plata, en su caso). Pero, a diferencia de lo sucedido en otros países del continente, esos mayores ingresos sirvieron para que, en un marco de rigurosa disciplina fiscal, se acumulen reservas monetarias y se mejoren las condiciones de vida de los sectores más postergados de esa sociedad. La Bolivia silenciosa de Evo Morales parece ser el único modelo progresista que ha cumplido en buena medida el compromiso ético que había asumido. Y logró hacerlo sorteando importantes obstáculos internos.

Es evidente que la idea de un reformismo moderado se ha adueñado de muchos de estos espacios políticos. El progresismo no reclama acciones rupturistas ni requiere declarar la guerra a los poderosos. Reclama sensatez en el manejo de las cuentas del Estado y un profundo compromiso a favor de los sectores más desposeídos de nuestra comunidad. Tal vez ha llegado el momento de reparar sobre estos aspectos que hacen a la ética progresista. No se trata de levantar el dedo acusador sobre el tiempo transcurrido. Es necesario no caer en el vicio de la “responsabilidad” que va tornando conservador al progresismo a medida que el poder se le va acercando. Se trata de proponer salidas a los nuevos problemas que permanentemente asoman.

Ser progresista en América Latina impone también una ética en favor de las libertades individuales para garantizar el pleno funcionamiento de la democracia participativa. Y eso no se logra con relatos difuminados en vastas campañas publicitarias que frenan el debate e imponen discursos únicos en nuestras sociedades. Cuando el contraste de ideas se frena, la vida democrática se opaca y eso también posterga el desarrollo social. Y ser progresista en nuestro continente también impone la ética de luchar por una sociedad más igualitaria en la que imperen condiciones suficientes para garantizar la movilidad social ascendente. Nadie puede conformarse con hacer más llevadera la pobreza mientras que en unos pocos se concentra la mayor parte de la riqueza.
Tal vez la experiencia argentina podría deparar distintas enseñanzas. La primera es que permitir que el poder se concentre en una o en pocas personas dificulta que el control social reaccione ante los abusos y delitos en que incurren los poderosos.

El flagelo de la corrupción en tiempos progresistas

Apenas había comenzado el día cuando los canales televisivos empezaron a difundir imágenes de un hombre cargando maletas a la entrada de un convento ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. El relato del locutor explicando la noticia le daba contenido a cada una de esas imágenes. Contaba que el portador de los bultos había sido secretario de Obras Públicas de la nación a lo largo de los 12 años en que gobernó el kirchnerismo en Argentina. Pero lo más impactante de la narración es que cada uno de esos bolsos cargaba dinero: nueve millones de dólares en total.

Entonces la noticia adquirió una dimensión mayor. Por primera vez pudo verse a un corrupto tratando de esconder el producido de su inconducta. El daño causado por la difusión de esas imágenes fue inmenso, pues muchos creyeron tener el testimonio visual de latrocinio perpetrado por un Gobierno que se autodefinía como “nacional y popular”: La prédica fue tan letal que, repentinamente, cada uno de los partícipes

de aquella gestión quedó incurso en el mundo de los “cómplices” que avalaron los robos al Estado. El relato construido en torno al hecho fue formateado de seriedad y todos empezaron a repetirlo hasta solidificar su “credibilidad”.

Lo que acaba de contarse es una historia real ocurrida en Argentina. José López era el portador de esos bolsos. Fue quien administró el presupuesto del Estado para la realización de obras públicas en una gestión que se presentó como “progresista”’ y que puso en la construcción de viviendas y de infraestructura vial uno de los ejes de la acción de gobierno. Que la corrupción daña a la política es una perogrullada. Pero el efecto dañoso de la corrupción se potencia cuando el hecho corrupto emana de quien dice ser progresista, porque entonces se percibe el maltrato que hace de los recursos del Estado quien dice querer preservar a los sectores más desposeídos. Tamaña hipocresía solo puede enojar a una sociedad.

El progresismo en América Latina ha devenido como una suerte de evolución conceptual de los partidos populares de izquierda. Nació criticando los fundamentos en los que el capitalismo promueve el desarrollo, declamando la necesidad de ampliar derechos, radicalizando la democracia promoviendo mecanismos de más participación ciudadana a través de consultas y referéndums y, fundamentalmente, comprometiéndose a terminar con la corrupción en la política y en el Estado. Sin embargo, en buena medida el progresismo parece haberse abrazado a las lógicas imperantes para limitarse a discutir quién se apropia de los excedentes y en muchos casos, lamentablemente, también parecen haberse rendido ante el flagelo de la corrupción.

Argentina: el dilema entre callar o ser funcional al enemigo

Muchas veces los planteos sobre corrupción estatal derivan de situaciones propias del enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos. Entonces, asoman como causa de ese lucro impropio negocios incompatibles con el ejercicio de la autoridad.

Amado Boudou, vicepresidente de la nación en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, ha sido acusado judicialmente por haber intercedido a favor de un fondo de inversión al que se lo vincula, en la venta de una empresa gráfica dedicada a la fabricación de papel moneda. En otro proceso, se le imputa haberle exigido a la provincia de Formosa (siendo ministro de Economía de la nación) la contratación de una consultora a la que también se lo relaciona, para que renegocie pasivos que esa provincia mantenía con el Estado nacional. De ese modo, se colocaba de ambos lados del mostrador de los reclamos.

La misma expresidenta se encuentra incursa en presuntos hechos de lavado de dinero. La imputación reside en que quienes alquilaban la mayor parte de los inmuebles y hoteles de su propiedad eran a la vez contratistas de obras públicas que se habrían visto beneficiados en el otorgamiento de distintas licitaciones. El hecho induce a pensar, a juicio de los investigadores, que aquellas locaciones servían de pantallas para blanquear supuestas coimas derivadas de la obra pública. Existe en los casos reseñados ( que aún se ventilan en diversos procesos penales) una clara falta ética derivada de involucrar intereses privados con sujetos prestadores de servicios al Estado. Tan solo eso merece el reproche.

La Argentina de Cristina Fernández de Kirchner fue un lugar en el que los controles se relajaron hasta convertirse en meras formalidades. Su segundo mandato, que emergió tras obtener el 54% de los sufragios y superar a la segunda fuerza en más de 40 puntos, estuvo signado por gestos de arbitrariedad. Ese modo de ejercer el poder adormeció a gran parte de la dirigencia oficialista y amedrentó a muchos opositores. Fue un tiempo de discursos descalificadores sobre todo aquel que esbozara una voz censuradora, de utilización de la información del Estado en desmedro de ciudadanos críticos y de disciplinamiento feroz sobre funcionarios judiciales que avanzaran en indagaciones que revisaran el modo como se ejercía la administración del país.

¿Cómo es posible que eso haya ocurrido? Ninguna duda cabe que Cristina pudo concentrar el poder porque la dirigencia política que la acompañó se limitó a obedecer y a callar. Si esa dirigencia no hubiera actuado así y hubiera reclamado adecuadamente, seguramente hubiera ayudado a que los hechos que hoy se ventilan no se expandieran del modo como lo hicieron. Un Gobierno políticamente fuerte (mayoría absoluta en ambas Cámaras), instituciones de la república relajadas y una fuerza política domesticada incapaz de reconducir los abusos y desvíos del poder que apoya acaban siendo una combinación perfecta para montar el campo más propicio para que la corrupción se expanda.

Es cierto que el conservadurismo y los medios de comunicación afines sembraron la idea de que el kirchnerismo montó un plan sistémico de corrupción. Pero frente a eso, la dirigencia oficialista prefirió defender con sofismas a los acusados antes que reconocer las responsabilidades que eventualmente les cabían, creyendo que de ese modo evitaban ser “funcionales” a los que lanzaban las imputaciones. La experiencia demuestra que nada sirve más al adversario que negar la realidad. Hacerlo revela una miserabilidad política enorme que induce a ver en las palabras de quien así predica el cinismo propio del hipócrita.

Tal vez la experiencia argentina podría deparar distintas enseñanzas. La primera es que permitir que el poder se concentre en una o en pocas personas dificulta que el control social reaccione ante los abusos y delitos en que incurren los poderosos. La segunda, es que el funcionamiento del sistema republicano es siempre la mejor garantía de transparencia. Con ello se previenen posibles conductas reprochables que el poder absoluto prefiere dejar impunes. La última enseñanza pasa por entender de una vez y para siempre que todo proceso político reclama renovación dirigencial para evitar que construya su propia muerte. Todas las acciones que buscaron impedir que afloren dirigentes de reemplazo o que han buscado perpetuar líderes reformando la legalidad acabaron sucumbiendo en un mar de vicios.