Esta es una cuarentena del 0,5%. O del 40+, según se mire

junio 27, 2020

Reproduzco aquí una reflexión mía en AgendAR, aunque no esté dirigida a los argentinos politizados, el sufrido público de este blog. Pero habla de algo con consecuencias políticas, seguro. Para el manejo de la pandemia, y para el manejo del país:

«Antes de reproducir en el portal un adecuado resumen de las decisiones anunciadas ayer, quiero explicar el sentido de esta nota. Que apunta sobre un problema clave para enfrentar esta pandemia y tomar las medidas de prevención del contagio. Y también sobre una realidad estructural de la República Argentina.

El Área Metropolitana de Buenos Aires se puede definir de distintas formas. Pero el territorio máximo que se le puede calcular, la Capital Federal más los 40 municipios bonaerenses cercanos (que incluyen zonas bien rurales), ocupa sólo el 0,5% del territorio continental argentino. Continental, sin incluir las islas del Atlántico Sur y el sector Antártico Argentino.

Para enfrentar la acelerada suba de contagios que se registra en esta minúscula parte del territorio del 8° país del mundo en extensión, el presidente de la Nación y los dos mandatarios que manejan las administraciones subnacionlales con más recursos han dedicado la mayor parte de su tiempo y de su caudal político, ayer y desde hace muchos días.

Hay una muy buena razón para esto, por supuesto. En el AMBA vive alrededor del 40% de la población argentina. Además de ser la sede de buena parte de su industria manufacturera, y, sobre todo, de los centros de la industria cultural, la que produce información y contenidos para el resto del país.

Ezequiel Martínez Estrada fue uno de los, numerosos, intelectuales argentinos que hace unos 80 años recibieron con rechazo y aversión la democracia de masas que comenzaba. Pero, a pesar de esto, podemos reconocer que estaba en lo cierto al percibir algo patológico en la «cabeza de Goliat», una ciudad que ya era, en varios sentidos, demasiado grande para su cuerpo.

Por supuesto, más allá de los juicios y lamentaciones, es la realidad a manejar. Las medidas de prevención de contagios que se aplican y aplicarán están determinadas por esta aglomeración urbana. Y puede ser que resten nuestra atención de las que deben pensarse para realidades distintas en las distintas provincias.

No es un problema que encuentre en estos días el tiempo ni la disposición para encararlo. Pero es conveniente tenerlo muy en cuenta cuando se habla de los perjuicios y la paralización productiva que ha provocado esta pandemia. En el resto del territorio argentino hay focos de contagio, por cierto, y la posibilidad de rebrotes. Pero, por ahora, la pandemia no desborda las capacidades de manejo. Y la actividad rural y sus transportes han sido consideradas, con razón, esenciales y no se interrumpieron en ningún momento.»


«Una 125 de bajas calorías»

junio 22, 2020

Sobre el tema del Grupo Vicentin ya subí dos posteos al blog. Breves y de coyuntura. Un análisis más detenido lo hace, por ejemplo, Roberto Pons aquí. Pero ahora me siento impulsado a comentar algo claramente distinto: el enfrentamiento entre el actual gobierno y sus opositores. Enfrentamiento del cual la intervención a Vicentin es en parte motivo y en parte pretexto.

Es natural, en realidad inevitable, comparar este enfrentamiento con el que se produjo 12 años atrás, cuando el gobierno de Cristina Kirchner dictó la Resolución 125. Ahora, mi planteo es que son mucho más reveladoras las diferencias que los parecidos.

La diferencia más obvia la digo en el título de este posteo. Hasta ahora, es un enfrentamiento de bajas calorías. Y el porqué es así nos dice mucho sobre la realidad política actual.

La Resolución 125/08, dictada por el entonces ministro de Economía Lousteau, disponía retenciones móviles para la soja y sus derivados, que en algunos casos excederían el 35%. Los productores rurales -que, como el resto de los argentinos (y de los seres humanos), no gustan de pagar impuestos- ya estaban fastidiados con las retenciones, que no habían parado de aumentar desde el 10% que impuso Duhalde en el 2002. Sintieron que el gobierno otra vez les metía la mano en el bolsillo, y más hondo.

La actividad económica rural es menos visible -también para buena parte de la dirigencia política, y los sectores politizados- porque está mucho menos concentrada geográficamente que la industria y los servicios. Sólo se la registra en las grandes concentraciones urbanas -el AMBA, Rosario, Córdoba, …- a través de los departamentos que compran (los que pueden hacerlo, que son bastantes) en los barrios caros, y los hijos que mandan a estudiar.

Pero es un entramado que abarca, no sólo a los dueños de las tierras y los contratistas, sino a sus proveedores, los profesionales y comerciantes que les prestan servicios, todos los que viven y trabajan en las pequeñas y medianas ciudades que se extienden por la Pampa Gringa. Hablar de oligarquía en los términos de hace 130 años y no tomar en cuenta esta base social, es una pavada. Sobre todo si tenemos presente que es el sector más dinámico y competitivo de la economía argentina. El que produce las divisas que la industria necesita.

No estoy diciendo, por supuesto, que no haya intereses encontrados en una actividad que se extiende por casi todo el territorio nacional. La realidad de la producción frutal y la de los tamberos, por ejemplo es bien distinta de la de los sojeros. También hay notorias diferencias ideológicas y políticas entre los millones de compatriotas vinculados a ella.

El hecho es que en 2008 una medida del gobierno logró sumar a una mayoría numerosa, motivada y vocal, del «campo». Se dice, y es cierto, que la militancia kirchnerista actual (una mayoría de la militancia peronista) se formó al calor de la pelea por la 125. También la oposición «anti K». Ambas han cambiado con los años, pero conservan muchos rasgos de ese momento.

La diferencia con la situación actual es que en ese momento la oposición al gobierno se subió a una protesta social que la tomó de sorpresa. En términos marxistas, encontró su «sujeto histórico». Pero, a pesar de viejos vínculos del radicalismo con la ruralidad, el «campo» miraba con desconfianza a los «políticos». Es conocida la anécdota de Lilita Carrió, que tuvo que bajarse del palco en una manifestación gigantesca del «campo». Por supuesto, en esa multitud en la Avenida Libertador, una gran mayoría sólo tenía tierra en sus macetas, como se decía en esa época. Pero fue la dirigencia rural, la Mesa de Enlace de entonces, quien la movilizó.

Esta vez fue todo lo contrario. Salvo por las ciudades de Avellaneda y Reconquista, en el noreste de Santa Fe, donde tiene su sede «histórica» Vicentin, la reacción «de las bases rurales», fue discreta. Quién se movilizó casi de inmediato fue la numerosa y vocal oposición al peronismo / kirchnerismo, que encontró una bandera menos ambigua y riesgosa que la oposición a la cuarentena. Que ya había ensayado, y seguirá probando mientras dure.

Hay razones que tienen que ver con el contenido de la decisión de Alberto Fernández, por supuesto, y explican el apoyo mediático que tuvo la protesta. A las cerealeras no les gusta la idea de una empresa testigo, controlada por el Estado nacional, que intervenga en los números de la comercialización. Pero me inclino a suponer que el motivo más decisivo para la oposición de poderosos grupos económicos ha sido el hecho que esta pandemia que atravesamos hizo inevitable, más allá de las intenciones, que el gobierno de Alberto Fernández, el Estado Nacional, aumente su presencia en casi todas las áreas de la economía, y adquiera más herramientas de control.

Esto está pasando en casi todos los países, por supuesto, y el sistema financiero globalizado no está feliz con este panorama. Pero en pocos lugares como en la Argentina existe esta desconfianza y ausencia de visiones en común entre el gran empresariado y el gobierno (No es una exclusividad de los gobiernos peronistas, aunque en ellos se acentúa. En el de Macri, para no ir más lejos, algunos sectores se favorecieron y otros se perjudicaron, sin que hubiera una visión estratégica que condujera ese proceso, más allá de intereses muy personales).

El elemento central, a mi entender, es que la oposición vio, ve, la oportunidad de infligir una derrota política seria al gobierno. Por eso el Grupo Clarín -el más coherente de los grupos económicos decididamente opositores- ha insistido en estos días en el retroceso del Presidente, más que en una inverosímil «chavización». Les importa menos Vicentin, estimo, que la solidez política de este gobierno.

Es llamativo que en la Casa Rosada -cuyo inquilino principal tiene una experiencia muy directa de la 125 original- no haya previsto, al anunciar la intervención y expropiación de una empresa de historia agropecuaria que iba a servir de pretexto. Quizás su formación de abogado penalista le hizo pensar que las irregularidades del manejo financiero de Vicentin, la cesación de pagos y su convocatoria de acreedores iban a impedir que se transformase en una bandera de la oposición.

Lamentablemente, la indignación moral es un sentimiento muy selectivo. En sociedades amargamente divididas como la nuestra, nos indigna la corrupción del Otro Lado. Y hoy en la Argentina los «lados» están definidos, y su peso en la sociedad está casi equilibrado.

Recordemos que en octubre, un poco más del 40% de los votantes puso la boleta de ¡Macri!, en medio de una catástrofe financiera y una mala situación económica. El rechazo al peronismo, y a la experiencia kirchnerista, más la desconfianza hacia la intervención del Estado, pesaron y pesan demasiado en casi la mitad de los argentinos.

Al margen de estos avatares políticos, la presencia del Estado en la comercialización de los granos es necesaria. Que no exista una empresa estatal argentina con participación dominante en esa actividad, es tan extraño como un país petrolero sin una petrolera estatal. Y como Vicentin es un deudor -insolvente en el corto plazo- del Estado argentino, las circunstancias son favorables. Si se evitan épicas innecesarias.

Entiendo que lo mejor será una empresa nacional mixta, con participación de productores y cooperativas, para evitar que se transforme en una ineficiente agencia de empleos.

Lo que digo de las épicas apunta a otra … extraña diferencia con 12 años atrás. Si bien el gobierno fue derrotado entonces en el Congreso, se desarmó la coalición «transversal» que Kirchner había construido con sectores del radicalismo (Cornejo era uno…) y empezaron los alejamientos en el peronismo que terminaron en la derrota de 2015, se consolidó, como apuntamos, una militancia kirchnerista fervorosa y razonablemente disciplinada. A pesar de todas las concesiones que hubo que hacer al «campo» para evitar nuevos enfrentamientos.

En este mes de junio, una parte de la militancia K (¿reflejando actitudes de parte de la dirigencia?) se mostró desalentada pronto, dispuesta a «comprar» los titulares de Clarín que hablaban de retrocesos y vacilaciones.

Este ha sido un posteo demasiado largo para una batalla en curso. Y no me siento con autoridad para dar más consejos. Acerco los de dos clásicos que encontré en el análisis de un joven sociólogo. Y creo que son válidos para otras batallas que este episodio de Vicentin:

«Cuanto más se intenta aparentar imponer una paz totalmente propia mediante la conquista, mayores son los obstáculos que surgirán por el camino” (The strategy of indirect approach).

“Algunos creen que gobernar o conducir es hacer siempre lo que uno quiere. Grave error. En el gobierno, para que uno pueda hacer el cincuenta por ciento de lo que quiere, ha de permitir que los demás hagan el otro cincuenta por ciento de lo que ellos quieren. Hay que tener la habilidad para que el cincuenta por ciento que le toque a uno sea lo fundamental” (Conducción Política).


Vicentin visita a Alberto

junio 11, 2020

Quiero compartir con los lectores del blog esta nota que publiqué hoy en AgendAR. Habrá otras, seguramente…

La información circuló rápidamente todo el día de ayer. El ex presidente Duhalde y, con más discreción, el gobernador Perotti la anticiparon. Pero es cierto que la visita de Sergio Nardelli, director en Vicentin SAIC, prevista para esta tarde a Olivos, cambia bruscamente el escenario. Aunque no modifica la realidad de la empresa y sus deudas.

De cualquier forma, lo que apuntaba como una «mini 125» -un enfrentamiento entre un oficialismo dispuesto a intervenir y expropiar una gran empresa agroexportadora, y una oposición que se montaba sobre el rechazo a esa movida de una parte de la sociedad -particularmente audible en localidades de Santa Fe y en la ciudad de Buenos Aires- se transforma en la presentación de la propuesta de una empresa (grupo de empresas, para ser precisos) en serios problemas al gobierno nacional. Que es su principal acreedor, a través del Banco de la Nación Argentina.

Por supuesto, esto no termina aquí. La firma Vicentin sigue siendo viable -aquí estoy dando mi opinión profesional- pero su situación financiera es apremiante, y la oposición, que hasta ayer estaba ansiosa por salvarla, no aceptará que el gobierno se haga cargo de las deudas (En AgendAR tampoco nos parecería bien, para ser sinceros).

La negociación no se cerrará hoy, y habrá que esperar los próximos hechos. La única observación que me siento dispuesto a agregar ahora es una sobre comunicación, y la imagen del Estado en la sociedad. Porque, en mi opinión, explica parte del rechazo a esa medida por parte de muchos argentinos que no pertenecen a la familia Vicentin, ni tienen una mínima participación en ninguna cerealera.

Una gran parte de los argentinos ve en el Estado al único actor que puede atender sus necesidades más elementales, educación, salud,… Y tienen razón, por supuesto. A eso se refiere la frase de «Estado presente». Otro sector lo ve como una salida laboral posible. Y está muy bien que sea así: la educación, la salud, la seguridad… no son tareas automatizables. Y un sector del gran empresariado lo ve como una vaca a ser ordeñada.

Pero una parte muy numerosa de nuestros compatriotas, aunque usen los servicios que el Estado presta, lo ven lleno de parásitos que viven a costa de «sus» impuestos y tienen privilegios abusivos.

Es evidente que ha habido una larga campaña de décadas para formar esa opinión. Pero también corresponde preguntarnos qué debe hacer el Estado, y sus agentes, para cambiarla.


Vicentin, Lavagna, YPF y otros temas confusos

junio 9, 2020
Alberto Fernández y Roberto Lavagna cerraron un acuerdo político ...

Como ya dije demasiadas veces, AgendAR me exige mucho tiempo y concentración, así que no voy a extenderme sobre la gran comercializadora de granos y su ruta al default, convocatoria y acusación judicial. Igual, sobre eso ya hay una nota en el portal (tomada casi por completo de LaNación, por Dios!).

Confieso que me llama la atención que en el discurso del gobierno y en el de la oposición no se hace hincapié en un dato fundamental: el acreedor individual de Vicentin más grande, por muy lejos, es el Estado argentino. Bueno, en el de la oposición es más fácil entender esta ausencia. Pero esto es un tema de comunicación, y uno tiene su juicio profesional, malo, sobre cómo la está manejando el gobierno.

Lo que me impulsa a escribir unas líneas es un par de tuits -muy replicados en los medios- de Roberto Lavagna. Uno puedo hacer, también, juicios negativos sobre Don Roberto como político. Pero no me caben dudas que es un economista inteligente y sensato. Y aquí no dice tonterías, eh:

«Ayer se habló de #SOBERANÍAALIMENTARIA… Esperemos que se haya aprendido la lección: no bastan el Estado y los amigos del poder para que las cosas salgan bien.«

«Hace algunos años se habló de SOBERANÍA ENERGÉTICA y las cosas no salieron bien: baja inversión, necesidad de importar, caída de reservas, y finalmente estancamiento económico-social.«

Está claro que se refiere a la adquisición del 51% de las acciones de YPF en el 2012. Y tengo que decir que el precio que se pagó en ese momento -más los riesgos judiciales posteriores- puede haber sido muy alto (es tan fácil sentirse seguro que uno mismo lo habría negociado mejor...). Y es indudable que el papel de los Eskenazi en esa empresa no fue más transparente que el de Nardelli y Padoán en Vicentin.

Pero… me parece evidente que el Estado argentino hoy está en mejor situación, en una actividad tan clave como la petrolera, que si el accionista mayoritario de YPF siguiera siendo la española Repsol. Aunque hoy los signos signos vitales de la Vaca Muerta sean tan débiles.


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