Argentina en el jardín de los dólares que se bifurcan

noviembre 28, 2022

Es un título barroco, para un posteo que quiero sea concreto y claro (el barroquismo bloguero es un defecto mío). Éste surge de un intercambio que tuve hace pocos días con un economista brillane y activo (al menos en twitter 😉 ).

@Musgrave cuestionó a los que «militan la Devaluación» de Este Lado (se asume que del Otro Lado van a militarla, porque son Malos). Sin discutirle las premisas -es difícil hacerlo en twitter- le señalé la diferencia entre «militarla» y «considerla inevitable». Seguimos el intercambio por DM, y fue enriquecedor. Hasta llegamos a un acuerdo, parcial: el desafío a encarar no pasa por discutir´si devaluar o no, sino por parar la inflación. Y una devaluta, por definición, hace que se paguen más pesos por los productos e insumos que se importan…

Desde ese marco básico, voy a los hechos. El gobierno está devaluando ahora un 7% mensual. Un poquito más que el índice de inflación, o al menos eso espera. Y aún así, corre de atrás a los tipos de cambio legales, semilegales e ilegales que pagan los que quieren «salirse» del peso, de los fondos que tienen o ganan en la moneda nacional.

Un sector de la coalición oficialista, mucho más presente en las redes sociales que en las decisiones oficiales, dice que los que aumentan precios son los empresarios. Seguro que no son los clientes, ni los trabajadores. Entonces, la solución debe pasar por combatir esa especulación. No comentan cuando quien aumenta es una empresa del Estado: por ejemplo, YPF y los combustibles.

Vale la pena debatirlo en forma un poco más extensa, sin embargo. Porque la tendencia natural de los empresarios -ya lo señalaba Adam Smith, no estatista él- es aumentar su margen de ganancia. Si no lo hacen, dejan de ser empresarios y llevan su dinero afuera. Y es cierto que el Estado debe (tratar de) controlar los precios de los «monopolios naturales» (leé este concepto en los libros de economía, Javier), donde no pueden aparecer rápidamente otros proveedores. El caso clásico es la distribución de gas y electricidad. En casi todos los países que no son «estados fallidos» los controla o supervisa el Estado.

Pero tratar de controlar todos los precios de la economía, o aún «solo» de los artículos de consumo masivo… Hubo un intento consistente y continuado de hacerlo durante casi 7 décadas, en la ex Unión Soviética, y terminó mal. Y eso que tenía un aparato de control y represión mucho más eficiente que cualquier gobierno argentino pueda o deba aspirar a tener.

En nuestra propia historia, Juan Domingo Perón, gobernante ejecutivo si los hubo, consideró necesario lanzar en 1952 la lucha «contra el agio y la especulación» y un plan antiinflacionario estricto.

El objetivo de cualquier plan -de un conjunto coherente de medidas antiinflacionarias- debe ser, entonces, llevar a la economía de un país a un estado que llamamos «normal», donde los precios no aumentan porque «todo aumenta», donde no hay «inflación inercial», y los aumentos de precios se deben a aumentos en los costos de producción o a abusos de posición monompólica (que existen, eh).

Por qué en Argentina esto es especialmente difícil tiene que ver con razones de índole social y política que debo tratar en otro posteo (?). Aquí, enfrento una cuestión más limitada y concreta ¿se puede detener, o aún moderar en forma importante la inflació, cuando hay múltiples tipos de cambio? Creo que la respuesta es NO.

No voy a intentar -no podría hacerlo, no creo que por haber leído algunos libros de economía sea un teórico del nivel de Marshall o Keynes, que es lo que se necesitaría para demostrar que en ningún caso puede haber estabilidad de las variables económicas con un sistema de múltiples tipos de cambio. Para lo que nos interesa, es mucho más fácil demostrarlo en el caso argentino.

Por qué la percepción de los actores económicos, los que mueven fondos o hacen inversiones, grandes o pequeñas, es que el «verdadero» valor del dólar, como de cualquier otra divisa, es el del «dólar blue», clandestino, o el dólar CCL, legal, o cualquier otro de los «dólares fuga», los que se usan para sacar fondos de la vista de las autoridades impositivas o del país.

Y esto no se debe a alguna perversión psicológica, sino a la experiencia de todos, aún en los niveles de bajos ingresos. Porque para ahorrar en pesos es necesario contar con un asesor financiero «full time», que elija donde depositar fondos con mejor interés y menos riesgos. Cualquiera ahorra en dólares, aunque sean pocos: No hará un gran negocio, pero conserva (casi todo) el valor.

Además, estamos en una economía bimonetaria, parcialmente dolarizada. Los inmuebles se compran y venden en dólares billete -«cara grande», se aclara- y hasta los precios en las vidrieras de las inmobiliarias están en dólares…

En una situación como ésta, tener un tipo de cambio oficial -el tipo de cambio con el que se mueve el comercio exterior -o sea, la inmensa mayoría de los movimientos de divisas– de $ 164, si el «dólar billete» se vende a $316 -los precios con los que comienza esta semana- el Banco Central -o sea, todos nosotros- está otorgando un subsidio para importar productos o servicios de 121% respecto al tipo de cambio oficial mayorista; y más de 109% en relación al minorista.

Esto es teórico: la realidad es mucho más complicada, y hasta se puede argumentar que el subsidio hoy es «sólo» del 52%. Pero no es de extrañar que la vicepresidenta haya hablado de «festival de importaciones». Tampoco que haya que poner restricciones, y «cepos», para evitar que todos aprovechemos el dólar oficial, «barato». Lo único curioso es que algunos pueden creer sinceramente que se puede mantener esta situación y aún así proteger la producción nacional.

La consecuencia es que la mayoría de las actividades necesitan algún tipo de subsidio para mantenerse. Hasta para el cultivo que en las últimas décadas ha vuelto a convertir a Argentina en un jugador de peso en el mercado internacional hubo que inventarle uno. Lo llaman «dólar soja».

Tengo claro que estoy simplificando mucho. Vuelvo a repetir: la realidad es siempre más complicada. No mencioné el papel de la evasión fiscal, por ejemplo. O de las «cadenas de valor» que se desarrollan con el objetivo principal de evitar impuestos o controles.

Pero cualquiera que examine los números en serio, encuentra que las distorsiones que provoca la existencia de distintos tipos de cambio con brechas tan grandes entre ellos, han destruido el sistema de precios, en su papel de referencia para la inversión y la planificación,. tan completamente como en la vieja Unión Soviética. Sin pasar por el socialismo, eso sí.

¿Entonces, qué? Quisiera estar equivocado, pero no puedo evitar pensar que es una situación insostenible. El «decisionismo» de Massa, su disposición a aceptar soluciones de compromiso, son preferibles a la inacción, pero no resuelven el problema. Vale preguntarse, también, si el gobierno actual tiene el poder político para tomar la decisión de «racionalizar» el sistema cambiario. Que inevitablemente significará un salto en el valor del «dólar oficial». La devaluación tan temida…

A la vez, eso marca la convenencia imperiosa para el próximo gobierno, cualquiera sea, de tomar esa medida antes que su poder, a la vez, se licúe. Si no tiene la «suerte» que el gobierno actual cargue con el fardo.

Por eso, querido @Musgrave, amigos y amigas varios, creo que una devaluación del tipo de cambio oficial es necesaria e inevitable. Lo racional y humano sería planear con anticipación, y con acuerdos discretos, las medidas para evitar en lo posible los perjuicios a los sectores más vulnerables y a la producción. Pero planear lo racional y humano no es fácil en una sociedad polarizada…


17 de noviembre ¿Cuánto es 50 años?

noviembre 17, 2022

Escribí megaveces en el blog sobre el 17 de noviembre de 1972. Natural. Fue el momento más alto de una experiencia que marcó para siempre a una generación (política). Pero… los más jóvenes que participaron hoy se acercan a los 70, y de ahí para arriba. Los que quedamos vivos vamos a seguir jodiendo, claro, pero tenemos que recordar que hay otras generaciones políticas, que han vivido, o están viviendo, otros momentos definitorios.

Por eso, si alguien quiere leer reflexiones sobre ese momento hace medio siglo, ofrezco esto que escribí en 2019. Con algo de cuestionamiento de mitos, también.

Lo que quiero hacer ahora es reflexionar, «en voz alta», sobre el esfuerzo que hace hoy una gran parte del peronismo para recuperar -no ese momento; ningún episodio histórico es repetible- sino los motivos del regreso y la esperanza de días mejores.

¿Puede hacerlo? Gente más activa que yo en las redes sociales -los medios ya son casi irrelevantes en este nivel- están apuntando las dificultades, las contradicciones, de cuestionar las políticas de un gobierno que se impulsó y en el que se participa.

(Esto, al margen de si piensa que esas políticas son o no inevitables y necesarias, que es otra discusión. Que se trata de no dar).

En mi humilde opinión, el peronismo no tiene otra opción que hacer este esfuerzo. Porque no se construyó ni surgió otra, desde que fue derrotado en 2015.

(También al margen de la candidatura presidential en 2023, eh. No importa lo que se diga, la decisión definitiva no se tomará, me parece evidente, antes de mayo, como temprano. Los que pueden decidir en serio saben que la última palabra la da la realidad, y conviene esperarla).

Lo central ahora es lo que se propone al pueblo, a esa parte del pueblo que todavía puede depositar sus esperanzas en el peronismo. Y las esperanzas siempre se fundan en memorias, algo fantaseadas, de tiempor mejores. Y los tiempos mejores que se pueden recordar son los de los gobiernos Kirchner.

Los que añoran los tiempos de Menem -que son unos cuantos, eh- votarán por la otra coalición. Y los tiempos del peronismo fundacional… están demasiado lejanos para ser una memoria viva. 68 años, bah, más de 40 años, sí es mucho, para la experiencia humana. Esta no es una afirmación teórica sino empírica: se ha comprobado en la práctica muchas veces, por distintos protagonistas.

La esperanza, en la política real, también se deposita en una persona. Y, como ya dije bastantes veces, en el peronismo no ha aparecido otro liderazgo nacional que el de Cristina. Por eso, no puedo menos que desearles suerte a los que van hoy al estadio Diego Armando Maradona. Feliz día del militante.


Elecciones en EE.UU. «una Casa dividida»

noviembre 8, 2022

¿Se justifica postear sobre esto, cuando en unas 12 horas la realidad habrá agregado datos duros? Creo que sí, porque la grieta en esa sociedad no depende de los resultados. Además, ya lo tengo escrito: es lo que editorialicé esta mañana en AgendAR. Agrego algo al final para uds., mis fieles (?) seguidores.

«Hoy, elecciones legislativas en EE.UU. Decisivas para Biden y para Trump, y para su sistema de gobierno

Se combinan varios factores que hacen que el resultado de estas elecciones de «medio término» marque, en un sentido o en otro, una etapa clave en la transformación del sistema de gobierno, y de poder, en los Estados Unidos. Y no podemos dejar de dedicarle espacio en AgendAR, porque influirán, mucho, en nuestra realidad local.

El bipartidismo clásico de EE.UU. -que expresaba diferencias, algunas importantes, entre Demócratas y Republicanos pero sobre todo un acuerdo básico en la estabilidad de sus instituciones, y en las reglas de juego de la competencia política, empezó a cambiar cuando en julio de 2016 Donald Trump consiguió la candidatura presidencial del Partido Republicano.

El paso siguiente, más importante, fue cuando derrotó a Hillary Clinton, la candidata de los Demócratas, y del «establishment» de la Costa Este, en noviembre de ese año.

Trump había construido una «nueva mayoría» con parecidos y diferencias con el electorado republicano tradicional, que sumaba a parte de los votantes de los demócratas. Trabajadores afectados por la globalización, petroleros y mineros afectados por las políticas ambientalistas, estadounidenses blancos hostiles a la inmigración, cristianos evangélicos y no pocos católicos que rechazan las «políticas de genero», y sobre todo, gente común con bronca con una elite política que perciben «progresista» y poco patriótica.

Trump consiguió amalgamar estos sectores, y transformarlos en el factor de poder absolutamente decisivo en el Partido Republicano, a pesar de haber sido derrotado en las elecciones noviembre 2020. Ningún candidato de ese partido se atreve a disputar la afirmación del ex presidente de que «le robaron la elección». Los que lo hicieron, perdieron en las primarias.

En Europa se ha visto crecer fuerzas políticas con una «agenda de rechazo» similar en casi todos los países, y hasta ganar elecciones. En América del Sur surgió una copia exitosa en Brasil. Que perdió, por muy poco, las últimas elecciones, pero sigue siendo una realidad poderosa en nuestro vecino del norte.

El hecho inquietante -al que los argentinos, y el resto de los habitantes del planeta debemos prestar atención- es que la «grieta» entre los votantes de uno y otro partido es profunda. La sociedad estadounidense está polarizada -hoy, aún más que la nuestra. Y por primera vez en un siglo y medio, el fantasma de una guerra civil empieza a ser mencionado por analistas serios (no los conspiranoicos de internet). Muy, muy improbable, pero no ya inconcebible.

Hay un elemento personal que agrava la situación para los Demócratas. El presidente Biden, un astuto político del aparato Demócrata, muestra síntomas inocultables del deterioro de la edad. Y su carisma personal no es notorio. El que llama a candidatos y gobernadores de su partido es el presidente, pero el que entusiasma a las multitudes en la campaña es un ex-, Barack Obama, que no puede volver a serlo.

Es necesario tener en cuenta, también, que un factor de política internacional supera la grieta. Demócratas y republicanos coinciden por completo en que el rival de los Estados Unidos es China. Pero no parece ser suficiente para ponerlos de acuerdo; las diferencias políticas y culturales son demasiado profundas.»

Añado la respuesta a una pregunta que me hacía anoche Fidanza en Redacción IP «¿Cómo pensás que el resultado de estas elecciones puede influir en nuestra política local?

Más allá que la polarización furiosa se ha transformado en un rasgo común en muuuchos países, apareció entre nosotros una corriente numerosa, y ruidosa, que imita a Trump y a Bolsonaro. Una victoria clara de los republicanos les dará aire e impulso a ellos, y a, más importante, el sector Macri-Bullrich de la coalición opositora. ¿Recuerdan que hace unos pocos meses Mauricio se sacó una foto con el Donald?

Atención: hay un elemento clave que, como dije en el post anterior, ya apuntó Julio Burdman hablando de Bolsonaro: él, como Trump y los seguidores de ambos, son nacionalistas. Se autoperciben patriotas, los únicos patriotas. Los seguidores de sus imitadores locales no lo son. Su capital espiritual es Miami…


Cristina en campaña

noviembre 5, 2022

La pregunta inicial, para saber si se justifica empezar a postear en la mañana de un sábado soleado pero ventoso, es si ayer apareció un elemento nuevo en la política argentina. Y se contesta rápido: claro que no. Hace por lo menos 17 años, desde que derrotó a Duhalde en Buenos Aires, que CFK es una protagonista poderosa del escenario político argento.

PERO sí se definió una dinámica decisiva, que condicionará todo ese escenario. No sólo el espacio de la coalición oficialista, eh. También el de la(s) oposición(es). Porque ustedes eran muy chicos y no se acuerdan, pero en los primeros dos años de la administración de Alberto Fernández -hasta las elecciones legislativas- los medios (opositores) hablaban del «inquietante silencio» de Cristina.

Más allá que era algo exagerado, apuntaban a una estrategia: Cristina, como la mayoría de la dirigencia peronista, tenía muy claro que el rechazo a su liderazgo y a su estilo era un factor que había ayudado a sumar votos y cohesión al frente que ganó en 2015. Se puede discutir, y se discute, cuánto de ese rechazo era a ella, a un «peronismo nostálgico de los ´70», o al peronismo como realidad histórica. Pero no cabe duda que ella sumaba, a favor y en contra.

En su discurso de ayer, cuando justificó haber propuesto a Alberto para encabezar la fórmula presidencial, mostró que sigue estando consciente de ese factor. Y también dejó claro que considera necesario que ella y la coalición que irá a las urnas el año que ya viene asuman el costo de su protagonismo.

Entonces, puedo releer mis dos últimos posteos en este blog, y darme cuenta que la realidad contesta todas las preguntas, si uno no se muere antes. Cuando Máximo Kirchner dijo que «no creía que Cristina fuera candidata» sugería la posibilidad que no sólo el peronismo en su conjunto, sino el sector de la dirigencia que sigue a CFK buscaría una «cara nueva» para protagonizar la próxima puja electoral.

Ojo: es posible que el candidato presidencial de la coalición que encabece el peronismo -notarán que no digo FdT- en octubre 2023 sea otro u otra. Quizás, alguien impensable hoy. Pero Cristina hará la campaña. Ya la empezó a hacer.

(De paso: el tema de la campaña lo había anticipado en ese post, porque es bastante obvio: «Cuando Cristina era presidenta, la mayor parte de la gente vivía mejor que con Macri, o ahora con Alberto«. Los economistas pueden decir que la crisis actual comenzó en 2012, pero los votantes no hacen caso a los economistas. Está justificado: se equivocan tanto…).

En mi opinión, esta decisión de CFK es correcta… porque es inevitable. Como la experiencia Alberto ha confirmado, el liderazgo político no se fabrica. Cuando y si surja un nuevo liderazgo nacional en el peronismo, se lo habrá ganado por la suya.

¿Esto también le resuelve problemas a la coalición hoy opositora? Sí… hasta cierto punto. Carlos Pagni, uno de los dos insoportables que vale la pena leer, ya les advirtió: Macri se confió durante su gobierno en que la demonización de Cristina le garantizaba el apoyo de una mayoría suficiente de los votantes. No fue así.

Ni siquiera es absolutamente seguro que alcance para mantenerla unida. Pero es muy prematuro para que hasta yo me anime a pontificar sobre el asunto. Los cisnes negros que migran a Argentina…

Eso sí, cuando dije en el último post que no era el resultado de la elección en Brasil sino la campaña la que iluminaba la estrategia electoral en nuestro país, acerté a medias.

No es muy relevante la de Bolsonaro. Porque, como señaló acertadamente Julio Burdman, él y sus seguidores son nacionalistas, por los menos en los símbolos. Los aspirantes locales a bolsonaros y bolsonaras no lo son. Tampoco evangélicos, para el caso.

La de Lula, y su alianza con el centro derecha y el poder económico -simbolizada en Alckmin- marca un camino, que también parece inevitable ¿Me refiero a una fórmula Cristina-Massa, que ya aparece en los grupos de wasap de la fauna politizada? NO. Ninguna fórmula es un proyecto serio hasta (quizás bastante) después de marzo ´23. Para entonces, los primeros resultados de la gestión de Sergio habrán hablado, y definirán los límites de su propio proyecto.

Su función clave en la campaña que ya comenzó -además de parar algunos delirios- me imagino que será tejer esas alianzas imprescindibles con los actores económicos y sociales que desconfían del peronismo, pero también de esos otros delirantes, algunos refentes de Juntos x el Cambio.


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