Como los lectores sofisticados (todos ustedes, no?) se habrán dado cuenta desde el título, estoy abriendo el paraguas aún más de lo habitual. «Esta campaña», «casuales«. Pasa que las redes sociales son hoy el tema sobre el que escriben sociólogos, epistemólogos, filósofos mediáticos… toda esa gente sabia con títulos en ciencias sociales. Y yo no he elaborado un andamiaje teórico sobre el asunto. Cuento con apenas algunos datos empíricos que me hacen «pensar en voz alta».
Empiezo reconociendo lo obvio, lo que señalan todos esos opinadores que han elaborado teorías: las redes sociales son una realidad clave de las sociedades modernas (y de las no tan modernas. En Myanmar, por ejemplo, whatsapp jugó un rol decisivo en las masacres de musulmanes).
La evaluación de la mayoría de los teóricos ha cambiado: hace una década muchos de ellos veían a las redes como una fuerza en favor de la democracia, la libertad… Ahora, como los usuarios de las redes parecen mas inclinados a votar a, por ejemplo, Donald Trump que a Slavoj Žižek, tienden a horrorizarse de los odiadores.
Por mi parte, tengo un gran respeto por la Realidad (es más grande, más vieja y más jodida que yo. Y va a seguir cuando yo no esté…). Así que prefiero volcarme a los datos empíricos. Teniendo en cuenta que las encuestas y el monitoreo de las redes siempre dan imágenes imprecisas, aún más con la pandemia.
Lo que me parece percibir -y es el motivo de este posteo- es que las redes tienen un papel complejo, y en cierto modo contradictorio, en la formación de actitudes colectivas. Se han mostrado como agentes poderosos en la formación de conjuntos sociales, la articulación de gente muy diversa y desconectada físicamente entre sí en una común identidad, que comparte (dis)valoraciones y actitudes. Usualmente, el rechazo o el odio a algo o alguien (Cristina, Macri, el «populismo»… Este último término es muy revelador: hace menos de una década lo usaban algunos politólogos o gente que, como yo, se interesaban en la historia política de los Estados Unidos. Ahora, en la política argentina el antipopulismo es una etiqueta casi tan establecida como el antiperonismo, y está reemplazando al anticomunismo).
Una reserva: las redes sociales todavía no han reemplazado a los medios masivos -salvo, tal vez, en EE.UU. y algunos países de Europa Occidental- en la función esencial de fijar agenda. (Y a la TV en particular en hacer conocidas a las figuras). Pero las redes los superan, muy claramente, en la tarea de comunicar los temas de esa agenda, y hacer que sus usuarios los repliquen, con carga emocional añadida. Ese mecanismo ha sido muy exitoso en Argentina; hace recordar, en algunos sectores de la población -«señoras gordas de ambos sexos»- a los «dos minutos de odio» que imaginó Orwell en 1984.
Todo esto, y la interacción entre dos identidades sociales, ambas reforzadas o creadas por las redes, ya ha sido analizado. Mejor que yo. Pero creo que no se ha prestado suficiente atención a un fenómeno menos evidente, el … alejamiento, la «toma de distancia» que provoca ese proceso de formación de una identidad colectiva entre los que no se suman a ella.
Es un fenómeno que se percibe desde hace no menos de 10 años, pero que en estos meses se hace ver con más claridad. La existencia de las redes facilita e impulsa a los dirigentes políticos, y a sus asesores, a volcarse a la creación de su público. Que replicará, y también enriquecerá con distintos y heterogéneos aportes, su mensaje. La militancia digital, de la que he hablado con algo de ironía…
Pero es una ironía superficial. Ese proceso de comunicación y formación de conciencia, es anterior a las redes; es tan antiguo como la política. Es la política.
También es viejo, y debería ser obvio, que cuando un dirigente crea o fortalece una conciencia comprometida, también lo está haciendo con la opuesta. El fenómeno de la polarización, como he discutido con otro, conocido, bloguero, siempre tiende a crear dos polos.
Pero la polarización también cansa, a la larga. De ahí ese fenómeno del «alejamiento» que remarco.
Los hechos concretos que observo: Hay una tendencia fuerte entre políticos y comunicadores en los medios -hoy es difícil distinguirlos- a ganar repercusión y seguidores dirigiéndose a su público más motivado y replicar sus broncas y odios, tal como se detectan, y estimulan a través de «granjas de trolls» en las redes. Esa modalidad funciona, cómo no. Obtienen popularidad, y/o rating. El costo de convertirse en las «bestias negras» del Otro Lado, está previsto y asumido.
Pero también produce alejamiento, «toma de distancia» y fastidio en el sector de la población que no se identifica con ninguno de los dos polos. Aunque en su conducta electoral, y hasta en sus conversaciones privadas, sea parte de alguno de los dos. Salvo momentos especiales, y generalmente breves, el sector que no internaliza los mensajes «militantes», es mayoritario.
Atención: por su misma naturaleza, ese sector, el que se siente incómodo con la «grieta», no va a producir una opción política distinta de cualquiera de los dos Lados. Salvo que aparezca un nuevo tema y un nuevo liderazgo que convoquen a un número considerable de compatriotas. Cosa que hoy no aparece en el menú de opciones, ni «por las tapas». Pero eso no significa que, ni mucho menos, que no tenga consecuencias políticas, en una sociedad divida en dos bandos no muy distintos en sus resultados electorales, y con una competencia interna fuerte. Ambos.
Si uno va a la performance en esto de los liderazgos políticos realmente existentes, mi falible evaluación es que a partir de 2017 y hasta ahora, Cristina Kirchner ha enfrentado, y conseguido con razonable éxito, conservar la necesaria, imprescindible, adhesión de su público enfervorizado, sin exacerbar la hostilidad que sus adversarios y su mismo proceso de construcción de poder han creado.
Es en el bloque «antikirchnerista», para definirlo de algún modo, donde estos fenómenos opuestos de enfervorización y alejamiento, tendrán, creo, consecuencias políticas visibles. O, en una frase que ya no recuerdo de donde la tomé, «El que viva lo verá«.
¿Alguna observación práctica, como debería surgir de alguien que pretende ser un profesional de la comunicación? Ya la hizo, y ya la cité otras veces, el dirigente social Tony Montana «No consumas de tu propia mercadería«.
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