Cristina vuelve. Macri la espera ¿Lavagna?

marzo 22, 2019

El título y la pregunta son cortos, a tono con estos tiempos de Twitter. La respuesta, para tuiteros, también será corta: No. Lavagna hoy no alcanza a competir, ni de lejos, con Cristina como referente / candidato de la oposición.

Pero uno tiene, reprimida, su vocación de bloguero, y voy a escribir para esa pequeña minoría que todavía lee (blogs). Siento el impulso de escribir sobre porqué digo «no» y también sobre porqué digo «hoy».

Empiezo recordando otro porqué, más personal. El motivo del abandono de un diálogo diario en el blog y volcarme a proyectos más impersonales -y exigentes- como AgendAR. El hecho es que hace más de un año ya quedé convencido que en el peronismo no habría grandes sorpresas. No es que dejaron de «pasar cosas», y algunos desarrollos estimulantes. Es el peronismo, y está vivo.

Pero para la lucha por el poder político decisivo, encarnado en la candidatura a Presidente de la Nación -el eje en torno al cual se terminan articulando los distintos proyectos grupales e individuales- encontré, encuentro, que el peronismo no elaboró en los tres años y medio después de su derrota electoral, un liderazgo alternativo en condiciones de competir con el encarnado en Cristina Kirchner.

Eso mismo merece una reflexión a fondo, que insinué en algunos otros posteos. En otros momentos, el peronismo fue mucho más rápido en ensayar alternativas. Año y medio después de la derrota del ´83, estaba en marcha la Renovación, con la referencia más visible de Antonio Cafiero. No fue un proyecto de poder coherente, pero modernizó, para bien y para mal, al peronismo.

En el final de la gestión de Menem, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, se edificó a sí mismo como el «challenger». Cero carisma, pero con un proyecto de poder coherente, que finalmente terminó sepultando la experiencia menemista.

También aquí hay una respuesta inmediata para la pregunta: el liderazgo de Cristina Kirchner continua vigente, mayoritario, por muy lejos, entre los votantes del peronismo.

Del otro lado de la «grieta», la coalición Cambiemos ocupa -comódamente, hasta ahora- el lugar del Otro del peronismo. La alternativa, adentro y también afuera de Argentina, para los (muchos) que rechazan o desconfían del peronismo. Es un espacio político clave en Argentina. Ya hace mucho tiempo que un observador agudo, el historiador Halperín Donghi, señaló que el Partido Radical, en lugar de desvanecerse como todos los otros partidos de ese tipo en el mundo -representación de las clases medias que luchan por el sufragio universal y libre- había encontrado en 1946 un lugar perdurable al convertirse en la alternativa democrática al peronismo. (Lo perdió casi medio siglo después, en 1994, con el Pacto de Olivos. En la siguiente elección de 1995, el partido de oposición con más votos pasó a ser el Frepado; la UCR quedó 3°).

Esto es una larga digresión (defecto mío). El punto es que me convencí que los protagonistas del enfrentamiento en este año serían Mauricio Macri y Cristina Kirchner. El ejercicio de la política, la pasión militante y hasta la imaginación seguirían siendo importantes, para lo inmediato y para el largo plazo, pero los largos análisis en blogs reflexivos… no tanto.

Las decisiones finales de ambos jugadores principales y de todos los que tienen «fichas» (recursos económicos, estructuras): gobernadores, intendentes de grandes distritos, secretarios generales de gremios poderosos, grandes empresarios, y -menos visibles- pero muy reales, algunos jugadores externos, se tomarán no antes de mayo, quizás en junio -salvo imprevisible crisis terminal. Y dependerán del humor de argentinos y argentinas de a pie pensando en a quién votar y para qué.

Humor popular que todos leeremos en las encuestas de esos momentos -seguramente equivocadas, como diría Jorge Asís. ¿Pero qué otra forma tenemos? Quien me asegure que su intuición y la gente con quien conversa le permite saber lo que aspira el pueblo… me da un dato útil: a quién no tomar en serio sus análisis.

Pero entonces, los pacientes lectores pueden preguntar, ¿por qué vuelvo a escribir largo en un blog semi abandonado? Sucede que el deterioro electoral de Mauricio Macri, previsto -aquí va una tosecita modesta- en un posteo menos de coyuntura que éste que subí a principios de año, ese deterioro está cambiando profundamente el escenario político.

Aclaro que nunca me pareció precisa su distribución en 3 partes desiguales: los votantes dispuestos a votar a Cristina, los que por adhesión al macrismo -los menos- o por hostilidad al peronismo /kirchnerismo -los más-votarían la reelección de Mauricio, y los indecisos. La he usado en algún momento, como todos, pero no describe bien, a mi entender, el «mapa».

Prefiero la metáfora de dos polos magnéticos, que causan a la vez atracción y rechazo -en sujetos distintos, claro- y así ordenan las partículas, que vendríamos a ser nosotros, más cerca o más lejos de cada uno de ellos.

Esa imagen, creo, permite apreciar como el debilitamiento de uno de esos «polos» -ya sea Macri, que se desgasta día a día, o Cristina, anunciando públicamente que no va a ser candidata- desordenaría todo el «mapa», creando un escenario nuevo e imprevisible.

Los lectores perspicaces -por algo siguen este blog 🙂 – ya estarán pensando que mi conclusión -bastante evidente, por otra parte- es que la (todavía tenue) presencia de Lavagna en el escenario está causada por el debilitamiento de Macri. Y sí; es obvio.

Pero me parece que vale la pena tratar de profundizar un poco más en el asunto. Una candidatura de Lavagna tendrá el apoyo, si apareciera con posibilidades reales de triunfo (otra vez las encuestas), de una mayoría muy considerable de esos actores que mencioné arriba: grandes empresarios, gobernadores, secretarios generales de gremios poderosos… El motivo es muy claro, y lo analizó muy bien Aristóteles hace dos mil quinientos años: los que tienen un poder sectorial, son naturalmente refractarios a un poder personal por encima de ellos, apoyado en los sectores de abajo (ahora lo llaman «populismo»).

Ese apoyo -sobre todo el de los empresarios que contemplan con terror otros cuatro años de Macri, pero tampoco les gusta CFK- alcanza para dar recursos al proyecto Lavagna (y termina de desinflar al de Argentina Federal, que nunca fue otra cosa que una UTE, unión temporaria de empresas). Pero… no tienen votos. (Que el poder económico manipule a su gusto una elección, es una fantasía de militantes digitales).

Hay otro segmento significativo de los argentinos politizados que ve con buenos ojos a Lavagna: los que creen -con buenos argumentos, eh- que la «grieta», la hostilidad histérica con que se contemplan macristas y cristinistas es destructiva, y un «gobierno de transición» sería una forma de descomprimir el enfrentamiento. También uno percibe en parte de la militancia de historia peronista y hasta kirchnerista, la búsqueda de una figura paterna -que creen encontrar según los momentos en Massa, Scioli, Randazzo, ahora Lavagna- que le ponga límites a la madre castradora, Cristina.

Pero los politizados, sicoanalizados o no, son también una minoría.

En mi falible juicio, la mayoría larga de los que van a ir a las urnas, valoran su voto como la única, y muy pequeña herramienta que tiene cada uno para influir en su destino colectivo. Saben que pesa muy poco, pero es lo que tienen. Desconfían de todos los políticos, en general (sólo, en algunos casos, depositarán confianza, esperanza en uno o en una). Pero el voto lo decide la motivación más fuerte que sientan el día de la elección.

Hasta donde puedo percibir, en las encuestas, si se interpretan correctamente, en el monitoreo de las redes sociales, una motivación muy fuerte y muy extendida -yo la comparto, por lo que valga- es poner fin a esta experiencia de Macri.

También se percibe que muchos compatriotas tienen otra motivación dominante: que no vuelva a gobernar Cristina.

Ahora, también son muchísimos los que no quieren a ninguno de los dos. Pero, hasta hoy, lo veo como un deseo. No como una motivación.

En todo caso, eso es lo que veo hoy. En 45, 60 días… También depende de las campañas, que desde los dos «polos» principales, especialmente el que está en el gobierno, pero también desde Cristina, están en marcha desde hace muchos meses. Pero creo que todavía no han aparecido los temas decisivos. Eso será materia de otro posteo, tal vez.