2022, y el escenario que se puede caer

diciembre 30, 2021

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Cumplo con el rito de publicar alguna reflexión sobre el escenario político argento en el año que está a punto de empezar. Reflexión, no pronóstico. Si quieren eso, les sugiero consultar el horóscopo.

Mi impresión es que 2022 será decisivo para la continuidad, o no, de ese escenario, el que tenemos hoy. No porque espere cambios importantes en el esquema actual de poder. Eso no lo veo en los próximos 12 meses, salvo un «cisne negro» (un pájaro que, en sus migraciones, suele pasar por Argentina).

Lo que va a estar en juego este año es la solidez de las dos coaliciones, la oficialista y la opositora, que son, precisamente, los dos pilares que sostienen el escenario y le dan previsibilidad.

Una digresión, para aclarar los tantos: hace pocos días, por el 20° aniversario de la renuncia de De la Rúa, se insistió en que esa fecha era, de algún modo, un quiebre en la historia política argentina.

Pavadas!, en mi falible opinión. En 2001 concluyó el lento derrumbe de un modelo económico que sus críticos llaman, sin mucha precisión, «neoliberal». Apertura a las importaciones, desregulación cambiaria y financiera, privatizaciones… Ese modelo había sido impuesto antes, con brutalidad y torpeza, por la dictadura en 1976. Y volvió a ser intentado, con votos pero con igual torpeza, a fines de 2015. Y el derrumbe de éste comenzó en abril 2018. Nada es repentino en las sociedades humanas.

En el plano político, en 2001 también se hizo evidente otro lento derrumbe, el del lugar electoral que ocupaba desde 1946 la Unión Cívica Radical como el Otro del peronismo, la boleta que ponían los que votaban contra el peronismo. Ese lugar lo empieza a perder en 1994, cuando Alfonsín pacta con Menem la reelección.

(Alfonsín, el hombre que al derrotar en elecciones nacionales libres en 1983 al peronismo hizo posible que el Otro Lado (de la sociedad argentina) se reconciliara con la democracia. Porque hasta entonces la convicción general era que el peronismo sería invencible electoralmente sin proscripciones, y sólo quedaba la opción del Partido Militar. Pero esta es una digresión que se aleja por completo del tema).

Porque las observaciones sobre el 2001 sí hacen al punto del posteo. Porque pasaron 15 años hasta que se armó la coalición electoral que pudo derrotar al peronismo en las urnas.

No estoy diciendo que ese es el plazo mínimo, eh. Depende de la economía, por supuesto; también del clima social, hasta de la suerte. El peronismo tardó 4 años en conseguir su oferta electoral ganadora. Lo que señalo es que en ningún caso el armado de una coalición con posibilidades de triunfo es rápido, ni automático. ¿No es así, Sergio, Gringo?

El hecho es que esas dos coaliciones le dan estabilidad y previsibilidad a la política argentina, en el marco de una polarización rabiosa, como la que crece en la mayoría de las sociedades occidentales.

Cierto, estable y previsible también es el infierno, según la autoridad del Dante. La situación actual no es el infierno, pero está muy lejos del paraíso. En todo caso, es lo que hay. En nuestro país, no están dadas las condiciones para el surgimiento de un Bolsonaro. O de un Boric. De un «outsider».

Y ahora (al fin!) vienen las preguntas implícitas en el título de este posteo ¿seguirán vigentes esas dos coaliciones dentro de un año? ¿Las candidaturas presidenciales que van a aparecer en esos días con chances para el 2023, surgirán de ellas? ¿O de nuevas opciones que se armen con sus fragmentos?

Tengo pensados algunos comentarios a propósito, pero hace demasiado calor para seguir escribiendo, y luego tengo algo que hacer en AgendAR. Se la sigo el año que viene. Feliz 2022, compatriotas.


El Presupuesto, el Congreso, ganar y perder

diciembre 18, 2021

Mi justificación habitual -demasiado trabajo para prestar neuronas al blog- nunca fue más cierta que en estos días, cuando cerramos el complicado 2021. Pero algunas conversaciones con amigos me motivan a volcar algunas reflexiones. Como también se ha hecho habitual, serán breves y superficiales.

El rechazo al proyecto de Presupuesto 2022 en el Congreso ha significado para el oficialismo ser derrotado en una votación parlamentaria. Trivial, sin muchas consecuencias.

Las derrotas políticas importantes en este año las sufrió el 12/9 en las PASO, y -algo aminorada- el 14/11 en las elecciones legislativas. Es decir, cuando se hizo evidente que la coalición opositora tenía una buena chance de recuperar el gobierno en 2023.

Que en noviembre haya perdido además bancas en Diputados y en el Senado, no es trivial. Hace casi inevitables más derrotas parlamentarias, como la de hoy. Pero no serán más decisivas que ésta.

Puede decirse, sí, que impiden juicios políticos, reformas judiciales y otras quimeras caras a la parte más numerosa y menos cínica de la militancia oficialista. Pero -lamento decirlo, amigos y amigas- nunca fueron otra cosa que fantasías.

Lo que la (relativa) desventaja numérica en el Parlamento no le va a impedir al gobierno es gobernar. Que es lo que tiene que hacer, para tener también él chance en 2023.

¿Por qué digo esto con dogmatismo? Porque ya sucedió, hace poco tiempo y con muchos de los mismos actores. La historia no se repite, pero las situaciones sí.

En 2009, hace 12 años, el gobierno que encabezaba Cristina Kirchner perdió las elecciones legislativas. No fue con un alcance tan amplio como el mes pasado, pero en la decisiva provincia de Buenos Aires fue derrotada la lista que llevaba al frente a Néstor Kirchner, seguido por Daniel Scioli y Sergio Massa. Los derrotó un recién llegado a la política, que luego volvió a la vida empresaria.

Como consecuencia de esas elecciones legislativas, el gobierno perdió la mayoría en Diputados. En la oposición surgió el «Grupo A», un multibloque dedicado a impedir su gestión, impulsado entre otros por Patricia Bullrich. Como les dije, hay una persistencia de figuras entre nosotros…

Y ese gobierno venía de una derrota parlamentaria el año anterior mucho más ruidosa que ésta, la de la Resolución 125, acompañada con movilizaciones opositoras tan masivas como no se han vuelto a ver.

El punto a tener en cuenta, en mi opinión, de esta historia es que meses después de esa derrota parlamentaria y esas movilizaciones, en octubre 2008, el gobierno de CFK tomó una de las 2 o 3 decisiones más importantes de sus dos mandatos: la nacionalización de los fondos de jubilación en poder de las AFJP, una idea de Cavallo de 1993 para crear un mercado de capitales privatizando los aportes de los trabajadores.

(Otro punto a tener muy en cuenta es que esa nacionalización no movilizó a nadie más que a los empleados de las AFJP. Al contrario de las medidas, en ese tiempo y ahora, que tienen que ver con la ruralidad…).

El final de esta crónica merece ser rememorado: en las elecciones presidenciales siguientes, en 2011, Cristina Kirchner fue reelegida con el 54% de los votos, con unos 30 puntos de diferencia con el segundo).

No estoy diciendo que ahora habrá un final parecido. Ya les dije que la historia no se repite. Pero advierte.

La otra enseñanza de esta epopeya argenta es que, después de esa victoria aplastante y de recuperar la mayoría en el Congreso, el gobierno de CFK no consiguió la reforma judicial, una ley de medios eficaz… Ninguna de esas ensoñaciones.

Tal vez haya que asumir una horrible verdad: que ese tipo de acumulación de poder ya no es posible, salvo en el Caribe. Pero eso no impide hacer un buen gobierno

En cuanto al Presupuesto… seré más breve todavía. Como el resultado es que el gobierno se tendrá que manejar con el de 2021, con cifras tan irreales como las de este proyecto, y con más libertad para redistribuir partidas… francamente no me interesa mucho.

Sobre las hipótesis sobre quién o quiénes cambiaron el curso de la sesión, y para qué propósito, no voy a emplear mi tiempo ni el de ustedes. La literatura acerca de conspiraciones es tan vasta, que no me parece valga la pena leer lo que se va a añadir en estos días.

Sólo diré, como contador con algunos conocimientos de economía, que no creo que la Directora del FMI ni los países que lo manejan se preocupen mucho por si se aprueba o no un presupuesto que no se iba a cumplir (No es un cuestionamiento personal, Martín. Los presupuestos argentinos nunca se han cumplido, salvo tal vez los del gobernador Rosas. No veo porqué iba a cambiar esa tradición).

De todos modos, como ni el FMI ni nadie nos va a prestar guita importante en los próximos años, ni tampoco la vamos a pagar, es probable que tengan razón los que dicen que el FMI es sólo una excusa para tomar las medidas desagradables que igual se iban a tomar.


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