Repasando el blog, noto que la mayoría de los últimos posteos han sido de coyuntura. Bueno, este noviembre ha sido un mes muy … coyuntural para los argentinos. Quiero volver a asuntos más permanentes. Y la economía política es uno de esos.
Por suerte (los viernes no soy muy productivo), tengo un artículo ya editado que me envió Pablo Tonelli. Tiene más de veinte días, pero no ha perdido un minuto de actualidad. Pablo sigue explorando lo que analizó en su Llegó la Inconvertibilidad; se nota que lo tiene pensativo el sistema que comenzó a entrar en vigencia hace un año.
LA DINAMICA DE LA INCONVERTIBILIDAD DEL PESO
Pablo Tonelli, economista
La inconvertibilidad del peso como forma superior del control de cambios está planteada como un problema de supervivencia de la política económica a secas. Compartiendo amplia y totalmente los objetivos del Gobierno en esta materia, me pregunto si la estrategia adoptada es la única posible. Descarto la macro devaluación, el reinicio de un nuevo ciclo de endeudamiento o un brusco ajuste fiscal (o la combinación de estos instrumentos). Me planteo si es posible pensar en un Plan B.
Es curiosamente un antropólogo argentino, Alejandro Grimson, el que me ha hecho reflexionar (sin hacerle, en modo alguno, cargo de mis opiniones). Decía Grimson en un artículo publicado en Página 12 ”Hay medidas económicas que tienen consecuencias culturales y políticas que los economistas no saben calcular pero, más grave aún, no saben que deberían ser calculadas. Desdolarizar la economía y el ahorro exige un plan complejo y una ejecución cuidadosa, que incluye la creación de formas más sólidas de ahorro”. Menciona como la cultura del dólar es producto de la experiencia histórica, y que en aquellas oportunidades quienes menos confiaron en el Estado y en el peso salieron ganando. Además sostiene que “es imposible que la Argentina se desarrolle con una fuga de capitales equivalente a la que tuvo en la historia reciente” y que “revertir esa dolarización será un trabajo lento que exige extremo cuidado en las formas de instrumentación”.
En un artículo anterior definí lo que entendía como Inconvertibilidad del peso, la que voy precisar un poco más: El régimen cambiario vigente no es un control de cambios, de los tantos que en diferentes coyunturas y gobiernos se han aplicado en nuestro país. Dichos controles tenían por objeto regular las cantidades de moneda local que podían ser convertidas en divisas, e implicaban un racionamiento de los dólares existentes, nada más. El régimen de inconvertibilidad del peso (sigo con el razonamiento de mi amigo el economista Jaime Saiegh) implica la imposibilidad de adquirir divisas para convertir la deuda pública emitida en pesos a dólares al tipo de cambio oficial, e implica además la de obtener divisas para atesoramiento (de personas o empresas) provenientes de las arcas del BCRA.
Las transacciones de la economía argentina se realizarán en pesos. Los nichos en los cuales el dólar suplía a la moneda local, como el mercado inmobiliario, desaparecen. Sobre este punto el economista argentino Héctor Valle afirmó “Argentina es el único país del mundo donde el cemento se vende en pesos, los ladrillos se venden en pesos, la mano de obra se paga en pesos y los departamentos cotizan en dólares”. Es rigurosamente cierto. Lo que no agota la complejidad del tema, porque seguramente muchos desarrolladores inmobiliarios vendieron los dólares que tenían o habían comprado al BCRA, o mantenían depositados en el mercado financiero local, para pagar los terrenos, y pensaban en muchos casos en ofrecer unidades que brindaran una renta en dólares pagada por el turismo extranjero. Es ese uso local del dólar el que se extingue. Es lógico entonces que los depósitos en dólares del sistema financiero argentino se hayan reducido a la mitad desde octubre del año pasado.
La inconvertibilidad del peso como forma superior del control de cambios tiene el objeto de lograr que la reserva de valor que expresa el ahorro se haga en pesos y no como tradicionalmente ha sido en la economía local, en dólares.
Hago mías las palabras de Alfredo Zaiat ”La fortaleza o debilidad que tuvo un gobierno para intervenir en el mercado cambiario fue definiendo su destino”. Es por ello que el BCRA no vende más dólares para atesoramiento o pago de deudas, en concreto no financia la fuga de capitales perdiendo reservas. Los agentes privados que deseen dolarizarse deben recurrir al mercado marginal que cotiza un 35 % aproximadamente por encima del oficial, o recurrir a la operatoria conocida como “contado con liquidación” (comprar títulos públicos en pesos en el mercado argentino y venderlos contra dólares en el exterior, una forma de hacerse de divisas a un tipo de cambio incluso superior al dólar marginal, pero legal). Como dato importante consignemos que si un privado vende y otro privado compra los pesos permanecen en el sistema económico, a diferencia de cuando un privado compra y el BCRA vende y absorbe dichos pesos de la circulación monetaria, reduciéndola.
Ramiro Castiñeira sostiene que el sector privado argentino destinó en los últimos veinte años una magnitud equivalente al 2,90 % del PBI, promedio anual a la compra de dólares, esa cifra llegó al 4,20 % del PBI durante la corrida cambiaria del año 2011. Con la inconvertibilidad del peso dicha fuga de capitales, la continuidad del atesoramiento en dólares, no es a costilla de que el BCRA venda sus reservas.
¿Qué ocurrirá con ese excedente que tradicionalmente se dolarizaba, unos $ 65.000 millones (el 2,90 % del PBI)? (Castiñeira). Veamos cuál puede ser la dinámica del régimen de inconvertibilidad del peso
El mejor escenario es que el excedente permanezca en pesos colocado en plazos fijos ¿A que tasa de interés? Como afirmaba en mi artículo anterior: en un contexto de brecha entre el tipo de cambio paralelo y el oficial del orden del 35 % (un paralelo digamos de $ 6,35 por dólar) y una tasa de interés del 15 % anual, el excedente que permanece líquido, que no se consume ni se reinvierte, se mantendrá en pesos y no demandará dólares billete si el rendimiento de la tasa en pesos es mayor que la devaluación del dólar marginal. (que sería $ 7,30 en un año a esa tasa de interés). La dinámica de esa tasa no se referencia a la evolución del dólar oficial sino al comportamiento del dólar paralelo. La tasa de interés puede ser negativa, es decir menor a la inflación real. Lo importante es que sea positiva en relación al dólar marginal. Se coloca en pesos porque se espera un rendimiento mayor a la marcha del dólar marginal, que sigue siendo la imagen de la reserva. ¿Otras opciones de ahorro en pesos? Exceptuando los títulos públicos nacionales o provinciales la reforma del Mercado de Capitales recién comienza su trámite legislativo.
La dinámica de la inconvertibilidad del peso muestra una excepcionalidad respecto al comportamiento de los últimos cincuenta años. Una crisis político-económica no se va a expresar como corrida cambiaria, dado que el BCRA es el comprador de los dólares de exportación y restringe la venta a la importación y otros pagos puntuales, no vende dólares destinados al atesoramiento, no pierde divisas hasta el punto límite de forzar una devaluación.
Una crisis tendría lugar si el monto del excedente que no se reinvierte ni consume internamente en lugar de permanecer colocado a plazo fijo demandase dólares marginales. Esa “corrida” no provocaría devaluación del dólar oficial sino un salto de precios en la cotización del paralelo, ampliando su brecha con el tipo de cambio oficial. El tamaño e intensidad de la brecha y sobre todo su rapidez y su dinámica puede incidir sobre los precios, no porque se alteren en forma directa los costos internos en un primer momento (los salarios, los bienes que se importan al oficial, los insumos) sino por el peligro latente en la larga memoria hiperinflacionaria que haga que los precios tiendan parcialmente a redolarizarse (al dólar paralelo) y pasemos de una inflación alta pero estable y de una brecha entre el oficial y el paralelo también estable, a la inestabilidad inflacionaria, una brecha mayor del dólar con altibajos bruscos y seguramente una mayor tasa de interés.
La inconvertibilidad del peso es una solución inédita y audaz. Nunca antes encarada. Una apuesta a la pesificación cuyo objeto es que el excedente se conserve en la moneda nacional como reserva de valor. Una apuesta que necesita imperiosamente que en el corto plazo la tendencia vigente de incremento de los plazos fijos no se detenga ni se revierta.
Mi formación y sobre todo mi experiencia me llevan a pensar en una estrategia alternativa que parta de la aceptación de la condición bi-monetaria de la economía nacional (algo cuya raigambre cultural excede lo económico, como apunto Grimson), e intentara superar esa restricción ofreciendo alternativas a los dólares del colchón o fugados. Alternativas que sirvieran a los objetivos de la política económica. Por ejemplo, en 2011, antes de la corrida, se podría haber subido la tasa de interés que se pagaba en dólares por los depósitos en esa moneda en la banca oficial e inducir a la banca privada a adoptar el mismo comportamiento, explicando que se buscaba ampliar la pre-financiación de exportaciones y el otorgamiento de líneas de crédito para la adquisición de bienes de capital, cuyo financiamiento externo se halla acotado por el problema no resuelto con los países que integran el denominado Club de París. La novedad: Financiamiento local en dólares para el equipamiento industrial, (lo que de otra forma terminará realizando en 2013 el BCRA con una porción de las reservas).
Manteniendo la política de desendeudamiento, también se podrían haber refinanciado los vencimientos de capital en dólares del 2011 y 2012, pagando solamente los intereses. Esto no sólo no incrementa la Deuda Externa en relación con el PBI, sino que la misma continúa disminuyendo, ya que el PBI crece. Esto aliviaba la necesidad de dólares.
Por último, instalado un dólar marginal como el dólar para la conversión a pesos en la búsqueda de reserva de valor, hubiera, como sostuve en una nota anterior, profundizado la diferenciación en el tipo de cambio, esto es un tipo de cambio como el actual, llamémoslo comercial, que seguirá el ritmo de devaluaciones que marca su dinámica presente, por el que se canalizarían las importaciones industriales (que permitirían su abaratamiento contra el otro tipo de cambio) y las exportaciones primarias, con lo que no se afectaría el salario porque no se elevaría el valor de los alimentos. Y otro tipo de cambio, llamémoslo industrial y financiero, por el que se canalizarían las exportaciones industriales, el turismo, las remesas de utilidades, los movimientos de capitales del sector privado, las importaciones industriales de bienes finales y artículos de consumo y un nivel claramente establecido de atesoramiento en divisas. No sería afectado el salario porque los bienes de la canasta básica no se encarecerían y las tensiones inflacionarias no afectarían como lo hacen hoy a la competitividad de la industria, que tendría a su vez en el tipo de cambio industrial importador un costo límite a la política de sustitución, que evite la tendencia a la autarquía y la falta de escala en la producción. El BCRA interviene en el mercado comercial como hasta el momento y puede o no hacerlo en el financiero, de acuerdo a la evolución de los indicadores económicos.
No todos estos instrumentos son aplicables hoy, el de los depósitos en dólares claramente es impracticable, las otras … son alternativas que no convendría descartar en un eventual escenario de tensiones.
Por último: Sería deseable que funcionara el régimen de inconvertibilidad del peso y que sus muchas tensiones pudieran procesarse favorablemente. Estas son especulaciones sobre un Plan B, que siempre es bueno tener en carpeta y discutirlo, sobre todo cuando su aplicación no está determinada por ninguna urgencia inmediata.