En LaNación de ayer domingo había varias notas que justificaban leer el diario (No las de sus columnistas habituales, con la excepción de Fernández Díaz). Alguna ya comenté; otra, de Roubini, pienso hacerlo, con el aporte de mi amigo radical EduA. Pero la más importante era una que – en armonía a la política del diario – tenía sesgo opositor, eso sí, con las cifras del INDEC.
Se titula «La Argentina, a dos velocidades«, su autora es Emilia Subiza, y pueden leerla entera aquí. He hecho un resumen:
“Es miércoles al mediodía. En un local de electrodomésticos ubicado sobre la avenida Cabildo, a metros de Juramento, se vislumbra el buen momento de la actividad económica y el boom de consumo. Manuela, una estudiante de 20 años, ya tiene una notebook y se asesora sobre las características de las netbooks; mientras que Silvia, una profesional de 48 años, se entusiasma con modernas heladeras de tono metalizado para renovar la que le regalaron para su casamiento, hace casi 20 años.
A pocos metros de ahí, Carolina, una joven de 26 años, reparte volantes que ofrecen ayuda para terminar el secundario. Lo hace en forma casi automática, ante la indiferencia de la mayoría de los transeúntes. Trabaja de lunes a sábado, seis horas por día, y a veces no llega a los $ 1000 por mes para llevar a su casa. «Es lo que encontré. Acá hoy estás, pero la semana que viene no sabés porque siempre estás temporaria. Es muy difícil estar en blanco, te ponen requisitos inalcanzables», cuenta.
Reflejo de una Argentina que marcha a dos velocidades: hay una clase alta y otra media con un pie en el acelerador que motorizan el consumo y mejoraron sus condiciones de vida a partir del crecimiento económico de los últimos años. Y otros segmentos medio y bajo que, a pesar de la mejora de sus ingresos en términos relativos, avanza casi a paso de hombre y no goza del derrame del buen momento de la economía argentina ni de la redistribución que intenta el Gobierno con medidas como la Asignación Universal por Hijo.
«Hay una Argentina que va más rápido, con pautas de consumo del Primer Mundo o de las grandes urbes; y hay otra Argentina que se estancó, sin signos de movilidad social ascendente y con perspectivas negativas sobre su evolución», dice Fernando Moiguer, especialista en consumo de la consultora I+E.
Por la polarización social estructural de la Argentina, los promedios estadísticos ya no explican lo que le sucede a la mayoría, explica Moiguer. «Llevamos nueve años sin crisis y ocho de crecimiento, pero no hubo mejoras en la polarización. Mejoran los datos absolutos, pero no los relativos», agrega.
Según la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, el ingreso del 10% de la población ocupada de menores ingresos creció un 50% entre el cuarto trimestre de 2009 y el mismo período de 2010. En términos relativos es un dato positivo. Cuando uno va a los números absolutos se encuentra con que los ingresos de este grupo pasaron de $ 400 a 600. En cambio, el 10% que más gana recibió un 31% más, pero sus ingresos pasaron de 3800 a 5000. «Crecemos mucho, pero la sociedad sigue siendo injusta. Hoy, la Argentina es un país que vive en un mismo territorio, pero con dos lógicas distintas”
Moiguer señala que hay una porción de la sociedad que se recuperó y pasó de clase baja a media, pero, a diferencia de lo que ocurría antes en la Argentina, ya no tiene aspiraciones de seguir ascendiendo socialmente, y eso se refleja en sus compras porque asume la recuperación como algo transitorio y mantiene pautas de consumo de la clase baja.
Un informe del INDEC que divide a la población en 10 grupos muestra que el segmento uno, el de menos dinero, fue el que mostró mayor crecimiento en sus ingresos: 40% entre el último trimestre de 2010 a igual período de 2009. La media de este grupo pasó de $ 235 a 330, es decir, 95 pesos más. Del segmento tres al diez el promedio de crecimiento de ingresos fue entre 24 y 28%, o sea, entre $ 215 y 1506. Esta diferencia absoluta explica los dispares poderes de compra de cada clase.
La diferencia entre los que más ganan y los que menos disminuyó a partir de 2003. En el último trimestre de ese año, el segmento de mayores ingresos ganaba diez veces más que el de menores ingresos. El momento en que la brecha fue más corta fue en 2008, cuando la diferencia entre los que más y menos ganan fue de 7,5 veces. Desde entonces ha habido oscilaciones, pero los que más ganan mantienen una diferencia de más de ocho veces con los que menos.
Guillermo Oliveto, de la consultora W, explica que si bien se pueden hacer tres cortes en la pirámide social según ingresos, hay un 75% que está dentro del consumo y un 25% que se quedó afuera porque está por debajo de la línea de pobreza.
Esto hace visible una vez más las dos velocidades de la Argentina.
Oliveto advierte que el segmento que logró un mejor desempeño en los últimos años fue la clase media, que con la crisis de 2001 había caído en parte en la pobreza, pero que gracias a la recuperación del empleo y a la dinámica gremial recuperó su poder de compra. Ya no se limita sólo a la compra de alimentos sino que mueve fuertemente el consumo de bienes durables. «La clase alta ya se compró el LCD. Hoy los que mueven este consumo con 30 cuotas son los de clase media, que pueden acceder a estos bienes aspiracionales, y esto se nota en el segundo cordón del conurbano.»
Tener empleo y la calidad de éste son condicionantes esenciales para trazar la línea entre las dos velocidades a las que avanza la Argentina. De un lado está el 41% de la población que en 2010 tuvo empleo digno, que según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no sólo es en blanco y con ingresos suficientes como para pertenecer a la clase media sino que también contribuye a la construcción de una sociedad integrada y con perspectivas a mediano y largo plazo.
Del otro lado, un 59% se encuentra en condiciones de precariedad laboral (estable, pero en negro), subempleo (inestable y mal pago) e indigencia (recursos suficientes para las necesidades alimentarias), según la Universidad Católica Argentina.
«Hay una dualidad entre quienes logran buenos empleos y los que logran empleos regulares, con poca calidad y malos ingresos, o simplemente no acceden», señala el economista de la UCA Agustín Salvia.
Si se analiza quiénes accedieron al empleo digno, creció más en los segmentos medios que en los bajos.
El economista de IDESA reconoce que en el período 2003-2010 se redujo la informalidad, que pasó del 44 al 37% de la fuerza laboral, pero advierte que esa contracción no se condice con el crecimiento de la economía en ese período, que fue de más del 60 por ciento. Su colega de SEL Consultores Ernesto Kritz opina que el sector que va más rápido es mayoritario y está vinculado al empleo formal, que creció, así como sus ingresos, incluso por encima de la inflación. Pero advierte que hay un sector que va a otro ritmo, a causa de los persistentes niveles de trabajo informal y a la insuficiente calificación de este grupo para acceder al sector formal. Esto hace que queden rezagados y no se puedan acoplar aun cuando hay oportunidades de crecimiento. «Van a otra velocidad por causas más profundas y estructurales, que son difíciles de superar. El perfil de los más jóvenes no es muy distinto del de sus padres, hay condiciones de reproducción intergeneracional de la pobreza», dice Kritz.
Desde una perspectiva geográfica se puede ver una Argentina a dos velocidades. Los mercados laborales del Noroeste y el Nordeste aprovecharon menos la bonanza, según un informe de IDESA con base en el censo 2010. La contracara son la Patagonia y la región pampeana, que fueron las regiones de mayor crecimiento entre 2003 y 2010 gracias a los altos precios internacionales de las exportaciones. Petróleo en el primer caso y productos agrícolas, en el segundo”.
La considero importante y dura, porque estimo que es una descripción correcta, en líneas generales (quizás Sirinivasa, Artemio López, otros que trabajan concienzudamente con los números en la blogosfera me corrijan). Eso sí, cambié el título, porque – esto es lo grave – creo que no pinta una Argentina con dos velocidades, sino dos Argentinas. Porque coincido con Ernesto Kritz en que hay problemas profundos y estructurales, muy difíciles de modificar.
Hace una semana dije «en relación a este gobierno, mis críticas más serias no es por las cosas que hace – aunque tenga una opinión pobre de algunos de sus métodos – sino por las que no hace«. Quiero ser justo: me parece evidente que los resultados de las políticas socio-económicas en este campo de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner han sido los mejores de los últimos 30 años; para ser precisos, desde que el pleno empleo dejó de ser una realidad. También la justicia obliga a señalar que esos resultados no alcanzan a sacar del pozo a los argentinos que están allí, aunque hayan mejorado en algo su situación.
También trataré de ser realista: no encuentro en las opciones políticas disponibles alguna en la que pueda creer – estirando mucho mi optimismo – que pueda hacer un mejor trabajo.
Creo entonces necesario empujar para que esas políticas socio económicas mejoren. Hay un motivo egoísta: la «inseguridad», el delito violento, que se comenta en el post anterior todavía está muy por debajo de la que existe en muchísimos otros países, aún en los llamados «exitosos». Pero crecerá. Una sociedad con memoria de movilidad social, con TV masiva, y con desigualdades profundas… no es estable. Los pobres no son, como grupo, más violentos que los ricos (lo son menos). Pero entre ellos siempre habrá algunos que no se resignarán a serlo. Cuando no hay otro camino, el delito es una salida con altos ingresos.
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