Venezuela, el domingo que viene

noviembre 30, 2015

 

venezuela

Como la mayoría de los que leen los diarios saben, este domingo hay elecciones parlamentarias en Venezuela. La mayoría de las encuestas le dan ventaja a los candidatos opositores -alguna hasta por 15 puntos. Por su parte, el oficialismo tiene estudios que lo dan como favorito, con un voto “duro” chavista del 40% (¿les suena?).

El presidente Maduro admitió que estas serán las elecciones “más difíciles” en los 16 años de chavismo. Antes había dicho que si ganaba la oposición el oficialismo seguiría gobernando bajo una “unión cívico-militar”.

Con la debida precaución que se debe tener al juzgar la política de otro país -demasiados factores que uno no conoce en profundidad- esa afirmación me parece una soberana idiotez. Las instituciones democráticas son expresiones imperfectas de la voluntad popular, y muchas veces están envueltas en hipocresías. Pero son mejor garantía para los pueblos que el ejercicio desnudo del poder. Que -como decía Mao- nace del caño de un fusil, pero los fusiles cambian de manos.

Es cierto que el chavismo -desde su origen- se basa en la movilización popular y el respaldo de unas Fuerzas Armadas politizadas. También fue así en el peronismo fundacional… hasta que las FF.AA. cambiaron de bando.

Me parecen más sensatas las afirmaciones que vuelca en un mail privado un venezolano, chavista. Se las copio:

«En Venezuela se ha optado por un proceso pacífico y democrático, que incluye lo electoral.

En un proceso electoral, o se gana o se pierde (siempre hay que estar preparado para ambos escenarios).

Las elecciones fundamentales son las presidenciales, luego las de los Diputados y en tercer nivel (no siempre) las de Gobernadores y Alcaldes. Se puede tener control de la presidencia, sin contar con las otras dos instancias. Ese es el caso de, por ejemplo, USA y muchos otros países.

No es lo deseable, pero el «perder» las elecciones en esas dos instancias, aunque puede debilitar, no implica perder la presidencia. Esto es lo que han pretendido vender los opositores y el gobierno no ha sido claro en exponer esto: La eventual (improbable) pérdida de la mayoría absoluta o relativa en la Asamblea Nacional NO implica la pérdida de la presidencia. Las elecciones para presidente serán en 2019.

El proceso chavista ha contado con una minoría legislativa (1998), mayoría simple (a partir del 2000), la totalidad del Congreso (2006-cuando la oposición decidió no presentarse para deslegitimarlo) y mayoría calificada (2011).

Un resultado adverso, solo podría regresarnos a un escenario como los que ya hemos tenido. Además tenemos mayoría abrumadora de Gobernadores y Alcaldes (y en otros sectores estratégicos).

Lo expuesto, deja despejadas las dudas sobre lo que podría pasar el 6 de Diciembre. Esto no significa que la oposición no esté pensando otra cosa, pero eso no nos debe sorprender. Si trataron de desestabilizar cuando ganamos, porqué no hacerlo si perdemos. Todo ello teniendo claro que la diferencia, gane quien gane, no será por muchos puntos, tal vez tan o más cerradas que en el caso argentino.

Igualmente, superada esta instancia, los opositores seguirán actuando (cada vez más desde USA, porque ya no disimulan; la incompetencia de la oposición local es escandalosa). Y es aquí en donde hay que aprender de la experiencia argentina, entendiendo las diferencias. La eventual pérdida de la presidencia es crucial para el proceso de cambio a nivel nacional y regional.

En este sentido, mi apreciación no es de mucho optimismo. En lo político y lo internacional el avance ha sido gigantesco, en lo económico ha sido lo opuesto y esto puede afectar los avances, incluyendo en lo social. No veo claridad ni certeza en el accionar económico. Este flanco puede ser utilizado para desgastar hasta que llegue el 2019 y entonces puede aparecer el fantasma de un nuevo Macri…«


¿Quién perdió el 22/11?

noviembre 29, 2015

2001 el monolito

Este posteo, con la pregunta del título, lo escribo para ampliar el que subí ayer, cuando empecé a tratar de ver lo que viene” en el peronismo. Y los otros dos, menores, que subí a continuación. Digamos que forman una reflexión larga del fin de semana posterior a la Gran Batalla perdida.

Pasa que estoy percibiendo un exceso de autocrítica. Ojo: creo que es un paso necesario para los que se plantean seguir haciendo política. Como escribí hace unas horas,  es muy preferible a las protestas rencorosas contra un electorado que en un 51 y pico % no entendió la maravilloso que era el gobierno que se va.

Subí algunas reflexiones (de otros) críticas y duras a mi blog. Ayer Gerardo Fernández retomó el látigo, y Gabriel Fernández hizo la crónica de una derrota anunciada y hasta parece que buscada (Los Fernández somos gente cruel para autocriticar, se ve).

Y mi amigo Artemio López hace ya tiempo que afirma que «el tipo de unidad histórica kirchnerista» está crujiendo (mi objeción era, es, que la unidad entre lacanianos y cookistas no alcanza ni para ganar un centro de estudiantes).

Todo bien. Parte del debate interno que se desarrolla y enriquece cuando perdemos el gobierno. Pero… tengo la impresión que hay algunos supuestos que si no se los cuestiona, pueden oscurecer el asunto.

Me preocupé cuando leí este párrafo de Hugo Presman, periodista con una trayectoria de apoyo a la experiencia kirchnerista, y que, se me ocurre, puede servir de referencia de ese notorio espacio «el kirchnerismo no peronista». Dice Presman: «Los dos modelos en pugna que disputan su supremacía desde el nacimiento de la Patria, encuentran en este noviembre del 2015 un clivaje cuya significación develará el tiempo. Significa para el modelo agroimportador su propio 17 de octubre. Y esto es así, aunque muchos de los votantes de CAMBIEMOS, suscriban un difuso cambio basado fundamentalmente en el hartazgo que manifiestan a aspectos formales del kirchnerismo y características personales de Cristina Fernández«. Esta es una nota que resuena -más o menos clara- en varios de los cuestionamientos de estos días.

Atención: creo que es cierto que «aspectos formales del kirchnerismo y características del liderazgo (no del peinado, eh) de Cristina Fernández» pesaron, y bastante, en el rechazo en esta elección de muchísimos votantes no politizados (que son la mayoría). Tengo ganas de escribir, cuando tenga tiempo, sobre las limitaciones de los liderazgos populistas.

Pero me parece idiota -perdón, don Hugo, demás compañeros- que el análisis tome por aceptado que esos fueron los factores decisivos. Entre otras cosas, porque limita mucho el debate. Para algunos críticos, el «sí cristinismo» se reemplazaría por un «no cristinismo»; para los que tienen una relación emocional con CFK, que son muchos militantes dentro y fuera del peronismo, se quedan confiando que Macri haga tantos desastres que vuelvan inevitable que ella regrese a la Rosada, Kicillof a Economía, Aníbal a Jefatura de Gabinete y quizás Moreno a Comercio. No lo veo posible, la verdad; no los desastres macristas, sino la segunda parte.

Es necesario tener presente que esos «aspectos formales», y el estilo kirchnerista de conducción, ya habían sido «derrotados» meses antes de la primera vuelta electoral, cuando CFK acepta/decide que el candidato a Presidente -el lugar del poder político en nuestra historia- del oficialismo fuera Daniel Scioli. Que durante los 12 años de la gestión K, acompañó todas las decisiones claves y las pujas electorales, y también se mostró claramente diferenciado en aspectos formales y en elementos fundamentales de la estrategia K. En especial, el reemplazo de la confrontación pública con los adversarios de su proyecto, por una actitud de diálogo y de asumir «buenas intenciones» en todos.

No tiene sentido discutir ahora si fue la decisión acertada. Por mi parte, pienso que la candidatura de DOS era, a esa altura, inevitable, pero debió ser el resultado no de una decisión de la Presidente sino de una interna abierta. Pero es sólo una opinión personal, y puedo equivocarme. El hecho es que ella, que se supone contaba con la información necesaria, la tomó, descartando otras alternativas y delirios varios.

A partir de ese momento -y antes también- es válida la crítica que hacen esos compañeros: el «kirchnerismo puro» y el peronismo que olfateaba que una mayoría de la sociedad estaba harta de la confrontación, no supieron, ni se esforzaron demasiado, por sepultar sus diferencias. Y como esas diferentes estrategias no habían sido ni refrendadas ni descartadas por una elección interna, con un ganador y un perdedor, distintos actores en el oficialismo las siguieron usando según les convenía. Pienso en Randazzo y en Aníbal, hombres formados en el PJ bonaerense de Duhalde, jugando de «kirchneristas puros»…

Tenía ganas de decirlo, pero tampoco importa tanto. El peronismo es policlasista, y predica la concertación y la armonía social desde… desde que surgió. Al mismo tiempo, la confrontación clara con los adversarios del momento que practicaron Néstor y Cristina es también una práctica muy tradicional. Piensen en Evita, o lean discursos de Perón desde la campaña de 1946 al 1° de mayo de 1974.

En resumen: Tanto la Presidente y la militancia convocada por ella y Néstor Kirchner, como el peronismo territorial representado hoy por Scioli, son dos realidades legítimas, y necesarias, de la coalición que gobernó durante 12 años. No hubo una estrategia común en la última etapa capaz de integrarlas, porque ya no había un liderazgo que expresara al conjunto, más allá del discurso.  No se sintió la necesidad de desarrollar una estrategia única, porque se creía que de todos modos se ganaba… hasta el cachetazo del 25/10. Y la reacción de la gente común que rechazaba a Macri.

En esas condiciones, debo dar la razón a esto otro de la nota de Presman «que el Frente para la Victoria-Peronismo, sostenedor del modelo de sustitución de importaciones, después de 12 años de gobierno y del consiguiente desgaste obtenga el apoyo de casi la mitad del electorado, revela su fortaleza y lozanía«.

Invito entonces a parar con la autocrítica -una adicción de la que uno no está libre, como ven- por una razón fundamental: es anticuada. Se refiere a una situación que ya no existe, y no podrá repetirse. Cristina Kirchner conserva un liderazgo muy fuerte, y muy emocional, en gran parte de la militancia del peronismo, y también despierta confianza -una cualidad rara en la política- en sectores del Frente para la Victoria que tienen grandes reservas con el peronismo (y que son aliados necesarios si queremos volver al gobierno. En la derecha ya está el PRO para sumar). Pero ya no será la Presidente, ni tendrá los recursos del Estado nacional a partir del 10/12. La política la tendrá que hacer desde ella. Y no tendrá margen para equivocaciones.

En otro nivel, esta campaña ha servido para que Daniel Scioli se transformara en el referente del rechazo a Macri, más allá del peronismo y de sus aliados. Puede jugar ante el nuevo gobierno el rol de Cafiero frente a Alfonsín, con mejores herramientas que Sergio Massa… si sabe usarlas. (Además, descubrimos un cuadro valioso: Karina Rabolini). Ya no será el gobernador de Buenos Aires, ni el «candidato natural» a nada.

En realidad, no habrá «candidatos naturales» en la próxima. Quiénes ganen las pujas internas definirán mucho más que las candidaturas legislativas de 2017: el perfil futuro del peronismo.


Algunos títulos del 51 %

noviembre 29, 2015

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Estos son algunas noticias que encontré esta noche en las páginas de los diarios locales. Como toda selección, tiene un sesgo. Como la hice yo, está vinculado a lo que dije en mis recientes posteos sobre la situación del (nuevo) oficialismo y la (nueva) oposición.

La vicepresidenta de la Corte Suprema, Elena Highton de Nolasco, dijo que los cargos que ocupan la Procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, la Defensora General, Stella Maris Martínez, los miembros de la Corte y todos los cargos del sistema judicial «son vitalicios». «La única manera de dejarlos es a través de un juicio político». Y calificó de «muy buena» la designación de Germán Garavano como ministro de Justicia del próximo gobierno.

Transición: Rogelio Frigerio confirmó que se reunirá con Florencio Randazzo

Aranguren: «Fue una buena reunión con Kicillof»

El futuro ministro de Agricultura y ex dirigente de CRA, Ricardo Buryaile, anunció que las retenciones a la exportación de soja pasarán del 35 al 30 %

Repito: es una selección personal de cuatro títulos. Cualquiere puede hacer otra muy distinta. Pero esta no es tan arbitraria, eh. Hay pocas noticias internacionales, muchos menos títulos sobre delitos violentos, no aparece nada nuevo de Niembro o de Boudou…


La autocrítica de los otros

noviembre 28, 2015

musetta y mimí

En estos días se pueden encontrar en blogs de sesgo K algunos textos donde se hacen lúcidas o angustiadas reflexiones sobre lo que se hizo mal. En la campaña, en los últimos cuatro años, en… Vale la pena leerlos (he subido al blog un par de ellos y hoy aparecieron más). Son muy preferibles, como reacción humana y para el aprendizaje político, a las protestas rencorosas contra un electorado que en un 51 y pico % no entendió la maravilloso que es el gobierno actual.

Igual, tengo algunas reservas sobre el asunto, que pienso desarrollar más tarde o mañana. Ahora, para equilibrar un poco el asunto, quiero copiar un posteo del blog de Luis Pico Estrada, al que se puede incluir en el antikirchnerismo elegante. El autor es Carlos Fara, uno de los encuestadores serios, que colaboró con la campaña de Sergio Massa, y que estaba convencido -él mismo lo señala- que la sociedad argentina se había decidido por el «cambio» -definido como cerrar la experiencia kirchnerista- bastante antes que empezara la campaña electoral.

Lo que Fara advierte aquí es que ese «cambio» no será tan terminante como el antikirchnerismo quería y, después del 22/11, espera.

«La mayoría quería el cambio desde hace al menos 3 años, cuando luego de los primeros meses del segundo mandato de CFK el electorado tomó nota de que la cosa no iba para el lado deseado. Por lo tanto, las campañas electorales opositoras debían responder a dos preguntas: 1) ¿cuánto cambio se deseaba? Y 2) ¿quién garantizaba mejor ese cambio?

Quizá fue un lapsus, o la expresión de una gran coincidencia nacional, el domingo a la noche la propia Gabriela Michetti -flamante vicepresidente electa- usó casi textual una frase clave que enarbolaba Scioli en su campaña: “construir sobre lo construido”.

Obviamente la campaña de Macri tuvo muchos aciertos, pero uno fundamental fue haberse corrido de ser el cambio profundo, radical, hacia un cambio moderado, lugar originalmente ocupado por Sergio Massa. Ese proceso -como corresponde estratégicamente- no fue realizado de un día para el otro, y como manotazo de ahogado. Esa mutación comenzó en el segundo semestre de 2014, y se vio claramente reflejado en la comunicación del gobierno de la CABA. El slogan “En todo estas vos” no es más que una variación del “Con todos los argentinos siempre” que viene usando la ANSES desde hace varios años.

Nuestros diagnósticos desde 2012 indicaban que la demanda mayoritaria era que hubiese una etapa post kirchnerista, y no anti kirchnerista. Eso fue correctamente leído por la conducción del PRO, tratando de mostrar al Macri más cercano posible. Ese objetivo fue logrado, al menos en parte. Porque si el recuento definitivo confirma la exigua diferencia del 2,8 % está claro que los miedos previos al balotaje, o los generados por la campaña de Scioli, no se desarmaron lo suficiente.

La opinión pública no son los resultados electorales y viceversa. Son dos registros distintos que muchas veces tienen claras superposiciones, pero no son lo mismo. Algo así como el mapa y el territorio respectivamente. Solo que esta época de virtualidades y “amor líquido” -Bauman dixit- ambos son importantes y “reales”. O algo así como: con el mapa se navega cotidianamente y con el territorio se concretiza el proceso de acumulación de poder.

Lo cierto es que era una lectura errónea pensar que la continuidad era sólo el 37 % (que obtuvo Scioli en la primera vuelta) y el 63 % restante era el cambio. Sobre todo en este año electoral tan atípico en donde se desorientan las encuestas pre electorales y los mismos bocas de urna. Es porque el mapa y el territorio tuvieron fuertes desfasajes.

2,8 significa que había más continuidad (o temor al cambio) de lo imaginado, y menos seguridad de cambio. Es decir: post kirchnerismo, construir sobre lo construido, continuidad con cambio, o cambio con continuidad. O “mezcla rara de Museta y de Mimí”.


Tratando de ver lo que viene, en el peronismo

noviembre 28, 2015

bruja-con-bola-de-cristal

El jueves pasado empecé a «tratar de ver lo que viene» en el escenario político argentino en los próximos meses. En un nivel muy elemental, por supuesto. La bola de cristal sólo está en la imagen de arriba. La primera parte la dediqué, claro, al gobierno que empieza la otra semana. Quise ponerle onda, porque a los argentinos no nos conviene un fracaso; ya tuvimos demasiados.

(Tampoco, reconozcamos, a los peronistas, como proyecto político, nos conviene que le vaya muy bien. Pero eso no significa que seamos los beneficiarios de un derrumbe. Después de uno grande -como el del «proceso» ´76/83, de la hiper de Alfonsín, de la debacle de la Alianza- no vuelve lo que estaba antes de esa etapa).

Igual, no depende de las intenciones. Puse el enfoque en la economía, porque es, entiendo, el punto decisivo en el corto plazo. El dogmatismo de las declaraciones previas a la elección de sus economistas, y, sobre todo, la incapacidad que demostró la entonces Oposición para coordinar un proyecto económico coherente cuando consiguió la iniciativa política, en 2008, y luego la mayoría parlamentaria, en 2009, son malos presagios. No hablo del nivel de ingresos de las mayorías, ni de las prestaciones sociales; estoy pensando en el control de las variables de la economía ¿Conseguirá el Mauricio y su equipo superar el desafío? Como digo a menudo en el blog «El que viva lo verá».

Si comienzo mis pronósticos sobre el peronismo hablando del futuro gobierno, es porque es un dato fundamental para saber qué hará. Como proyecto político, no tiene ni la vocación, ni los cuadros, ni el apoyo social para un rol de oposición testimonial. En su naturaleza está el tratar de volver al gobierno, apoyado en el voto de la mayoría, y, mientras no lo consiga, tratar de influir en el manejo del Estado, a través de la negociación y de las presiones políticas y sindicales, para defender los intereses de los sectores de la sociedad que se expresan a través de él.

Entonces, la incertidumbre sobre cómo se va a manejar una gestión que expresa intereses, actitudes y discursos ya conocidos, pero que está encabezada por un equipo nuevo en la política nacional, hace que la primera, por lejos, fuerza opositora deba mantenerse preparada para cualquier coyuntura. Si le va mal de entrada, el gobierno recurrirá al peronismo. Si le va bien de entrada, operará sobre el peronismo.

En mi opinión, sus principales dirigentes se están manejando con una coherencia que no mostraron después del sacudón que recibieron en la primera vuelta electoral, el 25/10. La Presidente, Cristina Kirchner, referente indudable del peronismo en su etapa kirchnerista -la de los últimos doce años- y de sus aliados en el Frente para la Victoria, se muestra firme y severa en su actitud en la transición, que es lo que la militancia quiere.

Daniel Scioli, referente aceptado del peronismo territorial, brinda la imagen de un diálogo civilizado y amable, que es lo que los gobernadores e intendentes necesitan. Y ambos se muestran unidos, que es el imperioso requerimiento del peronismo en estos momentos.

Porque el PJ/FpV gobierna 15 de las 23 provincias, conserva la primera minoría en Diputados y la mayoría en el Senado, en tanto se mantenga unido. Lo mismo vale para sus bloques legislativos en los 24 distritos. Seguramente tendrá la hegemonía en la CGT, si el gremialismo se unifica. Si el peronismo se divide, la fuerza y la capacidad de negociación de cada sector, más que disminuir, se desinflará.

Igual, ésta es una solución para esta circunstancia, y sólo sirve para ella. El Jano peronista, con un rostro de la «confrontación» y otro del «diálogo», no ganó la elección presidencial. Algunos compañeros consideran que fracasamos porque Scioli no se impuso claramente como Jefe. Otros creen que el error fue llevarlo de candidato, en lugar de un «kirchnerista puro». Y se preparan para una resistencia sin compromisos (digital, claro).

Nuevamente, en mi modesta opinión, ambos lados están, no necesariamente equivocados: desubicados.

Entiéndase: me parece inevitable una reorganización, y resignificación, profunda del peronismo. La hubo después de cada una de las previas derrotas incruentas que hubo desde la recuperación de la democracia: 1983, 1999: la Renovación, el kirchnerismo. Y no hablemos de las anteriores, muy cruentas: el peronismo, hasta como vivencia humana, después de 1955 fue muy distinto del de los 10 años fundacionales. Y la terrible experiencia del «Proceso» cambió al peronismo y a la política argentina definitivamente.

Pero las líneas divisorias no serán las de la discusión interna del año anterior y éste. Que se resolvió, por encima de esa discusión, cuando Cristina Kirchner decidió aceptar la candidatura presidencial de Daniel Scioli. Ésta vez no habrá nada «encima», y el objetivo no será conservar el gobierno, sino decidir qué candidatos, y qué estrategias serán los válidos para vencer en las elecciones legislativas del 2017. Para lo que deberán acertar con  lo que la sociedad argentina reclame entonces.

En particular, claro, la madre de todas las batallas, la provincia de Buenos Aires, con el 38 % del electorado. Si un hombre o mujer del peronismo triunfa allí, en algo más de un año y medio, el futuro político de esta fuerza habrá avanzado decisivamente en su definición. Si no… probablemente deba olvidarse de volver en el 2019.

Se viene una interna peronista interesante, me parece.


Música para este fin de semana largo – Carlos Di Sarli

noviembre 27, 2015

Hoy todavía llueve en Buenos Aires. Y la tormenta seguirá, parece, más al norte. Un buen momento para subir este álbum del gran Carlos Di Sarli. Empieza con Nada, en la voz de Alberto Podestá y sigue con otros tangazos.


Los votos y las redes sociales

noviembre 27, 2015

EL-RUMOR-LA-MASCARA

Esta fue una anécdota menor. Un par de anécdotas menores, tal vez. Pero me interesé por razones profesionales, y creo que nos dice algo de cómo funcionan las redes sociales -un dato importante en el mundo actual; fíjense en las tácticas de los candidatos exitosos y del Estado Islámico, si no-, y también sobre las actitudes de los argentinos politizados.

Al comienzo de la semana, circulaba en Twitter y Facebook una nueva leyenda urbana: Macri no había ganado la 2° vuelta, el domingo pasado, por el 2,8 % que se vio en la página de la Dirección Nacional Electoral. No. «En realidad» había ganado por un 12 o 13 %, pero la Presidente negoció con él que aceptara que el margen era mucho menor, a cambio de una transición ordenada y una garantía de gobernabilidad (¿!?).

¿Increíble? Cualquier cosa puede ser creída por los que quieren creerla. Y los que pocos meses o semanas atrás decían -convencidos- que el peronismo/kirchnerismo no podía ser derrotado porque los votos de los pobres estaban encadenados por planes sociales y subsidios, después del 25/10 y el 22/11 no podían tolerar que prácticamente la mitad de los argentinos hubieran votado por la continuidad de ese régimen insoportable. La versión tuvo una importante repercusión en las redes sociales.

Fuera de Twitter, donde cualquier cosa puede decirse y se dice, y de las páginas de Facebook de los termocéfalos -que son muchos- el asunto era presentado en forma más sutil, y alevosa. «Se dice que…»; nadie se hace responsable pero la duda queda… en los que prefieren dudar de lo que no les gusta aceptar. Recuerdo que la usó un comentarista en este blog.

La cosa no termina aquí. Un día después, aproximadamente, un tuitero ignoto -desconocido en el ámbito y con pocos seguidores- empezó a «tuitear» la versión opuesta: «En realidad» el ganador de la elección era Daniel Scioli! El escrutinio definitivo había descubierto irregularidades en Córdoba y otras provincias, que alcanzaban y sobraban para dar vuelta el resultado.

En este caso, el lanzamiento fue más deliberado: se sucedían los tuits con detalles: se daban números «definitivos» de las provincias (inventados); se anunciaba una conferencia de prensa; se acusaba al Director Nacional Electoral,  Alejandro Tullio, de haberse ido a dormir la siesta en lugar de revelar los datos…

En este caso, fueron peronistas y antimacristas de corazón ardiente los que contribuyeron a la divulgación. Un amigo llegó a llamarme ¡desde la sede del PJ Nacional! si sabía de algo sobre el tema…

Es cierto que perder por el 2,8 % no es habitual en nuestros usos electorales. Un intendente, de cualquier partido o distrito, que aceptara haber perdido por ese porcentaje sin impugnar no podría seguir en política hasta no hace mucho. Pero los tiempos y la sociedad cambian. Y más allá de la subjetividad de Scioli, Macri, Cristina ¿alguien puede creer en serio que los que esperan ser ministros o altos funcionarios aceptarían alegremente una derrota de la que no estuvieran seguros?

Lo cierto es que la Cámara Nacional Electoral tuvo que dar un comunicado diciendo que el recuento «se desarrolla con total normalidad y sin variaciones significativas«. Y Alejandro Tullio @atullio lanzó una veintena de tuits dando explicaciones sobre los 24 escrutinios distintos que se están llevando a cabo.

En principio uno tiende a pensar que esta segunda versión fue lanzada por un K. Twitter está colonizada por operadores políticos, y me consta que tuiteros «del palo» estaban furiosos por el transitorio éxito de la 1° versión.

Pero… de acuerdo a mi información -alguno entre ustedes podrá confirmarla o desmentirla- el primero que la tomó de este tuitero desconocido y la reprodujo en TV fue Mauro Viale. Y en el medio se dice que el periodista conocido que primero cita un bolazo, hay altas probabilidades que sea el autor. Como decía Don Vito Corleone a su hijo Michael «El primero que te venga a proponer una reunión para arreglar, ése es el traidor«.


«A media luz los dos (en Olivos)»

noviembre 26, 2015

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Les debo la segunda parte de Tratando de ver lo que viene (ahora, en el peronismo). Pero esta nota de Ignacio Zuleta, un periodista astuto y veterano, que ha sobrevivido a un montón de gobiernos, me pareció demasiado reveladora de un lado del asunto para dejarla pasar. La copio, la dejo programada porque voy a una reunión en el PJ Capital, y la recomiendo:

«Tenemos que hablar de la transición», propuso el visitante. «Mauricio, la transición está establecida en la Constitución y hay que regirse por el procedimiento que se indica ahí. Tiene que hacerse en el ámbito del Congreso. No podemos cambiar lo que indica la Constitución», le respondió la Presidente. Este comienzo del diálogo corto que tuvieron en la noche del martes Cristina de Kirchner y Mauricio Macri marcó el tono del resto de una cita que el nuevo presidente calificó minutos después de inútil y que no tuvo ninguna utilidad.

El tono le hizo decidir a Macri no comunicar ese día los detalles que relató ayer la Presidente a varios de los muchos visitantes que pasaron por Olivos, desde los diputados del bloque oficialista casi completo (con alguna ausencia notable, como la de Carlos Kunkel) a los gobernadores Jorge Capitanich y Gildo Insfrán. Si él, que se sintió agraviado por el trato, se convertía en el comunicador del hecho hubiera ampliado el menoscabo de la investidura que todavía no asumió.

El diálogo siguió con un comentario sobre las fechas de la transición. «Es el 9 de diciembre y desde el 10 te hacés cargo de todo». Macri disparó, rudo, una cuestión odiosa: «Estoy pensando en la remoción de dos funcionarios, Alejandro Vanoli en el Central y de Sabatella en el AFSCA». «Mauricio -le respondió- eso se hace de dos maneras, o por renuncia o por remoción. Cuando me vaya voy a dejarte las renuncias de todos los ministros. Si ellos renuncian, será así. Pero ellos están designados por normas que hay que respetar, y si hay remoción, tiene que seguirse un procedimiento».

Según el relato que escucharon varios ayer, Cristina dice haberlo notado a Macri «nervioso, angustiado». «Es por la responsabilidad que le toca…», dice ella haber imaginado para explicar ese ánimo. «Con decir que estaba desorientado al salir, no sabía por dónde ir, fue a una puerta que no corresponde y tuvo que volver y salir del túnel». Lo dijo ante los diputados con un aire gracioso que levantó algunas risas, algo que no suena mucho en estas horas en Olivos.

Para amortiguar ese ánimo, Cristina redobló: «Pero créanme, fue una reunión tranquila, amable, aunque repito, lo vi muy tenso. Lo entiendo. No saben lo que es estar acá…».

En esa reunión no salió el nombre de Lino Barañao, que recién ayer por la mañana apareció en la agenda de Olivos, cuando habló con la Presidente de una oferta de Macri para que siguiera en el Ministerio de Ciencia. «Si querés aceptá, porque es reconocer que la ciencia es una política de Estado. Pero tenés que poner tres condiciones, que te van a respetar al equipo, que vas a tener la misma libertad que has tenido con nosotros y que le van a respetar el presupuesto que está aprobado».

Apenas escuchó esta respuesta Barañao se apresuró a comunicarse con Macri con el sí. La decisión prolonga una tradición criolla: la corporación científica la integran profesionales con estabilidad laboral que se autogobiernan y van adaptando su piel a los gobiernos que pasan. Su universo es complejo y hermético -como el de los militares y los curas- que es incomprensible para quienes lo miran desde afuera.

Cristina habló horas y horas ayer en Olivos. Lo más interesante lo charló a solas con Capitanich e Insfran, bastoneros de un plan de captura del Partido Justicialista cuya legalidad está floja y debe estabilizarse cuanto antes. En estas horas su apoderado Jorge Landau será notificado de un fallo de la Cámara Nacional Electoral que pone como límite para la normalización del partido el 30 de junio. Esa decisión, aprobada por los jueces hace más de un mes, se demoró en la firma en la intención de no perturbar el proceso electoral. Es un expediente que inició Eduardo Duhalde antes de las PASO que cuestiona la legalidad de la actual conducción de Eduardo Fellner. Ese fallo le da algo de razón a Duhalde y ordena que antes de esa fecha haya elecciones internas.

La reunión de ayer despejó una incógnita: si Eduardo Fellner, perdedor en Jujuy, renunciará a la conducción. No lo hará y seguirá a cargo del proceso de normalización. «¿Vas a ser candidata a presidir el partido?», le preguntaron. «¡Nooooo! -se rio Cristina- Ni ahí… Ya saben que soy muy reacia a presidir ese tipo de organizaciones. Ocúpense ustedes de eso…». Pero continuó el repaso de la situación de los distritos como si fuera a postularse. De candidaturas tampoco habló, algo que esperaban tanto los gobernadores como los legisladores que estuvieron ayer, que ya están en conocimiento del armado que ensaya el peronismo bonaerense para lanzar en marzo la candidatura de Daniel Scioli para el Senado de Buenos Aires en 2017.

Se interesó también en la propuesta de Capitanich de avanzar después de junio en una reforma de la carta orgánica del partido para «federalizar» la conducción. El proyecto que se analizó ayer en Olivos consiste en asignar congresales por distritos pero no en función de la población como hoy, sino mediante una fórmula que le ponga a ese reparto un límite a los distritos grandes y una ponderación en más a los distritos chicos. Es para que la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, y otros grandes distritos no sean los que controlen el partido. Una señal para el plan Scioli de promover su regreso con el acorazado bonaerense, del cual siempre han tenido recelos el resto de las provincias y explica el karma de los gobernadores de Buenos Aires que nunca llegan a la Casa Rosada.

Para quienes aman las paradojas: cuando el radicalismo intenta reformar su carta orgánica para eliminar la elección indirecta de la conducción mediante delegados al Comité nacional, para federalizar el partido, los peronistas buscan lo mismo por el camino contrario, la elección indirecta«.


Tratando de ver lo que viene

noviembre 26, 2015

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Habiendo publicado muchas reflexiones, propias y ajenas, sobre la campaña, la primera vuelta y el balotaje, me siento impulsado a decir algo sobre el resultado de todo eso: el escenario político local en los próximos meses. Serán sólo observaciones cortas, y no doy garantías, eh. Como señaló un gran científico «Hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro«.

El actor principal de ese futuro cercano, necesariamente, es el gobierno que estará en funciones a partir del 10 de diciembre. El hecho político del día es el anuncio de su gabinete, pero no voy a extenderme sobre él. Los antecedentes y anécdotas aparecerán en todos los medios. Además, creo, con el debido respeto, que no es un factor decisivo.

Reconozco que incorpora aportes sorprendentes, desde Lino Barañao, que condujo un sector técnico clave de la gestión kirchnerista, hasta alguien, Patricia Bullrich, que viene de la JP pos setentista -¿no es así, compañero Dante Gullo?- y que, pasando por el gabinete de Grosso y del de la Alianza, hoy ella y su partido actual, Unión por Todos, es mirada con simpatía por muchos militares retirados. Como futura ministra de Seguridad, me deja pensativo, pero, insisto, no determina el carácter de la gestión.

Porque el gabinete, y su jefe, Marcos Peña, son en su mayoría un equipo macrista, similar al que condujo durante 8 años el gobierno de la ciudad («similar», porque los que no formaban parte de él, son por origen social, formación y/o antecedentes empresarios de ese molde). Y con un estilo diferente, un poco menos radial, ese equipo se manejó en forma tan vertical como el de Cristina Kirchner.

Uno puede tener una mala opinión de la gestión Macri en la ciudad -yo la tengo, sobre la mayor parte de las áreas- pero la que me despierta más preocupación es aquella en la que un gobierno de una ciudad, por rica y poblada que sea, no brinda experiencia: el manejo de la economía de un país.

Entonces, uno debe mirar a la ideología que expusieron en público en muchas oportunidades Mauricio Macri y los hombres que ha elegido para el área económica. Y a los intereses que apoyaron desde el comienzo su proyecto. Proclaman la libertad -de empresa, es decir, de los empresarios- con la misma convicción que un apparatchik soviético planteaba el manejo centralizado de la economía.

Es inevitable acordarse del gabinete del presidente De la Rúa, también lleno de curricula con doctorados y masters. Pero la situación es muy distinta: no existen el corsé de la Convertibilidad ni el endeudamiento externo creciendo en progresión geométrica que llevaron a la catástrofe de 2001.

¿Vencerá el realismo? Hay señales que indican que es posible: Prat Gay habla de «levantar el cepo lo antes posible«. Cabrera anuncia que «Ahora 12» y «Precios Cuidados» seguirán por «al menos seis meses» (se convalidaría el salto inflacionario de esta semana, claro).

Aparentemente, la apuesta puede ser a que, con devaluación y rebaja de retenciones, los productores rurales vayan vendiendo los granos y eso proporcionará los dólares que necesitan.

Como les anticipé, estoy haciendo una especulación superficial, sobre una coyuntura que determina el futuro inmediato. Si el gobierno de Macri pierde el control de las variables de la economía, su deterioro será indetenible, aunque perdure. Y si bien no creo que su sesgo sea favorable a las mayorías, ni al país en su conjunto, prefiero que no «choque el barco».

Algunos compañeros vuelcan su bronca imaginando a Macri, como De la Rúa, alejándose en un helicóptero. Olvidan que los pueblos no pueden subirse a él; tienen que quedarse y aguantar.

Como sea, aún un oficialismo que logre un mínimo de estabilidad, no es el único actor político a tomar en cuenta. Hay otros, de los que el peronismo y sus aliados son, de lejos, el más importante, en potencia.

Sobre eso voy a hablar en la continuación del posteo.

(Continuará)


Una hoja de ruta para Mauricio Macri

noviembre 25, 2015

laberinto

Hace algo más de 24 horas subí un par de reflexiones agudas de blogueros kirchneristas -Gerardo Fernández, Mendieta- sobre el resultado electoral. Y agregué alguna observación mía, ampliando mi posteo de la madrugada del escrutinio. Ahora ya hay en la blogosfera todo un abanico de enfoques, y mucho desahogo.

Y, creo, el tema ya está quedando… anticuado. Ahora la atención política se vuelca a los nuevos ministros y las declaraciones del presidente electo (todavía me resulta raro llamarlo así). Volveremos, seguro, a analizar cuidadosamente los números del 9/8, del 25/10 y de este cercano 22, y los de las provincias, cuando empecemos a pensar en la próxima batalla electoral. Que, conociendo a mis compatriotas, será muy pronto.

A pesar de eso, quiero acercarles la que me pareció más interesante de las notas (las que leí) publicadas en los medios gráficos el día siguiente a la elección. Entre la euforia (más o menos disimulada) de los nuevos oficialistas y la amargura (reprimida) de los nuevos opositores, no daba para análisis inteligentes.

Andrés Malamud es uno de los politólogos más conocidos, y analiza con realismo la política argentina. Ahí hablaba ya de cuatro desafíos que va a enfrentar Macri. Les aclaro que no veo el mismo escenario que él, y prefiero esperar más hechos para empezar a dibujarlo. Es que no soy un politólogo, apenas si un político (retirado). Igual, me resultó útil su mirada.

«Más de medio país celebra hoy; el mañana promete menos. Mauricio Macri llega al gobierno con el 53% de los votos, pero Cambiemos alineará el 35% de los diputados, el 25% de los senadores y el 20% de los gobernadores. La grieta es menos profunda pero más ancha que antes.

Es inapropiado aguar la fiesta de los vencedores; también lo sería ignorar sus desafíos. El nuevo presidente enfrentará cuatro, y de los grandes: el enfriamiento de la economía global, los desequilibrios de la economía nacional, la obstrucción opositora y la inexperiencia propia. De ellos, sólo el segundo es responsabilidad del actual gobierno.

El mundo no se nos cae encima, como exageran algunos, pero tampoco ayuda. China crece menos y Europa se desintegra más. En la región, la economía de Brasil se achica 3% y la inflación se agranda 10%. Dilma está agarrada con alfileres y Maduro con bayonetas. En Chile, el congreso bloquea los proyectos de reforma de Bachelet. El boom de las commodities se terminó y América del Sur lo va a pagar con pobres y protestas. Hace falta una brújula que la ideología no provee: entre los pocos casos exitosos están la izquierdista Bolivia y la conservadora Colombia. Sobre economía argentina ya escribirá alguien que sepa.

Pero sus consecuencias políticas importan por dos incógnitas: si el presidente podrá aprobar sus reformas en el Congreso y si la calle le permitirá implementarlas. Esto nos lleva al tercer desafío: el obstruccionismo. Los latinoamericanos inventamos un artefacto de gobernabilidad: el presidencialismo de coalición. Cuando el ejecutivo no tiene mayoría parlamentaria, hace alianzas con otros partidos ofreciéndoles puestos en el gabinete. Ministros a cambio de legisladores. Así funciona Brasil, donde el Partido de los Trabajadores tiene el 16% de las bancas. Su ventaja es que los demás partidos también son chicos. Pero si un partido opositor tuviera la mayoría absoluta, no habría coalición oficialista que alcanzara.

Macri gobernará en coalición, sí; pero además necesitará dividir al peronismo y aliarse con una fracción. Hoy el país aparece quebrado entre las provincias centrales que votaron a Cambiemos y las muchas del interior donde gobierna el FPV. ¿Qué hacer? Los politólogos Belén Fernández Milmanda y Hernán Flom ofrecen una respuesta. La frontera agropecuaria, argumentan, se ha expandido notoriamente, extendiéndose más allá de la Pampa húmeda a provincias como Salta, Chaco, Santiago del Estero y Formosa. El resultado es que los intereses de estas provincias se parecen cada vez más a los de las viejas agro-productoras.

Eso modifica la naturaleza de las economías regionales y otorga injerencia política a nuevos actores. El gobierno federal gana así potenciales aliados para condicionar a los gobernadores, que a su vez controlan votos parlamentarios y movilizaciones populares. La revolución del yuyo puede haber cambiado el equilibrio político argentino.

La juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo; la inexperiencia, no necesariamente. El nuevo gobierno deberá relajar la moralina que contribuyó a su éxito electoral. La hora no requiere diálogo y consenso sino negociaciones y acuerdos, que son parecidos pero implican tratar con los malos – y hacerles ofertas odiosas y concesiones penosas. La buena política se juzga por los resultados, nunca por las intenciones. El futuro ya llegó. A partir de hoy el kirchnerismo no es el problema, pero habrá que reconocerle que propuso la solución. Fue cuando azuzó a los opositores a armar un partido y ganar las elecciones«.