
Quiero decir algo sobre lo que pasó en Bariloche en estos días, y también, explorar cómo reaccionaron algunos sectores de la sociedad argentina. Sobre todo, porque es una indicación hacia dónde estamos yendo. Primero, un resumen muy corto: En la madrugada del jueves 17, hace 8 días, un cabo de la policía provincial le disparó en la nuca a Diego Bonnefoi, de 15 años, y lo mató. Fue en el barrio Boris Furman, un complejo modesto de viviendas sociales ubicado a unas 15 cuadras del centro cívico de Bariloche. La foto de arriba muestra el momento de su entierro. Su muerte motivó la reacción de los vecinos, que atacaron la comisaría 28. La Policía reprimió: hubo otro muerto, Sergio Cárdenas, de 29 años y varios heridos. El viernes 18 se repitieron los incidentes, y nuevamente murió uno de los que protestaban, Nicolás Carrasco, de 16 años.
Un juez acusó al policía de homicidio doblemente calificado. El gobierno de Río Negro pidió que no se politizara la tragedia y decidió trasladar la comisaría 28. El domingo 20 a la noche más de mil personas marcharon por el centro de Bariloche para respaldar a la Policía, movida que se repitió el lunes con el doble de participantes.
Las reacciones que estos hechos despertaron fueron ruidosas – como era de esperar – pero algo… efímeras, en los medios y en las declaraciones de los funcionarios. La repercusión de las denuncias del diplomático Sadous, por ejemplo, sobre coimas en los negocios con Venezuela se prolonga por mucho más tiempo, tanto en los ataques de los medios opositores como en las descalificaciones del oficialismo. Fuera de la provincia de Río Negro, quienes profundizaron en el asunto fueron, individualmente, personas o entidades identificadas con el llamado «progresismo».
María Esperanza Casullo, progre de ley, hace en LaBarbarie una pregunta breve y aguda:
«Bariloche tuvo ayer no la primera, sino la segunda marcha en apoyo de la policía. En apoyo a una policía que mató, según apunta preliminarmente la evidencia, a tres personas.
Esta marcha juntó, según dice el Río Negro, más gente que la primera. Según el diario, fueron alrededor de 4000 personas. Otra demanda fue el no traslado de la comisaría; o sea, la demanda de tirar para atrás la única medida que el gobierno provincial tomó para descomprimir la situación.
Una parte importante de la ciudad está de acuerdo con una fuerza policial que decide, por si misma, a quien ejecutar sumariamente. Siempre, obviamente, que los muertos sean pobres. Hasta ahora, (22 de junio) sólo el obispo habló con la voz de las víctimas, alertando sobre la fuerte desigualdad y fragmentación de la ciudad. Digo yo, la política, ¿no tiene nada para decir?»
María Esperanza misma habló con más amplitud, en una extensa nota en Página 12, poniendo el acento en «las dos ciudades que conviven en Bariloche: el “Bajo”, turístico y de clase media, y el “Alto”, pobre e invisibilizado«. Pero allí también hizo notar «el silencio de los diarios provinciales y nacionales… incluyendo a Página/12, que trataron estas muertes de manera anecdótica o marginal. Esto habla, según creo, del default ideológico del progresismo con respecto al tema de la seguridad ciudadana, y de la urgencia de construir una agenda y un discurso progresista acerca de la demanda de seguridad y de sus políticas públicas que vaya más allá de un discurso académico que vincula pobreza con delito. Los gobiernos progresistas necesitan descubrir qué hacer con la demanda ciudadana de seguridad, para subsumir las fuerzas de seguridad al poder civil, y para bajar las tasas de delito de manera a la vez efectiva y respetuosa de los derechos humanos«.
También apareció un discurso progre-oficialista. Lo da un periodista que reside en Bariloche, Tato Contissa, y lo reproduce Ramble, lo que le garantiza pasar a ser parte del repertorio de la militancia K más incondicional (No, Artemio. No digo que Ud. sea incondicional, pero tiene cada seguidor… ) Dice en un párrafo:
«Hoy en Bariloche, Río Negro, Argentina, cuando un caso final de escisión social provocado por un diseño económico de exclusión implantado en la dictadura, alimentado por la desidia política de 27 años de gobiernos radicales de los cuales diez fueron los arrasadores años del menemismo, tiene en la ciudad la voz siniestra del grupo Clarín en el único canal de aire y todo el sistema mediático cautivo de la economía publicitaria del modelo. Más los infelices, los ventajeros, y los fascistoides que hay en cualquier sociedad que supere los cien mil habitantes» Queda claro: la culpa la tienen la dictadura militar, el menemismo, algo los radicales, y, sobre todo, el Grupo Clarín; si no fuera por ellos, los pobres, la clase media, y hasta la policía y los delincuentes se amarían como hermanos, y votarían, como es natural, al Frente para la Victoria.
Es curioso, pero la nota más cuestionadora, que apunta la responsabilidad del gobierno que ostenta la bandera de los derechos humanos, es una de Ernesto Tenembaum. Lo curioso no es que él sea el autor: trabaja en el Grupo Clarín, y todo buen kirchnerista sabe, sin que se lo diga Contissa, que es un instrumento del Mal; lo curioso es que apareció aquí, en «El Argentino«, diario oficialista si los hay. Más allá de lo que dice, hace pensar que no todo es obsecuencia en el multimedio K.
«Ha ocurrido en estos años que la policía mató a manifestantes, como en Neuquén con Carlos Fuentealba o en la estación Avellaneda, con Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Pero no había sucedido aún que la policía matara y luego volviera a matar a quienes protestaban por el primer asesinato. Las reacciones ante las muertes de Kosteki y Santillán o Fuentealba tuvieron efectos políticos perdurables. Un presidente –Eduardo Duhalde– entregó el poder antes de lo previsto, y un gobernador –Jorge Sobisch– vio terminar su carrera política.
… El gobernador de la provincia se llama Miguel Saiz, es radical K y sólo ha pedido que no se hiciera “política” con la “tragedia”. Ninguna autoridad de primera línea recibió a los familiares de las víctimas. La Defensora del Pueblo de la provincia de Río Negro, Ana Piccinini, acumula desde hace meses denuncias por violaciones a los derechos humanos por parte de la policía local, que el Poder Ejecutivo local prefirió no atender.
El episodio de Bariloche se produce en un contexto enrarecido en el cual, durante el último año y medio, ya son varias las muertes o desapariciones producidas por responsabilidad policial. Y es muy curioso –por llamarlo de una manera cuidadosa– que los poderes involucrados – el gobierno nacional, los provinciales – no dan una sola señal para poner límites a la seguidilla» Y da la lista.
Lo que no sorprende es que Luciano Chiconi – y sus comentaristas – hacen el análisis más duro y agudo aparecido en la blogosfera. Copio algunos párrafos:
«Lo que se ve es la manera tan poco gloriosa que eligió el progresismo periodístico para hacer agua por los cuatro costados frente a los temas que desde hace más o menos ¿tres años? le interesan a la sociedad: bueno, uno de esos temas era “la inseguridad”. En este blog se escribió mucho sobre el gran desafío estatal pendiente frente a todo lo que orbita alrededor de la seguridad pública (sistema judicial, penitenciario, policial), y del descalce manifiesto que hay entre lo que la dirigencia política interpreta y lo que la sociedad percibe complejamente como reclamo nudo de seguridad. Y nos cansamos de señalar la aviesa hipocresía del discurso progresista que elegía soslayar el problema bajo una frase gratificante y desoladora: “dejará de haber inseguridad cuando no haya pobreza”. Una frase anti-Estado, y a su muy particular manera, antipolítica. La frase que le deja ganar terreno al manodurismo: la frase progresista que es funcional a la derecha.
El gobierno nacional no quiere darle centralidad política al tema de la seguridad pública; prefiere seguir con las balas de salva de otro tema,uno que ya está agotado. Y lo cierto es que todo el tiempo que se pierde en no abordar la cuestión social de la inseguridad, provoca daños en un punto irreversibles. La inseguridad, y el modo en que los hechos que la reflejan se hacen carne en la sociedad (la secuela de un afano, el secuestro, el hijo muerto por el gatillo policial o del pibe chorro) suelen estallar en una diáspora social que no se ajusta a marcos ideológicos pre-establecidos, son estallidos que no entran en el confort explicativo de una taxonomía política.
Lo peor es no comprender que e, e ignorar que hay un diálogo y consenso posible en torno al tema de la inseguridad que no necesariamente desemboca en meter bala; el pueblo que reclama por seguridad no pide mano dura, pide que sobre la cuestión recaigan las decisiones políticas que hoy se retacean, y de las cuales los puntos del Acuerdo para la Seguridad Democrática son un piso de consenso, pero de ningún modo un decálogo inmodificable, sino la condición posible para expandir el debate y probar políticas. Ensayo y error. Hoy predomina el autismo»
Hasta ahora subí, abusando de los links y del «cortar y pegar», todas opiniones ubicables en el impreciso espacio de la «izquierda»: centralidad de los valores democráticos, lamento por la fragmentación social… Y, mi punto, eso es parte del problema. Frente a una situación como ésta, quienes no comparten al menos una parte importante del discurso de izquierda rara vez se pronuncian públicamente en forma articulada y compleja. Y no es de extrañar: cuando uno piensa que el dirigente más importante que ha dado el «centro derecha» en las últimas décadas es Mauricio Macri, uno recuerda con nostalgia a los hermanos Irazusta, o a Pepe Rosa. Hasta se puede extrañar a Emilio Hardoy.
Pero esto no significa que el pensamiento que no comparte los códigos de la izquierda no exista y se exprese: uno puede encontrarlo en los foros de los diarios, en los comentaristas de las radios… en esas marchas respaldando a la policía que horrorizan a los bienpensantes… de izquierda. Hasta en este blog: un comentarista vió en la foto de abajo una de las indicaciones más alarmantes para Argentina «un estado de descontrol social nunca visto”

Para los que tenemos alguna experiencia de militancia juvenil tradicional, zurda o facha, laica o libre, o simplemente peronista, la foto nos trae una sonrisa divertida. Pero no es la reacción más común. Por algo Clarín la puso en tapa. (Aclaración necesaria: Los problemas de poder y negocios de Kirchner con Magnetto son sus problemas. Pero no por eso voy a creer que Clarín no manipula).
Y no vale recurrir a tonterías del tipo «El fascista es un burgués asustado» (que asume con ternura que el buen proletario no se asusta. Caminando en el sentido de la historia, con la guía paternal y firme del camarada Stalin y el Partido Comunista ¿a qué podría temer?). Por eso, sin pretender conocimientos especiales, desde el sentido común, recomiendo pensar por separado en dos problemas distintos: el político, de escuchar y hablar a los compatriotas, y legislar; y el también político de conducir a la policía.
Sobre el primero, quiero hacerme eco de las palabras de Luciano «la sociedad no es pelotuda». La mayoría puede apreciar que las consignas de «leyes más severas», «meter bala» y «mano dura» – que han sido enarboladas y probadas en el pasado – no han funcionado. También se da cuenta, o puede intuir, las corruptelas que permiten la libertad de delincuentes (una presidente les habló de «sentencias tarifadas»), y un garantismo que consiste en asumir que si es pobre y morocho es inocente, porque los de Derecha piensan lo contrario, le suena estúpido. Y que esconde, a veces, el negocio de abogados sacapresos.
Creo que lo que la irrita profundamente es un discurso que minimiza el problema de la delincuencia, y que la inseguridad es una «sensación» que crean los medios. El temor al delito violento que puede sufrir uno mismo o un familiar es natural y lógico, y las estadísticas que muestran que es menos probable que en Río de Janeiro no son relevantes. Por eso los políticos deben tener claro que aquel discurso sólo puede ser asumido por una minoría muy ideologizada; si no se le dicen palabras sensatas, que muestren y demuestren la preocupación del gobernante, la mayoría buscará curanderos. Que en esta materia son muy peligrosos.
En cuanto al manejo de la policía… tampoco admite respuestas simples. Si el gobierno reacciona con voz mucho más alta a crímenes cometidos en el pasado por miembros de las Fuerzas Armadas que a los que cometen en el presente miembros de las fuerzas de seguridad… es porque considera que a las F.A. hoy no las necesita (una consecuencia de la hegemonía norteamericana en el hemisferio) y a la policía siempre se la necesita.
En todas las sociedades, – ya lo he dicho en este blog – la policía es la institución que controla – no elimina – los delitos que la mayoría de esa sociedad no admite, y administra las actividades ilegales que muchos de los miembros de esa sociedad buscan. El juego, la prostitución… han sido por muchísimos años actividades a las que la policía debe poner límites… y de la que algunos de sus miembros obtienen beneficios. El gravísimo problema que crean las drogas prohibidas surge de dos hechos: el daño social que provocan, mucho mayor al de los otros «vicios», y las inmensas cantidades de dinero que pone en manos de los corruptores.
Por eso el problema policial es uno de los más importantes que enfrenta el Estado moderno. En realidad, en los países donde no hay un Estado fuerte y con una moral interna alta, la policía es parte de la «inseguridad». Porque ni siquiera ofrece el monopolio del poder que era la excusa que Hobbes daba para el absolutismo. Las demostraciones las tenemos muy cerca: en Brasil, donde con una policía «brava» e impune las estadísticas criminales son peores que aquí; en México, donde con la intervención activa del Ejército, son mucho peores.
Es necesario entonces que desde la política se encare con toda seriedad, lo que significa con los recursos suficientes, aportados por el Estado Nacional, tener policías provinciales profesionalizadas, con elementos de comunicación modernos y muy bien pagadas. Y una fuerza nacional para emergencias, con personal de carrera altamente entrenado – puede ser la Gendarmería; antes, en casos conflictivos, servía poner a un militar retirado al frente de la fuerza. Ya no – con acceso a esas redes de comunicaciones, y, también, muy bien pagada. Y vigilarlas cuidadosamente, porque los fondos que maneja la corrupción son mucho mayores a los de la nómina más generosa.
No hay garantías, pienso, que este camino funcione. Eso sí, ya probamos los otros, y no. Y, de cualquier forma, así se pondrá fin por lo menos a una grave injusticia. La que se comete con el policía de a pie – que es un hombre de nuestro pueblo humilde; hay pocos egresados del Cardenal Newman en las fuerzas – que debe todos los días jugarse la vida por un sueldo de mierda, y a quien los gobiernos y sus superiores esperan se financie «por izquierda».
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