En el post anterior planteé una pregunta ¿Se sostiene el modelo? Me parece la pregunta clave en Argentina, porque la gobernabilidad en nuestro país – lo demuestra la historia reciente – depende de una mínima estabilidad en las variables económicas.
Me siento muy satisfecho, porque provocó un aluvión de comentarios, entre los cuales hay aportes de gran valor. Algunos de ellos se alejan del tema, como es habitual en los blogs, y todos discrepan entre sí. El conjunto dice mucho sobre la realidad económica y social de la Argentina. Pero… me parece que no responde a la pregunta. Tal vez me equivoqué al tomar la expresión «modelo», que – después de todo – es la que usa el gobierno.
Voy a tratar de ser más preciso en el planteo: la política económica en un período dado – no me limito al presente – puede haber sido muy mala, con consecuencias horribles para la sociedad en su conjunto. Pero el derrumbe se produce cuando deja de ser previsible.
Ejemplos: el Proceso militar del ´76 al ´83 comenzó a derrumbarse cuando los bancos empezaron a caer (¿suena familiar?), el nuevo presidente, Viola, y quienes le apoyaban encontraron insostenible el esquema de Martínez de Hoz, y su sucesor Sigaut no consiguió controlar las variables. Más cerca en el tiempo: los últimos tres años de la Convertibilidad, 1999 a 2001, después de la devaluación de Brasil, fueron una larga agonía, sólo mantenida a base del crédito externo. Pero el gobierno, y la sociedad en su conjunto, se aferraron a ella… hasta que explotó, cuando el FMI y el Secretario del Tesoro yanqui, O´Neill, decidieron no seguirla bancando.
El notorio bloguero Musgrave apunta, acertadamente, en la columna de comentarios que todas las crisis económicas argentinas – por lo menos desde 1952 ¿alguien recuerda el pan negro? – «fueron desatadas por la ausencia de dólares, el stop & go lo llaman los libros. Con los términos de intercambio a nuestro favor la cosa es muy distinta«.
Por supuesto, si lo que ingresa por nuestras exportaciones no alcanzara a cubrir lo que necesitamos importar… EduA y EM, a quienes les encanta sembrar terror en los corazones K, dicen que ya casi estamos ahí. Pero el punto no es si eso es cierto, o si el problema puede presentarse en un futuro cercano – mi opinión personal es que no. Pero no es más que una opinión.
El punto del post es que es muy diferente – en sus consecuencias – una crisis de escasez de divisas cuando se «soluciona» con crédito externo y cuando ésto no ocurre. En el primer caso tenemos ajustes – Perón, 1952 – o devaluaciones – Pinedo, 1962. En el segundo… catástrofes: La dictadura, que endeudó irresponsablemente al país para sostener la «tablita» de Martínez de Hoz. El 2° mandato de Menem, cuando los capitales afluían sin límite al país… hasta que dejaron de llegar.
Vale ahora recurrir a una muy elemental descripción de lo que se llama «esquema Ponzi», en homenaje a quien lo popularizó: «Es una operación fraudulenta de inversión, que implica el pago de exagerados beneficios. Consiste en un proceso en el que las ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas gracias al dinero aportado por nuevos inversores. El sistema sólo funciona si crece la cantidad de nuevas víctimas«.
Ahora: ¿dónde creen que un director del Centro de Estudios de Banca del Banco de Inglaterra, que además fue presidente de nuestro Banco Central, Mario Blejer, denuncia este mes que está funcionando un esquema Ponzi? En Europa. No hay sorpresa, porque ya lo han comentado en la blogosfera, y es uno de los muy pocos artículos que han sido tomados por el Financial Times y por Rebelión.
Veamos algunos párrafos: «Uno de los pilares sobre los que se basó el euro fue el principio de no bail-out, la imposibilidad de rescate financiero. Cuando la crisis de la deuda soberana golpeó la zona del euro este principio se abandonó. Llegado el momento en que Grecia, Irlanda y Portugal no pudieron pagar sus niveles insostenibles de deuda, se instituyó un mecanismo para el suministro del financiamiento necesario para el servicio de sus obligaciones. Este financiamiento fue concedido a cambio de unas medidas de aplicación que, supuestamente, harían que la carga de la deuda, ahora más alta, fuera sostenible en el futuro. Sin embargo, el método adoptado para resolver los problemas de la deuda de los países de la Europa periférica consiste, al parecer, en el aumento de su nivel de deuda. Un ejemplo de ello son los el 78.000 millones de euros prestados a Portugal. Esta suma equivale a más del 47 por ciento de su producto interno bruto de 2010, e incrementa la deuda pública de este país hasta cerca de 120 por ciento del PIB.
… ¿Es esta creciente acumulación de deuda una indicación de las inminentes suspensiónes de pagos? Probable, pero no necesariamente. Una suspensión de pagos inmediata podría producir una importante conmoción del mercado, dada la alta exposición de los bancos europeos a la deuda periférica. Por lo tanto, a los gobiernos europeos les está resultando más conveniente posponer la hora de la verdad, y seguir lanzando dinero a los países periféricos en vez de enfrentar perturbaciones financieras nacionales. En consecuencia, siempre y cuando el dinero europeo internacional (a través de la generosa financiación del Fondo Monetario Internacional) siga fluyendo, el juego puede continuar.
… Este «esquema Ponzi del sector público» es más flexible que una pirámide entre particulares. En un sistema privado, la pirámide se derrumba cuando no se pueden encontrar nuevos inversores en número suficiente dispuestos a entregar su dinero para pagar a los inversores más antiguos. Pero en una pirámide pública de este tipo, el esquema de Ponzi podría, en teoría, durar eternamente. Mientras siga financiándose con dinero público, la deuda de los países periféricos podría seguir creciendo sin límite hipotético.
Pero ¿podría, en realidad? Las limitaciones no son financieras sino políticas. Estamos comenzando a observar una oposición pública a la financiación de este esquema Ponzi… Si las condiciones políticas no la aceleran, la inevitable suspensión de pagos únicamente podrá tener lugar cuando la mayor parte de la deuda europea en dificultades se transfiera del sector privado al sector oficial. Al igual que en una pirámide, será el último titular de los «activos» quien cargue con la pérdida total. En este caso, será el contribuyente que pague la factura«.
Blejer, como buen banquero, se preocupa por quien pagará la cuenta al final. En mi caso, que sólo estuve vinculado al sistema bancario por seis años, puedo pensar también en los ciudadanos de Grecia, Irlanda, Portugal, España… que están ahora pagando la cuenta, por decisiones que no tomaron.
¿Es necesario marcar que ésta no es, no puede ser, la situación de nuestro país? Aunque la carga de la deuda pública es importante, no alcanza a amenazar la estabilidad financiera, porque una parte significativa está en moneda nacional y otra porción, no necesariamente la misma, en manos del propio Estado.
Y, si el gobierno nacional abandonara la prudencia que caracterizó en este campo su gestión y tratara de recurrir al endeudamiento externo… dudo mucho que encontrase interesados en financiar nuestros gastos corrientes. No, aunque Mme. Lagarde le hiciera avances impropios al ministro Boudou.
Tampoco es previsible la afluencia de capitales especulativos, que es el problema de nuestro vecino Brasil. Estar aislados del mercado financiero global tiene sus ventajas (Dicho sea de paso: empecé a interesarme en Lavagna como teórico, cuando en los ´90 publicó un artículo donde señalaba que el exceso de capitales causa problemas similares al de cualquier otro bien; un ejemplo más de la «enfermedad holandesa»).
Entonces, mi conclusión, a la que el más de medio centenar – hasta ahora – de comentarios recibidos no modifica, es muy simple y hasta pedestre: Es muy improbable que la gestión de este y del próximo gobierno afronte una crisis de estas características, en el que las medidas que se ve forzado a tomar para enfrentar la situación («dar confianza a los inversores» es la frase maldita) agravan los problemas estructurales.
Esto no dice nada acerca de los problemas serios en la actividad productiva y en la realidad social que pueden existir, que sin lugar a dudas van a aparecer. Menos todavía sobre la economía en negro, que Manolo Barge describe con su habitual originalidad y lucidez y que llama, razonablemente, la otra mitad de la Argentina.
Pero dice mucho sobre estrategias políticas. Es inútil – como todavía podía creer Escribano en el 2003 – apostar a un derrumbe, como el que marcó los finales de Alfonsín y De la Rúa, o, en sordina por la censura y la represión, la transición Videla-Viola-Galtieri. Quienes entretengan proyectos de poder a futuro, deberán ofrecer a la sociedad algo mejor. O la esperanza de algo mejor.