
No tomen demasiado en serio el título del posteo. Tampoco Ud., gobernador. La Esfinge sin secreto es una historia de Oscar Wilde, donde el secreto de una dama, es justamente no tener secretos. No lo veo a Daniel Scioli como un personaje de Wilde, y ciertamente no podría asegurar que no tiene secretos.
Pero ese título me vino a la cabeza cuando leí esta noche en LaPolíticaonline «Scioli ya rompió y su candidato es De Narváez«. Una nota bien escrita y bien desarrollada – Ignacio Fidanza es un buen periodista – pero yo sentí que estaba escrita en ese mundo esquemático que crean los medios masivos, de puro presente, donde el pasado y el futuro son dos textos breves que se reescriben a cada momento.
Este artículo, muy reciente, ya ha tenido impacto en la fauna política. Para tomar como ejemplo a este humilde blog, ayer subí un posteo sobre la interna peronista, y esta tarde un celoso defensor del gobierno nacional, Ricardo J.M., ya la comentó en la columna. Y hace dos horas mi amigo Pablo Lerner, militante de la Scalabrini, me la tuiteó.
Más significativo, hace pocos minutos mi amigo Artemio López consideró necesario, para tranquilizar a las huestes K, afirmar que «por afuera del Frente para la Victoria, la valía de (Daniel) Scioli es incierta como la de cualquier dirigente político, por lo cual es muy importante como figura política dentro del espacio”.
Es curioso, pero una parte importante del debate que provocó ese posteo en su columna de comentarios, versó sobre Scioli. Desde el apoyo fervoroso a la conducción de Cristina, se lo condenaba como un pésimo gobernante y alguien que daba señales confusas, hasta sospechosas de traición. Desde la defensa, igualmente ferviente, del peronismo bonaerense, se lo veía como un «interventor» ajeno al distrito, alguien que puso Néstor Kirchner para taponar, cual corcho, su efervescencia natural.
Francamente, sentí el impulso de comentar, como cuando escuché las reacciones que despertaban, años después de sus éxitos, Carlos Menem o Lilita Carrió «Parece que nadie los votó a los cosos estos«. Pero esa es una ironía superficial; debo recordarme lo que siempre advierto: La militancia es una parte muy pequeña del electorado.
No voy a polemizar con el distinguido encuestador, ni con mis otros amigos. Por todo lo que yo sé, cualquiera de ellos puede tener razón. Sólo quiere ofrecer algunas reflexiones sobre el asunto. Una continuación de ese posteo sobre la interna. Había tratado de volcarme a cuestiones de estrategia global, pero el potrero tira.
Primero: El diputado Francisco De Narváez ya alentaba públicamente una candidatura presidencial de Daniel Scioli para el 2015 en mayo de 2012. Lo ha reiterado en numerosas ocasiones; por ejemplo, en enero de este año. Es bastante conocido – se ha publicado en muchos medios – que ese es el principal obstáculo para que Mauricio Macri, que no tiene buenos candidatos para la provincia de Buenos Aires, cierre una alianza con el «colorado». Macri quisiera ser él candidato en esa fecha. O, por lo menos, le resulta incómodo llevar de candidato a quien apoya abiertamente a otro.
Por el lado del gobernador Scioli, esta relación tácita con el diputado pone un obstáculo objetivo – más allá de antipatías personales – a una eventual alianza suya con el intendente de Tigre, Sergio Massa ¿Es necesario además recordar que un hermano de Scioli, José, es colaborador muy cercano y de larga data de De Narváez?
La pregunta es, entonces, cuál es la noticia. Digamos que es muy difícil que la Presidente exclame, como el Rey Lear «Más filosa que el diente de una serpiente es la ingratitud…«.
Pero hay otra pregunta más importante, frente a esta situación – cuyas raíces no se pueden encontrar en los textos de Laclau sobre el populismo, pero, bueno, ese es un problema de Laclau – ¿Cuáles son las consecuencias?
Yo sostengo que, por ahora, muy pocas. En mi estimación, Cristina Fernández tiene otras preocupaciones más serias que ésta.
Porque los votantes que podrá sumar en octubre de este año Francisco De Narváez son definidamente anti kirchneristas. De opositores al gobierno – nacional y provincial – que no están encuadrados por la tradición radical ni por los intendentes de ese palo que no hayan arreglado con él. Ni tampoco, por supuesto, por el centro izquierda anti K. Pueden votar a un «populismo conservador» (una expresión muy imprecisa, pero no tengo otra mejor) pero nunca a un soldado de Cristina.
No son pocos, pero no veo, a hoy, que puedan disputarle la mayoría al peronismo en la provincia de Buenos Aires. Salvo que cambie mucho el humor popular, lo que no depende de las maniobras de los políticos. Además, como me decía un amigo bien informado con el que almorcé hoy, «De Narváez no es el de 2009«. No tiene la ventaja de toda figura nueva: Ya se lo conoce, y no hay espacio para ilusionarse.
En esta situación, sigo pensando que a hoy el candidato(a) de Cristina en la Provincia puede sacar ese mínimo del 45 % que la gente sabia estima que es lo que le alcanza, justo, para mostrar un claro triunfo en lo nacional frente a una oposición que inevitablemente aparecerá dividida. Un resultado no tan bueno como el de 2011 pero mucho mejor, sicológicamente, que el del 2009.
Por supuesto, todo esto es pura especulación, a casi siete meses de las elecciones nacionales (Por eso me resistía a meterme con la interna). Pero ya podemos decir, con razonable seguridad, que hay dos posibilidades que podrían poner en serio riesgo ese escenario:
Una, que el gobernador Scioli decida romper públicamente con Cristina, y apoyar en la campaña abiertamente a De Narváez. Otra, que Sergio Massa decida «ir por afuera» y se presente en las elecciones de octubre de 2013 como primer candidato de una lista opositora. Pero estoy razonablemente seguro que ninguna de las dos cosas va a ocurrir.
Antes de explicarme, quiero aclarar porqué digo que esas «posibilidades pondrían en serio riesgo» un eventual triunfo oficialista en la Provincia. No sería necesario que alguno de ellos «ganara». Simplemente, reduciría, cualquiera de los dos, el voto oficialista, que no cuenta con una ventaja aplastante según las encuestas más confiables. Y sin un triunfo claro en Buenos Aires… Capital y Córdoba prometen malos resultados para lo K; Santa Fe y Mendoza, en duda,…
Mis predicciones: Scioli no va a romper, casi con absoluta seguridad. Porque tiene pocas chances de ganar – enfrentado al oficialismo nacional – en 2013, y ninguna en 2015. Mientras que como está ahora tiene… posibilidades. Porque Scioli no pretende ser, nunca lo pretendió, el que derrote al kirchnerismo; su estrategia, consciente o no (estoy seguro que lo es), es ser su heredero.
Él sabe – es bastante evidente – que no va a ser el delfín de Cristina. Pero cree que – si el gobierno K se deteriora y pierde apoyo popular – puede ser el mejor candidato presidencial para el peronismo, aún para el que se identifica como kirchnerista, porque sería, pienso que piensa, el que puede ganar. Es un razonamiento que puede entender el «peronismo realmente existente». Bah, todo el que se dedique en serio a la política, no aquellos cuya máxima aspiración es un carguito de diputado.
La situación de Massa es distinta; es un hombre más joven, y no lo conozco lo bastante para predecir su conducta. Pero la racionalidad política indica que no va a salir este año a pelear personalmente (A pesar que mis amigos massistas juran que sí. Pero ahí escucho la pasión de la interna bonaerense, que es un viaje de ida).
Porque este año no se gana ni pierde – salvo para quien quiera ganar o negar diputados – excepto victorias sicológicas. Que son importantes, pero en dos años se deterioran. Al que gane la elección de diputados en Buenos Aires de este año, eso no lo convierte automáticamente en candidato a presidente o a gobernador en 2015.
Y las probabilidades son muy claras que el candidato que salga del peronismo a enfrentar al oficialismo nacional, Massa o Mongo Aurelio (la imprescindible cita de Perón) no gane. Podrá restarle votos al candidato de Cristina, ciertamente, pero la mayoría de sus votantes los disputará con, justamente, De Narváez, la alianza radical-socialista, otras opciones menores.
Y el intendente de Tigre tiene excelente imagen pública – excepto en la militancia K, que no es decisivo – y puede ser muy bueno en campaña. Pero hasta ahora su discurso gira sobre su gestión municipal y, tácitamente, no ser alguien «conflictivo». Buenas cualidades para muchos votantes, pero no alcanzan para construir un liderazgo. Como me decía un massista reflexivo «Hasta ahora, Sergio tiene el discurso de Scioli, mejor articulado. Necesita empezar a decir algo más». No creo que lo haga en este 2013.
Esto que escribí hasta ahora, acertado o equivocado, son las especulaciones típicas de las internas. Muchos de ustedes las conocen. De todos modos, son necesarias. Pero, aunque sea para evitar encerrarme en ellas, quiero decirles que debemos pensar, también, en los caminos y las construcciones necesarias para que las … direcciones positivas que ha trazado la experiencia kirchnerista, la prioridad por la defensa del empleo, el privilegio, modesto pero real, otorgado a cubrir las necesidades de los sectores más desprotegidos – la extensión casi universal de la jubilación es la muestra más elocuente -, la vocación industrialista y por el desarrollo tecnológico, la decisión por la unidad latinoamericana, … se mantengan en pie más allá de los avatares de las internas y de las elecciones. Donde se gana y se pierde.
Podrán decirme que el gobierno K las ejecuta mal. Y en muchos casos les daré la razón. Pero no veo otra opción que, siquiera, las encare en serio. Eso es lo preocupante.
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