Hace pocas entradas «interpelé» (Ezequiel Meler me regaló el concepto) a los blogueros K porque, en el viejo chiste de Fontanarrosa del malón de tres indios, el capitanejo, el de lanza y el que coreaba las consignas, muchos de ellos se conformaban con hacer el trabajo del tercer indio.
Tengo que reconocer que la oposición no estimula a grandes esfuerzos intelectuales. Los blogueros anti K – que deberían dar el ejemplo… no lo hacen. HardCore se repite, eso sí, cada vez con más indignación. Mariano T. está volcado a la tarea gremial, y hasta maruen87, que por la foto que veo en su blog es una cordobesa que corre con ventaja para convencerme de cualquier cosa, parece ver en Kirchner la fuente de todos los males, y soy lo bastante viejo para recordar que antes de 2003 algunos males había. De los medios convencionales, mejor no hablar: no siguen el pensamiento de Neustadt, sino el de la Doña Rosa a quien él se dirigía.
(Ojo: como dice Manolo, Chiche Gelblung tiene otro estilo, habla a otra Doña Rosa: habrá que observarlo).
Pero LaNación, que solía ser un diario inteligente, y los nacionales lo leíamos para estimularnos para la lucha (contra ellos), está muy estupidizado últimamente por la pelea con el Néstor. Hasta Carlos Pagni, una pluma aguda y muy bien informada, ha bajado su nivel, al verse forzado a ceñirse a un único argumento: el Kirchnerismo es el Mal, y los malos siempre pierden.
Esta … opacidad de LaNación no me parece accidental, y estoy en desacuerdo con Artemio cuando la identifica con la decadencia de Escribano. El error que éste cometió en el 2003 es – para mí – explicable. Más que como un últimatum, lo vi como una muestra de la convicción profunda que entonces tenía el establishment – y no sólo él – que las políticas de Menem eran las únicas posibles. El notorio aumento de la … ferocidad con que LN ataca a Kirchner en estas semanas me parece que tiene otra explicación. Pero en estos días estoy con un bloqueo creativo y mucha pereza, así que dejaré el análisis para más adelante.
Por ahora, recurro a un material de LN que me recordó Sergio Carrodani. Es una nota de Fernández Díaz «La hora de los no políticos», bastante citada en su momento (yo la linkeé en el blog) y que cuestionaba sobre todo a Mauricio Macri. Pero tiene algunos párrafos que les copio, porque resumen mi impresión sobre el escenario de este 2009 que se abre, y me permiten irme a tomar una cerveza.
«… Luego, por supuesto, está todo ese asunto de los personalismos. En la Argentina, todo gira en torno de tres o cuatro dirigentes que lucen bien en los programas del cable, que suelen ser bastante autoritarios dentro de sus propios partidos y que no saben adónde van. Quiero decir, parecen poseer grandes convicciones y son buenos «tribuneros» (no deberían quejarse tanto del atril, porque ellos lo llevan incorporado), pero carecen de paciencia y flexibilidad para armar partidos políticos consistentes, con alas izquierdas y derechas, con democracia interna y participación.
Descaradamente personalistas, un día tienen tres millones de votos y otro día no tienen nada. Poseen una extraña alergia, que les contagiaron los encuestadores y la «opinión pública» más ramplona de los contestadores automáticos de las radios, que consiste en creer que toda alianza es la Alianza, o sea, un rejunte invertebrado e incoherente que fracasa gobernando. Y también que todo pacto político es el Pacto de Olivos, es decir, un contubernio para repartir favores.
Pero hagamos nombres propios: si Carrió y Ricardo López Murphy hubieran entendido de verdad la política, habrían recreado el espacio histórico electoral de la Unión Cívica Radical. Pero como no la entienden, terminaron en esta nada insípida, inodora e incolora, oposición para la gilada televisiva, que no puede juntar porotos y que no logrará ponerle freno a la hegemonía.
La Alianza era una bolsa de voluntades dispersas y el Pacto de Olivos era un contubernio, pero el peronismo es una bolsa del mismo estilo, aunque verticalista cuando se juega en serio, y el Pacto de la Moncloa era, al fin y al cabo, un acuerdo político, aunque con buena prensa.
Algo tiene para enseñarle el oficialismo a la oposición. Para empezar, su voluntad de poder. El peronismo no tiene un puñadito de dirigentes destacados: tiene cien candidatos potables en las gateras, con ganas de comerse la cancha. No es dogmático y principista: acoge en su seno a hombres ubicados en las antípodas ideológicas, aunque dispuestos, por las buenas o por las malas, a aguardar su turno y a trabajar coordinadamente cuando la tormenta arrecia y cuando el que manda tiene claro el horizonte y buena sintonía con la mayoría electoral. Casi nadie, por cuestiones del pasado, queda fuera del colectivo, y nadie se rasga las vestiduras por hacerse amigo de un enemigo de antes, o por codearse con un dirigente que piensa el país desde la otra orilla.
El radicalismo posmoderno tuvo estómago delicado, y así lo pagó. No pudo tolerar las diferencias internas y expulsó de sus filas a los opuestos, que a su vez se transformaron en estómagos delicados incapaces de digerir las mínimas discrepancias. Y así hasta el infinito. Es decir, hasta la atomización y la anécdota. Como la izquierda argentina, una diáspora interminable y minoritaria con dirigentes inflexibles que se pelean por palabras vacías.
Sin dominar la materia, sin vocación ni visión política, sin sentido común, sin pragmatismo y sin humildad, sin capacidad para acordar lo mínimo ni para construir una idea, la oposición se juega en una comuna, es decir, en una baldosa.
Hasta Néstor Kirchner está decepcionado de la oposición. Admite, a regañadientes, que ninguna democracia exitosa económica e institucionalmente prospera con partido único y sin alternancias ni bipartidismo. Sabe que, si no evoluciona por afuera, una oposición de centroderecha surgirá tarde o temprano del propio peronismo y que sobrevendrán como siempre la crueldad, el destripamiento, la lucha sin cuartel y la amnistía y, al final, la cohesión. La guerra peronista hace temblar a los peronistas que detentan el poder, porque saben que del otro lado no hay muchachos testimoniales con la valija armada al lado de la cama, sino políticos con hambre que quieren cambiar la historia.
Sólo se cambia la historia con ese apetito insaciable, con esa pasión que un frío gerente no puede gerenciar. Tal vez ni siquiera pueda comprender …
Jueves 27 de diciembre de 2007″
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