la frivolidad sanguinaria

mayo 31, 2009

Ayer leía las declaraciones de un conocido modisto que fue asaltado este viernes: «Me hubiera gustado que la policía matara a los tres ladrones» y no sólo a uno de ellos, tal como sucedió en el tiroteo. Me hizo acordar a la sentencia de nuestra diva nacional, la Susana, cuando dijo «El que mata tiene que morir«. Y me dejó pensando.

Debo confesar algo que me deja fuera de la condición humana a los ojos de la progresía: No soy un opositor, en teoría, de la pena de muerte. Creo, los vemos en la realidad, que hay criminales que matan con sadismo y que son incorregibles: salen de la cárcel y vuelven a hacerlo. Y – contrariamente a lo que el progresismo repite como una fórmula mágica – las estadísticas demuestran que la pena de muerte tiene un efecto disuasorio: nadie que ha sido ejecutado ha vuelto a asesinar.

Pero vivo en Argentina, y sé que la pena de muerte se aplica «por izquierda». Menos que en algunos países vecinos, pero sucede.  Una prioridad importante de una política de seguridad en serio es poner límites a esto. Otra, es que las penas que impone el sistema judicial se cumplan en la realidad.  Sería mucho más útil que aumentarlas, en los papeles.

Bueno, esta es la opinión personal de alguien que no tiene responsabilidades en el área. Lo que me interesa comentar, porque esto tiene mucho que ver con la política, es la frivolidad con que piden castigos y exigen sangre gente a la que uno no se imagina luchando personalmente contra el crimen. Quiero señalar, amigos, que esta no es una característica exclusiva de figuras de la farándula semialfabetas. En realidad, ellos tienen la disculpa de haber sido atemorizados personalmente o haber perdido alguien querido, y uno los comprendería mejor su dolor y su bronca, si contuvieran sus ansias mediáticas

Porque asocié estos reclamos de sangre con algo que leí, también hace pocos días, en Clarín. Allí escribe Marcelo A. Moreno, a quien puede describirse como un clasemediero progre. A veces estoy de acuerdo con lo que dice, más a menudo no, pero lo peor que puedo acusarle es de ser un bienpensante convencional. Cuando habla de lo inmediato cotidiano, claro. Recién escribía sobre el 25 de Mayo y decía de Mariano Moreno «¡Y qué valor supremo cuando en medio de la discusión entre el partido de «negociemos» y el de la libertad, Moreno mandó a fusilar a Liniers – el más prestigioso jefe de la resistencia realista – y puso la sangre como testimonio definitivo y definitorio de que la independencia era algo mucho más sólido que un sueño, de que no había vuelta atrás

Puedo entender a Mariano Moreno cuando hace fusilar al héroe de las Invasiones Inglesas, al ídolo del pueblo de Buenos Aires. No necesito imaginarme conspiraciones masónicas. Los hombres de la Junta sabían que serían ahorcados si eran derrotados por los leales al rey: sus vidas estaban en juego. Pero Marcelo Moreno está sentado frente a su PC, sin más riesgos que una mala postura, y parece sentir un placer estético con la idea de esta pena de muerte, que muestra que la Revolución iba en serio.

No corresponde que sea demasiado duro con este columnista. El Plan Revolucionario atribuído a Mariano Moreno – autenticado en los hechos por la política de la Junta de Buenos Aires – está lleno en la única copia conocida de frases evidentemente incluídas por el copista para desprestigiarlo «procedamos como caníbales…«. Pero demasiados historiadores, especialmente los marxistas, hay que decirlo, no aceptan que se cuestione ni una línea. La Revolución será jacobina o no será, parece ser el lema. Entre la sangre y el tiempo, eligen la sangre. Si es de otros, claro.

Para que no se diga que estoy haciendo contrabando ideológico, y coloco el fardo exclusivamente a la izquierda, recuerdo ahora lo que relató el padre Castellani del almuerzo de los escritores con Videla: «Borges y Sábato, en un momento de la reunión, dijeron que el país nunca había sido purificado por ninguna guerra internacional«. Ellos lo negaron, y no hay constancia. Pero Borges, uno de los pocos genios universales que dió Argentina, también era en muchas ocasiones frívolo y trivial: No encuentro ahora la cita, pero tengo presente que el aludió, como muchos, muchos otros argentinos, a esa falta de la guerra que habría probado a Argentina. Por supuesto, eso fue antes que la viviéramos


Encelado de Saturno, en Página 12

mayo 31, 2009

Una de las razones por las que insisto en que el peronismo debe reivindicar su ala izquierda, le vaya como le vaya a Kirchner, es que nos aportan estímulo intelectual. «Conducción Política», como la «Summa Theologica», pueden ser cada una cumbres del pensamiento en sus campos respectivos, pero uno no puede pasarse toda la vida leyéndolas (lo siento, Gallego, pero es así).

Saldrá de ellos, o lo habrán absorbido de la progresía, pero en acercar las artes o la ciencia a la gente de a pie, no tienen par. Prueba de ello, es el suplemento Futuro de Página, que he citado otras veces. Esta vez trae una nota de astronomía sobre una de las lunas de Saturno, Encelado, que me hizo olvidar por un rato la campaña electoral. Si siente esa misma necesidad, entren aquí.


Benno Ohnesorg y Aramburu

mayo 29, 2009

No tengo, como Artepolítica y otros buenos blogs, un widget que me permita indicar notas en los periódicos que me parecen interesantes. A veces he tenido ganas de preguntar cómo hago para incluirlo, pero me contengo: hay demasiados cosas que despiertan mi interés, pero no quiero servirlas crudas. Siento que debo decir cómo y por qué me llegan, y no tengo tanto tiempo.

Pero a veces hago excepciones: hoy Página 12 publicó ¿Quién mató a Benno Ohnesorg? de Juan Forn, y quiero decirles que deben leerlo. Resumen muy breve: Era un estudiante de letras al que la policía mató en 1967, en Berlín, en una manifestación contra el Shah de Irán. Se convirtió en un símbolo de la revuelta juvenil y de la brutalidad policial. Dice Forn «la foto del estudiante baleado en brazos de una enfermera llegó a ser, en Alemania, el equivalente de lo que fue en el resto del mundo la foto del cadáver del Che«. Fue una de las banderas de la guerrilla urbana, la Rote Armee Fraktion.

Esta semana se descubrió que el policía que mató a Ohnesorg había sido un espía de la Stasi, la policía secreta de la Alemania comunista. Por supuesto, no se sabe, quizás nunca se sepa, si cuando mató lo hizo en cumplimiento de órdenes, o no.

Si llamo la atención a esta historia no es porque piense que en sí misma nos dice mucho de la política. En el mundo borroso de los servicios de inteligencia nadie está seguro de nada, y un viejo consejo cínico es que el se mete allí lo haga por dinero, porque si es por ideales nunca sabrá a cuáles sirve.

Lo que sí nos habla es de las sociedades, las generaciones, que están dispuestas a enarbolar banderas. Y eso sí es política. Me hizo pensar sobre una historia nuestra: la muerte de Aramburu. Sobre ella han escrito recién una novela, que no es mala. Pero recuerdo que por 1970 muchos estaban convencidos que su secuestro y asesinato surgió de una maniobra de los servicios de Onganía. Hubo un libro con esa tesis, y en la Juventud Peronista, una de las orgas, Guardia, lo afirmaba abiertamente.

Tampoco eso resultó ser una parte importante de la política. Demasiados jóvenes querían banderas heroicas y el romanticismo de la violencia estaba instalado en la sociedad. Eso fue lo que determinó la realidad política que Argentina vivió en aquellos años.

Después de todo, un viejo general había dicho que «No debería nacer un hombre que no tenga una causa noble por la que luchar«. Y esa fue, tal vez, una de sus mejores frases. Pero subí la historia del estudiante y el policía, y recordé los tiempos de los ´70 para, en el aniversario del Cordobazo, marcar que hay que elegir con cuidado y sabiduría las causas nobles y las formas de luchar por ellas.


El General (Motors) tiene quien le escriba

mayo 29, 2009

El distinguido bloguero, y biógrafo del Barón de Mauá, AyJ me invitó en el post anterior a que le dé mi opinión sobre un comentario suyo en Finanzas Públicas, supongo porque mi postura era similar a la de su autor, el del 0,33 %. Para no obligarlos a revisar 30 y pico comentarios en FP, la mayoría de liberales horrorizados, copio lo que dice AyJ, que no se horroriza fácilmente:

«Una de las causas, sino «la causa» de la caida de las empresas es el excesivo pago a los empleados en beneficios y jubilaciones vs lo que rendía la empresa, que era rígido, y que fue acordado en los 60s cuando eran boyantes. La economia cambió y por eso las que si sobreviven son las que NO los tenian, las japonesas, la Ford que si se fijan, rechazó ayuda.

Ahora, la inflexibilidad de la UAW para renegociar (no discuto la justicia del tema) los beneficios y salarios, hizo que todo se fuera al bombo, y, el gobierno lo que hace es decir pongo la plata y luego le tiro el muerto a la UAW. Ahora bien, los que hacen las cuentas dicen que si se fuera a quiebra (chapter 11)  los deudores recibirian un 30 %, es lo estadistico, si aceptan lo ofrecido por el gobierno, un 10 %.

Me suena conocida toda la historia de quien gobierna da excesivos beneficios que no pueden sacarse y luego el gobierno le da máquina a la emisión, haciendo default sobre las deudas. Como dice Manolo, nada mas peronista que eso»

Estimado AyJ, tiene un argumento. Trataré de contestarlo:

La industria automovilística yanqui trabajó muchos años con el paradigma del viejo Henry Ford. Negrero, antisindicalista, pero sus trabajadores eran también su mercado. Y si no ganaban bien, no compraban autos.

Con la globalización ese enfoque pareció quedar desactualizado. El mercado ya no son tus trabajadores, es todo el mundo. Así que los salarios son otro costo a bajar, o los obreros chinos o hindúes te dejan fuera del mercado.

Pero en este nuevo paradigma, quedan pequeñas preguntas a contestar ¿Quién va a comprar los autos? ¿Y cómo cuernos van a ganar el dinero para pagarlos? Estas preguntas empiezan, muy débilmente, a ser escuchadas, especialmente desde Agosto 2008. El mercado de 4 x 4 para brokers exitosos, por ejemplo, ha sufrido un cierto bajón.


El adiós del General

mayo 28, 2009

Motors… El del 0,33 % publica recién en Finanzas Públicas, un prolijo blog sobre economía, mirado con reserva por los ultra K, un sentido R.I.P.: «General Motors se prepara para presentar la bancarrota el 1 de Junio. Fueron durante años los número 1 del mundo hasta que llegó Toyota y barrió el mercado. En el primer trimestre habían perdido casi 6 mil millones de dólares. Un fracaso americano»

En seguida subí un comentario breve, y ahora me tiento con copiarlo en este blog (que también es mirado con prevención por los ultra K). No porque le dé más repercusión (F.P. es muy visitado) sino porque encaja en algunos comentarios que estoy haciendo sobre economía y en mi cruzada por acercarla a los tipos de a pie como uno.

Estoy de acuerdo: es un acontecimiento simbólico importante. Pero me parece que interesan más las consecuencias y el marco en que se produce. Los apologistas del capitalismo dirán (con razón) que es un éxito de manual del sistema: un productor ineficiente de autos anticuados se derrumba, y es reemplazado por competidores más eficientes. Schumpeter, más sutil, habría dicho que lo significativo es que el Estado nacional involucrado, árbitro decisivo, no lo consideró «demasiado grande» para caer.

Y eso me hace pensar en lo que quizás es la decisión política hasta ahora más importante en el marco de la Crisis: que ese Estado, U.S.A., evidentemente está considerando que los Grandes Bancos e instituciones financieras son «demasiado grandes» para dejarlos caer (con la excepción de Lehman Brothers, que parecería una de esas aventuras, como Irak, que Bush se permitía).

Como dije antes, los lazos del Partido Demócrata con Wall Street parecen seguir muy sólidos. Me pregunto si Obama, que a pesar de todo me cae simpático, no terminará pagando un precio alto por esta lealtad a las instituciones y a los hombres del sistema financiero.


Chávez, Techint y chantadas

mayo 28, 2009

Les aviso que el título debe mucho a mis ganas de jugar con el sonido, tan propio del castellano, «ch». Qué quieren? me quedó el recuerdo de una mina cantando al final de los ´60 «Me llaman Nacha  No sé por qué  Pienso en el Pocho  Recuerdo al Che«.

Pero lo que quiero plantear en este post es que la pregunta importante es Qué es una empresa argentina? . Todo lo demás es parte de la campaña electoral, que es una pelea seria con armas muy poco serias. Igual, vale la pena repasar los hechos.

Sobre la posibilidad que el gobierno argentino inicie una carrera de estatizaciones según el ejemplo chavista, se puede decir que es muy cercana a cero (A mí me gustaría que estatizara Repsol-YPF, pero tengo pocas esperanzas). «En seis años de kirchnerismo las estatizaciones importantes fueron de empresas o sectores que se privatizaron en los ´90 con muy malos resultados: Aerolíneas, Correo, Aguas y el sistema previsional. Ni una sola expropiación de empresas originariamente privadas». Esto lo dice Zlotogwiazda, que como empleado del Enemigo, esto es, el Grupo Clarín, no puede ser acusado de oficialista.

Además, como ya señalé antes, para seguir el ejemplo de Chávez es necesario contar, como él, con el respaldo sólido de unas Fuerzas Armadas politizadas. No es exactamente el caso de Kirchner.

Eso no impide que la U.I.A. salga ahora a castigar. Los empresarios argentinos tienen olfato para los flancos vulnerables en política, y no les gusta el poder que le da al gobierno el control de los fondos de la ANSES. Pero este tema merece un análisis aparte, más detenido.

Menos impide, claro, que De Narváez y LaNación salgan a decir que es un tirano comunista que está esperando el momento para mostrar sus garras. Clarín, que es más sutil, insinúa que es un boludo que se deja pasar por Lula. Vale; estamos en campaña electoral y esas son las reglas de juego que todos hemos aceptado antes, aunque sea con nuestro silencio. Artemio López, kirchnerista leal, predice que no tendrán éxito, debido al fuerte e histórico sentimiento antinorteamericano que hay en el país. Hmm… El macartismo ha sido otras veces una herramienta eficaz.

Igual, es evidente que el comandante Chávez le ha pateado los tobillos a sus aliados argentinos, como ya decía discretamente Mario Wainfeld este domingo. Como otras veces, las hipótesis conspirativas me parecen increíbles. Kirchner no podía querer sorpresas cuando las encuestas le empezaban a dar buenas noticias en la batalla inmediata que tiene entre manos, la Provincia de Buenos Aires. Parece claro que Chávez se enfrasca en su política interna y le importa poco de la reacción en otros países, aunque sean sus aliados. Igualito que Kirchner, vea.

Si se necesitara otra prueba que el líder venezolano sufre un lamentable caso de incontinencia verbal, su explicación que la promesa a Lula que a las empresas brasileñas no las estatizaría «fue una broma» da todas las necesarias. ¡¿Qué le costaba decir que nunca lo había dicho?! Si algún periodista tenía una grabación, siempre podía acusar a un imitador de la CIA… Espero que Cristina haya usado su tono más desagradable de voz con él.

No quiero decir con esto que el gobierno argentino haya manejado bien el asunto. En realidad, mostró esa persistente lentitud de reacción y dificultad para ver dos jugadas más adelante que ha caracterizado sus respuestas en los casos que no tiene la iniciativa. Y la acusación a Techint de haber depositado los fondos que obtuvo por la venta de Sidor en el exterior, aunque cierta, no fue oportuna. Dejó el flanco abierto a quienes los acusan de «blandos» (más bien, de cómplices) con Chávez. Es inevitable recordar que los que depositaron en el exterior las regalías de Santa Cruz, y lo justificaron, no son los que están en mejor posición para criticar.

Pero aquí nos acercamos a lo que entiendo es la pregunta del billón, que seguirá en pie cuando termine esta campaña electoral: ¿Qué es una empresa argentina? ¿Cómo definir a las empresas cuyos intereses legítimos en el exterior un gobierno argentino debe defender? Corresponde que diga que no tengo un cartabón impreso; sí que pienso que es la discusión más importante, y más seria, que enfrentan los que pretenden hacer política en Argentina, y en la deseada Unión de naciones de América del Sur.


Menem, el hecho maldito del país peronista

mayo 26, 2009

A veces me digo que no vale la pena tratar de hacer análisis a fondo en medio de una campaña electoral. Los politizados están enfrascados en gritarle sus consignas a la hinchada rival… y el resto no da bola. Tengo que reconocerlo: es una excusa para mis rachas de pereza intelectual. He leìdo en las ùltimas dìas entradas que son un lujo, de Manolo (of course), de Ezequiel y en Artepolítica, de Martín Rodríguez y de María Esperanza Casullo. Claro, eso me sirve como otra excusa: vale la pena que yo trate de agregar algo a lo que aportan?

Pero este fin de semana leí lo que Luciano escribió sobre Menem, y me siento obligado a dos cosas: Una, es recomendar con mucha fuerza que lo lean. Allì recorta, con un bisturí muy afilado, las pretensiones del progresismo que condena por igual a Menem y a Kirchner (y también a los intendentes del conurbano, los gobernadores de las provincias pobres,… ) desde la «política como un continuo pedido de informes».

Lo más importante y original de su enfoque es que, con coraje intelectual, deja de lado un «relato» al que aún kirchneristas sofisticados (Artemio López, por ejemplo) se aferran: el menemismo como etapa de un complot neoliberal que tiene su origen en 1976, o en 1955, o quizá en 1536, que conspira contra el modelo industrialista/socialista/keynesiano de matriz productiva e inclusión social al que la inmensa mayoría de los argentinos aspira.

En ese post Luciano enfrenta hechos que muchos peronistas, en particular de su «ala izquierda», prefieren no tomar en cuenta (aunque se prendan con entusiasmo en pegarle a los progres no perucas): que los votantes peronistas le dieron triunfos muy claros al Turco en 1989 (cuando era una figura pintoresca con patillas) y en 1995 (cuando ya había gobernado 6 años). Que la dirigencia política y sindical del peronismo, como conjunto, lo acompañó. De la misma forma que, como conjunto, acompaña a Kirchner (Un sector numeroso de militantes se fue con el Frente Grande y el Frepaso, es cierto ¿Es necesario recordar que terminaron, como conjunto, en garantes de la convertibilidad? Cabe preguntarse por el rol que les tocará a los disidentes).

La otra cosa a que me siento obligado es a agregar algunas observaciones al planteo de Luciano, que termina siendo – tal vez – demasiado benévolo con el menemismo, al considerarlo como una etapa del peronismo. Que lo fue, ciertamente, pero también debe ser analizado, sine ira et studio, diría un pedante, desde otros enfoques. Mi intención es apuntar a algunos títulos, para animar la discusión, vieron?

Un enfoque necesario es ver la experiencia que encabezaron Menem y Cavallo como la manifestación local de un fenómeno global. Este aspecto es muy obvio, por supuesto, y toda la literatura extranjera sobre el caso lo estudia así. Pero a nosotros nos lo dificulta esa convicción tan nuestra que el peronismo, y los argentinos mismos son fenómenos únicos, no comparables con ningún otra realidad. Bueno, en los ´70 Inglaterra padecía de los males que Neustadt después tomaría aquí como su tema: una base industrial anticuada, un Estado de Bienestar con problemas financieros, una economía estancada. Esto dio la oportunidad a Margaret Thatcher para poner en práctica las recetas de la Nueva Derecha, del viejo capitalismo pre Roosevelt, que Goldwater había planteado en U.S.A. diez años antes.

Por supuesto, la Revolución Conservadora de Thatcher, y la versión que Reagan puso en marcha en los ´80, eran diferentes en las Grandes Potencias que en los países que entonces se llamaban subdesarrollados. Y – elemento a tener muy en cuenta – resonaban con algunos temas básicos de la variante «anglosajona» de la cultura occidental: el individualismo, el rechazo al Estado absorbente. Eso ya hacía que las recetas aplicadas en demasiados países del resto del mundo fueran copias muy berretas del original. A menudo las comparo con el evangelio de Ayn Rand, una Nietzsche para el medio pelo.

No importa. Ese discurso, y las medidas que lo acompañaban: privatizaciones, desregulación, apertura a los flujos financieros, fueron aplicados en casi todas partes. Desde Pinochet en Chile hasta Yeltsin en la ex-Unión Soviética… ; en realidad, fue en los países que salieron del «socialismo real» que la receta fue seguida con más entusiasmo y menos salvaguardias. Allí, y en Argentina.

Vale la pena preguntarnos por qué entre nosotros la experiencia «neoliberal» tuvo un final tan diferente que la que llevó adelante Fernando Henrique Cardoso en Brasil. La frivolidad e irresponsabilidad de Menem, la frivolidad e irresponsabilidad de la mayor parte de la clase empresaria, la incompetencia del «partido militar» local que, en contraste a los generales brasileños o aún los chilenos, no supieron cumplir con su rol en su momento… son explicaciones que saltan a la mente. Sin duda tuvieron que ver con lo que pasó. Es necesario reflexionar también en el peronismo. No tanto en haber sido la fuerza política que llevó adelante las transformaciones. Ninguna otra estaba en condiciones de impulsar ese proceso, en ese momento histórico que lo hacía casi inevitable (Discuto la fantasía de la hiperinflación como un deliberado «elemento disciplinador» instrumentado por el Gran Complot Neoliberal; fueron los errores de una clase política obstinada en ignorar la economía que gatillaron el resultado de casi 40 años de hábitos inflacionarios. Pero ese es otro debate).

Lo que me parece indiscutible es el fracaso del peronismo en imponer, desde su historia y su realidad social, los límites de protección de los intereses nacionales y el empleo industrial que los empresarios y los sindicatos de San Pablo lograron imponer en Brasil. Cuando nos medimos los peronistas, debemos poner eso en la balanza. Sin olvidar, por supuesto, que el progresismo y el centro izquierda también fueron incapaces, pero, bueno, en ellos ya es casi un hábito. Cuando Duhalde, hoy un mariscal de derrotas al que se esconde, encabezó la tardía reacción al desastre que ya se vivía, ellos se ofrecieron como garantes del modelo, eso sí, sin corrupción.

También me parece interesante encarar lo que podemos llamar la supervivencia del pensamiento «neoliberal» en el mundo, y del menemismo (sin Menem, of course) en Argentina. En todas partes hay factores y circunstancias particulares – los tradicionales vínculos del Partido Demócrata con Wall Street son uno de ellos, por ejemplo. Pero hay un elemento que me parece clave, y que el pensamiento único – progre, por supuesto – tiende a minimizar. Para un sector de la sociedad, minoritario en casi todos los países pero no pequeño en ninguna parte, el experimento «neoliberal» – más allá de sus consecuencias económicas en el largo plazo – representó una liberación y una legitimación del egoísmo. El énfasis en los logros personales – aunque sea una buena escuela para los hijos o un viaje a Europa o un celular con todos los chiches – antes que los hipócritas y aburridos discursos que proponen una solidaridad (aquí otra vez  el pensamiento de Rand) para beneficio de una clase política que la instrumenta…

Al contrario de lo que opina Durán Barba, se me ocurre que son los liderazgos y referentes mediocres que hasta ahora tiene este espacio en Argentina, lo que limita su desarrollo. Pero bueno, todo esto es para empezar la discusión


la mortalidad en los blogs

mayo 26, 2009

Hace dos semanas agregué a PÁGINAS, el listado de sitios – en su mayoría, textos – que en algún momento llamaron mi atención en la Red y que quise dejarlos como mojones de un mapa mental, el blog qué es la vida (lavidaylaentropia.blogspot.com) . El post que acompañé me sirvió para contar los criterios que me guiaron en cada caso. En éste, lo principal fue el contraste con el resto: no estaba politizado y tenía un largo listado de blogs de los cuales conocía muy pocos. Además tenía una presentación visual a la vez original, llamativa y elegante. Era inteligente y bien escrito. Y, detalle que me importaba, era decididamente no K, por razones muy diferentes a las mías. Todavía está en PÁGINAS como «rechazo republicano».

Pero ya no está en Internet. Y uno se queda pensando. Los blogs son algo efímero, por su naturaleza. Pero algunos tenemos un deseo semiconsciente que aquellos donde encontramos momentos de placer o de claridad intelectual… dejen un rastro perdurable. Tal vez los identificamos con los seres humanos, que también son algo efímero, por su naturaleza. Bueno, yo – y quizá Luciano – extrañaré a Cerriwden, que podía ser psiquiatra y poeta. Y tengo que pensar en algo, no peronista, no progre y no derechoso, a poner en su lugar. Hubo hace algún tiempo una laaarga discusión en Finanzas Públicas…


otro 25 de Mayo, hace 200 años

mayo 25, 2009

Salvador Ferla en esa pequeña y descuidada obra maestra: «Historia Argentina con drama y humor«, nos dijo: (…) «Para una correcta interpretación de nuestra historia es indispensable tener presente que nuestra revolución emancipadora comenzó en Chuquisaca el 25 de Mayo de 1809. Esto nos permite superar el carácter puerto céntrico de la historiografía tradicional y comprender mejor los sucesos posteriores. Buenos Aires no adhirió a ella, y no por razones de oportunidad sino por su carácter provinciano y plebeyo»

Eso sí, con todo el respeto que tengo a Ferla cuando encuentra en el complejo de «europeos de segunda» de nuestras clases medias y altas una clave de nuestras frustraciones, agrego – como hago a menudo en este blog – los errores y cegueras políticas. En este caso, la falta de coordinación entre los que imaginaban revoluciones y revueltas en el Alto Perú y en el Puerto, entre los que levantaron (antes) la «máscara de Fernando» y los que aquí usaban en ese momento la «máscara de Carlota» (Belgrano entre ellos). Más detalles, en la nota de Eduardo Rosa en el Foro San Martín, y, por supuesto, en Wikipedia.


otro 25 de mayo, hace 35 años, Arturo Jauretche

mayo 24, 2009

se moría. Estoy lejos de mi casa, y no tengo algo nuevo que decir (Excepto reiterar mi convicción que todos los Libros Sagrados deberían ser reescritos – o releídos con ojos nuevos – por lo menos una vez cada diez años, para que se conserven vivos. Ciertamente a los de Don Arturo le debemos eso los argentinos).

Pero Julio Fernández Baraibar me envió esto a través de Facebook (de paso me contesta a una duda mía ¿para qué cuernos sirve FB?) y tengo ganas de reproducirlo. Después de todo, también lo que escribió el Colorado Ramos debe ser releído y repensado.

… un artículo de Jorge Abelardo Ramos, publicado en La Opinión el 30 de mayo de 1974, con motivo del fallecimiento de Arturo Jauretche. Vale la pena leerlo treinta y cinco años después

El auge del terror anónimo ha hecho olvidar en los últimos años la «patriada» criolla. Acaba de morir uno de sus héroes que, como Hernández, luchó con las armas en el campo y luego escribió el romance de la batalla. El propio Arturo Jauretche en su poema El paso de los Libres, que prologó Borges en 1933 y yo en 1960, alude a su paisano Julián Barrientos, quién relata la jornada revolucionaria porque «anduvo en ella».

La patriada consistía en una revolución civil o militar, o una mixtura de ambas cosas, herencia de la guerra civil en la patria vieja, que la proscripción del radicalismo haría fortalecer después del 30. Se «levantaban» con todos los elementos comprometidos y luchaban en pos de la victoria. Como empezaba la década infame, en realidad combatían en pos de su derrota. Jauretche, soldado en el levantamiento de Corrientes, cayó prisionero después del encuentro de San Joaquín. La decepción que produjo en su espíritu la cobardía del radicalismo del City (hotel donde vivía Alvear a su regreso de Europa y donde parasitaba la «flor de la canela» del radicalismo alvearista) lo impulsó a reflexionar sobre el destino del movimiento fundado por Irigoyen. El caudillo acababa de morir. Con sus restos mortales, en aquella fría tarde de julio, parecía sepultarse para siempre el radicalismo histórico.

Creo no equivocarme si digo que como el padre de Martín Fierro, el combatiente de Paso de los Libres meditó sobre el significado de su derrota y en esa prisión militar realmente nació el político. Porque Jauretche fue ante todo un político, condición desacreditada en nuestro país por la vacuidad doctoral, la estudiada reserva y la banalidad verbalizada de tantos Fidel Pintos que pupulan en la vida pública argentina.

Cuando al día siguiente de su muerte supe por prensa y algunos oradores que Jauretche había sido un escritor, comprendí cuán rápidamente la posteridad inmediata deforma la historia antes de escribirla. En realidad, el publicista ocultó al pensador, el hombre de letras al político, el fosforescente ingenio a la sustancia de su genio. La gente que lo conoció por la televisión atribuyó proyectivamente a Jauretche su propia frivolidad. Recordemos la crónica de La Prensa al morir Irigoyen: «Ayer falleció en esta capital Don Hipólito Irigoyen, que fuera Comisario de Balvanera y dos veces Presidente de la República». Si Irigoyen era un comisario retirado, Bonaparte podría haber sido un turista que redactó el Código Civil Y Perón un conocido autor de media docena de libros, entre otros, La Comunidad Organizada.

Jauretche fue algo más transcendente que su cautivante personalidad cotidiana, más profundo que el admirable conversador imposible de olvidar por todo aquel que lo haya conocido. Era el eslabón vivo que enlazó al yrigoyenismo declinante con el surgente peronismo. Estableció con sus actos, su palabra y ocasionalmente, su pluma, la íntima relación dialéctica entre ambos movimientos nacionales.

Fue la conciencia activa de que todo moría y nacía en 1945. El peronismo sería inconcebible en su primera fase sin el pensamiento y la acción de Jauretche, que le transmitía la tradición del nacionalismo democrático procedente de las más antiguas raíces.

Al buscar la resurrección histórica del radicalismo, Jauretche se encontró con la irrupción del peronismo. Eran otras clases sociales, otro caudillo, otro eje político-social. Pero bajo un nuevo ropaje se trataba de algo parecido a aquello que Jauretche había pugnado tantos años por traer al mundo. Aunque la cosecha que en 1945 se presentó a la vista del fundador de FORJA, fue descomunal, pues la prédica se trocó en multitud, personalmente lo sintió como un fracaso.

De su marginación política, nació su ingreso a la República de la Letras, cuando al caer el peronismo en 1955, no había nadie para defenderlo a no ser Jauretche y Scalabrini en “45” y “Qué” y nosotros en “Lucha Obrera”.

Satirizó con inigualable poder disolvente a la petrificada y apolínea literatura de la factoría, a ese gélido mundo procedente de Groussac y Larreta que había venido a parar a Borges. A la literatura cortesana, inclinada ante la supremacía terrateniente y enferma de anglofilia, opuso Jauretche la risa de Rabelais (o de Mansilla). Diría que en su estilo verbal y escrito hasta había algo del desenfado de Sarmiento en este adversario del autor de Facundo. Realizó la tarea de demolición político-estética que era imperioso hacer ante la cultura aristocrática y logró conmover en sus gustos a las clases medias que en esa esfera, como en todas las demás, copiaban a la oligarquía.

Pero su musa perpetua fue la política. Comprendía como pocos en la Argentina sus cambios bruscos, con frecuencia su inescrutable carácter y su peculiar ingratitud. Era uno de esos raros argentinos que sabía advertir detrás de un conservador a un posible alsinista, o que la palabra comunista no constituía ninguna garantía de una política revolucionaria, así como recordar lo que hubo de eco popular en aquellos demócratas de Córdoba que procedían del juarismo o qué diablos significaban los autonomistas de Corrientes y por qué sus hijos en la Facultad de Derecho correntina podían trajinar como izquierdistas mientras llegaba el momento de hacerse cargo de la estancia. Conocía la Patagonia y su fauna, la Puna y su viejo dolor; demostraba con extrema simplicidad el mecanismo íntimo del comercio de exportación e importación, y era capaz de revelar diáfanamente la desintegración de la pampa húmeda, que permita descifrar el poder económico de la oligarquía bonaerense y al mismo tiempo su formidable parasitismo, así como su resistencia a invertir. La categoría que Marx emplea en El Capital fue utilizada luego por Jauretche en sus escritos.

Su prosa se emparentaba con la antigua tradición argentina de Hernández, Sarmiento, Mansilla, Balestra, Wilde, Fray Mocho. Era literalmente una prosa hablada, pues Jauretche rara vez escribió. Dictaba siempre, después de imaginar los artículos, sus argumentos y ocurrencia. Conocí muchos artículos que me contó y que no llegó a publicar porque no tenía una dactilógrafa a mano. Cuesta pensar que este hombre extraordinario ya no existe. Así mismo es preciso admitir que la hegemonía cultural oligárquica, contra la que tanto luchó Jauretche, ha sido destruida pero no ha sido reemplazada por otra.

Por esa razón la muerte de Jauretche no ha conmovido al país y las juventudes, aún las que se dicen revolucionarias, no han dicho ni pío. Es cierto que el pueblo ha recuperado el poder. Pero en el orden de la cultura y de los valores seguimos pidiendo permiso a Francia para abrir un libro. Cuando las obras de Jauretche circulen por los colegios nacionales y Universidades con la misma profundidad con que hoy circulan obligatoriamente tantos ladrillos encuadernados, podrá decirse que el reflejo intelectual de las patriadas y de los ideales nacionales ha entrado por fin en la formación de las nuevas generaciones argentinas.

Por eso no puedo decirle adiós a Jauretche: lo «tendrán en su memoria / para siempre mis paisanos».


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