Chau, Jorge. Abrazo

julio 12, 2021

Con Jorge Landau hemos sido amigos desde 1971, 72? (Él probablemente se acordaba de la fecha exacta y la ocasión. Tenía mejor memoria que yo). El hecho es que hoy se fue una parte importante de mi vida. También se hicieron lazos entre las familias que formamos. Pero no me siento impulsado a hablar de lo que hemos compartido. Ni él ni yo éramos de exhibir la vida privada.

Sí tengo ganas de hacer una reflexión corta sobre la tarea a la que se dedicó. No es que era «su vida». La hizo con seriedad y también se divirtió bastante. Pero disfrutaba más de su familia, en los últimos años de sus nietos, y de las cosas que le gustaban, la ópera, River,… Pero aunque le cansaba un poco al final, tenía claro que era su aporte a una causa que lo trascendía. A él y a aquellos con quienes colaboraba. Y también a quienes alguna vez frenó.

Quiero hablar de esa tarea, en mis palabras, no las suyas (era abogado, yo no). Es una forma de despedirlo desde el blog (él lo leía).

Vi su tarea en el Partido como alguien que forjaba y reparaba herramientas. Porque eso es el PJ, una herramienta -que puede ser bien o mal usada- para el peronismo. Que es una herramienta -también, bien o mal usada- para el pueblo argentino.

Tratando de mejorar un poco la imagen -sigue siendo muy pobre, pero disculpen, no estoy brillante- hablaré de un mecanismo, que trata de encauzar fuerzas, ambición, idealismo, broncas, delirios… todas esas cosas que nos mueven a los humanos, para permitir que colaboren, más o menos con buena onda o por lo menos sin matarse, en una tarea común de llegar a gobernar.

Jorge era el mecánico al que llamaban cada vez que ese mecanismo debía ser ajustado, periódicamente. Dejando de lado la imagen: cuando había que armar las listas que iban a expresar las relaciones de poder en el peronismo. Sabía muy bien que la política -en el peronismo, en todas las fuerzas políticas- es piramidal: el poder tiende a concentrarse en la punta, dónde él no estaba. Y ayudaba a que las decisiones «de la conducción», las distintas conducciones que fueron pasando a lo largo de los años, dejaran los menos lastimados posibles. Y a los lastimados, él los trató siempre con respeto y buena onda.

Jorge también pensaba que necesitamos esos mecanismos para la Argentina. Pero era realista, y sabía que estamos lejos de alcanzarlo.

Creo que hubiera aprobado este posteo. Era más tolerante que yo con el estilo. Pero voy a terminar con una cita de alguien que sí podía escribir grandes frases «No es para los mortales reclamar el triunfo, Casio, pero haremos algo mejor, lo mereceremos».


Chau, Mercosur. ¿Y después?

julio 8, 2021

El «Uruexit», una jugada importante. Que nuestra clase política (incluidos los politizados) no la vimos venir, enfrascados en las miserias (Mauricio dixit) y las comedias del armado de listas. Y, con mejores razones, en la final en el Maracaná.

Y como supongo que su discusión pública quedará sepultada entre las chicanas de la campaña, paso a compartir -por lo que valga- una crónica desde punto de vista yoruga y mi comentario que escribí anoche para AgendAR.

oooooooooo

Ayer, 7 de julio,  empezó a sesionar la 58° Reunión Ordinaria del Consejo del Mercado Común del Mercosur, que puede ser la última del bloque que vinculó las economías de 4 países de Sudamérica. Ahí Uruguay reivindicó su pertenencia, pero comunicó que comenzará a conversar con terceros para negociar acuerdos comerciales extrazona, según informó su cancillería.

En la reunión participaron por Uruguay sus ministros de Relaciones Exteriores, Francisco Bustillo, y de Economía, Azucena Arbeleche. Su planteo fue “defender la modernización del bloque a través de una agenda de negociaciones externas sustantiva, ágil, dinámica, flexible y permanente”.

Esta decisión se tomó, sigue diciendo la cancillería uruguaya, porque “no se aprobó la reducción del arancel externo común, a pesar de que Uruguay había apoyado algunas de las propuestas presentadas, las que siempre se entendieron formando parte de un mismo paquete con la flexibilización”.

“Uruguay entiende que la decisión 32/00 no está en vigor, ya que nunca fue internalizada”, afirma. (La decisión a la que alude establece, entre otras cosas, “el compromiso de los Estados Partes del MERCOSUR de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias”.

En el comunicado, Uruguay reitera que «inspirado en principios de gradualidad, flexibilidad y equilibrio, actuará conforme a ellos en materia de inserción internacional, reivindicando su calidad de miembro pleno del Mercosur”.

ooooo

El Uruexit le cayó al gobierno argentino «como un balde de agua fría». No habla bien de su capacidad de previsión. Uruguay y, más discretamente, Paraguay vienen planteando desde hace años que si Argentina (y Brasil) no se abren a sus exportaciones, ellos no tienen porqué cerrarse a las exportaciones de terceros.

Es lógico. No tienen una base industrial significativa a defender. Y ser un refugio de evasores no alcanza como base sólida para una economía que sea algo más grande que la de un paraíso fiscal.

Desde nuestro gobierno dicen que “la postura de Uruguay es errónea e ilegal porque la decisión 32/00 (norma del ‘consenso’) no necesita un procedimiento de internalización, porque sólo repite lo que está en el artículo 1 del Tratado de Asunción” (la internalización es incorporar un acuerdo internacional en el derecho interno).

Es un buen punto jurídico, pero no existe el tribunal al que acudir. Argentina, entendemos, debe enfocar el tema con realismo: la diplomacia uruguaya siempre ha sido profesional y cautelosa. No habría dado este paso sino tuviera seguridades que dentro del bloque Brasil lo vería con buenos ojos. Es posible que también tenga alguna aprobación informal desde fuera de la América del Sur.

Como sea, es probable que el Uruexit sea el primer «cañonazo» al Mercosur que perduró, con relativamente pocos cambios durante 30 años. Creemos que sería un error pensar que, si en 2022 se va Bolsonaro y es elegido en Brasil Lula o alguien menos irritante que su actual presidente, se pueda volver atrás. Aunque Uruguay «vuelva»… después de varias concesiones.

Si es así, y en los próximos meses lo sabremos, el gobierno nacional, las provincias, los empresarios y los sindicatos deberán encarar algo que los argentinos hemos dejado de hacer en los últimos 48 años: planificar. Decidir cómo vamos a encarar las relaciones comerciales con nuestro socio comercial inevitable, Brasil, con nuestros otros vecinos, y con el resto del mundo.

Pensemos en un Mercosur 2.0. Podemos usar ese nombre para especular: la arquitectura legal y administrativa existe, y -como ya dijimos otras veces en el portal- sólo un acuerdo estratégico entre Argentina y Brasil puede hacer que la América del Sur sea algo más que un tablero para las Grandes Potencias.

Ese renovado acuerdo deberá recoger un reclamo válido de Paraguay y Uruguay, y que haría cualquier socio menor: si hay una unión aduanera «hacia afuera», un arancel externo común, debería haber una unión aduanera «hacia adentro». Que no haya barreras para las manufacturas de los socios, que su tamaño no los discrimine.

No es, por cierto, el único tema que debemos encarar con anticipación y en un marco regional: como advierte el economista Ricardo Carciofi, la Unión Europea aplicará un «ajuste en frontera», bah, un arancel, según el contenido de carbono de las importaciones.

Por ahora sólo afectará a los sectores intensivos en uso de energía: acero, aluminio, cemento… Pero es muy previsible -conociendo el lobby de los agricultores europeos- que luego alcance a las exportaciones agrícolas. Brasil tendrá más problemas todavía que nosotros, con su historia de deforestación.

El macrohistoriador Toynbee decía que la Historia no registra ningún caso de una confederación laxa que haya perdurado: o se transforman en una federación más estrecha y sólida, o se disuelven. Ese desafío lo estamos viendo en la Unión Europea. Probablemente lo veremos aquí.


El Rodríguez Larreta que (se) viene

julio 4, 2021

En estos días, el paso atrás simultáneo de Patricia Bullrich y de Lilita Carrió fue un hecho político de mediana importancia, pero una gran ocasión para tweets. Yo también me dejé llevar por la tentación, confieso, pero me quedé pensando si había lugar para una reflexión sobre la coyuntura, a mitad de camino entre las chicanas de twitter, y los análisis sociológicos que ya harán María Esperanza Casullo, Martín Rodríguez, Pablo Touzon… Quiero probar. Para eso está el blog, no?

Lo primero que se me ocurre es que hoy Argentina está más lejos de volverse Venezuela. Con esto no me refiero a las fantasías paranoicas que abrigan los sectores más proclives a referenciarse en Pato o Lilita: el plan totalitario de Cristina Kirchner que, por alguna razón, no llevó a cabo durante sus 8 años de Presidenta, pero que ahora realizará a través de su títere, Alberto. Pavadas, no.

Por «Venezuela» me refiero a una situación que también los argentinos conocemos: una oposición que no es sólo un elenco dirigencial que quiere llegar al gobierno, una que es, sobre todo, un sector social minoritario pero importante, que cree que su única forma de alcanzar el poder e impedir políticas que aborrece es destruir a sus adversarios. Y si lo consigue, cree que necesita prohibirlos y perseguirlos para conservarlo. Argentina de 1949 a 1983, más o menos.

Hace bastantes años, dije en el blog que el triunfo de Alfonsín en 1983, hizo viable el camino electoral en nuestro país: el antiperonismo percibió que el peronismo podía perder elecciones nacionales libres. Hasta entonces nadie lo creía (tampoco los peronistas).

Entonces, el dato más importante del escenario actual es, en mi falible opinión, que los sectores hostiles al gobierno actual perciben al Pelado como un candidato con chances para derrotar a la coalición que respalda a los Fernández en 2023. Por supuesto, es una especulación. Como dijo un danés que no apareció en Borgen, es difícil hacer predicciones, sobre todo acerca del futuro. Por ejemplo, un resultado en noviembre próximo, muy diferente de los números de octubre ´19, en un sentido o en el otro, cambiaría totalmente el panorama.

Pero es necesario tener claro hasta qué punto la política es anticipación. Especialmente en nuestro país, donde buena parte del poder económico depende de los privilegios que puede extraer del Estado (Y el resto, de eludir sus controles). No que no pase en todos lados, pero donde los partidos políticos no tienen recursos propios, como en Argentina, es más notorio.

Un marxismo residual en el pensamiento político tiende a ver a los muy grandes empresarios como hacedores de candidatos. En parte es cierto ¿quién pone el muchísimo dinero que se necesita para las campañas?, pero más importante, sostengo, es el fenómeno opuesto, los CEOs buscando ansiosamente el candidato «friendly» que pueda ganar elecciones. Ni hablemos de todos los que abrigan ilusiones de conseguir cargos o contratos en un futuro gobierno.

Así, mi impresión (¿debo repetir lo de falible?) es que lo que veremos en estos meses es una paulatina, o no tanto, consolidación del papel central, como futuro candidato presidencial, de Rodríguez Larreta en el «dispositivo» opositor, con corcoveos fuertes del radicalismo para aumentar su precio.

Una tarea inmediata, a medida que, como se espera, la campaña de vacunación reduzca el peso de la pandemia, como está sucediendo en EE.UU. y en la mayor parte de Europa, será tratar de sacarse la imagen subyacente de «Juntos por el Covid», a la que la arrastraba la campaña polarizadora de Patricia.

Esto también obligará a la coalición oficialista a buscar figuras y temas para el enfrentamiento con HRL. Contra el ex presidente Macri era más fácil. Pero si conozco a esa tribu -y la conozco- esperarán a los resultados de noviembre para decidir cuáles deben ser las adaptaciones. Es razonable.


Perón, a 47 años. Sigue

julio 1, 2021

Supongo que es mi historia lo que hace que los días 1° de julio suba algo de Perón a mi blog personal. Eso hace inevitable que repita mucho de lo que ya dije antes. Este video, por ejemplo, lo subí en el 2014. Y desde que lo vi por primera vez -estaba en celuloide- pronto habrá pasado medio siglo…

Sucede que uno es su historia, y también lo que uno hace con su historia. El equilibrio entre reflexión y acción, entre convicciones y consecuencias. Por eso en esta larga exposición del Viejo encuentro algo más que lo que escuchaba hace 50 años. Sin dejar de oír lo de antes, por supuesto. Perón siempre muy claro y didáctico; se puede estar en desacuerdo con lo que dice; se puede estar furiosamente en contra, pero hay que ser muy pelotudo para no entenderlo.

El punto que me interesa marcar es que esta filmación era una herramienta más de un jefe político en los momentos decisivos de una larga batalla por volver al poder. Uno de los mensajes -cartas, cintas grabadas- que durante 18 años fueron su única y poderosa arma, que enviaba a interlocutores y grupos muy diversos. Y «el medio es el mensaje» como ya decía McLuhan entonces. En este caso, lo filmaba el grupo «Cine Liberación», de Fernando Solanas y Octavio Getino; hablaba para ellos y para el público militante que la iba a ver (los cortos fragmentos agregados al final lo muestran). Y para ese momento de la Historia: los mitos movilizadores eran Vietnam, Cuba, el mayo francés,… Uno puede escuchar cómo habla para ese público y al mismo tiempo refirma planteos que hacen a su pensamiento y su estrategia.

Mi idea en este posteo no es sacralizar nada. Más bien, me fastidian los que intentan tomar un momento, un episodio de Perón y del peronismo y tratan de hacer creer que eso es el peronismo. Sucede que ya tiene una larga historia. Como la Argentina, con una historia aún más larga, de la que salió el peronismo. Y como las historias personales, está también lo que hacemos con ellas.

En las historias colectivas, debe dar algo de humildad saber que luego vendrán otros, que harán cosas distintas. Y esa es una especie de triunfo.

¿Algo permanente? Para mí, lo encuentro en una frase del Viejo, que ya no recuerdo si está en este video «no debiera nacer el que no tenga una causa noble por la cual luchar».


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