Después de algunos días de abstinencia, un vistazo a la blogosfera politizada me ha dejado un poco sorprendido. Está bien, no llegan – por supuesto – al nivel de tremendismo de las tapas de Clarín (vieron la de ayer?) y LaNación, o, con un toque más sofisticado, las de Pág. 12. Que están justificadas: en enero no es tan fácil lograr que les presten atención.
Pero que los blogs se tomen tan en serio las escaramuzas y las especulaciones de verano… No puedo atribuirlo, como Miguel Wiñazki, a los cibermilitantes pagos del kirchnerismo (es sabido que los columnistas de Clarín donan sus emolumentos a un fondo para huérfanos). Es cierto que la hinchada K siempre encuentra motivos para celebrar en sus posts el liderazgo de Cristina y atacar la infinita maldad de la Derecha, y se hacen casi tan repetitivos como algunos blogs antikirchneristas.
Pero lo que quiero marcar aquí es que tipos reflexivos y buenos analistas están encarando como si fueran estrategias más o menos estables lo que, me parece, son escaramuzas, posicionamientos, repliegues o fantasias típicas de un año anterior al de una elección importante. Espero que no piense que es con mala onda si tomo como ejemplo, entre muchísimos, al ingeniero Sbariggi, cuando le da, creo, demasiada bolilla al análisis de Rosendo Fraga en LaNación sobre el «dilema de Cobos» «El mejor cuadro de la derecha analiza las alternativas que tiene, le aconseja que se quede y como solución al «dilema» le aconseja el «gobierno de unidad nacional» propuesto por Duhalde«.
Con el respeto debido, estimo que aquí se está sobreestimando a Cobos, a Duhalde y, seguro, a Rosendo Fraga. Ambos precandidatos son actores importantes dentro de sus respectivos espacios, el panradicalismo y el peronismo antikirchnerista. Pero todavía deben ganar allí. Y ningún acuerdo – público o secreto – entre ellos les acerca un solo paso a sus respectivas metas, en todo el año 2010.
Con esto no quiero decir que un acuerdo peronista radical, como el tácito que permitió aprobar la reciente reforma política, no sea un camino transitable en la política argentina. Es más, voy a confirmar mi heterodoxia diciendo que puede ser una estrategia política correcta para la gobernabilidad. Pero, si las circunstancias la aconsejan, la puede llevar adelante – en el peronismo – Duhalde, Kirchner, Urtubey o Mongo Aurelio. Y los posibles actores radicales son casi tan diversos. Lo único cierto es que hoy no es una política posible, porque nadie, en ninguno de los dos partidos, puede llegar a su cima aliándose al rival tradicional. Son las reglas de juego de la política.
Un «gobierno de unidad nacional» sólo puede ser, ante una situación financiera ajustada pero manejable y una coyuntura económica relativamente propicia, si se considera la situación de muchos otros países, una fantasía «destituyente». Seguramente hay sectores de la población bastante enojados con los K para entretener esa fantasía, y sin duda hay intereses concretos que les gustaría transformarla en realidad. El «caso Honduras», la situación de Lugo en Paraguay, la hacen menos increíble. Pero la realidad argentina sigue siendo poco propicia para el asunto.
Ningún gobierno posible dejaría contento a todos los intereses, ideales y broncas que hoy se oponen a los K. Sin hablar – pero es imposible no tomarlos en cuenta – de quienes hoy los apoyan. Y no hay un poder hegemónico capaz de contener a los que queden afuera. Justamente, el proceso preelectoral que vamos a transitar durante los próximos veinte meses, si sirve de algo, es para que el apoyo popular que los candidatos despierten y los necesarios acuerdos políticos de las diversas fuerzas (re)construyan nuevas legitimidades, oficialista y opositora.
Hago hincapié en esto porque también creo que esos dos referentes de la blogosfera peroniana, Artemio López y Manolo Barge, están simplificando demasiado, a mi modo de ver, el asunto de la identidad opositora. Como decía, en junio del 06!, todavía está por construirse la oposición a este oficialismo, una alternativa real de poder.
Hasta ahora, ser opositor ha sido fácil. Además de los errores que Kichner cometió, sigue teniendo la iniciativa política y así hace fácil unirse en contra de lo que propone. Artemio, neomarxista, encuentra la clave de esa unión en los intereses agrofinancieros mediáticos, como en algún momento los bautizó. Manolo, neojauretchiano, la ubica en la mentalidad de la clase media argentina que necesita diferenciarse de los de abajo, los negros peronistas. Ambos, se me ocurre, tienen parte de razón.
Pero me parece que Argentina es una sociedad muy compleja, con liderazgos políticos débiles, y a medida que en la oposición se vislumbra la posibilidad de llegar el gobierno, sus intereses, y sus ambiciones, entran en conflicto. El liderazgo de Kirchner tendría que tener, para unificarlos en su contra, la fuerza y la peligrosidad para todos esos sectores que tuvo en su momento el de Perón. Y digamos que le falta bastante (Y aún en el ´55, Mario Amadeo y Solano Lima ya hacían miraditas cariñosas hacia la cañonera paraguaya).
Ese, insisto, es el proceso que recién ahora comienza. Y no tiene porque ser rápido, a pesar de la impaciencia argenta. Este año, salvo que K cometa un error estratégico colosal, como el que cometió – esa sóla vez (ningún otro, ni jugarse y perder en la elección de Buenos Aires, tuvo esa magnitud) – en el enfrentamiento con las patronales agropecuarias, seguirá teniendo un poder decisivo.
Porque el poder del Estado nacional es clave en Argentina. No sólo para la clase política, los funcionarios, los empleados, los asesores, los gobiernos locales y sus dependientes… Muy pocas empresas, muy pocos sindicatos pueden prescindir de sus recursos y de su intervención. Ninguna puede ignorarlo. Eso sí, es un poder «taxi»: hoy es un poquito menor que ayer, y mañana será un poquito menor aún. No depende de la simpatía popular que el gobierno, teóricamente, pueda recuperar, como tampoco se lo quita las adhesiones que perdió.
Es el poder de las expectativas, y a medida que las fechas electorales se acercan, los políticos, y el pueblo, miran hacia el futuro, y a quien pueda convencerlos que pasa por él. Es dolorosa la soledad de los últimos meses en los despachos que no se renovarán…
Los próximos meses van a estar llenos de ruido político, qué duda cabe. Por lo menos tanto como lo ha sido enero. Pero falta más de un año para las instancias decisivas. Les propongo que prestemos atención, y pensemos si podemos participar, en un proceso más lento y menos visible, cuando la sociedad define qué es lo que quiere.
Hace un poco más de diez años, la gran mayoría de los argentinos pensaba, con satisfacción o con bronca, que las consecuencias de las políticas de Menem eran irreversibles (bueno, en cierta forma tenían razón) y que lo que había que decidir era si se necesitaban reformas económicas que aliviasen el corsé de la convertibilidad o reformas políticas que disminuyese la corrupción. Y en las elecciones del ´99 una mayoría se inclinó por lo segundo (Simplifico. Pero no mucho). Los hombres que encarnaron esas opciones, y la confianza que supieron o no despertar, De la Rúa, Duhalde, Chacho, fueron importantes, cómo no. Pero piensen en que era fundamental lo que la sociedad creía que era posible.
Hoy se está elaborando, en silencio, en el interior de los argentinos, eso mismo.