La oposición y el Grupo Fragata

mayo 27, 2018

Fragata

Nicolás Tereschuk me hizo llegar este documento hace algunos días, y tenía ganas de subirlo a este abandonado blog y comentarlo. Bah, discutirlo.

Estoy muy de acuerdo con la propuesta que hacen. Y además, lo firman, lo escribieron, algunos hombres y mujeres cuya inteligencia y capacidad de análisis político yo respeto mucho. Pero me parece que aquí están dejando de lado -deliberadamente, supongo- algunos hechos que seguramente complicarían los acuerdos. Pero no tomarlos en cuenta… hace imposible que los acuerdos duren. Comento al final, porque vale mucho la pena leerlo.

ESTAR A LA ALTURA

Lo que diferencia a las y los dirigentes políticos que trascienden no es su ideología o su idea de la organización política. Lo que las hace y los hace distintos es estar a la altura de las circunstancias históricas que atraviesa su país. Y hoy recorren en amplísimos sectores de nuestra sociedad al menos dos temores: una aparente desorientación por parte de la dirigencia oficialista y, al mismo tiempo, una sensación de que quienes conducen el campo opositor no están a la altura del momento que vive la Argentina.

Creemos que la presente coyuntura política, ciertamente novedosa, tiene su origen en dos elementos. En primer lugar, no ha surgido de las dos últimas elecciones un único liderazgo opositor, pero sí se han perfilado algunos con legítimas aspiraciones. En segundo lugar, la supuesta certeza que muchas y muchos analistas tenían acerca de que Mauricio Macri se encaminaba a su reelección en 2019 se ha agrietado fuertemente a la luz de la imposición de un modelo económico excluyente que no logra resolver los grandes desafíos económicos y sociales de la Argentina.

La imprudente desregulación económica y financiera, la entrega de porciones del Estado a la clase empresarial, el progresivo vaciamiento del sistema previsional y el deterioro del mercado de trabajo –con aumento de la informalidad laboral, caída de empleos industriales y desplome de trabajos de calidad- son los frutos que tarde o temprano esperábamos.

La crisis financiera de estos días y el “salvataje” del FMI no solo tienen el amargo sabor de una historia repetida, sino que además agudizan los problemas de quienes menos tienen, empeorando las consideraciones populares sobre la marcha y el destino del país.

Ante la falta de opciones con capacidad de vertebrarse como alternativa de gobierno aparece en la sociedad argentina una sensación de zozobra, y en amplios sectores de nuestra comunidad un deseo de construcción de una oposición política con capacidad de modificar la realidad del país. ¿Qué sucede si en este contexto las y los dirigentes políticos no están a la altura? ¿Qué significa estar a la altura?

“Estar a la altura” no significa deponer diferencias estratégicas sobre la visión del país, estar de acuerdo en las tácticas hacia las futuras elecciones presidenciales, o pretender que no existan ambiciones personales. Pero sí tenemos la convicción de que “estar a la altura” significa ponerse de acuerdo en dos puntos medulares: hay que ser una oposición real, y hay que crear los mecanismos que permitan generar una fórmula presidencial competitiva.

Estos mecanismos son los que suelen existir en los partidos políticos. Mecanismos que permiten dialogar entre competidores, acordar reglas de juego, dirimir disputas y definir qué va a suceder con los que ganan una “interna” y, sobre todo, con los que pierden.

Los acuerdos programáticos más o menos detallados pueden ser importantes. Pero mucho más relevante es permitir que los distintos sectores de la oposición expresen sus posiciones como les parezca mejor (de manera más “dura” o más “flexible”). Y, a su vez, que puedan hacerlo coordinando con otros sectores los mecanismos y reglas que permitan construir una oposición competitiva.

El objetivo es claro: debemos dialogar para construir una oposición. Y construir una oposición para ganar.

Para decirlo de otro modo, se trata de evitar que se alcance el objetivo político del Gobierno: mantener dividida a la oposición y limitar su capacidad de coordinación.

Queremos decirlo claramente: este no es un deseo teórico. Esta es la demanda concreta que escuchamos de muchísimos compañeros, compañeras y ciudadanos independientes que, todos los días, en los locales partidarios, en los clubes de barrio, en las sociedades de fomento, en los comedores comunitarios, en las asambleas que resisten a los despidos en el INTI y en el CONICET, en las PYMEs a punto de cerrar, en los comercios que no pueden pagar las tarifas, en las marchas para resistir el ajuste previsional, repiten y claman: “¿qué va a hacer la oposición para detener este desastre?”

Son millones quienes hoy sufren las políticas del gobierno y millones también los que demandan una oposición eficaz. Ni siquiera hablamos aquí de “unidad”. Simplemente subrayamos la necesidad de una oposición que sea capaz de dialogar, coordinar y vencer electoralmente a un oficialismo que construye un proyecto de país para pocos.

De aquí a 2019 pueden surgir varias candidaturas con voluntad de disputar electoralmente, además de los que ya se han manifestado en ese sentido. Tanto el FpV/kirchnerismo, Unidad Ciudadana, el Peronismo Federal, el Frente Renovador y otras corrientes y grupos del campo popular y democrático cuentan con mujeres y hombres capaces de “estar a la altura” y ser candidatas y candidatos competitivos.

Quienes firmamos este documento tenemos preferencias variadas entre estas corrientes opositoras ancladas en el amplio campo popular y democrático. Votaremos a quien más nos interpele en una gran PASO y luego apoyaremos a quien gane en esa interna en una elección general. Y creemos que la gran mayoría de la ciudadanía está dispuesta a hacerlo también.

En otras palabras: al mismo tiempo que se demanda a las y los dirigentes que abran una instancia de negociación y diálogo para acordar mecanismos de competencia, hay un grupo muy grande de ciudadanas y ciudadanos que también ofrece su propio compromiso. Creemos que a nivel de las y los militantes y simpatizantes del campo nacional, popular y democrático existe un fuerte sentimiento de respaldar una opción opositora, aún si no es la que más se acerca al espacio que circunstancialmente cada uno ocupa o prefiere.

Desde nuestro lugar vamos a enriquecer los debates necesarios al interior del campo opositor que nos ayuden a proyectar nuestros valores históricos al futuro ¿Qué es y cómo se impulsa la justicia social en la actualidad? ¿Cómo se promueve una economía inclusiva, federal e integrada? ¿Qué significan hoy una educación y una salud de calidad para nuestro país? ¿Qué implica la integración de nuevas tecnologías en el mundo del trabajo?

¿Cómo construimos una institucionalidad que promueva la protección social de cara a las próximas décadas? ¿Cómo delineamos nuevas instituciones que permitan dirimir los conflictos sociales para emprender un camino hacia el desarrollo sostenido? ¿Cómo dotamos a Argentina de mayor capacidad para ejercer sus decisiones de manera soberana?

Ya habrá tiempo, un tiempo electoral, para imponerse e imponer. Pero sin diálogo y acuerdos básicos sobre la forma de competir para ganar, las y los dirigentes no habrán estado a la altura de estas demandas y expectativas.

Y las y los dirigentes que no están a la altura de las demandas y expectativas de los hombres y mujeres de su pueblo, no están a la altura de su tiempo ni de la historia.

Buenos Aires, mayo de 2018.

Grupo Fragata

MARÍA ESPERANZA CASULLO, SEBASTIÁN ETCHEMENDY, MARCELO LEIRAS, ABELARDO VITALE, NICOLÁS TERESCHUK, ANA CASTELLANI, GERMÁN LODOLA, PAULA CANELO, SERGIO DE PIERO, JORGE BATTAGLINO, JUAN MANUEL OTTAVIANO, FERNANDO PEIRANO, SOL PRIETO, ESTEBAN KIPER, JUAN O´FARRELL, NATALIA ARUGUETE, MARCOS SCHIAVI, ARIEL LIEUTIER, FERNANDO MELILLO, JUAN CUATTROMO, GERARDO ADROGUÉ, NICOLÁS FREIBRUN, MARTÍN ASTARITA, MANUEL SOCÍAS, MARTÍN PLOT, ANDRÉS TAVOSNANSKA, PABLO GARIBALDI, MARCELO MUÑIZ, FABIANA RUBINSTEIN.

grupofragataarg@gmail.com

Cuando digo «estoy muy de acuerdo con la propuesta que hacen», me refiero a lo que yo entiendo que estos compañeros proponen y, en cierto modo, exigen (Creo que debo aclararlo porque la capacidad de malentender es infinita):

Piden que la dirigencia política, y también los militantes, y también los «politizados» que se oponen a este gobierno de Macri acepten mecanismos democráticos tradicionales -internas, PASO- para decidir quién o quiénes terminen encabezando la o las fuerzas opositoras.

A un visitante recién llegado a la Argentina, esto le puede parece obvio y hasta innecesario. ¿De que otra manera se puede hacer? Algunos pueden tener una convicción profunda de quién es el único o la única que puede salvar a nuestro país, pero es muy raro que la compartan todos. Especialmente, los otros que aspiran a hacer ellos esa tarea.

En la sociedad moderna, son necesarias las elecciones para legitimar a los candidatos, y también a los programas, aunque pocos los lean. Una interna nacional del peronismo -es obvio que los firmantes, sin sectarismo, están pensando en él- es difícil de organizar, pero no imposible. Si no se hace antes, en agosto están las PASO, establecidas por ley. Y si las PASO no dan una respuesta definitiva, lo harán las elecciones en octubre.

Como uno no es un visitante recién llegado, percibo que el llamado del Grupo Fragata, se dirige a la franja de los que están definidos por alguna de las expresiones que se identifican como peronistas -ahí mencionan  FpV/kirchnerismo, Unidad Ciudadana, el Peronismo Federal, el Frente Renovador- para que acepten la legitimidad de las otras, y permitan mostrar a la sociedad argentina, a todos que, como ahí señalan, están angustiados por lo que está pasando, una alternativa en la que puedan confiar.

No va a ser fácil conseguir este «desarme» de las broncas internas. En la militancia me refiero. No así en los dirigentes de primera línea, porque -en general- han llegado a serlo porque son realistas y prefieren ganar a tener razón. Pero quienes no aspiran a los premios mayores de la política, los cargos ejecutivos, que obligan a sumar todos los votos posibles… Bueno, tienen presente que las distintas expresiones del peronismo tomaron distintas actitudes frente al gobierno de Macri. Más o menos enfrentadas, en el discurso público y en las votaciones parlamentarias. La línea divisoria en estos dos años ha pasado por ahí. 

Me apuro a decir que tengo claro que esta división se dio más en la superficie que en la realidad de las conductas políticas. Y también tiene que ver con dónde están los dirigentes políticos que las toman. Un gobernador o un intendente está condicionado por la realidad de su distrito. Y una prioridad absoluta: pagar los sueldos de sus empleados todos los fines de mes. Los que escribimos en blogs, por ejemplo, estamos mucho menos condicionados.

Igual, ese distinto posicionamiento político obedecía, obedece a algo más profundo. Una parte numerosa de la dirigencia del peronismo, de sus cuadros políticos y sindicales, y, lo más importante, de sus votantes -se vio en Buenos Aires en 2013, en Córdoba y Santa Fe en 2015. por ejemplo- tenían serias diferencias con el último gobierno de Cristina Kirchner y con su liderazgo. Y desde que dejó la Presidencia no estaban dispuesta a acompañarla en la posición duramente opositora que asumió desde el primer momento.

Me parece evidente que estas «diferencias» no brotaban de distintos intereses de clase o de sector en el seno del peronismo. Es cierto lo que señalan algunos estudiosos, que los votantes del peronismo no son un conjunto más o menos homógeneo. Que son muy distintas las necesidades y las actitudes de un trabajador en blanco, sindicalizado, y con obra social, del que trabaja en negro, o del que vive de changas y la ayuda social. Pero en la sociedad moderna ya no hay conjuntos homogéneos masivos. Y el peronismo original, para dar un ejemplo, sumó a los trabajadores industriales, a los peones y burguesías provinciales, al nacionalismo militar, a la Iglesia…

Analizar los aciertos, errores y limitaciones de los gobiernos de CFK, como los del anterior de Néstor, dan para un análisis mucho más largo que el que estoy dispuesto a hacer ¿Y quién soy para hacerlo, de todos modos? Digamos que me parece evidente que las divisiones que fueron surgiendo en el seno de la coalición que acompañó a los gobiernos K hasta 2011 tuvieron más que ver con un poder político centralizado y con la carga ideológica del discurso oficial que con medidas concretas. Aún con razones económicas (que siempre existen). 

Esas divisiones entonces son reales, pero, me animo a decir, obsoletas. Macri lo hizo. La manifestación que se reunió este 25 de mayo en torno al Obelisco fue eso mismo, la manifestación de una oposición al gobierno actual que no se define por las historias anteriores, aunque las incorpora.

Uno sabe que, aunque se movilicen cientos de miles en un momento dado, siempre serán una minoría de los más de 40 millones de argentinos. Pero eso siempre es así, y esgrimirlo ahora sería una chicana estúpida. Lo significativo, según lo vi yo, es que aunque los aparatos políticos, los sindicales y aún los movimientos sociales estaban presentes, no eran más que una parte, y no daban el «tono» de la movilización. Lo daban los «sueltos» que habían ido por su cuenta, las familias… Parte de las mayoritarias y muy heterogéneas clases medias argentinas, que estaban hartas de lo que vivían como agresiones de este gobierno.

Ya que estoy volcando mis opiniones, agrego que veo a este gobierno -salvo vuelcos totalmente inesperados- enfrentado a un prolongado deterioro, como el de Alfonsín, o a una crisis terminal, como el de la Alianza. Pero ni es un juicio original ni es el tema de esto. Hablo de la oposición que existe hoy, donde se suman los que votaron a Scioli hace dos años con muchos que votaron a Macri.

El liderazgo y el discurso que aspira a expresarlos -el tema de las candidaturas no estará sobre la mesa hasta marzo, normalmente- es el de Cristina Kirchner. Y es el que hay. El resto de la dirigencia del peronismo, el que no se identifica con ese liderazgo- o se mantiene expectante, o hizo un intento por ganar identidad expresando a los -numerosos- sectores que la rechazaban. Me pareció un error. La competencia por expresar a esos votantes la terminó ganando en los primeros meses de 2015 Mauricio Macri.

Pero ahora los está perdiendo, aceleradamente. Y esos votantes, y algunos sectores importantes del establishment, del así llamado Círculo Rojo, estarán buscando nuevos referentes. Ese proceso también me parece inevitable, y va a marcar el resto de este año y el comienzo del que sigue. Aquí vuelvo a acompañar a los amigos del «Grupo Fragata» en la esperanza, y el esfuerzo, que se desarrolle con inteligencia y sensatez. Para bien del peronismo y de la sociedad argentina.


Trump, Obama, Macri

mayo 22, 2018

mauricio-macri-obama-donald-trump

Cada tanto, siento el impulso de volver a pontificar desde el blog sobre lo que está pasando, aquí y en el resto del mundo. Pero… nunca tuve el don de la síntesis, y ahora no tengo el tiempo disponible para encarar un análisis en serio.

Apenas si puedo rescatar, y como pincelada, sólo dos de los pocos tuits que lancé en estos días: «Por una frase ingeniosa @AsisOberdan sacrifica la precisión. Pero la realidad se esfuerza en darle la razón. Empieza el Tercer Gobierno Radical«. «Y el Tercer Gobierno Radical tendrá su economía ochentosa: inflación, devaluaciones y festival de bonos«.

Pero Twitter es para chicanas entre politizados y trolls. Por suerte, encontré en esta nota de Roberto Feletti -uno de los más lúcidos en la comisión de Economía del PJ- un resumen, entendible para los que no tienen formación en economía, de las políticas de Obama y de Trump, y como -inevitablemente- han cambiado el escenario global. Y del desafortunado timing del Mauricio en su intento de globalizar la economía argentina.

Este texto de Roberto ya es conocido -lo reprodujo El Destape. Pero me parece útil repetirlo aquí. Más allá de la circunstancia, acerca a los de a pie algunos de los conceptos que se manejan en economía. (Justamente, Paula Bach, de La Izquierda Diario, recién me hacía llegar este análisis, donde profundiza el análisis de las políticas del Donald y discrimina entre las que son por «show» y las decisivas. Pero eso es más para la discusión técnica).

Como sea, no me privo de mi habitual comentario al final.

«Se ha vuelto una cita tan común como real afirmar que el presidente Macri eligió un pésimo momento mundial para abrir la economía en el plano comercial y financiero, construyendo desequilibrios inmanejables en el sector externo y rifando la joya de la «pesada herencia», que fue el país desendeudado para facilitar la salida de capitales de los grupos empresarios que lo sustentan. La explicación cuantitativa de la vulnerabilidad crítica que soporta la Argentina en el actual contexto global la proporciona el balance cambiario del BCRA: en 2016/2017: se fueron u$s 33.000 millones por déficit de la cuenta corriente del balance de pagos y u$s 30.000 por «formación de activos en el exterior», mote simpático para denominar la fuga de capitales.

Pero ¿qué ocurrió para que la mediocre «elite» argentina no pudiera disfrutar de un lapso prolongado de acumulación financiera de excedente sin crisis? Esencialmente, que los países desarrollados transitan casi una década desde la crisis financiera del 2008, con sus economías creciendo a un promedio anual del 1%. Este factor está erosionando sus sistemas democráticos y fue determinante en el cambio de política económica de EEUU con la llegada de Donald Trump a la presidencia, quien puso en marcha un ensayo destinado a romper el estancamiento.

Trumpnomics: el retorno de la política fiscal y la revisión del multilateralismo

La presidencia de Barack Obama (2009-2016) estuvo signada por el auge de la política monetaria como respuesta a la crisis del 2008. Los paquetes de «quantitative easing» de fuerte emisión monetaria para dar liquidez, sumada a la recompra de las carteras morosas por parte de la Reserva Federal, impidieron una quiebra generalizada del sistema financiero estadounidense y la ejecución masiva de deudores insolventes. La política monetaria expansiva permitió mantener muy baja la tasa de interés respecto de la inflación interna de EEUU, licuando paulatinamente los pasivos impagables, detonantes de la crisis. Sin embargo, este esquema no contenía medidas de recuperación de la demanda efectiva, lesionada severamente por el «crack», y debilitaba al dólar como moneda de reserva internacional. El gobierno demócrata entendió que un potente estímulo al consumo a través de la política fiscal agudizaba los desequilibrios de los sectores externo y público, que no podían seguir siendo financiados por la emisión de dólares dado el debilitamiento que provocaba en la moneda norteamericana a escala planetaria.

La economía estadounidense languideció durante la presidencia de Obama con una tasa de crecimiento promedio anual en los dos mandatos de 1,5% y un desempleo que se mantuvo durante su primer mandato por encima del 8%, para descender paulatinamente al 5% sobre el final de su gestión. Bajo crecimiento y lento descenso del nivel de desempleo signaron una administración que no pudo superar el impacto negativo de la crisis del 2008.

Trump, convertido en presidente de los Estados Unidos, decidió apelar con fuerza al incentivo fiscal como método de relanzamiento de la economía. Una fuerte rebaja de impuestos a las empresas y un ambicioso programa de obra pública marcaron el rumbo del retorno de la política fiscal como estímulo del consumo y la inversión, logrando que la economía creciera un 2,3% en el 2017, su primer año de gestión, y que las cifras preliminares del primer trimestre del 2018 arrojaran un 2,4% de expansión con un sensible aumento de la tasa de inversión del 6,1%. A su vez, el desempleo se redujo en abril del 2018 al 3,9%, aproximándose al mínimo alcanzado en igual mes del año 2000 durante el gobierno de Bill Clinton, que se ubicó en el 3,8%.

Para impedir una situación de debilitamiento del dólar en el mundo a consecuencia del paquete fiscal planteado, se tomaron dos decisiones que modificaron el escenario global. La primera consistió en contener el desequilibrio externo, para lo cual agudizó el proteccionismo poniendo en revisión todos los acuerdos multilaterales gravosos para la industria, y estimuló la producción de energía, que ya venía en expansión. La segunda decisión fue financiar el déficit fiscal mediante la colocación de deuda del Tesoro, reduciendo la emisión monetaria. Las consecuencias de estas dos decisiones son una retracción de la demanda hacia el mundo por parte de los Estados Unidos y una absorción de la liquidez internacional que se había expandido en las décadas anteriores,  canalizando esos fondos hacia el gasto público norteamericano.

Restricción de la liquidez internacional y tensión en las economías emergentes

La política económica de Trump comenzó a actuar como una aspiradora de fondos disponibles en el mundo y además redujo la capacidad de compra internacional de un país que reúne el 26% de la demanda global. Consecuentemente, tanto en el plano comercial como en el del financiamiento, la restricción de dólares hacia las economías de tamaño medio comienza a ser alta y a expresarse en devaluaciones  relevantes en muchos países. Brasil y México, las dos economías más importantes de Latinoamérica, experimentaron depreciaciones de sus monedas en el mes de mayo cercanas al 4%.

En este marco, al presidente Macri se le ocurrió pedir auxilio al FMI, institución que le va a exigir un ajuste de su sector externo por vía de una corrección cambiaria, dado que no hay recursos para financiar el desequilibrio en que ha incurrido su gobierno.

Una vez más, nos mienten cuando nos dicen que el problema es fiscal. La crisis es externa, mezcla de incapacidad para comprender el mundo y de voracidad para llevarse los dólares».

Quiero observar que -aunque estoy de acuerdo en que el origen de la «turbulencia» de estas semanas, y de la crisis que pende sobre la economía argentina son los déficits comercial y de cuenta corriente, agravados por la inconsistencia de las políticas de Macri- no debe dejarse de lado el tema fiscal.

Me consta que Feletti lo tiene claro, pero demasiados economistas nac&pop caen la trampa dialéctica de los economistas «ortodoxos» (que habrían sido aplazados por cualquiera de los clásicos). La trampa es que tratan de conseguir que «reducir el déficit fiscal» se identifique con reducir jubilaciones, políticas sociales y otros derroches de los pobres.

Los subsidios a las empresas no se mencionan, y la insana carga de intereses… no es «primario», y por eso se sienten autorizados a no mencionarlo. Y procurar que no se piense en eso.

Tampoco, por supuesto, está permitido hablar de reducir el déficit fiscal por el lado de los ingresos.


Antes de 2019

mayo 14, 2018

Argentina no es un país tan diferente a otros como la leyenda hace creer. Sí es, tal vez, algo acelerado. Hace tres semanas «Hay 2019» era una consigna con la que dirigentes y militantes peronistas levantaban el ánimo -de los demás y de ellos mismos- para decir que la que había sido hace muy poco la fuerza política indiscutiblemente mayoritaria tenía chances en la elección presidencial del año que viene.

Y hace seis meses la mayoría de los que manejaban poder e información -incluso buena parte de esos dirigentes peronistas, empresarios, sindicalistas y por supuesto funcionarios- daban por segura la reelección de Mauricio Macri. Con aprobación, resignación o mucha bronca. Pero la «guita sabia», como dicen los yanquis, apostaba ahí.

Hace algunos días el equivalente de un oficial de Estado Mayor de Clarín, del grupo mediático que ha sido y sigue siendo hasta ahora uno de los apoyos principales del gobierno de Macri, ha escrito del «Plan Perdurar», el único proyecto que ahora puede abrazar el oficialismo.

Entonces, no es que en otros países liderazgos y valoraciones no cambien. Cambian en profundidad. Piensen en Obama, por ejemplo. Tal vez, hasta en Trump, en un futuro no lejano. Pero no cambian tan rápido, por Dios!

Lo que vale la pena destacar es que la tormenta cambiaria que arrasó en las dos semanas pasadas -y que todavía sigue- a la nave del oficialismo no era, no podía ser inesperada. Conocidos voceros del pensamiento económico vigente en el Atlántico Norte, algunos de ellos cercanos al presidente Macri, alguno con credenciales académicas sólidas, advertían de los desequilibrios en las políticas económicas que se aplicaban.

Del otro lado de la «grieta», la comisión de Economía del partido justicialista, por ejemplo, durante un año y medio elevó informes reservados advirtiendo de la crisis que se incubaba.

(Este humilde blog señaló varias veces el triple déficit: fiscal, comercial y de cuenta corriente en que se incurría, y de la dificultad de manejar los tres al mismo tiempo. Lo menciono por autobombo, claro, pero también para que se vea que si yo me daba cuenta, cualquiera podía hacerlo).

Que los funcionarios del gobierno no lo previeran siquiera como una posibilidad que obligaba a tomar algunos recaudos, hasta es explicable. La confianza ciega en las propias ideas, o en las que uno se ha convencido porque le conviene, es un defecto muy humano. También la soberbia, y si la actual primera línea del aparato macrista no tiene más que otros equipos, lo disimula menos.

Los empresarios… bueno, la historia ha hecho que siempre tomen un recaudo básico: tener una buena parte de su patrimonio afuera (En el gobierno dan el ejemplo). Pero había -y, atención, hay- otro factor: no existe por ahora ninguna propuesta política que les de las seguridades que pretenden. No confiarán mucho en Mauricio, tal vez menos en promedio que otros sectores, pero… es lo que hay.

La imprevisión más notoria, entonces, es la de la dirigencia política. En especial, la opositora. Y la enfoco porque, además, es la que debe dar respuestas a la crisis en curso.

Si no fuera por eso, este posteo sería otra charla típica sobre «los problemas argentinos», para la que no tengo tiempo.

Ahora, hablar de «los políticos» es como hablar de «los judíos», o «las mujeres», colectivos de los que se puede decir de todo porque hay de todo. Prefiero plantear, basado en mi experiencia, que hay un tipo de inteligencia práctica, que es necesaria en la actividad política, que es muy buena para analizar la situación y tomar decisiones inmediatas, pero rechaza, hasta con cierta impaciencia, las especulaciones sobre futuros más o menos probables. Es como si sintiera que, si el futuro es incierto, lo mejor que puede hacer es tomar las decisiones cuando llega.

La capacidad de unir esa inteligencia práctica con el pensamiento estratégico es muy rara. No sólo en los políticos.

Como les digo, hago hincapié en esto porque creo que está sucediendo nuevamente. Macri, su gobierno, han sufrido un fuerte deterioro político. Sus votantes están entre los más fastidiados. Todas las encuestas, y la percepción de los políticos dicen lo mismo. Las medidas económicas que se verá obligado a tomar o a avalar, aseguran que su proclamada reelección el año que viene es por lo menos dudosa. Y todos los que actúan en política -opositores y oficialistas- se dan cuenta de eso.

Lo que me parece que no se está analizando con seriedad, por los que deben tomar decisiones o posicionamiento político, es la situación que se ha creado ahora, que las políticas que se han llevado adelante en estos dos años ya no serán posibles.

Quiero que se distinga con claridad lo que estoy señalando, del escenario, fantaseado por opositores y usado como ariete político por oficialistas, de un derrumbe como el del gobierno de la Alianza en 2001. «El club del helicóptero». ¿Es una posibilidas? Y sí. Todo es posible (hasta que un gobierno repitiese la misma dependencia del endeudamiento externo que signó al gobierno de Menem y al de la Alianza). Y en la imaginación de los argentinos, como en la de muchos otros pueblos, está presente el fantasma de la última gran crisis.

Pero me parece muy improbable que se repita. En primer término, porque a pesar de ese imaginario colectivo, las crisis siempre son diferentes. Y hay razones más prácticas: no existe la convertibilidad, no hay límite para que el Estado pueda emitir; sobre todo, el sistema financiero internacional no está comprometido con la Argentina hasta el punto que había llegado al final del gobierno Menem. No habrá blindaje, mega canje; no se salvará a los inversores externos que se hayan quedado. J.P. Morgan ya habría salido, de todos modos.

El escenario casi seguramente será distinto. No sólo no implica una ruptura del orden constitucional (el derrumbe de la Alianza no la implicó, recuerden) sino que no necesariamente se acortará el mandato de Macri. En realidad, no sólo los macristas están muy en contra de eso; tampoco los que levantan el liderazgo de Cristina Kirchner lo querrían, por ese mismo escenario ¿Se puede prever con seriedad al actual Congreso eligiéndola para hacerse cargo de un Poder Ejecutivo vacante?

Menciono ese disparatado escenario para hacer claro que no hay libretos para esta situación. Es cierto que en el peronismo que se denomina «dialoguista» o «racional», hay quienes piensan en un gobierno de coalición. Tal vez no en las provincias, que están muy enfrascados en sus problemas locales, pero sí en el palacio del Congreso. Y también algunos del Círculo Rojo, del establishment.

Nuevamente: ¿Se puede prever con seriedad a Macri firmando mansamente los decretos que elabore un Jefe de Gabinete o un super ministro? Tal vez no sea el mandatario más trabajador que hemos tenido, pero no le falta voluntad de poder.

De todos modos, el punto principal está más allá de las ambiciones y los delirios personales. El «gradualismo» de Macri no fue tal; llevó adelante -con errores, incoherencias y corrupciones, es decir, las falencias inevitables de todo gobierno, tal vez en mayor medida- un proyecto que se trató de imponer en varias oportunidades en las últimas cuatro décadas. Que responde a un proyecto global, «un clima de época» le dicen algunos, hoy un tanto deteriorado pero todavía vigente: el de la globalización financiera.

Proyecto que tiene apoyos poderosos y permanentes en la sociedad argentina. Permanentes en el sentido que no dependen de la coyuntura electoral. Una parte mayoritaria del poder económico local -que a su vez está mayoritariamente en manos transnacionales, y de una parte considerable de nuestra sociedad, la que compró con algún entusiasmo la idea de «volver al mundo». Como antes había comprado otras versiones del mismo.

Bueno, ese sector se ha desilusionado ahora, como le pasó en los años finales de Menem. Y no es relevante la frase de la izquierda ingenua, en el peronismo o fuera de él «Este proyecto no cierra sin represión«. Tampoco cierra con represión, la de las policías bravas, de la vieja tradición conservadora. En la realidad de hoy, no hay un Pinochet que establezca el modelo con el poder militar y el terror.

(Además que en nuestro país, los equivalentes de Pinochet tampoco pudieron hacerlo, usando esas mismas herramientas).

Tengo presente lo que decía esta semana un ingenioso ironista en Twitter «Finalmente, a Macri no lo derrotó el peronismo ni el pueblo en las calles. Lo derrotó el mercado«. Es válido en parte. La otra parte, mayor, es que su proyecto no era, no es viable, porque en Argentina existió una experiencia peronista que elevó el nivel de vida de los trabajadores y fortaleció su organización. Y porque nuestro pueblo ha incorporado muchas de las debilidades típicas de las clases medias en todas las sociedades, pero también el gusto por vivir bien y darse ciertos lujos. Ningún gobierno puede quitárselos sin perder su apoyo. Y ganar su bronca.

A esta altura, ustedes dirán que estoy descartando alternativas, pero no planteo ninguna. Tienen toda la razón! Ese es mi objetivo: hacer ver que no hay recetas: la dirigencia política debe entender que está enfrentando una realidad nueva, distinta a la anterior.

La coalición oficialista está más condicionada, porque debe tratar de mantenerse en un barco que se zarandea -y se zarandeará más- pero eso mismo le da una opción concreta: se mantiene ahí o salta a la oposición. Los que ya están ahí, tienen que usar su imaginación y tratar de prever lo inesperado. El futuro ya llegó, y resultó ser este presente.


Al Fondo (monetario), rápido

mayo 9, 2018

sturzegger y dujovne

Este blog «en pausa» (que asombrosamente sigue muy visitado. Gracias) siente necesario compartir este lúcido posteo del blog de Mariano Grimoldi Yendo a menos. No es que necesite difusión; veo que ya ha tenido eco en buenos analistas. Pero quiero aplaudir esta voluntad de encarar los datos duros de la realidad, sin telarañas ideológicas. Comento esto al final.

Los titulares periodísticos fatigan el remanido “Argentina vuelve al Fondo Monetario Internacional”.

Lo que Argentina hace en realidad, es pedirle al FMI un rescate. De apuro. Como los que suele brindarle el Fondo a países con dificultades en su sector externo, en este caso, con carácter urgente.

Ideologizar estas cuestiones no está mal, pero en algún punto pueden hacer perder de vista lo más concreto y puntual que se muestra ante los ojos de quienes lo quieran observar.

Argentina nunca dejó de ser miembro del FMI. Hace los aportes dinerarios correspondientes, y como país miembro es pasible de solicitar asistencia cuando cree que lo necesita. Si el FMI estima que esa necesidad es justificada, otorgará la línea de crédito. Hoy por hoy, países como Kenia, Mongolia, Gabón, Colombia, México y varios más tienen asumidos compromisos de esta naturaleza.

Recordemos que no hace mucho (marzo 2018) las autoridades del Ministerio de Finanzas llevaron a cabo conversaciones con el Fondo, desestimando el programa de reformas planteado por el organismo, porque si bien no divergía en lo fundamental del que pretendía encarar Macri, manejaba tiempos que no congeniaban con las necesidades electorales de Cambiemos.

Christine Lagarde, un tiempo antes, en el Foro Económico Mundial y en conferencia compartida con Dujovne, dijo que Argentina no iba a recibir plata del FMI porque “no lo necesita”.

Algo pasó para que, meses más tarde, Argentina necesite esta asistencia.

Y que, además, la necesite con carácter urgente, al punto que Dujovne brindó ayer una conferencia en la que tenía que dar detalles de la operación, en la que anunció que todavía no había detalles. Hay un incendio, y ya llegó el bombero. Ahora faltaría la manguera.

El FMI no es, como parecería al escuchar algunos comentarios, una sociedad de beneficencia que asiste a países en dificultades. Es un ente multinacional que intenta reestablecer con asistencia crediticia el equilibrio externo de países en dificultades para evitar que los mismos tengan impacto global. Que Dujovne hable de lo atractivo de las tasas a las que presta el FMI es una insensatez. Simplemente porque oculta la verdad más relevante. Te dan ese crédito blando porque ponés en riesgo el equilibrio del sector financiero regional. Si ese riesgo no existiera, te mandarían a pedir plata al mercado financiero al que acuden todos los países, del que Argentina capturó en estos dos años y medio unos 140 mil millones de dólares.

El problema, básicamente, está en que, a pesar de haber recibido crédito “caro” en cantidades apabullantes, el sector externo argentino sigue desequilibrado. Su situación incluso, empeoró severamente desde marzo a hoy.

Por eso será necesaria la asistencia del FMI.

El monto del que se habla, además, es inquietante. Porque equivale exactamente a la suma del próximo vencimiento de LEBACs. Casi como si el gobierno intentara decirnos que necesita cubrir con dólares la explosión de demanda que sobrevendrá por la pinchadura de la burbuja que ellos mismos armaron. Algo que fue largamente advertido y refutado burlonamente por quienes hoy corren despavoridos sin saber qué hacer con los apuntes del master en finanzas que cursaron en Europa.

Un dato más inquietante aún: hace apenas cuatro días, el ministro de Finanzas, Caputo, nos informaba que las necesidades de financiamiento de la Argentina para 2018 estaban ya casi totalmente cubiertas. Si yo fuera “mercado” me inquietaría pensar qué pudo haber pasado en estos cuatro días para que, de repente, el país necesite una asistencia tan monstruosa.

Es decir, independientemente de la discusión ideológica sobre el rol del FMI, y sin entrar todavía en las derivaciones en políticas domésticas que la intromisión del FMI puede tener, lo que se nos evidencia claramente (pero insólitamente no ocupa lugar destacado en los análisis) es que Argentina enfrenta una crisis de su sector externo de proporciones importantes.

Y que, a juzgar por cómo vienen desarrollándose los hechos, el crédito del FMI difícilmente resolverá.

Yo graficaría la situación de la siguiente forma: hay, en el mercado local, diversos actores que lograron convertirse en fuerzas centrípetas que aspiran volúmenes importantes de pesos, y los reproducen con las facilidades que el Banco Central les dio (tasas exorbitantes, LEBACS y otros papeles de riesgo nulo). Entre estos actores se encuentran, por ejemplo, las diversas empresas que componen los distintos eslabones del sector energético, fondos de inversión, bancos, y grupos económicos tradicionales. Estas aspiradoras de pesos, los acumulan y los dolarizan, gracias al seguro de cambio que les ofrece el Gobierno, que nos endeuda a todos en dólares para que el dólar les resulte barato a estos señores. Estos tipos seguirán haciendo, entonces, lo que vienen haciendo: esperarán el ingreso de dólares artificial que sobrevalúe el peso, y con lo que atesoraron comprarán dólares baratos para llevárselos, dejándonos al resto de la población la carga de la deuda y la devaluación posterior.

Pedirle plata al FMI es, tal vez, el paso último, la última instancia de ese círculo vicioso que constituye una de las mayores transferencias de recursos (tremendamente regresiva además) de la prolífica historia argentina, y a la que en el futuro, tal vez, bauticemos con el nombre de vaciamiento.

Este texto de Grimoldi me resulta refrescante. El análisis que hace de la burbuja de deuda que creó la insensata política de Cambiemos no es nuevo. Ha sido hecho por muchos economistas, a los que no escucharon los que necesitaban convencerse que esta vez la receta «liberemos a los mercados» sí iba a funcionar. Pero también muchos otros, que veían la posibilidad de una catástrofe en el horizante, pero pensaban -es muy humano- que iba a seguir en ese lejano horizonte. Algo de eso se comentaba hace poco en este blog.

Pero el valor de su enfoque va más allá, porque es una dosis necesaria de sensatez. Está de moda entre los intelectuales jóvenes y no tanto, afirmar que todo es comunicación, «relato», que la realidad no existe sino a través de la intermediación de lo que escuchamos y decimos sobre ella.

Y entre los que hemos sido formados en una tradición anterior, también es frecuente ver la realidad exclusivamente en la forma de «proyectos» políticos. Todo lo que pasa, pasa porque «alguien», un sector poderoso y desconocido para las masas, lo desea así. Exagerando, pero no tanto, se tiende a pensar que la realidad no pone límites a la voluntad perversa de los Malos. Y no debería ponerlos a la voluntad generosa de los Buenos.

No es así, amigos. La realidad existe, y lo sabemos cuando nos golpea. Como acaba de golpear a la inconsciencia ideologizada, y dotada de Masters en finanzas, del equipo económico de este gobierno.


La economía argentina, en dos frases célebres

mayo 3, 2018

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«No hay crisis si el dólar sube un poco«

(Marcos Peña, Jefe de Gabinete)

“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”

(atribuida a Einstein, pero es más antigua)

No trataré de hacer un análisis económico de la situación. Si antes no tenía tiempo para escribir con alguna complejidad técnica, estos días… son más exigentes.

Para un resumen adecuado, recomiendo esta columna de Guillermo Moreno en BAE. A Guillermo algunos lo aman y otros lo detestan, y él se esfuerza por alimentar ambos sentimientos. Pero cuando escribe de economía es ortodoxo, «clásico». Y ahora son unos cuantos los miembros de la Comisión de Economía del PJ, profesionales con prestigio y con opiniones divergentes sobre muchos temas, que lo están compartiendo. En momentos de crisis la heterodoxia se desvaloriza.

Me interesa hacer una corta reflexión política, es decir, de poder y de sicología. No la del presidente del B.C.R.A., que repite con obsesión «su» receta del aumento de tasas, ni la del gobierno actual que se aferra a sus hombres y a sus políticas. Es muy riesgoso, y también difícil de aceptar para los egos fuertes, «cambiar de caballo en mitad del río». Cuando se convencen que la corriente se lo lleva al animal… ya se lo está llevando al jinete.

Lo que verdaderamente puede fascinar a un observador imparcial, si ese animal existiera, es cómo por más de 60 años una parte importante de la sociedad argentina -que ha ocupado el gobierno y manejado las palancas del Estado en muchas ocasiones, como lo hace ahora- se empeña en desconocer los intereses, sentimientos y pasiones del resto y, peor aún, la realidad económica del país, para aplicar las recetas de moda en ese momento en el Atlántico Norte.

Porque coinciden con los intereses de los más poderosos, y «formadores de opinión» de ese sector, pero sobre todo, porque coinciden con su idea de cómo debería ser la Argentina. Moderna, prolija, próspera; un país europeo. Imaginario, desde luego, porque -a pesar del aumento del turismo al exterior- desconocen cómo son en profundidad los distintos países europeos. Y las historias que los formaron.

Este el sector -insisto, numeroso ¿hoy un 33, 35 %?. Aproximadamente- que ha dado apoyo, se ha identificado, al menos al comienzo, con todos los intentos de «restauración» que se han llevado adelante desde 1955 en nuestro país. Por la vía de asonadas militares o, en 1983, 1999, 2015, por la electoral. Todos esos intentos han fracasado (excepto el actual, pero yo no le extendería una póliza de seguro).

Es irónico, pero el proyecto de «modernización» que duró más tiempo, y tardó más en perder el apoyo popular, fue el que encabezó desde el peronismo Carlos Menem, entre 1989 y 1999.

Esto ha contribuido a formar la leyenda que sólo el peronismo puede gobernar la Argentina. Lo real es que no se la puede gobernar ignorando la estructura social y económica que empezó a formarse desde 1930 con la industrialización forzada por la Gran Depresión, a la que el peronismo fundacional dio una organización sindical fuerte y una epopeya entre 1945 y 1955, y la pobreza y marginalidad que empezó a extenderse y crecer cuando esa industrialización decae a partir de 1975.

Si la City, las pymes y los acreedores me dan tiempo, retomaré este reflexión.


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