Esto de «año del no choque» tiene más significado – como insinué en el posteo anterior – para el escenario argentino que para el global. Después de todo, hace ya 69 años que no hay guerra abierta, «a finish», entre Grandes Potencias. Y eso, con las capacidades a su disposición, sería el verdadero «choque» de la civilización. Y en cuanto a la posible caída de un gran asteroide, hace 65 millones de años del último del Nivel de Extinciones Masivas. ¿Por qué tendría que haber ocurrido, una cosa u otra, justo en 2014?
En cambio, existe una convicción, bastante extendida, que en Argentina hay una debacle de la economía todas las décadas. No es así: hay lapsos de 10 años sin conmociones económicas, y otros en que hubo varias. Pero, en política y en economía, lo que muchos piensan que va a pasar… tiene más chances de pasar. Y es cierto que este año empezó mal, con el amotinamiento un mes antes de la policía cordobesa, cuyo resultado exitoso – para ellos – provocó una reacción en cadena en muchas fuerzas de seguridad. Ese fin de año sí estuvo acompañado de los tradicionales saqueos.
En enero el gobierno se vio forzado a devaluar el dólar oficial – el decisivo, el que se usa en el comercio exterior – en un 18,63 %. No mucho, para la historia de las devaluaciones argentas. Pero, como en casi todas ellas, se volcó de inmediato a los precios internos, anulando toda posible ventaja para la competitividad. Y a mediados de año, el sistema judicial estadounidense, con el aval tácito del Ejecutivo, le dio un golpe fatal a las expectativas de acceso a los mercados financieros internacionales que nuestro gobierno había tratado de conseguir con algunas medidas de reconciliación (arreglo con el Club de París, indemnización a Repsol, aceptación de los fallos del CIADI).
Ahora, la historia, la epopeya del gobierno de Cristina Fernández en su enfrentamiento con éstas y otras amenazas, el logro de conservar las políticas sociales básicas y la modesta prosperidad de los sectores medios ha sido relatada en estos días, en publicaciones y en blogs, por la militancia kirchnerista (Recomiendo en particular, de lo que leí, lo de mi tocayo Gerardo Fernández Y llegamos a fin de año en paz… y de Eduardo Aliverti El año que no fue).
Por mi parte, mi apoyo a este gobierno – evidente para quien lea este blog – es el apoyo a sus políticas más importantes, lo que puede considerarse militancia kirchnerista o no. El punto es que el sesgo de mi análisis es otro: antes que la heroica lucha contra los Malos con una agenda diferente (que por supuesto es real. Pero ¿qué gobierno no debe enfrentarse con Malos? En todo caso, distintos malos, los Buenos del otro lado), me interesa evaluar su capacidad para manejar el poder del Estado, las variables económicas y los intereses y temores de los diversos sectores de la sociedad, los que quiere favorecer y los que debe contener.
Es desde ese enfoque que me parece inevitable darle una muy buena nota a la gestión de Cristina Fernández. No me engaño: tengo claro que su poder se ha debilitado: al ataque de los medios más masivos, formadores y receptores de opinión de una parte numerosa de la población, presente durante casi todo el tiempo de sus dos gobiernos, se han sumado en el último tiempo señales hostiles del Poder Judicial y de las organizaciones empresarias, ambas buenas veletas para saber como sopla el viento.
Pero yo planteé hace mucho tiempo en el blog que este gobierno entraba en una etapa «ochentista». Con todas las diferencias entre la Argentina de hace 30 años y la de ahora, la Presidente debe encarar un problema similar al de Raúl Alfonsín: Con los recursos de un Estado democrático y la legitimidad constitucional, sin una alianza sólida con un sector del poder económico, sin unas Fuerzas Armadas politizadas en su favor (como el peronismo fundacional o el chavismo), sin milicias populares o fantasías por el estilo, debe gobernar una sociedad razonablemente moderna y compleja y una economía ídem, sin «viento de cola». Tratando de conservar la adhesión de quienes la votaron.
Y me parece indiscutible que, hasta ahora, lo está haciendo mucho mejor. Si llega al final de su gobierno en estas condiciones – aún aceptando un margen para un posible deterioro en la imagen, porque uno debe ser realista – no será solamente un triunfo personal. Será uno muy importante para Argentina: la demostración que la Argentina es gobernable manteniendo políticas inclusivas, es decir, democráticas.
Que esas políticas actuales deben ser mejoradas, que hay una agenda muy importante de desarrollo que falta encarar, por supuesto. Lo volveré a tocar en otros posteos. Por ahora, y como no voy a retornar hasta el 2015, les copio otra reflexión de fin de año, ésta de un columnista, Julio Coronado, no muy conocido en el mostrador de Dios, de un diario de Mendoza Capital. Que me parece ilustra lo que falta en análisis «realpolitik» como éste que traté de hacer.
(Lo encontré ahí porque – uno es de la realpolitik – la estoy observando con cuidado. Es el primer lugar de Argentina – aún antes que Chaco (8/3), Salta (12/4) o la Capi (26/4) – en que se va a medir el humor de la gente con esas encuestas que llamamos primarias. El 22/2).
«En un diciembre que está terminando sin mayores sobresaltos, fin de ciclo parece raro. Poca inflación la de este mes. Aparentemente no hay quejas por el impuesto a las ganancias, los policías están de acuerdo con sus salarios, la clase media sueña con el Atlántico y los pobres, son pobres. Ya nadie se acuerda de los planes, de los negros, de Vaca Muerta, del Vice. La situación alarmante por los pronosticadores económicos sobre un fin de año más parecido al Titanic que a las Aventuras de Chatran no llegó. Quisieron, algunos o muchos, un diciembre rojo, nuevamente, pero no asomó ni a naranja.
Argentina es Disneylandia o el infierno de Dante a los ojos del espectador mediático. Al lado de esta realidad, pegada y silenciada a nuestros oídos de clase media, está el pueblo, no la gente – esa construcción de señora linda que se alarma ante un homicidio, pero no de las miles de muertes que se lleva el aborto ilegal y que llora cuando aparece un nieto recuperado. El pueblo, que no llega al impuesto a las ganancias y si lo hace, no le alcanza para la casa propia, encuentra en las políticas inclusivas, un abanico digno, aunque pequeño, que recibe del estado, del gobierno y de las instituciones, ante el fortísimo calor del capitalismo. Ese es el pueblo que está solo y espera.
En las opiniones que vierten especialistas o no tanto sobre el futuro del país, siempre aparece la educación como la clave a resolver. El partido más difícil. Pero no se menciona que la tan mentada crisis educativa que atravesamos es el resultado de años de políticas contradictorias: los modelos pedagógicos no se pueden cambiar como quien no sabe qué ponerse para noche buena mientras el asado se pasa. Los resultados de la ley 1420 de 1.884, impulsada por Sarmiento recién se vieron en las primeras décadas del siglo pasado.
El día 12 de diciembre pasado, en una escuela secundaria para adultos, CENS, que funciona en un ex depósito de la Municipalidad de Guaymallén, a las nueve de la mañana, veintidós mendocinos adultos terminaron sus estudios. El acto comenzó a horario. Las sillas se acurrucan en una pequeña galería de una construcción chorizo, según el criollismo arquitectónico. Adelante los egresados y atrás los familiares. Pocos padres y más niños en brazos y maridos. Adolescentes que ven cómo sus madres terminan lo que a ellos no les cuesta mucho. Y sin netbook regalada o incluida.
Cantamos el himno, somos testigos del cambio de abanderados. Todas mujeres, madres y hasta abuelas, portan con orgullo la celeste y blanca. Hay lágrimas que corren como goteras de un techo que no se arregla nunca.
Atrás de los flequillos, rodetes, de los pantalones anchos y los cortes de pelo símil wachiturro, se observa la felicidad de quien dio un paso adelante en este ajedrez de todos los días, donde la educación es el único juego que te permite cambiar de ficha. Luego vienen las gaseosas, los chizitos y los palitos; una torta, simple y rica. Los profesores que ofician de padrinos de los egresados llevan regalos. Un video emotivo musicalizado con rock nacional cuenta la historia en imágenes de esas veintidós vidas que no reniegan de su pasado y se hacen cargo del presente.
Como cualquier fiesta, ya no acto, termina con música. Un saxofonista que comenzó con un poco de tos musical hace bailar a docentes, egresados y familiares al ritmo de Carlos Santana. Llegan los abrazos y las despedidas. Las sillas se acomodan, por un profesor que tiene aspecto de haber llegado tarde. La escuela va quedando vacía. Fue otro fin de ciclo, en el laberinto con salida de la educación.
Mendoza tiene 117 CENS, ninguno con edificio propio. Según la DINIECE (Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa) egresaron en el año 2009, 1392 alumnos, en 2010, 1449 alumnos; en 2011, 1736 alumnos; 2012, 2155 alumnos; y en el 2015, 2253 alumnos)«.
Sólo agrego dos frases muy tradicionales: El pasado es prólogo. Feliz Año Nuevo.