De lo que deja 2015: Una nueva militancia peronista

diciembre 31, 2015

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Este año, como todos los otros, deja muchas cosas. Tal vez la más importante -lo sabremos no antes de una década- sea el «reacomodamiento» entre EE.UU., la hiperpotencia global, e Irán, la potencia regional del Medio Oriente que es a la vez el único Estado definido por la variante shíita (duodecimana) del Islam. En nuestro país, es probable que la más sorprendente haya sido el triunfo electoral del PRO, todavía en enero pasado un partido vecinal.

Si elijo en lo que puede ser el último post del 2015 escribir del desarrollo de una nueva militancia -que se identifica a sí misma en forma imprecisa con el Frente para la Victoria, y más claramente con Cristina Kirchner, y a la que no vacilo en considerar peronista por razones que daré en este posteo- es porque pienso que no es un hecho aislado, una anomalía. Creo que está intímamente vinculado a formas nuevas de participación entre nosotros y en el mundo. Y, sobre todo, porque es un hecho clave en el escenario político con que se abre el 2016. Uno tiene sus adicciones, después de todo…

Al punto: De las manifestaciones de esta militancia se habló bastante en este blog y en otros, en el lapso entre la primera vuelta, el 25/10, y el balotaje, el 22/11. Porque era imposible ignorar que empezaron a jugar un rol fundamental en la campaña, en los barrios, en fábricas y en las redes sociales, mientras que la dirigencia del FpV -con la casi única excepción de Daniel Scioli- había quedado groggy, y el activismo tradicional no recibía instrucciones claras.

En este blog el posteo más visitado sobre esta realidad -según WordPress, algo más de 9 mil visitantes individuales- resultó ser Mientras, ahí afuera. Pero quien hizo la descripción más precisa fue, hace 16 días, el comentarista Guido -marplatense, antropólogo y peronista (no en ese orden)-, hablando de una realidad que percibe en el peronismo bonaerense:

«En breve: son kirchneristas e incluso «cristinistas», se informan por las redes sociales y algunos programas de TV, leen pocos diarios, y son una masa militante activa y no pequeña que no responde a nada más que a su propia identificación con el peronismo de estos años, con Néstor y Cristina, y a la bronca por el triunfo del PRO. No son tropa de ningún dirigente, ni siquiera (e incluso especialmente ni siquiera) del llamado «kirchnerismo duro». No me parece un dato menor porque son la mayoría de los votos en una interna de verdad y una porción de ningún modo despreciable en una elección general«.

Voy a tratar de poner estas observaciones de Guido en un contexto más amplio: Tradicionalmente, los militantes están vinculados a un dirigente territorial -gobernador, intendente, autoridad partidaria-, a una estructura sindical, o a una agrupación política con jerarquías internas (más o menos orgánicas). Ejemplos de estas últimas en la coalición política que gobernó hasta el 9 de este mes y es hoy la principal oposición son La Cámpora (ligada directamente a Cristina Kirchner), el Movimiento Evita (que en Buenos Aires tiene vínculos estrechos con Daniel Scioli), Nuevo Encuentro (cuyo referente es Martín Sabbatella),…

Cualquiera que haya visto de cerca la impresionante despedida a la Presidente saliente el 9/12 en la Plaza de Mayo, o analice las recientes manifestaciones antimacristas en parques, en Facebook y Twitter, puede darse cuenta que esta militancia «no encuadrada» fue en todas una clara mayoría. Ahora, lo más importante que podemos decir de ella es que no es nueva, ni surge solamente en el Frente para la Victoria.

Ante todo, que «lean pocos diarios» no es distintivo. Es una minoría, cada vez más pequeña, de la sociedad la que se informa por los medios gráficos. La televisión abierta todavía es masiva, a pesar de la competencia de la TV por cable. Pero ya los jóvenes están dejando de lado a ambas, y ven películas, series, videos por Internet (¿Tendrá claro esto el contador Magnetto?). En cambio, las redes sociales llegan a todos los niveles sociales a través del celular, en la Argentina urbana y suburbana. Es natural que se informen y se comuniquen por ellas.

El impacto político de esto se mostró hace pocos años en la llamada «primavera árabe». Y, antes de eso, en las «revoluciones de colores» en el este de Europa. ¿Que hubo usinas que las fomentaron? ¡Por supuesto! ¿Cuándo no? Además, fomentarlas por medios digitales es mucho más fácil, más económico, que por los mecanismos tradicionales de agentes disfrazados, con acento extranjero. En Argentina, donde adoptamos con entusiasmo los festivales de rock, Halloween y Cyber Monday, no nos íbamos a privar.

Se pueden rastrear los antecedentes locales de este tipo de expresión popular convocada por fuera de identidades políticas previas en la Crisis del año 2001. Pero el contexto de anomia social y de rechazo indiscriminado a la política en ese momento fueron muy específicos, y no tuvieron continuidad. Las primeras manifestaciones masivas se dieron en ocasión del enfrentamiento entre el gobierno K y las entidades patronales rurales en el año 2008. Fueron gigantescas, las de ambos lados de la «grieta» (más numerosas, las opositoras, hay que reconocerlo).

Desde entonces, hubo continuidad en esta forma de participación política. En el respaldo al kirchnerismo, los blogs «del palo» (no el de Abel; ya era crítico en ese entonces) fueron claves en brindar un lenguaje y una identidad a los que se incorporaban, desde fuera del peronismo casi todos. Y fue muy visible el éxito del programa de TV 6-7-8, aunque fuera cuestionado desde el comienzo aún por muchos kirchneristas, en movilizar a los que apoyaban al gobierno -o, más aún, rechazaban a sus enemigos: en bastantes municipios del Gran Buenos Aires y en ciudades del interior se formaron grupos y asambleas de televidentes de 6-7-8, sin ningún vinculo a los aparatos locales del PJ. El punteraje extrañau miraba sin comprender…

Por parte de la entonces oposición, basta recordar los «cacerolazos» que acosaron periódicamente al segundo gobierno de Cristina Kirchner. El gobierno se ocupó de hacer conocer los operadores profesionales que los organizaban, pero eso no debería hacer olvidar el hecho obvio: existía un numeroso sector que respondía a su convocatoria.

Igual, es importante que no convirtamos en un mito este proceso (estos dos procesos). Las manifestaciones de apoyo al «campo», los «cacerolazos» no debilitaron al gobierno nacional, ni le dieron coherencia o liderazgos a una oposición que no los tenía… hasta que este año que termina llegó la «Revolución de la Alegría» de Mauricio Macri y Jaime Durán Barba.

Desde el entonces oficialismo se miró con desconfianza -y, desde algunos, con hostilidad- a toda forma de manifestarse que no aceptase una disciplina vertical. Y en ningún caso estamos hablando de una mayoría electoral. Los que participan tienden a engañarse a sí mismos pensando que lo son, y la naturaleza segmentada de la comunicación que consumen no los disuade. Pero… los politizados son, somos, una minoría en la sociedad.

Por eso, si afirmo que hay «una nueva militancia peronista» que es uno de los hechos más importantes del escenario político en este fin de año, y decisivo para el futuro inmediato del peronismo, me baso, no en un análisis sociológico, sino en datos muy prácticos. Estos militantes, están motivados por un vínculo emocional con Cristina Kirchner, con los logros del kirchnerismo (mirados a través de un cristal idealizado; siempre es así; también lo fue con el primer peronismo) y, sobre todo, con su bronca con el gobierno de Macri. Que no les escatima motivos, claro está.

Entonces, este grupo humano no necesita -en lo inmediato- organicidad, niveles intermedios de conducción. Van a aceptar las convocatorias que resuenen con su hostilidad al gobierno actual, y sólo ellas. Y, en las provincias no gobernadas por el peronismo y en la Capital, son más numerosos que los activistas «orgánicos». En cualquier elección interna más o menos democrática que se haga en el peronismo en el futuro cercano, garantizan el triunfo de la variante opositora más dura, más kirchnerista. Que además probablemente contaría con el apoyo de un sector mayoritario, en esos mismos distritos, los más poblados, del activismo tradicional.


La guerra de Clarín. «Hay jueces en Prusia»

diciembre 30, 2015

Guerra-de-los-Siete-Años

Hoy el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, anunció «Hoy se termina la guerra del Estado contra el periodismo«. Yo agregué en un tuit «Ganó Clarín«, pero es necesario aclarar que estaba completando la frase de Marquitos. Sería imprudente darla por terminada, creo.

Cómo sigue, qué es lo que espera ganar Clarín (porque, como Don Barzini, está en esto por negocios, no política) recién lo sabremos mañana, cuando aparezca el texto del DNU en el Boletín Oficial, y conozcamos la respuesta del gobierno a la cautelar que ordena al Ejecutivo nacional que «se abstenga de suprimir o afectar derechos adquiridos u otorgar nuevos derechos a la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca)» (abarca este DNU anunciado). Recomiendo a los interesados este posteo en que los blogueros de Néstornautas hacen unas especulaciones que pueden ayudar a entender los intereses en juego.

Sobre el aspecto jurídico, las declaraciones del juez que dictó la cautelar, Luis Arias, son terminantes: «La modificación de una ley por decreto está prohibida por la Constitución«. Este es el juez que en marzo de 2014, en un fallo con fuertes críticas al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, dio  los nombres de 89 muertos por las inundaciones de La Plata -la versión oficial eran 67. Así que está acostumbrado a las peleas políticas.

Lo del título «Hay jueces en Prusia» se refiere a algo que le pasó a Federico el Grande, y le queda un poco ídem a la circunstancia actual. Lo menciono para beneficio de los compañeros que, indignados ante el hecho evidente que en el Poder Judicial hay tantos intereses personales, y ganas de ser tomados en cuenta, como en los otros seres humanos que están en el Ejecutivo y en el Legislativo, y sobre todo ante el triste hecho que a una buena parte de la dirigencia peronista esta guerra no le importa mucho, creen que sólo pueden apoyarse y sumar a los que tienen un alma pura cristinista como la de ellos.

No es así. La política consiste en juntar y conducir a los que tienen sus propios ideales, temores y ambiciones.


Las condenas por la tragedia de Once

diciembre 30, 2015

reclamo por Lucas

Sobre lo que pasó el 22 de febrero de 2012 en la estación Once del ferrocarril Sarmiento -murieron 51 personas a bordo de un tren que impactó en el andén- escribí varias veces en el blog. Natural. Además de una tragedia, fue un hecho político que provocó el primer desgaste importante al segundo gobierno de Cristina Kirchner, que había sido plebiscitado hacía pocos meses con el 54 % de los votos.

Recuerdo que en uno de mis posteos -publicado dos días después- dije, sin ningún conocimiento o agudeza especial, «sigo pensando que se debió haber renunciado a Schiavi, suspendido la concesión al Grupo Plaza (si el Estado ya controla todo el negocio y hasta paga los sueldos, intervenirlo es un paso obvio), y anunciado, al menos, un plan de reestructuración ferroviaria«.

Lo significativo es que el gobierno hizo todo eso, algunos meses después. Y la última parte con un visible éxito, en la gestión Randazzo. Pero en algunos campos el kirchnerismo no mostró los reflejos rápidos que le sobraron en otros…

Como sea, casi cuatro años después el tema ya no son esas muertes, por las que se hizo lo que la imperfecta justicia humana puede hacer. Lo que merece reflexiones son los fallos: Dos ex secretarios de Transporte de la Nación, Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime,  fueron condenados a 8 y 6 años de prisión por administración fraudulenta de los bienes del Estado, al igual que el empresario Sergio Cirigliano; al motorman, como responsable del choque, le correspondieron tres años y medio.

En general, las penas más duras fueron para los que tenían más responsabilidades, por los cargos públicos que cumplieron o por las posiciones dentro de Trenes de Buenos Aires o Cometrans, las empresas que gestionaban el funcionamiento del tren Sarmiento. Marcelo Calderón (ex presidente de TBA) y Jorge Álvarez (ex vicepresidente de TBA) recibieron la misma pena que Schiavi: ocho años de prisión. Mientras que a Sergio Tempone (ex gerente operativo de TBA) le correspondieron siete años, y Carlos Michele Ferrari (ex presidente de TBA), Jorge Alberto de los Reyes (ex vicepresidente de TBA) y Carlos Pont Vergés (ex director de TBA) fueron penados con seis años de prisión.

Se puede decir, con la vieja y cruel lógica militar francesa, que sirve «pour encourager les autres«. Puede ser que esto haga más prudentes a funcionarios y concesionarios de servicios públicos. Creo, sin embargo, que merece una reflexión más detenida.

Copio a continuación dos, de un politólogo y un jurista, con miradas diferentes. Aparecieron en Página 12 con una tercera, que es el aval profesional de otra jurista a la seriedad de estos jueces. Valioso, porque viene de alguien que simpatiza con el anterior gobierno. Pero no hace al fondo de la cuestión.

(Advierto a mis esforzados comentaristas que, en este tema, no tendré mi habitual paciencia con los que vengan a volcar sus pequeños odios o sus egos).

“Una nueva lógica”

“El fallo, aun esperando que existan apelaciones y ver qué se resuelve en otras instancias, tiene características muy importantes, no sé si darle la entidad de históricas, pero son muy relevantes si miramos hacia atrás. Esas características están dadas por las condenas a varios miembros de la empresa con capacidad decisoria en el funcionamiento de la misma y a dos ex funcionarios, con capacidad de control y regulación. En ese sentido, aquí ha sucedido algo que frente a otras tragedias (LAPA, Austral, Fábrica Militar de Río Cuarto, AMIA, Embajada de Israel, etc.) el Poder Judicial no había actuado y es probable que el Poder Ejecutivo no haya facilitado, e incluso entorpecido la acción del primero. Aquí sucedió otra cosa. Se explica por un proceso de años en donde el Poder Judicial ha debido dar algún tipo de respuesta, y a su vez un Poder Ejecutivo que no entorpeció la investigación. Decir ‘la corrupción mata’ es una presentación muy simplificada de una trayectoria extensa de tragedias sucedidas en nuestro país, y es también el modo de señalar a ‘la política’ como la responsable sin ver las tramas que explican lo sucedido. La conducción política del Estado tiene un rol central, y dos condenas van en esa dirección, pero cuando en estos días volvemos a leer que ‘el ferrocarril le genera mucho gasto al Estado’ es también parte de la trama que destruye la construcción de un transporte seguro y de calidad. La idea es que las condenas cumplen esa doble función: castigar a quien delinque y ejemplificar al resto para desalentarlo a llevar adelante prácticas similares. Pero esto es solo una pequeña parte de lo que implica evitar nuevas tragedias de este tipo; que el gobierno anterior, y es de esperar que el actual la continúe, haya reformulado su política ferroviaria, es el marco necesario para evitar de modo estructural (y no poniendo por delante el derecho penal como disciplinador) que este tipo de tragedias vuelvan a suceder. Llegamos a una instancia en donde la sociedad dejó de aceptar que los accidentes son una ‘desgracia inevitable’. Hace 30, 40 años, era muy poco probable pensar así. Nació una nueva lógica de la responsabilidad que aún estamos procesando. Cromañón expresó algo de esto; este fallo avanza sobre esta perspectiva.”

Por Sergio De Piero – Politólogo, investigador de Flacso Argentina.

“Sienta un precedente”

“La sensación, sin los fundamentos y con las condenas, es que el fallo responde más a la presión social y mediática que a la causa en sí. El tribunal no tenía espacio social, político ni mediático para resolver alguna absolución. Hasta tanto no se den a conocer los fundamentos será difícil establecer si el fallo se sustenta en responsabilidades concretas o si responde a un clamor que exige que paguen ciertos funcionarios. El fallo condensa la idea que se construyó mediáticamente (con parte de verdad) acerca de las falencias del sistema ferroviario, que inevitablemente iban a terminar en tragedia. Pero que, en principio, se desentiende de las causas concretas de este accidente concreto. Si se mira en lo fino, han sido condenados dos secretarios de transporte de dos períodos diferentes, por determinación de organización. Lo cual claramente sienta un precedente: los funcionarios políticos con responsabilidad sobre ciertas áreas tienen incluso una responsabilidad mediata sobre deficiencias en los controles y en la gestión, lo cual es muy interesante. En abstracto, es positivo; en la práctica es una herramienta peligrosa en manos de los jueces. El monto de las penas es un tema complejo, pero si se tiene en cuenta que la pena máxima para los genocidas es de 25 años, siempre la graduación tiene que ir para abajo. En principio las penas son duras, no hay muchos antecedentes en que se condene funcionarios con nueve años de prisión efectiva. No es habitual este grado de dureza. Sobre todo cuando a ninguno de ellos se los acusó de haber sido los autores materiales, sino de haber tenido responsabilidad indirecta. Es esperable que el fallo esté inscripto en un clamor que exigía condenas ejemplificadoras. Si se compara por ejemplo con la tragedia de LAPA, las penas resultan esta vez mucho más duras. En el juicio por Lapa, las penas fueron muy blandas con las responsabilidades indirectas, que pesaron sobre empresarios, lo que también es una muestra de cómo el poder judicial tiene distinta vara respecto de distintos sectores sociales. A los imputados en las empresas privadas se les da penas fuertes, pero con los funcionarios políticos con los que el poder judicial ha tenido enfrentamientos durante estos doce años se le han dado las penas mas ejemplificadoras que se recuerden. Y tampoco es casualidad que hayan absuelto al presidente Mauricio Macri en la causa por las escuchas ilegales. Claramente el poder judicial ha tomado partido y lo está demostrando con sus fallos”.

Por Lisandro Teszkiewicz  – Consejero directivo de la Facultad de Derecho y miembro de Abogados por la Justicia Social.


A qué apuesta la economía de Macri

diciembre 29, 2015

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Agradezco al talentoso Bob Row que subió esta nota. Y, en el homenaje más sincero que se acostumbra en  la bloguería, se la copio.

Me parece valiosa porque Macri y sus principales voceros económicos -siguiendo los sabios consejos de Durán Barba- sólo dicen vaguedades. Y en los medios y blogs del palo analizan lo que ya ha hecho el gobierno Macri -una transferencia importante de recursos a los exportadores, básicamente- pero para hablar de sus futuros pasos recurren a analogías con el gobierno de la Alianza. No es un escenario realista: sus ministros del área económica tienen desafíos y recursos muy distintos. Obvio, si se piensa bien, después de la breve gestión Duhalde y los doce años kirchneristas.

Aquí, Néstor Scibona no repite las acostumbradas alabanzas a las virtudes de la «política económica moderna» (la que se aplica en España, por ejemplo) que publica todos los domingos en La Nación, y, tal vez fruto de una conversación con Prat Gay, habla de lo que piensan hacer. En lugar de descansar en la varita mágica del «hada de la confianza» (Krugman dixit), enumera expectativas y medidas.

Los opositores debemos enterarnos. Es cierto que, como decía Perón, podemos confiarnos en que este oficialismo nos haga aparecer no buenos sino óptimos. Pero no nos engañemos: los que están ahora tienen que gobernar. A los opositores, también. Conviene que todos sigamos de cerca cómo piensan hacerlo.

«Si la evolución económica del año entrante pudiera graficarse con letras, el equipo de Mauricio Macri elegiría en los papeles una ene minúscula para dibujar la trayectoria esperada de la inflación y una u para la del producto bruto interno. En otras palabras, el trío Alfonso Prat Gay-Federico Sturzenegger-Francisco Cabrera espera que la tasa inflacionaria experimente un repunte a comienzos del 2016 para luego descender, a la inversa del PBI, que tendría una declinación en la primera mitad del nuevo año y una recuperación en la segunda.

Por cierto que se trata de una proyección muy provisoria. Hasta ahora sólo se conoce una parte del programa económico (el fin del cepo y casi todas las retenciones y la unificación cambiaria y consecuente devaluación del peso, junto con la suba de las tasas de interés), pero falta completar otra, tanto o más relevante y compleja de instrumentar: los ajustes de tarifas energéticas y de combustibles, así como la reducción y redireccionamiento de subsidios estatales. Este conjunto de medidas en marcha y las que resta resolver será la antesala del «acuerdo social» convocado para mediados de enero, a fin de armonizarlas con la prometida reforma del impuesto a las Ganancias retroactiva a enero y los aumentos salariales en paritarias. Previamente, el 7 del próximo mes, se conocerá la nueva lista de «precios cuidados» para una canasta de productos de consumo masivo (alimentos, bebidas, productos de limpieza y tocador) que se comprometieron a acordar hasta abril empresas proveedoras y cadenas de supermercados bajo el auspicio del gabinete económico. Además, todo este proceso deberá guiarse con índices de precios provisorios pero más confiables (basados en las estadísticas de Capital Federal y San Luis), tras el virtual desmantelamiento del Indec.

Los capítulos ya conocidos del programa económico funcionaron mejor de lo que se preveía. Por un lado, el levantamiento del cepo cambiario no trajo la corrida que muchos esperaban y el dólar único llegó a perforar el piso de 13 pesos, lo cual obligó al Banco Central a recortar la fuerte suba de las tasas de interés para frenar la baja por lo menos hasta que se recomponga la demanda de los importadores, tras el fin del polémico sistema de permisos previos (DJAI) aplicado por Guillermo Moreno y su reemplazo por un sistema de licencias aceptado por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por otro, el BCRA recuperó sus reservas brutas (a 24.800 millones de dólares) y también «poder de fuego» para intervenir en el mercado cambiario, al convertir en casi 3.100 millones de dólares parte del swap chino en yuanes. Aun así, sigue sin marcar el piso y el techo de la banda de «flotación sucia» anunciada por el ministro Prat Gay al unificar el mercado.

La calma cambiaria de fin de año no podrá quedar asegurada hasta que el gobierno de Macri ponga en marcha la política de metas (decrecientes) de inflación, también anticipada por Prat Gay y que se perfila como la nueva «ancla» para alinear las expectativas cambiarias, inflacionarias y salariales. Para eso será necesario definir la política fiscal para el 2016 (gasto público, subsidios, obras de infraestructura, ajuste de salarios estatales y jubilaciones, etcétera) y también la política monetaria, para absorber el aluvión de pesos de fin de este año y prever el financiamiento del déficit presupuestario del 2016, con una mezcla de menor emisión y mayor endeudamiento interno y externo. En este último caso, a mediados de enero se iniciará formalmente la negociación de un acuerdo con los holdouts, cuyo objetivo final es colocar deuda en el exterior a tasas más razonables y sin riesgos de embargo. Incluso, no se descartaría un depósito a cuenta como muestra de buena voluntad, a cambio de que el juez Griesa reponga el stay (no innovar) que dejó sin efecto hace 18 meses, cuando el gobierno de Cristina Kirchner se negó a acatar su arbitrario fallo a favor de los fondos buitre y precipitó el actual default parcial de la deuda. A cambio del acceso al financiamiento en los mercados externos, hoy cerrados para la Argentina, el Palacio de Hacienda tendrá más margen para reducir el déficit fiscal (7% del PBI) hasta eliminarlo en un plazo de cuatro años.

Mientras todos estos elementos estén «en el aire» será difícil que retrocedan muchos precios que se pasaron de revoluciones antes de la devaluación (pese a que en vísperas de Navidad aparecieron numerosas ofertas con descuentos de 30, 40 y hasta 50%) y mucho más acordar con empresarios y sindicalistas una pauta salarial para las futuras paritarias, sobre todo con la perspectiva de aumentos de tarifas y electricidad (especialmente en Capital Federal y Gran Buenos Aires) y también de combustibles, en este caso más bajos que la última suba del dólar tras la unificación cambiaria.

De todo esto dependerán las proyecciones de crecimiento de la actividad, con una política económica que apunta a poner más énfasis en la inversión que en el consumo y ya ha venido liberando trabas y controles, a diferencia de la que aplicó el kirchnerismo.

Así y todo, varias consultoras privadas comenzaron a difundir sus estimaciones económicas para el 2016, incluso con números tentativos.

El Estudio Broda, por ejemplo, prevé una suba del 1% anual en el PBI (tras un retroceso en el primer trimestre), una inflación (de mayor a menor) del 30/32% anual y un dólar a 14,50 pesos a fin del año próximo.

La consultora Ecolatina, que dirige Marco Lavagna, proyecta en cambio una leve contracción del PBI. Su argumento es que el posible repunte impulsado por las exportaciones agroindustriales y un mayor flujo de turismo externo no alcanzará a compensar la retracción del consumo interno y la inversión pública –incluso con financiamiento de organismos internacionales–, que en este caso sólo podría tomar cuerpo en el 2017.

Por último, un informe del Departamento de Economía de la Universidad Austral, elaborado por Eduardo Fracchia, traza dos escenarios para el nuevo año, luego de estimar que tras el fin del cepo será más dinámica la inversión en equipos y también en construcción privada. El primer escenario («moderado») prevé una suba del 2% en el PBI, una inflación del 33% y un dólar a 15 pesos en diciembre. El segundo («optimista») eleva al 4% el crecimiento y reduce al 25% la inflación anual, sobre la base de un dólar a 13,90 pesos y tasas de interés menos elevadas.

Más allá de esta disparidad de proyecciones, el nuevo año incluirá un componente de manejo político y comunicacional que el presidente Macri no podrá soslayar: cómo convencer a los agentes económicos –y a la sociedad– de que los beneficios de una política económica más racional serán a largo plazo, a la inversa de sus inevitables costos«.


El futuro previsible

diciembre 28, 2015

hari seldon

Como el blog y yo mismo estamos un poco saturados de política, les acerco algo en la línea de los tradicionales pronósticos de fin de año (un poco más serio). Lo tenía preparado el domingo, pero aconteció la curiosa fuga de los hermanos Lanatta y Schillaci (un hecho no imprevisible pero inesperado).

El título de este posteo es engañoso (No falso, eh). El futuro es previsible, hasta en tiempos muy largos, si estamos hablando de cuerpos físicos lo bastante grandes para que no aparezca la incertidumbre cuántica. La trayectoria de los planetas, la vida de las estrellas, la evolución de las galaxias…

En cambio, el futuro de los asuntos humanos no lo es. Los intentos de hacerlo usando la versión de Feuerbach y Marx de la dialéctica de Hegel, tanto como las rígidas «leyes» de Spengler de la evolución de las culturas, se vieron frustrados.

La razón es simple y no tiene nada de místico. La teoría matemática del caos lo explica, pero en una versión sin ecuaciones podemos decir que cada acontecimiento, cada hecho personal, por mínimo que sea, influye sobre otros. Y esas variaciones no se anulan mutuamente en una regularidad estadística, sino que se acumulan conforme transcurre el tiempo. En la jerga técnica, tienen feedback positiva.

(Lo siento por Asimov, pero Hari Seldon no descubrirá las leyes de la psicohistoria en el año 12.000 de la Era Galáctica).

Esto es válido también para los desarrollos tecnológicos. En el curso de mi vida ya vi proclamar, y desvanecerse, la Era Atómica y la Era del Espacio. Seguimos usando energía nuclear, claro, y también satélites y pruebas espaciales, pero no ocupan el lugar central que se prometía.  En cambio, nadie anticipó Internet diez años antes que empezara.

A pesar de eso, creo que en Informática -un tema que nos importa a nosotros en particular- se puede predecir el futuro cercano con bastante precisión. Toco madera al decirlo, pero su vertiginoso desarrollo ha sido bastante regular. Por eso, aporto estos diez pronósticos de Ariel Torres, que aparecieron dentro de un texto mucho más largo en La Nación y en el blog El Ojo con Dientes. Y acepto apuestas.

«1. Más poder de cómputo. Algo que no va a ocurrir en las próximas décadas es que la industria comunique públicamente que ya está, ya no hacen falta chips más potentes. El poder de hacer más operaciones aritméticas y lógicas por segundo es la clave del mundo en el que vivimos y en el que vamos a vivir durante mucho tiempo todavía. Traducido a lo cotidiano, ese poder de cómputo es lo que hace que tu teléfono sea más ágil, que interprete comandos verbales y que use una pantalla de altísima resolución. Los coches autónomos existen porque la PlayStation es más potente que las supercomputadoras de hace 30 años. Lo que me lleva al siguiente punto.

2. Más pequeño. No vamos a tener poder de cómputo a cualquier costo. Es menester que los dispositivos sean cada vez más pequeños (o, para ser más exacto, que tengan mayor densidad de componentes). De momento, la naturaleza le impone un límite a la industria del silicio, pero más tarde o más temprano le encontraremos la forma de continuar miniaturizando. Mi sintetizador Yamaha CS-5, que compré en 1979, pesa 7 kilogramos; mi smartphone pesa 130 gramos y puede emular con la más absoluta fidelidad los sonidos de esa querida reliquia que todavía conservo. En rigor, el componente que emula al CS-5 tiene el tamaño de un grano de arroz. Puede que algún dispositivo disruptivo nazca voluminoso, pero tenderá a achicarse muy rápidamente. Salvo, como me apuntaban estos días, las pantallas; pero sólo en apariencia. Las pantallas tienen cada vez mayor densidad de pixeles, por lo que cumplen con el principio mencionado al principio.

3. Más económico. Si los precios de una tecnología más avanzada fueran más altos, nos parecería normal. Si se mantuvieran constantes, diríamos que estamos OK. Lo extravagante es que los precios en realidad bajan de forma sistemática. El nuevo iPhone cuesta más o menos lo mismo que el primero, de abril de 2007, que ni siquiera tenía 3G. Esta regla se mantendrá.

4. Más fácil. Cualquier veterano se los dirá: manejar una computadora en 1981 era bastante más complicado que aterrizar el transbordador espacial en medio de una tormenta, con varias copas encima y los ojos vendados. Si una tendencia parece mantenerse constante en la imprevisible carambola del futuro es la cada vez mayor facilidad de uso; o, mejor dicho, que tareas cada vez más complejas son cada vez más fáciles de realizar. Es muy improbable que un dispositivo gane un espacio entre el público con el argumento de que usarlo resulta fatigoso.

5. Más inteligente. Lo que llamamos inteligencia en estas tecnologías suele ser malinterpretado, inflado y exagerado. En la práctica, significa dos cosas. Por un lado, añadir poder de cómputo y conectividad a los equipos (es la diferencia entre un celular y un smartphone). Por otro, una tendencia hacia un número cada vez mayor de funciones de las que nuestros dispositivos nos relevan. No importa aquí si esto es bueno o malo, pero es poco probable que en el futuro una tecnología nos subyugue gracias a su falta de inteligencia. Y parece bastante seguro que las cosas que antes eran bobas dejarán de serlo. Nuestros autos son un ejemplo de la integración cada vez mayor de poder de cómputo a las máquinas que por definición no son computadoras. En el extremo están, claro, los coches autónomos (que ya son una realidad).

6. Más ecológico. Si seguimos consumiendo energía como si no hubiera un mañana, entonces no habrá un mañana, y en tal caso de poco sirve hablar del futuro. La tendencia ha sido hacia un menor consumo de energía, no tanto por la ecología, sino más bien para extender la autonomía de las baterías. Creo que hay un paso revolucionario allá adelante: incorporar la protección del medio ambiente como norma a estas tecnologías. No es sólo gastar menos electricidad. Es también abandonar los materiales contaminantes e instaurar políticas de reciclado de los residuos electrónicos consistentes, sustentables y, sobre todo, que sean algo más que palabrería. Hemos avanzado en este sentido; necesitamos hacerlo mucho más.

7. Más conectado. Esta es obvia, pero importante. La tendencia es hacia más ancho de banda en más lugares y con menos complicaciones (por lo que se apunta en 4), sean cables o procesos de configuración. La conectividad irá haciéndose cada vez más universal, ubicua y transparente, y con tasas de transferencia que hoy no podemos ni soñar.

8. Menos resistencia. La información encuentra cada vez menos resistencia para transmitirse. Por ejemplo, lo que alguna vez estuvo en las salas de concierto (usualmente, salones de la nobleza) pasó luego al gramófono, al vinilo, al CD y al MP3. Ahora está en un smartphone vía streaming. Hay muchas otras zonas de roce todavía, pero creo que no puede ya revertirse la tendencia de que la información y la cultura encuentran cada vez menos resistencia en su propagación. Es una buena noticia.

9. Más inseguro, menos privado y con mayor concentración.Lamentablemente, hay también tendencias preocupantes. El futuro, todo indica, tendrá cada vez menos seguridad informática, por mucho esfuerzo que hagan compañías y gobiernos para contrarrestar los ataques. La forma en que construimos software es una de las razones. La incipiente Internet de las Cosas -que podría ser de una enorme ayuda para reducir el consumo de energía- no mejorará el panorama. La privacidad está siendo atacada desde todos los frentes, incluso el interno. Dudo que esto cambie pronto. La concentración es particularmente dañina para la innovación y, vaya paradoja, ha sido una constante en esta innovadora industria. Hasta ahora no hay signos que muestren una reducción de la concentración en el corto y mediano plazo.

10. Saltos cuánticos. Ha ocurrido y seguirá ocurriendo: cada tanto surgen ideas (que todo el mundo tenga una computadora), programas (el e-mail, la planilla de cálculo), servicios (la Web, Twitter, Facebook, Wikipedia, Uber) y dispositivos (la PC, el iPhone, el GPS, los coches autónomos, la impresión 3D) que nos dejan en off side con nuestras predicciones y reconfiguran la realidad y, por supuesto, el futuro. Y eso, en serio, me encanta«.


El peronismo en las calles

diciembre 28, 2015

antonio-berni-manifestación

A mi me gustó esto que me envió desde Mendoza Marcelo Padilla. Lo comparto con ustedes, y luego agrego un comentario:

«En las épocas mozas, cuando todo esto era un jardín de flores regadas por la voluntad de los que se animaron, y, quienes nos sentimos representados por el movimiento nacional y popular con sus referentes máximos, ésto, Argentina, era una fiesta. Queríamos más pero nos acostumbramos un poco al bienestar de los logros. Pululaban los dirigentes. Era cuestión de citar siempre a Néstor y a Cristina y repasar la lista extensa de conquistas. A eso le sumabas la Patria Grande, UNASUR, Chávez, Evo, Correa, Mujica, Lula…. y teníamos el discurso lo suficientemente armado como para dormir tranquilos. Habíamos conquistado el olimpo por asalto pero con democracia, los pueblos votaban a favor de esta camada y la correlación de fuerzas políticas y sociales contribuía claramente para quedarnos tranquilos. El proyecto nacional se plasmaba en políticas públicas, en una batalla cultural aparentemente ganada, en el avance de la memoria, la verdad y la justicia, en la realidad efectiva.

No era cuento. Lo vivíamos y lo festejábamos. Cada vez mirábamos más tele dejándoles la calle a los odiadores seriales. No nos importaba tanto. Estábamos convencidos que eso no movía la aguja del poder popular construido. En medio de estos placeres en vida, aparecieron los que siempre utilizan al movimiento nacional y popular para sus negocios chicos y grandes. Hacíamos la vista gorda porque creímos que todo tigre tiene manchas y, no por más manchas el tigre dejaba de serlo. En la boca el recitado de las 100 conquistas de la década ganada. La teníamos más larga que todos y se la mostrábamos al enemigo, pero también al vecino, al amigo, al familiar crítico. El peronismo apelaba a sus formas más acomodaticias y hacía del PJ un mero instrumento, una medida de tope para las voces disonantes al interior. Pasó en el conurbano, en la gran provincia de Buenos Aires y en las provincias retenidas por peronismos conservas. La llevábamos bien. Mientras se gana, uno se da el lujo de despilfarrar, engordar, dejar de lado lo de abajo para quedarse mirando desde arriba. Vivíamos aplaudiendo. Los límites fueron nuestros, nos autolimitamos, reaccionamos tarde, cuando nos quedamos dormidos y nos despertó la marea llevándose el mate, el termo y la toalla al mar.

Se tapaba al que criticaba porque…. ¿para qué?, ¿si estaba todo controlado?, ¿si era cuestión de llegar a una elección y poner en funcionamiento el aparato y listo? En algo nos dormimos más de lo aconsejado. Pasamos de tirarnos un rato a la siesta para luego, con los años, estirarla a un par de horas, o más en algunos casos. La rebeldía la habíamos desplazado a Peter los lunes por la noche. A TVR los sábados por la noche, teníamos dónde amamantarnos. Mientras, muchos dejaban la militancia por desgano. Algunos por el aburguesamiento que generan los cargos, otros por no ser escuchados. Se veía venir pero no se le daba mucha bola a eso porque sobrevaloramos nuestras fuerzas. Un error. Difícil de ver cuando el parto viene de cabeza y no de culo. La economía daba resultados más allá de las crisis porque veíamos cómo una gran porción de argentinos usaba los fines de semana largos para rajar y conocer el país.

Fuimos los mejores por doce años y medio. Eso sentimos, tal vez nos agrandamos demasiado. Pero hubo un año donde todo empezó a cambiar aparentemente de golpe. Enero de 2015. Nos tiran un muerto pesado en la puerta de la casa y de ahí en más no paró el oleaje que luego fue tsunami. Nos sorprendió el año pero no fue más que el resultado de varias razones y motivos. El tema es que cuando viene de culo…todo se complica.

Y se vinieron las feroces internas. En medio de la convulsión opositora que encontró el modo, apretó el acelerador y puso su Porsche a 220 km la hora. Nosotros a cachetazo limpio, entre nosotros. Las acusaciones, las pasadas de factura, las mezquindades entre organizaciones hermanas. El PJ haciendo de tope. La calentura entre cumpas. La paranoia, los celos, el aparateo, las traiciones. Las derrotas electorales por goteo mes a mes. Aquí, allá, arriba y abajo. Que Randazzo, que Scioli. Que los intelectuales, que esto, que lo otro. Que puros e impuros. Que diestra y siniestra. Que sálvese quien pueda, que vamos para adelante.

Y se nos vino la noche. La noche que nos dimos cuenta que el proyecto del enemigo no paraba con nada. La noche de la primera vuelta, la piña que nos dejó mareados. El borre de los dirigentes pillos que la vieron y se hicieron los pelotudos. El empoderamiento popular que hizo del brazo que faltaba. Eso fue lo más rico. El movimiento de atrevidos que se puso al hombro el proyecto. Tarde, pero demostrativo y esperanzador para llegar a la segunda vuelta con la esperanza al menos. Y luego la derrota por 300 mil votos. La tristeza, el dolor, Macri.

No hubo tiempo de autocríticas serias. Porque se vino lo del traspaso y sus enredos. Y allí estuvimos agradeciendo en una Plaza que sin dudas quedará en la historia nacional. La plaza de los empoderados y enamorados reales. Los que lloraban esas últimas horas de Cristina Presidenta por la tele. El fin de un matrimonio por mucho tiempo igualitario. La división del país y la desligazón de la dirigencia con gran parte del pueblo. Macri asumiendo en condiciones surrealistas mientras las madres marchaban en la plaza.

Las medidas. El avasallamiento a la institucionalidad que tanto reclamaba la oposición a la orden del día. Las primeras represiones, los decretos por metralla, el congreso pintado. La marchas, las autoconvocatorias, la navidad, los medios que hablan de otro país, la pérdida de nuestra comunicación. Sin embargo, la energía social. Esa que alimenta cuando estás en las marchas para no decaer. Macri en la Angostura porque gobierna para angostar. Y nosotros aquí, con las mismas caras de preocupación pero con ganas. No sé qué dirigente hoy puede decirse dirigente de quién. Lo único que sé es que está naciendo lentamente el costado más rebelde del proyecto. Y que está en las calles. Allí, de donde jamás nos deberíamos haber ido«.

Voluntarista lo de Marcelo, hay que decirlo. Uno también debe tomar en cuenta las preguntas de, por ejemplo, Gerardo Fernández «¿Qué vamos a hacer, además de reunirnos los sábados en los parques? Acá es donde se pone difícil el análisis de lo que viene, porque hay otros asuntos que importan al conjunto del FPV, que de por sí es diverso. Sin ir más lejos, no está de mas preguntarse a cuantos del 49 % que votó a Scioli interpelan posiciones como las de Urtubey o las del mismísimo Martín Insaurralde, que según las malas lenguas encabeza la línea friendly con el macrismo«. Porque la militancia también se hace preguntas, cómo no.

Por mi parte, por entrenamiento y profesión tiendo a pensar en términos de relaciones de poder, estructuras, candidatos, campañas… Pero no debo olvidarme, nadie que se interese por la realidad debe olvidarse, que todo eso existe si primero está la voluntad de hombres y mujeres dispuestos a ponérselo al hombro.


La fuga de los hermanos Lanatta

diciembre 27, 2015

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Pensaba postear algo con los pronósticos para el nuevo año -una tarde de domingo calurosa en Buenos Aires no estimula la originalidad intelectual- pero que una noticia policial -¡una publicada en La Nación, nada menos!- me dé servido el Post del día… No es para desaprovechar. Copio textualmente:

«Los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci, condenados a prisión perpetua por el narcocrimen de tres empresarios en General Rodríguez, se fugaron esta madrugada de la cárcel de General Alvear.

Los internos maniataron a dos guardias y tomaron a un tercero como rehén, consignaron fuentes policiales. Escaparon tras robar un Fiat Uno de un empleado del Servicio Penitenciario Bonaerense.

Los hermanos Lanatta y Schillaci son buscados por la Policía Federal, Interpol, la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y la Policía Bonaerense, informaron desde la gobernación bonaerense.

… Según informaron fuentes oficiales «los internos lograron escapar a las 3 de la madrugada vistiendo ropas oscuras utilizadas comúnmente por el personal del servicio penitenciario. Amenazaron con un arma de fuego a la guardia y para huir utilizaron a personal del servicio como rehén y un auto de apoyo que dejaron a las pocas cuadras».

Los hermanos Lanatta estaban condenados en la causa de la efedrina por el asesinato de Sebastián Forza, Danián Ferrón y Leopoldo Bina, cometido en 2008.

En los últimos meses, Martín Lanatta acusó a el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández de ser parte de la trama y aseguró ante la Justicia que fue el autor ideológico de los homicidios de General Rodríguez .

Luego de la denuncia, había quedado alojado en un área especial. Pero esta madrugada, pasadas las 2, consiguió escapar.

A principios de agosto pasado, el programa televisivo Periodismo para Todos, conducido por Jorge Lanata , emitió un informe sobre el presunto vínculo del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, con el triple crimen y el tráfico de efedrina. Hasta ese día -de la emisión del informe-, Martín Lanatta había negado durante seis años cualquier vínculo con el entonces ministro coordinador.

«Quien dio la orden [de ejecutar la matanza] es Aníbal Fernández», dijo Lanatta. «Forza fue un estorbo para el negocio vinculado con el precursor químico», agregó cuando fue entrevistado en la cárcel de General Alvear.

Durante la investigación y el juicio oral contra Lanatta no surgió ningún elemento concreto, cruce telefónico o prueba que vinculara a Fernández con el caso«.

Por supuesto, esto será un picnic para la blogosfera, y aún para los medios convencionales (Las redes sociales arden). Mi alerta amigo Oscar Cuervo ya subió una serie de hechos que sugieren algún vínculo sciolista en el asunto (y un buen soldado cristinista ya lo comentó en este blog). Habrá otras sugerencias, sin duda.

Por mi parte, sólo puedo decir que, desde las muertes de Nisman y de Satanowsky (58 años antes), no tengo presente ningún hecho de nuestra historia moderna que oliera tanto a servicios. Fouché, ilumina a tus fieles discípulos en esta hora.


La Renovación no será macrista

diciembre 27, 2015

la renovación peronista

En estos días se empezó a hablar en público de dos asuntos que los dirigentes que piensan dos jugadas adelante -hay algunos- tenían claro desde la noche del 22 de noviembre: el Partido Justicialista -la estructura política nacional más importante, todavía- tendrá que elegir nuevas autoridades, en los próximos 120 días. Y el PJ -que por doce, al menos diez años- se adoptó a una determinada constelación de poder: una Presidencia fuerte, con recursos, más, en segundo plano, los gobernadores de casi todas las provincias argentinas- deberá adaptarse a una realidad muy distinta. En un proceso de renovación que -es la expectativa inerradicable de los peronistas- le permita volver a sumar a las mayorías y volver al gobierno.

Lo primero a tener cuenta es que son dos asuntos, no uno. La próxima elección del Consejo Nacional del PJ será apenas un paso en un proceso largo, complejo, y donde habrá desarrollos sorpresivos. Alguien recordaba que después de la derrota del ´83, la Renovación llevó cuatro años…

Y no está asegurado que el resultado sea el mejor para los peronistas, para los argentinos, como no lo estaba esa vez. Lo único que puede decirse es que depende de la lucidez y la generosidad que dirigentes y militantes pongan en la tarea.

Eso sí, hay algunos resultados que están descartados. Entre ellos, un peronismo dirigencial que desde la comodidad de los cargos se acomode al rol de una oposición convencional, desde el discurso político. Ignorando a la militancia -que está con «la sangre en el ojo»- y, más grave, a los perjudicados del proyecto en curso: los trabajadores de Cresta Roja, los suspendidos, … Todos los que vendrán.

Eso no está descartado, solamente, por esas buenas cualidades que mencioné. También por la estrategia de los otros jugadores. Que la tienen, por cierto. Para dar una idea de ésto, me parece útil una reciente nota de Pablo Ibáñez en Ámbito. A menudo no estoy de acuerdo con su enfoque, pero -como comenté otras veces- es un periodista que recoge los chismes y las inquietudes de los niveles medios del peronismo. Que, como en toda estructura, son los que mejor reflejan su dinámica.

«Mudos, incómodos y quietos. La fragilidad económica de muchos -casi todos- y la coraza del debutante que recubre a Mauricio Macri congelan, por ahora, una reacción unívoca de los gobernadores del PJ, refugio territorial del peronismo lejos del poder, frente a la ristra de «decretazos» que el Presidente enlazó desde que asumió.

Veloz, con manual peronista, Macri trasmitió que ejercerá el poder sin pudor ni amabilidades. El peronismo, que gruñía contra «las formas» de Cristina de Kirchner, saludó el asado en Olivos. Pero la luna de miel duró unas horas: Macri la degolló con el lapicerazo macrista con que nombró a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz como cortesanos.

Luego, Macri agregó tres fojas al expediente de un PJ en alerta: Emilio Monzó se sentó sobre la notificación de Marcos Cleri como miembro del Consejo de la Magistratura, adormeció a la par de Gabriela Michetti la designación de Ricardo Echegaray en la AGN e intervino el AFSCA, organismo creado por Congreso para ser árbitro y ejecutor de la ley de medios.

Ni Cleri, ni Echegaray ni, menos aún, Martín Sabbatella son un imán de simpatías entre los peronistas institucionales pero la ofensiva macrista unifica a la diversidad PJ. Primero malquistó a los senadores con Federico Pinedo, en el instante que estaba construyendo identidad como interlocutor confiable, y ahora a los diputados con Monzó -que hace una semana no le atiende el teléfono a Héctor Recalde- y fue, en este tiempo, la ventanilla para gobernadores y jefes partidarios de todo tipo y color.

El Macri que se perfiló con la cautelar para que Cristina deje el poder el 9 de diciembre a la medianoche y se vio en toda su dimensión con los cortesanos a dedo, la liquidación del AFSCA y el bloqueo a designaciones como las de Cleri -apenas una rotación porque ocupa el lugar de Anabel Fernández Sagasti, que fue al Senado- borra los atisbos de peronismo amable y deja sin campo de acción a figuras como Juan Manuel Urtubey, el gobernador de Salta, que se recortaba en el cielo peronista como un renovador elegante y republicanista.

Urtubey fue, de hecho, el cacique más elogioso con Macri por el almuerzo en Olivos y quiso ser visto como el rostro del nuevo peronismo. A los dos días, su hermano senador objetó el decreto de la Corte y luego se licuaron los halagos. Con sus medidas -a las que algunos, en el PJ, suman lo ocurrido con Cresta Roja- el Presidente clausura, o dificulta al extremo, el esfuerzo de cualquier peronista para ser Macri friendly.

Pablo Kosiner, diputado top de Urtubey, uno de los que bajaron a la asamblea legislativa de Macri a contramano de lo que decidió el bloque, cuestionó la intervención del AFSCA. «Es un retroceso en los derechos comunicacionales», dijo el salteño y pareció ampliar la foto de familia del peronismo opositor. Kosiner quería ir al Consejo de la Magistratura en lugar de Fernández Sagasti.

Por su lado, el Presidente no deja lugar a grises porque arrumbó el relato del republicanismo y la gobernabilidad que abrazó el PJ elegante. El éxito de Macri se puede medir en dos hechos: el alineamiento que Miguel Angel Pichetto logró en el bloque del Senado y la descompresión de la tirantez en la bancada de diputados, que crujió cuando Cristina impuso a Recalde en desmedro de José Luis Gioja.

Tras aquellos chispazos el bloque opera unido, e incluso Kosiner interviene en el grupo de abogados que se armó para seguir y analizar las medidas del Gobierno.

De ese scrum salió, con la coordinación del terceto que integran Recalde, el formoseño Luis Basterra y la bonaerense María Teresa García, un escrito con impugnaciones a Rosenkrantz -lo presentaron las diputadas Carolina Gaillard y Araceli Ferreyra- y se empezó a bosquejar el argumento para elevar denuncias contra Monzó y Michetti por «incumplimiento de deberes de funcionario público» por no formalizar las designaciones de Cleri en la Magistratura y Echegeray en la AGN.

«La decisión del bloque es no judicializar la política pero lo que están haciendo es demasiado» dijeron, anoche, en el bloque del FpV. «Lo de Macri es peronismo salvaje» agregó, con algo de ironía, un referente del interior sobre el comportamiento del Presidente.

Los senadores ya avisaron que no aprobarán los pliegos de Rosatti y Rosenkrantz, el PJ/FpV se plantó en la comisión de DNU y ahora los diputados se ponen en alerta permanente. Hay un puñado que pactó no alejarse más de 3 horas «en auto» de Capital durante el verano.

Los gobernadores se mantendrían quietos, antes de exponer una tensión extrema con Macri, porque deben ordenar la convivencia económica con la Casa Rosada. Rogelio Frigerio puso a Alejandro Caldarelli a revisar los informes que le baja cada gobernador que lo visita e, inevitablemente, le pide fondos para pagar salarios y aguinaldo.

Frigerio divide al mundo del PJ en dos hemisferios: los que fueron reelectos y los nuevos. A aquellos les mezquina recursos para rigorearlos; a los nóveles les requiere que se despeguen de sus padrinos. El caso testigo es Gustavo Bordet, gobernador de Entre Ríos (provincia a la que llegará el ministro por las inundaciones del Río Uruguay), delfín de Sergio Urribarri, sobre quien Jorge Busti, operador secreto de Frigerio en esos pagos, susurra sugerencias a Bordet para que haga lo que Urribarri le hizo a él: traicionarlo«.

Estos chismes que cuenta P. I. son jugosos pero no deben ser tomados al pie de la letra. Son los que circulan entre la fauna política, pero con frecuencia se originan en rivales de los mencionados.

Lo que es cierto es que hay un terreno propicio: Una parte considerable de la dirigencia territorial del peronismo quiere dejar atrás la conducción de Cristina Fernández y la presencia de La Cámpora. No me refiero a jóvenes (para la política argentina) como Urtubey o Randazzo, que cantan, como en la versión local de Cabaret «Ahora me toca a mí!«.

Pienso en gobernadores o intendentes que creen que en sus distritos pueden, con la imprescindible ayuda del Estado nacional, mantener su hegemonía a cambio de buenas relaciones con el macrismo.

No va a ser así, porque Macri no está interesado. Negociará, a través de Monzó, con los peronistas que pueden sumarle diputados en el Congreso, como ya lo hace Massa. Pero los gobernadores no se han mostrado dispuestos a eso, ni siquiera Urtubey. Y a su estrategia no le interesa un peronismo «dialoguista». Calcula, con razón, que es la hostilidad al kirchnerismo lo que mantiene a su favor a los muy diversos sectores que le sumaron el 51 y pico por ciento de los votos.

Por ahora, el nuevo Presidente prefiere que la oposición tenga rostro kirchnerista. Y el kirchnerismo le dará el gusto, cómo no.


Militantes de Francisco

diciembre 26, 2015

Francisco

«Religión y política en tiempos del papa argentino

La constitución y las acciones de los Misioneros de Francisco configuran un interesante fenómeno de articulación de las dimensiones religiosa y política. Se trata de un movimiento surgido en 2014 al calor del mensaje del papa Francisco, pero articulado a un espacio, el peronismo en su fase kirchnerista, y a una recuperación de elementos de la Teología del Pueblo y de la opción por los pobres. En ese marco, los Misioneros de Francisco echan luz acerca de la cultura religiosa en Argentina, la fortaleza territorial del catolicismo –desafiada por diversos grupos evangélicos– y el rol global del pontífice argentino«.

Encontré este artículo en Nueva Sociedad. Es una publicación bimestral desde 1972, con sede en Buenos Aires, que lleva adelante la Fundación Friedrich Ebert (la Social Democracia alemana, como seguramente saben). Eso hace suponer que son serios y muy moderadamente progres.

Menciono esto porque no conozco a los autores, Marcos Andrés Carbonelli y Verónica Giménez Béliveau. Alguna referencia tengo de este desarrollo que describen, a través de amigos comunes, pero no me he acercado, todavía, como para tener vivencia del asunto. Eso no me impide hacer un comentario al final, por supuesto. Ahora, seguimos con la nota:

«La circulación y las mutuas interpelaciones entre espacios religiosos y políticos en América Latina son frecuentes, surgen en la mayoría de las tendencias políticas y forman parte del registro cotidiano del lazo entre la ciudadanía y los líderes políticos y religiosos.

… La elección de un papa latinoamericano en 2013 abrió nuevas posibilidades a este tipo de diálogos, al mismo tiempo que generó demandas inesperadas hacia la Iglesia y su máximo dirigente. La pregunta que resuena, una y otra vez, sobre qué tipo de cambios va a producir Jorge Bergoglio en su papado y hasta dónde va a llegar en la transformación surge tanto desde sectores católicos como desde fuera de ese marco identitario: lo sorprendente de la demanda de transformaciones en la Iglesia es que un sector importante de ciudadanos, comunicadores, políticos e intelectuales salidos del catolicismo (e incluso algunos que nunca pertenecieron) se encanta con el papa que habla de migrantes, pobreza y anticapitalismo, y le piden más, siempre más. Que la Iglesia case en segundas nupcias a los divorciados, que celebre matrimonios entre personas del mismo sexo, que las mujeres puedan ser sacerdotes, que se pronuncie a favor del aborto. Estas expectativas son, en general, infundadas: la Iglesia es una institución que sin duda procesa su relación con la sociedad moderna, pero con tiempos y en espacios que no suelen ser los que ciertos agentes demandan.

Sin embargo, algo mueve el papado de Francisco. Por cierto, no se trata de la vuelta al catolicismo de los sujetos alejados de la religión, atravesados por la modernidad, cuyos horizontes de sentido no recurren ya a marcos religiosos. ¿A quiénes interpela, entonces, el papado de Francisco? O, dicho de otro modo, ¿qué nuevos espacios de acción abre el cambio de escala de Bergoglio como actor religioso-político? La Iglesia renegocia los límites de las pertenencias de grupos y personas, y cada papa le imprime a su mandato un giro distinto en cuanto a las modalidades de acción y a quiénes privilegia en ese diálogo. El papado de Francisco sin duda ha movilizado, entusiasmado y fascinado a sectores que trabajan en el territorio, cruces originales de militantes religiosos y activistas políticos.

Para pensar estas dinámicas desde un espacio concreto, en este artículo hacemos foco en la emergencia de agrupaciones católicas dentro de espacios peronistas. Analizaremos el cruce de matrices de sentido políticas y religiosas, desde la praxis de un grupo de católicos peronistas surgido meses después de la elección de Bergoglio como papa: los Misioneros de Francisco.

Los Misioneros de Francisco hacen su aparición en 2013, luego de la elección de Bergoglio como máxima autoridad de la Iglesia católica. Cuentan los protagonistas que en agosto de 2013 el dirigente Emilio Pérsico –secretario de Agricultura Familiar y principal referente del Movimiento Evita–, su compañera y también militante Patricia Cubría y el abogado y dirigente social Juan Grabois viajaron a Roma con un doble propósito, político y personal. Se entrevistaron con el papa, conversaron «de economía, de política, de la situación en Europa (…) profundizando un poco la idea de la economía popular», y Francisco bautizó al hijo de Emilio y Patricia. En ese intercambio, hecho de momentos sacrales y discusiones sociales y políticas, surgió la idea que sería el germen de Misioneros: «andá y hacé capillas», dicen que Francisco le dijo a Pérsico. Estas palabras se transformaron en un viento que impulsó ilusiones y circuló entre las redes sociales y políticas alrededor del Movimiento Evita, poniendo en marcha el proyecto Misioneros de Francisco.

En el armado de Misioneros convergen tres espacios de sociabilidad: el político, el eclesiástico y el sindical ligado a la economía popular. Podemos comprender el primer espacio a partir de la figura de Emilio Pérsico. Proveniente de una familia católica y militante político desde su juventud en espacios peronistas, Pérsico fundó primero el Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita, que luego pasó a llamarse Movimiento Evita. Se caracteriza por su presencia territorial, por «recuperar la tradición disruptiva y plebeya del peronismo» y por proponerse estar con «los últimos de la fila»: en ese sentido, su trabajo con la economía popular es una muestra de la búsqueda del acompañamiento a los sectores más desposeídos de la sociedad.

El segundo espacio que converge en Misioneros de Francisco se compone de personas provenientes de la militancia católica. Entre los católicos y católicas que llegan a los Misioneros de Francisco, encontramos distintos linajes de pertenencia, siempre en el marco de la Opción por los Pobres. La Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez, que entrona al pobre en el centro y se propone la liberación de las injusticias, y sobre todo la Teología del Pueblo de Rafael Tello, que propone al pueblo como sujeto de la historia y enfatiza el carácter mestizo y la fe mariana, son los ejes que encuadran las pertenencias de los primeros referentes de Misioneros. El sacerdote de los Misioneros, Eduardo Farrell, sostenedor de la devoción de María de Luján y del Negro Manuel, se reconoce en este espacio, como así también uno de los animadores laicos de mayor experiencia en economía social, a quien aquí llamaremos «Carlos».

El tercer espacio está compuesto por militantes relacionados con espacios sindicales articulados con el Movimiento Evita y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Esta central sindical, fundada en 2011, se ocupa de representar a «los millones de excluidos del mercado formal de trabajo» que crean su propio trabajo: «los cartoneros, campesinos, artesanos, vendedores ambulantes, feriantes, trabajadores de programas sociales, motoqueros, cooperativistas, microemprendedores y obreros de empresas recuperadas». Uno de los dirigentes de la CTEP es precisamente Grabois, quien tiene una vieja relación con Pérsico. Y si bien él no participa de Misioneros, sí lo hacen otros dirigentes de la CTEP. Además, es en los locales de esta central donde se realizan las reuniones de los Misioneros, se preparan los materiales para las misiones, se guardan los volantes, las estampitas y el agua bendita«.

Lo del rol central de los pobres en la estrategia impulsada por el Papa Francisco, ya lo había señalado un medio nada católico ni progre como The Economist. Y de la tarea de estos compañeros, no tengo un conocimiento directo.  Pero en el plano político -que es donde me muevo, «por mis pecados» diría un cura de los de antes- me resultó interesante que señale que está «articulado al peronismo en su fase kirchnerista«. Sin duda, tiene que ver con las mejoras concretas en la situación de los más pobres en estos 12 años. Y tengo presente que una de las últimas resoluciones que firmó Carlos Tomada fue para otorgarle personería gremial a la CTEP.

(Dudo que a Jorge Triacca jr., que habrá aprendido prudencia en un hogar gremial, se le ocurra retirarla).

El hecho clave es que la militancia espontánea que se movilizó después de la primera vuelta de las elecciones, en una movilización sin antecedentes, así como la misma Cámpora, tienen un componente muy fuerte de clase media. Inevitable, en un país donde no menos del 80 % de la población de las grandes urbes se considera así. Ahora, todo bien con la clase media -yo soy de ahí- pero el «núcleo duro» del peronismo siguen siendo los de abajo. Y, según insistía su Fundador, del cristianismo también.


Los CEOs que vinieron

diciembre 25, 2015

presidente-Mauricio-Macri

Néstor Restivo publicó este lúcido artículo en Página 12 el 13 de este mes. Confieso que lo pasé por alto, y si no lo subía hoy Artemio López (y la fiesta no me dejaba con tiempo libre para repasar blogs) me hubiera perdido este análisis.

Ustedes se preguntarán porqué lo copio aquí, si ya está en el muy visitado Ramble, nave insignia de la blogosfera K. Pueden imaginarlo fácil: quiero hacer algunas observaciones.

Y aunque es largo, vale la pena. Tienen sábado y domingo para leer.

«Neo gerencialismo

Shell, General Motors, Lan, Wall Mart, Eki, Freddo, Farmacity, Telecom, JP Morgan, Citibank, Correo Argentino, Grupo Macri o Corporación Puerto Madero son algunas de las empresas locales o extranjeras, sólo las más conocidas, entre las cuales los gobiernos de Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta reclutaron a sus ministros y otras máximas autoridades. Pocas veces, si es que alguna, un gobierno argentino (en este caso el nacional y el de los dos principales distritos poblacionales) o incluso uno latinoamericano (se pudo ver algo con Sebastián Piñera en Chile, Vicente Fox en México o Alvaro Uribe en Colombia, pero en menor grado) tuvo tanto CEO, gerente o hasta algún propietario de empresa en el gabinete.

Más allá de las derivaciones y comentarios obvios que pueden surgir de ese cuadro de situación, y que ha motivado numerosas notas periodísticas, un libro que acaba de publicarse en nuestro país da cuenta de un marco teórico más abarcador y explicativo al respecto. Nos referimos a “La gran bifurcación”, de los franceses Gérard Duménil y Dominique Lévy, que lanzó la editorial Capital Intelectual.

Los autores, de origen marxista, sostienen que en el siglo XIX no existía separación entre la propiedad y la gestión de las empresas; sus grandes y algunos famosos dueños de las primeras fábricas o bancos en los países donde el capitalismo más había avanzado eran a la vez los administradores. Se cuentan apellidos de magnates de esa época muy famosos. Pero eso cambió a fines del siglo siguiente, al punto que, en opinión de Duménil y Lévy, hoy los “cuadros” gerenciales o directores que mandan en las empresas “son algo más que una simple categoría social: son una ‘clase social’ en el sentido más amplio del término”.

Esas personas, que tempranamente ya había advertido James Burnham en la década de 1940 cuando escribió La revolución de los directores, forman un lugar intermedio entre propietarios y proletarios, y no estuvieron al alcance analítico de los padres del pensamiento revolucionario de izquierda. Un lugar, sobre todo, creciente, cuya centralidad en el proceso actual lo da, informan los autores, el siguiente dato para Estados Unidos: los ingresos que recibe el 5 por ciento de los hogares más ricos se divide en 71 % que va hacia los bolsillos de los CEO, gerentes y directores de grandes empresas a través de salarios y bonos, y apenas 29 % que reciben los verdaderos dueños del capital, con sus activos patrimoniales, dividendos y rentas.

Nunca se había llegado a una distribución semejante, ya que antes eran los patrones quienes se llevaban la mejor tajada. Porcentajes similares estaría ocurriendo en el resto de los países capitalistas. Los cuadros por tanto ya no serían un estamento auxiliar, sino un “actor con pleno derecho en la lucha de clases”.

“La gran bifurcación” plantea que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el auge del neoliberalismo, esa nueva clase social se había aliado a los sectores populares, lo que contribuyó al período “de oro” del capitalismo: más inclusivo, con mejor reparto del ingreso y avances sociales. Hubo varios casos nacionales (en Europa, en Estados Unidos y en América latina) donde las alianzas gobernantes que llevaron adelante tal proceso expresaban esa unión de intereses: frentes populares, gobiernos de la socialdemocracia (no la actual caricatura) o gobiernos “populistas”. Lo que ocurrió desde el último tramo del siglo XX acá fue lo contrario, es decir una alianza de los gerentes y directores con las clases propietarias, que derivó en el proceso inverso y en la formación de coaliciones gobernantes también de signo opuesto al período anterior. Los nuevos gobiernos del PRO, como pocas veces, dan carnadura a ese marco teórico planteado.

Estudios como los realizados por Ana Castellani y Gastón Beltrán, entre otros, han trabajado sobre el fenómeno, en base a caracterización de las élites argentinas, el concepto de “puerta giratoria” entre el sector público y el sector privado o las diferencias salariales. Argentina, en ese punto, se distingue algo de otros casos por el hecho de que en general las élites económica y política, hasta ahora, funcionaban por cuerdas separadas. Es más, muchos dueños de empresas o referentes de las clases altas gustaban de jugar sin ser vistos, sin exposición pública. También esa característica ha cambiado en la nueva etapa.

Volviendo a Duménil y Lévy, ambos plantean que los cambios en la relación propietarios/gestión en el neoliberalismo operó bajo el efecto de la acción de instituciones financieras muy concentradas en sus capitales accionarios, primero con fondos mutuales, de pensión y compañías de seguros y luego con los fondos super especulativos, como los buitres. El nivel de concentración de riqueza (y por tanto, poder económico) que expresa ese sector dominante en el capital actual es pavoroso. Hay apenas 147 firmas, con lazos cruzados, que controlan 40 por ciento del valor total de las sociedades transnacionales del mundo, con un predominio notable de las que tienen origen en Estados Unidos y se vinculan al mercado financiero.

El fenómeno de los gobiernos macristas se enlazaría entonces con una perspectiva global, en esa transición que Duménil y Lévy caracterizan del neoliberalismo al neogerencialismo y en donde el predominio de grupos ultraconcentrados y millonarios con eje en la especulación financiera, las redes en posesión de acciones que enlazan a propietarios y cuadros, y un formato de clases tripolar –los dueños del capital, sus gestores y los sectores populares– constituirían el escenario de la lucha en curso«.

Lo que plantea el libro de Duménil y Lévy, tiene mucho discutible en el plano teórico. Ese esfuerzo por encajar a los cuadros gerenciales en la concepción marxista de las clases sociales…

Me parece menos sólido todavía afirmar que «al fin de la Segunda Guerra Mundial  esa nueva clase social se había aliado a los sectores populares, lo que contribuyó al período “de oro” del capitalismo: más inclusivo, con mejor reparto del ingreso y avances sociales«. El Estado de Bienestar fue el fruto de Estados nacionales con un intervencionismo decidido.

(Sospecho que, como ex marxistas, caen en la tentación de armar una teoría explicadora de toda la dinámica social. James Burnham, también de ese palo, quiso hacer lo mismo con «The Managerial Revolution«. Orwell, que venía de ahí pero no comía vidrio, lo demolió; «1984» es una parodia de la «utopía» de Burnham).

Igual, es una descripción acertada del poder de esa nueva clase y de su mentalidad, y Restivo hace bien en señalar sus vínculos con nuestra situación actual. Pero… son autores europeos, y pasan por alto un aspecto que en nuestro caso marca un cambio decisivo con etapas anteriores.

Los cuadros gerenciales de las empresas realmente grandes forman parte, y se reclutan, en el sector más globalizado de nuestra sociedad. Atención: todos estamos inmersos en la globalización cultural; Internet, los smartphones, son sólo pasos recientes en ese camino. Entre los sectores populares, aún los más humildes, es frecuente que algún miembro de la familia trabaje en el exterior, así que tienen claro lo que se gana afuera, lo que cuesta vivir ahí,…

La diferencia fundamental es que, para alguien que aspira a llegar a los cargos bien remunerados en una gran empresa -no hablemos de los más altos- es necesario haber estudiado en el extranjero, en alguna escuela de negocios prestigiosa del Atlántico Norte. Y, una vez que se llega al nivel gerencial, resulta imprescindible habituarse a vivir y trabajar por largos períodos en el extranjero.

Nada malo en cuanto a experiencias. La globalización es un camino de ida -empezó hace 600 años, con Enrique el Navegante, y en los últimos tiempos se ha acelerado mucho. Necesitamos gente que se maneje en términos globales. Pero es fatal para una nación entregar su gobierno a aquellos cuyos intereses, emociones y destino personal no están ligados al de su país.

Porque, más allá del patriotismo -eso se siente o no se siente- no hay otra barrera entre las personas individuales y las fuerzas anónimas y crueles desatadas en el mundo moderno que los Estados nacionales. Sus gobiernos pueden ser buenos o malos, eficientes o torpes, pero son lo que hay.


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