Sobre la pulseada entre el gobierno y el agro, he subido algunos «posts», y voy a seguir haciéndolo, porque va a tener consecuencias políticas con las que vamos a vivir largo tiempo. De su aspecto económico, quiero poner, por ejemplo, los números de su explotación que me envió el hermano de un amigo, autoconvocado él. Pero – a esta altura – cualquiera que se lo tome en serio puede encontrar datos concretos para cotejar las afirmaciones del gobierno y de las entidades rurales. Y el que no quiere hacer el esfuerzo… Pero la economía argentina no está encerrada en este conflicto. Hay algunas nubes muy negras, y no vienen de los pastizales.
Elemaco es uno de los argentos que publican buenos blogs técnicos sobre economía (y pucha que son unos cuantos: la Ciencia Maldita, el Abuelo Económico, los 3 Chiflados, etc., etc. ¿Por qué nos tocarán políticos que son analfabetos digitales?). Muchas veces no estoy de acuerdo con él, pero igual me sirve para entender mejor. Hoy encontré una entrada suya, que me parece un resumen muy bueno de lo que está pasando, detrás de las peleas de Moreno y el humo. Si está en lo cierto, estamos en problemas. No voy a poner un link; lo copio. Es un poco largo, pero usa un lenguaje comprensible para los de a pie, que es una obsesión de este blog, y al final pongo una inquietud mía:
«Empiezo por el final: El problema de la Argentina no es el campo, las retenciones ni la explosión desde el 11 de Marzo. Esos son un problema serio desde lo institucional, desde lo político, pero desde lo económico y social es de una relevancia marginal.
Para no relativizarlo tanto, diría que es un problema de orden ocho después de los otros siete que son los que realmente deberían preocuparnos.
Parémonos en el 10 de marzo. El campo puteaba pero no cortaba rutas y todavía estábamos a la espera de la primera medida económica del flamante ministro Lousteau.
Este día, y a pesar del empeño casi obsesivo por convencernos de los contrario desde las esferas oficiales, el «modelo integrador de tipo de cambio alto» hacía agua al menos desde tres puntos de vista, a saber a) desde lo que decía ser b) desde lo que podría haber sido y c) desde lo que no era.
El agua desde lo que decía ser entraba por la inconsistencia entre la política macroeconomíca que se decía defender y lo que realmente se estaba haciendo. El tipo de cambio alto requiere excluyentemente ahorro interno que lo sostenga, provenga este desde el sector privado o del sector público. El producto a distribuir es uno solo (Y=C+I+G+X-M). Si le damos una señal a la economía para que mire hacia el exterior, o ajustamos la absorción interna o el tipo de cambio real solito vuelve a bajar, por más fuerza que hagamos en sentido contrario. En otras palabras, si en un modelo de TCR alto y competitivo los precios de los no transables van a buscar a los transables, ud. tiene un problema.
Las tasas de interés reales negativas y una política fiscal ultra expansiva, amparada bajo el pobre slogan «Estaba en año electoral» van en contra de la consistencia interna del modelo. ¿Dónde se ve la inconsistencia? Inflación = 20% y acelerándose. Para mayores pruebas, dése una vueltita por el Ministerio de Trabajo para ver como andan las negociaciones colectivas. Caso cerrado.
Al no ser lo que dice ser, falló también en alcanzar lo que podría haber sido. Negar las mejoras en materia de creación de empleo rozaría el fanatismo opositor. La combinación de políticas fiscales, monetarias y cambiarias expansivas tienen que crear empleo, mas aún al partir del «infierno» del que partimos. El derivado aumento de la masa salarial, por su parte, contribuyó a una feliz baja en la pobreza.
Hasta ahí las loas (soy consciente de que me estoy quedando corto con los elogios, pero sabrá el lector entender que el recurso es necesario para darle «punchi» a la cosa). El modelo ha fracasado (o estaría fracasando, así me dejo una cláusula de escape) en generar un «cambio estructural» esperable luego de 5 años de bonanza.
El modelo «integrador de tipo de cambio alto» ha consolidado el esquema de segmentación laboral heredado de los noventa. Llegamos a un desempleo del 7% y la pobreza no baja del 25%. La «latinoamericarizacion» de Argentina se evidencia también en la pobre mejora de los indicadores de distribución del ingreso.
La base de competitividad internacional continúa siendo casi exclusivamente el bajo costo del factor trabajo en dólares, más algunos precios relativos claves encorsetados (siendo la energía el caso mas emblemático) cuyos costos ya pueden, sin dificultad, medirse en varios puntos del PBI. No hay indicios claros de un cambio profundo en la matriz productiva nacional que dé margen para ilusionarse y, sobre todo, no se ve ninguna voluntad por parte del gobierno en avanzar en la definición de una estrategia productiva de mediano plazo.
Los diarios abundan en titulares del estilo «Acuerdan un subsidio para la industria del calzado» o «buscan bajar las tasas de interés» y escasean los debates sobre el modelo de país que queremos.
Así, el «modelo» queda a medio camino entre lo que prometía ser y lo que es. Pero lo mas grave, lo más triste, es lo que el modelo no es.
El modelo no es uno que busque resolver los problemas estructurales de la economía. El gobierno ha mostrado indefiniciones en todas y cada una de las áreas de política económica salvo las macroeconómicas.
Ha habido nulo avance en el diseño de políticas en áreas tan diversas como la política comercial e inserción internacional, servicios públicos y privatizadas, política tributaria, políticas sociales, combate contra la informalidad laboral, política industrial (y agropecuaria, claro), deuda externa, federalismo fiscal, profundización del sistema financiero, and so on, and so on…
El desarrollo no llega solo. Si fuera tan fácil como subir el tipo de cambio (o empobrecer al vecino, como se lo conoce en la jerga) y esperar, el mundo seria un lugar mucho mas feliz.
Así llegamos a este 14 de Abril, 34 días después de aquel triste 11 de Marzo que chorreaba pesimismo , habiendo recorrido un camino que sin duda nos dejó peor de lo que estabamos. La pregunta es ¿Alguien se anima a medir cuanto retrocedimos desde entonces?
Preocupado por mi salud mental, yo no me animo ¿Ustedes que piensan?
Elemaco (Con oportunisima correcciones de Genérico)«
Elemaco (y Genérico):
Un excelente resumen. Lamento haberlo visto recién un viernes a la tarde, donde uno no está en condiciones de elaborar sobre él. Voy a practicar lo que llaman la forma más sincera de la adulación y copiárselo en «El hijo de Reco» y/o en mi blog.
Pero tengo que hacerle la misma observación que le hice unas cuantas semanas atrás: Ud. no analiza el modelo como tal, en comparación y competencia con otros modelos, sino con una cartilla de lo que debería ser… que es en realidad su visión de lo que debería lograr. Estoy de acuerdo con Ud. en dos cosas: los objetivos que detalla son muy deseables; el modelo no los está logrando.
Pero, estimado Elemaco, Ud. se da cuenta que los modelos económicos no son trajes en una sastrería, que uno va descartando si le ajusta en la manga. Son resultado de una historia previa, que limita las opciones posibles en un momento dado.
Ud. dice (copio): «El modelo no es uno que busque resolver los problemas estructurales de la economía. El gobierno ha mostrado indefiniciones en todas y cada una de las áreas de política económica salvo las macroeconómicas»
Salvo las macroeconómicas… ¿Le parece poco, para un modelo (no para un gobierno)? Entiéndame, no creo que este modelo (simplificando mucho, tipo de cambio alto y superávit fiscal) sea una respuesta válida en cualquier circunstancia. En realidad, no estoy seguro que sea el adecuado en estas circunstancias. Pero me parece que las falencias que Ud. marca, y que son reales, son falencias de gestión. Ud. sabe que, al contrario de lo que parecen pensar mis amigos progres, la mala gestión existe, y puede destruir cualquier gobierno.
Puedo estar equivocado. Mis herramientas de análisis no son de nivel profesional, y menos un viernes a la tarde, pero me parece que en su entrada no plantea alternativas al modelo como tal. Y, si el modelo ha llegado a su límite, como parece posible, las necesitamos.
Abel
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