Brasil y la América antes española: la fuerza de la soledad

abril 30, 2008

Hay algunos temas que trascienden lo cotidiano, y en Reco o aquí uno vuelve a ellos. El contraste entre los destinos de la América que pobló España y la que fundó Portugal ha sido muy estudiado. Historiadores, sociólogos, economistas han escrito bibliotecas sobre él, desde muy diversos enfoques. A lo mejor por prejuicio, yo prefiero verlo en términos de buscar el porqué los brasileños han logrado construir un Estado – además federal – en serio y, aparentemente, una conciencia nacional firme, mientras que esa es una asignatura pendiente en muchos países americanos que hablan español, en particular, el mío, Argentina.

A lo largo del tiempo, he encontrado y elaborado algunas respuestas. Pero me parece que todavía falta explorar en el alma de sus habitantes. Indicios se pueden encontrar en los sitios más inesperados. Por ejemplo, en el reportaje a una escritora brasileña, de visita en Buenos Aires para la Feria del Libro. Nélida Piñón es una novelista muy importante en Brasil y poco conocida en Argentina. Habla de literatura:

«-Yo creo que los brasileños hemos estado siempre muy aislados. No formamos parte de ese conglomerado inmenso de países que hablan castellano y se remiten a la matriz poderosa del español. Además, los escritores hispanos, desde finales del siglo XIX, tuvieron la tradición del exilio voluntario, independientemente de las razones políticas. Es muy interesante observar cómo el brasileño está atado a su país. Por un motivo u otro, no hubo por décadas un tránsito intelectual de escritores que pensaran en llegar a Europa. Machado de Assis, por ejemplo, nunca salió a Europa. El único viaje que hizo fue a menos de doscientos kilómetros de Río de Janeiro.

-Sin embargo, en los escritores brasileños más jóvenes existe la pulsión por ser traducidos.

Sí, pero viven en Brasil. Es muy difícil que encuentres escritores brasileños que estén desarrollando su carrera fuera de Brasil, como sí existen muchos hispanos fuera de su país.»

Habla de literatura. Pero creo que también revela algo de una forma de ser.


Se hace, pero no es

abril 25, 2008

Estoy apurado porque mañana tengo un asado con amigos (trataremos de no quemar campos; está bien, Néstor?). Y además las estadísticas lo muestran claro: los blogs se leen mucho menos el fin de semana.

Pero uno se siente obligado a dejar testimonio de lo que piensa en un momento como éste, que muchos compatriotas se preguntan ¿cómo sigue?. Si no, para qué escribo un blog? Del largo plazo ya dije mucho, aún en las bromas de anoche a Jorge Altamira y a Artemio.

Entonces, mi modesta opinión sobre lo que pasará ahora: Kirchner es un político realista. Probablemente tiene algunos recuerdos fuertes de JP La Plata, pero su escuela fue el manejo de una intendencia y de una provincia (que no tenían superávit cuando él las agarró), con algunas lecciones extra del sindicalismo petrolero que manejaba Diego Ibáñez.

Por eso mantengo lo que he dicho: no come vidrio. Puede evaluar que la inflación, la real y la de expectativas, es muy difícil de manejar y más aún de ignorar. También sabe lo que no recordó el 11 de marzo: los productores chicos son mucho más jodidos que los grandes, los Grobo, Deheza, …, simplemente porque son muchos. De paso, para entretenerse, tiene una pulseada con el Grupo Clarín y un viejo encono de La Nación. No tiene riesgos inmediatos de gobernabilidad, salvo en la fantasía de los autores de las cadenas de mails, porque no hay opciones de poder alternativas. Pero sabe que los números para el 2009 no apuntan bien, y la política argentina, y en particular los políticos peronistas siempre se adelantan.

Así que el matrimonio Kirchner, como dice el Rolo Frigeri, va a hacer algo con la economía, que influye en todos los otros problemas. Eso es lo que yo pienso. Eso sí, no pongo dos pesos por que nos guste lo que van a hacer.


Artemio y Altamira, un solo corazón!

abril 24, 2008

Quiero reconocer públicamente a Artemio López, un kirchnerista con sentido del humor. Si eso no fuera por sí tan encomiable, su blog trae a menudo perlas muy valiosas (aunque, como le dije hace poco, su política de canilla libre para los comments ha convertido a sus columnas en aburridos duelos de las hinchadas pro- y anti-K). Yo, por ejemplo, no leo a Jorge Altamira, porque siento que hace treinta años publica cada semestre el mismo documento, con algunos cambios de nombres. El mío es pecado de soberbia. Artemio publica hoy en su blog esta párrafo de Altamira, y no puedo hacer otra cosa que copiárselo.

«El ‘modelo’ kirchnerista se agota precisamente cuando alcanza el suceso más grande que hubiera podido imaginar: su adopción por parte nada menos que de Bush, que está desvalorizando el dólar en grande para arribar a los mismos objetivos que se dio la ‘burguesía nacional’ en Argentina: incentivar las exportaciones, frenar las importaciones y, por sobre todo, ‘defoltear’ la deuda pública y privada de la ‘burguesía nacional’ norteamericana. Lamentablemente, para la ‘burguesía patriótica’ local no es posible agregar una devaluación del peso a la devaluación del dólar sin provocar una estampida inflacionaria. El dólar se devalúa precisamente para descargar la crisis norteamericana sobre sus competidores; es decir, el resto del mundo»

Vieron, Elemaco y Mariano? El más aventajado díscipulo de Lev Davidovich en Argentina explica lo que me refería por «modelo»! Eso sí, Jorge, tu chauvinismo no puede cegarte a que el inventor no ha sido el Néstor, ni siquiera el injustamente olvidado Remes Lesnicov: todos los tigres asiáticos, anche Japón, empezaron su carrera industrial con su moneda por los suelos. Y nuestros amigos y clientes chinos se aferran a un yuan subvaluado, ignorando los insistentes consejos del Tesoro yanqui, el CEMA y todos los sabios que en el mundo han sido. Eso sí, parece que se necesitan otras condiciones para que el «modelo» funcione. Con Moreno, y Artemio para el asesoramiento, no alcanza.


Página 12 ¿se pasó de bando?

abril 23, 2008

Lamento sonar como un comisario político del kichnerismo, pero el ejemplar de hoy miércoles me llamó la atención. Es más, me recordó viejas historias que decían que el verdadero propietario de Pg.12 era nada menos que el Grupo Clarín. Con la paranoia que debe cultivar un cuadro político que se precie, tengo que señalar que la técnica más insidiosa y eficaz para manipular la opinión es a través de los títulos, sin preocuparse del contenido de las historias, que en general no se leen. El Observatorio de Medios debería tomar cartas en el asunto.

Porque son dos casos alevosos en el mismo día. Uno hasta tiene un aspecto simpático, para el que como yo aprecie el toque intelectual que Cristina Fernández ha traído a la presidencia. Pero titular “Noto un sesgo predemocrático” cae mejor en un blog intelectual progresista, como Artepolítica. No armoniza con un acto en la Casa de Gobierno. Por suerte no fue en el conurbano.

Pero lo que delata una clara intención saboteadora de los esfuerzos políticos del gobierno es la elección de este otro título, en el mismo día!: “Como una junta de granos, pero privatizada”, ¿es la forma de referirse a una propuesta del compañero Guillermo Moreno, hombre de modales toscos pero de indudable corazón peronista? ¿Se está insinuando que es cierta la inquietud que dejé traslucir en un intercambio de opiniones con el amigo Mariano «este modelo puede perdurar, pero no si se cometen errores políticos importantes. Uno de ellos, en mi opinión, puede ser el querer dividir al “campo” arreglando con los grandes, Cargill, Deheza et al. El sector social – que apoyaba al peronismo o al radicalismo K – a cuidar es el de los productores pequeños y la red social de los pueblos y ciudades pequeñas de la que forman parte. Si lo pierden, el gobierno durará… como Alfonsín después de la debacle del Plan Austral. Y habrá que pensar en un nuevo modelo» ?


llamando a todos los economistas

abril 22, 2008

Hace pocos días subí a este blog un intercambio de opiniones que había mantenido en el inteligente y creativo blog de Elemaco. El me respondió, pero sentí que yo no había alcanzado a dar una idea clara de un problema que me preocupa y que, si estoy en lo cierto, debería preocupar a todos los argentinos.

Por eso elaboré este planteo. Y lo subo aquí, porque la invitación a todos los que quieran pensar en serio sobre la realidad económica argentina. Los necesitaremos.

Empiezo por plantear algo que he dicho otras veces, en otros sitios, y que me parece obvio. La política económica que se aplica hoy en nuestro país, con su cuota de improvisación y de errores – y también, ¿me atreveré a decirlo?, de aciertos, se corresponde con un modelo determinado. Y agregaré algo quizás no tan obvio: este modelo puede estar llegando a sus límites. Si no es así, me parece evidente que al menos requiere correcciones importantes.

Cuando hablo de “modelo”, sin demasiadas precisiones, es cierto, me refiero a los elementos fundamentales de las políticas económicas que se aplican en un país y en una circunstancia determinada, en los que puede percibirse una coherencia. No me refiero a todas las medidas que se ponen en vigor a lo largo de un período más o menos prolongado, ni menos aún, a las que dejan de tomarse.

¿Cómo determino cuáles son los “elementos fundamentales” de una política económica? Con dos enfoques muy diferentes, que deben señalar las mismas medidas, o no serían las “fundamentales”.

Uno es de técnica económica (en la que no pretendo una versación especial): Así, elementos fundamentales serían aquellas decisiones de importancia general para toda la economía del país, y que además condicionan, por su naturaleza, las otras medidas que pueden tomarse, y frecuentemente, las que no pueden tomarse.

Otro es social, y más especulativo: Pienso que son fundamentales las medidas que responden a una necesidad imperiosa, asumida como tal por la mayoría de la sociedad (en ese momento), y por el gobierno que toma la decisión.

Así, me parece evidente que a fines de los ´80 y comienzos de los ´90, la inflación, que ya tenía cerca de 40 años de presencia en la preocupación de los argentinos, se había convertido en intolerable. Otros factores estaban en juego: la obvia falta de actualización de la infraestructura, el ciclo de stop & go en la economía que parecía irresoluble,… pero podía haber y había debates en la mejor forma de enfrentarlos y los costos que se estaban dispuestos a pagar. La necesidad de contener la (hiper)inflación condicionaba todo lo demás.

De ahí la convertibilidad – que fue aceptada por casi todos, anche Cavallo, al comienzo, como el mecanismo que se defendía por sus resultados. Y también la apertura del mercado interno a la importación: más allá del Consenso de Washington, la ansiedad de la clase media por los artículos que veía en los shoppings de Río o de Punta, y todos los factores que jugaron, había un hecho muy simple y perfectamente claro, entonces, para quienes tomaban las decisiones en ese gobierno: los productos importados ponían un límite a los precios internos. Todas las consecuencias negativas de la política que Menem implementó (y también aquellas positivas, como la modernización de la infraestructura de transporte fluvial y de comunicaciones) fluyen de esta realidad previa, así como – especialmente – el hecho que los argentinos la aceptaron por tanto tiempo.

Naturalmente, se podría haber ejecutado mejor. Aceptado, el gobierno de Menem y el de la Alianza – que, recordemos, hizo todo lo que pudo por sostener la convertibilidad – cometieron gravísimos errores; y Cavallo se enloqueció al final. Pero ese no es el punto. Creo que puede hablarse de un “modelo” implementado por Menem y continuado, hasta donde pudo, por la Alianza, y que puede resumirse, imperfectamente, por la vigencia de una política que priorizó vencer a la inflación y confió en los mecanismos del mercado.

Los beneficios de detener la inflación fueron percibidos por todos los argentinos, y en particular los más pobres. Pero los costos de esa política fueron siendo pagados por cada vez más sectores sociales, empezando – como siempre – por los más desprotegidos. Los desempleados de las empresas del Estado, que cobraron sus indemnizaciones y encontraron que ya no había lugar para ellos en la economía, los obreros industriales y aquellos de sus patrones que no se dedicaron a importar, las economías del interior que no contaban con capitales para modernizarse y no eran competitivas,… Los chacareros que salieron a cortar las rutas hace pocas semanas también estaban en la lista de ahorcados a fines de los ´90 (las tasas altas de interés son otra herramienta antiinflacionaria).

Cuando en el 2001 explota la convertibilidad, el resto de la sociedad argentina reacciona; para la mayor parte de los argentinos, la década del ´90 se transforma en una mala palabra. Y aún aquellos (minoritarios, pero más de los que lo admiten) que la recuerdan con nostalgia, no encuentran un discurso económico ni un proyecto político que los exprese. En forma confusa e improvisada – al estilo argentino, o no se acuerdan de los dos primeros años de Menem? – se empieza a elaborar un nuevo “modelo económico”.

Es en ese sentido que me refiero al tipo de cambio subvaluado (el dólar no está alto; el peso está bajo) y al superávit fiscal como los elementos distintivos de este modelo. Respondieron a los problemas más visibles creados por el modelo anterior. Así, bajó el desempleo, aliviando la crisis social. Se recuperaron las economías regionales. Todo esto, no comparado con los resultados deseables que habrían provocado políticas mejor pensadas o más oportunas, sí comparadas con las consecuencias de las políticas que se habían aplicado antes.

Irónicamente, también los sojeros de la pampa gringa han sido beneficiarios: no tanto con la devaluación, porque sus insumos son en buena parte importados; sí espectacularmente en el 2002, con la licuación de sus deudas con los bancos y con los monopolios agroquímicos

Yo estoy de acuerdo con las críticas que la mayoría de los economistas está haciendo a las políticas que se aplicaron y, sobre todo, a las que no se aplicaron. Ha habido graves errores de gestión, y, peor aún, no ha habido un pensamiento estratégico que superara el cortísimo plazo. Y por supuesto, hay problemas implícitos en el modelo elegido: un grado de inflación implícito inevitable, con un riesgo claro de salirse de madre.

Pero las decisiones concretas que requieren las circunstancias actuales son el problema de la Sra. Presidente y su marido. Marte solía juzgar a los príncipes en el campo de batalla; ahora lo hace en los supermercados. Lo que me parece que deben hacer los economistas, y los argentinos en general, con urgencia es evaluar el modelo como tal.

Los economistas “ortodoxos”, para llamarlos de alguna manera, saben que el gobierno será castigado por ignorar las verdades eternas, manipular el tipo de cambio y no cortejar a los inversores; no tienen nada nuevo que decir. Economistas que apoyaron este modelo, Curia, Conesa, Setti, están preocupados y proponen un mayor control de las variables, en especial, medidas más serias contra la inflación que los patéticos esfuerzos de Moreno. La patria blogguera, donde se escribe con libertad y audacia, se está convirtiendo en una aburrida discusión entre los “buenos pro K”, que dicen que el “campo” no quiere que se ayude a los pobres, y los “buenos anti K” que dicen que este gobierno no los ayuda.

Pero hace falta un debate sobre el modelo y sus alternativas, sin confundirlo con un recitado de objetivos deseables. Porque los caminos posibles deben estar en el imaginario de la sociedad, y por ende de su clase política, si van a ser tomados antes que la realidad nos empuje, con sus malos modales de siempre.


una brisa de sensatez

abril 20, 2008

Un aspecto importante – y complicante – del conflicto del «campo» que atraviesa hoy Argentina es, me parece a mí, los delirios del progresismo filokirchnerista que apoya al gobierno. No tienen, por supuesto, un monopolio en tontería. Del lado antiK están, por ejemplo, los convencidos que Cristina puso a la Gendarmería a incendiar los pastizales (y seguramente a controlar el viento). Pero sus motivos son simples: odian a los K. Lo de los progres es más interesante, y tengo ganas de escribir sobre ello, porque creo que representa la nostalgia de una generación por la revolución que no tuvo y la paranoia de la izquierda que sospecha y espera ser perseguida en cualquier momento, aunque esté disfrutando de los beneficios del Estado. Lo expresa como nadie Página 12, y el que no lo crea que lea a Feinmann este domingo. Por eso es estimulante encontrar allí una exposición racional del lado del Gobierno en la pluma del casi blogguero Mario Wainfeld. Venzan sus prejuicios y léanlo aquí.


¿Y si tomamos en serio a Carrió?

abril 20, 2008

Este blog es de Abel, es decir, es de alguien que tiene ambiciones e ideales (ver aquí) y respeto por la realidad, pero que – inevitablemente – la ve desde lo que es, un argentino con larga experiencia en política y en el Estado, que algo conoce de economía y de historia, lo que le ha incorporado algunos prejuicios. Por ejemplo, no me convence la política hecha de denuncias. Veo al que la hace como a alguien que está afirmando – sin pruebas – su propia honestidad, y quiere convencernos que puede hacer un gobierno menos corrupto y más eficaz, sin entrar en detalles del cómo. Su propia virtud es la garantía.

Por lo que conozco de historia y política, sé que suele servir para voltear gobiernos; a veces, para llegar al poder. Pero en sí, no sirve para construir. Aún entre los que su sinceridad les dejó una aureola romántica, hay que recordar que al viejo, glorioso y casi agonizante Partido Radical lo armó Hipólito Irigoyen, no Leandro Alem. Y están todos esos casos deprimentes de los que echaron a los corruptos, aparentemente para reemplazarlos en la recaudación… (Porretti es sólo el último, por ahora).

Aclaro que no hay nada que me haga pensar que Lilita es de éstos. Pero tampoco tengo ninguna indicación de su capacidad de gobernar. En un artículo en Reco del año pasado decía: «Cuando el fracaso de la Alianza empieza a hacerse patente, una de sus dirigentes menores, Lilita Carrió, empieza a construir una nueva opción: el A.R.I., rompiendo deliberadamente todos los esquemas de los políticos convencionales. Sin aportes empresarios ni sindicales, sin hacer alianzas con punteros, casi sin abrir locales en la ciudad, y con un discurso entre intelectual y místico a años luz de los clichés de la política argentina, se transforma en menos de tres años en una fuerza importante en la Capital, establece presencia en la mayoría de las provincias, y convierte a su jefa en uno de los cinco candidatos a Presidente más votados…

Debo confesar que fui uno de los que nunca tomó en serio la propuesta Carrió, simplemente porque nunca pude saber qué política iba a llevar adelante si conseguía el gobierno, más allá de reemplazar a dirigentes corruptos por una conductora cuyo fervor religioso y nivel intelectual “garantizaban” su corrección. Pero ese es el realismo o el cinismo de un político veterano. El A.R.I. incorporó, como ninguna otra fuerza en esos años, militantes jóvenes e idealistas…» Después los perdió, con su volantazo a la derecha, y uno de esos episodios lo evalué aquí. He dedicado mucho más tiempo, e interés, a analizar y cuestionar a Kirchner, Cristina, Macri, y especialmente al progresismo y a la derecha locales que compiten – me parece – en aferrarse a discursos e ignorar la realidad.

Pero una entrada reciente en el blog del Escriba, un hombre de esa izquierda que tiene una relación de amor/desconfianza con Kirchner, pero (el pero lo pongo yo, claro) está alerta a las señales de la realidad, me dejó pensativo. Parece que hace pocos días, en (of course) Los Lagartos Country Club, Lilita dijo estas cosas:

«La otra concepción que tienen es creer que el modelo de poder se sostiene en la construcción de un aparato económico que lo sostenga. No se trata de la coima tradicional de la década del 90 y del resto de las décadas, el modelo K es un modelo distinto, dice ‘en realidad yo voy a ser el hombre más rico del país y voy a controlar sectores estratégicos del país’. En consecuencia, el modelo de acumulación para retener el dinero de las coimas es el de las obras públicas, típico modelo feudal con testaferros. Hay 5/10 empresas de la construcción que son Kirchner, no es que son de Kirchener, son Kirchner».

«La segunda etapa que empieza hace dos años es qué hago con este dinero. Lo primero es ‘tengo que lavar’ para ello el negocio del juego es fenomenal. Luego viene ¿de qué aparato, de qué sector me apodero para manejar al país gane o pierda, para diluir el elemento democrático? la energía».

“Kirchner pisa el precio de algo, lo regula, y ahí compra, después libera”.

«Curiosamente, la sociedad en este modelo, no sabe, pero huele. Lo primero que olió es que este es un modelo de dominación política. Los primeros en oler fueron las clases medias urbanas. Estas fueron las elecciones de octubre, logrando crear conciencia en estas clases».

«Tenemos que ir hacia el siglo XXI en serio, civilizadamente, no hacia los 70, los 50, los 40 o los 20. Tenemos que ir hacia una República libre, igual, con igualdad de oportunidades, inserta en el mundo, con una nación civilizada, absolutamente interelacionada con el mundo que viene. Saber que tenemos el oro del mundo, que son los comodities. Un siglo XXI que por razones ecológicas no va a tener carteras de 35 mil euros»

«Además, tienen una legitimidad muy segmentada. El hecho de que nosotros hayamos ganado en varias ciudades por paliza, les deja a ellos una legitimidad fragmentada y una Argentina no se puede gobernar con el rechazo masivo de las clases medias urbanas. Esto es así para cualquiera, incluso para mi».

«Si hay algo que un gobernante no puede hacer es atacar a los mansos, los mansos, ahora y siempre y desde que se fundó la agricultura, son los hombres que están en la agricultura, encerrados en los campos. No saben de democracia, de dictadura, solo saben de sequía, de sol, de lluvias y no quieren que los moleste nadie».

«El 11 de marzo se atacó a los mansos. Una cosa es tener políticas de retención y otra llevarse puesto literalmente al campo». “Lo que sintió el manso es que le robaban: y le robaron. No hay otra explicación».

«Los que no nos votaban, que no eran los grandes y medianos productores porque nos votaban todos, sino los pequeños, me los regalaron… y uno acepta”.

«Hay una plaza alquilada, una plaza como Jericó, donde quedaron encerrados el rey y sus obsecuentes. Y la muralla no es de ladrillos, no es de piedra, es de D`Elía».

«Yo no me compro el prejuicio de que ‘hay dos pobres’, quiero que los pobres dejen de ser pobres: que los pobres sean de clase media. Los pequeños productores tienen que ser medianos productores, pero hay que defender a todos. No está prohibido ser rico, lo que está prohibido es ser no solidario».

«Nada puede hacerse ingobernable si tiene detrás el respaldo de la dignidad una nación que además comprende que conseguir la libertad es un trabajo y no una moda. Esto se lo digo a las clases medias altas. No hay ingobernabilidad posible si las clases medias rurales y urbanas están confiadas en que la República es el camino, no hay Moyano, no se olviden que Moyano es un oligarca»

Es el ataque más duro, y el más preciso, al sistema K que he leído de una figura del primer nivel de la política. Es cierto, hay toques patéticos donde uno siente que Lilita patina: «los mansos… que están encerrados en los campos, que sólo saben de sol y de sequía«. Yo pienso que los pequeños productores rurales son una parte vital de cualquier proyecto nacional; creo que el amigo Manolo es el que ha hablado con mayor sensatez del tema, aquí y aquí; pero nunca se me ocurriría llamarlos «los mansos».

No importa. Como discurso, es eficaz. Y me hace acordar muchísimo del discurso de la Alianza, cuando convocó a acabar con la «fiesta menemista». Claro, sus aliados ya no serán el Frepaso, integrado hoy en el sistema K. Pero si los reemplaza con las clases medias fastidiadas con D`Elìa, y con los sectores del interior, las pequeñas ciudades y los pueblos que el año pasado dieron el triunfo al Frente por la Victoria y al radicalismo K, sí, tendremos que tomar en serio a Carrió.


volvemos a la economía (con la frente marchita)

abril 18, 2008

Sobre la pulseada entre el gobierno y el agro, he subido algunos «posts», y voy a seguir haciéndolo, porque va a tener consecuencias políticas con las que vamos a vivir largo tiempo. De su aspecto económico, quiero poner, por ejemplo, los números de su explotación que me envió el hermano de un amigo, autoconvocado él. Pero – a esta altura – cualquiera que se lo tome en serio puede encontrar datos concretos para cotejar las afirmaciones del gobierno y de las entidades rurales. Y el que no quiere hacer el esfuerzo… Pero la economía argentina no está encerrada en este conflicto. Hay algunas nubes muy negras, y no vienen de los pastizales.

Elemaco es uno de los argentos que publican buenos blogs técnicos sobre economía (y pucha que son unos cuantos: la Ciencia Maldita, el Abuelo Económico, los 3 Chiflados, etc., etc. ¿Por qué nos tocarán políticos que son analfabetos digitales?). Muchas veces no estoy de acuerdo con él, pero igual me sirve para entender mejor. Hoy encontré una entrada suya, que me parece un resumen muy bueno de lo que está pasando, detrás de las peleas de Moreno y el humo. Si está en lo cierto, estamos en problemas. No voy a poner un link; lo copio. Es un poco largo, pero usa un lenguaje comprensible para los de a pie, que es una obsesión de este blog, y al final pongo una inquietud mía:

«Empiezo por el final: El problema de la Argentina no es el campo, las retenciones ni la explosión desde el 11 de Marzo. Esos son un problema serio desde lo institucional, desde lo político, pero desde lo económico y social es de una relevancia marginal.

Para no relativizarlo tanto, diría que es un problema de orden ocho después de los otros siete que son los que realmente deberían preocuparnos.

Parémonos en el 10 de marzo. El campo puteaba pero no cortaba rutas y todavía estábamos a la espera de la primera medida económica del flamante ministro Lousteau.

Este día, y a pesar del empeño casi obsesivo por convencernos de los contrario desde las esferas oficiales, el «modelo integrador de tipo de cambio alto» hacía agua al menos desde tres puntos de vista, a saber a) desde lo que decía ser b) desde lo que podría haber sido y c) desde lo que no era.

El agua desde lo que decía ser entraba por la inconsistencia entre la política macroeconomíca que se decía defender y lo que realmente se estaba haciendo. El tipo de cambio alto requiere excluyentemente ahorro interno que lo sostenga, provenga este desde el sector privado o del sector público. El producto a distribuir es uno solo (Y=C+I+G+X-M). Si le damos una señal a la economía para que mire hacia el exterior, o ajustamos la absorción interna o el tipo de cambio real solito vuelve a bajar, por más fuerza que hagamos en sentido contrario. En otras palabras, si en un modelo de TCR alto y competitivo los precios de los no transables van a buscar a los transables, ud. tiene un problema.

Las tasas de interés reales negativas y una política fiscal ultra expansiva, amparada bajo el pobre slogan «Estaba en año electoral» van en contra de la consistencia interna del modelo. ¿Dónde se ve la inconsistencia? Inflación = 20% y acelerándose. Para mayores pruebas, dése una vueltita por el Ministerio de Trabajo para ver como andan las negociaciones colectivas. Caso cerrado.

Al no ser lo que dice ser, falló también en alcanzar lo que podría haber sido. Negar las mejoras en materia de creación de empleo rozaría el fanatismo opositor. La combinación de políticas fiscales, monetarias y cambiarias expansivas tienen que crear empleo, mas aún al partir del «infierno» del que partimos. El derivado aumento de la masa salarial, por su parte, contribuyó a una feliz baja en la pobreza.

Hasta ahí las loas (soy consciente de que me estoy quedando corto con los elogios, pero sabrá el lector entender que el recurso es necesario para darle «punchi» a la cosa). El modelo ha fracasado (o estaría fracasando, así me dejo una cláusula de escape) en generar un «cambio estructural» esperable luego de 5 años de bonanza.

El modelo «integrador de tipo de cambio alto» ha consolidado el esquema de segmentación laboral heredado de los noventa. Llegamos a un desempleo del 7% y la pobreza no baja del 25%. La «latinoamericarizacion» de Argentina se evidencia también en la pobre mejora de los indicadores de distribución del ingreso.

La base de competitividad internacional continúa siendo casi exclusivamente el bajo costo del factor trabajo en dólares, más algunos precios relativos claves encorsetados (siendo la energía el caso mas emblemático) cuyos costos ya pueden, sin dificultad, medirse en varios puntos del PBI. No hay indicios claros de un cambio profundo en la matriz productiva nacional que dé margen para ilusionarse y, sobre todo, no se ve ninguna voluntad por parte del gobierno en avanzar en la definición de una estrategia productiva de mediano plazo.

Los diarios abundan en titulares del estilo «Acuerdan un subsidio para la industria del calzado» o «buscan bajar las tasas de interés» y escasean los debates sobre el modelo de país que queremos.

Así, el «modelo» queda a medio camino entre lo que prometía ser y lo que es. Pero lo mas grave, lo más triste, es lo que el modelo no es.

El modelo no es uno que busque resolver los problemas estructurales de la economía. El gobierno ha mostrado indefiniciones en todas y cada una de las áreas de política económica salvo las macroeconómicas.

Ha habido nulo avance en el diseño de políticas en áreas tan diversas como la política comercial e inserción internacional, servicios públicos y privatizadas, política tributaria, políticas sociales, combate contra la informalidad laboral, política industrial (y agropecuaria, claro), deuda externa, federalismo fiscal, profundización del sistema financiero, and so on, and so on…

El desarrollo no llega solo. Si fuera tan fácil como subir el tipo de cambio (o empobrecer al vecino, como se lo conoce en la jerga) y esperar, el mundo seria un lugar mucho mas feliz.

Así llegamos a este 14 de Abril, 34 días después de aquel triste 11 de Marzo que chorreaba pesimismo , habiendo recorrido un camino que sin duda nos dejó peor de lo que estabamos. La pregunta es ¿Alguien se anima a medir cuanto retrocedimos desde entonces?

Preocupado por mi salud mental, yo no me animo ¿Ustedes que piensan?

Elemaco (Con oportunisima correcciones de Genérico)«

Elemaco (y Genérico):

Un excelente resumen. Lamento haberlo visto recién un viernes a la tarde, donde uno no está en condiciones de elaborar sobre él. Voy a practicar lo que llaman la forma más sincera de la adulación y copiárselo en «El hijo de Reco» y/o en mi blog.

Pero tengo que hacerle la misma observación que le hice unas cuantas semanas atrás: Ud. no analiza el modelo como tal, en comparación y competencia con otros modelos, sino con una cartilla de lo que debería ser… que es en realidad su visión de lo que debería lograr. Estoy de acuerdo con Ud. en dos cosas: los objetivos que detalla son muy deseables; el modelo no los está logrando.

Pero, estimado Elemaco, Ud. se da cuenta que los modelos económicos no son trajes en una sastrería, que uno va descartando si le ajusta en la manga. Son resultado de una historia previa, que limita las opciones posibles en un momento dado.

Ud. dice (copio): «El modelo no es uno que busque resolver los problemas estructurales de la economía. El gobierno ha mostrado indefiniciones en todas y cada una de las áreas de política económica salvo las macroeconómicas»

Salvo las macroeconómicas… ¿Le parece poco, para un modelo (no para un gobierno)? Entiéndame, no creo que este modelo (simplificando mucho, tipo de cambio alto y superávit fiscal) sea una respuesta válida en cualquier circunstancia. En realidad, no estoy seguro que sea el adecuado en estas circunstancias. Pero me parece que las falencias que Ud. marca, y que son reales, son falencias de gestión. Ud. sabe que, al contrario de lo que parecen pensar mis amigos progres, la mala gestión existe, y puede destruir cualquier gobierno.

Puedo estar equivocado. Mis herramientas de análisis no son de nivel profesional, y menos un viernes a la tarde, pero me parece que en su entrada no plantea alternativas al modelo como tal. Y, si el modelo ha llegado a su límite, como parece posible, las necesitamos.

Abel


Macri, Berlusconi y el budismo zen

abril 16, 2008

Ignacio Fidanza – no el de Poliarquía, el hijo de Amílcar – tiene una publicación digital, La Política Online, que es actualizada día a día. Aparecen ahí todos los rumores de los mentideros (por algo se llaman así) políticos, y a menudo, buenos análisis, frecuentemente con la firma de Ignacio. (Ha publicado también informes valiosos, como por ejemplo sobre la concesión de Cerro Dragón; pero debo agregar que en los últimos meses la tiranía de la edición diaria le ha hecho, en mi opinión, llenar su espacio con mucho material descartable. Es la lógica del periodismo, de la que los blogs estarían libres).

Esta vez escribió «Macri y el juego del distraído«, una aguda nota donde describe al Mauricio como un arquero zen, que apunta a la Presidencia para el 2011 mostrándose totalmente desinteresado de la lucha política nacional, al punto de ignorar el conflicto del campo. Cita las enseñanzas estratégicas de Durán Barba: “Hay que concentrarse en administrar la Ciudad y esperar. Si la gestión es buena en el 2011 los peronistas van a mirar las encuestas y si te va bien, van a venir a buscarte. Son tiburones y van tras el poder”; habla de los gobernadores (bueno, yo también lo hago) y menciona a uno cuyas relaciones con el ex-presidente de Boca son bastante estrechas. Y analiza el punto débil de esta estrategia: que la gestión de Macri en la Ciudad no aparece tan brillante. También de eso he escrito en este blog, por ejemplo aquí, donde también aludí a una nota de LPO.

Pero lo que ahora quiero manifestar, como actitud personal, es mi rechazo a ese tipo de estrategia. Puede funcionar, es cierto, lo que en política es la ultima ratio. Quizás dé para ganar una elección; no sirve para juntar el poder que se necesita para gobernar la Argentina. Caso testigo es el de un anterior Jefe de Gobierno que llegó a Presidente, don Fernando de la Rúa, que usó una estrategia similar en el fondo. Y me parece que refleja un contraste claro con la de alguien que, ideológica y empresarialmente, no estaría demasiado lejos de Macri: Berlusconi. El Silvio, para bien y para mal, desde que se dedicó a la política nunca rehuyó ninguna batalla.


autoridad, educación y violencia

abril 15, 2008

Carlos Campolongo publicó en el Clarín de ayer un artículo que me parece vale la pena leer (olvídense por un rato de la pulseada Kirchner/Magnetto). Pienso incorporarlo en los próximos días, usando de las libertades que me dan la amistad y los códigos de Internet, en una debate (principalmente conmigo mismo) que mantengo en «El hijo de Reco» acerca de la educación y la autoridad.

Hace casi dos años, en ocasión de la Jornada por la Ley de Educación (¿alguien se acuerda?) publicé algunas notas acerca de esto. Una de ellas, tomada de un periódico español, ofrece un inquietante comentario a lo que escribe Carlos; ya en su introducción yo decía «…en el resto de Europa pasan cosas parecidas. Este problema no se arregla entonces con recursos, ni con desarrollo… Parece ser una enfermedad de nuestra civilización«.

Campolongo aclara, con adecuada modestia, que «este problema es imposible condensarlo en estas breves líneas». Y es cierto. Pero me parece importante, y apropiado, que alguien que ha compartido los compromisos políticos y los enfrentamientos argentinos pueda reunir reflexiones de Leo Strauss, que protesta contra el olvido de «calidad, excelencia o virtud» y del Marx que pedía «ojos desengañados» para proponer que «empecemos a intervenir más dedicadamente en las fracturas de los consensos perdidos»


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