Castro vive! (Jorge Castro, digo)

septiembre 30, 2007

Jorge Castro es un analista lúcido e informado del escenario internacional, además de un militante – en el plano de la discusión intelectual – de la política argentina de los últimos cuarenta años. Por eso, era una pérdida – mía – que desde hace tiempo no pudiera apreciar sus ensayos sobre importantes aspectos de la realidad planetaria que enfrentamos.

Eso no se debía a la valoración positiva que J. C. mantiene lealmente con muchos aspectos de la experiencia Menem. En realidad, es un alivio encontrar a alguien que lo asume, después que descubrimos que en realidad nadie votó jamás a Menem ni aprobó de su gobierno. Digo, Menem debe haber sido el superhombre de Nietzche, si hizo lo que hizo sin el apoyo de nadie, salvo por supuesto el de la sinarquía internacional y esos poderosos grupos económicos que arrugan solamente cuando Kirchner (otro superhombre) los verduguea desde el atril.

No, el problema que he tenido con el pensamiento de Jorge es que sentí que – al igual que otros en lo que solía llamarse el «campo nacional» – había quedado enganchado en una determinada visión del sistema mundial: hegemonizado por una hiperpotencia – los Estados Unidos – que, basándose en la apertura al mercado global de China y las potencias emergentes de Asia Oriental y su propia disposición a tercerizar en esos países su industria manufacturera, estaba en condiciones de garantizar un orden estable en el que la mejor opción de un país mediano como Argentina era adaptarse con buenos modales.

Ojo! Debo aclarar que, ni necesito para apreciar un análisis estar de acuerdo con todos sus supuestos, ni tampoco encuentro que esa visión es totalmente absurda. En realidad, si Bush y los neocons no hubieran cometido el pecado de hubris de creer que podían occidentalizar Medio Oriente con bombas y bayonetas, ese esquema – pese a la que considero una inestabilidad inherente – podía mantenerse por algunos años más allá de la década del ´90. El error que cometía Jorge Castro y que – en mi caso – hacía ilegible sus escritos era aferrarse a proclamar la vigencia de ese esquema como si fuera incuestionable, mucho después que sus grietas se hicieron evidentes.

Me hacía pensar en el error simétrico que cometieron otros argentinos militantes – nacionales, católicos no pocos de ellos – que más de treinta años atrás estaban convencidos que la hegemonía de la entonces Unión Soviética era el futuro inevitable. Se me ocurre que en Latinoamérica, otro Castro, de nombre Fidel, fue uno de los primeros convencidos de ello.

Bueno, esa es otra historia. La buena noticia es que Jorge Castro ha publicado en el Clarín Rural de ayer «Un desafío para la Argentina«, un elocuente y detallado alegato en pro de la extensión de nuestro dominio maritímo a las 350 millas de la costa y, lo más importante, de la construcción de las herramientas necesarias para hacerlo real. No estoy de acuerdo con que los recursos ictícolas sean la única realidad concreta; con el petróleo a 100 dólares, explotaciones antes antieconómicas se hacen factibles. Pero «no necesito para apreciar un análisis estar de acuerdo con todos sus supuestos». La buena noticia importante es que Jorge Castro ha vuelto a escribir de los intereses nacionales concretos, y sobre eso no sobran nunca los que lo hagan.


Rucci

septiembre 25, 2007

Una victoria de Rucci


Una lección de historia, y de política

septiembre 20, 2007

Agenda de Reflexión”, la página que desde hace cinco años publica el esforzado Alejandro Pandra, es el equivalente de una revista de historia en la Red. Sus artículos – como corresponde a un sitio encabezado por sendas citas de Borges y Marechal – están uniformemente bien escritos y son seleccionados con un criterio amplio, para nada sectario (Ha habido notas biográficas, informadas y elogiosas, sobre personajes tan diversos como Carlos Mugica, Bioy Casares, Emiliano Zapata, Nelson Mandela y Tato Bores). Pero al mismo tiempo, mantiene un discurso – es decir, un conjunto de valores y símbolos asumidos – coherente, humanista y – para usar una expresión muy gastada pero todavía valiosa – nacional y popular. En alguna ocasión le dije que era un buen discurso para renovar los ya gastados clichés de la política local; aunque en lo que yo personalmente subo a la red (El hijo de Reco, este blog) procuro cultivar el estilo más escéptico y realista que corresponde a un devoto de San Nicolás (el florentino, no el gordo que trae juguetes).

Hoy publicó “La revolución de los farrapos”, un episodio importante en la historia de Brasil, Uruguay y la Argentina. Recomiendo leerlo. Durante más de diez años lucharon los políticos y militares del Imperio del Brasil, Rosas, Rivera, Oribe, los bravos patriotas riograndenses y los bravos patriotas brasileños también. Y sin embargo es poco conocido – fuera de los historiadores – en esta margen del Plata. Se me ocurre que los popularizadores de la historia no lo han tocado mucho porque no encaja bien ni en el discurso liberal ni tampoco en el rosista (aunque los autores de la nota, del Instituto Juan Manuel de Rosas, hacen lo posible).

Ojo! Este comentario que hago no debe leerse como una crítica fácil a la opción que tomó Don Juan Manuel; sin duda, tenía buenos argumentos para su decisión en ese momento. Mi intención es remarcar una moraleja de esa historia cara a mi pensamiento: que – pese al mito útil del conductor infalible – nada reemplaza en la construcción de las naciones a Estados organizados y clases dirigentes coherentes. Por algo el Brasil conservó su unidad y la América española la perdió.

Aparte de eso, quiero felicitar a «AdR» por publicar esta nota. Nos falta armar una historia popular en común – de conflictos y acuerdos – con nuestros socios inevitables, los brasileños, como mal que mal, la tenemos con los nacionales del resto de los países del Cono Sur.


somos todos hermanos…

septiembre 9, 2007

Como creo que las «noticias» no existen por sí solas, siempre trato de poner una introducción o un comentario. En esta no puedo. Léanla aquí.


Darwin y los argentinos

septiembre 7, 2007

No, no tiene nada que ver con las notas que subo a «El hijo de Reco» acerca de la Iglesia y la modernidad. Simplemente, cuando yo leo algo muy bueno, quiero ponerlo aquí, aunque puedan leerlo en otro lado (hasta comprando «Ciencia Hoy», si la encuentran, o Página 12, si vencen sus prejuicios). La introducción de Adrián Paenza es muy buena y sensata, pero hay algo que se destaca: Sin poner en duda los aportes de Mr. Darwin a la biología, parece indudable que la humanidad perdió un agudo sociólogo.


el aviso fúnebre de la sociedad industrial

septiembre 5, 2007

Mi amigo Fernando Del Corro, socialista y marxista de los de antes (lo aclaro porque en el pasado las dos cualidades iban juntas, hoy es casi una nostálgica excepción) recomienda este artículo de Daniel Cohen «Cómo murió la sociedad industrial«, que publica hoy Clarín. Coincido que vale la pena leerlo; da una visión interesante de las consecuencias de la revolución financiera de los ´80 en el mundo de la empresa y del trabajo, y – en un plano más profundo – de la disgregación y anomia de la sociedad moderna.

Sólo dos comentarios: es un poco irónico ver cómo la gran empresa, ese monstruo codicioso contra el que luchaban los idealistas, hoy se dice que «instauraba entre sus miembros una solidaridad orgánica» y «vinculaba un modo de producción y un modo de protección« (Ese tiempo tan feliz, en que éramos tan desgraciados…).  Otro: me parece una equivocación tan grave como ignorar lo que está pasando en el mundo es darlo por inevitable e irresistible (un teólogo diría que es la idolatría del poder). En Europa parece que Sarkozy defiende sus industrias; aquí cerca Embraer y Petrobras son justificados orgullos brasileños; y aún en este rincón del Cono Sur tenemos cosas como INVAP. No todo se terceriza; ni todo el mundo tiene que trabajar en call centers


Peronismo: Cuando huye el día

septiembre 4, 2007

Ayer el Partido Justicialista perdió en Santa Fe; en Córdoba, sus adversarios han obtenido más del 60 % de los votos. En la Capital Federal también fue derrotado en las elecciones recientes (si es que se presentó; hay algunas dudas). De los cuatro distritos decisivos de la Argentina (decisivos en sus elecciones; fundamentales en su economía), el PJ sólo mantiene una clara ventaja en la Provincia de Buenos Aires (sumando la versión tradicional y la del FpV, que – es cierto – se parecen bastante). Y aún ahí, Manolo Quindimil ya está un poco viejo.

Seguro, están sanos y vigorosos Alperovich en Tucumán, Gioja en San Juan, por supuesto los Saá en San Luis, et alia. Desde hace 60 años los caudillos del interior profundo son una de las patas del poder peronista.  Pero con ellos no alcanza para una fuerza nacional.

Esto llama la atención cuando todos los opinadores se han pasado los últimos años, desde el 2001, repitiendo que la Argentina no es gobernable sin el peronismo. Y más allá del discurso de los medios, está a la vista que los aparatos políticos más poderosos en casi todo el país se identifican con los símbolos del peronismo y con una determinada cultura política. En sus actos, mal que le pese a Pepe Albistur, se sigue cantando la marchita.

También es evidente que esos aparatos, ahora con alguna competencia de la izquierda dura (pero rentada), siguen teniendo presencia entre los más pobres y los excluídos, algo que ninguna otra fuerza política nacional puede ostentar. Y hay muchos pobres y excluídos en Argentina.

Entonces, qué está pasando? Quiero señalar dos hechos; uno, es muy evidente desde hace más de 20 años, aunque cada tanto los políticos y el periodismo juegan a olvidarlo. El PJ no es por sí mayoría electoral: cuando, como en el ´83, la mayor parte del resto de la sociedad encuentra una candidatura que la expresa, es derrotado.  Por eso, es absurda la queja de Menem, que atribuye a la negativa de Duhalde a dar elecciones internas su derrota en el 2003. El PJ, con la candidatura de Menem, perdía en el 2003 casi tan cierto como que – con ella – ganó en ´89 y en el ´95.

El otro hecho es más nuevo, aunque no sale de un repollo, sino que se ha ido formando a lo largo de años: el peronismo no tiene propuestas atractivas para los sectores medios de nuestro país, que son la mayoría. (Con una excepción: conserva la lealtad de la mayor parte de los trabajadores sindicalizados, que hoy son parte de esos sectores medios).

Se habían entusiasmado – la mayoría de los sectores medios – con Menem y su promesa del primer mundo hace quince años; simpatizaron hace cuatro con Kirchner, que hacía eco a las broncas que ellos mismos sentían. Hoy, muchos votarán a Cristina y a Scioli, porque no encuentran candidatos que los entusiasmen más.

Pero el peronismo no engancha a quien no se haya enamorado de él en otra época, por lo menos a nadie que no tenga un cargo en el gobierno. Los jóvenes no se suman al peronismo (en realidad, después de la desilusión con el ARI, no se suman a ninguna propuesta política excepto como salida laboral).

Para los que vivimos la pasión y las tragedias de las últimas décadas es difícil imaginarse una Argentina sin el peronismo como fuerza decisiva. Pero hasta hace no tanto tiempo, era difícil imaginarsela sin el radicalismo. Como la realidad puede ser racional – según Hegel – pero nunca es completamente previsible, lo único que se me ocurre es un pensamiento de Chesterton, inglés y católico, que decía que la Iglesia Católica sobrevivía porque había aprendido a morirse.


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