Del peronismo

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Peronismo

Por: Alejandro Romero

La discusión acerca de qué es el peronismo y por qué se expresó de modos tan disímiles a lo largo de su historia es rica y a veces confusa. Últimamente renació, pero valorado positivamente, el enfoque que lo identifica como un populismo… y a ello lo reduce. Muchas veces se ha dicho que el peronismo es solamente una manera de concebir el poder y de tratar con él. En lo personal, creo que ninguna de esas aproximaciones hace honor a la originalidad, la complejidad y la riqueza del pensamiento escrito de Perón y del peronismo como fenómeno. Sin pretender más que apuntar algunas de las dimensiones que constituyen esa complejidad y esa riqueza, las pocas páginas que siguen intentan llamar la atención sobre aspectos del peronismo que suelen pasarse por alto, y que rara vez se consideran como necesariamente articulados en él y por él.

Perón afirmó muchas veces que el peronismo no es un partido político sino un movimiento. Un movimiento que incluía un partido político pero no se reducía a él. Es decir: algo más que una fuerza con pretensiones de gobernar un Estado-Nación contemporáneo. Algo que tiene varias dimensiones y que articula elementos heterogéneos de modo coherente en función de algunos objetivos estratégicos. Un dispositivo, en el sentido que Foucault le dio a este término.

Distintos elementos en la composición

Desde mi punto de vista, en el peronismo hay varias cosas, todas fundamentales y que conforman una “esencia” compleja y sostienen su funcionamiento como dispositivo social-político.

1)      Ante todo, el carácter antielitista y plebeyo. Éste, en su máximo grado de generalidad, está relacionado con la defensa de una identidad nacional situada geográfica e históricamente: de país sud-americano. Este carácter se relaciona también, aunque no tan ampliamente, ya que ha habido peronistas que mantuvieron “relaciones carnales” con la potencia hegemónica de turno-, con la defensa de los intereses nacionales. Este carácter fundamental y distintivo del peronismo –que no comparte, como característica diferencial, con ninguna otra fuerza política en Argentina- ha sido señalado con fuerza por el politólogo canadiense Pierre Ostigui.

2)     En segundo término, el reconocimiento, entre sus miembros, de formar parte de una misma comunidad, articulada por relaciones de lealtad común. Este es un rasgo fundamental y constituyente; y quedó expresado casi hasta la exageración en el famoso dictum “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. Nos parece un rasgo que merece atención, porque esta idea de “comunidad” no formal, no contractual ni teorética, sino “socio-existencial” (en el lenguaje habitual del peronismo suele decirse: “emocional”, “pasional”, con toda la carga de afecto que ello trae consigo) transforma este reconocimiento en algo fundamental y a aquella comunidad en algo fundante (un lazo social constituyente). Todo ello forma parte del imaginario político más propio y original del peronismo. Imaginario, por otra parte, enraizado en una tradición filosófico-política  no individualista –y en ello no-liberal- de raíz ibérica, que presenta, además, importantes potencias de construcción de futuro.

3)     En tercer término, el peronismo constituye esa comunidad a partir de:

  • la identificación con un liderazgo que encarna un “proyecto”;
  • el rechazo al elitismo oligárquico (dándole en este aspecto razón a Laclau); y -quizás más aún (aquí no tendría Laclau tanta razón)-
  • la afirmación del derecho de la política a regir la vida nacional.

4)     En cuarto lugar, pero presente desde el comienzo: un Proyecto Estratégico Constructivo fundado en una concepción compleja, dialéctico-existencial, de lo social y de la relación sociedad civil-economía-política, que tiene en las famosas “tres banderas” una enunciación tan imperiosa y tan necesitada de desarrollo y tematización como la célebre consigna tripartita de la revolución francesa. Se trata de: “soberanía política”, “independencia económica”, “justicia social”. (El equipo de trabajo del Centro de Estudios Sociales y Sindicales (CESS) y la revista del Centro de Estudios para la Patria Grande (CEPAG) tematizó esta concepción especialmente en los nº 9 y 10 de la revista Peronistas para el Debate Nacional).

5)     Una concepción de la política que incluye en ella la auto-representación, a través de dirigencias sectoriales, de organizaciones sectoriales que articulan los intereses de quienes constituyen los principales sectores productivos: los empresarios y los trabajadores (pero no únicamente ellos: las organizaciones libres del pueblo, de toda clase, forman parte todas ellas de ese movimiento de auto-organización y auto-representación de la sociedad llamada “civil”). Esto forma parte de lo que aquí llamé la concepción compleja y dialéctico-existencial de lo social que a mi modo de ver le da su impronta más propia al pensamiento de Perón y al peronismo.

6)    Un programa de conducción política (el término es de Perón) orientado a conciliar, negociar y articular los intereses parcialmente conflictivos de los distintos sectores social-productivos (en especial el capital y el trabajo), pero también diferentes tradiciones ideológicas alrededor de tres objetivos:

a) la reafirmación de la propia parcialidad como parcialidad que busca ejercer efectivamente el poder de Estado, representando al conjunto de la comunidad nacional e introyectando los conflictos y contradicciones que atraviesan a aquella –en esto el peronismo es, en cierto modo, “totalitario” (pero NO al modo de Hannah Arendt sino al modo de la “república” francesa; también podríamos decir, con  otra analogía, que es hegemónico al modo de Gramsci – no así al de Laclau);

b) la afirmación del Proyecto Nacional articulado por las tres banderas: soberanía política; independencia económica y justicia social (esto es fundamental porque marca el horizonte estratégico de la construcción);

c) La subordinación de las finanzas a las necesidades de la producción y de la economía a la búsqueda de la “felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria”, es decir al cuidado de la vida y de la socialidad humanas en el marco de un territorio y una sociedad determinados, los nuestros (es en este aspecto cuando aparecen en el pensamiento de Perón el proyecto Regional y, más adelante en el tiempo, el “universalismo”); se trata de la dimensión ético-política fundamental del peronismo, sin la cual tampoco es comprensible el tipo de construcción de que se trata.

Algunas derivaciones

Si las cosas son así, lo que ocurrió con su pluralidad interna, histórica y política –incluso con las contradicciones del propio Perón- pueden ser varias cosas.

Por una parte, que la unidad y coherencia de lo que se reconoce como Peronismo osciló, según las épocas y las circunstancias, entre el costado ideológico –Proyecto Nacional y Concepción Socio-económico-política compleja y dialéctica- y el costado antropológico-político –la conformación y reafirmación de una comunidad (de valores, símbolos, historia y capacidad de auto-afirmación entre “compañeros”): la conformación de un nosotros no sectario capaz de ejercer el poder-. Este punto me parece central para comprender la riqueza, la flexibilidad y la potencia política del peronismo, aunque también su complejidad y su “impureza” características, que esperan una valoración positiva hija de un análisis más detallado de la antropología-política de sociedad complejas y auto-contradictorias como las nuestras.

Por otra parte, que la coherencia interna del Proyecto y la concepción social propiamente peronistas no se dejan pensar adecuadamente con las categorías heredadas de la modernidad. Y mucho menos con las categorías heredadas del iluminismo continental y el liberalismo anglo-sajón (el historiador norteamericano Richard Morse, en un magnífico libro de la década del 80 titulado El Espejo de Próspero –hoy un clásico- muestra que hay una tradición moderna ibérica, neo-escolástica, que ofrece en cambio importantes claves de interpretación para el peronismo, dada su insistencia en la integración social y en la jerarquización orgánica de la estructura política, pero esas fuentes categoriales habían caído en el olvido o estaban desprestigiadas cuando aparece el peronismo y no pudimos ponerlas –ni siquiera los peronistas- en relación dialéctica y constructiva con las categorías que se consideraban modernas, oscureciendo la comprensión conceptual del peronismo y de su filosofía social y política. Por otro lado, aun estas categorías de raíz ibérica son insuficientes: son demasiado organicistas y conservadoras y no permiten pensar adecuadamente la doble contradicción que es el eje de la construcción peronista: la articulación funcional de la contradicción centro-periferia con la contradicción capital-trabajo. Doble contradicción que es el producto directo del carácter descentrado y “post-colonial” de los países periféricos, como los nuestros. Esto influyó en que la “síntesis conceptual”, filosófico-política que Perón intentaba no fuera todo lo clara que hubiera sido deseable. Pero además, que en su propia trayectoria conceptual Perón se fuera deslizando desde posiciones más conservadoras y organicistas a posiciones más propias y revolucionarias (aunque en su práctica política no haya ocurrido lo mismo, no sé…). Y que, direccionado por su propio afán “dialéctico-constructivo” y su propia noción del fundamento comunitario de lo social (que sí responde a la tradición ibérica y latinoamericana según las pinta Morse), Perón desarrolló todo el tiempo una política de conciliación y articulación de posiciones sectoriales que, a su vez, se auto-interpretaban desde tradiciones ideológicas iluministas, por eso enfrentadas. Posiciones que confundían su particularidad (nacionalismo, socialismo, conservadurismo popular, incluso -más tarde y en el colmo de la paradoja- neoliberalismo) con la totalidad del peronismo –entendido como “ideología” o “doctrina”-. Por esa misma carencia conceptual, dichas posiciones se auto-interpretaban e interpretaban la pertenencia al peronismo de quienes se identificaban con tradiciones ideológicas diferentes de un modo parcial y unilateral: como confusiones, como “astucias”, etcétera. Lo que queremos decir es que en el fondo, el peronismo padeció, en ese sentido, de una insuficiente capacidad de “síntesis” conceptual, ideológica, que le diera una forma propia como esa “tercera posición” que siempre Perón enunció como “topos” político orientador y que había que llenar de forma y de sentido explícitos.

Por eso a nosotros, 70 años después, nos resulta iluminador tratar al peronismo como una filosofía social-política compleja y dialéctico-existencial-constructiva, y, desde el punto de vista antropológico-político, como un “fraternalismo” (tema que también hemos desarrollado –y que trabaja desde hace años Enrique Del Percio- en un par de artículos de próxima aparición).

Cuando las oposiciones dentro del peronismo, hijas de esta insuficiente síntesis conceptual y de esta también poco explícita precisión ideológica, se hacen demasiado irreconciliables Perón intenta imponer su liderazgo. Pero es tarde. Porque nadie es capaz de leer el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional como una propuesta que dice explícitamente nada más ni nada menos que lo que quiere decir. Cada uno lo interpreta, en cambio, como una especie de alegoría de lo que quiere imaginar, desde su parcialidad, como contenido para el peronismo. El aspecto sintético, complejo, estratégico y construcivo del Modelo Argentino pasa así en buena medida desapercibido. Se obtura entonces la posibilidad de reconocer su originalidad más acá y más allá del liberalismo, el republicanismo, el conservadurismo, el nacionalismo o el socialismo.

Queda todavía, sin embargo, la reafirmación del reconocimiento mutuo como formando parte de una misma comunidad. Una comunidad plebeya con una historia común de resistencia a los proyectos de aniquilamiento que las clases dominantes argentinas habían desplegado y seguían desplegando. Una comunidad que mantiene su vocación de poder y, por vago que sea, su imaginario comunitario y anti-individualista. Ese reconocimiento de formar parte de la misma comunidad se mantiene aun en el seno de la bronca, el desprecio y las acusaciones cruzadas. Por eso la categoría de lealtad es tan importante en el peronismo. Por el carácter de fundamento primario que tiene esa “abierta totalidad plebeya”, siempre necesitada de nueva elaboración, que es la comunidad nacional y popular.

Sin embargo, a mediados de la década del 70 incluso aquél sentimiento de pertenencia a una cierta y determinada comunidad histórico-política entró en crisis. Y lo puso en crisis, creo que por inexperiencia, torpeza y voluntarismo fantasioso (o prometeico), la izquierda peronista (a la que, dicho sea de paso, pertenecía el autor de estas páginas… y sin que esto implique justificar las salvajadas filo-fascistas de una parte del ala derecha del movimiento –otro tema a analizar-).

Por último, queda por pensar desde estos marcos el impacto que tuvo en el peronismo la dictadura y, sobre todo, el auge de la hegemonía neoliberal.

Fue lo más destructivo que le ocurrió al país y fue lo más destructivo que le ocurrió al peronismo. Pienso que, en ese proceso de desecamiento, del peronismo quedaron la simbología y la cáscara de los aparatos de poder, el estilo plebeyo y las tácticas populistas. Todo lo demás desapareció. Fue una operación de “reducción” del peronismo a, según se decía, lo “realmente posible en la nueva época” (hegemonizada por el paradigma de la globalización neo-liberal). El famoso “pragmatismo” del peronismo fue transformado en algo muy diferente: resignación y obsecuencia ante los poderes fácticos constituidos: carencia de todo proyecto estratégico a favor de una “administración del día a día” de lo más liberal. De allí la traición sistemática a cada una de las tres banderas. Así las cosas, si se puede aceptar que quienes protagonizaron la década menemista eran en su mayoría peronistas, hay que decir en cambio que no hacían peronismo: ni su programa ni sus políticas –en especial las políticas económicas, pero también la política exterior- fueron peronistas.

Cuando la “nueva época” (neoliberal) mostró que de nueva y de época no tenía mucho, porque era autodestructiva y porque parasitaba a escala planetaria los logros de una época anterior (lo único que produjo fue una brutal y destructiva concentración mundial de la riqueza en el 5% más rico de la población), el peronismo volvió a latir. Desde sus márgenes; sobre todo, desde los márgenes de los aparatos –partidarios, sindicales, empresarios- que habían aceptado el proceso de reducción de cabezas que fue el menemismo, pero también desde los márgenes sociales (MTA, FTV, CTA) y geográficos (dirigentes patagónicos protagonizaron la nueva etapa). Y empezó contradictoriamente a florecer de nuevo.

Momentáneas conclusiones

Así pues y para ir cerrando: desde mi punto de vista, si quitamos las tres banderas; la noción de tercera posición (que, caracterizada positiva y conceptualmente, resulta ser –ni colectivismo ni individualismo- fraternalismo) y la concepción compleja de la sociedad argentina como sociedad periférica atravesada por una doble contradicción y necesitada, por eso, de una doble heterodoxia y de una dialéctica socio-existencial-constructiva (Estado + sector productivo + organizaciones sectoriales de auto-representación + olp´s), no nos queda entonces más que las expresiones políticas, de estilo político y cultural, del peronismo: lo que podríamos llamar, por una parte, su populismo, pero por otra parte su teoría y práctica de la conducción. Pero no su corazón viviente y creador.

El peronismo nos queda reducido a un estilo y un aparato.

Cuando es también un proyecto filosófico-político y un programa de cambio social.

Me parece que para pensar mejor las complejidades del peronismo tratando al mismo tiempo de no caer en las tentaciones de reducirlo a lo ya conocido ¡o a alguno de sus aspectos!, pero tampoco de elevarlo a una condición de inaccesibilidad al análisis racional (lo que suele ocurrir con un credo o una religión, pero no aceptamos que ocurra con una concepción político-filosófica) es útil des-componer analíticamente el peronismo en algunos de sus distintos componentes, inseparables pero que conservan ciertos grados de autonomía. Aquí lo intentamos identificando:

  • su “base antropológico-política”, es decir su concepción de una comunidad fraternal esencial o fundante, con todos los conflictos pero también la mutua pertenencia que lo fraternal encierra (una base de tradición ibérica en último término, pero elaborada creadoramente en la confluencia con autores y movimientos de ideas de los siglos XIX y XX, y con el propósito de responder con un programa de cuidado de la vida y del lazo social solidario a los desafíos que imponen las contradicciones y conflictos centro-periferia y capital-trabajo);
  • su estilo político (lo que suele llamarse “populismo”, pero también la conducción negociada y constructiva, alrededor de un Proyecto Nacional, del conflicto empresarios-trabajadores-Estado/Nación);
  • su concepción y programa (ambos) filosófico-político-socio-económico (Proyecto Nacional incluido), y
  • su concepción del liderazgo como conducción no sólo política sino “pedagógico-constructiva” (el término pedagogía es, una vez más, de Perón) de ese programa, esa “política” y esa concepción social.

Esta des-composición analítica, y la consideración de los márgenes de autonomía que cada una de esas dimensiones tuvieron y tienen en la dinámica compleja del peronismo, pero también el reconocimiento de cómo se articulan y entre-determinan mutuamente, nos permite repensar de otra manera, con mayores posibilidades de comprender su coherencia y sus potencialidades, las contradicciones y violencias internas que lo han atravesado (y pueden volver a atravesarlo), pero por eso mismo nos obliga a replantearnos y repensar sus exigencias, si realmente queremos desplegarlo y afirmarlo como respuesta política, económica y social en el seno de las actuales circunstancias.

7 Responses to Del peronismo

  1. Gerardo josé González dice:

    La nota de Alejandro Romero me parece interesante, pero muy teorética. Tiene mucho profesorado y poca academia en serio.
    Es destacable su noción de «fraternalismo» como argamasa histórica del peronismo, pero creo que lo esencial del peronismo como movimiento histórico fue el liderazgo de su Fundador. La fraternidad es una consecuencia de ese liderazgo: para un peronista no hay nada mejor…
    El «Proyecto Nacional» lo escribió, en gran parte, Jorge Bolívar y Perón lo firmó, pero no fue más que un intento de actualización doctrinario, muy coherente, poco convocante.
    Los intelectuales padecen de un deseo utópico sobre el líder que gobierna CON el pueblo. Pero esto no ocurrió jamás. Mao, Lenin, Perón, gobernaron PARA el pueblo, según sus propias definiciones de lo que eso implicaba.
    Siempre recuerdo que Perón continúa la tradición de liderazgo de Roca, Yrigoyen y Justo, en especial el último, que fue su maestro durante casi dos décadas. Pero popular, no como Justo, que construyó el gobierno mas equilibrado entre las tres clases sociales, y terminó mereciendo el repudio de las tres, a punto tal que no tiene calle con su nombre en la CABA. Justo los jodió a todos, por eso recibió el castigo histórico del olvido, aunque gobernó una larguísima época. La famosa década infame es una categoría poco seria, porque el país, mas bien que mal, logró atravesarla, cuando el trigo y la carne no tenían valor.
    Por eso las Tres Banderas peronistas resultan evidentemente teoréticas. Son tan amplias que nadie puede discrepar con ellas. Es decir, sirve para poco y nada.
    Pero a Perón, preso en Martín García o el Hospital Militar, lo devuelve al poder el pueblo movilizado, cuando él se dio por perdido. Esa reversión tiene algo de milagroso, de metapolítico y el 17 de octubre es nuestra fecha fundacional. Pero peina canas.

  2. Politico Aficionado dice:

    Agréguele que aspiramos a la Felicidad del Pueblo y a la Grandeza de la Nación (en ese orden), y ya tiene casi todo lo que hay que saber.

  3. ROBERTO HYON dice:

    EL PERONISMO COMO MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN NACIONAL Y SOCIAL EN ARGENTINA

    Si hacemos una breve repaso histórico, podemos decir en terminas generales, que estamos en presencia de la profundización de una etapa de descolonización a nivel global.
    Es de reconocer lo que ocurrió en estos últimos 200 años, primero estuvo inscrito en un proceso de expansión del capitalismo, o sea el capitalismo en su etapa superior, el imperialismo, que las metrópolis imperiales consolidaron su poder a partir chuparse los mercados y las materias primas del mundo periférico, esa fue la historia de nuestras luchas durante el siglo 19, que resultaría de la imposición, del modelo agro colonial.
    Mientras que en el transcurso del siglo 20, se operara el proceso de descolonización, o sea la lucha de los pueblos contra el dominio imperial, estas luchas tomaran características y perfiles diferenciados, pero tendrán patrones símiles, las luchas contra el poder imperial, coetánea mente a sus aliados internos (sectores oligárquicos parasitarios).

    LAS DISTINTAS EXPERIENCIAS DES COLONIZADORAS.. LOS MOVIMIENTOS DE LIBERACIÓN

    Esto con fisonomía diferenciada como decíamos, serán las experiencias del Leninismo en la Rusia zarista, de la revolución Mejicana, de la revolución china, de la liberación de la India, de Argelia, de la indochina, de Getulio Vargas en Brasil Del Justicialismo con JUAN PERON en nuestro país, DE Nazer en Egipto, de Ben Bella en Argelia, del Vietnam con Ho Chi MIN, DE LA Cuba de Fidel Y el Che, de Sandino en Nicaragua, de Gaitan EN Colombia, De Arbenz en Guatemala, de Salvador Allende en Chile , por nombrar a los más conocidos.
    En estos tiempos, esa experiencia des colonizadora toma nuevos bríos, va estar acompañada por el despertar de los pueblos, esto se advierte con mayor claridad en nuestra América, la presencia del PARTIDO DE LOS TRABAJADORES, con Lula en Brasil, del Chavismo en Venezuela, de Correa en el Ecuador, de Evo Morales en Bolivia, de Mujica en Uruguay, la creación del UNASUR Y las concreciones de la UNIDAD LATINO AMERICANA, que arrastra al conjunto de los países de sur América, no son producto de la casualidad y están mostrando a las claras, que se está viviendo como lo anticipara el GRAL PERON “LA HORA DE LOS PUEBLOS”
    .
    Toda otra interpretación de lo que es el el peronismo, no es mas que, una usurpación de una identidad histórica, tal cual ocurrió en la década del noventa, o que tras distintas mascaras intenta reeditarse en estos tiempos. Lo DE LOS NOVENTA CLARAMENTE ESTUVO EN LAS ANTÍPODAS, DE LAS ESENCIAS DEL PERONISMO HISTÓRICO, POR LO TANTO, DE NINGÚN MODO PUEDE LLAMARSE PERONISMO MAS ALLÁ DE QUE HAY ESTAFADO A LAS MASAS POPULARES AL ,APROPIARSE DE ESA IDENTIDAD COMO DECÍAMOS.
    EL PERONISMO QUE NACIÓ, EN CONTRA DEL IMPERIO DE TURNO, TRAS EL ACCIONAR DE BRADEN Y QUE DESPLAZO A LAS CLASES OLIGÁRQUICAS PARASITARIAS DEL PODER POLÍTICO, O SEA QUE SE IMPREGNO DESDE EL VAMOS CON UN PROFUNDO SENTIDO ANTI IMPERIALISTA Y ANTI OLIGÁRQUICO. TIENE LA TAREA HISTÓRICA DE CONSTRUIR UNA NACIÓN JUSTA LIBRE Y SOBERANA PROFUNDIZANDO EL MODELO INDUSTRIALISTA, ESO ES HACER UNA REVOLUCIÓN, ENTONCES SIGUIENDO EL DECIR DE EVA PERON, O CUMPLE ESA TAREA HISTÓRICA Y ES REVOLUCIONARIO O NO SERA NADA

  4. Peronistas.. no somos todos
    ¿Peronistas somos Todos?

    Con el Peronismo, algunos que se ufanan de su saber libresco suelen encuadrarnos de modo despectivo.Puede aplicársenos definiciones anteriores a nuestra propia existencia. Encajamos perfectamente en aquella «barbarie» sarmientina con que se denigró a las montoneras federales.Así tambien con ese «política criolla», con que Juan B.Justo minimizó al Yrigoyenismo. Otros menos sofisticados lo llamaron «chusma», que también nos cabe.Despues de habernos lavado las patas en la fuente nos dijeron «aluvión zoológico». Para Borges fuimos «incorregibles», sin acreditar de dónde surge su autoridad para pretender hacerlo.Ultimamente se nos dice «populistas» sin darnos chance de acudir a Ernesto Laclau para discutir si es algo bueno o malo.Para quien esto escribe, la definición de Peronismo que mas lo identifica es aquella en que el inolvidable John William Cooke dijo que éramos: «El hecho maldito del país burgués».Después de haber posibilitado a la clase trabajadora un protagonismo postergado, en adelante ya nada sería igual en nuestra realidad política.Una de sus características principales juega de modo pendular entre la virtud y la dificultad: El policlasismo. Le sirvió para encumbrarse, dado que la política es eso, sumar.Pero de modo recurrente genera rispideces difíciles de resolver. Sucede cuando alguna de las vertientes confunde las partes por el todo creyendo que el Peronismo son ellos. Ven al resto como una distorsión que debe ser corregida.Los analistas contribuyen ex-profeso a la confusión pintándolo como contradictorio y confuso. Sacan de contexto una frase del propio Perón: «Peronistas son todos».Así presentan a las escisiones como peronistas disidentes cuando son en realidad disidentes del peronismo .Utilizando el auxilio de la zoología podría decirse que si bien existen diversas razas de caballos, puestos ante una cebra nadie diría que es un caballo rayado. Tampoco un burro es un caballo orejón.Transportado a la escena política nadie llama radicales disidentes a Elisa Carrió, Margarita Stolbizer o Ricardo Lopez Murphy. Mucho menos a Carlos Raimundi o Gerardo Lopez, hoy claramente identificados con nuestro proyecto.Tampoco pintan al radicalismo como contradictorio, aunque a todas luces Yrigoyen no fuera lo mismo que Alvear.Si vamos a los socialistas, Américo Ghioldi, que festejó los fusilamientos de obreros, tiene muy poco en común con Manuel Ugarte y hoy en día Hermes Binner es bastante distinto a Jorge Rivas.Para identificar por donde pasa el Peronismo es preciso abrevar en definiciones concretas. Evita dijo: «El peronismo será revolucionario … o no será».Aplicando esa premisa podemos advertir que en los tres momentos mas difíciles de su existencia cuando se intentó «vaciarlo desde adentro», no quedan dudas que Vandor, Lopez Rega y Ménem de revolucionarios tenían bastante poco.La doctrina no puede ser mas sencilla de interpretar. Una nación Socialmente justa, Económicamente libre y Políticamente soberana.El hecho complejo está dado en que como sus símbolos estan tan entronizados en la población, a la hora de la elección nadie resiste a la tentación de pescar al revoleo votos peronistas.Los invito a revisar las distintas agrupaciones que coquetearon con el peronismo y aplicarles la premisa de Evita evaluando tambien si en sus gestiones municipales y/o provinciales llevaron adelante las tres banderas enunciadas.¿Es Sergio Massa un revolucionario? … ¿El Tigre de Nordelta y las villas es socialmente justo? … ¿Su propuesta para volver a endeudarnos, va de acuerdo con una nación económicamente libre? … ¿Su relación con la embajada yanqui, es políticamente soberana?El mismo ejercicio puede hacerse con Francisco De Narvaez, los feudos provinciales de Córdoba y San Luis, y las trasnochadas aventuras de el Momo Venegas.Si hasta en el PRO se jactan de tener una «pata peronista». Diego Santilli es candidato a senador y Cristian Ritondo es uno de los candidatos principales para suceder a Macri.Y ahora por último evaluemos al Frente Para la Victoria:¿Néstor y Cristina pueden considerarse revolucionarios? … En su obra de gobierno, medidas como la AUH, o el plan Conectar Igualdad ¿Incrementaron la Justicia Social?Sacándose de encima al FMI, ¿Aumentaron la Independencia Económica?En el episodio de la Fragata, ¿Estuvo a salvo la soberanía política? …Si las respuestas te dicen que sí, no dudes que estás en presencia del mejor peronismo. Vaya la paradoja … a Ménem que hacía todo lo contrario le decían peronista. A estos, para no reconocerlo, le dicen kirchnerismo …Sigue siendo el país burgués … que cierra los ojos ante el hecho maldito.

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