De cuando en cuando, no muy a menudo, se producen hechos importantes, que cambian la realidad de un país. A veces, hasta coinciden con los titulares de los diarios. Hoy pasó eso, y siento que no puedo callarme.
Pero tampoco quiero repetir. Para la satisfacción que uno siente, la expresó muy bien María Esperanza Casullo aquí, en Artepolítica. Dice que es «un día verdaderamente peronista» y tiene razón, entre otras cosas, porque fue una bandera de la oposición que un gobierno peronista pone en marcha. Y por lo mucho que he leído de MEC, sé que es progre y K, pero no se le ocurre pensarlo como el triunfo de un sector.
(Y con esto no quiero decir que estoy en contra de que los blogueros kirchneristas lo festejen como un gol propio. Corresponde). Lo que quiero hacer yo es aportar el link al texto del decreto, para que cada uno lo desmenuce con cuidado – también corresponde – y tirar algunas ideas que me da una lectura rápida.
Por deformación profesional, lo primero que se me ocurre es que se estarán volcando, en muy poco tiempo, unos tres mil millones de dólares anuales al consumo (porque, convengamos, 180 pesos por hijo no deja mucho para ahorrar). Hablando de medidas keynesianas… Y ésta es una que, aunque finalmente el FMI venga e inspeccione, se cuidará de objetar. No comen vidrio. Fíjense lo que dice Lucas Llach, que no es ni progre ni K, en un blog de LaNación, nada menos.
Pero el impacto de esta medida no se mide simplemente con una cifra. Aquí hay una cantidad de dinero que de este lado de Rivadavia en la Capital parece, y es, pequeña. Pero puede cambiarle la vida a millones de madres y a sus hijos (a los padres, no tanto), en los pueblos del interior y en los cordones del Gran Buenos Aires y el Gran Rosario, Desde el Plan Jefes y Jefas en el 2002, con el que comparte algunas características, no ha habido ninguna medida que pueda provocar un cambio tan dramático en la vida de tanta gente. Y esa fue una medida de emergencia.
Los lentes rosas no son mi estilo. Y el sentimentalismo, menos. Por sí misma, esta medida puede ser un paso que mantenga una subclase muy numerosa alejada de posibilidades de trabajo digno, de ascenso social, condenada a una atención médica y a una educación de segunda: las que hoy les ofrece el Estado. Algo parecido a los ghettos negros en U.S.A. Pero la peor de las hipocresías sería cuestionarla por lo que falta. Sin el piso que ella representa, no se podría construir algo mejor.
Y construir algo mejor es necesario. Por el futuro de esos chicos cuyas madres van a recibir la asignación – que forman parte de nuestro futuro. Y por la sustentabilidad política de estas medidas. Recordemos que las medidas de Lula – alguna de las cuales debe haber inspirado partes de este decreto – no han disminuído la marginalidad en las favelas de Río y San Pablo.
Por eso quiero recomendar este post de Luciano, que subió justo antes de este lanzamiento, y donde habla de otro plan bonaerense, el Envión, para los pibes de 12 a 21 años que no estudian ni laburan. Por los conceptos que desarrolla, y por este comentario de Sirinivasa, férreo defensor de la posición tradicional K en contra de la universalizáción.
Confieso que yo pensaba que era una posición defendible solamente desde un criterio práctico y de necesidades políticas inmediatas, a pesar del habitual nivel de Siri. Pero ahí dice: «Discutir el ingreso universal no es sino eludir el abordaje de un gran problema: cómo vamos a restaurar las instituciones protectivas -o al menos sus líneas directrices, sus valores fundantes- a la «gran transformación» en curso. El discurso ‘universalizador’ me da la sospecha que, por debajo de la cáscara de ‘instituir derechos’, etc., tiene una alta dosis de fatalismo. En definitiva, como ese problema les parece quedar grande, se trata de tirarle un hueso al pobrerío, y hacerlo de manera ‘eficiente’ y limpita, de manera que no venga a molestar organizándose y haciéndose visible, una módica anestesia para la gran cirujía a que nos somete el impersonal demiurgo del capitalismo«.
Teóricamente, es válido. Pero ha quedado muy claro que las políticas que disminuyeron el desempleo entre el 2002 y el 2006 no están mejorando hoy la situación social. Que empeora. Medidas como ésta pueden dar tiempo para programas realmente masivos de capacitación, o un Servicio Social en las líneas del viejo Servicio Militar Obligatorio, como se especuló en este blog.
La universalización, lo sé por mi experiencia en auditoría, tiene también una ventaja práctica importante: los costos directos e indirectos del control suelen ser la mayor parte del costo administrativo de cualquier política.
En esta medida hay una limitación, no alcanza a los que tienen trabajos formales, que puede ser contraproducente: el «salario familiar» que pasará a cobrar alguien con un empleo informal será mucho menor que el que cobra el que trabaja en blanco. Como pasaba con los Planes Trabajar, será un estímulo para estar en negro. Pero, francamente, no me preocupa demasiado: estoy seguro que Recalde se lo estará señalando a Moyano y los muchachos, que lo observarán en voz bien alta.