EE.UU., China, y los costos (semi ocultos) de un imperio

diciembre 26, 2020

Hoy publicamos en AgendAR una nota de Gabriel Merino, (UNLP-CONICET), sobre la Asociación Económica Integral Regional, RCEP, por su siglas en inglés. El mayor acuerdo comercial y económico del mundo, cuyo centro de gravedad es China, el país que hace 24 años tenía el mismo PBI que Brasil y hoy es 8 veces más grande.

Natural. Ya habíamos publicado algo sobre el RCEP. En todo el mundo lo miran con atención. Sucede que me sentí impulsado a agregar un comentario mío, porque Merino cita un ataque de sinceridad que habría tenido John Mearsheimer, profesor de ciencia política en la Universidad de Chicago, creo que en un debate con Hugh White, uno de los intelectuales australianos más prestigioso en temas estratégicos.

«Australia no tendrá más remedio que alinearse en última instancia con los Estados Unidos sobre China -dice Mearsheimer-. La seguridad se impondrá sobre la prosperidad, y Australia deberá sacrificar su economía, que depende de las exportaciones a China (35%) y de sus inversiones

Mearsheimer señaló al público australiano “La seguridad es más importante que la prosperidad, porque si no sobreviven, no prosperarán. Si van con China, ustedes deben entender que es nuestro enemigo. Entonces están decidiendo convertirte en enemigo de los Estados Unidos.” …»Cuando no estamos contentos [los Estados Unidos], no querrán subestimar lo desagradable que podemos ser. Pregúntenle a Fidel Castro”.

Mi comentario:

La frase atribuida aquí a Mearsheimer, un conocido teórico de relaciones internacionales de la escuela realista, nos resulta… muy poco realista. La «carta fuerte» de los EE.UU. en las últimas tres décadas, el factor que le permitió imponer su voluntad en muchas de las negociaciones con bloques de poder económico comparable no fueron las amenazas, sino la posibilidad de acceso a su mercado interno.

El mercado nacional de consumo más importante del globo, por lejos, y que aún hoy es para China un elemento clave para sus exportaciones.

Sucede que los imperios, en el proceso de llegar a serlo, han sacrificado a lo largo de la historia las actividades y los trabajos que les permitieron crecer. Roma conquista Sicilia y el Norte de África derrotando a Cartago, y sus labradores, que eran la espina dorsal de las legiones, pasan a ser clientes del pan y circo, porque el trigo era importado de latifundios trabajados por esclavos.

Inglaterra deroga las Corn Laws en 1846, establecidas para proteger los precios del grano británico doméstico contra la competencia del exterior. Ganó el librecambio y los industriales, y perdieron sus agricultores. El trigo empezó a llegar poco después de las pampas argentinas…

Es evidente que Trump cabalgó sobre la reacción de los trabajadores industriales de EE.UU., y el rust belt, el «cinturón oxidado» de las industrias que se relocalizaron en China y en el Sudeste de Asia. Pero el Donald perdió. Biden, apoyado por las instituciones financieras de la Costa Este y los gigantes de la tecnología de California ¿retomará el impulso globalista que no alcanzó a cimentar Obama?

Casi seguramente tratará de hacerlo, con los condicionamientos que la experiencia trumpista -que no terminó en un fracaso económico, por cierto- le impondrá ¿Que hará entonces China?

Como digo a menudo en este blog «el que viva lo verá».


«¿Cómo viste lo de Cristina ayer en La Plata?»

diciembre 19, 2020

Fue la pregunta que hoy me hizo llegar un amigo. Y por algún motivo me impulsó a escribir uno de estos posteos breves y superficiales que son todo lo que hoy tengo tiempo y neuronas para escribir.

Empiezo apuntando que para mí el tema no es sólo Cristina -aunque fue la protagonista estrella y quien tuvo las mejores líneas- sino ella y Alberto, y Sergio, y Axel y Máximo. Y que no voy a hablar de sus relaciones entre sí, aunque a Shakespeare – que conocía bastante de política y de poder; repasen «Hamlet», «Julio César»,…- le hubiera fascinado. Pero yo no soy dramaturgo.

Me interesa ahora escribir sobre política. Que es, en buena parte, el conjunto de las reacciones de los millones espectadores a lo que dicen y hacen quienes están en el escenario.

Es por eso que empiezo hablando de esos 5. Porque el contenido, la intención, del acto era simplemente mostrarlos juntos. Ese es el dato decisivo. No es que «representen» realidades distintas. Ellos son, por sus personalidades, sus trayectorias, formas bien diferentes de hacer política y de convocar. Y hoy son parte de una coalición que gobierna pero a la que no le sobran legisladores. Ni votantes.

Los otros dos hechos impactantes ayer -porque, seamos realistas, la reafirmación de doctrina y objetivos, y también la pasión en los discursos, son necesarios, pero no son nuevos; ya se conoce, en general, lo que van a decir- fueron, uno, la frase de Cristina “Los que no se animan. Por favor; hay ocupaciones, además de ser ministros o ministras. Legislador o legisladoras. Vayan a buscar otro laburo”.

El otro fue la expresión ¿el fallido? de Alberto “Hice lo que me mandaste”, en referencia al consejo de Cristina de “hablarle al corazón de la gente”.

Dije que eran impactantes, porque lo fueron, y mucho, en el numeroso público de los argentinos politizados. Ahí, al gobierno le sirvieron para opacar algún moco reciente, en especial con el tema de las vacunas, que se había convertido en la bandera y el altavoz de sus adversarios.

Otra consecuencia -en ese alto nivel- es que los cambios en el gabinete nacional hoy son mucho más probables. Los presidentes tienen buenas razones para ser renuentes a los cambios. Además del motivo práctico que aducía Néstor Kirchner «Tardan 6 meses en aprender la botonera» (¿alguien recuerda que Néstor conservó los ministros clave de Duhalde: Lavagna en Economía, Aníbal en Interior?), los ministros son fusibles en otro sentido que el que comúnmente se emplea: cuando se queman, van por el presidente. Pero en este caso, Alberto necesita, creo, nuevos fusibles, suyos.

Para los politizados del Otro Lado, en especial la oposición mediática -hoy la más importante- ambas afirmaciones, la de la vice y la del presi, encajaron en lo que ha sido su estrategia constante durante este año de gobierno del FdT: insistir en la absoluta centralidad de Cristina, el poder irresistible, y maligno, detrás de todas las acciones del gobierno, especialmente las que no les gustan.

No hay que engañarse; es una estrategia, que muchos referentes de Juntos por el Cambio han adoptado porque hay un público, furiosamente anticristinista, que la consume con entusiasmo. Claro, tiene contraindicaciones, como algunas vacunas. La demonización de Perón por sus adversarios lo convirtió en el símbolo del antisistema para otra generación.

Tal vez la dirigencia opositora debería reflexionar en una frase, aproximada, de Oscar Wilde «Cuando los dioses quieren castigarnos, nos dan lo que les pedimos».

En cuanto a los politizados de Este Lado, la numerosa tribu cristinista está «refeliz». Porque el contenido y la forma de su frase son CFK puro; es la chica que les gusta pegándole a lo que no les gusta: la tibieza, la realidad o apariencia de cautela.

En cambio, el pequeño pero ruidoso anti albertismo explícito se ve empujado al anti cristinismo, lo que los acerca al Otro Lado. No es una situación fácil para ellos. Concluido de una forma u otra el debate del aborto, Pichetto los espera. Pero casi todos no estarían más cómodos en JxC que en el FdT.

El albertismo potencial -bah, el peronismo no cristinista- anda refunfuñando por los rincones. Pero es una tribu sufrida. Y durante 5 años no pudo construir una oferta política independiente con proyección nacional (Massa surge en 2013. Y ese fue su mejor momento político).

Más allá de estas impresiones superficiales que comparto con ustedes, hay una percepción en la que quiero insistir. Es muy difícil tener certeza sobre los humores de una sociedad, y más en pandemia. Pero todas las indicaciones que recibo me dicen que la brecha, la separación de intereses y preocupaciones entre politizados -que en Argentina son muchos, pero una minoría– y no politizados, es más grande que nunca. Los argentinos, y sobre todo las argentinas, de a pie sienten, con algo de fastidio, que tienen otras cosas en qué pensar. Y tienen razón.

En mi inmodesta pero falible opinión, en este año que comienza dentro de 12 días, la suerte política de esos 5 en el escenario (Verónica es el peronismo bonaerense que, como el sol, siempre está) depende, por completo, de la gestión de este gobierno.


Tendencias globales en la legislación del aborto

diciembre 11, 2020

Como explicó Darwin en «El Origen de las Especies», en algunas generaciones seremos todos pro vida. Y morochos


Boudou como bisagra

diciembre 4, 2020

Todo lo que escribí sobre política en este blog -por lejos, la mayor parte de estos apuntes informales-fue casi siempre en un estilo distante y desapasionado. Es mi estilo personal, pero también tiene que ver con el fastidio que me provoca la costumbre moderna (más precisamente, posmoderna) de ver la realidad como una fábula moralista, en la que se enfrentan los Malos, movidos por la codicia y bajas pasiones y los Buenos, que aman a los pobres, las minorías desaventajadas, o lo que esté de moda valorar ese año. Y debo decir algo: esa forma de ver la política y la historia humana es idiota, pero yo también lo sería si creyera que eso es todo: la política sin pasiones no existe.

Igual, en este posteo voy a mantener mi estilo de siempre, aún teniendo muy presente que Amado Boudou se ha transformado en 5 años, para un sector muy importante de los argentinos con pasión y compromiso político, de una figura mirada con simpatía o con algo de desconfianza, a un símbolo militante, a un compañero de los más queridos. Mi idea es aportar un granito de blog para convencer a los que no lo miran así -que también son unos cuantos de este lado de la «grieta», que en este tema se está jugando con fuego. El problema no es jurídico; es el poder.

Una frase del Evangelio que Lincoln citaba en un famoso discurso dice «Una casa dividida contra sí misma no se sostiene». Es cierto, es sentido común y yo estoy de acuerdo (en orden descendiente de importancia). Pero sucede que vivimos en esa casa dividida y es previsible que va a seguir estando así por un rato. No veo una forma posible de derrotar decisivamente a uno de los lados de la grieta, de eliminarlo del escenario político, fuera de fantasías en twitter o en los foros de los medios.

Ahora, en el interior de esas dos realidades políticas, y en parte socio culturales, que forman y dividen la casa argentina, en «Nuestro Lado» nadie con poder real cree en serio que se puede librar del «Otro Lado». Que muchos de esos con pasión y compromiso político lo quisieran? Y sí, seguro. Pero el poder, y sus privilegios, dan un baño de realismo (Uno del «O. L.», Baglini, tenía un teorema sobre eso).

En ese Otro Lado la situación es distinta. No voy a hablar aquí de los tipos humanos en ambos lados; ese aspecto lo trabajan mucho los sociólogos, y los intelectuales que tuitean. Hablo de su situación. El poder económico y el poder de los cargos en el sistema judicial (nuestra «nobleza de toga») está más repartido, y no depende, en los plazos cortos, de resultados electorales. El anterior presidente, Mauricio Macri, ha perdido la posibilidad de conducir, o de influir, al conjunto de los sectores hostiles o desconfiados del gobierno. Tiene que competir por ser el opositor más enconado.

En resumen, no hay ningún nivel dirigencial común en la oposición que frene las ofensivas particulares, para presionar a un gobierno que les parece -se muestra- débil, o para llevar adelante la estrategia de demonizar al adversario que les ha resultado tan útil. Que, justamente, les brindó buenos resultados electorales en el pasado. Y puede brindárselos en el futuro.

Boudou -por una serie de circunstancias, entre ellas su relativa juventud, para la media de la política argentina, y también por algunas imprudencias- es una pieza adecuada en esa estrategia de ensuciar a adversarios políticos y, en lo posible, meterlos presos. Lo que llaman «lawfare», aunque la práctica es bastante más antigua que el término. En la historia argentina, un buen porcentaje de sus figuras han ido a la cárcel.

El caso es que para las bases del «Otro Lado» -que son bastante numerosas, 40% y pico la última vez que contamos- Boudou ha quedado asociado con la corrupción. No es que esas bases estén convencidas que el Grupo Macri o el Grupo Clarín o el Poder Judicial son de una ética intachable. No. Las mejores estrategias de comunicación tienen sus límites. Pero la indignación es una emoción muy selectiva. Y no es menos real por eso (pasa lo mismo de Este Lado).

Esta exitosa (en Ese Lado) demonización de la experiencia kirchnerista -y con menor alcance, pero intensa, del peronismo en su conjunto- también han hecho vacilar a nuestra dirigencia política. Ese realismo un poco pedestre, que mencioné. Si los otros son muchos, mejor no pelearnos, si podemos conceder algunas cosas… (Como decía Miguelito Unamuno «Vandoristas éramos los de antes«).

Porque esta retirada no empieza con Alberto Fernández. La defensa de la experiencia kirchnerista y de la gestión y la figura de Cristina Fernández quedó, en general, limitada al sector «cristinista», con sus aliados progres. Numeroso y vocal, no era, no es, todo el peronismo. Y dentro del kirchnerismo, no se vio mucho esfuerzo en defender a De Vido. Tampoco a Boudou, hasta que la dignidad de su actitud -no se quejó, no cuestionó a los compañeros que miraban hacia el costado- y el ensañamiento de los «lawfaristas», lo convirtió en un símbolo para una gran parte de la militancia.

Entonces, esto está dirigido a la dirigencia de Nuestro Lado. Para decirles, todo lo respetuosamente que se dicen las cosas en el peronismo, que no es mucho, que están corriendo dos peligros en el caso Boudou. Uno es menos importante: la militancia con pasión y convicciones sentirá que, si Boudou vuelva a la cárcel es un paso más, grave, en una entrega de banderas. No los hará votar por Juntos por el Cambio, pero bajarán los brazos, y hablarán pestes del gobierno. Al que no parece que le sobrarán votos el año que viene.

Es el peligro menos importante. Porque el grave viene de la dinámica de la política; un sector que siente que está ganando no tiene motivaciones para detenerse. Y no hay una conducción común de la ofensiva con la que pueda llegarse a un acuerdo, o un armisticio.

Las causas judiciales de Cristina Kirchner y su familia son una herramienta demasiado tentadora para dejar de lado; pero el dato central es la apariencia de debilidad del gobierno. Porque en política, la apariencia es una parte fundamental de la realidad. Para el gobierno, y también para el PJ, esto debería ser muy claro. Me gustaría que los gobernadores, los sindicatos y los movimientos sociales también lo vieran así.


A %d blogueros les gusta esto: