Aunque en el peronismo los límites de edad son muy elásticos, no me parece que yo podría ingresar a La Cámpora, aunque sea para conocerla por dentro. Viéndola por afuera, sólo me animé a decir lo que no era “La Cámpora, como estructura y proyecto político, no tiene nada que ver con la JP de los ´70«. Alguien que creo que sí la conoce de cerca, me respondió en ese post, y la práctica cotidiana de sus militantes que ahí describe me parece una muy buena base para confiar en su futuro.
Por supuesto, existe otro elemento en el grupo humano que se identifica que ese nombre, y son los funcionarios que vienen de ahí (o se incorporan al jurar el cargo). Siendo la naturaleza humana como es, este elemento es el que recibe toda la atención (generalmente negativa) de los medios y de la fauna política.
Desde alguna experiencia en el funcionariado, no le doy tanta importancia. Por supuesto, la burocracia del Estado es un factor de poder extraordinario, desde que la inventaron en Sumeria, unos 6 mil años atrás. Y el rol clave de sus niveles medios… todavía la mejor descripción es la de Karl Deutsch «Los Nervios del Gobierno«, aunque es de 1963. Pero hay que entender que los mecanismos de cooptación y ejercicio del poder y la influencia son completamente distintos en una burocracia jerárquica y en una fuerza política (a excepción del Partido-Estado en una dictadura leninista. No es el caso).
No estoy diciendo que el origen de los cuadros no importa. Señalo el hecho obvio que en el Estado el cumplimiento, el cumplimiento a medias y el no cumplimiento de las órdenes (todos estos casos se dan) no incluyen la discusión política.
Por eso, cuando ayer LaNación le dedicó a LaCámpora su editorial principal, lo tomé como parte de la campaña electorar (como lo es, bah). Solo rescaté este hermoso párrafo sobre el peronismo (porque la invectiva política con nivel es un arte en extinción) «este singular fenómeno político de masas – único en Hispanoamérica. Un marxista como John William Cooke como un tradicionalista católico como Carlos Disandro. Carlos Menem y Néstor Kirchner, Antonio Cafiero y Carlos Kunkel, Mario Firmenich y José Ignacio Rucci, Fernando Vaca Narvaja y el vocero de la Triple A Felipe Romeo, aun con las abismales diferencias que los separaban y aún los separan, merecen todos el calificativo de peronistas«.
Es cierto que el plumífero es demasiado generoso con lo de «único«. No toma en cuenta que Adolfo Hitler, Américo Ghioldi, Felipe González y Hugo Chávez, entre muchísimos otros, se han llamado en algún momento «socialistas«. Para no hablar de las personalidades muy diversas que se consideraron a sí mismos «católicos«. Pero de troskistas, adventistas del 7° día y editorialistas de LaNación no debe esperarse demasiada sutileza.
Ahora, cuando mi amigo Manolo Barge le dedica hoy uno de sus posts largos y elaborados, el asunto es diferente. Si hay algo que a Manolo no puede acusarse, es que tenga un pensamiento lineal. Tampoco, es evidente, es cultor del mito camporista que elaboró Miguel Bonasso.
Y cuando también hoy mismo, mi otro amigo y nuevo guardián de lo ortodoxia, Artemio López, hace una pausa en su cruzada contra el marxismo pomelismo, y toma ese post de Manolo para hacer una argumentación – acertada – sobre el financiamiento de la política… me tiento a poner mi cuchara.
Tengo que decirlo: Pienso que el párrafo con que Manolo comienza su post puede ser muy cierto «Estamos en un Trasvasamiento Generacional natural; tanto en la Oligarquía y sus satélites de la Intelligensia, como Minoría Dominante; como en el Proletariado Interno como desafiante del Status Quo«, si definimos con precisión qué es la Oligarquía y qué el Proletariado Interno. La biología, implacable, garantiza siempre un tipo de T.G, del que dan cuenta los avisos fúnebres. Y en el plano político e ideológico, las certezas que encuadraron la segunda mitad del siglo pasado se derrumbaron entre 1989 y 2006, sin que hayan surgido todavía las que las reemplacen.
Pero tengo ganas de cuestionar los dos planteos básicos que hace Manolo: ver a LaCámpora actual como un actor en ese T.G., y verla a la luz de otras orgas del pasado. «Per jodere» nomás, sin más autoridad que haber visto pasar sus columnas con simpatía y con ojos que han visto pasar muchas otras.
Es un acierto de Manolo, hay que reconocerlo, rescatar otras estructuras políticas integradas por jóvenes que los prepararon para ocupar el aparato del Estado – a veces, sin proponérselo, en nombre de otras fuerzas políticas: la Coordinadora radical, UPAU, Guardia de Hierro y la Federación Juvenil Comunista (Olvida el Comando Tecnológico Peronista, que fundaron Licastro, Fernández Valoni y Grosso, y que fue tal vez la más exitosa, en proporción al número de sus cuadros).
Pero esas estructuras de juventud, que participaban – claro – del espíritu y las ideas de su tiempo histórico – tenían también una identidad política diferenciada previa a su irrupción en el Estado. La J.C.R. era un aliado, quizás el más importante, del Movimiento de Renovación y Cambio que lideraba Raúl Alfonsín en su largo – más de veinte años – enfrentamiento con Balbín. UPAU fue autónoma, hasta en lo ideológico, de Alsogaray y la Ucedé. Guardia fue la orga más numerosa y organizada de la JP, y competía con la UOM en la Capital, hasta ser eclipsada por las «formaciones especiales» que cuestionó.
Hasta la Fede fue origen de importantes escisiones en el monolítico Partido Comunista (el PCR, los «chinos», por ejemplo). Nada de esto puede decirse de LaCámpora, todavía (el todavía no lo agrego para preocupar a Cristina, sino simplemente para marcar que no estoy cerrando ninguna posibilidad futura).
Veo a LaCámpora, en su surgimiento al menos, como un corralito, como decíamos despectivamente en los ´70 (Para soberbia, es difícil competir con nuestra generación). No una estructura con identidad y elaboración ideológica propia, sino una forma de acercar a la militancia a jóvenes – en su mayoría de clase media – convocados por el liderazgo de Néstor Kirchner y la memoria, más que la actualidad, del peronismo. Y, por supuesto, también por la ambición de protagonismo. Sólo una hipocresía santurrona puede cuestionar esto.
Como señala Manolo, tendrán que competir y colaborar, en mezcla siempre cambiante, con los jóvenes que militan en los aparatos del PJ, con los de los movimientos sociales y con la Juventud Sindical – que también están en un proceso de elaborar identidad. Unos pocos tendrán cargos de responsabilidad en el Estado (el no tener una identidad fuerte previa es un elemento positivo para quien los conduce), otros se irán a puestos bien rentados en empresas privadas o a sus casas. Bastantes, estimo, porque es el viento de la época, seguirán en la política.
En todo ese proceso, ellos y el resto de su generación irán forjando su propia identidad. Es cierto que empezar desde el oficialismo, se esté o no en el Estado, es un factor condicionante. Pero no es una minusvalía. Recordemos que el peronismo empezó así, allá por el ´45.
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