Me siento mal metiéndome, otra vez, en la provincia de Buenos Aires cuando ni siquiera cumplí aún con mi promesa de completar el «cuadro de situación» de la Capital. Pero es un distrito clave, el tema de la «inseguridad» está instalado en la preocupación colectiva, y me dejaron pensativo este y este post, los dos muy recientes, de mi amigo neo ortodoxo Artemio López.
Él, que ha sido azote del sabbatellismo, nos dice que Scioli está sin rumbo, que sus operaciones de prensa – “La gente quiere rigurosidad y firmeza” – son lamentables y que va para tercero en las elecciones de octubre (!?). Es curioso: al mismo tiempo mi amigo paleo ortodoxo, Omixmorón, que sabe también castigar a los progres, sugiere abiertamente que las posturas, tan divergentes, de Scioli y de la progresía kirchnerista, son parte de una estrategia encaminada a sumar la mayor cantidad de votos al oficialismo e impedir el crecimiento de un candidato que capitalize por derecha, un nuevo De Narváez, el temor por la «inseguridad».
¿Mi opinión? Conociendo a algunos de los protagonistas, me inclino a pensar que lo de Omix tiene sustento. Pero tengo una vieja desconfianza a este tipo de maniobras. Y, después de todo, Artemio es profesional. Aunque ya nos avisó que todas las encuestas a esta altura son operaciones, su advertencia es plausible. Después de todo, una bandera no puede ser enarbolada por cualquiera, sino por aquél a quien los votantes están dispuestos a creer. El ascenso y caída de Blumberg, aparentemente el de De Narváez mismo, son indicaciones. ¿Scioli ya no sería de teflon? Hmmm…
Eso sí, hay algo que quiero decir sobre el manejo de la policía, más importante que las estrategias electorales: En el caso de la Bonaerense, las dos políticas aparentemente opuestas, la «autogestión» policial, en el marco de un acuerdo político tácito con sus mandos, y la intervención política, acompañada de repetidas purgas, ambas han fallado.
No importa que nos digamos que las cifras de homicidios son mucho más bajas que las de México. Sí, y las de México son mucho más bajas que las de Honduras. El hecho social es que el delito común se vuelve más violento, y ninguna política social cambiará eso en el corto plazo. El hecho politico es que los argentinos comunes se sienten amenazados por esa delincuencia violenta, y no sienten que la policía los protege debidamente. «Es una sensación» ¿hay otra realidad en la política?
Concuerdo con lo que, aparentemente, está planteando Artemio: la «mano dura» puede responder a lo que exige una mayoría de la población, pero si no consigue resultados, si lo único que ofrece son nuevos escándalos policiales, la desilusión es rápida. Pero, aunque el otro lado tiene un discurso más sofisticado e inteligente, como buenos progres, mi amigo Luciano (qué doctrinarios están los links de este post! Falta uno con el texto de «Conducción política») recordaba hace poco que Arslanian había estado a cargo de la bonaerense en la última parte del mandato de Duhalde, y Arslanian y Saín en el de Felipe Solá. Y en ambas oportunidades, sucesivas purgas fueron seguidas (¿provocaron?) graves episodios de violencia, hasta que vinieron, en reacción, Ruckauf y Stornelli.
No puedo mejor que copiar su síntesis «Es decir, la PBA ya tuvo sus “derechas” y “progresismos” trabajando en las áreas de inseguridad, pero hoy un policía raso se sigue quejando porque tiene que gastar una porción de su magro sueldo para comprarse una chaleco antibalas nuevo para no usar uno vencido»-
Eso sí, le comenté que no me parecía adecuado que nos limitemos a criticar los discursos vacíos de «garantistas» y «manoduristas». Porque, sobre todo en un año electoral. ambos seguirán siendo usados por los sectores que se dirigen a sus respectivos públicos.
En ese post se aportaron algunas ideas interesantes, pero mi impresión personal – lo único que puedo aportar, como lego – es que no es un problema de encontrar «la política acertada», sino de gestionar con eficacia, de brindarle a la policía recursos… y disciplina. El hombre, o la mujer, que lo haga deberá tener todo el respaldo de la política, en ambos planos, pero nada podrá garantizarle aciertos, excepto su capacidad. Dudo que lo encontremos, en un año electoral.