Jorge Abelardo Ramos cumple 100 años

enero 23, 2021

No voy a tratar de escribir aquí sobre el Colorado, sus ideas, su trayectoria, su talento. Venzan la inercia de enero, y naveguen un rato en Internet. Como nació el 23 de enero de 1921, la «superstición digital» hace que hoy haya un montón de textos que hablan de él. Y algunos, bastantes, son de quienes lo conocieron más y escriben mejor que yo.

Este posteo es para saldar algunas deudas personales. La primera, colectiva a la vez que personal. Soy de la generación que empezó a militar a fines de los ´60, principios de los ´70. Y, salvo por los que venían de su espacio o habían sido formados por él, la mayoría fuimos sectarios con sus planteos y su figura. Por mi parte, no creo más en los conceptos fundamentales del marxismo de lo que creía entonces, pero estoy más dispuesto a reconocer que en el océano de la verdad hay muchos afluentes. El de la Izquierda Nacional del Colorado aportó mucho. Y en el mundo de las realidades políticas, hubiera sido mejor para la Argentina que en nuestra generación le hubiéramos prestado más atención a sus planteos que a las fantasías cubanas de la Tendencia o al peronismo fundamentalista de Guardia.

También quiero reconocer una cierta sorpresa. Lo que escribí al final del párrafo anterior expresa mi fastidio con errores y sectarismos de mi generación. Pero no es realista. Por toda su elocuencia, y hasta su talento panfletario, lo de Ramos era demasiado intelectual para un momento de ruptura en el que se imponían las grandes simplificaciones.

El logro extraordinario de Ramos -a mi modo de ver- es que, aunque los partidos que fundó y dirigió nunca llegaron al poder, o cerca de él, formó a muchísimos cuadros, y bastantes dirigentes políticos, en los que puede rastrearse la influencia de su pensamiento y sus ideales.

Esto es más raro de lo que se puede suponer. Todas las variantes del troskismo han sido grandes «escuelas de cuadros» y de militantes, pero cuando -tarde o temprano- abandonan sus «aparatos» toman caminos distintos pero muy alejados de sus ideas originales. Algunos terminan como «neo conservadores», o en el Grupo Clarín… Hay discípulos del Colorado manteniendo el ideal de la unidad latinoamericana, de la Patria Grande, de un nacionalismo popular, en toda la Argentina, en Chile, en Bolivia… Sin duda, en más lugares de los que conozco.

Mi final reflexión en este posteo tiene que ver con eso. Porque si hay un ideal que yo comparto con él es ese («la Patria Americana» es una columna permanente en este blog).

Claro, para lograrla creo más en el camino de un Mercosur, o el ABC (Argentina, Brasil, Chile) del Roca del final o del Perón del comienzo, que del romanticismo literario de «Las masas y las lanzas». Pero estoy seguro que Ramos también lo veía así; hasta por los errores que cometió en sus últimos años: su acercamiento a Carlos Menem.

Pienso que, como yo, él creía que nuestros países necesitaban. para ser relevantes en el mundo de hoy, un Bismarck o un Cavour. Y sólo teníamos demasiados militantes pro Garibaldi… Todo bien con ese otro pelirrojo (en Italia, no en el Río de la Plata), pero la unidad nacional italiana es hija, sobre todo, de Cavour. Sucedió que Menem no era más que un oportunista con carisma.

Sí, creo que Ramos estaba convencido de que necesitamos un Bismarck. Y tal vez él habría querido ser su Ferdinand Lassalle (No sean vagos y vuelvan a buscar en Internet para leer sobre él. O, mejor, algo de él). Pero, bueno, la Historia no concede deseos. Y está bien que siempre haya tareas pendiente. Feliz centenario, Colorado. Creo también que se te recordará, y estarás en el Salón de los Próceres de ese futuro Congreso.


Hasta la vista, Donald. We´ll be seeing you (te veremos)

enero 20, 2021

Hoy, 20 de enero, Trump deja la Casa Blanca y se va para Florida, como tantos otros jubilados estadounidenses y turistas latinoamericanos. Aunque él no es ninguna de las dos cosas.

Más allá de lo que depare el futuro, nos proporcionó 4 años interesantes, y pensé que correspondía que escribiera algo en este descuidado blog. (Sobre sus imitadores o aspirantes a imitadores en el mundo escribiré en otro momento, creo). De cualquier forma, estos serán unos comentarios breves e inconexos; todo lo que tengo el tiempo y la energía para hacer (el verano porteño es terrible, salvo cuando lo compone Piazzolla).

Ya dije alguna vez que el encasillamiento general de Trump lo había hecho hace bastantes décadas Toynbee, en el «Estudio de la Historia». Porque se lo puede ver como uno de los «salvadores con la máquina del tiempo«: los líderes que prometen devolver (o regenerar) a su pueblo a un tiempo mejor. La mayoría han sido reformadores religiosos, en el Medio Oriente o en el norte de Europa, pero desde que irrumpieron las masas en la política, a fines del siglo 18, esa melodía ha sido y es tocada una y otra vez por gente muy laica.

Y «Make America Great Again» -Hacer América (USA) Grande Otra Vez- es una de las grandes creaciones de la comunicación política. Una frase corta que conecta con un mito muy enraizado en gran parte de su pueblo, y con el deseo -semiconsciente- en muchos, muchísimos, de volver a un tiempo que recuerdan como mejor, y eran más jóvenes. Ni Kennedy ni Reagan -dos grandes comunicadores que llegaron a Presidentes de EE.UU.- lograron algo tan eficaz.

Por supuesto, las máquinas del tiempo no existen. No éstas, al menos. «Volver a un tiempo mejor» es por definición imposible, porque los hechos y las vidas de ese tiempo dejaron marcas y consecuencias que son parte de este tiempo que vivimos. Cualquier «restauración» puede ser una mejora o una parodia; lo que es seguro es que no será lo mismo que se añora.

Pero no quiero quedarme en esto. Sería caer en la misma trampa de los intelectuales y escribas varios que sólo ven un «engaño» en el fenómeno Trump, y se engañan a sí mismos, y a sus lectores. El Donald planteó con mucha claridad que él iba a responder a algunos reclamos muy sentidos y concretos de sus votantes. El desempleo o los «empleos basura» en las ciudades desindustrializadas del Medio Oeste y el Sur -el «cinturón oxidado»-; las guerras en Medio Oriente o en Afganistán donde morían, o se hacían drogadictos, jóvenes norteamericanos pobres sin un motivo que les resulte claro a ellos; una elite muy próspera que acapara los mejores cargos en el gobierno, las grandes empresas, los medios y las universidades, con una cultura cosmopolita que no comparte los valores, religiosidad, patriotismo, de esos «norteamericanos medios» que se sienten la mayoría no representada…

Y, atención, Trump dio pasos concretos y consistentes en su mandato para responder a esos reclamos ¿O de dónde creen que salieron todos esos millones de votos que consiguió el 5 de noviembre? (Nixon tocaba esa misma melodía, «la mayoría silenciosa», pero no hizo nada concreto. Fue mucho más fácil sacárselo de encima, aunque él sí había sido reelecto).

Por supuesto, esto no es toda la historia. No me parece importante tratar los negocios privados, el exhibicionismo berreta, las exenciones de impuestos para hipermillonarios. Eran lo previsible cuando se elige a un magnate hipermillonario con negocios inmobiliarios y estrella de TV. Si aquí votáramos para presidente a Tinelli, por ejemplo ¿íbamos a esperar una reforma agraria?

Lo que sí me parece significativo es que que Trump unió esos reclamos populares en una «cadena de significantes» -puro Laclau, sin haberlo leído jamás, apuesto- con una vigorosa corriente etnonacionalista, xenófoba y antiprogresista furiosa, con raíces muy fuertes en la tradición estadounidense, pero que nunca llegó a la presidencia. Su expresión política más reciente, con legisladores, fue el Tea Party, y vale la pena tomar nota que desapareció, diluida en el trumpismo. Otro aporte importante fue lo que aquí en Latinoamérica llamamos los evangélicos. Un cristianismo aferrado a valores personales y una moralidad tradicional.

(Un aparte: si uno se para a pensar, surge un interrogante ¿porqué desde el sector de «izquierda» o «progresista» del espectro político nadie tomó esos reclamos? La respuesta es que sí, repetidamente aparecen figuras que los mencionan, y algunos los levantan como banderas. Pero en ningún caso consiguieron instalarse como opciones importantes. Lo que prueba que, contrario a lo que cree un marxismo residual, el factor cultural es más poderoso, en las mayorías, que los intereses económicos).

Eso es teórico. Hay dos preguntas interesantes, en la práctica, que se pueden hacer hoy: ¿Trump, tiene futuro? La bola de cristal, como siempre, está empañada. No es fácil reinventarse a los 74 años -y la reinvención será necesaria: ya no es un «outsider» (como dije arriba: no hay máquinas del tiempo). Pero no es imposible; yo me reinventé como editor de un portal de noticias, por ejemplo.

El desafío no pasa por lo personal, en todo caso. El trumpismo es hoy en los EE.UU. una propuesta política importante, con decenas de millones de votos y una militancia motivada. Y esto es así con el Donald o sin él. Hay muchos, con chances, que les gustaría tomar esa bandera. Pero ¿será capaz de lograr algo más que dividir el voto Republicano y garantizar el predominio Demócrata? El bipartidismo no es sólo una tradición estadounidense y una tendencia de la política moderna; es resultado de un sistema político diseñado para hacer difícil la irrupción de nuevos partidos. El que viva lo verá.

La otra pregunta interesante, por supuesto, es ¿Porqué perdió Trump? (Descarto lo del fraude. Si sos el presidente y te hacen fraude, sos un boludo, y no creo eso del Donald). Su derrota desmintió la receta asociada con ese otro gran atorrante que llegó a Presidente de los EE.UU., Bill Clinton. NO fue la economía, estúpido. El candidato opositor, no precisamente carismático, sumó más votos. Es inevitable evaluar que fueron en su mayor parte votos contra Trump. Pero trataré de responderla en un próximo posteo. Hola, Joe.


La próxima Guerra Civil se daría en las redes sociales. Mejor así

enero 10, 2021

El impulso por escribir este breve posteo surgió de algo que leí hoy, la declaración de una red social nueva, Parler, popular en un segmento de la población de Estados Unidos, que denuncia censura y promete seguir peleando. Se me ocurrió que, además de decirnos algo sobre lo que sucede ahora allí, y sobre los clivajes en la sociedad capitalista del siglo XXI -poco que ver con los que estudiaba don Carlos, en el siglo XIX- también nos informa sobre lo que está pasando aquí, en la República Argentina, y sus naciones hostiles, Peronia y Chetoslovaquia.

Mejor empiezo traduciendo la denuncia de Parler:

El domingo (hoy, 10/1/21) a la medianoche, Amazon cerrará todos nuestros servidores en un intento de eliminar por completo la libertad de expresión de Internet. Existe la posibilidad de que Parler no esté disponible en Internet hasta por una semana mientras reconstruimos desde cero. Nos preparamos para eventos como este sin depender nunca de la infraestructura patentada de Amazon y construyendo la infraestructura física.

Haremos todo lo posible para cambiarnos a un nuevo proveedor en este momento, ya que tenemos muchos compitiendo por nuestro público. Pero Amazon, Google y Apple lo hicieron a propósito como un esfuerzo coordinado sabiendo que nuestras opciones serían limitadas y sabiendo que esto infligiría el mayor daño. ya que el presidente Trump fue prohibido en las empresas de tecnología.

Este fue un ataque coordinado de los gigantes tecnológicos para acabar con la competencia en el mercado. Tuvimos demasiado éxito demasiado rápido. (Nuestros seguidores) pueden esperar que continúe la guerra contra la competencia y la libertad de expresión, pero no nos descarten.

#speakfreely «

Este mensaje de Parler a sus seguidores sugiere varios temas muy distintos, cada uno de los cuales da para muchos libros (que no pienso escribir). Apenas unos párrafos.

A) Es significativo que en el enfrentamiento entre una porción decisiva de las elites norteamericanas y el presidente Trump, han sido los gigantes tecnológicos Google, Amazon, Apple, un poco más tarde Facebook, quienes, entre las grandes corporaciones, las que se han definido más abiertamente contra el Donald (La mayoría de los grandes medios masivos también estuvieron en contra, y desde el principio de su mandato, pero por sí mismos no son parte de la elite corporativa, aunque varios sean manejados por ella). Por cierto, otras megaempresas y una porción de los superricos estaban descontentos con algunas de sus políticas y/o con su estilo, pero no se «jugaron» tan claramente.

B) ¿Veremos una Guerra Civil II en EE.UU., en algún momento de los próximos años? En mi falible opinión, no. No porque falten voluntarios, en una sociedad violenta. Ni fracturas en el tejido social. Hay una dificultad práctica: la guerra moderna es muy cara. Requiere una infraestructura tecnológica gigantesca y sofisticada, y no parece haber divisiones entre quienes la manejan (Además, por su naturaleza, es muy centralizada). La Guerra Civil en EE.UU. (1861-65) se dio en una época de ejércitos masivos y armas baratas (aún así, la superioridad industrial del Norte fue el factor decisivo). Esta facilidad para armar ejércitos fue aún más clara en su Guerra de Independencia y en la de Hispanoamérica.

Ahora, también hay que tener en cuenta que el terrorismo se ha democratizado. Indicaciones y recetas están disponibles en Internet…

C) ¿La intención, muy clara en EE.UU. y en la Unión Europea, de poner límites a la difusión de «pensamientos incorrectos» en Internet (en China hace rato que están en eso) hará desaparecer la Red anárquica y más y menos libre que conocemos? También en mi falible opinión, la hará más difícil, menos intuitiva, para navegar, pero no menos anárquica.

Por una razón opuesta a la que limita la guerra moderna (salvo las asimétricas, como las llaman cuando se bombardea a una región sin defensas antiaéreas). La infraestructura para la comunicación digital es relativamente barata. Puede no estar al alcance de individuos, pero sí de países y de grandes empresas.

La excepción, inescapable para un alcance global, es la gran red de cables submarinos. Pero siempre habrá quienes provean acceso a los disidentes del Otro Lado.

D) Este es el punto que inspiró el título de este posteo. Y que merece un desarrollo más amplio, que algún día haré. La sociedad argentina está amargamente dividida, como la estadounidense. Y los medios de comunicación azuzan los enfrentamientos en un grado al que no se llegó en EE.UU., salvo en estas últimas semanas. También tenemos una historia de violencia que sobrepasó cualquier ejemplo en yanquilandia. Sus aviones militares nunca bombardearon su propia capital.

Pero el hecho es que el asesinato ha dejado de ser una herramienta política aceptada en Argentina desde hace más de tres décadas. El motivo principal, estimo, sigue siendo la reacción a la masacre de los ’70. Pero creo que hay que tener en cuenta el desahogo a las pulsiones agresivas, de ambos lados, que ofrece Twitter a los guerreros digitales. Quizás la personalidad que en otras circunstancias históricas y sociales «ponía un caño», hoy toma su smartphone y tuitea furiosamente.


El asalto al Congreso de los Estados Unidos, y las contraindicaciones de Laclau

enero 7, 2021

Esto lo publiqué hoy en AgendAR, y no resisto a la tentación de copiarlo aquí. Agrego un par de párrafos para lectores más politizados. O, algunos de ellos, más enamorardos de las polarizaciones. Pero no deja de ser breve y superficial, como es la costumbre del blog.

Empiezo señalando que, en mi opinión, la sorpresa ante lo que sucedió ayer es injustificada. Es cierto que un sector numeroso de nuestros compatriotas se aferra a una convicción firme: que hay «países serios» en los que «esas cosas» no pasan. «Esas cosas» pueden ser, según el caso, el 17 de octubre, el bombardeo a la Plaza de Mayo, o el velorio de Diego Maradona. Creo que esa convicción responde a una necesidad interna de los que la sienten, pero eso no la hace más realista.

También es cierto que muchos estadounidenses están sorprendidos y asustados ante lo que pasó, incluso entre su dirigencia política. Pero eso se debe a que este hecho en particular, la irrupción de gente armada en el mismo edificio del Capitolio, no había sucedido en la memoria de la mayoría de los que hoy viven (En 1954, fueron nacionalistas puertorriqueños los incursores). Pero su sociedad es heterogénea y violenta, y una mayoría de sus ciudadanos considera la posesión de armas como un derecho constitucional irrevocable.

En el último medio siglo, las protestas contra la guerra de Vietnam y contra la discriminación racial incendiaron, literalmente, muchas ciudades de los EE.UU. en los ´60 y ´70. «Burn, baby, burn» fue una consigna. Un grupo de los contestarios, los Black Panthers, abogó durante un tiempo por el asesinato de policías. La Guardia Nacional fusiló a estudiantes en Ohio…

Más recientemente, actos terroristas individuales han sido reivindicados por la «derecha alternativa» (Alt Right), la policía ha asesinado afroamericanos, sectores entre los manifestantes de Black Lives Matter y Antifa han usado la violencia…

(No debe verse en esto un cuestionamiento prejuicioso a la sociedad estadounidense. Ciertamente, nosotros en el último medio siglo tuvimos nuestra cuota de masacre. Todas las regiones del mundo la han tenido. Hasta los budistas han perseguido musulmanes en Birmania… Los europeos, cierto, han logrado encauzar sus bombardeos y acciones militares fuera de Europa por 60 años (salvo en la península balcánica). Pero con su historia previa… no pueden levantar el dedo).

Al punto: los estadounidenses hoy están amarga, furiosamente, divididos. El presidente actual, Donald Trump, les ha dicho a sus partidarios -cerca de la mitad de la población, recordemos- que la elección que perdió fue fraudulenta, y los convocó a marchar sobre Washington para impedir, con su protesta, que el Congreso formalizara el resultado favorable a su rival. No veo como puede sorprender esta irrupción de los más motivados -y pintorescos- de sus seguidores.

Lo llamativo es la escasísima eficacia de las fuerzas policiales y de seguridad en contener la protesta y, luego, detener el ingreso al Capitolio. Hay quienes ven en esto un mensaje al futuro gobierno, y es posible. Pero no lo creo. Cualquier servicio de mensajería es más simple, y mucho menos caro para el «poder blando» y la influencia de los EE.UU. en el mundo. Y mantenerlo le resulta necesario aún a los «globalistas» más convencidos ¿En qué otra potencia pueden confiar para mantener las reglas del orden mundial que requieren?

Mi falible opinión se inclina a poner énfasis en un dato bastante evidente: los partidarios de Trump están sobrerrepresentados en los niveles inferiores de las fuerzas de seguridad. Reluctantes a reprimir, entonces, a hombres blancos descontentos, como muchos de ellos mismos.

¿Consecuencias de este hecho? En lo inmediato, veo pocas (aunque debo recordarme que mi bola de cristal está empañada). Este aparatoso desafío al sistema legal de su país hará, creo, que los niveles dirigenciales de la política, la economía y la defensa cierren filas en torno a las instituciones. Entre las que se contará el nuevo gobierno y sus funcionarios.

El consenso bipartidista que en lo esencial se ha mantenido por muchas décadas se verá fortalecido… en lo inmediato. Hasta podrá, demonizando la experiencia Trump, afirmarse explícitamente. Aunque el triunfo de los Demócratas en Georgia afectará la relación de poder legislativa -podrían controlar ambas cámaras- la mayoría del sistema judicial seguirá siendo conservadora. Todo esto si la economía sigue marchando bien, como apunta un talentoso amigo.

Si no… se fortalecerán los desafíos a ese consenso. De parte de un trumpismo furioso, con o sin el Donald. Y también, quizás, de fuerzas a la izquierda de la conducción del Partido Demócrata, expresadas en nuevas figuras como Alexandria Ocasio-Cortez. El que viva lo verá.

El «challenger» más importante es, por muy lejos, el que aquí llamo el trumpismo. El «progresismo radical» mostró en las primarias demócratas que ya no es una minoría insignicante. Pero es una minoría, aún entre los votantes demócratas. Tener en cuenta, sin embargo, el trumpismo ha perdido, estimo, una poderosa herramienta de poder: el Partido Republicano, y sus votantes moderados.

Trump siguió -seguramente sin haber leído una línea de él- la estrategia básica que recomendaba Laclau: articular una mayoría a partir de sus demandas insatisfechas. Y construir un enemigo. El Partido Republicano le siguió, porque le brindaba victorias electorales. Algunos dirigentes de ese partido seguramente se tentarán en el futur con la idea de recoger sus votantes. Pero, nuevamente en mi falible opinión, ha perdido al aparato. Ya no asegura el triunfo, y ha hecho evidente el costo de estar a su lado.

Detrás de todo esto, y más importante, está el desafío que representa el crecimiento de China. El rival que ha surgido, y con el cual Biden y sus futuros funcionarios plantean un enfrentamiento más enconado que el que Trump llegó a encarar. La sombra de Tucídides, el gran historiador, advierte que el surgimiento de una nueva Potencia es mirado con desconfianza y temor por la Potencia establecida.


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