«Hubo un tiempo que fue hermoso… y había superávits gemelos»

septiembre 29, 2022

Este tweet del Secretario de Programación Económica del superministro Massa -aka «el neoliberal bueno» (Rubinstein, no Sergio)- me dio para unas reflexiones breves y superficiales que quiero compartir con ustedes (lo tengo muy descuidado al blog).

Empiezo diciendo que todo aquel que tenga al menos nociones elementales de economía y no esté separado de la realidad por un discurso ideológico muy impermeable, estaría encantado de firmar abajo.

Igual, la política argentina garantiza que las respuestas -en twitter y grupos de wasap- sean muy diversas. Desde el lado anti K de la grieta se apuran a marcar que en esos años empezó el aumento del gasto público, que sería la raíz de todos los males. Algún nostálgico de los ’90 dice que la precondición fue la modernización de (algunas) infraestructuras que se dio entonces. Del lado K, apuntan a la dura renegociación de la deuda externa acumulada en esos 90 que llevó adelante Néstor y dio el respiro necesario para crecer. Voces desde el sector nac&pop pero menos K apuntan que luego se abandonaron los sabios consejos del Dr. Lavagna y se descuidaron los superávits fiscal y externo…

Hay algunas verdades parciales (la frase me suena…) en esos argumentos. Por mi parte, culpo a lo que señalaba el gran Daniel Santoro el Bueno, el pintor que resignificó la iconogragía peronista, cuando dijo que no es peronista postergar el goce. El Fundador venía de la disciplina militar y cuando tenía que hacer un plan de ajuste y estabilización, como en 1952, lo hacía. Pero eso se ha perdido…

Igual, creo que no importan tanto las causas. La respuesta más aguda que encontré al tuit de Rubinstein es que no tenemos «máquinas del tiempo». Los equilibrios que existieron de 2003 a 2005 son objetivos deseables, pero para conseguirlos fueron necesarias otras condiciones previas además de un presidente atento a los ingresos y los gastos. Aunque siempre es mejor tenerlo, claro.

El crecimiento económico, con aumento del empleo y los salarios, y una inflación muy moderada, que comenzó hace casi 20 años empezó después de una recesión durísima que culminó en un derrumbe brutal. No había inercia inflacionaria, y si había mucha capacidad instalada ociosa. En el mundo, China comenzó a ser el gran comprador de commodities -el nuevo y gran cliente de nosotros y de toda la América del Sur.

Algunas circunstancias externas pueden ser parecidas, eh. La guerra en Ucrania y el crecimiento de India… Mercados no nos faltarían. Argentina no es la misma. Todos los sectores, todos los muy distintos niveles de ingreso, consumimos más insumos importados -directa e indirectamente- que 20 años atrás. Hasta vacunas para el covid.

Los ingresos de divisas de los que el agro sigue siendo el principal proveedor, no alcanzaban para dejar satisfechos a todos ya en 2008, recuerdan? Y no estaba Alberto en la presidencia entonces. Cristina Fernández, con Néstor Kirchner al lado, no pudieron aumentar las retenciones a las exportaciones de soja como deseaban. (Como tampoco Macri pudo bajarlas como hubiera querido).

Al punto: mi planteo es que Argentina necesita otra estructura productiva, sumar otros sectores que exporten y consigan las divisas que se necesitan para importar los insumos que mantienen su economía en marcha. Los dos mantras que hemos escuchado tantas veces «dar seguridad jurídica a los inversores» y, del lado nac&pop, «aumentar el consumo de los sectores populares», no parecen suficientes para conseguirlo. Se han ensayado, en etapas distintas, en los últimos 40 años, y no alcanzaron. Seguimos dependiendo de las exportaciones del agro, ensamblando celulares, y distribuyendo mezquinos planes sociales.


Reviendo el conflicto en Ucrania, medio año después

septiembre 11, 2022

El 20 de febrero de este año -4 días antes que las tropas rusas cruzaran la frontera- publiqué un posteo, con el título algo pedante Geopolítica para salita de 5: el enfrentamiento en Ucrania. No volví a escribir extensamente sobre el tema en todo este tiempo, porque, como digo al comienzo «la franja politizada de nuestra sociedad se comporta como las hinchadas de un deporte espectáculo. Impulsada por nuestras propias internas, en ambos lados de la grieta«. Salvo algunos analistas serios, esa fracción de mis compatriotas que toma una posición lo hace en una guerra imaginaria entre Buenos contra Malos. Lo que hace aburrido al debate.

Ahora que la ofensiva ucraniana en el noreste y el reagrupamiento estratégico que anuncia Moscú, le dan movimiento e incertidumbre a lo que se había convertido en una guerra de desgaste en el molde de la I Guerra Mundial -primacía de la defensa sobre el ataque- lo pongo de nuevo a consideración (?) de mis lectores. Quiero hacer notar una conclusión a la que había llegado 4 días antes que empezara el baile: las dos Grandes Potencias involucradas, EE.UU. y Rusia, ya habían conseguido sus máximos objetivos razonables, ANTES que comenzara el cañoneo.

Moraleja: la guerra es un mal negocio, en términos de costo/beneficio. Pero para evitarla, es necesario estar muy bien armado, lo suficiente para convencer al que podría atacarte que el costo será alto. Reconozco que no es una conclusión muy original, pero creo que vale la pena repetírsela y repetírsela a nuestros gobiernos.

ooooo

Mi motivación para ponerme a especular sobre una crisis que aún no terminó surge de mi fastidio con el entusiasmo local por embanderarse en enfrentamientos lejanos. Tal vez se deba a que Argentina no tiene una tradición de protagonismo en la política internacional. Pero la franja de nuestra sociedad que está politizada y además sigue estos temas, se comporta como las hinchadas de un deporte espectáculo. Eso sí, impulsada por nuestras propias internas. En ambos lados de la grieta.

Así, para nuestras hinchadas, un lado del enfrentamiento es autócrata / imperialista y Malo. Por lo tanto, el otro sería el Bueno (?). Aquí trataré de señalar algunos hechos, obvios, y ajustarme a ellos (Es cierto que autores modernos insisten en que no hay hechos, sólo construcciones. Parece que nunca estuvieron en choque de autos. O en una guerra).

El primero, evidente, tiene que ver con el título que elegí. Porque «geopolítica» se usa a menudo para escribir de temas de política internacional, a secas. En este caso, la geografía es un factor decisivo.

Mirando el mapa, queda claro que hoy sólo Rusia puede invadir Ucrania. Los países vecinos no están en condiciones de hacerlo, ni de amenazar a Rusia. Estados Unidos puede intervenir a través de una operación aeronaval gigantesca… si contase con la aprobación y participación de Turquía.

O en el marco de una guerra que involucre a la Europa Central y Oriental. Ninguna de las dos alternativas está hoy en el menú de opciones.

Sigamos con los otros hechos. Que no son muchos, por todo el humo que están distribuyendo desde hace semanas las 2 potencias y la potencia residual involucradas (EE.UU., Rusia y Gran Bretaña), repiten los medios internacionales y páginas de Internet, y consumen las hinchadas de uno y otro bando.

Hay disparos de artillería y atentados en las regiones autónomas del Este de Ucrania (que en algunos momentos del siglo XIX, y de estos años, fueron llamadas Novoróssiya).. Pero eso no es un hecho nuevo. Sus manifestaciones más recientes llevan más de ocho años. Y sus raíces son profundas.

Como recordó Putin en una conferencia de prensa reciente, la República (Socialista) Ucraniana la inventa Lenin poco después de la Revolución. Por mil años, rusos y ucranianos han sido el mismo pueblo, pero en los últimos 500 a menudo se dividieron por la obediencia o no al Zar o al Patriarcado de Moscú. Y los pueblos eslavos tienen la tradición de discutir con energía sus diferencias políticas o teológicas.

Como sea, la historia influye, pero no determina. No caigamos en el error de sobreestimar el peso de la historia, aunque se trate de hechos tan recientes y terribles como la colectivización forzosa de Stalin, que mató por hambre a centenares de miles de ucranianos, o la posterior colaboración de otros ucranianos con la ocupación nazi y sus masacres.

El hecho es que hasta 2013, las relaciones entre la Federación Rusa y Ucrania eran estrechas y cordiales. Un presidente abiertamente prorruso, Víktor Yanukóvich, había sido elegido en 2010. Pero… cometió el error de permitir que un tratado con la Unión Europea apareciera como una opción distinta de otro, que unía más a Ucrania con Rusia.

El «poder blando» de la UE, de su sociedad más abierta, y sobre todo de su nivel de vida, sirvió para unir a la oposición contra ese gobierno prorruso, y empezaron las manifestarciones, el Euromaidan.

Podemos entenderlos ¿cuántos de nuestros compatriotas tramitan la ciudadanía europea, aprovechando algún abuelo que vino de ahí?

Víctor Y. es destituido en 2014 y sube un proeuropeo. Putin, realista, no confía en el «poder blando» de Rusia y ocupa la península de Crimea, donde estaba su base naval más importante en el Mar Negro desde los tiempos del Zar. Península que siempre había sido rusa desde que dejó de ser otomana, dicho sea de paso, pero esa ocupación lo convirtió al conflicto -inevitable- en un enfrentamiento de nacionalismos.

Este conflicto se inserta en otro más amplio, entre Rusia y la OTAN, sobre el que escribí hace un mes, aquí. Dije entonces: «10 años después de la caída del muro de Berlín, 8 después de la unificación alemana y la desaparición de la URSS, (la expansión de la OTAN) fue espectacular. Prácticamente todos los países que formaban parte del bloque soviético se sumaron entre 1999 y 2004. No es de extrañar que a Putin, al nacionalismo ruso, se le despierte la paranoia cuando saben que Ucrania está interesada en ingresar».

Vamos a 2022. Lo único que sucedió de relevante hasta ahora es que Rusia dispuso unas gigantescas maniobras militares, con hospitales de campaña y todo, cerca de las fronteras orientales de Ucrania. Y los servicios de inteligencia estadounidenses -y algo más tarde los británicos- convencieron a sus jefes políticos -o fueron convencidos por éstos, eso siempre es difícil de saber- que eran los pasos iniciales de una invasión militar. La fecha anunciada se ha ido atrasando, pero el presidente Biden insiste que es inminente. También ha ha hecho saber a los ucranianos que cuentan con su solidaridad, pero que no esperen un solo soldado yanqui. Algunos que había, fueron retirados.

El presidente Putin -no un hombre confiado- participó de otras maniobras militares, estas con armas nucleares.

Hasta el momento de subir este posteo, esto es todo lo que se sabe con certeza. Me alcanza para concluir que ambos actores principales, Rusia y Estados Unidos, han conseguido ya los objetivos geopolíticos y de política internacional a los que podían aspirar.

Rusia ha mostrado, urbi et orbi, un dato obvio, pero opacado por el derrumbe de la URSS: que es la mayor potencia militar en el occidente de Eurasia. Se puede decir que ha recuperado la posición que tenía en 1812, después de la derrota de Napoleón (No la de 1945, después de la derrota de Hitler: Europa no está destruida). Y que la OTAN no está dispuesta a defender a Ucrania a costa de una guerra.

Y EE.UU. también ha recuperado una posición hegemónica. Ha quedado claro que la Unión Europea no tiene la voluntad de enfrentar a Rusia -aunque le fastidien mucho los cambios unilaterales de fronteras. Se puede hacer otra analogía histórica con la Europa postnapoleónica, para los que gustan de ellas: EE.UU. es la Gran Bretaña de ese tiempo. Europa es el escenario, pero la UE no es el protagonista.

No veo motivos para una guerra, entonces. Pero no estoy pronosticando nada, eh. La locura y la estupidez son hechos humanos, también.

Las conclusiones generales que me animo a ofrecer son bastante obvias. Que la economía es un factor fundamental en el largo plazo, pero en el corto, la geografía, y el poder militar son los que deciden.

Eso sí, creo que puedo agregar con seguridad una conclusión, esta para el mediano plazo: hay otro actor principal, que no ha aparecido en este guión, pero debe estar disfrutando mucho de la obra. Está en Beijing.


Un comentario superficial del plebiscito chileno de hoy

septiembre 4, 2022

Aclaré «de hoy», 4/9/22, porque Chile ha tenido, desde el histórico «No» a Pinochet en 1988, varios plebiscitos y elecciones plebiscitarias, donde se decidía, a cara o ceca, el destino del país.

Como no soy un experto en Chile, y este es un blog superficial, me voy a referir a los de estos últimos años. Que son los que encuentro que nos dicen algo útil para las estrategias políticas en Argentina.

Piñera, un mandatario bastante inteligente y prudente, para lo que son los conservadores chilenos, se encontró un día -seguro que con sorpresa- que una importante mayoría de su pueblo lo rechazaba, primero con manifestaciones y luego en las urnas.

Cuando hubo que elegir a su sucesor, se formaron dos coaliciones, en parte orgánicas y en otra parte amontonadas por la coyuntura. A la izquierda, Gabriel Boric, una cara nueva, joven, y que trató de aparecer -y ser, supongo- a la vez moderada y auténtica. A la derecha, José Antonio Kast, otra cara nueva, aunque no tan joven, que trató de expresar el temor y la desconfianza que muchos chilenos sienten por las propuestas de izquierda.

Boric ganó claramente.

Empezó a gobernar, con los problemas que siempre encuentra un gobierno, salvo en Narnia, pero nada demasiado grave, para los antecedentes históricos. No tuvo que fusilar a los marinos de Cronstadt, por ejemplo.

De cualquier forma, el punto que nos lleva al plebiscito de hoy, es que al mismo tiempo se empezó a desarrollar un proceso de reforma constitucional, como se había comprometido el candidato triunfante.

En ese proceso, en el que influyeron resultados electorales, acuerdos y debates internos, las «minorías intensas» (el término les debe sonar a los lectores de este blog) de la coalición triunfante, se transformaron en la «mayoría intensa», de Su Lado, y se impusieron, hasta cierto punto, en el diseño del nuevo proyecto constitucional. Tampoco tan revolucionario, hasta donde puede juzgarlo uno desde aquí. No iban a «asaltar el cielo».

Pero parece ser que incluía aspectos que sectores de esa «mayoría mayor», que había apoyado a Boric ante Kast, no compartía ¿Reformas sociales sí, estado plurinacional no? No puedo estar seguro, lejos de Chile y hasta algo lejos de Argentina. Pero lo evidente es que algo del proyecto no los convenció.

¿Alguna moraleja para nosotros? Bueno, aquí muchos tuiteros -digitales intensos, por definición- salieron a explicar que fue el poder diabólico de los medios hegemónicos. Que tienen poder, por supuesto, o si no, no tendrían sponsors. Nadie pone pauta por caridad. Pero eso no explica porqué no decidieron en esos plebiscitos anteriores.

En mi opinión, la moraleja es que cualquier fuerza política debe establecer prioridades en sus objetivos, y considerarse ganadora si logra la mitad más importante. Pero eso ya se dijo antes, mejor.


Algunas cosas que pensé al enterarme del atentado contra Cristina KIrchner

septiembre 3, 2022

¿Por qué escribo de lo que yo sentí? ¿A quién pueden importarle las reacciones de un individuo en momentos como éste? Pasa que la solidaridad o la indignación, desde lejos, son demasiado automáticas. Prefiero tratar de reflexionar. Y de prever.

El hecho me sorprendió fuera de Argentina. No es la primera vez que me sacude una noticia en el exterior -cuando el atentado a la AMIA pasó lo mismo, por ejemplo- pero nunca había sentido que, si hubiera ocurrido en forma sólo un poco distinta, yo ya no volvería al mismo país.

No creo que habría empezado una guerra civil, como muchos dicen en las redes o mensajes personales. Las guerras requieren armas y ejércitos, que hoy no están disponibles. Sí, segurament, manifestaciones violentas y destructivas, que se prolongarían por semanas y meses, como hemos visto hace poco en Chile, Colombia, Ecuador.. Y la deslegitimación de cualquier gobierno y de cualquier acuerdo. Otra etapa más de derrumbe en Argentina.

Tuvimos suerte. No debemos pensar que la seguiremos teniendo siempre. Ahora y aquí es demasiado fácil atacar a una figura pública cuando al agresor no le importa el riesgo de ser arrestado, o aún de ser linchado. Y el odio ha sido sembrado abundantemente. Como escribí en el posteo anterior -justo! Cristina y las mayorías intensas– no habría crecido tanto si no hubiera terreno fértil para eso.

Para demasiada gente en la sociedad moderna, el odio y el desprecio hacia otros es una forma, patética, de tener una identidad. La mayoría se desahoga en el supuesto anonimato de las redes, o en los mensajes de wasap, pero siempre alguno violento o loco que quiere llevarlo a la realidad.

No necesito estar en Argentina para monitorear que la violencia digital desenfrenada continúa.

Frente a este episodio, algunos dirigentes se han dado cuenta del riesgo y tratarán de «bajar un cambio», pero la lógica de la competencia interna a la que me referí, no les va a permitir dejar a sus rivales los seguidores -muchos- que comparten el odio o al menos la bronca.

¿Qué sugiero hacer? Tomar en serio la seguridad de las figuras públicas. Custodiarlas en forma permanente, con personal preparado para esa tarea.

A los dirigentes del gobierno y también a cabezas de la oposición y del poder judicial, porque cualquier víctima puede servir -hay muchos ejemplos- como un disparador. No es una misión imposible, si se encara con profesionalidad. En Estados Unidos, donde aparentemente -por el número de tiroteos masivos que se registra- habría un % de chiflados más alto que aquí, y ciertamente es más fácil conseguir armas modernas, no ha habido un atentado exitoso contra un Presidente desde la muerte de Kennedy, cincuenta años atrás.

No protegerá de los intentos de asesinato que encaren asesinos profesionales. Pero esos no están influidos por las campañas de odio. «Just business».

Si la protección de los posibles blancos se encara en serio, va a obligar a las figuras públcas a vivir bajo una supervisión constante. Pero no es sólo su protección, sino la de todos nosotros. Y al que no lo tolere, pues, como sugirió la misma Cristina, «que se busque otro trabajo».


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