La franja politizada de los argentinos está entre interesada y obsesionada con la interna del peronismo. Está bien, importa. Y de vez en cuando, algunos -como este blog- prestan atención a la de Cambiemos (la tarea de domesticar a Carrió tiene su interés). Pero hay vida más allá de las PASO. Hay otras internas, donde juegan intereses muy poderosos, y también deciden sobre nuestro destino como país.
Subo dos notas periodísticas recientes -de La Nación y Clarín, cronistas y protagonistas de esas peleas, y agrego un comentario muy breve al final.
Cuenta la tribuna de doctrina:
«Con advertencias sobre China, asumió Acevedo en la UIA. El director de Aceitera General Deheza, que presidirá la entidad por dos años, alertó por la «competencia desleal»
El consenso para elegir al presidente entre empresarios industriales, el primero en más de una década de listas diferentes, dejó heridos. La sangría no pasó desapercibida en la asunción ayer de Miguel Acevedo como presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA).
Juan Carlos Sacco, ex vicepresidente y ahora afuera de la entidad fabril, dio un breve discurso y luego se retiró. José Ignacio De Mendiguren, hombre del Frente Renovador, no se presentó en la ceremonia. Algunos decían que estaba el interior de gira con Sergio Massa. Otros fueron más explícitos. «La UIA ya fue para mí», se quejó ayer en su paso por el Hotel Alvear para escuchar a la gobernadora bonaerense, Héctor Méndez, ex presidente de la entidad. Los tres, fuera de los 26 nuevos nombres del comité ejecutivo, son los hombres mirados de reojo por haber debilitado la candidatura de Daniel Funes de Rioja, quien fuera el primero elegido en la lista de las grandes empresas.
Acevedo, que originalmente apoyaba a Funes de Rioja, fue ayer entronizado con el apoyo del presidente de COPAL. En su discurso de asunción, flanqueado por Luis Betnaza (Techint), festejó «la conformación de una lista de unidad». Estaba afónico. «Mis amigos me dijeron que estoy somatizando la presidencia», bromeó el director de Aceitera General Deheza (AGD).
Tras el viaje que llevó al presidente Mauricio Macri por varios países orientales, Acevedo alertó por la posibilidad de reconocer a China como una economía de mercado, uno de los temores de toda la industria pero principalmente de Techint, la empresa que conduce Paolo Rocca. «Hoy no es una economía de mercado. Los precios que tiene China son como los del Indec de Moreno», ironizó el presidente de la entidad fabril en conferencia de prensa.
Como es habitual, fue consultado sobre el dólar. «El tipo de cambio es el que es. Para algunos sectores es bajo. Para otros es normal. ¿Cómo se arregla? Mejorando la competitividad», dijo.
… También hubo referencias a la situación del principal socio comercial de la Argentina. «Brasil me preocupa porque hay mucha de nuestra economía que va a ese país», dijo el director de AGD. Pero también le dedicó una parte de su relato a la corrupción en la economía más grande del Mercosur. «Es algo que impacta porque hay corrupción masiva», dijo Acevedo, que resaltó que en la Argentina «todos pensamos que hay poca transparencia pero no como en Brasil». El ejecutivo afirmó además que está a favor de cualquier medida en el Congreso argentino que limite los casos de corrupción y fomente la transparencia.
Sobre las elecciones de octubre, Acevedo advirtió que la importante será más bien política.»No va a cambiar la relaciones de fuerza pero tendrán impacto», advirtió.
«¿Conoce el plan del Gobierno para la industria?», preguntó LA NACION. «No sé si el Gobierno trabaja con un plan. Pero toma medidas y las discute», cerró.
Miguel Acevedo está más presente en los medios por una frase que no está en esta sobria crónica: «Estamos viendo una recuperación económica amarreta». Pero el dato fundamental, me parece, es que su presencia al frente de la UIA indica que las empresas verdaderamente grandes ya no la ven como un área de la que debe ocuparse la gerencia de Relaciones Institucionales.
Y Aceitera General Deheza es una de las empresas argentinas verdaderamente grandes. Durante la primera parte de los gobiernos K, hasta la crisis del «campo», tenía un senador por el FpV.
El gran diario argentino, por su parte, sale a pelear, con esta nota de Alcadio Oña:
«Mauricio Macri volvió de Beijing con la misma promesa que Cristina Kirchner había traído en 2015, también después de reunirse con el presidente Xi Jinping. Consiste, nada más y nada menos, que en equilibrar la balanza comercial, lo cual, si fuese posible, significaría una proeza monumental.
Debiera saberse en principio que prometer no es igual a comprometerse. Y ver, además, todo lo que hay de por medio.
Hasta entonces favorable a nuestro país, a partir de 2008 el saldo comercial bilateral empezó a torcerse a favor de China, y tanto que entre ese año y el año pasado (el déficit) superó los 38.000 millones de dólares. Representa el mayor déficit argentino contra cualquier país o contra cualquier bloque de países: desde Brasil y el Mercosur, hasta Estados Unidos y el Nafta o la Unión Europea y las naciones que la integran.
Claro que ahí mismo ya salta una controversia. Beijing no reconoce esas cifras, que son del INDEC, sino otras mucho menores: en algunos años la brecha alcanzó a unos US$ 2.000 millones, cerca de la mitad del déficit calculado aquí.
Luego, para hablar de equilibrar la balanza habría que comenzar por ponerse de acuerdo en los números. “Podríamos consultar cómo miden Brasil y Chile, que tienen una fuerte relación comercial con China”, aconseja un consultor.
Otro analista sostiene que las estadísticas chinas no computan como propios ni a Hong Kong, un potente centro industrial y financiero y un activo mercado libre, ni tampoco a Macao. Cosa que sí hacen las estadísticas del INDEC: el nombre de China va acompañado de un asterisco que remite a ambos territorios.
Pero aún si hubiese acuerdo sobre los números, sobrevivirán brechas cualitativas igualmente enormes. Una de ellas es la composición misma del intercambio comercial.
El 89% de las exportaciones argentinas a la potencia no ya asiática sino mundial son productos primarios o manufacturas primarias con muy bajo valor agregado. Dentro de ese universo estrecho reina el poroto de soja.
¿Y qué le compramos? Le compramos pura industria: máquinas, bienes intermedios y piezas y accesorios para ser ensamblados en procesos industriales o tapar agujeros en las cadenas de producción locales.
Quedan evidentes, sólo allí, unas asimetrías gigantescas. Y de hecho, que la Argentina exporta poca mano de obra agregada y China, todo con mano de obra agregada.
Si la cuestión fuese seguir agregando, las centrales atómicas, las represas en Santa Cruz, la planta de energía solar en Jujuy o los ferrocarriles, todo vendrá con equipamiento chino.
Entonces, el déficit comercial y las asimetrías pintan a más de lo mismo acrecentado. China financia ventas propias y en el acto de financiarlas, compromete. Encima, compromete a largo plazo, tanto por el tiempo que duren las construcciones cuanto por las necesidades de mantenimiento.
Sólo la transferencia de tecnología, la capacitación de técnicos argentinos y, al fin, el reemplazo de equipamiento chino por equipamiento argentino pueden achicar los tiempos. Estaríamos hablando de cosas muy distintas y de algo todavía difícil de imaginar.
Aquí cerca, en Brasil, existe un espejo muy diferente donde mirarse. Para empezar, sus exportaciones a China triplican a las argentinas y, además, entre 2010 y 2016 acumuló un superávit en la balanza bilateral próximo a los 50.000 millones de dólares.
Y pese a que las ventas también incluyan un porcentaje grande de commodities, como las nuestras, el caso es que el país asiático absorbe el 25% de las exportaciones totales de Brasil. Con importaciones inferiores aunque también considerables, el cuadro completo dice que China se ha convertido en su principal socio comercial.
Datos relevados por el economista Raúl Ochoa, cuentan que desde 2007 las inversiones chinas hacia allí sumaron US$ 37.000 millones efectivos. Y son tan diversificadas que van desde energía, maquinarias, automotrices y electrónica, hasta financieras y de comunicaciones. Cantan también que a partir de 2014 las operaciones de empresas estatales cedieron paso a las privadas.
Existe otro rasgo diferencial que no es precisamente un detalle: las licitaciones brasileñas, en lugar de las poco transparentes y atadas adjudicaciones directas que definen el vínculo con la Argentina.
Está a la vista que ante la falta de inversiones privadas, la escasez de financiamiento y las urgencias que impone el enorme déficit de la infraestructura, Macri ha optado por la alternativa china. Es toda una discusión si aún en la emergencia o con los compromisos heredados, no era posible obtener condiciones menos gravosas.
Por muchos motivos, incluidos negocios ahora sacralizados, la relación con China ha sido uno de los grandes lastres que dejó la era kirchnerista; vinculante y asimétrica desde donde se la examine.
En Beijing, Macri dijo que había tratado con Xi Jinping la posibilidad venderles bienes con mayor valor agregado. Esto también va atado, pero atado a que la Argentina sea capaz de poner productos elaborados en las góndolas chinas y a que ellos abran sus góndolas».
Leyendo esto, me acordaba de una hipótesis de mi amigo Fernández Baraibar: Si O Globo lanza las denuncias contra Temer en este momento, y hiere de muerte a su gobierno, detrás estaría no sólo ese grupo, sino la FIESP, la poderosa asociación de la industria paulista.