Chile: De la izquierda progre a la derecha dura ¿Un destino sudamericano?

mayo 9, 2023

Sebastián Etchemendy (@etchemen), politólogo y bostero, publicó ayer esto en twitter. Me parece un buen resumen y quiero usarlo como punto de partida. Para discutirselo.

“Síganme en esta triste historia. En Octubre de 2019 Chile vivió la rebelión anti-neoliberal más grande del siglo XXI en América Latina. Hoy tiene una constituyente con mayoría de derecha neoliberal. En el medio: una izquierda dominada por el sectarismo y la política identitaria.

La rebelión de 2019 incendió (literalmente) al país. La sociedad reaccionó contra la mercantilización extrema de la salud, la educación, la protección social, la vida en general. Ese proceso, con su costo sangriento en vidas y ojos, le sacó al sistema una reforma constitucional.

La Constituyente elegida en Nov. 2020 tuvo mayoría de izquierda. Pero dominó el basismo. Las divisiones, y los reclamos identitarios (ej. pueblos originarios, LGTB)  desde ya más que legítimos, no conjugaron con, o quitaron prioridad a, los reclamos materiales más generales.

Eso, sumado a la cancha inclinada de los recursos propagandísticos y fake news del establishment/derecha, llevó al rechazo popular del nuevo documento en Septiembre 2022.  El nuevo gobierno de Boric propició un nuevo intento.

La experiencia anterior y el desbande de la derecha tradicional (entre otras razones) dan mayoría ahora a la derecha sumada, y más constituyentes a (José Antonio) Kast que, vaya paradoja, defiende la constitución ORIGINAL DE PINOCHET.

¿Moralejas?  Decenas, van un par:

-La izquierda tiene que ser organización, partidos, disciplina, unidad. No  puede ser 1ro librepensamiento, espontaneismo, basismo, identidad.

-En la era de la fragmentación (social, identitaria) el peligro de «saturar» el reclamo particularista.

-Y desde el fondo de los tiempos:  NO hay revoluciones permanentes, ni rebeliones constantes. O institucionalizas, o perdés.

Qué lección para la izquierda y el movimiento nacional-popular latinomaericano.”

ooooo

Las moralejas/ recomendaciones de Etchemendy son especialmente válidas para la izquierda chilena. En Argentina, el peronismo incorporó en este siglo abundantes consignas que enarbolaba la izquierda y el centro izquierda, pero su historia y, sobre todo, su componente social le evitan dejar de lado los reclamos de las mayorías “de abajo”.

Así que no debemos imaginar una nueva ola de “derecha” en América del Sur, el retorno de Lula de todas maneras lo desmentiria. Lo que se necesita es eficiencia en atender los reclamos de la sociedad y decisión de pagar costos políticos para hacerlo.


Lula volvió a otro Brasil, la Argentina también es distinta.

enero 16, 2023

Este 2 de Enero subí a este blog un post «Lula volvió a otro Brasil», en el ultimo parrafo prometi que lo iba a completar al día siguiente, pasaron cosas y no pude hacerlo. Pero la realidad de Brasil lo completo en una forma más clara y terminante de lo que yo podría haberlo hecho.

Algo más de un millar de bolsonaristas tomaron la plaza de los tres poderes, irrumpieron en los edificios del poder ejecutivo, el Congreso y el poder judicial. Ese fue un episodio impactante, como la irrupción de los trumpistas en el Capitolio de Washington hace 2 años. Y ambos hechos, que protagonizaron grupos marginales, son solo el sintoma de sociedades profundamente dividas.

Dejemos de lado a EE.UU. donde la dinamica politica es muy distinta. Lula presidio Brasil por dos mandatos y aunque como digo en la primera parte al final su popularidad habia decaido ni el ni su sucesora Dilma, desplazada por una conjura del Congreso enfrentaron un oposición tan envenada. Desde su derrota electoral el bolsonarismo hizo marchas, protestas y movilizaciones, y armo una insurreción en todos los casos llamando a los militares para que tomaran el poder.

Y, recordemos en esa elección hace pocas semanas Lula Da Silva habia derrotado a Jair Bolsonaro por un 2% del total de votos. En Brasil vemos un ejemplo claro de lo que el sociólogo argentino Guillermo O’Donnell entre otros llamaba «empate hegemónico». Ambos sectores pueden obstaculizar el proyecto del otro y no pueden negociar un proyecto en común, entonces esa sociedad corre el riesgo de quedarse sin proyecto, que es también de quedarse sin futuro.

¿Cómo enfrenta Lula, sindicalista y por lo tanto negociador el desafio? Extiende su sistema de alianzas a figuras de la tradicional derecha brasileña pero atención en Brasil el poder economico, el sistema judicial y el mismo ejercito brasileño que financio hace 5 años la campaña que transformo a Bolsonaro del diputado mas visible de un partido marginal en presidente del Brasil, habian reevaluado su estrategia.

Una parte importante del establishment, de los poderes fácticos de Brasil, decidieron que Bolsonaro sin importar su ideología, era en los hechos demasiado peligroso para la posición de Brasil en el mundo y para sus intereses, y estaban dispuestos a aceptar a un Lula con el que se podía negociar.

El poder judicial el que habia condenado a Lula por corrupción con pruebas bastante flojas, encuentra que si eran flojas y debía ser puesto en libertad, lo que significa claramente que podía volver a ser candidato la persona que tenia mas posibilidades de derrotar a Bolsonaro.

No sabemos como sigue la historia en Brasil, si podemos decir que la situación politica en Argentina es muy distinta, aunque la polarización sea muy parecida. Entre nosotros el poder economico y el poder judicial se muestran en su mayoria satisfechos con la actual coalición opositora «juntos por el cambio», tal vez la unica indicación concreta que podemos encontrar es que para romper un empate hegémonico es necesario buscar en la sociedad los sectores que hoy no estan expresados en las dirigencias politicas.


Lula vuelve, a otro Brasil. Comentarios argentinos

enero 2, 2023

Este va a ser un post muy limitado en su tema. Porque Lula ha sido y vuelve a ser uno de los mandatarios importantes de este siglo que ya lleva dos décadas y pico. Y Brasil… es la mitad de la América del Sur. Aquí voy a hablar solamente de algunas realidades políticas brasileñas que hacen que este su 3er. mandato sea bien distinto a los anteriores, de cómo se parecen a algunas realidades políticas argentinas. Y de cómo tienen que ver con tendencias globales, porque ninguno de nuestros países está en una burbuja.

Brasil ha sido desde que existe un país muy desigual, con grandes porciones de su población sumergida en la pobreza y la indigencia. Los dos mandatos anteriores de Lula (la historia económica y social brasileña no empezó en 2003, pero les dije que esto iba a ser muy acotado) aminoraron un poco esa situación, y permitieron que una parte de los pobres ingresara a la clase media. Ayudado por el boom de las commodities de principios de siglo, que favoreció las exportaciones de toda Sudamérica.

Fue reelegido, pero a fines de su 2do mandato (2007/10) ya se percibía un desgaste. Había movilzaciones masivas de protesta, con participación de las clases medias, la vieja y la nueva. La inevitable oposición política -los que están afuera del gobierno siempre quieren entrar- y muy poderosos intereses en el establishment brasileño empezaron a atacarlo, a él y a la dirigencia de la fuerza política que encabezaba, el PT, con la manchpa de la corrupción.

(Contexto necesario: la gran mayoría de la clase política del Brasil, especialmente en sus segundas líneas, es vista en su país y en el mundo como «cuentapropistas» que negocian por dinero o prebendas sus votos en el Congreso. Su imagen está más manchada que la de, por ejemplo, sus colegas italianos, a los que no se ve como carmelitas descalzas.

Uno de los escándalos más importantes -sólo detrás de las gigantescas «coimas» que repartían grandes empresas para asegurarse contratos- fue justamente el Mensalão, un dinero «en negro» que se repartía todos los meses entre diputados del bloque oficialista para asegurarse que se mantuvieran oficialistas.)

Como sea, su sucesora, Dilma Rousseff, también del PT, desgastada por estas instancias de corrupción (aunque ella no estuvo nunca sospechada, y varios de sus acusadores sí) pero sobre todo por los ajustes que provocó una recesión, cuando el boom de las commodities ya había quedado muy atrás, fue depuesta por un juicio político en el Congreso.

Supongo que esta historia despierta algunos ecos en mis lectores locales. Pero, atención, es historia. Esto que sucedió hace algunos años, junto a otras cosas que han pasado en Brasil y en el mundo, han contribuido a crear una realidad política distinta, que es la que ahora enfrenta Lula. Pero se me ha hecho tarde y tengo que trabajar. Se la sigo mañana.

(Continuará)


El resultado de la elección en Brasil ¿le dirá algo a la política argentina? No. Eso sí, la campaña… sugiere un camino

octubre 29, 2022

Brasil es el socio inevitable de Argentina. No sólo en lo comercial; también en destino, en mi falible opinión. En el mundo que ya se empezó a configurar, no sólo necesitamos sumar a los dos países, y todo lo que se pueda de Latinoamérica, para contar para algo. Más inmediato: cualquier diferencia abierta entre los más grandes de América del sur es una ventana de oportunidad para potencias externas. Dos hermanos enfrentados cinco siglos atrás, Atahualpa y Huáscar, podrían dar testimonio.

Eso sí, cualquiera sabe que los socios suelen tener conflictos de intereses. Hasta, a veces, no se quieren, como nosotros y los brasucas nos queremos, sobre todo en futbol. Es humano. Pero hay que tolerarse, gente.

Quería decir esto, y ahora voy al punto: el resultado de mañana domingo, cualquiera sea, no anticipa nada sobre nuestras pujas locales. Las sociedades, y los estilos políticos, son muy distintos en nuestros dos países, como se da cuenta cualquiera que los conozca un poco.

Pero sí pienso que la campaña, el desarrollo de las estrategias electorales de los dos candidatos que se enfrentan mañana en las urnas, nos dice mucho, y relevante.

Ante todo, me interesa señalar un logro de ambos. Impresionante, si se toma en cuenta que Brasil no tiene la tradición argentina de grandes fuerzas políticas nacionales que perduran en el tiempo, como el radicalismo y el peronismo (aunque cambien sus programas y alianzas).

El PT, Partido dos Trabalhadores, fundado en 1980 como un movimiento de base sindical apoyado por la iglesia católica, nunca logró tener una estructura política propia con mayoría en el congreso, ni una fuerza considerable de gobernadores e intendentes.

Aún así, Lula ha logrado convertirse en el líder indiscutico -indiscutible- de la ¿mitad más uno? de brasileños y brasileñas, y el referente con el que tienen que dialogar los poderes fácticos dentro y fuera del Brasil.

Y lo de Jair Bolsonaro es aún más espectacular. Un diputado entre cientos, un político más, aunque popular en las redes sociales, cuando el Ejército brasileño decidió financiar su campaña presidencial, frente al visible deterioro del gobierno de Michel Temer.

Cuatro años después, el Trump Tropical ha reconfigurado la tradicional y poderosa Derecha brasileña. (Tal como el Donald transformó, y hegemoniza el Partido Republicano, el «Grand Old Party»). La carrera política del Bolso puede terminar mañana, o no, pero la coalición que armó y conduce, «Biblia, buey y bala*», seguirá existiendo como un bloque influyente que ni Lula ni ningún gobierno brasileño podrá ignorar.*

*(Para los que no siguen la política de nuestro vecino al norte: «biblia» son los evangélicos, «buey» los ganaderos y sojeros, que se preocupan menos que los europeos por la deforestación de la Amazonia, y «bala», las fuerzas de seguridad, que Jair ha cortejado tanto o más que aquí Patricia Bullrich.)

¿Cómo se formaron estas dos grandes coaliciones, que han absorbido todas las expresiones de la política en el Brasil, un país donde sus políticos tienen la tradición de saltar de partido y negociar sus votos uno a uno, sin que nadie se escandalice? La palabra clave es «polarización», gente.Trazar una clara línea divisoria entre «Ellos» y «Nosotros», y decir en las redes sociales que «Ellos» son corruptos que odian al pueblo y a la patria y practican pedofilia en ritos satánicos.

¿Que sólo una minoría, termocéfala o no muy estable psicológicamente se creerá todo? Y sí, pero no importa. El objetivo es crear una identidad de conjunto, un «Nosotros», claramente distinto y opuesto a «Ellos». Y no se molesten en buscar la receta en Laclau o en Gramsci: eso ya lo hacían en Bizancio, con los «Azules» y los «Verdes». Y se cargaban algunos emperadores, nomás.

Atención: importante como es esto, es sólo la mitad de la estrategia necesaria para ganar y gobernar. La otra mitad, imprescindible, requiere ocupar ese espacio del centro que queda vacío de expresiones políticas.

Así, Bolsonaro aumenta las asignaciones sociales, y no sólo en los últimos meses: fue una de las primeras medidas que tomó al asumir la presidencia. Y Lula lleva como vicepresidente a alguien que tiene mejores credenciales que el Bolso para representar al poder económico brasileño.

Nada sorprendente: los más pobres, el electorado principal por lejos al que Lula convoca, van a preferir reales a discursos. Si los reales se los da Bolso… Y Lula, que ya fue presidente dos veces de Brasil, sabe que sólo con discursos no se gobierna.

Por supuesto, este resumen que he hecho es una grosera simplificación. Pero en este post estoy hablando de política, no de sociología (como en la mayor parte de lo que subo al blog). Y no afirmo que necesariamente la próxima (bah, ya en curso) campaña electoral argentina ncesariamente -será así. Como puse en el título, la brasileña sugiere un camino.

No hablo, como nuestro poeta ciego, de un «destino suramericano».


Chau, Mercosur. ¿Y después?

julio 8, 2021

El «Uruexit», una jugada importante. Que nuestra clase política (incluidos los politizados) no la vimos venir, enfrascados en las miserias (Mauricio dixit) y las comedias del armado de listas. Y, con mejores razones, en la final en el Maracaná.

Y como supongo que su discusión pública quedará sepultada entre las chicanas de la campaña, paso a compartir -por lo que valga- una crónica desde punto de vista yoruga y mi comentario que escribí anoche para AgendAR.

oooooooooo

Ayer, 7 de julio,  empezó a sesionar la 58° Reunión Ordinaria del Consejo del Mercado Común del Mercosur, que puede ser la última del bloque que vinculó las economías de 4 países de Sudamérica. Ahí Uruguay reivindicó su pertenencia, pero comunicó que comenzará a conversar con terceros para negociar acuerdos comerciales extrazona, según informó su cancillería.

En la reunión participaron por Uruguay sus ministros de Relaciones Exteriores, Francisco Bustillo, y de Economía, Azucena Arbeleche. Su planteo fue “defender la modernización del bloque a través de una agenda de negociaciones externas sustantiva, ágil, dinámica, flexible y permanente”.

Esta decisión se tomó, sigue diciendo la cancillería uruguaya, porque “no se aprobó la reducción del arancel externo común, a pesar de que Uruguay había apoyado algunas de las propuestas presentadas, las que siempre se entendieron formando parte de un mismo paquete con la flexibilización”.

“Uruguay entiende que la decisión 32/00 no está en vigor, ya que nunca fue internalizada”, afirma. (La decisión a la que alude establece, entre otras cosas, “el compromiso de los Estados Partes del MERCOSUR de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias”.

En el comunicado, Uruguay reitera que «inspirado en principios de gradualidad, flexibilidad y equilibrio, actuará conforme a ellos en materia de inserción internacional, reivindicando su calidad de miembro pleno del Mercosur”.

ooooo

El Uruexit le cayó al gobierno argentino «como un balde de agua fría». No habla bien de su capacidad de previsión. Uruguay y, más discretamente, Paraguay vienen planteando desde hace años que si Argentina (y Brasil) no se abren a sus exportaciones, ellos no tienen porqué cerrarse a las exportaciones de terceros.

Es lógico. No tienen una base industrial significativa a defender. Y ser un refugio de evasores no alcanza como base sólida para una economía que sea algo más grande que la de un paraíso fiscal.

Desde nuestro gobierno dicen que “la postura de Uruguay es errónea e ilegal porque la decisión 32/00 (norma del ‘consenso’) no necesita un procedimiento de internalización, porque sólo repite lo que está en el artículo 1 del Tratado de Asunción” (la internalización es incorporar un acuerdo internacional en el derecho interno).

Es un buen punto jurídico, pero no existe el tribunal al que acudir. Argentina, entendemos, debe enfocar el tema con realismo: la diplomacia uruguaya siempre ha sido profesional y cautelosa. No habría dado este paso sino tuviera seguridades que dentro del bloque Brasil lo vería con buenos ojos. Es posible que también tenga alguna aprobación informal desde fuera de la América del Sur.

Como sea, es probable que el Uruexit sea el primer «cañonazo» al Mercosur que perduró, con relativamente pocos cambios durante 30 años. Creemos que sería un error pensar que, si en 2022 se va Bolsonaro y es elegido en Brasil Lula o alguien menos irritante que su actual presidente, se pueda volver atrás. Aunque Uruguay «vuelva»… después de varias concesiones.

Si es así, y en los próximos meses lo sabremos, el gobierno nacional, las provincias, los empresarios y los sindicatos deberán encarar algo que los argentinos hemos dejado de hacer en los últimos 48 años: planificar. Decidir cómo vamos a encarar las relaciones comerciales con nuestro socio comercial inevitable, Brasil, con nuestros otros vecinos, y con el resto del mundo.

Pensemos en un Mercosur 2.0. Podemos usar ese nombre para especular: la arquitectura legal y administrativa existe, y -como ya dijimos otras veces en el portal- sólo un acuerdo estratégico entre Argentina y Brasil puede hacer que la América del Sur sea algo más que un tablero para las Grandes Potencias.

Ese renovado acuerdo deberá recoger un reclamo válido de Paraguay y Uruguay, y que haría cualquier socio menor: si hay una unión aduanera «hacia afuera», un arancel externo común, debería haber una unión aduanera «hacia adentro». Que no haya barreras para las manufacturas de los socios, que su tamaño no los discrimine.

No es, por cierto, el único tema que debemos encarar con anticipación y en un marco regional: como advierte el economista Ricardo Carciofi, la Unión Europea aplicará un «ajuste en frontera», bah, un arancel, según el contenido de carbono de las importaciones.

Por ahora sólo afectará a los sectores intensivos en uso de energía: acero, aluminio, cemento… Pero es muy previsible -conociendo el lobby de los agricultores europeos- que luego alcance a las exportaciones agrícolas. Brasil tendrá más problemas todavía que nosotros, con su historia de deforestación.

El macrohistoriador Toynbee decía que la Historia no registra ningún caso de una confederación laxa que haya perdurado: o se transforman en una federación más estrecha y sólida, o se disuelven. Ese desafío lo estamos viendo en la Unión Europea. Probablemente lo veremos aquí.


La Patria grande y lejana

junio 1, 2021

(Aviso: sigo con poco tiempo libre y pocas neuronas disponibles para el blog. En él, tengo pendientes respuestas a cuestionamientos que me motivaron, y, claro, algo sobre la campaña electoral en curso. Pero… hace unos días cedí a la tentación de pontificar sobre el tema del título en la página de Face de un amigo. Y decidí aprovechar esos párrafos -ligerísimamente editados- que escribí. Es un tema que me importa).

Mi amigo Ezequiel Meler, autor de una exhaustiva historia de la Renovación Peronista de los ’80, decidió rescatar en su página de Facebook un fragmento de un libro de historia que trata de un tiempo anterior. Que a su vez es una pieza de gran literatura política; impulsó la militancia de muchos jóvenes, aquí y en otros países hermanos, a partir de la de la década del ´40 del siglo pasado:

«De las historias argentinas que he leído, antes de que se volviera mala palabra el concepto de nación, la que me envolvió por su pluma sin lugar a dudas fue la de Jorge Abelardo Ramos. Aquí comparto un extracto.

«La historia de los argentinos se desenvuelve sobre un territorio que abrazo un día la mitad de América del Sur. De donde provienen nuestros límites actuales? El origen de estas fronteras, ¿responde acaso a una razón histórica legítima? ¿Nos separa una barrera idiomática, cierta muralla racial invisible? ¿O es, por el contrario, el resultado de una Vicisitud de las armas, de una derrota nacional?

Sin duda aparece como fruto de una crisis latinoamericana, puesto que América Latina fue en un día no muy lejano nuestra patria grande. Somos un país porque fracasados en ser una Nación y fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos. Aquí se encierra todo nuestro drama y la clave de la revolución que vendrá.»

Tuvo varios comentarios, entre ellos alguno del talentoso Bob Row, y decidí meter mi cuchara:

Querido Ezequiel: ese prólogo de Abelardo Ramos es una bandera. Como tal, la saludo y la levanto. J.A.R. fue tal vez quien mejor escribía entre el puñado de autores que crearon la narrativa «nacional y popular» entre 1930 y 1960). Pero un prólogo no es un plan de acción.

Si digo esta obviedad, es para señalar una tendencia de muchos muchísimos militantes del «campo nacional y popular» a quedarse con esas inspiradoras frases del Colorado, o de otros autores, y olvidar un hecho obvio: los Estados nación se construyen no a partir de una geografía, una historia, un idioma -aunque sean factores útiles (y la mayoría de las veces condicionantes), sino desde una concentración de poder previa. Que siempre tiene elementos políticos, militares y económicos.

La unidad de España la hace el poder de Castilla, y su alianza con Aragón. La de Alemania la hacen los escritos de Fichte, el idealismo de los jóvenes revolucionarios de 1848… y el poder militar de Prusia. Que derrota a Austria, la otra base posible para esa unidad. La de Italia, la hace Cavour para la dinastía de los Saboya, que gobernaba Cerdeña, el Piamonte y la Liguria, con su acuerdo con Napoleón III,…

Un caso extremo, donde la unidad parecería «natural», casi automática: la de China ha sido muy resiliente a lo largo de algo más de 2.000 años. Hasta existe una clara mayoría étnica de los han. Pero esa unidad fue el resultado de las guerras -durante dos siglos- de los siete Reinos Combatientes. Unas cuantas batallas con resultado diferente, y tal vez la China q conocemos habría sido otra.

Al punto: la Argentina actual es la suma de las regiones -las ciudades y su entorno rural- del Virreinato del Río de la Plata que aceptaron o no tuvieron otro remedio que aceptar la hegemonía de Buenos Aires (la ciudad, el puerto, la campiña…) impuesta, de formas diferentes, por Rosas y Mitre. Esa hegemonía fue «nacionalizada» por Roca y el ejército de línea, como bien señalaron Alberdi y Ramos.

El Paraguay, el Alto Perú, la Provincia Oriental… los «perdimos». Más preciso sería decir que allí no surgieron centros de poder alternativos en condiciones de desafiar el poder de Buenos Aires. Artigas estuvo cerca, pero -diría Bob, con bastante razón- la Banda Oriental no era una base material suficiente.

Contestó E. M.:

«Querido Abel. La recuperación del texto de JAR no apuntaba al plano político, sino meramente al historiográfico. ¿No sentís, cuando te explican los eventos de Mayo o de Caseros, o del peronismo sin ir más lejos, que hay una pulsión desmitificadora que ha ido ya demasiado lejos? Yo sí.

No obstante, podría defender (y ahí vamos de nuevo jajajajaja) que sin grandes ideas, sin proclamas, sin conductores que sepan granjearse el apoyo de la masa, tampoco hubo nunca un cambio sustancial. ¿Te parece que las ideas y los ideales, para separar los tantos, no tienen nada que ver con la lucha política, no inciden en el mapa político concreto? Si todo es razonamiento material y realismo político, ¿por qué se mata la gente? Es pregunta.

Yo sí diría que surgieron centros alternativos. Miremos la declaración de independencia de 1816. No está el Litoral, no está La Banda Oriental. No te parece que esas audiencias indican que ahí hay un país alternativo, puramente pampeano?

Por lo demás, la unidad de eso que terminó siendo la Argentina, que no tiene ni declaración de independencia propia -porque en la de 1816 estaba el Alto Perú- no se hizo solamente con Buenos Aires, sino también contra Buenos Aires. 1880 fue nuestra civil war, la primera de varias. Lo malo del razonamiento material, y te diría, lo incompleto del realismo político, es que sólo juzga ex post. Y ex post, con el diario del lunes, todos somos Halperín.

Contesto a mi vez:

Sobre el proyecto alternativo de país que señalás: mencioné a Artigas, y podía haber agregado que era más democrático y federal que el que se impuso. Pero ese centro de poder alternativo dura desde el Congreso del Arroyo de la China, en 1815, a la derrota en Tacuarembó frente a los portugueses, 1820. No perduró, porque no acumuló el poder suficiente. Como tampoco quedó el que se habría pensado desde Charcas. El territorio argentino actual es, básicamente, el que aceptó ceder el manejo las relaciones exteriores a Rosas, gobernador de Buenos Aires, más el que ocupamos desplazando y sometiendo a los «indios», como se decía entonces.

Sobre nuestra historia, tenemos miradas distintas, aunque vemos las mismas realidades. Creo que un factor a tener en cuenta es que vos sos un historiador (y de los buenos: en alguna oportunidad corregiste mi memoria). Yo soy un aficionado a la historia; leo a los profesionales, también, pero me enganchan mucho más Toynbee, Spengler, McNeill, y por supuesto Tucídides, que los historiógrafos.

Dicho esto, reconozco algo que señalás arriba. El «realismo político» es incompleto: no alcanza a explicar los hechos. Sí, en la historia humana juegan un rol fundamental las ideas, los símbolos, y los líderes que los encarnan. Pero, tengo que agregar aquí algo: sin el pensamiento racional, el que calcula costos y medios, terminan en fracasos sangrientos. Y a veces, hasta sórdidos.

Ya que estoy embalado y nadie me interrumpe: ¿Cuál sería entonces el «núcleo de poder» que podría construir un bloque político-económico en la América del Sur para que sea algo más que un peón en el tablero internacional? Una mirada al mapa lo hace obvio: una alianza sólida entre Argentina y Brasil. La idea central del Mercosur, que hoy aparece lejanísima. Pero los escenarios a veces cambian rápido. Y tiene un argumento a su favor: no hay otra. Abrazos, y me voy a editar el portal.»


Jorge Abelardo Ramos cumple 100 años

enero 23, 2021

No voy a tratar de escribir aquí sobre el Colorado, sus ideas, su trayectoria, su talento. Venzan la inercia de enero, y naveguen un rato en Internet. Como nació el 23 de enero de 1921, la «superstición digital» hace que hoy haya un montón de textos que hablan de él. Y algunos, bastantes, son de quienes lo conocieron más y escriben mejor que yo.

Este posteo es para saldar algunas deudas personales. La primera, colectiva a la vez que personal. Soy de la generación que empezó a militar a fines de los ´60, principios de los ´70. Y, salvo por los que venían de su espacio o habían sido formados por él, la mayoría fuimos sectarios con sus planteos y su figura. Por mi parte, no creo más en los conceptos fundamentales del marxismo de lo que creía entonces, pero estoy más dispuesto a reconocer que en el océano de la verdad hay muchos afluentes. El de la Izquierda Nacional del Colorado aportó mucho. Y en el mundo de las realidades políticas, hubiera sido mejor para la Argentina que en nuestra generación le hubiéramos prestado más atención a sus planteos que a las fantasías cubanas de la Tendencia o al peronismo fundamentalista de Guardia.

También quiero reconocer una cierta sorpresa. Lo que escribí al final del párrafo anterior expresa mi fastidio con errores y sectarismos de mi generación. Pero no es realista. Por toda su elocuencia, y hasta su talento panfletario, lo de Ramos era demasiado intelectual para un momento de ruptura en el que se imponían las grandes simplificaciones.

El logro extraordinario de Ramos -a mi modo de ver- es que, aunque los partidos que fundó y dirigió nunca llegaron al poder, o cerca de él, formó a muchísimos cuadros, y bastantes dirigentes políticos, en los que puede rastrearse la influencia de su pensamiento y sus ideales.

Esto es más raro de lo que se puede suponer. Todas las variantes del troskismo han sido grandes «escuelas de cuadros» y de militantes, pero cuando -tarde o temprano- abandonan sus «aparatos» toman caminos distintos pero muy alejados de sus ideas originales. Algunos terminan como «neo conservadores», o en el Grupo Clarín… Hay discípulos del Colorado manteniendo el ideal de la unidad latinoamericana, de la Patria Grande, de un nacionalismo popular, en toda la Argentina, en Chile, en Bolivia… Sin duda, en más lugares de los que conozco.

Mi final reflexión en este posteo tiene que ver con eso. Porque si hay un ideal que yo comparto con él es ese («la Patria Americana» es una columna permanente en este blog).

Claro, para lograrla creo más en el camino de un Mercosur, o el ABC (Argentina, Brasil, Chile) del Roca del final o del Perón del comienzo, que del romanticismo literario de «Las masas y las lanzas». Pero estoy seguro que Ramos también lo veía así; hasta por los errores que cometió en sus últimos años: su acercamiento a Carlos Menem.

Pienso que, como yo, él creía que nuestros países necesitaban. para ser relevantes en el mundo de hoy, un Bismarck o un Cavour. Y sólo teníamos demasiados militantes pro Garibaldi… Todo bien con ese otro pelirrojo (en Italia, no en el Río de la Plata), pero la unidad nacional italiana es hija, sobre todo, de Cavour. Sucedió que Menem no era más que un oportunista con carisma.

Sí, creo que Ramos estaba convencido de que necesitamos un Bismarck. Y tal vez él habría querido ser su Ferdinand Lassalle (No sean vagos y vuelvan a buscar en Internet para leer sobre él. O, mejor, algo de él). Pero, bueno, la Historia no concede deseos. Y está bien que siempre haya tareas pendiente. Feliz centenario, Colorado. Creo también que se te recordará, y estarás en el Salón de los Próceres de ese futuro Congreso.


La política y el Mercosur

abril 27, 2020

(Otra vez recurro a reproducir en el blog un artículo de AgendAR, sin agregarle nada. O sí, al final un párrafo breve y superficial, como consejo interno).

El Mercosur ha sido una política de Estado de los distintos gobiernos argentinos, y de los también cambiantes gobiernos de los otros países miembros, desde 1985, cuando los presidentes de Argentina y Brasil, Raúl Alfonsín y José Sarney, suscribieron la Declaración de Foz de Iguazú. «Política de estado» no significa que no tuvo oposición, aquí y afuera. Pero lo que aparece sorprendente en el momento actual es que los que mantenían posturas críticas, aparecen horrorizados por una «ruptura» o, peor, una «salida» argentina del Mercosur.

Corresponde entonces darles una buena (o mala, según quien la reciba) noticia: Argentina no se ha ido del Mercosur, y conserva el derecho -si decide ejercerlo- de bloquear las negociaciones del bloque con terceros países. Ese mismo derecho, dicho sea de paso, lo tienen también los otros tres miembros.

Reproducimos, con su permiso, este lúcido y profesional informe del diplomático argentino Ricardo Arredondo @arredondos:

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«El 24 de abril, en el marco de una reunión de Coordinadores Nacionales del Grupo Mercado Común sobre relacionamiento externo, el representante argentino, Jorge Neme, comunicó la decisión del gobierno nacional de suspender la participación de la República Argentina en los diferentes procesos de relaciones externas que lleva adelante el bloque. Con la excepción expresa de los acuerdos ya firmados, aunque aún pendientes de entrada en vigor, con la Unión Europea (UE) y con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) (que integran Suiza, Noruega, Liechtenstein e Islandia); la Argentina manifestó su decisión de no continuar participando de los procesos negociadores en curso con Corea del Sur, Singapur, Líbano y Canadá y en los por iniciarse, como con la India, entre otros.

La decisión fue motivo de diversas críticas, aunque a mi juicio se encuentra correctamente fundamentada en la decisión de salir de un proceso negociador que inevitablemente iba a llevarnos a resultados desfavorables para el país. Como lo reconoció el canciller de Brasil, se trata de una posición que venía anticipándose a nuestros socios, que no quisieron, supieron o pudieron escucharnos.

Por otra parte, se trata de procesos de negociaciones comerciales externas a los que se entró sin haber realizado un estudio adecuado de las eventuales ventajas y perjuicios que podían producirse para nuestro país y sin haber efectuado un proceso de consultas internas con los diferentes sectores involucrados. Por lo tanto, de lo que se trata, utilizando una frase de la anterior administración, es de hacer efectivamente una “inserción inteligente”, evaluando los perjuicios y beneficios de nuestras interacciones.

Como en la mayoría de las cuestiones de la agenda internacional, no se trata de un elemento nuevo introducido por la pandemia del coronavirus, sino de algo que esta crisis ha acelerado. Emanuel Porcelli señala acertadamente que desde mediados de 2019, algunos países (particularmente Brasil) venían presionando para obtener dos objetivos: una aceleración de las negociaciones comerciales externas, especialmente la conclusión de ciertos acuerdos de libre comercio, y una reducción, lo más baja posible (con pretensiones cercanas a 0%) del arancel externo común (AEC).

Seguir adelante con este proceso, sumado a las dificultades propias de la situación económica argentina, se hubiera traducido en una receta peligrosa para intentar algún tipo de recuperación de industrial nacional.

Esta decisión no significa en modo alguno que la Argentina vaya a adoptar una política de aislamiento o encierro. Como dice el comunicado de prensa, el Mercosur es “mucho más que la geografía y la historia”. Argentina ha reafirmado su pertenencia a este espacio geográfico y estratégico común, su disposición a continuar trabajando con nuestros socios y, además, va a seguir interactuando, trabajando y comerciando con el resto del mundo como lo ha venido haciendo hasta ahora. La ratificación de los compromisos ya firmados con la UE y la EFTA son una clara evidencia de que la Argentina no está planteando la ruptura del Mercosur.

El comunicado emitido por la presidencia pro-tempore del Mercosur, en manos de Paraguay (que AgendAR reprodujo aquí) expresa que “La República Argentina … indicó que no será obstáculo para que los demás Estados Partes prosigan con los diversos procesos negociadores”. Esa afirmación no se encuentra contenida en el comunicado emitido por la Cancillería argentina. Al respecto, cabe recordar que la Decisión CMC 32/00, que sienta las bases para el relacionamiento externo del Mercosur, obliga a los Estados Miembros del Mercosur a negociar de manera conjunta los acuerdos con terceros (art. 2) por lo tanto, hasta tanto esa norma no sea modificada, la República Argentina conserva una capacidad de bloqueo respecto de esas tratativas externas.

Aquí el desafío consiste en encontrar un camino intermedio entre dejar que los socios avancen libremente hacia una apertura irrestricta y obstaculizar esas negociaciones. En este punto, existe claramente no solo una división ideológica sino también de percepción y visión respecto de lo que debe ser el futuro, pero no por ello me parece que debemos quedarnos afuera. Creo que esa decisión no beneficiaría a la Argentina.

El impacto y las consecuencias de esta crisis son multifacéticas y, en particular, los efectos del COVID-19 generarán la recesión más grande que ha sufrido la región desde 1914 y 1930. Se prevé un fuerte aumento del desempleo con efectos negativos en pobreza y desigualdad. Basta leer los informes del FMI, la OMC y la CEPAL, entre otros, para percibir la complejidad del mundo que se avecina. Ninguno plantea un escenario favorable. El panorama parece bastante volátil y es conveniente acampar hasta que aclare. En medio de esta incertidumbre, no parece razonable avanzar en un proceso de negociaciones comerciales

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Vale la pena recordar, para poner este episodio en contexto, que Paulo Guedes, el «superministro» de Economía de Jair Bolsonaro se pronunció desde el comienzo contra el Mercosur. Dijo en junio de 2019 -cuando el presidente argentino era Mauricio Macri- que «trabó el crecimiento«, y reiteró dos meses después que «Brasil sai do Mercosul se Argentina frear abertura do bloco«.

No hay que confundirse, entonces. El punto decisivo es que el actual presidente de Brasil y su Ministro  quieren llevar al mínimo o directamente a 0, como señala Arredondo, la pieza clave del Mercosur, el Arancel Externo Común.  Sin él, los productos industriales argentinos, y brasileños, competirían dentro de los cuatro países en igualdad de condiciones las exportaciones de EE.UU., la U.E., China, Indonesia…

No es una idea «descolgada» de Bolsonaro y de algunos de sus colaboradores, obvio. Hay quienes apoyan su proyecto en Brasil, y también en Argentina, por ideología o por intereses miopes de corto plazo. Pero eso ya se sabe. La pregunta es si habrá una coalición de sectores e intereses en Argentina lo bastante sólida que derroten ese proyecto y afirmen un destino agroindustrial sustentable. También es la pregunta en Brasil, y a la larga, las respuestas están vinculadas.


Un consejo informal: En nuestras peleas internas se puede escuchar a los que exigen que el ministro de Relaciones Exteriores hable bien el inglés, confundiendo su tarea con la de los traductores. Por mi parte, creo que la Cancillería debe formar muchos diplomáticos que dominen el mandarín, y otros que -aunque en India uno se puede arreglar con el inglés- conozcan el hindi, en escritura devanagari. Pero, a la luz de lo que pasó el jueves, tener algunos que se manejen en guaraní no estaría mal.


García Márquez y un relato de Malvinas

abril 2, 2020

Uno no quiere pegarle a García Márquez. Colombiano, escritor talentoso,… Pero un famoso artículo que escribió un año después del final de la guerra en el Atlántico Sur es un ejemplo demasiado perfecto de como se construye un relato derrotista, después de una derrota real. Y de los mecanismos que llevan al periodismo, aún al talentoso, a construir esos relatos.

Juan Terranova, y la revista digital Paco, merecen un homenaje por su coraje al meterse con un mito literario y uno político, para reivindicar el coraje de soldados que no fueron mitos. Mi homenaje, por lo que valga, es copiarlo en mi blog.

«El miércoles 6 de abril de 1983, el diario El País de España publicaba el artículo de opinión “Las Malvinas, un año después”, firmado por Gabriel García Márquez. Existe una edición digital para su consulta. “Las Malvinas, un año después” comienza con una escena más parecida, por su forzado patetismo, a una remanida leyenda urbana que a las palabras de un escritor ocupado en comentar algo tan serio y dramático como una guerra. De entrada, entonces, García Márquez presenta el conflicto bélico del Atlántico Sur con una anécdota dudosa, que pretende ser trágica pero despierta dudas.

Escribe García Márquez: “Un soldado argentino que regresaba de las islas Malvinas al término de la guerra llamó a su madre por teléfono desde el Regimiento I de Palermo, en Buenos Aires, y le pidió autorización para llevar a casa a un compañero mutilado cuya familia vivía en otro lugar. Se trataba -según dijo- de un recluta de 19 años que había perdido una pierna y un brazo en la guerra y que además estaba ciego. La madre, feliz del retorno de su hijo con vida, contestó horrorizada que no sería capaz de soportar la visión del mutilado y se negó a aceptarlo en su casa. Entonces el hijo cortó la comunicación y se pegó un tiro: el supuesto compañero era él mismo, que se había valido de aquella patraña para averiguar cuál sería el estado de ánimo de su madre al verlo llegar despedazado.”

¿A qué dudas me refiero? Cualquiera que haya tratado a un veterano de Malvinas sabe el rol que cumplieron las madres durante el conflicto y ya iniciada la posguerra. Es difícil creer en esa negativa telefónica. Hubo y existe todavía una solidaridad muy grande entre los veteranos y sus familias. ¿Una madre que le dice que no a un hijo que vuelve de la guerra? ¿Una madre que niega su asistencia, por asco o aprehensión, a un compañero de armas de su hijo que encima está lastimado? Resulta difícil de creer. Por otra parte, la copiosa bibliografía sobre la guerra de Malvinas, sus causas y consecuencias, nunca habla de un suicidio en el Regimiento 1 de Palermo, que entendemos es el Regimiento de infantería 1 Patricios. ¿Un soldado se suicida en un regimiento y no queda asentado en ningún documento, periodístico o historiográfico? De hecho, no hay información al respecto. Tan simple como eso. García Márquez pone una excusa: la dictadura domina la prensa y oculta estos hechos. Pero, entonces, ¿cómo los conoce él? El novelista colombiano asegura que esas historias “andan por el mundo entero en cartas privadas recibidas por los exiliados”. Y luego agrega: “Hace algún tiempo conocí en México una de esas cartas y no había tenido corazón para reproducir algunas de sus informaciones terroríficas”. Pero el “corazón” para hacer pública esa información, oportuno, aparece gracias al festejo del triunfo británico en la prensa inglesa y norteamericana. Luego, el escritor agrega que la guerra fue “absurda”, usando un adjetivo que ya nada dice sobre nada, y mucho menos sobre una guerra.

Antes de comenzar a examinar el catálogo de idiotismos, mentiras, verdades a medias y burradas que componen el centro de “Las Malvinas, un año después”, me detengo en ese adjetivo porque El País provee también en su plataforma digital otro artículo de García Márquez, esta vez de un año antes, del 14 de abril de 1982, donde Gabo pide por los desaparecidos, señalando que, con la guerra, “el general Galtieri no ha hecho más que poner las cosas en su puesto. Pero lo ha hecho con un acto legítimo cuya finalidad es torcida”. El camino que lleva de las cosas “en su lugar” y el “acto legítimo” al “absurdo” toma un año. También sirve, claro está, saber quién ganó la guerra.

Lo dicho: el núcleo del artículo expone un catálogo de infamias en el que se mezclan medias verdades y groseras mentiras. Repasar esa lista, punto por punto, no es una actividad ociosa y puede ayudar a entender, ni más ni menos, cómo procesamos y entendimos los argentinos la guerra. Sé que comentar cada una de estas afirmaciones puede percibirse como algo mecánico pero bien vale el esfuerzo.

Dice García Márquez: “Ahora se sabe que numerosos reclutas de 19 años, que fueron enviados contra su voluntad y sin entrenamiento a enfrentarse con los profesionales ingleses en las Malvinas, llevaban zapatos de tenis y muy escasa protección contra el frío, que en algunos momentos era de 30 grados bajo cero”.

Lo primero que habría que decir aquí es que si un recluta está bajo bandera poco importa su voluntad. Como sucede en todas las guerras, hubo muchos soldados que no querían ir. Pero también es un hecho que el nivel de deserción en relación a Malvinas fue mínimo o incluso nulo. Los soldados clase 63 que habían sido dados de baja y vueltos a llamar al servicio acudieron con orgullo y sin dudar a la movilización. Por no contar la gran cantidad de voluntarios que hubo dentro y fuera de las distintas armas. Cuando García Márquez dice que estos soldados no tenían entrenamiento se refiere a los de la clase 62, muchos de los cuales, es cierto, no habían terminado su formación militar básica. Pero en ningún caso se trataba de la totalidad de la tropa llevada a las islas. La cita también opone jóvenes conscriptos argentinos a militares profesionales ingleses instalando una idea que tiene sus matices. Muchos de los paracaidistas británicos que murieron en Longdon y Tumbledown, por poner dos ejemplos, eran tanto o más jóvenes que los conscriptos argentinos.

Sobre los “zapatos de tenis”, figura que se instaló de manera contundente en el imaginario popular argentino, hay que decir que ningún soldado peleó en zapatillas. Si los conscriptos argentinos las llevaron fue porque se trataba de una tropa de ocupación. Y las zapatillas eran muy útiles a la hora de secar los borceguíes, de los cuales algunos soldados incluso tenían dos pares. Los borceguíes argentinos resultaron de tal calidad, con suela cosida y caña alta, que existen pruebas de que muchos británicos se los sacaban a los prisioneros como botín de guerra. Con respecto al abrigo es posible que fuera deficitario, aunque no en todos los casos, y hay que señalar que jamás hizo en Malvinas 30 grados bajo cero ni durante la guerra ni antes ni después. La amplitud térmica en las islas va de 24°, como máximo en verano, y -5° en invierno, con una media de que oscila entre 3 °C en invierno y 8 °C en verano. Solo como referencia vale consignar que en la Antártida la temperatura promedio es de -20 °C  a 0 °C.

Sigue García Márquez: “A muchos tuvieron que arrancarles la piel gangrenada junto con los zapatos y 92 tuvieron que ser castrados por congelamiento de los testículos, después de que fueron obligados a permanecer sentados en las trincheras. Sólo en el sitio de Santa Lucía, 500 muchachos se quedaron ciegos por falta de anteojos protectores contra el deslumbramiento de la nieve”. Las muy citadas gangrenas o pie de trinchera de Malvinas fueron un hecho cierto y lamentable de la guerra. Los oficiales y suboficiales argentinos muchas veces no supieron cómo proteger a sus soldados del frío y la humedad. Y muchas veces no quisieron hacerlo, demostrado un gran de crueldad y falta de criterio castrense. Sin embargo, los británicos también sufrieron esos problemas que les causaron bajas y dificultades a la hora de marchar hacia Puerto Argentino. Con respecto a los “92 castramientos” no hay fuente que hable de ese número, ni encontré referencia alguna a esa patología. ¿Tenemos que suponer que García Márquez inventa? ¿O que esas cartas de los exiliados a las que tuvo acceso mienten?

En Malvinas se dieron muchísimos abusos lamentables dentro de las Fuerzas Armadas que hablan de una formación militar deficiente y una soberbia criminal. Muchos de ellos fueron denunciados por los centros de veteranos y organismos de Derechos Humanos. Las presentaciones que se hicieron fueron esmeradamente prolijas y siempre con responsabilidad y compromiso de parte de los denunciantes. Pero la pregunta por la fuente, por esos noventa y dos castrados, sigue en pie: ¿de dónde saca esa información y ese número García Márquez? Lo mismo ocurre con los “500 ciegos del sitio de Santa Lucía”. Aunque es verdad que los soldados argentinos fueron equipados con anteojeras contra el viento que rápidamente se estropearon, no existe registro de casos de cegueras masivas durante la guerra. Amén de que “el sitio de Santa Lucía” no refiere a ningún hecho que haya ocurrido durante la recuperación y los combates.

Enseguida, a los castrados, García Márquez les agrega los violados: “Con motivo de la visita del Papa a Argentina, los ingleses devolvieron 1.000 prisioneros. Cincuenta de ellos tuvieron que ser operados de las desgarraduras anales que les causaron las violaciones de los ingleses que los capturaron en la localidad de Darwin”. Las batallas de Darwin y Goose Green, así como el cautiverio de los combatientes argentinos de esas batallas, están ampliamente documentadas. Véase, para empezar, la exhaustiva entrada que Wikipedia le dedica. Tanto conscriptos como oficiales y suboficiales, así como oficiales de alto rango, dejaron su testimonio sobre ese momento de la guerra. Muchos de ellos siguen malvinizando hoy en día al contar su historia. Nadie jamás habló de esos hombres ultrajados.

Detengo el análisis punto por punto para anticipar una pregunta: ¿cómo podía llegar a sentirse un soldado que había vuelto de la guerra al leer estas mentiras? García Márquez nunca se hizo esa pregunta. Lo que sí hace es agregar sobre los prisioneros que su “peso promedio era de 40 o 50 kilos, muchos padecían de anemia, otros tenían brazos y piernas cuyo único remedio era la amputación y un grupo se quedó interno con trastornos psíquicos graves”.

Esto es rotundamente cierto. Si García Márquez se hubiera centrado en esta información no habría forma de desmentirlo o rebatirlo. El hambre durante la guerra de Malvinas fue y es un hecho central del conflicto. También, como en todas las guerras, las patologías que se señalan. Pero en vez de dar precisiones sobre la falta de alimento para la tropa, que no fue un hecho regular y uniforme, el colombiano prefiere especular sobre el uso de las drogas en combate de una manera tan ingenua como contradictoria. Drogas en las guerras hubo siempre, desde el hachís de los guerreros turcos hasta la investigación de Norman Ohler con el uso de la pervitina durante la Segunda Guerra en el ejército alemán. En Los pichiciegos, Enrique Fogwill imagina cómo la administraban los británicos en Malvinas. Hay un poco de mojigatería en esa denuncia de uso de fármacos, pero sobre todo mucha fantasía. No existen registros de que los soldados argentinos fueran inyectados ni se les proporcionará ningún tipo de estupefaciente.

El párrafo dedicado a las pésima logística argentina también tiene una base de verdad. Causa directa de los problemas de nutrición, culpa real del Ejército y del Estado Mayor Conjunto, los errores logísticos en Malvinas fueron muchos y determinantes para que la guerra se perdiera. El Ejército no planificó, se desentendió de ese asunto central y expuso a sus hombres al frío y al hambre. Pero eso no ocurrió con la Armada y la Fuerza Aérea. Y hubo también muchas excepciones dentro del mismo Ejército. Sin embargo, aquí García Márquez acierta y su conclusión fue luego apoyada por el Informe Rattenbach. Las diferentes armas no coordinaron sus esfuerzos ni colaboraron antes ni durante la guerra, sino que incluso a veces rivalizaron en cuestiones tan importantes como la cadena de abastecimiento que unía las islas al continente. Pero, en vez de ahondar en ese tema, central para entender la derrota, García Márquez vuelve rápidamente a fabular. Copio el párrafo que sigue:

“Frente a condiciones tan deplorables e inhumanas, el enemigo inglés disponía de toda clase de recursos modernos para la guerra en el círculo polar. Mientras las armas de los argentinos se estropeaban por el frío, los ingleses llevaban un fusil tan sofisticado que podía alcanzar un blanco móvil a 200 metros de distancia y disponía de una mira infrarroja de la más alta precisión. Tenían además trajes térmicos y algunos usaban chalecos antibalas que debieron de ocasionarles trastornos mentales a los pobres reclutas argentinos, pues los veían caer fulminados por el impacto de una ráfaga de metralleta y, poco después, los veían levantarse sanos y salvos y listos para proseguir el combate”.

Hablar de “círculo polar” es un error grosero similar al de decir que en Malvinas hacían 30 grados bajo cero. Con solo mirar un planisferio uno comprende que las islas no están ni cerca del Círculo Polar. Por su parte, la diferencia de armamento es un tema delicado. Existió. Pero no necesariamente en las unidades de infantería que combatieron en las islas. Los dos bandos armaban a sus soldados de a pie con el FAL de munición NATO 7,62. Algunos argentinos tenían la nueva versión con culata calada y rebatible, más fáciles de transportar que los fusiles de culata de madera, y por eso algunos británicos los robaban como botín de guerra. Sin embargo, la gran diferencia se dio en el combate aéreo con los muy modernos misiles Sidewinder con los que Estados Unidos proveyó a los británicos. La descripción de esos supuestos “chalecos antibalas” a prueba de ráfagas de ametralladoras es una estupidez que no merece el mínimo análisis. Que los ingleses tuvieran “trajes térmicos”, menos delirante, también es falso. Por otra parte, lo de “trastornos mentales”, escrito al pasar por el colombiano, sería uno de los problemas más específicos de la posguerra. ¿Se puede hablar de “trastornos mentales” en relación a una guerra con tanta ligereza? Esos problemas llegaron y, cuando no se hicieron presentes, su sospecha condicionó la vida de los soldados que volvieron, más allá de esas armas de ciencia- ficción.

Luego García Márquez dice citar a “un testigo de aquella carnicería despiadada” y escribe sobre la participación de los gurkas: “La velocidad con que decapitaban a nuestros pobres chicos con sus cimitarras de asesinos era de uno cada siete segundos. Por una rara costumbre, la cabeza cortada la sostenían por los pelos y le cortaban las orejas”. ¿Decapitaciones? No hay un solo testimonio de que haya habido decapitaciones durante la guerra, más allá de que los soldados nepaleses no usaban cimitarras, un arma blanca de Oriente Medio que nada tiene que ver con Nepal ni con Malvinas.

Lo que sí hubo, al parecer, fue un suboficial inglés que se dedicó a cortar orejas de soldados argentinos. La historia se cuenta en el libro Green-Eyed Boys: 3 Para and the Battle for Mount Longdon publicado en 1996 y escrito por Adrian Weale, ex oficial de inteligencia militar, hoy historiador, y Christian Jennings, ex miembro del Regimiento de Paracaidistas Territoriales, hoy periodista de tv. Según una reseña del libro en La Nación, el corporal Stewart McLaughlin peleó con valentía en Malvinas y cayó en combate pero “fue privado de honores póstumos por la grosera colección de orejas que había arrancado del enemigo. Weale y Jennings dicen que al menos uno de estos infames trofeos fue removido de un soldado argentino todavía vivo. El nombre de McLaughlin no figura en la lista de héroes”. Como puede verse, no se trata de decapitados. Ni tampoco de un soldado de Nepal. Las demás cosas que dice García Márquez sobre los gurkas tampoco tiene ningún respaldo historiográfico.

Después de tanta invención, García Márquez dice, en el final del artículo: “Confío, sin embargo, en que el recuerdo de los hechos inconcebibles de aquella guerra chapucera nos ayude a entendernos mejor”. La guerra, entonces, ya no es “absurda” sino “chapucera”. ¿Qué significa “chapucera”? El diccionario de Google ofrece dos definiciones: “1. Persona. Que trabaja o hace las cosas con poco cuidado, sin técnica o con un acabado deficiente. 2. Adjetivo. Que está mal hecho o está hecho con poco cuidado, sin técnica o con un acabado deficiente”. Es posible, no lo niego, caracterizar una guerra de esa manera. Pero solo cuando termina. Difícilmente una guerra que se gana es “chapucera”. Son los perdedores los que reciben ese adjetivo cuando la confusión, el humo y los bombardeos terminan. Con los artículos de opinión no hay que esperar tanto. En el momento o con el diario del lunes, el lector puede estimar hasta donde el autor sabe de lo que habla, si su escritura presenta un “acabado deficiente”, y mucho más si insiste con mentiras o trata de engañar.

Leyendo “Las Malvinas, un año después” se comprende que García Márquez tenía la suficiente información para escribir un artículo serio y de bases firmes. Pero eligió hacer otra cosa. Optó por dejarse llevar por una copiosa imaginación bélica, llena de exageraciones y datos falsos. La guerra de Malvinas no fue como la describe el bueno de Gabo. Y si tuvo un saldo obsceno, y lo tuvo, no es el que se lee en ese artículo. Algo principal: García Márquez olvida el desempeño de las otras fuerzas. Solo habla de los conscriptos que pelearon en las trincheras de las islas. Olvida la Fuerza Aérea, olvida a la Armada, a la Prefectura, a la Gendarmería. Olvida o desconoce a los marineros mercantes, a los pilotos del Escuadrón Fénix y otros civiles que participaron del conflicto. Su mirada resulta así tan sesgada como atolondrada y obtusa.

¿Qué mejor fuente que el enemigo para conocer la verdad? Ellos no pueden estar atravesados por una mirada de reivindicación argentina o ser acusados de promotores de la dictadura. En Internet es posible encontrar elogios del teniente coronel David Chaundler, que asumió de comandante del 2º Batallón de Paracaidista tras la muerte del teniente coronel Herbert Jones, al Regimiento de Infantería Mecanizado número 7 de La Plata que peleó en el Monte Longdon. Jeremy Moore, el mismo que fue del campo de batalla a firmar la rendición de Menéndez el 14 de junio, habló de la determinación de los soldados argentinos que pelearon muchas veces hasta agotar las municiones desde posiciones que no abandonaban y que tuvieron que ser voladas por el aire con misiles Milan antitanque. Moore señaló que los soldados argentinos tuvieron que ser “prácticamente arrancados de sus puestos, a los que se aferraban como un caracol a su caparazón”.

En su libro No picnic, ya desde el título, el general de división Julian Thompson dejó por escrito uno de los testimonios más elocuentes en este sentido. Comandante de la 3º Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica, Thompson se desempeñó como la máxima autoridad en tierra durante el desembarco y la primera parte del conflicto. En ningún momento de la posguerra dejó de señalar el coraje con el que habían peleado los argentinos y que, en sus palabras, “hubo momentos en que podría haber pasado lo contrario de lo que pasó».

¿García Márquez no poseía esa información cuando escribió sus opiniones? Bien. Pero ¿por qué mentir? ¿Por qué redactar una especie de delirio bélico de la humillación? Hay una razón. Esta vez no se trata solamente de un narrador arrobado en el vértigo de la exageración literaria. El objetivo primero de García Márquez era desacreditar a la dictadura argentina. Es muy probable que haya leído alguna carta, y haya hablado con alguien, pero resulta seguro que la mayor parte de su artículo son piruetas para empujar ese ataque. Como hizo el alfonsismo que amplió y consolidó estos idiotismos, los que pelearon fueron el fusible de esa puja política. Ellos, su historia, su verdad, su memoria, no importaban. Se los podía difamar y tildar de inútiles, castrados, violados y cobardes sin ningún tipo de vergüenza o pudor. Ni García Márquez ni el alfonsinismo pensaron en aquellos que fueron a Malvinas. ¿Cómo podían repercutir esas palabras en el ánimo y en la vida de esos mismo colimbas que decían describir? Mucho menos les importó el valor y el coraje, sobradamente probado de conscriptos, oficiales y suboficiales del Ejército, de marinos y aviadores. El fin último de sus operaciones políticas era desestimar, denunciar y comprometer a la dictadura. La guerra no les importaba. Por eso mismo García Márquez no duda en inventar datos o hechos que solo pueden haber salido de su poderosa imaginación.

Ahora bien, esta operación política en base al fraude tuvo una consecuencia directa. Instaló una serie de equívocos que aún hoy persisten en la sociedad argentina. Son íconos contemporáneos de los que cuesta mucho volver, a los que cuesta mucho desacreditar y que alimentan la muy conocida autodenigración local.

Todos los lugares comunes, repetidos incansablemente por miles y miles de personas desinformadas ya están ahí, en esas Malvinas humillantes de García Márquez: las zapatillas, los gurkas, los ingleses como invencibles, la trinchera como sinécdoque de la guerra, el combatiente como pusilánime. Otras especulaciones de García Márquez, por desgracia, son ciertas. Pero del conjunto destila un profundo sentimiento de denigración al soldado argentino que luego se expandió.

Recién a partir de la presidencia de Néstor Kirchner y gracias al trabajo diario y constante de los centros de veteranos y ex combatientes, que durante una muy larga posguerra militaron la causa Malvinas, tomó forma institucional un reclamo de respeto y consideración que la sociedad en su conjunto, acicateada por artículos como el de García Márquez, tardó en madurar. Hoy los veteranos de Malvinas ya no son “los locos de la guerra” y tienen el reconocimiento que merecen y que supieron ganar.

Gabriel García Márquez había dado a conocer la mejor parte de su obra cuando El País publicó “Las Malvinas, un año después”. Para 1983, el buen Gabo ya era una novelista y periodista reconocido por obras como Cien años de soledadEl otoño del patriarcaCrónica de una muerte anunciada y Relato de un náufrago. En 1981 había sido uno de los invitados de honor a la asunción de François Mitterrand. En 1982, el mismo año de la guerra, le otorgaron, nada menos, que el premio Nobel.  Esto quiere decir que cuando escribió “Las Malvinas, un año después” todo el mundo, no solo los salones literarios, las universidades y el periodismo interesado, lo estaba leyendo. Su voz era poderosa. Por su parte los que pelearon la guerra habían sido acallados. A veces por sus mismos superiores, a veces por la sociedad que les dio la espalda, a veces porque sus voces, desanimadas, no podían competir con la verborragia política y un periodismo por lo general confuso y confundido. Los protagonistas de Malvinas tuvieron que esperar mucho tiempo para empezar a contar sus verdades, que es la verdad de Malvinas. Hasta donde sé, Gabriel García Márquez nunca pidió disculpas por ese artículo. No por sus opiniones pero sí por sus mentiras. A la luz de las investigaciones que precedieron “Las Malvinas, un año después” habría sido lo correcto.»


Brasil, Bolsonaro y los EE.UU.: historia de un amor

marzo 23, 2020

Otra vez reproduciendo una nota de AgendAR (¿será que en los días del coronavirus, los matices de la política y las internas se diluyen?). Y la nota es la reproducción, con un breve comentario, de un artículo de Jorge Castro. Pero, como digo ahí, el punto no es lo que cree Castro. Sino lo que creen algunas élites de Brasil. Y de Argentina.

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«Brasil se incorpora al complejo industrial- militar de Estados Unidos»

Jorge Castro es, ya lo hemos dicho otras veces en AgenDAR, un analista informado de la política y la economía global. Pero… también dijimos que sus entusiasmos le hacían, en nuestra opinión, lanzar pronósticos demasiado arriesgados. Es un admirador sin límites de la potencia industrial y tecnológica de los EE.UU., y también de la de China. Y está convencido que ambos gigantes nos llevarán, de común acuerdo (aquí Tucídides sacude la cabeza), hacia un futuro luminoso. Puede ser, pero no tendríamos que dejarnos deslumbrar por la luz.

Aquí anuncia y aplaude un desarrollo que vislumbra en la relación entre Brasil y EE.UU. Este optimismo nos hace recordar a los veteranos el que el mismo Castro sintió ante la política de «relaciones carnales» de Menem-Di Tella-Escudé. Pero eso no es necesariamente relevante; han pasado 30 años y el mundo y EE.UU. cambiaron. Lo q es importante tener en cuenta para los argentinos, vecinos históricos y socios comerciales de Brasil, es que este proyecto puede o no ser tomado en serio en Estados Unidos. Pero hay sectores brasileños, muy influyentes, que se ilusionan.

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«EE.UU. y Brasil firmaron en Miami, Florida, (06/03/2020) el “Acuerdo de Investigación, Desarrollo, Pruebas y Evaluación”(RDT&E) en materia de Defensa, que es la primera consecuencia en la relación entre los dos países tras la designación de Brasil por EE.UU. como “Aliado estratégico extra OTAN”, realizada por la superpotencia norteamericana en marzo de 2019.

El objetivo del pacto es incorporar a la industria de Defensa brasileña – Embraer en primer lugar – al inmenso complejo militar-industrial norteamericano, que es el primero del mundo tanto en potencia financiera e inversora como en capacidad tecnológica (en los últimos 4 años, EE.UUha invertido en sus fuerzas armadas – Ejército, Marina, Fuerza Aérea, Cuerpo de Infantería de Marina y Guardia Costera – U$S 2.5 billones, una cifra superior al gasto de Defensa del resto de los países del sistema global sumados).

La incorporación brasileña a este inmenso complejo productivo, tecnológico y militar tiene su particularidad más relevante en el proceso inversor del sistema, lo que tiene un significado inmediato para Embraer después de que la empresa madre fuera adquirida en U$S4.200 millones por Boeing Corp.

Este año, EE.UU., por decisión del presidente Donald Trump, ha creado la sexta fuerza armada, que es el “Comando Espacial”, previsto para enfrentar la guerra en el espacio.

El gasto de Defensa fijado en el presupuesto 2019/2020 de estadounidense asciende a U$S 741.000 millones, y es de lejos el primero del mundo (el de la República Popular, que es el segundo, alcanza a U$S 280.000 millones).

“El objetivo del RDT&E es que Brasil y EE.UU. realicen en conjunto proyectos de Defensa de alta tecnología”, señaló el Almirante Craig Faller de la Armada norteamericana, actual jefe del Comando Sur, cuyo segundo comandante es el general brasileño en actividad Alcides Faria, ex Jefe de la 5ta Brigada de Caballería Blindada. Brasil se ha convertido en cogarante de la seguridad hemisférica junto con EE.UU.

El RDT&E abre a la industria de Defensa brasileña acceso inmediato al “Fondo del Departamento de Defensa de EE.UU.” de U$S 100.000 millones , destinado al desarrollo de proyectos high tech. La incorporación al RDT&E implica que Brasil ha modificado su status internacional y ha salido del marco regional de América del Sur, tras el acuerdo político/estratégico/militar firmado por Donald Trump y Jair Bolsonaro en Washington.

De esta manera, Brasil retoma la política exterior lanzada por el Barón de Rio Branco (1902/1912), cuando fue el primer estadista sudamericano que advirtió el significado mundial de EE.UU .tras imponerse a España en la guerra de Cuba y Filipinas (1898/1899), y forzar la paz como mediador entre Rusia y Japón en la guerra de Manchuria (1904/1905) en la presidencia de Theodore Roosevelt (1901/1909).

A partir de ese momento, Brasil se convirtió en el principal aliado estratégico de EE.UU. en América del Sur, lo que se reveló como un factor decisivo en la contienda geopolítica con la Argentina, posición que mantuvo hasta la década del ´50 en el siglo XX; y que culminó con la participación de la “Fuerza Expedicionaria Brasileña”(FED) en la Campaña de Italia (1944/1945) contra el Tercer Reich, liderada por los generales Joao Mascarenhas y Zenobio Da Costa, encuadrada en el 5to ejército norteamericano conducido por el general Mark Clark.

Entre otros, la FED luchó en las batallas de Montecastelo, Castelnuovo y Montese, así como en Montecassino contra los paracaidistas del general Kurt Student, consideradas las mejores fuerzas de infantería de la Segunda Guerra Mundial.

Brasil se propone ahora establecer un acuerdo de libre comercio con EE.UU., sólo condicionado a la realización previa de 4 reformas fundamentales: la reforma del sistema de seguridad social, ya sancionada; la reforma impositiva destinada a recortar el “Costo Brasil” que le impone a la producción brasileña un sobreprecio de 40%; la privatización de más de 140 empresas estatales, salvo Petrobras; y la última y decisiva, la apertura de la economía brasileña, la más cerrada del mundo después de Sudán .

El dato central de la inserción de Brasil en la economía global en los últimos 25 años es la nula o negativa productividad de su industria, y por lo tanto, su incapacidad absoluta de competir en el mercado internacional, salvo en el Mercosur, esto es, la Argentina, protegida por el “arancel cero” que caracteriza al acuerdo regional como “zona de libre comercio”, lo que ha sido episódicamente a partir del Tratado de Asunción de 1991/1994.

El RDT&E es un punto de inflexión en la historia de Brasil y de las relaciones de América Latina con EE.UU; y coloca por segunda vez a la nación brasileña – la primera fue cuando Getulio Vargas, antes de enviar a la FED a combatir en Italia, le otorgó a EE.UU. cuatro bases militares en Natal, Pernambuco, Belem y Fernando de Noronha – ante la posibilidad de cumplir su vocación más profunda, y hasta ahora siempre frustrada, de lograr el status de una potencia mundial en las condiciones del siglo XXI.

Barón de Rio Branco/Getulio Vargas/Jair Bolsonaro: Brasil retoma su continuidad histórica.»

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Argentina fue designada “Aliado estratégico extra OTAN” 22 años atrás, en octubre de 1997, siendo los presidentes Clinton y Menem. Y esa condición no ha sido retirada, aunque hoy no se la tome mucho en cuenta. Y es casi seguramente debido a eso que somos parte del G20.

La moraleja que apuntamos con esta mención no es que las buenas relaciones con EE.UU. no deban ser un objetivo de nuestra política exterior, por Dios! Es mas simple, recordarnos que por sí misma no garantizan nada. El desarrollo es una tarea que nadie hará por nosotros.


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