La cuestión de Jair Bolsonaro, el capitán que puede ser el Presidente de Brasil dentro de dos días, es lo bastante importante para motivarme a subir, o empezar a subir, el 2° posteo en el mes sobre el tema, en este casi abandonado blog.
Pasa que en estos días muchos talentosos compatriotas han escrito del tipo. Y por mi parte, aunque me gusta mucho Brasil y lo he visitado un montón de veces, no me siento en condiciones de pontificar sobre su realidad política.
Si me pongo a escribir, es porque hay justamente una cuestión, una pregunta que entiendo decisiva y que no encontré planteada con claridad -en lo que alcancé a leer, una proporción pequeña. Es ¿Cuál de los dos pensamientos que hoy están incorporados, mezclados, en su discurso y en sus apoyos internos, es el que va a guiar sus pasos, si llega a la Presidencia? ¿El de Paulo Guedes, el economista que el señala, con énfasis, que va a ser su Ministro de Economía y que «sabe lo que hay que hacer»? ¿O el de Golbery do Couto e Silva, el general y geopolítico que expresó mejor el proyecto y la ambición de la dictadura militar que gobernó Brasil de 1964 a 1984?
Atención: esos dos pensamientos -el globalismo de la movilidad sin barreras de los capitales y los productos, y el Estado autoritario, industrialista y jerárquico- son antagónicos en el plano filosófico. En la política concreta, pueden convivir. Después de todo, Milton Friedman fue asesor privilegiado de Augusto Pinochet.
Pero… estamos hablando de la política concreta del Brasil, un país que, con sus emperadores, con Vargas, con los generales o con Lula, mantuvo la vocación de ser un actor en el escenario global, y no un rincón del escenario donde se aplican las teorías de otros. En el plano de las realidades, Brasil tiene una industria muy importante, que en buena parte fue desarrollada por esa larga dictadura militar.
Es probable, casi seguro, que Bolsonaro, si llega, se manejará como un buen político y un buen brasileño: tratará de mantener equilibrados sus apoyos y confuso su discurso, como su admirado Trump. Pero sigo sosteniendo que esa que planteo es la pregunta decisiva.
Porque, en mi humilde opinión, la apertura comercial, las privatizaciones y la desregulación pueden funcionar -es decir, sostenerse- en un país «emergente» que renuncia a la industrialización. El Chile y el Perú de hoy, por ejemplo. En nuestra Argentina, los intentos de hacer funcionar ese modelo, a partir de 1976, hasta ahora, terminaron en crisis autodestructivas. Y las perspectivas del experimento Macri son, por lo menos, dudosas.
En Brasil, a partir de las transformaciones de Fernando Henrique Cardoso, se han hecho varios intentos por combinar el modelo del capitalismo financiero globalista con los intereses y las realidades nacionales. En la tradición de compromiso de la política brasileña, hoy descartada, el primero en intentarlo fue Lula mismo, y luego Dilma ¿Recuerdan quién fue su vice presidente, y quiénes sus ministros de Economía? No funcionaron.
Después del golpe parlamentario que destituyó a Dilma, el gobierno «pro business» de Temer llevó adelante las recetas sin mezcla, incluidas las reformas laborales y previsionales que el consenso globalista exige. Tampoco tuvo éxito, ni siquiera en sus propios términos.
En realidad, la frustración y la furia con el fracaso son unas de las fuentes del fenómeno Bolsonaro. Guedes, si lo leen -y es interesante leerlo- quiere hacerlo funcionar, pero sus ideas son las que aquí propone Espert, o Melconian cuando Macri no lo recibe. Fundamentalismo del mercado.
No estoy diciendo que el «proyecto Golbery», para llamarlo así, pueda funcionar, ni siquiera que sea posible. No estamos en los tiempos de la Guerra Fría, cuando el Dr. Kissinger veía a nuestro vecino del norte como el país clave para mantener ordenada la América del Sur. Ese realismo del equilibrio está tan muerto como el Irán del Shah, otro «país clave» del Dr. K.
Los EE.UU. de Trump, que no toman en cuenta los intereses de aliados tan cercanos y antiguos como el Canadá, no alentarán un desarrollo ni siquiera semi independiente del Brasil. Y el sistema financiero global… ya sus voceros más tradicionales, The Economist, Financial Times han hecho oír sus advertencias sobre el peligroso Bolsonaro.
De todos modos, el futuro siempre es impredecible. Lo que me parece seguro, porque la tensión ya forma parte del presente, es que según el camino que tome este posible presidente -las medidas concretas, que tienen nombre, Petrobras, Embraer, desarrollo nuclear- los aliados y los enemigos, internos y externos de su gestión van a ser distintos. Y eso va a influir en lo que pase en nuestra región, y también en nuestra política interna.
Precisamente, el siguiente posteo -si AgendAR me deja tiempo- va a hablar del Bolso como parte de las corrientes políticas en América del Sur. O de las corrientes políticas del planeta entero, como se reflejan en esta América del Sur.