La elección ya terminó, y los resultados no son buenos. (Artemio López hace su apuesta, de «boca de urna» – 65 a 35 para Macri, y agrega un post breve y bardero «Si no creen en las encuestas ¿qué hacen acá?«) No son buenos para el peronismo, claro, ni para el progresismo afín al gobierno nacional. En mi opinión, tampoco son buenos para todas las opciones políticas, en tanto tales, ya que la victoria de Mauricio Macri ha sido construída en base a una estrategia deliberada de evitar aparecer como una opción política definida. Ni siquiera como la expresión del anti kircnerismo, que – a pesar de las limitaciones de todo anti – por lo menos es una definición política.
Uno cita a Toynbee «Los que no se interesan por la política, tendrán un merecido castigo: Serán gobernados por gente que sí se interesa«. Pero debemos ser sinceros: la falla está quienes querían hacerlo y no lograron interesarla. Como decía hace poco un comentarista en este blog, los políticos deben ir hacia la gente; no la gente a los políticos.
El impacto de estos resultados en las elecciones nacionales del 14 de agosto y del 23 de octubre da para un debate interesante, al que trataré de aportar. Pero ahora quiero acercar una propuesta que no tiene que ver con lo inmediato sino con el futuro de esta ciudad. Que es una parte no insignificante, en población, en economía, en vitalidad de Argentina.
Se me ocurre que éste es el momento adecuado para impulsar aquí – como ya lo hizo la provincia de Buenos Aires – una ley de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, a semejanza – en líneas generales – de la ley nacional que se aplicará por primera vez el 14 de agosto.
Por supuesto, es imposible que esta ley local se apruebe – no hablemos que se aplique – para esa fecha. En uno, dos años, es un objetivo razonable. También está claro que no debemos copiar servilmente los lineamientos nacionales. Por ejemplo, podemos exigir un mínimo de votos inferior al 1,5 % del padrón, y permitirnos el lujo de tener más pequeños partidos, como muestra de nuestra diversidad y gusto por las novedades.
Muchos detalles serán resultado de la inevitable negociación para que una ley como ésta sea aprobada. Estoy pensando en esta Legislatura, de la que bastantes de sus miembros no permanecen después del 10 de diciembre. Algunos de ellos pueden estar interesados en dejar una memoria más… institucional de su trayectoria. «Ir por el bronce», se lo llama. Ciertamente, ofrece una posibilidad de protagonismo a las opciones políticas locales que han sido pulverizadas esta vez por el enfrentamiento entre Macri y el oficialismo.
Igual, tengo claro que es un proyecto utópico si no hay respaldo popular. Y que hoy sólo puede interesar a políticos y politizados. Precisamente por eso, creo que los que hemos conversado de esta idea y la encontramos válida – amigos que apoyaron al proyecto de las 62 Organizaciones en la Capital, compañeros de agrupaciones que apoyaron a Boudou en la interna virtual de esos meses y, cosa extraña, no se desanimaron en el lapso entre la decisión por Filmus y su elección para candidato a Vice, otros – debemos pensar en un recurso previsto en la Constitución de la ciudad autónoma: un referendum.
Creo que los porteños no se han desinteresado totalmente de la política. Sí de estos políticos. Pero pienso que pueden engancharse con la idea de elegir a los que van a competir.
Ese es el valor que esta ley puede tener para el peronismo porteño. Y para las demás opciones políticas que quieran ser algo más que sellos. «El dedo» se ha mostrado definitivamente como un mecanismo inadecuado para transferir intención de voto. Todos los candidatos elegidos a dedo han fracasado (No vale mentar a Macri; allí el dedo apuntó a sí mismo, no había nada que transferir).
Es cierto que para el peronismo tiene un valor especial. Una interna realmente abierta, que alcance a todo el espacio que hoy ocupa el Frente para la Victoria, permitirá definir el equilibrio, siempre cambiante, entre las muy diversas realidades que hoy lo forman. Es la única definición, muy pragmática, que puede funcionar en el peronismo: ser lo que los peronistas deciden que sea… en el tiempo que lo deciden.