Milei, el lenguaje inclusivo y la perspectiva de género.

febrero 27, 2024

Se ha escrito mucho, mucho (también en este blog) argumentando en qué proporción el peluquín es un fenómeno local o una manifestación más de la «Derecha Alternativa» (Alt Right) que vemos en los países occidentales o influidos por la cultura occidental. Seguramente se va a seguir escribiendo sobre el tema (Yo también).

Pero desde el enfoque del proyecto político de Peluca la respuesta es simple y corta: quiere navegar la ola global antiizquierda cultural, anti «woke» para conseguir repercusión y aliados, aquí y en el mundo.

Porque Javier se diferencia de TODOS los referentes internacionales de esa «derecha»- salvo tal vez algunos en países muy pequeños e irrelevantes- en un aspecto muy importante. En realidad, decisivo. Todos son nacionalistas. Todos, salvo el peluquín.

El Donald, Melloni, Urban, Le Pen, Abascal de Vox,… la esencia de su mensaje político es una defensa furiosa, iracunda, de (su propia versión de) los intereses de su país. Su identidad. Milei… nos dice que el PBI per cápita era más alto en comparación con otros hace 100 años. Y luego vinieron los «socialistas»: radicales, militares, conservadores, peronistas…

Como relato identitario es muy pobre.

Pero hay un sentimiento -bah, un resentimiento- antiprogre en muchos argentinos de las clases medias -a las que pertenecen también la mayoría de los progres, pero eso no tiene nada de sorprendente. Esa postura ya le había sumado aliados internos -hasta una vicepresidente- y le da espacio y repercusión en el exterior.

¿Le servirá cuando el ajuste apriete todavía más? El que viva lo verá


Reflexiones apuradas sobre una guerra civil argentina en X

febrero 24, 2024

Demasiado apuradas, gente. Todavía no sabemos cómo termina, ni cuándo. Pero ya hay lecciones muy claras (si es que las veo. Uds. pueden dudarlo).

La pregunta que surge ya, que se hacen todos los políticos y que repetirán este finde todos los opinadores, es ¿el goberna de Chubut, Nacho Torres, jugó bien sus cartas? ¿Tenía que amenazar en público con cortar el chorro de petróleo de su provincia?

Pregunta válida, en Suiza, creo yo. Tenía un caso debatible… en la Corte Suprema, que es donde se ventilan causas entre Nación y provincias. Podía conseguir un fallo favorable -los Supremos no lo aprecian al peluquín- a principios de 2025, probablemente. Los sueldos de la salud, la educación, la seguridad y la administración provinciales los tiene que pagar a fin de mes.

Pero el dato decisivo, el contexto, es que en Argentina no se está jugando al ajedrez, sino al «gallina». Dos autos se dirigen a toda velocidad, uno contra otro, y el que se desvía primero, pierde. (Si ninguno quiere perder, los dos se hacen bolsa).

Ojo: este modo de jugar viene de lejos en la política argenta. Por algo «Intransigencia» es un adjetivo con épica e historia.

Pero no hay duda que el peluquín lo transformó en su «marca». Es lo que lo llevó de panelista de TV a presidente en 3 años. Y lo sigue jugando, cómo no.

(Y, hay que decirlo, muchos militantes políticos, con ideologías en las antípodas del anarco-capitalismo, lo admiran. Dicen, en privado o en blogs, que así es como se debe gobernar. Las estadísticas de accidentes de tránsito no los impresionan. Y eso que en Argentina tuvimos muchos, sobre todo en los ’70),

Como sea, el juego está en marcha ahora. Y, primera lección a tener en cuenta, TODOS los gobernadores, más el alcalde de CABA, cerraron filas en la misma tarde de ayer detrás del chubutense.

Inevitable, en la lógica del juego que patentó Milei. Si el gobierno central castiga a un gobernador del PRO, casi del propio palo, puede castigar a cualquiera de ellos.

Atención: la mayoría de los gobernas -no sólo los de JxC- quieren que el gobierno, la política del peluquín, tenga éxito. Pero no con la de ellos, como diría cualquier argentino de bien.

Así, el juego del «gallina» sigue. El que retrocede en chancletas, pierde. Compren pochoclo.

Otra lección importante: la Patagonia, la «tierra maldita» de Darwin, se ha convertido en una de las regiones más importantes de nuestro país. Urge una política demográfica en serio, con radicación de familias. Supongo que esperará a que de allí venga un nuevo presidente. Ya tuvimos uno, y hoy veo a dos, quizás tres, en carrera.

Hay otra lección muy importante, quizás tan estratégica como la que señalé recién, aunque no lo parezca.

Esta es la primera gran crisis en casi 80 años, en las que el peronismo no ha sido el protagonista ni uno de los dos actores principales, en lo político o en lo social.

Pero ese tema queda para el próximo post.


El sindicalismo y la larga supervivencia de la Argentina peronista

febrero 18, 2024

En 1998 el historiador Tulio Halperín Donghi -el más importante de los modernos- publicó un ensayo «La larga agonía de la Argentina peronista». Basado en una conferencia que dio en 1994, así que el tema viene de largo.

No lo volví a leer desde hace bastantes años, y por eso me voy a enfocar, solamente, en cómo influyó en mi pensamiento. No lo tomé en cuenta -o no mucho- para el análisis político. Porque no pienso en términos de «esencias» abstractas. Para mí el peronismo es la suma de los hombres y mujeres que se piensan a sí mismos como peronistas, los candidatos que votan y las políticas que apoyan. Y todo ello ha ido cambiando a lo largo de las décadas. Pero aún hoy esa suma de distintos y a veces contradictorios proyectos y sentimientos, es la fuerza política más numerosa de nuestro país. Se vio en las últimas elecciones.

Ahí también se vio que es la opción política que despertó más rechazo entre los -aún más numerosos- que no se identifican como peronistas. Eso también ha sido una constante.

Al punto: mi mirada, digamos «histórica», influida por T. H. D., es que el peronismo fundacional, 1945-55, fue decisivo para la construcción de una estructura socio-económica que siguió desarrollándose hasta 1975. El golpe militar de 1955 fue sangriento y represivo, pero no la modificó sustancialmente, aunque esa fue la pretensión de sus autores.

(No por casualidad, coincidió con el mismo período «los 30 años gloriosos» de los estados de bienestar de la Europa Occidental. El peronismo puede leerse como un «estado de bienestar con características argentinas»).

Esa periodización que asumo es una simplificación, claro. La industrialización argenta comienza con Justo, después que la Gran Depresión de los ´30 destruyò para siempre a la Argentina próspera -para las clases altas y medias- que exportaba carne y trigo a Europa. Y las luchas pos-55 entre peronistas y antiperonistas, entre «azules» y «colorados», entre los entusiasmados con Cuba y los anticomunistas «occidentales y cristianos» no fueron triviales.

Pero dos factores fundamentales de esos 30 años fueron, en gran parte, obra de Perón: una industria dinámica, aunque protegida, volcada sobre todo al mercado interno, y un sindicalismo fuerte y organizado. Identificado en su mayoría con el peronismo.

A pesar de sus antagonismos feroces, era una sociedad creativa y más justa que la actual. Y en crecimiento, hasta 1975.

No creo que sea casualidad que su declive comienza al mismo tiempo que el del «capitalismo renano», las socialdemocracias europeas. Pero tampoco debe pensarse en un mecanismo global. Argentina no está en Europa. Y no ha conseguido encontrar sus propias políticas económicas sostenibles, como lo lograron, al menos por unas cuantas décadas, los europeos.

Entre nosotros, el efímero «rodrigazo» de mediados de 1975 sirve para marcar una divisoria de época.

Lo que siguió da para una historia larga, que ya han escrito muchos otros. Lo que me interesa señalar aquí es que lo que ha sobrevivido mejor -no bien, mejor que otros elementos de esa sociedad- es el sindicalismo.

Con la estructura y, en la mayoría de los casos, la doctrina que les dio Perón. Y también con las obras sociales -las empresas de servicios- que les dio Manrique, en esa Argentina de los ´60. «Sindicalismo con características argentas» entonces. Pero más parecido a los sindicatos europeos y yanquis que a cualquier otro en la América del Sur.

Como sea, hoy me parece importante destacar que en esa «larga agonía» del modelo industrial peronista, los sindicatos se han mantenido, y peleado.Mucho mejor que otros. En cada crisis de los últimos 50 años he escuchado a mis amigos industriales llorar por la destrucción irreversible que experimentaban. Pero no se organizaron, ni aportaron a alternativas políticas. Las grandes empresas se limitan a comprar «hecha» la política, y conseguir favores del Estado.

Los sindicatos golpearon para negociar mejor. En ese «rodrigazo» que recordé, forzaron el alejamiento del siniestro López Rega. En el «Proceso» de 1976-83, las luchas sindicales empezaron a desafiar la dictadura bastante antes que las protestas políticas. Siguieron bajo Alfonsín, claro, pero fueron bastante domesticadas por el «Turco» Menem y la memoria de las hiperinflaciones. Igual, fue entonces cuando el apellido Moyano empezó a hacerse conocido, cuestionando la «pax menemista» desde el Movimiento de Trabajadores Argentinos, el MTA.

Este es un post, no un libro de historia. Solo unos pantallazos para ilustrar mi opinión: la Argentina peronista, la de 1945-55 ya no existe y no será reconstruida, salvo como metáfora. Y tampoco la que perduró por 20 años más. No hay máquinas del tiempo (Toynbee apuntó que en las crisis históricas aparecen salvadores que ofrecen volver a un tiempo mítico, pero es solo propaganda).

Igual, el pasado no se borra (aunque otros «salvadores» lo intenten). Supervive, forma parte, en el presente. Y, como comprueba el actual presidente, sigue peleando. Para obligarlo a negociar. El derrumbe del gobierno actual, si se produce, será causado -como en el caso de los anteriores experimentos industricidas- por el fracaso de sus propias polítcas.


Perón: «Yo les pregunto a ustedes ¿han visto alguna vez un dólar?» Hoy contestamos «SIII!»

febrero 15, 2024

Es evidente que Milei ha incorporado un lugar común de los consultores en comunicación: un dirigente político debe asumir que está siempre en campaña. Ayer, además de prometer blanqueo («tabula rasa») a todos los que le juren lealtad, y castigo eterno a los «traidores», volvió a mencionar una de las consignas con la que enamoró a muchos votantes, la «dolarización».

Como es un tema importante, y está planteado por enamorados y odiadores en vena ideológica y confusa, quiero acercar algunos hechos en este post. Que tratará de ser breve.

Hoy existen en el mundo varios países que han renunciado a tener moneda propia y adoptaron el dólar. Todos ellos son pequeños, pobres … y unitarios (esto tiene mucho que ver, sí).

También, hay otro grupo de países, entre medianamente y muy prósperos -varios son potencias industriales-, algunos federales, que renunciaron a la moneda propia. Adoptaron el euro, y un Banco Central Europeo. Previamente, claro, habían construido un Mercado Común, con una legislación y aranceles muy extensos y estrictos.

Pero el presidente argentino actual, sabemos, adhiere a la Escuela Austríaca de economía, que mira a esas instituciones como atentados contra la pureza ideológica de los «mercados» y la libre iniciativa de los empresarios. Para peor, el peluquín es devoto de su secta más delirante, que abomina de los bancos centrales, y promete cerrar el nuestro.

Al punto central: otro economista, Martín Lousteau, le contestó a Milei, afirmando que está preocupado porque la dolarización es «irreversible».

Yo sostengo que no. La dolarización es otras 2 cosas que empiezan con i: «idiota» e «imposible entre nosotros en su forma total».

Y una de las razones porqué es imposible en forma total, es que en Argentina hubo y hay una dolarización parcial, creciendo desde hace largas décadas.

Cuando Perón hace la pregunta que recojo en el título ante una manifestación en la Plaza de mayo, en 1948, pocos argentinos habían visto un dólar. En ese tiempo, sólo una pequeña minoría viajaba al exterior. Hoy, nadie ahorra en pesos (salvo los que especulan con tasas, por lapsos brevísimos). Y la moneda elegida por la inmensa mayoría para ahorrar -depositado en el exterior, en cajas de seguridad, en cuentas bancarias o en «canutos») es el dólar, porque es fungible: se acepta en todos lados.

En la práctica, Argentina tiene 2 monedas: el peso, para los sueldos y los gastos corrientes, y otra, el dólar «cara grande» para ahorrar y para los gastos importantes, como compra de inmuebles. Ya ven, existe esa «libre competencia de monedas», que prometían el peluquín y la Pato.

Por supuesto, a todo el mundo hoy le gustaría cobrar sus sueldos en dólares -como hacen, por ahora «en negro», los programadores y otros que trabajan para el exterior. Pero si el Estado nacional pudiera pagar sus gastos, sueldos, jubilaciones, compras, en dólares… significaría que sus ingresos estarían en equilibrio con gastos.

Porque el Estado argentino no puede emitir dólares, y nadie se los va a prestar para cubrir gastos. Ni siquiera al Toto Caputo. En realidad, menos que menos al Toto Caputo.

Y si Javo trata de aumentar los impuestos para equilibrar los gatos… los «argentinos de bien», esos que lo aplaudieron hace poco en la primera clase de un vuelo de línea… dejarán de aplaudirlo.

Si hay algo que los argentinos de bien odian, es pagar impuestos. Si trata de cobrarlos -ya le pasó recién con las retenciones a los productos del agro que figuraban en el capítulo fiscal de la difunta «Ley Ómnibus»- será un populista cualquiera.

Por supuesto, los estados provinciales resistirán cualquier intento del gobierno central de equilibrar el presupuesto nacional a costa de ellos. En última instancia, emitirán «bonos», cuasimonedas. Que aceptarán los que no tengan otro remedio: sus empleados, los proveedores y pymes pequeñas,… Bah, lo mismo que tendrá que hacer el Estado nacional, si intenta la fantasía de «dolarizar» sin recursos genuinos.

Este problema es estructural a la economía argentina, por lo menos desde 1975. Y nuestra dirigencia política ha fracasado en resolverlo. Por eso los votantes terminaron eligiendo a alguien de quien muchos dudaban si no estaba loco. Los aparentes cuerdos no lo resolvían.

Hay señales que en la dirigencia joven se va tomando conciencia. En su campaña en las PASO, uno de ellos -Juan Grabois, nac&pop y bergogliano si los hay- habló de «realización». De equiparar el peso, no con el dólar, sino con el Real brasileño, razonablemente estable.

Una idea interesante, pero no es la solución. La Patria Grande está muy bien, pero es difícil que Lula acepte que un argentino emita Reales.

Ya que este post empieza con una frase de Perón -hay tantas- rescato al final una de sus consignas básicas: «Cada argentino debe producir al menos lo que consume». Pero ha caído en el olvido. Como también el hecho evidente -salvo para los «austríacos» más delirantes- que el Estado puede y debe ser un auxiliar eficaz de la producción. De «derecha» a «izquierda», comparten la convicción que el Estado es Papá Noel. La diferencia es a qué niños o niñes debe traerle más regalos.


Milei y la noche de los cuchillos largos. Para cortar subsidios

febrero 9, 2024

Este es otro posteo de coyuntura. Pasa que Argentina está llena de coyunturas.

Empiezo aclarando que el título no debe tomarse en serio. Así como «La noche triste de Javier Milei» trató de algo muy distinto a la experiencia de Cortés en Tenochtitlán, tampoco el peluquín es Hitler, ni Argentina es Alemania 1934.

Es que somos víctimas de la maldición de Marx (no Groucho, el otro): «La primera vez como tragedia, la segunda como farsa».

En serio: una mayoría clara de los argentinos -más del 60%- votó en octubre pasado a 3 opciones, LLA, JxC, y Hacemos, que prometían políticas económicas bastante parecidas. Las de la primera opción, la que juntó más votos de las 3, tenía una carga ideológica más notoria y exagerada, y consignas novedosas como «dolarización». Pero todas ellas podían ser englobadas -y lo fueron, por los aliados y comunicadores progres del peronismo, entonces en el gobierno- como la «Derecha».

Hago este repaso superficial de una historia muy cercana, porque el conflicto agonal, y decisivo, que se desató en la semana que termina, es entre las fuerzas políticas, y sus dirigentes, englobados en esa Derecha.

(Una observación menos de coyuntura: la izquierda ingenua ve a las grandes empresas transnacionales como el «poder real» que da instrucciones a sus empleados, los políticos. Una tontería, que subestima el verdadero poder real de esos CEOs, la decisión de invertir, y en qué y dónde. Aportes para campañas, y sobornos, también son sus herramientas, pero menos decisivas en el plano de los que luchan por el poder, no solamente por los cargos).

El hecho fue que cuando en esta semana varios de los legisladores de esas fuerzas -incluidos algunos de la propia- votaron en contra de aprobar algunos artículos de una «Ley Ómnibus», que tenía varios centenares y un nombre pomposo…La reacción de Milei y sus trolls en las redes hacía recordar -en tono de farsa, claro- a la depuración que el Fuhrer decidió hacer en sus tropas de asalto, las S. A.

Es cierto que el hombre del bigote a lo Chaplin uso a las S.S. para descabezar a las S.A. en «la noche de los cuchillos largos» Y nuestro presidente sólo ordenó cortar subsidios al transporte en las provincias.

Pero eso duele al laburante que tiene que tomar colectivo y tren, por ejemplo, para llegar a su trabajo. Y también a gobernas e intendentes de corazones y bolsillos sensibles, cómo no.

El sentido de esta disputa? Que sospecho era inevitable, pero no tan pronto. Milei ha decidido que conservar el elemento esencial de su liderazgo, su propio «relato», el enfrentamiento con la «casta política» es para él mucho más importante que alianzas en el Congreso.

Puede ser un error fatal. No cuenta con milicias fogueadas en la lucha por el control de las calles en la Alemania de los 20 y los 30, cuando los comunistas, los distintos nacionalismos, los socialistas y hasta los conservadores tenían sus cuerpos militarizados. Las «milicias» del peluquín son digitales, y aunque sus insultos pueden herir a las almas sensibles, no impresionan a nadie que haya militado un mínimo de 6 meses en política o gremialismo.

Pero esa decisión tiene su lógica. Ese enfrentamiento -hipócrita para algunos, ciertamente selectivo, ¿no es así, Daniel?- con la «casta» lo llevó en menos de 3 años de ser un panelista de TV a la presidencia de Argentina.

Como sea, el escenario político argentino ha tenido un nuevo cambio brusco. El peronismo -Unión por la Patria- permanece en su lugar, quizás todavía aturdido. Las fuerzas de la coalición JxC -que ya se había desintegrado- y lo que se podría llamar el «schiarettismo» se divide en 2 partes. Una que seguirá a sus gobernadores y los apoyará en la inevitable negociación con el gobierno nacional, sea cual sea la suerte de este.

Y un sector -mayoritario o no, eso está por verse, del PRO- se pegará a quien mostró poder juntar los votos para las políticas que les gustan.

Ya que estamos haciendo comparaciones fantasiosas con la Alemania de 90 años atrás, podemos verlos como los conservadores alemanes que apoyaron el ascenso de Hitler a la Cancillería del Reich. Macri sería entonces el Franz von Papen ¿Le darán la embajada en Turquía?


Pichetto y los Corregidores de Milei

febrero 3, 2024

Los corregidores eran funcionarios de la monarquía española, en tiempos de los Austrias. El diputado Pichetto podría ser funcionario de una monarquía -presidió el bloque de senadores cuando gobernaban Néstor y Cristina- pero lo que me inspiró el título fue la tarea que el grupo de diputados que él encabeza ahora está cumpliendo: corregir errores y locuras que los impulsos y la estrategia de marketing del presidente Milei hacen cometer a su gobierno.

Un amigo me dice que ve a Pichetto como un personaje de Borges. Podría ser «Prefiere la traición a la irrelevancia» suena como una frase que el viejo maestro ciego incluiría en un cuento.

Pero lo que quiero analizar -superficialmente- aquí es el papel político que cumple ese grupo y el espacio en que se mueve. El astuto Carlos Pagni acuño la expresión «el Centrao», aludiendo a los legisladores que en el Congreso brasileño moderaban o frenaban (algunas de) las arremetidas de Jair Bolsonaro.

Pero la realidad política de Brasil es distinta de la nuestra. Después de la muerte de Getulio Vargas, y sobre todo después del largo período de gobiernos militares, allí ya no hubo fuerzas políticas nacionales con una clara identidad. Sus legisladores son, en su mayoría, «independientes» que cambian con facilidad de partido o coalición.

(Se puede decir que aquí estamos en ese mismo camino, pero todavía falta).

El peronismo, el radicalismo y hasta el PRO -los partidos que gobiernan provincias y pueden aspirar a la presidencia- no son etiquetas superficiales  aún hoy.

Entonces, ¿qué es este Centrao argento, estos «corregidores»? ¿Hay una identidad política ahí, o como en Brasil, es la suma de lobbistas y políticos locales, que se unen o se alejan según las circunstancias?

Creó que -además del oportunismo, siempre presente en la política, en todas las fuerzas- hay una suma imprevista pero natural.

Del PRO viene un sector que había encontrado en Mauricio Macri un liderazgo a su medida: un empresario -bah, de familia empresaria- moderno, que planteaba un país capitalista moderno. No lo consiguió y ahora él y Patricia Bullrich son mileístas más por revancha que por convicción. Pero el proyecto original del PRO sigue teniendo adherentes, cómo no.

Y del peronismo vienen los que sienten nostalgia por un sueño parecido, el del menemismo (No hay que pensar que todo peronista que no aguanta al kirchnerismo es menemista. Seguro que no. Pero no tienen un proyecto diferenciado propio).

Entonces, cuando y si el peluquín y la secta «libertaria» tropiece con sus propios pies ¿los actuales «corregidores» conformarán una identidad política con chances?

En la falible opinión de este bloguero, no. Porque esta película de «modernización y apertura» ya la vivimos. Hace 50 años, a lo bestia, con Martínez de Hoz. Y luego, con astucia y muñeca, con Menem-Cavallo. En ambos casos terminó muy mal. No se me ocurre porque ahora saldría bien. Lo siento, Toto, pero tu sabiduría financiera no me impresiona.

Me parece evidente que, así como en el siglo pasado quedó claro que el socialismo leninista, propietario de los medios de producción, fracasó, también resulta evidente que todos los países que han logrado un desarrollo industrial sólido, todos, cuentan con un Estado planificador eficiente.

(No se molesten en mencionar a Inglaterra y la Revolución Industrial. Desde las leyes de pobres de Isabel I, el Acta de navegación de Cromwell, las leyes de granos del siglo XIX, siempre hubo un Estado -con otro nombre, porque la palabra les suena a cosa de franceses- que intervino y encauzó).

Por eso es que creo que todo lo asociado con esta experiencia Milei, aún como moderador, quedará tan desprestigiado como el menemismo después de 2001, que tardó 20 años en reaparecer, tímidamente.

El desafío, me parece, es si desde este Otro Lado se asume el concepto de eficiencia en el Estado. O se sigue pensando al Estado como el gordo bobo que reparte beneficios a los de abajo, los del medio y los de arriba. Y los más grandes para los de arriba.

Si no se aprende, seguiremos en la rueda del último medio siglo.