Post brevísimo y superficial. Tema: nuestro huésped, Evo (su derrocamiento)

diciembre 14, 2019

Recién leí en el «muro» de mi amigo Julio Fernández Baraibar parte de una ya larga discusión sobre si a Evo Morales lo voltea EE.UU. (alias «el Imperio»), o la «rosca» (la oligarquía boliviana), o… No pude resistirme y metí mi cuchara. Y ya advertí aquí que iba a engañar mi adicción a pontificar con posteos cortos y superficiales. Copio:

En mi (falsamente) humilde opinión, el desplazamiento de Evo se debe a 2 fuerzas. Ambas necesarias, pero NO suficientes. La hostilidad de EEUU es explícita. Y sin ella, la rosca no se animaría a derrocarlo. Pero la hostilidad gringa y la de la rosca no alcanzaría (no alcanzó durante 13 años), si no hubiera existido antes un desgaste del liderazgo de Evo en parte de sus seguidores, y en el apoyo de las FFAA y de seguridad.


«Patriotismo, populismo y Brexit» ¿Algo para nosotros?

diciembre 13, 2019

Atención: esta nota de María Laura Avignolo que reproducimos en AgendAR es una pieza literaria. La mayoría de los votos que le dieron su triunfo aplastante en las elecciones de ayer a Boris Johnson no son «los perdedores del capitalismo salvaje», los mineros desempleados. Pero, como toda buena pieza literaria, alumbra un aspecto de la realidad. En este caso, la derrota del laborismo.

Porque el Boris encabezó la victoria más grande del partido Conservador desde Margaret Thatcher. Pero la del Labour Party fue la derrota más dura desde 1935.

Esta elección no será una más. Tendrá consecuencias muy importantes. Para el Labour, que tendrá que buscar un nuevo líder, para el Reino Unido, que puede dejar de serlo si la primera ministro escocesa, Nicola Sturgeon decide proponer un referendum por la independencia. Y para la política europea. Este es un golpe para la «Europa de los banqueros», como la llamó De Gaulle, digan lo que digan los medios.

Les propongo leer la nota, si no lo hicieron ya. Al final, digo cuál creo que es el mensaje para nosotros.

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«El voto de los mineros del nordeste es clave en las elecciones de Gran Bretaña. Ellos son los perdedores del capitalismo salvaje y financiero, las raíces de su anti europeísmo, del sentimiento anti inmigratorio y el nuevo patriotismo populista británico. Son el Brexit.

Esta elección británica se juega en el noreste del país. Ese territorio que la ex primera ministra británica conservadora Margaret Thatcher arrasó cuando cerró las minas de carbón a finales de los 90, y condenó a los mineros al desempleo sin reconversión y a la nostalgia de un pasado que siempre fue mejor para ellos y su familia que el futuro y horrendo presente, tras años de austeridad económica.

En 1983, Gran Bretaña tenía 174 minas trabajando y en 2019 solo quedan seis. Esa es la paradoja que hoy hace que esos ex mineros y sus familias en los pueblitos cercanos a Durham, esos bisnietos de la revolución industrial de Wigan y los suburbios de Liverpool, esos obreros desempleados de Lancashire y Yorkshire apoyen a los conservadores y a Boris Johnson, aunque toda su vida lleven al laborismo en su corazón. No les gusta el líder laborista Jeremy Corbyn: no entienden si está a favor o en contra del Brexit, que ellos creen que será un maná que les devolverá el esplendor imperial perdido, el trabajo y su calidad de vida. El divorcio europeo le está ganando a la identidad de clase en Gran Bretaña.

El Gran Norte, como lo llaman los británicos. Helado, solidario, gris, con un acento fuerte diferente al del Estuario del Sur y una clase obrera orgullosa de sus orígenes. Más una taza de té oscuro, Earl Gray, con mucha azúcar y leche, en la mano para quien los visita.

El primer ministro británico Boris Johnson​ pasó las últimas 72 horas de su campaña en estas tierras laboristas, que están siendo conquistadas o seducidas por los conservadores Brexiters. Esa “pared roja”, que tradicionalmente votó laborismo, pero que los torys creen que son los votos que ahora definen su elección.

Los votantes Labor deberán olvidarse del racista discurso de Boris cuando visitó Liverpool. En su “blitz” en el norte, este candidato a primer ministro tory, que habla al menos 9 lenguas europeas, creció en Bruselas, se educó en Eton, estudió historia y lenguas clásicas en Oxford, habla griego antiguo con su familia, y nunca fue anti inmigrantes, deberá convencerlos de su “conversión” a su causa.

Boris les dirá que ellos van a sufrir “la gran traición de Jeremy Corbyn​” porque los diputados laboristas ganaron sus bancas bajo “la falsa promesa “de asegurar el Brexit” para “luego olvidarse y darles la espalda”. Visitará cinco lugares laboristas, incluido Sunderland, que fue fundamental en la noche que se impuso el Brexit. La leyenda electoral dice en el reino que quien gana Sunderland, gana la elección.

El mensaje de Boris es simple: ”El partido laborista los decepcionó a todos ustedes. Bajo Jeremy Corbyn, ellos prometieron honrar el resultado del referéndum, antes que votaran contra el Brexit en cada oportunidad que tuvieron en el Parlamento. Ellos ganaron sus bancas bajo falsas promesas. Ahora ellos están proponiendo otro referéndum. Le van a extender la franquicia a otros dos millones de ciudadanos europeos. Es la gran traición, orquestada en Islington (el barrio de Corbyn) por políticos que traicionan sus valores e ignoran los votos”, dirá. Al menos es lo que escribió su jefe de campaña, Dominic Cummings, para que repita.

Jeremy Corbyn, de campaña en Bristol

El primer ministro recicla sus slogans del referéndum del 2016 y todos sus mitos: “Para controlar una incontrolada inmigración”, para “no enviar dinero a la Unión Europea que podemos gastar en casa”, “para recuperar el control de las élites de Bruselas, para forzar a los políticos en Westminster a escuchar a ustedes y no solo a Londres y el sudeste”.

Distritos en Gales, las East Midlands, Yorkshire, y Lancashire son los territorios que atraviesa Boris, en helicóptero y en ómnibus. En ellos busca ganar una mayoría de entre 40 a 60 bancas para poder imponer el Brexit, votarlo el 19 de diciembre en el Parlamento e irse de la UE el próximo 31 de enero. “Let´s get Brexit” done” (Vamos a hacer el Brexit) es su mantra.

Por décadas el noreste de Gran Bretaña fue rojo, territorio laborista y obrero. Creer que podrían apoyar a los conservadores era simplemente impensable. Ahora, el Brexit está dividendo las aguas más allá de la ideología de los partidos. Esa diferencia entre pro y anti europeos ha convertido a la zona en el campo de batalla que define esta elección.

Los candidatos laboristas ex mineros tratan de recordarle a los suyos cómo fue el gobierno de Margaret Thatcher y sus sucesores. ”Queridos amigos, los tories y sus amigos en el partido del Brexit quieren finalizar el trabajo de Thatcher” es la carta que Dave Anderson y Alan Mardghum, dos ex mineros, distribuyen casa por casa en los alrededores de Durham. Un distrito que es laborista desde 1935.

El servicio de salud, los recortes por la austeridad que duraron 10 años, los bancos de alimentos, los híper precarios contratos Cero ( si no hay trabajo, aunque vayan a trabajar, no les pagan), los recortes a la educación, el acceso a los transportes comunes son los temas del debate. Pero la gran discusión es permanecer o irse de Europa. A los votos se los están llevando los conservadores anti europeos. El partido del Brexit de Nigel Farage está en crisis. Sus candidatos lo abandonan y se vuelven a los torys. Son violentos los habitantes con los laboristas que timbrean. Otros los amenazan con votar a los conservadores.

Toda el área estuvo siendo frenéticamente visitada por conservadores y laboristas pidiendo el voto. Los electores laboristas tienen un problema: no le creen a Jeremy Corbyn pero sienten que se traicionan a ellos y a su historia si votan los torys. Este dilema da el resultado en las elecciones británicas.»

ooooo

Un analista local inteligente, pero muy anti Boris, dijo que en Gran Bretaña ganó el macrismo. Nada que ver. No sólo porque B. J. es un político mucho más astuto que Macri -destruyó como fuerza política, lo devoró, al UKIP, el partido xenófobo de los Brexiters; como Menem en su tiempo devoró a la Ucedé. El factor más importante, el que unifica el voto «tory» en estos comicios fue el patriotismo «identitario» inglés, el rencor o el fastidio con la burocracia de Bruselas. En otro análisis tuitero, más acertado: «Volvió a ganar Nación sobre Clase».

En concreto, esto fue una manifestación inglesa de algo que está creciendo en Europa: el rechazo a una globalización economicista, sin contenido social ni emocional. Justamente, el ideal del macrismo, cuyas capitales espirituales son Manhattan y Miami.

Ahora, la advertencia que estas elecciones dejan para nosotros (los que ganamos el 27 O), no tiene, en lo inmediato, que ver con la globalización. Hay un mensaje más urgente: no descuidemos la coalición que nos llevó al triunfo: peronistas kirchneristas, peronistas tradicionales, progresistas. Una pata que falte de ese trípode, puede hacernos tambalear.


Vaca Muerta, la apuesta y la trampa

diciembre 2, 2019

Este será el primero de esos posteos espontáneos y superficiales que prometí, atrapado entre la falta de tiempo y la pulsión de bloguear (Ojo: no estoy diciendo que los anteriores eran profundos y reflexivos).

En este caso, el impulso es muy fuerte. Tengo claro que la media docena de hombres (no hay «políticas de género» en petróleo ni en energía en general; Emma Pérez Ferreira fue una afortunada excepción en la CNEA, 30 años atrás) que todavía están peleando por los cargos donde se tomarán las decisiones claves para este yacimiento, todos ellos saben mucho del tema. Más que yo, por lejos.

Y es evidente para todos que en esa explotación del petróleo de esquisto -el «fracking»- juegan intereses económicos locales y globales, y también influyen ideologías, alarmas científicas y delirios varios. Como sea. Mi evaluación es que el inminente gobierno de Alberto Fernández no tendrá otro remedio que apostar a las divisas que -se supone- podría aportar la exportación de petróleo y gas que produzca Vaca Muerta: hay muchas necesidades y pocas alternativas en el corto plazo.

Y lo del corto plazo es clave en dos sentidos: no es seguro -nada lo es- pero es posible que en algunos años, el «fracking» resulte inviable, por razones económicas o ambientales.

Entonces, al grano. ¿A qué me refiero con «trampa»? A una que están desde hace tiempo armando los «expertos» (expertos en formar opinión) a quienes los medios consultan sobre explotaciones petroleras y las inversiones necesarias. Que tratan de transformar -el santo grial por el que todos los comunicadores nos esforzamos- en «sentido común».

Dejar instalado en la opinión pública que. para que resulten rentables las gigantes inversiones, en extracción y en infraestructura, que requerirá Vaca Muerta, es imprescindible que los precios de los combustibles en Argentina sean «realistas». Es decir, internacionales. Es decir, altos.

Esto es falso, más allá que nadie publica análisis de costos serios de la producción de energía, ni en Vaca Muerta ni en centrales eólicas.

La energía es un insumo fundamental para todas las actividades productivas: la industria, el agro, el transporte. Además, de las familias, claro. Si los argentinos tenemos que pagar el combustible a precios internacionales ¿porqué nos convendría contaminar napas en la Patagonia con el fracking en lugar de importarlo?

El beneficio ´posible para nuestro país estaría en lo que el Estado pueda recaudar sobre las exportaciones, a precios internacionales. También, el beneficio para las empresas, si el yacimiento es rentable. Y si no lo es, ¿para qué diablos interesa explotarlo?

En todos los países petroleros, los combustibles son muy baratos. La Argentina no es uno de ellos, pero, como dicen en mi barrio, tampoco la pavada. No tiene sentido que paguemos caros los combustibles con el fin que algunas empresas inviertan en Vaca Muerta… para vendernos caros a nosotros mismos los combustibles que logren extraer. Si la exportación prevista cubre la amortización de las inversiones, el beneficio para las empresas, la recaudación impositiva del Estado, manteniendo precios locales accesibles, adelante. ¿Si no, cuál sería el beneficio para los argentinos?


Desalambrando la grieta

diciembre 1, 2019

Columnista apropiado: Aldo Duzdevich

En los últimos días de Macri, a pocos días de los Fernández, siento ganas de retomar este blog ¿Cómo no? Pero sin tener más tiempo que antes, y calculando que pronto tendré aún menos, es difícil. A lo mejor, posteos breves, tuits con pretensiones… Veré. Ahora, me descargo copiando algo que encontré en la estimulante Movimiento, de Mariano Fontela. Con un lenguaje más militante que el mío, Aldo expone un análisis que comparto y, sobre todo, algunos hechos concretos. Al final, agrego unos párrafos:

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«A mi entender, la “grieta” es el invento que encontró la oligarquía para sumar apoyo político y social a su proyecto de minorías que deja fuera al 95% de la población, incluyendo a quienes la votan. Algunos compañeros usan la palabra “grieta” para definir la confrontación de los dos proyectos, que efectivamente existe y es irreconciliable: uno, el de la oligarquía, de un país dependiente y mero exportador de materias primas; y otro, el proyecto popular, de independencia económica, con crecimiento industrial y justa distribución de la riqueza. Yo voy a usar la palabra “grieta” con la primera acepción.

En el 40% de votos por Macri no hay solo estancieros de Barrio Norte, dueños de bancos y gerentes de multinacionales. En los diez millones que votaron a Macri hay muchísimos jubilados de la mínima, trabajadores formales e informales, pequeños comerciantes… hasta en las mesas de las comunidades mapuches de mi provincia sacaron votos Macri y Gómez Centurión.

De 1955 a 2008: la grieta que tardó 50 años en volver

Tal vez habrá existido antes. Pero, para hablar de la grieta tal como la percibimos hoy, lo más lejano es 1955: peronismo-antiperonismo, la antinomia que la oligarquía y el imperialismo habían logrado instalar, primero con el argumento de combatir al “nazi-peronismo”, y más tarde con el de lidiar con los “quemadores de iglesias”. Las familias se dividían. Se inoculaba odio, que en un momento se transformaría en violencia. En el antiperonismo militaban las clases medias, los estudiantes universitarios, la intelectualidad de izquierda y la naciente burguesía industrial nacida al abrigo de la política peronista. Y por supuesto la vieja y rancia oligarquía. Todos dirigidos por la embajada del norte. El golpe de septiembre terminó siendo cívico-militar, con cientos de jóvenes de clase media participando en los “comandos civiles”. En Córdoba “la heroica” llegaron a participar 1.500 civiles armados en el bando golpista. Luego vino la persecución policial al peronismo, y el paulatino desencanto de la población con los “libertadores”, y la grieta se fue en parte diluyendo, en parte aplacando.

En 1966, con la llegada de Onganía al poder, se inicia la nacionalización y progresiva peronización de las capas medias universitarias. En la lucha contra la dictadura militar, ese antiperonismo visceral se convirtió en una pieza demodé. En 1972 Perón vuelve sin odios ni revanchas. Convoca a sus adversarios de antaño: Balbín, Frondizi, Alende y Solano Lima, a buscar entre todos un proyecto común que uniera a los argentinos. Es el momento del “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, el abrazo histórico con Balbín y la propuesta, inconclusa por su muerte: el Proyecto Nacional que integraba al 95% de los argentinos tras una propuesta común. El retorno a la democracia en 1983 nos volvió a encontrar unidos a todos los partidos y, a pesar de las travesuras de Alfonsín con el “pacto militar-sindical”, el clima social no mostraba ninguna grieta. Discusiones y distintas opiniones políticas hubo siempre. Pero parecía que aquel odio gorila hacia el peronismo se había extinguido junto a los dinosaurios. Sin embargo, solo estaba larvado, y las usinas mediáticas al servicio del imperio encontraron el momento de resucitarlo.

Fue en 2008, en el conflicto con el campo. Allí reaparecieron desde su panteón central en Barrio Norte los vetustos gorilas, contagiando su odio a las nuevas generaciones de clasemedieros consumidores de TN y Lanata, con el dedo en fuck you como bandera de guerra. Más tarde se repotenció con Nisman: el gorilismo había logrado construir un mártir, casi un Che Guevara, pero del cipayismo vernáculo. Durán Barba percibió rápidamente que por allí nos entraban las balas, y construyó pacientemente una estrategia para agrandar y consolidar la grieta.

Así llegamos hoy, con una sociedad dividida artificialmente, en la cual gran parte de los pobres, jubilados, trabajadores, empleados, comerciantes, profesionales o industriales perjudicados por las políticas económicas de Macri lo vuelven a votar, solo porque nos odian.

Dos palabras sobre el golpe contra Evo Morales

Primero, hay que decir que la situación actual tiene mucha similitud con el cerco internacional realizado por el imperio contra la Argentina en 1973. A la actitud guerrerista de Bolsonaro ahora se suma la caída de Evo, y en Uruguay perdió el Frente  Amplio. El imperio tiene claro que lo verdaderamente peligroso para sus planes en el cono sur es un nuevo gobierno peronista en la Argentina.

Volviendo a Evo, diré que a él también se lo comió la estrategia duranbarbista de la grieta. Fueron estudiantes universitarios los primeros en ganar las calles contra su gobierno. Y el golpe, al igual que el argentino de 1955, tuvo un gran acompañamiento civil. Tantas son las similitudes que, cuando lo escuchamos renunciar para no sumir a Bolivia en una guerra civil, oímos a aquel Perón obligado a elegir entre el tiempo y la sangre.

Reconocer el problema

Lo primero que necesitamos es reconocer el problema. Porque últimamente escucho y leo con preocupación a muchos de los nuestros que hablan de “proyectos irreconciliables”, de enfrentamiento total. Hasta en algunos foros se levantan con absoluta liviandad consignas de guerra y violencia, como si en nuestra tierra fuese insuficiente la cuota de sangre que pagamos en la última dictadura. Yo, peronista, no tengo ningún proyecto irreconciliable con mi vecino jubilado que vota a Macri; ni con el del taller mecánico que también lo votó; ni con mi médico; ni con el fabricante de soda de mi pueblo que se cree el Trump de los negocios. Todos ellos, e incluso los grandes industriales y gran parte del sector agropecuario, están integrados dentro del Proyecto Nacional que nos legó Perón.

Tomemos conciencia de que estos tipos del PRO, en medio del desastre económico, salieron a caminar y en dos meses juntaron dos millones de votos más que en las PASO. Ahora desde la comodidad de ser oposición, en dos años, con poco nos pueden ganar la elección intermedia.

Un gobierno de transición

Después de cuatro años de destrucción neoliberal, el que viene es un gobierno de transición. Con objetivos modestos pero dificilísimos de lograr: atender el hambre urgente; frenar el cierre de fábricas y reabrir una por día las 20.000 que cerraron; mejorar algo la situación de los jubilados; bajar un poco la inflación; recuperar lentamente del poder del salario; y conseguir dólares para evitar un nuevo default de deuda que ponga a cientos de fondos buitres a embargarnos los aviones y la Fragata Libertad.

Acompañar a Alberto y Cristina

Alberto y Cristina ya la vieron clara –mucho antes que a mí se me dé por escribirlo– y buscan hacer pie en aquellas ideas de Perón de 1973. Unidad del peronismo primero, para avanzar hacia un consenso más amplio de unidad nacional; pacto social sobre la base de los grandes actores; y propuesta de un Proyecto Nacional que incluya a la enorme mayoría de los argentinos.

Para esto hace falta una conducción centralizada y unidad de concepción en la tropa propia. Pero el nuestro es un frente muy heterogéneo. Progresistas versus doctrinarios; apresurados versus retardatarios; principistas versus pragmáticos; etcétera. La amplitud de nuestro frente político social es nuestra mayor virtud –que nos permitió ganar la elección– y nuestra principal debilidad, sobre la que intenta operar el enemigo. Para los progresistas, cuando Alberto visita a Lula en la cárcel es un genio; pero cuando va a un evento de Clarín y saluda al “diablo” Magnetto se convierte en sospechoso. Los ortodoxos, cuando suma a la CGT y a los gobernadores, aplauden; pero cuando suma a Lammens lo abuchean. Cuando va a un acto a reivindicar a Alfonsín –y de paso hacer un fuerte guiño a los radicales– la izquierda grita: “¡puso la obediencia debida y el punto final!”; y los ortodoxos agregan: “no te olvides de que Ubaldini le hizo 13 paros generales”. Alguno nuestro ya le dio cien días de plazo y el Pollo Sobrero –resucitado al tercer día– ya salió con los tapones de punta contra Alberto y contra la “burocracia sindical” invitada a firmar un pacto social. No va a ser fácil…

Tenemos por delante dos tareas. Una, ordenar el frente interno, evitando que el enemigo genere discordia y confusión en nuestras filas. Y la otra, avanzar en la batalla cultural para aplacar el odio y achicar la grieta.

Alberto ha dicho: “Hay que terminar con la psicología de la grieta. La política es un sistema de diálogos, de confrontar ideas. Tenemos que lograr un sistema de convivencia y respeto”. “Que en la grieta se queden ellos. Vamos a abrazarnos todos”.

Intentémoslo. Si lo logramos, la historia nos recordará por nuestra sabiduría. Si volvemos a perder el gobierno, la historia nos juzgará por pelotudos.»

ooooo

Aldo dice algo que me interesaba decir. Pero como es parte de una vieja discusión -para la mayoría, de unos 11 años; en mi caso, soy más veterano, tiene 49- distingo dos clases de argumentos.

Para muchos compañeros, la «grieta», es moral. La idea de una ética cristiana (atea, o por lo menos laica, en la gran mayoría) separa a los que sienten, sinceramente, que «la patria es el otro», que aman o por lo menos se conduelen de los humildes y excluidos, de aquellos que dicen «yo me rompo el culo laburando y…». Los sentimientos no se argumentan; se comparten o no. En mi caso, los respeto, pero no creo que sean una guía adecuada para el accionar político. No necesito sentirme bueno y generoso; no lo soy, mucho. Y no me creo que los de «mi lado» son todos buenos. Me basta con creer que mi causa es buena, y trato de mantener los ojos abiertos a las consecuencias no queridas.

En el espacio de los que hacemos o colaboramos en la política, la discusión es sobre estrategias. Los «polarizadores» apuntan, con bastante razón, que los «razonables» y «moderados» son con frecuencia vencidos por los que gritan más fuerte. Que la moderación es a menudo una excusa para conceder y abandonar, y que taparse los oídos a los argumentos del «otro lado» y embestir es la táctica ganadora.

Reconozco -no polarizador, yo- que muchas veces resulta cierto. En el corto plazo, que es lo que importa a una mayoría de políticos. Pero no siempre funciona, porque tiene un defecto; te congela en una posición táctica que luego no podés abandonar. Un ejemplo claro, reciente, del otro lado: Macri y Marquitos Peña decidieron a principios de este año no operar para dividir a la oposición, al peronismo, por el riesgo de crear otro rival tal vez peligroso; concentraron su estrategia en polarizar con CFK. No importa si acertaban o no. Porque el 18 de mayo ella cambió el escenario, y el resto es historia.

De todos modos, la cuestión fundamental, y además actual, con la polarización no es si sirve para ganar. Es si con ella se puede gobernar. «Una Casa dividida contra si misma no permanecerá» es una cita del evangelio que usó Abraham Lincoln; para los que se ilusionan con victorias definitivas y creen que así fue la Guerra Civil yanqui… el vice de Lincoln, Andrew Johnson, que gobernó los 4 años siguientes, era un hombre del Sur. La Reconstrucción fue una negociación, de la que los negros pagaron el costo.


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