En los últimos dos años hemos leído en los medios muchas malas noticias sobre la economía brasileña. No es el único país que sufre dificultades, por cierto. Eso sí, hay un desarrollo que me parece tiene un mensaje importante para nuestra clase política; lo mencioné hace hace tres meses en La lección de Brasil. Resumiendo mucho, decía:
“Dilma Rousseff a pocas semanas de ganar las elecciones eligió a figuras pro-mercados para conformar su nuevo Gabinete.
Esa politica que decidió, lo que pedía el mercado, no está funcionando«.
Acepto que esa conclusión puede ser discutida: Que daba un tiempo muy corto para que las medidas de ajuste dieran resultado. O que las raíces de los problemas brasileños eran tan profundas que las mejores políticas no alcanzaban para solucionarlos (No tengo que inventar nada: esos argumentos han sido usados aquí por la ortodoxia una y otra vez).
El caso es que en estos días las malas noticias se han intensificado y agravado. Tomando un poco al azar los ejemplos: Brasil, peor: entró en recesión y desempleo alcanzó su mayor nivel en casi cuatro años. Otra: Economistas prevén mayor inflación y contracción del PBI en Brasil. Eligiendo el más lúgubre, que proviene del vocero más establecido de la ortodoxia financiera, el Financial Times Brazil economy to contract nearly one-quarter this year in dollar terms (La economía brasileña se reducirá, en dólares, una cuarta parte en este año).
Quiero sugerir que tal vez es cierto que no corresponde acusar a este gabinete «ortodoxo» del agravamiento. Que la clave de esta situación se origina en políticas aplicadas consistentemente por los gobiernos brasileños del último cuarto de siglo, y que fueron aplaudidas como exitosas: La atracción a los capitales extranjeros, la lucha contra la inflación.
Antes que empiecen a gritar – o peor, a darme la razón – me apuro a decir que lo primero puede ser muy conveniente… si se controla ese flujo, limitándolo a inversiones que produzcan divisas y que no puedan «fugarse» rápidamente. Lo segundo es necesario… si se evalúan cuidadosamente las consecuencias.
El problema es que cualquier política antiinflacionaria, aún si no se lleva a cabo con un sesgo antipopular o por quienes creen en la religión del ajuste y la “confianza de los inversores”, tiene costos. Altos.
Pongo énfasis en esto por un hecho casual. Eliana Cruz, graduada en economía, está haciendo su tesis. Se interesó en un posteo mío sobre políticas antiinflacionarias de febrero de 2011, y me pidió bibliografía. No estoy en condiciones de preparársela (se lo recuerdo aquí a quien transmití el pedido, o a algún otro economista profesional), pero me ayudó a tener presente un artículo (de otros) que subí al blog hace cuatro años. Y que anticipaba, con asombrosa exactitud, los problemas que iban a caer sobre Brasil.
Se los resumo aquí, casi sin cambios. Sólo tuve que revisar algunos tiempos de verbo:
«La historia económica reciente de Brasil tiene paralelos con la nuestra, en una versión más “prudente”. Fernando Henrique Cardoso, a partir del Plan Real en 1994, lleva adelante la modernización de la economía brasileña, en clave globalizadora, que Menem impulsó en Argentina. Sin llegar al grado de desindustrialización que sufrimos aquí.
Y las gestiones de Lula y de Dilma han estado asociadas con las políticas sociales que en Argentina se despliegan en las gestiones Kirchner. La diferencia es que ellos aplicaron, en general, políticas económicas más ortodoxas y prudentes, que – después de un tiempo – merecieron el aplauso de los mercados internacionales. Sobre todo, mantuvieron un control exitoso de la inflación.
Lo interesante de este artículo que les traduzco es que los Sres. Paul Marshall, CIO de Marshall Wace y co-gerente del Eureka Fund, y su co-autor, Amit Rajpal, gerente de portfolios de MW Global Financials Funds (no exactamente intelectuales progres) anticipaban que las políticas antiinflacionarias que aplicaba Brasil podían llevarlo a una crisis grave. Léanlo, porque además es una muy buena descripción de los problemas que trae la abundancia de capital, y, sobre todo, el enamorarse de políticas que han funcionado.
“Brasil puede estar yendo hacia una crisis “subprime”
por Paul Marshall – 21 de febrero 2011
Brasil ha estado en una borrachera de crédito – en los últimos cinco años el crecimiento del crédito ha sido de 2,4 veces el Producto Bruto Interno. Esto se compara con 2, 1.6 y 1.2 veces para Rusia, India y China, respectivamente.
Normalmente esto no sería un problema. Viene de un nivel bajo de “apalancamiento”, y la proporción de los préstamos al PBI es sólo del 46 %, lo que se compara con la deuda del sector privado en los EE.UU.: el 165 % del PBI.
El problema radica en la carga que esta deuda está imponiendo a los prestatarios. A pesar de la caída de la inflación a una tasa razonable de 6 % anual, los bancos brasileños están cargando una tasa de interés activa promedio de aproximadamente el 25 % y, en caso de créditos al consumo, las tasas están muy por encima del 30 % (como en Argentina, fuera de los créditos subsidiados). Esto significa que la mayoría de los prestatarios de Brasil están pagando un interés “real” de alrededor de 20-25 % frente a una norma de 1 a 3 % en la mayoría de países… Los préstamos en Brasil son punitivamente caros.
Para los consumidores en particular, las consecuencias son muy graves, pues la carga del servicio de la deuda se ha elevado al 24 % de la renta disponible y se espera que siga aumentando, a medida que las tasas crezcan. Nuestra estimación es que la carga llegará a la altura de un exorbitante 30 % en 2012. Para ponerlo en contexto, los consumidores de EE.UU. “explotaron” cuando la carga del servicio de la deuda llegó al 14 % (hoy (año 2011) es aproximadamente del 12 %). En otras palabras, el consumidor brasileño tiene el doble de carga de deuda desde el punto de vista de flujo de efectivo en relación con un consumidor de EE.UU., las que siguen siendo consideradas como demasiado apalancadas.
La situación en Brasil es preocupantemente similar a la crisis de las hipotecas de alto riesgo en los EE.UU. Una gran cantidad de crédito está siendo empujado por los bancos a tasas elevadas a los consumidores que, inevitablemente, no serán capaces de pagar esa deuda.
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Desde el punto de vista macro, una baja tasa de ahorro y una moneda sobrevaluada están poniendo presión sobre las tasas de crecimiento y en la posición competitiva de la economía. Por eso, Brasil estimula el crédito, para sostener tasas de crecimiento en línea con sus pares BRIC. Pero la realidad es que países como China y la India han tenido más éxito en lograr altas tasas de crecimiento, manteniendo altas tasas de ahorro y más competitivas a las monedas. El problema para Brasil es que el país necesita reequilibrarse hacia mayores tasas de ahorro e inversión.
La historia de Brasil está llena de accidentes relacionados con la debilidad en las cuentas externas, la elevada inflación y las devaluaciones de la moneda. En fecha tan reciente como la década de 1990, Brasil se enfrentó a un conjunto similar de problemas, lo que provocó una caída del 65 % en dólares de EE.UU. de sus mercados bursátiles entre finales de 1997 y finales de 2002.
La economía de Brasil ha sido muy fortalecida en la última década, y el país se ha visto recompensado por los mercados de bonos. Sin embargo, Brasil necesitará habilidad política para manejar su burbuja de crédito actual, sin perder el control. Cualquier desaceleración de la economía y el aumento correspondiente en las tasas de desempleo podrían crear una espiral de iliquidez al extraerse el crédito del sistema.
Los mercados financieros brasileños han sido grandes beneficiarios de la baja inflación mundial, pero por desgracia para el Brasil, la tasa de interés mundial se eleva a causa de las presiones inflacionarias generalizadas. Es el momento equivocado para una economía que puede haber estado demasiado entusiasmada con la desinflación«.
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