En la primera parte de este post, dije que sobre ecología y política hubo a fines de año algunos aportes interesantes locales, y me parece que es un buen cierre del 2009 comentarlos.
Porque la ecología – además de una disciplina que debemos tener muy en cuenta, ya que (calendarios mayas truchos aparte) no tenemos garantías que entre las especies en peligro de extinción no estemos nosotros – ha crecido como tema político clave en todos los países que no tienen (sus clases medias) problemas más inmediatos como el hambre o la guerra.
Vemos como la preocupación por los temas ecológicos hoy moviliza miles de jóvenes en todo el mundo occidental, y en sectores prósperos fuera de él. Y en los países donde no se le dió atención, como la ex Unión Soviética, el este de Europa y China, las consecuencias de ese descuido obligan a ponerlo ahora en la agenda.
Eso sí, las consecuencias no son todas favorables para la ecología como disciplina. Al convertirse en el tema de moda, también se transformó en la forma en que la gente, y las empresas, pueden «tener actitudes correctas» en asuntos muy lejanos, aparentemente, de su realidad inmediata. Y, sobre todo, permite que las buenas intenciones y el ruido mediático reemplacen al estudio en serio. Como con la economía y la seguridad, lo más fácil es indignarse. Total, es gratis.
Por eso, hay que dar la bienvenida a todo lo que obligue a pensar. Con esto no me refiero al debate entre Pino Solanas y el senador Gioja. Me pareció muy pobre como debate de ideas. Porque hubo pocas. Gioja se manejó bien, con oficio político. Empezó golpeando al rival en el punto débil de cualquier político: las cosas que votó antes. Pino respondió con el arma que usa muy bien, la indignación moral con la minería «devastadora y contaminante».
Creo que el ganador por puntos fue Gioja, porque Solanas no estaba preparado para su pedido insistente: que nombrara un solo caso comprobado de contaminación. Pero fue uno de esos «debates» que no cambian la posición de ningún espectador. Bueno, confesemos que eso es lo que pasa con la mayoría de los debates políticos.
Lo positivo, entiendo, es que obligó a la bloguería kirchnerista a tomar posición, necesariamente en contra de Solanas, y a prepararse para discutir con más armas que la indignación, que en este caso está del otro lado. No porque los blogueros K sean la vanguardia intelectual de la Argentina, ni tampoco tan numerosos. Pero son un sector político articulado, que brinda ideas y discurso para una parte de los argentinos politizados. Y si en la pelea política alguien empieza a pensar, los otros contrincantes pueden caer en esa tentación. Especialmente sobre ecología, que originalmente era un tema de la vieja derecha, del romanticismo alemán, pero hoy es casi una condición del progresismo.
Era previsible que Luciano, reflexivo y nada progre, elaborase una nota enjundiosa y aguda sobre los puntos débiles del discurso ecológico antes del debate, aquí . Pero también un luchador K como Derek desarrolla acá a fondo su análisis del debate (y Mauri es un buen escritor. Prueba de ello es su evocación de Lorenzo Miguel en este otro post). Lucas Carrasco, temido luchador antisojero y una de las mejores plumas de la blogosfera, lanza en este post y en los siguientes una sucesión de golpes duros. Y, además, nos acerca este inteligente ensayo en un blog que no conocía – de un técnico minero, nada menos – sobre ese fantasma maligno, la minería a cielo abierto.
¿Por qué estoy satisfecho? No sólo por que considero vital que los temas ecológicos se discutan con inteligencia, y no reaccionando a películas promocionales de candidatos derrotados – no, no Pino; Al Gore – o con tonterías como la reciente declaración del Grupo de Reflexión Rural, de los más serios entre los ecologistas extremos, que dice que «la atmósfera ha superado los niveles permitidos de dióxido de carbono» ¿Permitidos por quién?
No. Lo más importante es que la línea de discusión que la minería nos obliga a tomar en la Argentina hace claro que hay que equilibrar la necesidad de nuestros compatriotas de tener un ambiente sano y de tener fuentes de trabajo y de ingresos para los estados provinciales. Y les recuerdo a los amigos K que argumentos muy parecidos se usan en el debate sobre la soja transgénica.
Mi posición? Tenemos que hablar, y pelear políticamente, sobre las condiciones que se otorgaron a las empresas mineras, y a las petroleras, en la década del ´90, y las que se negocian ahora. Sobre cuál es el aporte que los productores rurales y los intermediarios deben hacer al Estado, y cuáles límites deben ponerse a la sojización (¿tenemos todos claro que las medidas que el gobierno tomó desde hace un año y medio han aumentado la proporción de hectáreas sembradas con soja?). Sobre todo, debemos tener claro que el cuidado del medio ambiente lo pueden hacer naciones ricas y estados con recursos. La pobreza es la mayor causa de contaminación.
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Feliz y lúcido 2010 para todos