Vuelvo hoy a mi blog a pensar en voz alta, con otro tema que el que tenía en mente, pero leí la homilía dominical de Horacio Verbitsky en El cohete a la luna, y sentí un impulso irresistible de comentar.
Aclaro, por si algún despistado lo duda, que tengo pocas coincidencias políticas con HV, pero sigo sosteniendo que es uno de los dos columnistas políticos mediáticos que vale la pena leer (Tampoco tengo muchas coincidencias con el otro, para el caso). Más importante, hay gente que lo lee, con mucha más influencia política que la que puedo tener yo.
El punto es que hoy él hace un informado y, por supuesto, bien escrito alegato en pro de NO acordar con el F.M.I. No es el único, ni el primero que lo hace, pero es el mejor argumentado de los que leí. Y me siento impulsado a hacer algunos comentarios.
El escrito del Horacio, que sinceramente recomiendo leer con atención, reúne buena información y está bien ordenado. Puedo marcar diferencias menores, p. ej., cuando habla de «una ciudad de una belleza y una comodidad únicas en Sudamérica», en la que querrían instalarse los técnicos del Fondo. Yo amo a Buenos Aires, pero no se puede ningunear, p. ej., a Río (por lo menos cuando no hay pandemia). Otra diferencia es con sus lectores: por ejemplo, con un destacado cuadro del albertismo potencial, que dijo que era el lanzamiento de la campaña «Cristina 2023».
Es posible -hasta donde puedo saberlo, es probable- que CFK contemple volver a ser presidenta. Pero lo prácticamente seguro es que su decisión estará encaminada a apoyar a quien, a su juicio, tenga las mejores chances de ganar (claro, si es ella…). Es lo que hizo en 2015 y en 2019. Las candidaturas «testimoniales» a la Presidencia no están en la tradición del peronismo, ni en los antecedentes de Cristina).
(Podría ser, sí, la preferencia de H.V., pero no lo decide él. En 1999 estaba en contra de la formación de la Alianza, y quería que el Frepaso fuera por la suya. Tal vez habría sido mejor para todos si el Chacho le hubiera hecho caso. Quizás Duhalde habría salido de la convertibilidad con (algo) menos trauma que De la Rúa…).
Son digresiones mías. Disculpen. El punto central del argumento de Verbitsky es que cualquier acuerdo deja a discreción del Fondo la posibilidad de provocar el default argentino, si no está satisfecho con nuestras políticas (al no refinanciar los vencimientos). Y, estrictamente, en la letra fría de los acuerdos, eso es cierto.
El F.M.I. es una herramienta de algunos países económicamente poderosos -entre los cuales hoy está China, cierto, pero que no tiene tradición cultural de perdón de deudas- y también es una burocracia internacional, con sus propios intereses. Pero tengamos presente que no tiene un ejército ni una armada, como tenían Inglaterra y Alemania cuando amenazaban a Venezuela en los tiempos de la doctrina Drago, en 1903. Esos países poderosos sí los tienen, pero parece que hoy deben reservarlos para otro tipo de contingencias.
Igual, no descarto la amenaza que señala Verbitsky. En 2001, el FMI le «bajó el pulgar» a De la Rúa, el presidente más pro «occidental» que ha tenido la Argentina en décadas. Un gobierno débil e indeciso es vulnerable a esas presiones, y no es posible garantizar que no lo tengamos nunca.
En realidad, el punto central de su argumento -el que realmente vale la pena debatir- es uno que aparentemente comparten, con menos dogmatismo, Martín Guzmán, el premio Nobel Stiglitz, mis amigos albertistas y mis amigos cristinistas: la sustentabilidad de la política económica que en 2021 permitió un crecimiento del P.B.I. argentino.de aproximadamente el 10%.
Dejemos de lado la discusión semántica de si este crecimiento ha sido o no un «rebote» de la caída similar en el 2020. También suspendamos la discusión, más importante, sobre a quiénes favoreció y a quiénes dejó de lado esta recuperación.
El elemento central a tener en cuenta es que la política aplicada el año pasado, y en la mayor parte de 2020, se apoyó básicamente en tres pilares: el gasto público, un muy moderado ajuste fiscal, y un no tan moderado atraso cambiario (atraso en relación a la inflación, no a un hipotético poder adquisitivo del peso). Obliga, necesariamente, a controles y restricciones cambiarias.
Entonces, el debate que debe darse, y es urgente, es si esta política es sostenible y si permitirá que continúe la recuperación.
Reconozco de entrada que no tengo información actualizada para opinar con certeza. Puedo decir que es menos imprudente que la que aplicó Mauricio Macri hasta que el FMI le obligó a abandonarla, pero no es una vara muy alta.
Evaluar si esta política económica es sustentable, debe ser anterior a cualquier otra decisión económica importante. Porque si no lo es, las medidas que reclama el Fondo serán inevitables, y se tomarán con o sin acuerdo con esa institución. Lo único en duda es si se tomarán después de un episodio hiperinflacionario.
Tomemos nota que en el plano político, esa es la coyuntura a la que apuestan Macri, sus aliados cercanos, y sus comunicadores, en la expectativa, quizás infundada, que serán los beneficiarios.
Porque el «ajuste» no es una palabra fea que inventaron los «neoliberales». Es algo que hemos hecho todos -salvo algunos muy afortunados- cuando nuestros ingresos quedan debajo de nuestros gastos. Claro, sobre este asunto hay otra discusión que no se da -excepto en discursos encendidos que después se apagan: ¿a quiénes se debe ajustar? Pero esa es una discusión política, no económica.