El F.M.I., Verbisky, las internas y el ajuste

enero 23, 2022

Vuelvo hoy a mi blog a pensar en voz alta, con otro tema que el que tenía en mente, pero leí la homilía dominical de Horacio Verbitsky en El cohete a la luna, y sentí un impulso irresistible de comentar.

Aclaro, por si algún despistado lo duda, que tengo pocas coincidencias políticas con HV, pero sigo sosteniendo que es uno de los dos columnistas políticos mediáticos que vale la pena leer (Tampoco tengo muchas coincidencias con el otro, para el caso). Más importante, hay gente que lo lee, con mucha más influencia política que la que puedo tener yo.

El punto es que hoy él hace un informado y, por supuesto, bien escrito alegato en pro de NO acordar con el F.M.I. No es el único, ni el primero que lo hace, pero es el mejor argumentado de los que leí. Y me siento impulsado a hacer algunos comentarios.

El escrito del Horacio, que sinceramente recomiendo leer con atención, reúne buena información y está bien ordenado. Puedo marcar diferencias menores, p. ej., cuando habla de «una ciudad de una belleza y una comodidad únicas en Sudamérica», en la que querrían instalarse los técnicos del Fondo. Yo amo a Buenos Aires, pero no se puede ningunear, p. ej., a Río (por lo menos cuando no hay pandemia). Otra diferencia es con sus lectores: por ejemplo, con un destacado cuadro del albertismo potencial, que dijo que era el lanzamiento de la campaña «Cristina 2023».

Es posible -hasta donde puedo saberlo, es probable- que CFK contemple volver a ser presidenta. Pero lo prácticamente seguro es que su decisión estará encaminada a apoyar a quien, a su juicio, tenga las mejores chances de ganar (claro, si es ella…). Es lo que hizo en 2015 y en 2019. Las candidaturas «testimoniales» a la Presidencia no están en la tradición del peronismo, ni en los antecedentes de Cristina).

(Podría ser, sí, la preferencia de H.V., pero no lo decide él. En 1999 estaba en contra de la formación de la Alianza, y quería que el Frepaso fuera por la suya. Tal vez habría sido mejor para todos si el Chacho le hubiera hecho caso. Quizás Duhalde habría salido de la convertibilidad con (algo) menos trauma que De la Rúa…).

Son digresiones mías. Disculpen. El punto central del argumento de Verbitsky es que cualquier acuerdo deja a discreción del Fondo la posibilidad de provocar el default argentino, si no está satisfecho con nuestras políticas (al no refinanciar los vencimientos). Y, estrictamente, en la letra fría de los acuerdos, eso es cierto.

El F.M.I. es una herramienta de algunos países económicamente poderosos -entre los cuales hoy está China, cierto, pero que no tiene tradición cultural de perdón de deudas- y también es una burocracia internacional, con sus propios intereses. Pero tengamos presente que no tiene un ejército ni una armada, como tenían Inglaterra y Alemania cuando amenazaban a Venezuela en los tiempos de la doctrina Drago, en 1903. Esos países poderosos sí los tienen, pero parece que hoy deben reservarlos para otro tipo de contingencias.

Igual, no descarto la amenaza que señala Verbitsky. En 2001, el FMI le «bajó el pulgar» a De la Rúa, el presidente más pro «occidental» que ha tenido la Argentina en décadas. Un gobierno débil e indeciso es vulnerable a esas presiones, y no es posible garantizar que no lo tengamos nunca.

En realidad, el punto central de su argumento -el que realmente vale la pena debatir- es uno que aparentemente comparten, con menos dogmatismo, Martín Guzmán, el premio Nobel Stiglitz, mis amigos albertistas y mis amigos cristinistas: la sustentabilidad de la política económica que en 2021 permitió un crecimiento del P.B.I. argentino.de aproximadamente el 10%.

Dejemos de lado la discusión semántica de si este crecimiento ha sido o no un «rebote» de la caída similar en el 2020. También suspendamos la discusión, más importante, sobre a quiénes favoreció y a quiénes dejó de lado esta recuperación.

El elemento central a tener en cuenta es que la política aplicada el año pasado, y en la mayor parte de 2020, se apoyó básicamente en tres pilares: el gasto público, un muy moderado ajuste fiscal, y un no tan moderado atraso cambiario (atraso en relación a la inflación, no a un hipotético poder adquisitivo del peso). Obliga, necesariamente, a controles y restricciones cambiarias.

Entonces, el debate que debe darse, y es urgente, es si esta política es sostenible y si permitirá que continúe la recuperación.

Reconozco de entrada que no tengo información actualizada para opinar con certeza. Puedo decir que es menos imprudente que la que aplicó Mauricio Macri hasta que el FMI le obligó a abandonarla, pero no es una vara muy alta.

Evaluar si esta política económica es sustentable, debe ser anterior a cualquier otra decisión económica importante. Porque si no lo es, las medidas que reclama el Fondo serán inevitables, y se tomarán con o sin acuerdo con esa institución. Lo único en duda es si se tomarán después de un episodio hiperinflacionario.

Tomemos nota que en el plano político, esa es la coyuntura a la que apuestan Macri, sus aliados cercanos, y sus comunicadores, en la expectativa, quizás infundada, que serán los beneficiarios.

Porque el «ajuste» no es una palabra fea que inventaron los «neoliberales». Es algo que hemos hecho todos -salvo algunos muy afortunados- cuando nuestros ingresos quedan debajo de nuestros gastos. Claro, sobre este asunto hay otra discusión que no se da -excepto en discursos encendidos que después se apagan: ¿a quiénes se debe ajustar? Pero esa es una discusión política, no económica.


El mundo, desde el Atlántico Norte (Tratado)

enero 20, 2022

Hace tiempo que no pontifico en este blog sobre el escenario global. En realidad, me cuesta escribir (algo constructivo) sobre el escenario local, y por eso lo tengo bastante abandonado.

Pero, leyendo algunos artículos sobre la (renovada) crisis en Ucrania, encontré un mapa muy instructivo que quiero compartir con ustedes:

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO, para sus amigos y enemigos), nace bajo el paraguas militar y nuclear de los EE.UU., que sigue siendo la potencia hegemónica de esa alianza por muy lejos, aunque no tanto como hace 70 años. Pero, ojo, no fue entonces ni es ahora una simple expresión del poder estadounidense. Para sus miembros, sirvió y sirve para defender un sistema económico y reglas de juego internacionales que comparten: el capitalismo, encuadrado por instituciones republicanas.

El hipotético «peligro comunista» en Francia e Italia de la posguerra ya se había desvanecido por completo cuando NATO se funda. Y a España, por todo su interés estratégico, sólo se la admite en1982, bajo una democracia liberal. Obsérvese también que Suecia, Austria y Suiza nunca se incorporaron, y no se sienten amenazadas. Los intereses comunes son demasiado fuertes (es cierto que Suiza tiene un arma de destrucción masiva propia: sabe quiénes son los titulares de las cuentas numeradas en sus bancos).

Ahora, lo interesante para destacar es que su expansión durante la larga Guerra Fría fue muy prudente: Grecia, Turquía y, en 1955, Alemania (Occidental; Alemania Oriental entró en el Pacto de Varsovia). España, como dije, en 1982, casi como premio a la Transición (EE.UU. ya tenía bases ahí).

Pero 10 años después de la caída del muro de Berlín, 8 después de la unificación alemana y la desaparición de la URSS, su expansión fue espectacular. Prácticamente todos los países que formaban parte del bloque soviético se sumaron a la NATO entre 1999 y 2004. No es de extrañar que a Putin, al nacionalismo ruso, se le despierte la paranoia cuando saben que Ucrania está interesada en ingresar.

Podría escribir más sobre el asunto, pero cualquiera de ustedes, mis apreciados lectores, pueden hacer sus propias especulaciones. Lo que dije en twitter -la red de los impulsos- es que tenía la impresión que Biden le estaba invitando a Putin a invadir. Pero puede ser que Joe esté viejo: tiene mi edad.

Lo que puedo decir, desde mi superficial monitorieo del tema, es que en EE.UU. las posiciones están divididas entre -una minoría- que sostiene que la NATO está sobreextendida, y recuerdan lo que le pasó al Imperio Español, y los que sostienen que Putin no se detendrá si no hay una respuesta militar.

La única recomendación que me atrevo a hacer es que Alberto, y Santiago, se manejen con mucho cuidado. Después de todo, somos el único país que le hundió barcos de guerra a la NATO, y el asunto no nos salió bien.


A %d blogueros les gusta esto: