Ya sé, es un plomo ponerse a hacer distinciones de conceptos el anteúltimo día del año, con 30° de sensación térmica. Pero leyendo algunos comentarios del post anterior, y varias respuestas a los míos en otros blogs, siento que hay algo en lo que he dicho que se prestó fácil a confusiones. Y tengo la compulsión de aclararlo, qué le vamos a hacer.
El debate, que se hizo muy intenso en la blogosfera en los últimos meses, sobre los vínculos entre peronismo, izquierda, kirchnerismo, peronismo no K, kirchnerismo no P, y algún otro componente de la ensalada que ahora no recuerdo, ha acumulado – como todos – muchas tonterías, delirancias y una multitud de fiscales ideológicos voluntarios. Pero… estoy convencido que es un debate muy importante. Expresa más que especulaciones sobre el futuro del peronismo y del progresismo: creo que hoy es el debate político central de la sociedad argentina. No el único, claro, pero al ser el que hoy está vigente y tiene más participantes – creo – condiciona todos los otros que se dan, y los que se darán en el futuro inmediato.
Si algo refleja la centralidad – para mí, que nunca me incliné a regalarle nada – de la experiencia Kirchner en esta etapa de la política argentina, es que su impacto ha determinado, y todavía lo sigue haciendo, los términos del enfrentamiento político.
En ese debate mi intención era hacer mis aportes pensados desde ver la política como actividad (o, como dice Bob Row, la realpolitik). Por eso mis observaciones – acertadas o no, ese es otro punto – están todas pensadas desde lo que asumo como un escenario muy probable: Sin la suma del peronismo y del progresismo «realmente existentes», sin la mayoría de los votos que eligieron la boleta del P. J. y la del Frepaso en 1999 (la última vez que la separación fue clara), le sería muy difícil vencer a cualquier candidatura peronista en 2011. No hablemos de una candidatura progresista. Y el debate político en Argentina es sobre la Presidencia; ningún otro importa, en el corto plazo.
(Quizás la victoria de Reutemann en Santa Fe, en 2008, ilusionó a algunos que era posible reconstruir la otra coalición ganadora, la del peronismo y el centro derecha, que dió sustento electoral a Menem. Creo que era imposible – no por inadecuación personal del Lole – sino porque la Argentina y el mundo ya habían cambiado. Hoy es evidente que eso es imposible, en el futuro previsible).
Dada esta convicción, me palmeaba la espalda a mí mismo porque podía ser benévolo y comprensivo hacia todos los términos del debate. Ja! Había olvidado que el debate, le gustara o no a los alumnos de la escuela realista como yo, era una «guerra de relatos».
Un ejemplo: Alguien tan calmo y centrado como Bob Row, encuentra necesario aclarar: «Abel: me parece que están peleando con fantasmas. El llamado Progresismo kirchnerista no-PJ, nunca se negó a la “realpolitik”, aunque sin renunciar, tampoco, a su derecho al pataleo … Si eso les parece demasiada rigidez a los nostálgicos de un peronismo invertebrado, no se lo digan a la “progresía”. Avísenle al pueblo argentino que se prepare para otra sesión de “cirugía mayor sin anestesia”, si es que así quieren ser recordados. No deja de ser útil que esto se discuta con tiempo«.
Y esa misma… sensación, la de que habría en mí, como peronista histórico, una carga ideológica ancestral que podría arrastrarme a cadenear infiltrados progres y traer de vuelta a Ricardo Zinn para Economía, la percibo en algunas respuestas en el blog de Eva – esposa fiel -, en el de Fede Vázquez y algún otro. No voy a chicanear diciendo que los que trajeron de vuelta al Mingo Cavallo fueron los del Frepaso. Ni voy a dar garantías. Yo no voy a ser presidente, y no puedo asegurar – en serio – que un presidente (o presidenta) peronista o uno no peronista no se sienta obligado alguna vez a tomar medidas más duras que las que se han tomado en estos 7 años. Que no todas fueron bendiciones para el pueblo, después de todo. Pero, seguro, no será por razones ideológicas.
Volviendo entonces a este terreno chiquito de los posts, donde sí es central el «relato», evalúo que el error que cometí es no tener claro que el «relato peronista» que el progresismo cuestiona y los peronistas de la blogosfera defienden es el «relato Kirchner». Una síntesis no demasiado elaborada – ahora con Cristina un poco más – pero que desde el comienzo fue muy clara en fijar metas y declarar enemigos. Es decir, es un relato muy peronista.
Por eso mismo, no se me ocurre que ese relato sea contradictorio con versiones más tradicionales entre los perucas. Como nunca me canso de recordarles, cuando el Adolfo Rodríguez Saá asume, brevemente, la Presidencia a fines del 2001, en su discurso inaugural reivindica por igual al 17 de Octubre y a las Madres de la Plaza de Mayo. (Hebe, chinchuda pero sincera, siempre se lo reconoció).
Pero no es el «relato» del peronismo en su conjunto. Ojo, tampoco es «el de la Capital Federal», solamente. Mucha militancia, en todo el país, lo ha tomado y lo enarbola. Pero no es el que usan con preferencia la mayoría de los gobernadores, de los intendentes y de la dirigencia sindical. No, tengamos claro, por una discrepancia ideológica. Si usan otro, es porque evalúan que sus votantes lo prefieren.
Si se quiere encontrar una correlación entre la prevalencia del «relato K» en el discurso de nuestra dirigencia, fíjense (o pídanle a Artemio que haga un cuadro) en los distritos electorales donde el Frepaso tuvo su mejor perfomance. La gran excepción, claro, es la Provincia de Buenos Aires; pero ahí también es donde el discurso tradicional, bastante hostil a los códigos frepasistas, tiene más votantes fieles. ¿Por qué creen que Scioli es un equilibrio permanente?
Resumiendo, amigos míos, la distinción, creo, pasa por ahí. Manolo Barge escribió una vez un magnífico post «Yo me quedé en la plaza«. Pero, aunque es más joven que yo, creo que esa distinción pertenece a una etapa anterior. Yo me quedé en el peronismo, en los tiempos de Menem. Y, visto los resultados, estoy conforme con mi decisión. Pero, reitero, frente a las opciones que existen, creo que los ex frepasistas y los peronistas de siempre votarermos la misma boleta.
Feliz año – y feliz década, si no es mucho pedir – para todos y todas.
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