El impuesto a los bienes en el exterior, no declarados «Todo el arte está en la ejecución»

marzo 29, 2022

Corresponde que empiece este posteo con una sincera felicitación a la compañera Juliana Di Tullio. Este proyecto que presentó es una brillante idea política, que ha sido bien ejecutada.

Al lanzarlo en este momento, permite unificar a los sectores enfrentados -y a los desconcertados, más numerosos- del Frente de Todos en torno a una propuesta política razonablemente concreta y que aparece audaz. Ayuda mucho -eso también tiene que ver con la oportunidad de su lanzamiento- que la oposición -Juntos por el Cambio y el dúo Clarín/La Nación- se «comieron la curva» y de inmediato lo calificaron de «inoportuno», «ridículo» y «delirio total». La polarización es la salud de las coaliciones.

(Estoy especialmente bien impresionado por la jugada, porque justo en estos días estuve leyendo a los opinadores más inteligentes de Este Lado que se mostraban pesimistas no sólo sobre las chances en 2023, sino sobre mantener la unidad del FdT. Me sentía inclinado a murmurar «Volvimos mejores, pero deprimidos«. Y sí, para alguien que vivió como se resolvían las contradicciones internas en los ´70, no cabe duda que hoy se manejan mejor).

En cuanto al proyecto en sí: seguramente podrá mejorarse en el debate. Hasta con el aporte de legisladores de JxC, que conocen del tema, en cuanto se aviven. Pero está bien pensado y desarrollado, sin duda con el aporte profesional de algunos colegas.

Su núcleo es el artículo 7: «Los recursos … provendrán de lo recaudado por un aporte especial de emergencia que se aplicará a los bienes situados y/o radicados en el exterior que se localicen o detecten a partir de la entrada en vigencia de la presente Ley y no hayan sido declarados ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP)«.

¿Tiene chances de lograr resultados concretos? En mi opinión, . La tolerancia de los Estados más o menos serios y de sus organismos de recaudación, con los «bienes no declarados» ha disminuido mucho en las últimas décadas. Hasta han financiado discretamente algunas «investigaciones periodísticas» que revelaron los capitales ocultos en paraísos fiscales, y los nombres de sus dueños. En estos días, la situación de algunos bilonarios a los que se considera amigos de Putin hizo más notoria esa actitud.

Argentina, entonces, si consigue hacer una trabajo diplomático medianamente competente y sobre todo discreto, podrá obtener colaboración. La Unión Europea está tan irritada con sus evasores que hasta ha divulgado nombres de quienes tienen fondos no declarados en aquellos países entre sus propios miembros que juegan el papel de Uruguay en nuestra región: Irlanda, Luxemburgo… Por alguna razón, a Liechtenstein no se lo menciona. Pero no aconsejo a nadie abrir la cuenta más inocente en Chipre.

EE.UU. … tal vez no dirá nada sobre los depósitos en Delaware, pero se ha mostrado dispuesto a revelar secretos en Panamá y en el Océano Índico.

En resumen: no creo que se recauden los 40 y tantos miles de millones de dólares de la deuda con el FMI, pero se podrá conseguir sumas interesantes, y de paso se mejorará la calidad de la política local. Eso sí, para dejar de ser un país deudor, será necesario que, con mucho esfuerzo, nosotros lleguemos a ser un país acreedor. Eso es el capitalismo, gente.


El silencio de los verdugos, 46 años después

marzo 24, 2022

Sobre el 24 de marzo de 1976, lo que vino después, y también sobre lo que pasó antes, se ha escrito mucho, bibliotecas enteras. También en este blog; hay un texto, una especie de resumen de mis reflexiones y preguntas sin responder, que vengo reposteando en distintas ocasiones desde 2009, cuando lo subí por primera vez.

También lo voy a hacer ahora, porque me lo recordó, en forma tangencial, una decisión que tomó hoy el Ministerio de Defensa, de subir a su página web copias digitales de actas y resoluciones de la Junta Militar, del período 1976/1983. Datos valiosos para historiadores, pero no responden a una pregunta que me hago.

Pero antes, un comentario actual: el consenso sobre el que se edificó la «democracia post 1983», para llamarla de alguna manera, fue el rechazo al horror del período anterior. Parecido, lo digo desde hace mucho, al «consenso antifascista» que encuadró la política en Europa Occidental después de la 2da. Guerra.

Como ahí, tuvo una cuota bastante grande de hipocresía, y un sector nostálgico lo despreció… en silencio. Porque no nadie puede desafiarlo abiertamente sin condenarse a la marginalidad política. Además de los que se movilizan e indignan, una mayoría de la sociedad no hace nada de eso pero rechaza con fuerza ese pasado y sus horrores.

También allí, como acá, se desgastó con el tiempo. Como todo. Pero sigue vigente. Sin embaro, es para preocuparse, un poco, que la grieta política lo haya limado algo. Hasta este año, algunas fuerzas de la coalición hoy opositora se sentían obligadas a hacerse presente en las manifestaciones de hoy. Esta vez, hasta donde vi, estuvieron solo sectores de la coalición hoy oficialista y, por su lado, sectores de la izquierda. No es una buena señal, aunque hoy no se perciba, ni remotamente, el riesgo de una intervención militar en la política. Hay valores, símbolos, que conviene que sean comunes, aunque haya quienes prefieran que los «otros» no manchen la pureza de sus ideales.

Bueno, ahora ese texto repetido, y mi pregunta:

ooooo

Estoy frente a la computadora y me siento ambivalente. No tiene que ver con mis ironías sobre las efemérides, ese pretexto para recordar. No necesito pretextos ni tampoco aniversarios. Para mi, para muchísimos argentinos, es fácil recordar un tiempo que fue muy importante en mi vida y en la de los que vivimos en esos años. Aún para los que no militaban – no todos estaban politizados en ese tiempo.

Por eso siento que no corresponde quedarme en silencio. Por el otro lado, no tengo ganas de repetir frases hechas. Cuesta emocionarse con los “relatos” – aunque sean ciertos – porque uno sabe también que son instrumentos políticos. Hay algunos amigos que uno recuerda, hay gente de la que uno le hubiera gustado ser amigo, esas son las muertes que hacen real la tragedia. Pero hay que tener más talento que el que tengo yo para escribir sobre ella.

No voy a profundizar ahora sobre la construcción de ese relato, de la memoria social que se ha formado, aunque puede ser un buen punto de partida para una reflexión. Porque el consenso de la gran mayoría de la sociedad argentina y de todas las expresiones políticas legitimadas en la condena a la dictadura de ´76/´83 y sus métodos es similar al consenso antifascista con que se edificó por más de medio siglo la política en Europa Occidental a partir del ´45. En ambos casos hay amnesias deliberadas, y una porción de hipocresía, consciente o inconsciente. Pero en los dos ha sido – hasta ahora – una base estable sobre la que se avanzó.

Eso sí, hay una diferencia que hace dificil analizar el caso argentino en la misma forma. Por toda la muerte y la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, los europeos – salvo algunos sectores muy minoritarios – no recuerdan el Gotterdammerung de los fascismos con el odio y el dolor que dejan las guerras civiles (aún en los países donde fueron eso: Italia, Francia,…). El argentino se parece más – salvando las distancias – al relato del Holocausto judío, en que se ha transformado para los familiares de las víctimas de la represión, militantes de los derechos humanos, y una buena parte de la juventud, en una instancia del Mal Absoluto que continúa vigente y los confirma en su identidad de víctimas y luchadores. Esto puede verse, sin ir más lejos, en las marchas que se hacen hoy.

Se me ocurre que la libertad de un blog personal es un sitio adecuado para preguntar qué es lo que hizo que esa mirada sobre esos años siga tan presente en la política, y en las emociones de hoy. Porqué tiene mucha más vigencia lo que pasó en Argentina que la represión igualmente brutal de la guerrilla en Brasil o en Perú.

Este no es un blog políticamente correcto, como lo saben los que lo leen. Las historias que se han convertido en el canon de los intelectuales progresistas, y que repiten en todas las ocasiones adecuadas medios “del palo” como Página 12, por ejemplo, me parecen incompletas y convencionales. Tienen razón, es cierto, en señalar el carácter excepcional de las masacres que se llevaron adelante entre 1976 y 1980, pero creo que no aciertan en lo que las distingue de una larga historia de sangre y represión. Y no encaran, o lo hacen superficialmente, por “corrección política” o mala conciencia, el fenómeno de la guerrilla.

Porque en Argentina el peronismo – un proceso de reivindicaciones sociales que tuvo sus rasgos autoritarios y represivos, pero que fue excepcionalmente pacífico y respetuoso de las instituciones para la historia latinoamericana – provocó en sus adversarios un odio de clases feroz. El bombardeo de civiles en la Plaza de Mayo el 16 de junio 1955, que causó cientos de víctimas, es un ejemplo de ese odio y de esa ferocidad. De algún modo, el punto más alto.

Más de una década después, en medio de una guerra civil larvada, surgieron organizaciones que – interpretando a su modo las experiencias de Cuba y de Argelia – desarrollaron el asesinato de sindicalistas, de policías y de militares como un instrumento de lucha y propaganda política. Y una parte de la juventud que compartía el espíritu revolucionario de la época – eran los tiempos de la Revolución Cubana, de la guerra de Vietnam – que provenía de los sectores populares desengañados de conducciones negociadoras, y en mayor número de las clases medias y altas, se identificó con sus banderas de lucha y heroísmo. Un poco antes o un poco después, eso sucedió en toda Latinoamérica. En todos los países la represión fue feroz y exitosa. E implicó retrocesos graves en la situación social y política de las mayorías.

Pero… en Argentina hubo un elemento distinto. No tengo respuestas, no creo que sea serio hacer psicología de sectores sociales definidos con categorías abstractas. Pero creo que vale la pena tratar de distinguir los factores racionales y previsibles – también sanguinarios, crueles – de la represión, de los que no lo eran. Alguna vez dije – hablando de nuestra generación – que no hubo sorpresas: todos fuimos a ver “La batalla de Argelia“. También los asesores franceses en represión y tortura la pasaban en los cuarteles. Pero en Argelia fue un ejército extranjero el que aplicó esas técnicas.

En Latinoamérica – una civilización con muchos valores admirables – las abismales diferencias de clase crean en algunos países casi dos mundos extranjeros entre sí. En Argentina hay algo de eso, pero no tan acentuado. La represión sobre los pobres la ejercieron históricamente (la ejercen) las policías bravas, la mano de obra habituada a la violencia y al uso prepotente del poder. La Liga Patriótica ha quedado en la historia. En la persecución al peronismo de gobiernos militares y civiles – acordémonos del CONINTES – hubo un elemento clasista. Pero nunca descontrolado.

Y golpes de estado hubo muchos en nuestro país. La represión a la guerrilla después de 1970 y hasta 1976 no había sido diferente en su naturaleza a la que se había ejercido contra peronistas desde el ´55, y contra radicales, anarquistas o sindicalistas en otras épocas. Más extendida, seguro. Pero nada nuevo en la cruel historia argentina. La lucha contraguerrillera en Tucumán fue bastante similar a la que se daba en otras geografías tropicales de nuestra América. En 1976 surge un hecho nuevo.

Se puede resumir diciendo que en los ´70 hubo numerosos grupos de militares – hombres jóvenes, en general de clase media y un nivel de educación mediano – que fueron impulsados por sus superiores a secuestrar, torturar y asesinar a miles de hombres y mujeres en su mayoría también jóvenes y en buena parte de su misma clase social. Y lo hicieron sin objetar, con muy pocas excepciones. Es cierto que una mayoría de los desaparecidos eran trabajadores sindicalizados. Pero los militares que ejecutaban la represión no eran en general de la clase de los patrones, ni se pensaban como defensores de la patronal. Seguramente que el caso era distinto en los generales que lo dispusieron y sus asesores que diseñaron esta mecánica “contrarrevolucionaria”. Pero esas cosas son habituales en la Historia, como lo saben los que la leen. Lo que no es tan frecuente es encontrar que un ejército se pueda volcar sobre sus propios compatriotas, en la mayoría de los casos sobre la misma clase (media) de la que era parte. En Chile, sí… Pero allí no fue tan masivo ni tan prolongado. Y las diferencias sociales eran más acentuadas allí que aquí. Aquí algunas víctimas tenían apellidos con «prestigio social» como Alsogaray (estaba en la guerrilla) o Holmberg (no lo estaba). Sobre todo, algunas eran madres, o mujeres embarazadas. No se llegó al último horror, no se mataron niños, no como política. Pero sus bebés eran «botín de guerra».

ooooo

Lo que me pregunto frente a esta historia argentina, cuando leo las instrucciones burocráticas, racionales de la «lucha contra la subversión» es cómo se llegó a formar, no al bruto o al torturador vocacional, sino a hombres jóvenes que no se habían incorporado a las Fuerzas Armadas para esto, y no encuentro en los archivos ni en la literatura relatos convincentes.

Los organismos de derechos humanos y las agrupaciones vinculadas a ellos le siguen exigiendo al Estado «la verdad sobre la represión», aunque muchos de sus miembros están o han trabajado en el Estado en todos estos años. Pero no creo que la tenga el Estado. Pueden aportar hombres que eran jóvenes en ese tiempo y formaron parte de la represión. Pero permanecen, casi todos, obstinadamente callados.


Para un curso muy elemental de política internacional: es mejor ser fuerte que débil

marzo 19, 2022

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Este posteo no es mío, salvo algunos breves comentarios. Escribe Tucídides (siglo V a. C., en versión de Wikipedia, así que debería ser conocido). Pero como mis compatriotas opinadores se pronuncian sobre la guerra en Ucrania y política internacional en general, explicando lo malos que son los Otros, sentí el impulso de copiarlo aquí. Es el famoso «Diálogo de los melios».

Los habitantes de Melos -una ciudad Estado en el mar Egeo- eran dóricos y descendían de los espartanos, pero se mantenían independientes de las ciudades más poderosas, de Esparta y de Atenas. Durante años, los atenienses habían deseado incorporar a Melos a su hegemonía -la Liga de Delos- por su riqueza y ubicación estratégica.

En 431 a. C., Atenas y Esparta y sus respectivos aliados fueron a la guerra. En el verano de 416 a. C., durante una tregua con Esparta, Atenas envió una flota de 38 barcos que llevaban un ejército de 3.000 hombres, conducidos por los generales Cleomedes y Tisias, para conquistar la isla. Después de establecer el campamento en la isla, los atenienses enviaron emisarios que se reunieron en privado con los gobernantes de Melos. Empiezo con un párrafo del original de Tucídides, y sigo con el resumen de wikipedia:

«Atenienses: «(…) Se trata más bien de alcanzar lo posible de acuerdo con lo que unos y otros verdaderamente sentimos, porque vosotros habéis aprendido, igual que lo sabemos nosotros, que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan».

Los atenienses ofrecen a los melios un ultimátum: rendirse y rendir tributo a Atenas, o ser destruidos. Los atenienses no desean perder tiempo discutiendo la moralidad de la situación, porque en la práctica «los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer».

Los melios argumentan que son una ciudad neutral y no un enemigo, por lo que Atenas no tiene necesidad de conquistarlos. Los atenienses afirman que si aceptan la neutralidad e independencia de Melos, parecerían débiles: sus súbditos pensarán que Atenas dejó a Melos solo porque Atenas no era lo suficientemente fuerte para vencerlo.

Los melios argumentan que una invasión alarmará a los otros estados griegos neutrales, que se volverán hostiles a Atenas por temor a ser invadidos ellos mismos. Los atenienses oponen que los estados griegos en el continente son poco proclives a actuar de esta manera. Son los estados insulares independientes y los descontentos que Atenas ya ha conquistado los más propensos a tomar las armas contra Atenas.

Los melios argumentan que sería vergonzoso y cobarde por su parte someterse sin lucha. Los atenienses contrarrestan que solo es vergonzoso someterse a un oponente si uno tiene una posibilidad razonable de vencer. No es vergonzoso someterse a un enemigo abrumadoramente superior como Atenas.

Los melios argumentan que aunque los atenienses son mucho más fuertes, hay al menos una pequeña posibilidad de que los melios puedan ganar, y se arrepentirán de no probar su suerte. Los atenienses contrarrestan que este argumento es puramente emocional y que excluye un análisis racional de los riesgos y beneficios. Si los melios pierden, lo cual es muy probable, llegarán a lamentar amargamente su necio optimismo.

Los melios creen que tendrán la ayuda de los dioses porque su posición es moralmente justa. Los atenienses contrarrestan que los dioses no intervendrán porque es el orden natural de las cosas el que los fuertes dominen a los débiles.

Los melios argumentan que sus parientes espartanos vendrán en su defensa. Los atenienses oponen que los espartanos son un pueblo práctico que nunca se pone en riesgo cuando sus interés no están en juego, y el rescate de Melos sería especialmente arriesgado, ya que Atenas tiene una armada más fuerte.

Los atenienses expresan su conmoción por la falta de realismo de los melios. Dicen que no es vergonzoso someterse a un enemigo más fuerte, especialmente uno que está ofreciendo términos razonables. También dicen que es racional someterse a los superiores, mantenerse firmes frente a los iguales y ser moderados con los inferiores. Los melios no cambian de opinión y rechazan educadamente a los enviados.»

Durante meses, los melios resistieron el asedio, pero con refuerzos de Atenas y la ayuda de traidores dentro de Melos, los atenienses tomaron la ciudad en el invierno. Los vencedores ejecutaron a todos los hombres adultos que capturaron y vendieron a mujeres y niños como esclavos. Luego instalaron quinientos de sus propios colonos en la isla.

En el 405 a. C., cuando Atenas estaba perdiendo la guerra, el general espartano Lisandro expulsó a los colonos atenienses de Melos y restauró a los supervivientes de la colonia dórica original a la isla. Algunos de ellos fueron liberados de su esclavitud en Atenas, cuando Lisandro la ocupó.

Comentarios del blog de Abel:

Este diálogo de los melios se ha repetido, y se repite, muchas veces en la historia, casi siempre sin la claridad de los clásicos griegos. Uno puede imaginarlo en boca de Atahualpa, o Francisco Solano López, o Muamar Khadafy, o Volodimir Zelensky, y sus respectivos interlocutores.

La primer lección a tomar en cuenta en política internacional, y en muchos otros temas, está en el título: Es mejor ser fuerte que débil. Porque, como dijo ese general ateniense, «los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer».

Un segundo corolario lo han señalado estudiosos de la guerra posteriores a los griegos: No hace falta ser más fuerte que su enemigo; es necesario ser lo bastante fuerte para que el costo de destruirlo sea mayor que las ventajas que el otro crea que puede ganar.

Hay otro corolario muy viejo, que hasta los mismos griegos conocían con el nombre de hubris, desmesura. Pero muchas veces lo olvidaban, como en Melos: el más poderoso no debe abusar de su poder, porque siempre se puede dar vuelta la taba.


La ancha y poceada avenida del medio, y el acuerdo con el F.M.I.

marzo 11, 2022

Hoy a la madrugada la Cámara de Diputados aprobó un proyecto sobre el acuerdo a firmar con el FMI. Obtuvo amplia mayoría, con votos del oficialismo y de la oposición: 202 a favor, 37 en contra y 13 abstenciones. Lo de «ancha avenida del medio» va, entonces, porque ese resultado parece mostrar un amplio consenso. Lo de «poceada» va porque indica menos -u otras cosas- de lo que parece.

Hay un toque irónico, de esos que a veces le gustan a la realidad: el principal armador de los acuerdos políticos que se expresan en este resultado fue el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Y Massa fue quien irrumpió en la primera línea de la política argentina (la de precandidatos presidenciales) en las elecciones de 2013, con un triunfo claro en la provincia de Buenos Aires con esa consigna, la de «la ancha avenida del medio»: convocar a los votantes peronistas, y a los que aprobaban de las políticas del gobierno en ese momento, pero rechazaban la «crispación» kirchnerista. ¿Se acuerdan?

Luego, esa propuesta perdió atractivo. Sólo dos años después, se hizo evidente que la división histórica en el electorado, y en la sociedad, seguía muy vigente. La coalición entre quienes rechazaban y quienes temían al peronismo sólo necesitaba un candidato «propio» aceptable para expresarse en las urnas. Y la coalición que desde 1945 conduce el peronismo: los sectores más humildes de la sociedad, las provincias pobres, los que quieren un país industrial, más -desde la presidencia de Nestor Kirchner en adelante- una gran parte del voto «progresista», seguia unida. Especialmente, por la presencia de la otra coalición. Como sucede a menudo en la política democrática en muchos países, es su enfrentamiento lo que da vigencia y cohesión a los adversarios.

Así, para 2019, la «ancha avenida» ya era «calle angosta, la de una vereda sola». Previsible: la «tercera fuerza» que había estado presente en las elecciones nacionales por casi medio siglo, por izquierda con el Partido Intransigente o el Frepaso, o por derecha con la Ucedé, se fue desvaneciendo. La polarización ha ido creciendo.

Las elecciones de ese año mostraron dos cosas: el peronismo y el filo peronismo, si se unía a pesar de sus distintos matices y sus antagonismos, podía alcanzar una cómoda mayoría. Y sus opositores, a pesar de terminar su gobierno con un desastre económico, podían obtener un 40% de los votos.

Repaso esta historia sabida, porque me parece más importante que el consenso de estos días en Diputados en torno a una batalla simbólica, y porque es el trasfondo que hace posible ese consenso.

Lo de «batalla simbólica» puede ser tema de otro posteo. En éste, la reflexión es bastante obvia: las dos coaliciones, una hoy oficialista y otra hoy opositora, siguen existiendo. Y, también, van apareciendo «alas», un fenómeno que en otros países está más formalizado que entre nosotros.

Para hacer una analogía -imperfecta, como todas- con la política española: los peronistas que aprueban el acuerdo con el FMI ¿»los posibilistas»? serían el PSOE, y La Cámpora más otros que lo rechazan ¿los «imposibilistas»? podrían llegar a ser Podemos. (No puedo resistirme a señalar que en esta analogía, Carlos Menem habría sido el Felipe González local). El radicalismo, más la Coalición Cívica, ocuparía el lugar del PP, y el «macrismo duro» el de Vox.

Ahora, las analogías pueden ser útiles para visualizar una realidad, pero son engañosas si se toman en serio. La realidad política argentina es muy distinta de la española. Lo que yo creo, en mi falible opinión, es que esas dos coaliciones seguirán vigentes y separadas, porque ambas ofrecen a sus dirigentes y militantes una razonable chance de conservar o llegar al gobierno.

(Esto lo digo, agregando un proviso que los matemáticos llaman ceteris paribus «si las otras variables permanecen igual». Por ejemplo, una crisis económica grave, con un golpe hiperinflacionario -la expectativa y esperanza del «macrismo duro»- cambiaría el escenario: abriría la posibilidad de opciones «ultras» y haría inevitable una recomposición de las coaliciones actuales. También, una recuperación que derrame prosperidad le daría a Alberto su chance para ser reelegido).

Igual, si no hay sorpresas, la competencia entre el FdT y JxC -u otros nombres que adopten, es la realidad del 2023.

Este año 2022 es el de las definiciones dentro de cada coalición. La competencia entre esas alas por imponer su mensaje como el mensaje que se va a transmitir a la sociedad, a sus votantes y a los indecisos, el año próximo. Y, naturalmente, cuáles son las figuras que lo expresarán, en el escenario nacional y en los muchos escenarios locales.

Y aunque no haya elecciones, esta competencia se definirá por el eco que consigan esas «alas» entre los futuros votantes. Porque ambas coaliciones terminarán eligiendo para la contienda de 2023 a los que creen que pueden ganar. O, como dicen en la coalición de Este Lado «perder no es peronista».


Los motivos (hidrocarburíferos) de Putin

marzo 6, 2022

Mi amigo Daniel Arias -una de las firmas más buscadas en las notas de AgendAR- me envió ayer por whatsapp una breve reflexión. La comparto aquí, porque como él mismo dice, «No hay nadie que hable de petróleo y gas en este entuerto». Y desde hace 150 años que no hay entuertos donde no estén presentes de alguna manera.

«Pírrica o no, la invasión de Ucrania por Rusia es consecuencia de que Putin no podía no actuar. Con su monopolio gasífero sobre la Unión Europea en juego, no podía dejar que los tres campos de gas ucraniano descubiertos en 2012, causa última del Euromaidan de 2014, privaran a Rusia de contratos que alimentan el 50% de su presupuesto, y del 30% de su PBI.

En 2014, al toque del Euromaidan, se apropia del principal, el de Crimea, con 2 billones (12 ceros) de m3 de gas convencional. Ahora, con la toma de Jarkov, en el Este y pegada a las republiquetas separatistas de Donetsk y Lugansk, se apropia de otro gran yacimiento inexplotado de shale gas y shale oil. Lo único que le queda a la Ucrania no conquistada es el tercer yacimiento, muy occidental y a pie de los Cárpatos, y también de shale.

Ponele que Rusia se detenga adonde está ahora o donde va a estar en una semana, y negocie con Ucrania y la OTAN no avanzar más hacia Polonia y restituirles Odessa (próximo a caer), puerto sin el cual Ucrania se vuelve una especie de Bolivia chata… Y eso a cambio de que Ucrania se abstenga de meterse en la OTAN y se declare neutral, como en 1955 lo hicieron Austria y Finlandia…

Hasta que la posible Ucrania residual logre desarrollar y poner en línea sus campos de shale occidentales, Rusia sigue con su monopolio actual: calculá 10 años. Y el resto del gas ucraniano por ahora lo comercializa Gazprom. Como bono extra, con la reapertura del canal Dnieper-Crimea, sucedida hace 4 días, esa península estepárida pero con 2 millones de habitantes vuelve a tener agua por primera vez desde 2014.«

Mi respuesta, + o -: Tu análisis es muy bueno. Y Fareed Zakaria, en el Washington Post de hoy, advierte que EE.UU., hoy el principal productor de petróleo, al nivel de Arabia Saudita, debe intensificar su producción al mango, para reemplazar a Rusia como proveedor de Europa…

De todos modos, tengamos presente que sin oficinas de presupuesto y estados mayores para verificar nuestros supuestos, nosotros dos estamos especulando.

Pero concedo que esas pueden ser las previsiones, optimistas, de Putin, que los tiene. Igual, debería recordar que dos grandes estrategas, Napoleón Bonaparte y Carlos XII de Suecia hicieron previsiones parecidas dos y tres siglos atrás respectivamente. El sueco llegó justo donde se está peleando ahora, en Poltava.

Como sea, aún asumiendo una victoria militar nítida de Rusia –muy probable- la pregunta es si sumar el petróleo y gas de Ucrania, y eliminarla como competidor en la provisión a Europa, compensa el costo: reconstruir la OTAN, es decir, la alianza EE.UU.-Europa (so sólo la UE), y aumentar su dependencia de China como el gran comprador y (distante) aliado.

También, un factor psicológico pero muy real -que hasta los discípulos inteligentes de la escuerla «realista» toman en cuenta: Putin se convierte en el «villano» necesario para la remake de la Guerra Fría, la ideología de esa alianza Estados Unidos-Europa, donde el poder militar de EE.UU. lo convierte en el socio hegemónico.

Como digo a veces, el que viva lo verá. Calculo unos cinco años, pero puede ser mucho antes.


Discutiendo con el putinismo local

marzo 3, 2022

En este posteo -casual y breve, como casi todos- vuelco algunos comentarios que hice ayer en grupos de wasap, ese sustituto digital de las charlas de café.

Pero antes es necesaria una aclaración: hay -o hubo hasta hace una semana- una aprobación muy extendida hacia la figura de Putin en la ciudadanía de países que arrastran frustraciones. O sea, casi todos.

Natural. Putin reconstruyó el orgullo nacional y un orden político estable en una Gran Potencia que había pasado a ser un país empobrecido y humillado, en el que mafias saqueaban el Estado y, entre otras cosas, exportaban mujeres a las redes de trata.

(Un pensamiento también casual: Ucrania, una versión de Rusia más pequeña y un poco más europeizada, no encontró alguien que cumpliera esa tarea después de su independencia en 1991. Pero la historia contrafáctica es indemostrable).

A la discusión. Que no fue con quienes levantan las viejas banderas de los bolcheviques y están dispuestos a hacer una guerra sin cuartel contra el capitalismo internacional. En twitter, claro. Es que Argentina se parece en algo al Cáucaso: todas las «etnias» ideológicas sobreviven, en valles perdidos.

No. La discusión ha sido con amigos de convicciones nacionales y populares. a los que su rechazo a las intervenciones de EE.UU. en América Latina y Medio Oriente, la memoria del papel de la OTAN hace 40 años en Malvinas y su hostilidad al capitalismo financiero global, los llevan a confundir la invasión a Ucrania con una guerra imaginaria entre globalistas y multipolaristas.

Hay algo más: el marxismo, aún en la versión voluntarista, algo nietzcheana. de los ’70 del siglo pasado, está viejo y no enamora. Existe en unos cuantos cierta fascinación con las ideas de Alexander Dugin, un pensador ruso del que se dice que es cercano a Putin, y que ha elaborado un discurso «euroasiático», retomando ideas de los intelectuales «eslavófilos» en el debate filosófico de la Rusia del siglo XIX.

Dice Dugin, y es repetido en grupos de wasap locales: “Esto no es una guerra con Ucrania, es una confrontación integral con el Globalismo de la élite liberal atlantista”.

Tuve que señalar que en esta etapa de la «confrontación integral» todavía no murió nadie de la élite liberal atlantista; sólo ucranianos y rusos. Y la OTAN se ha revitalizado: toda Europa al oeste de Moldovia, más Turquía, cerró filas contra Rusia. Pero tal vez Dugin piensa, como nuestras madres, que la intención es lo que vale.

Por mi parte, no lo puedo aceptar en un gobernante: no me interesan sus intenciones sino las consecuencias de lo que hace.

Por supuesto, Putin no es un «multipolarista»; su trabajo es defender los intereses de Rusia. Y es cierto que el avance de la OTAN en Europa Central y Oriental -después del derrumbe de la URSS, como comenté aquí– tenía que ser visto por una Rusia recuperada, como una amenaza. La incorporación de Ucrania a la OTAN… era inaceptable para un gobernante de Rusia. Biden se ocupó de dejar claro, antes de la decisión de Putin, que no iba a enviar un sólo soldado ahí.

Pero la invasión militar del territorio de Ucrania ha sido, como la veo desde este lejano Sur, un error gravísimo. Debería haber recordado, él que insiste en que rusos y ucranianos son el mismo pueblo, que ese pueblo no tiene tradición de aceptar mansamente que ejércitos ajenos entren en su suelo.

Más allá del resultado de esta guerra, ha conseguido hacer realidad la consigna con que llegó Biden a la presidencia: «America is back!«. Estados Unidos está de vuelta… en Europa. Desde Rusia, es un precio muy alto por el objetivo que puede conseguir en el mejor de los casos para él: la neutralidad, hostil, de Ucrania y franjas de su territorio.

Pero este posteo no es un análisis geopolítico. Es otra expresión de mi fastidio con este hábito argentino de embanderarse en guerras en las que no participamos. Atención: siento que debo aclarar que no creo que Argentina, ni los países de América Latina que pueden darse una política exterior, deban sumarse a la histeria antirrusa de esta nueva guerra fría. Sobre todo teniendo en cuenta que el verdadero rival de EE.UU. es China. Veo inevitable que algún gobierno estadounidense haga la gran Kissinger y un Secretario de Estado viaje a Moscú…


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