EduA es un frecuente comentarista de este blog, es un ingeniero con experiencia en empresas de alta tecnología, es un pequeño empresario rural, es radical y es un duro crítico del gobierno K (las calificaciones no están puestas en orden de importancia). Al mismo tiempo, es un tipo muy lúcido, con la inteligencia concreta que tienen los ingenieros (cuando son inteligentes, lo que no es siempre) y es uno de los que he tratado de entusiasmar para ver si podemos construir un lugar en la Red – portal, blogs linkeados – que sumen ideas y discutan proyectos concretos para Argentina, un sitio que tenga claro que ninguna propuesta es neutra en política, que todas llevan a una definición ideológica inevitable, pero que pueden ser impulsadas por argentinos con identidades y compromisos políticos diferentes.
El grueso de lo que subo a continuación es un comentario que hizo hace muy poco en este blog, en un debate con AyJ y el Lobo estepario, pesos pesados de la blogosfera, ampliado en un mail privado. Si lo pongo en una entrada por separado es porque es un planteo concreto, que merece la chance que algún decisor, ahora o en el futuro, lo tome en cuenta, pero además porque me permite hacer un comentario político sobre oposición y oficialismo. Uno es incorregible
Investigación y Desarrollo, en sentido amplio, se aplica a la ciencia – que profanamente divido en básica y aplicada; de la primera se ocupa el Estado en todos los países; muy pocas empresas la hacen también (IBM – que tiene varios premios Nobel en su plantilla -, AT&T, algunas que otras francesas y yankis, y muy poquitas más)-; de la segunda, la ciencia aplicada, en los países exitosos se ocupan ambos, Estado y empresas, en distinto grado, La tecnología es hija directa de la ciencia aplicada, como lo es el diseño industrial. En la Argentina tenemos muy poca investigación básica y algo más de aplicada, pero poquísima en el ámbito de las empresas – sean éstas privadas, mixtas o estatales. Y la gran multiplicación de las economías desarrolladas se produce cuando la tecnología llega a las empresas, sea porque éstas la generen o la retribuyan mediante regalías (en el caso en que haya sido creada por el Estado), simplemente porque desde ahí se genera el valor agregado que repercute en la sociedad por los mecanismos propios del mercado.
El ejemplo de la Comisión Nacional de Energía Atómica es muy bueno, pues marca el fruto de una luminosa y rara coherencia a lo largo décadas, con todo tipo de gobiernos, aun a pesar de que la saga empezara con el loco Richter. Empezó porque Perón tuvo visión, siguió porque los que lo sucedieron la compartieron, aun a regañadientes en algún que otro caso. Pero también es bueno entender que la CNEA ha sido posible por las universidades nacionales de primer nivel que la fueron alimentando de materia gris. Es decir, es producto de una visión de país, que tiene etapas, que se construyen unas sobre otras.
También hay que entender que una de las formas de ver a la Investigación y Desarrollo es evaluar la capacidad de producir valor agregado para el conjunto. Por cada peso invertido, el resultado debe mostrar un beneficio neto. ¿Quiere decir que es la única forma de medirla? No. Pero sí revela que son necesarios AMBOS enfoques. Y que hay que apuntalar la capacidad de generar ese valor agregado, en grado mucho mayor al alcanzado hasta ahora, que es bastante, pero mucho menos que el que habría debido ser.
Rafa, el Lobo estepario, comentaba el caso coreano. El modelo de los “chaebols” fue impulsado por una dictadura y se construyó sobre un bajo nivel de sindicalización. Por ende, en este sentido no es un ejemplo aplicable para la Argentina. Pero sí lo es que el Estado condicionó completamente ciertos apoyos e incentivos a que hicieran Investigación y Desarrollo. El resultado, hoy, 20, 30 años después es el que Rafa describió y que valoró en cuanto a que el valor generado quedaba para los coreanos. Concuerdo: cuando empezaron, sólo producían arroz, pescado y tungsteno. Hoy Samsung factura más que IBM o Hewlet Packard; unos 115 mil millones de dólares, contra 110 y 95 respectivamente. ¿Impresionante, no? Podría poner otros: el otro día mencioné a la Fiat de hoy; pero son ejemplo de lo mismo la Cuba que fabrica vacunas y las exporta, o la Embraer brasileña.
Entonces, ¿por qué no hacer lo mismo aquí? Se debe hacer política activa induciéndolo. Hoy se tienen los recursos para hacerlo, pero no la visión ni las ganas. Se puede argumentar que la escasa burguesía industrial argentina no es propensa. OK. Induzcámosla. Los ejemplos de los fabricantes de maquinaria agrícola, aun a los tumbos, lo muestra claro (dicho sea de paso, esas empresas conformaron el CIDETER, que es un centro conjunto de I+D, creado por las empresas y hoy está apoyado por el Estado). Este ejemplo debe multiplicarse. ¿Que los argentinos no pueden? Yo creo que sí.
Por eso insisto con que lo importante es la visión: reconocer el valor latente donde está, para apoyarlo, o para crearlo. La CNEA es tan buen ejemplo como la maquinaria agrícola o la genética de semillas. Y que no basta, aunque esté estupendamente bien, sólo con inaugurar un laboratorio de nanotecnología (como hace poquito, por el presente gobierno, en un rapto fugaz de lucidez) si luego no hay políticas adicionales que potencien socialmente lo que allí se cree. Las oportunidades están ahí, la inteligencia la tenemos. Lo que menciono debería ser un desafío central del próximo gobierno.
Esto de incentivar, seducir a las empresas para que hagan I+D debe ser una política de Estado que esté sustentada en una ley cuyo corazón esté protegido por mayorías especialísimas, por lo menos equivalentes a las requeridas para concertar el llamado a modificación de la Constitución Nacional. Es la única manera de que se dé una señal de largo plazo. Pues, si no, ¿aún existiendo incentivos, va a haber empresas que inviertan en esto? No sucederá, por la volatilidad que tienen estas cosas en la Argentina. Hay que remover la volatilidad de raíz. Ése es el único modo.
Edu, hasta aquí escucho y aplaudo. Estás desarrollando, con mejor información técnica, algo que yo sostengo desde hace tiempo. Pero discrepo con vos en un punto: “una ley cuyo corazón esté protegido por mayorías especialísimas, es la única manera de que se dé una señal de largo plazo” Quiero hacer claro algo: pienso que una ley así sería una buena idea, y mostraría una señal de… madurez en los partidos políticos que la apoyen. Pero las leyes de esta envergadura no son más que las reglas de juego que las fuerzas sociales de un país aceptan en un momento dado.
Lo que nos hace falta en Argentina es el sector comprometido, en su ideología y en sus intereses, con un proyecto que, vos mismo lo señalás, debe ser impulsado desde el Estado, en íntima vinculación con las empresas. (Intimidad no es sinónimo de corrupción, pero, seamos realistas, brinda muchas oportunidades).
¿La Derecha realmente existente? De corrupción sabe bastante, pero todavía se aferra al discurso del ajuste y de la asignación de recursos por el mercado. ¿La izquierda y el progresismo? Su discurso es pro-ciencia y tecnología (salvo los que han comprado un ecologismo anti industrialista), pero no han impulsado demasiados esfuerzos concretos en esa dirección. Los nichos que alimentan la mayoría de sus cuadros están en las ciencias sociales y los medios. Y tiene problemas para vincularse con el empresariado. Cuando alguno de ellos lo hace, suele terminar como empleado.
¿Las fuerzas políticas nacionales? Vos juzgarás lo que hace el radicalismo, y, más importante, lo que puede hacer. Desde el peronismo, que es la que yo conozco, creo que este tema explica, mejor que ningún otro, mi actitud actual: Un profundo fastidio por lo que no se hace, al mismo tiempo que un reconocimiento realista que lo poco que hoy se hace está impulsado por el gobierno que hemos sabido conseguir.
La seguimos.