Los Acuerdos Artemis. Argentina, EE.UU., China y la Luna

julio 28, 2023

Esta semana recibimos la visita de Bill Nelson, ex astronauta, ex senador, y actual Director de la NASA. Su objetivo anunciado como principal -que consiguió- fue que nuestro país se sumara a lo que los gringos llaman los Artemis Accords, una lista de buenas intenciones vinculadas a la exploración espacial, que hasta ahora han firmado el gobierno autor de la propuesta, el de Argentina y los de otros 26 países.

Enrique Garabetyan informa a fondo sobre el tema aquí, y Fabiola Czubaj da detalles de la conferencia de prensa de Nelson aquí. Ahora, gente suspicaz piensa que un objetivo no explícito es que autoricemos una base espacial de EE.UU.  en nuestro territorio.

¿Los motivos? Bueno, la NASA tiene 3 bases distribuidas en distintos lugares de nuestro planeta para mantener contacto directo con satélites, naves y misiones en general en cualquier lugar del espacio. 2 en el Hemisferio Norte, en California y en Madrid, y 1 en Australia, en el Hemisferio Sur. Como la tierra gira, tal vez sería funcional tener otra al sur, en una ubicación casi exactamente opuesta a la australiana. Eso es por acá.

En realidad, esa misma gente suspicaz cree que el principal motivo, por lejos, es que China tiene una base espacial con ese mismo propósito explícito, en Neuquén. ¿Y por qué nosotros no, eh? Sería la actitud en Washington.

Puede ser, o no. En cualquier caso, siento el impulso de dar desde este humilde blog algunas reflexiones sobre lo que puede verse como el aspecto geopolítico del asunto. Más bien, astropolítico.

Ya había hecho algo así antes. Para el 40° aniversario del descenso de Armstrong y Aldrin en la Luna, el 20 de junio de 1969, escribí «El viaje que NO cambió la historia». Pues ya a fines del siglo XIX y principios del XX, soñadores prácticos en Rusia, Alemania y Estados Unidos habían empezado a estudiar medios de salir de nuestro planeta. «La tierra es la cuna de la humanidad. Pero no se vive siempre en la cuna«, decía el ruso, Tsiolkovsky.

Y en 1957, 1961 y, sí, en 1969, se dieron pasos importantes. Y se hablaba, recuerdo, de la Era del Espacio. Pero, no. Las dificultades eran mucho mayores que las que se suponían sólo 50 años atrás, para los frágiles seres humanos.

Atención: los satélites hoy son una parte imprescindible de la economía y la sociedad global. Pero todo lo que no orbita nuestro planeta es el equivalente de los barquitos vikingos de los siglos antes del viaje de Colón. Ni la NASA ni sus pares soviéticos fletaron carabelas. Para la conquista y la colonización… falta mucho.

Puede ser que esa etapa esté comenzando ahora. En todo caso, a pasos muy lentos. Pero es probable que en un lapso de 10 a 15 años EE.UU.  y China instalen bases permanentes en la Luna (Una por cada superpotencia, claro). Y el satélite natural de la Tierra será para ellas lo que es hoy la Antártida para una veintena de países (entre ellos el nuestro): un lugar para establecer presencia, desarrollar las capacidades técnicas y humanas necesarias, y explorar oportunidades de explotación… en otras décadas.

¿Le conviene a nuestro país participar y colaborar con las misiones espaciales de las superpotencias, si se lo proponen? Por supuesto que sí! Preferentemente, con ambas. Las capacidades técnicas que se adquieran tienen múltiples usos industriales y hasta médicos, como lo demostró la «carrera espacial» en los ’70 y ´80.

(Eso sí, la hipotética base espacial yanqui no debería tener extraterritorialidad, como se cometió el error de conceder a la base china).

Pero la CONAE, y en general la tecnología y la industria argentinas, tienen tareas fundamentales a cumplir aquí en la Tierra y en el espacio cercano. Para esto último, el desarrollo del lanzador propio -el Tronador II- es un paso necesario.


Argentina, las guerras ajenas y la guerra de Malvinas

marzo 3, 2023

Es necesario precisar dos afirmaciones del posteo anterior:

El esbozo de un mundo bipolar es una simplificación, hay dos grandes Potencias que por encima de cualquier otra están en condiciones de proyectar su poder económico y militar en cualquier punto del globo (con el proviso importante que China no es la URSS: no tiene una ideología que quiera o le interese extender por el mundo).

Pero en el plano económico, entre otros, el mundo es multipolar y se puede decir post-occidental, en nuestro caso por ejemplo el cliente mas importante es Brasil seguido por China en ocasiones el primero. También Egipto, Vietnam, son mercados importantes para nosotros, e India, la tercera futura gran potencia, si las tendencias de crecimiento económico y demográfico se mantienen, podemos depositar grandes expectativas para nuestras exportaciones.

La otra afirmación a precisar es que Argentina no tiene una tradición de protagonismo, en los temas globales. Porque fuimos protagonistas,aunque sin haberlo previsto,de una de las guerras del último cuarto del siglo XX, donde se dieron las últimas batallas aereo navales. Aún hoy somos el único país que le hundió barcos a la OTAN y eso no ha sido olvidado por estados mayores y cancillerías. Algo dije sobre esto en el mini editorial con el que comenté una nota en AgendAR.

El punto en el que quiero insistir es que esa simplificación inicial es válida en un aspecto muy importante, estamos todo el planeta en medio de la Guerra Fria II. Muy distinta de la I, pero que como ella,influye decisivamente en todos los aspectos de la política internacional.

Por suerte no es necesario tomar partido (aunque como decía en ese posteo anterior nuestras pujas internas hacen que ambos bandos tengas sus respectivas hinchadas aquí). Pero nos obliga a manejarnos con mucho cuidado.

China es un cliente e inversor importantísimo. Estados Unidos no es cliente…. pero además de gran inversor, es un actor decisivo en el sistema financiero internacional.

Lo que me interesa destacar aquí – lo venimos haciendo desde hace casi 5 años en AgendAR– es que Argentina tiene capacidades que le permiten tener alguna voz en su propio destino, y no ser un simple peón de los grandes jugadores. No sólo sus recursos naturales, soja, Vaca Muerta, litio…. Toda América del Sur viene exportando sus recursos desde hace 500 años y eso no la ha convertido en Potencia. En tecnología nuclear y satelital, en biotecnología…..,en las fronteras del futuro Argentina tiene capacidades considerables. (A pesar de que sigue exportando sus técnicos jovenes). Tengamos conciencia de ello y como se dice ahora “pongámoslos en valor”.


Es la noticia más importante de todas. O una pavada

junio 16, 2022

Se trata de una nota que publicamos ayer en AgendAR «Un ingeniero de Google afirma que la Inteligencia Artificial que desarrollaron es sentiente«. Y aparece en este idosincrático blog porque provocó una charla en la redacción del portal que quiero compartir con ustedes.

Empezó con un comentario casual mío: «La nota sobre Inteligencia Artificial autoconsciente que publicamos puede estar en la categoría de avistajes de OVNIS (que tienen mucho público), o puede ser la nota de CyT más importante de todas. Le preguntaría a LaMDA…».

Daniel Arias: «El problema, como decía Sagan, es que afirmaciones gigantescas requieren pruebas gigantescas. Y probablemente el test de Turing (que se describe en la nota) es demasiado poco, al menos con un único convencido de estar hablando con una entidad autoconsciente. Si fueran 14 convencidos sobre 20 peritos inicialmente escépticos, estaríamos en zona de al menos generar un sacudón de duda«.

Daniel Arias: «Es una objeción casi judicial a un test pensado para individuos, no para un jurado de individuos. No obstante, el caso acredita a que lo examine una junta independiente de expertos de diversas disciplinas de IA y también de psicólogos y psiquiatras. Por alguna causa seguramente comercial, Google no quiere saber nada del asunto. La firma supone quizás que saldría perjudicada tanto de un fallo a favor como de uno en contra. Si el terror de los humanos es crear otra forma de vida o incluso un dios, incluso uno bastante módico y limitado, habrá quienes te odien por haberlo logrado, y quienes no te perdonen por NO haberlo logrado. Google pierde en ambos casos«.

Daniel Arias: «Personalmente, yo creo que la verdadera IA autoconsciente va a surgir de un modo bastante espontáneo, como el de este caso. No descarto en absoluto que este hombre diga la verdad «according to Turing». Pero se necesitan más pruebas«.

Yo: «Me parece que no se está percibiendo el punto central. Al menos, no lo he visto expuesto en ninguna publicación. Y sin embargo, me parece obvio. LaMDA no es la creación de un científico algo desequilibrado, en un castillo en los Alpes Suizos, jugando a ser Dios. No es una creación, punto. Es el desarrollo, sin saltos apreciables, de los programas del Traductor de Google y de su Asistente Virtual, del de Apple,… El punto es si la complejidad de los programas, y sus mecanismos de búsqueda e integración de datos, crean o crearán en algún punto el equivalente de la autoconciencia«.

Yo: «En principio, me inclino por el NO. La capacidad de computación no parece tener relación directa con la creatividad; menos aún con la autoconciencia. Las computadores ahora pueden jugar al ajedrez, en el nivel Grand Master, pero no componen literatura o poemas q valgan la pena. Entre los que yo leí, aclaro. Pero me deja pensativo la sofisticación que ha ido adquiriendo a lo largo de los años el Traductor de Google, por ejemplo«.

Yo: «Es posible que la respuesta la tengamos muy pronto. No importa si Google le da licencia con goce de sueldo a Lemoine e invoca el compromiso de confidencialidad, o lo manda a dormir con los peces. Hay demasiados programas desarrollándose, en grandes compañías y en garages en todo el mundo. Que San Asimov nos proteja«.


La caída de las redes de Mark Z: chance para ARSAT y algún empresario argento

octubre 6, 2021

Esta nota no pertenece al blog. Es un editorial que subí hoy a AgendAR, mucho más apropiada para su público, creo, que los politizados, militantes y/o nostálgicos que todavía visitan acá. Pero estoy tan embalado con la idea que la divulgo por cualquier medio. Hasta creo que la voy a subir a Facebook e Instagram, para jugar limpio con Mark 🙂

ooooo

Como todo el mundo sabe -nunca fue tan cierto y literal, el mundo todo-  el lunes 4 de octubre Facebook, Instagram y WhatsApp, las 3 empresas de Mark Zuckerberg, estuvieron caídas por más de 6 horas. Las dificultades comenzaron a las 12:15 hora argentina, y ningún dispositivo, en ningún rincón del planeta, podía conectarse a través de ellas.

No fue la primera interrupción del servicio para ninguna, ni tampoco la más prolongada. Facebook estuvo caída un día entero en 2008, y WhatsApp por 14 horas entre el 13 y el 14/3/19. WhatsApp e Instagram las tuvieron hace muy poco, en marzo y julio de este año. Y un fallo de las 3 juntas, ocurrió en julio de 2020.

Pero nos animamos a decir que la caída de ayer fue la que impactó más en la sociedad global. Para ser más preciso, en un porcentaje muy alto de los ciudadanos de una mayoría muy larga de los países del globo.

En parte, por una cuestión del número de usuarios. En 2008, Facebook tenía 80 millones; hoy, esa red social sola tiene más de 2.890 millones. El «planeta Zuckerberg» tiene más habitantes que la India y China juntas.

Pero creemos que un factor aún más decisivo es el papel que juegan, cada vez más, en nuestras actividades, además de nuestros ocios. Cada día más empresas pequeñas y medianas y emprendimientos personales se suman a vender u ofrecer servicios a través de Instagram. La pandemia ha acelerado esta tendencia.

Y WhatsApp -y en menor grado el servicio de mensajería de Facebook, Messenger, que también se cayó– ha reemplazado al correo electrónico y está en camino de reemplazar a la comunicación telefónica. Por supuesto, ambos siguen existiendo y cumplen funciones acotadas aunque propias. Pero el mensaje que puede enviarse en cualquier momento, y también leerse o escucharse cuando el receptor tiene tiempo, resulta tan útil… Lo mismo que el bot, que ofrece de inmediato opciones al cliente (o al ciudadano).

Bueno, ayer comprobamos que este maravilloso mecanismo -que vende a empresas privadas, y a algunas agencias de algunos gobiernos, los datos personales que le brindamos sin reflexionar, y cuyos algoritmos han sido denunciados como «perversos» (ver la otra nota que hoy publica AgendAR)- también puede fallar. Y sin advertencia previa.

Poco después de la recuperación de las redes, nuestro amigo Jorge Zaccagnini, referente histórico para muchos informáticos argentinos, nos decía en un mensaje «en varias oportunidades advertimos que la mudanza irreflexiva de los mecanismos de comunicación era un proceso peligroso y permanentemente a un paso del caos».

Es cierto. Sin ir más lejos, en marzo habíamos reproducido en AgendAR su advertencia «No abrazar la tecnología digital sin evaluarla antes». La pregunta es ¿Hay alternativas?

Hay una red, al menos, que se está ofreciendo, con énfasis, desde hace tiempo: Telegram. Y es muy competitiva en sus capacidades. Pero, como otras muestras de las brillantes ciencia y tecnología rusas, tiene dificultades con la escala. Ayer también Telegram tuvo problemas para alojar a tantos emigrantes intempestivos con los mensajes que no podían enviar por WattsApp.

Hay otras redes y servicios de mensajería. En China, en la misma Rusia… Incluso en Estados Unidos, varios compiten con éxito en segmentos de la población con los servicios de Mark Z. Pero todos ellos, en sus características y su lenguaje, están destinados a los usuarios locales.

Y ahora contestamos la pregunta de si hay otra alternativa con otra ¿Por qué no hacemos lo mismo? Hacemos nuestro el desafío de Zaccagnini: «…planteamos la necesidad de una nube local y sudamericana. Usando los recursos y conocimientos que hoy estamos mal utilizando como materia prima del negocio de otros».

Podemos imaginar una red de mensajería nacional, hasta un sitio en Internet para subir fotos y textos breves… Ejemplos de esto último existen. Por supuesto, somos conscientes que competir con recursos locales con el imperio de Zuckerberg sería tratar de pescar una ballena con un anzuelo para mojarritas.

Pero el objetivo no sería competir, sino ofrecer una alternativa confiable, y, tal vez, valorizar más los datos que hoy los usuarios de las redes proporcionamos gratuitamente. Porque Mark Z es, simplemente, el empresario que con mayor habilidad explotó el hecho que hoy a muchísima gente le encanta volcar su intimidad en Internet, brindando de paso información valiosa para las empresas que quieren venderles productos o servicios.

El factor que puede hacer viable una propuesta así es que al Estado nacional, y también a los provinciales, les conviene que exista una alternativa a sus ciudadanos y a las empresas. No sólo frente a caídas imprevistas como la de ayer. El crimen y la guerra ya se trasladaron al ciberespacio. Contar con proveedores nacionales de estos servicios será en muy poco tiempo una política prudente, seguida por muchos países.

Nuestro columnista, Daniel Arias, nos cuenta que en enero de 2020, cuando se renovó la conducción de ARSAT, se debatió si se iba a ofrecer un sistema de teleconferencias capaz de hacerle competencia a los varios sucedáneos de Zoom. Con la ReFeFo, la red de fibra óptica que superó los 35.000 km y la capacidad de almacenamiento del Data Center de Benavídez, habría tenido ventajas tecnológicas, de escala y de costos decisivas dentro del territorio argentino. Pero era indispensable vender servicios directamente a usuarios: «dar milla final», en la jerga.

El tabú de la milla final es fundacional, viene de 2006, cuando la empresa nació con diez empleados en dos oficinas del entonces Correo Central y con la entonces sorprendente idea de dotar a la Argentina de sus propios satélites de telecomunicaciones. De suyo, un proyecto tildado de irrealizable y faraónico. Pero los satélites están, ganan mucha plata para el estado, logró una alianza con Turquía para su construcción en serie y venta, y habrá nuevos.

Satélites, la ReFeFo, «el Data», todo lo que se propuso hacer ARSAT, lo hizo. Pero en 2020 desistió de un equivalente nacional de Zoom por no romper el tabú de la milla final, y sembrar la paranoia entre algunos grupos económicos muy poderosos del mundo de las comunicaciones. Ese paso al costado se dio mientras se veían llegar la pandemia, sus inevitables restricciones y el florecimiento de la sala virtual de conferencias Zoom. Podríamos haber tenido un equivalente nacional. Todavía podemos.

Éste ahora es un desafío distinto. La caída general de conectividad de ayer nos señala que, antes que un negocio empresario, para el país sería una medida de seguridad. Ya no es únicamente conveniente. Es necesario.

ARSAT, en asociación con las empresas informáticas que siguen naciendo en Argentina a pesar de la crisis, puede encargarse de esta tarea. Tiene todo para ello. Se necesita la decisión política. Y, muy probablemente, un empresario o empresarios audaces.


Los tests para detectar coronavirus, en Argentina

abril 11, 2020

Hay que reconocer que esta pandemia, por todos sus males, ha hecho maravillas por la educación pública en nuestro país. A los millones de directores técnicos y economistas que ya teníamos, le agregó en pocas semanas, una cantidad igual de epidemiólogos.

Muy argento todo. Por eso mismo, incorporó consignas a nuestra guerra de hinchadas. El bando antiperonista ya sumó a los tradicionales «No existís!» y «Son todos negros!», el nuevo hit «Tests masivos!». Que es un pedido razonable, eh, pero lo corean quienes no reconocerían un test si les cae encima.

La necesidad y las facilidades para testear más de lo que se hace hasta ahora las tocamos en AgendAR en, por ejemplo, aquí y aquí. Nora Bär, de lo mejor en periodismo científico, explicó en La Nación Porqué la Argentina no hace tests masivos. Y hoy reportea al infectólogo Eduardo Lópes -uno de los que saben- que dice que «Hay que testear más«.

Ahora, si soy uno de los que no sabe ¿qué estoy haciendo ahora en el blog? Bueno, no soy experto en virus, pero algo conozco de política y de lógica (2 disciplinas distintas) y quiero hacer un modesto, y breve aporte para encarrilar el debate, para los que le interesa hacerlo en serio y no somos epidemiólogos.

Los tests hoy se hacen en Argentina a los que presentan síntomas evidentes, y a algunos -cientos, ¿miles?- de «asintomáticos». Hacer más diagnósticos, cuantos más mejor, nos da más información -la muestra es más grande- sobre la velocidad del contagio, la letalidad de la infección (es decir, qué probabilidades hay que, si te infectás, te mueras, tengas una enfermedad grave, o ni te enterés),… Más importante todavía: dice si en algún sitio hay pocos o muchos infectados, lo que ayuda a hacer un mapa territorial del contagio.

Si supiéramos que el que se infectó queda inmune, daría más tranquilidad a los que se detectan pero no muestran síntomas. Pero lamentablemente no hay certeza de eso.

Más tests, además, hacen quedar mejor a los gobiernos: si se detectan más infectados -y ya sabemos que se detectarán muchos más- baja el % de hospitalizados y de muertos sobre ese total.

Eso sí, los tests no curan a nadie. Ni iqmpiden que el testeado se contagie. Entonces, alguien tiene que decidir cuántos recursos, en guita, en capacidad de los laboratorios, sobre todo, en personal entrenado y valiente se dediquen a esa tarea, a cuidar a los enfermos, a controlar la cuarentena….

En general, es preferible que los que toman esas decisiones respeten la opinión de los médicos, especialmente si son especialistas en virus o en epidemias. Los médicos no son infalibles -nadie lo es- y encuentro que como grupo y con nobles excepciones, son soberbios y difíciles de convencer. Uno sabe como le amargaron la vida al pobre Semmelweis antes de aceptar su evidencia sobre las infecciones y el lavado de manos. Pero entre ellos y los boludos que tuitean… no hay elección.


El coronavirus y el resfrío

marzo 15, 2020

Otra vez subo al blog una nota mía en AgendAR. Ya es de vicio.

Este lunes 9, hace 6 días, la Agencia CyTA-Leloir, una fuente muy seria a la que AgendAR acude habitualmente, hizo una nota a Pablo Goldschmidt, virólogo y especialista en enfermedades infecciosas. Ese mismo día, el diario Clarín la reprodujo íntegra, con un título más periodístico “El pánico (por el coronavirus) es injustificado”.

Goldschmidt dice ahí “Las opiniones mal fundamentadas expresadas por expertos internacionales, replicadas por medios de comunicación y redes sociales repiten el pánico innecesario que ya vivimos anteriormente. El coronavirus identificado en China en el 2019 provoca ni más ni menos que un resfrío fuerte o gripe​, sin diferencia hasta hoy con el resfrío o la gripe tal como la conocemos”.

Estas notas no fueron recogidas por las autoridades sanitarias ni -a decir verdad- tuvieron mucha repercusión entre el público, aunque Clarín tenga una circulación miles de veces mayor que CyTA. Pero algunos días después, en la radio «Con Vos», en el programa La Inmensa Minoría, le hicieron un reportaje a Goldschmidt, que pueden escuchar acá. Y por algún motivo esa nota sí se viralizó. La están reenviando por whatsapp jubilados y madres…

Atención: los argumentos de este especialista son sólidos y claramente explicados. Vale la pena leerlo o escucharlo críticamente. Por otro lado, la realidad local ya lo está refutando, con esa voz ronca que tiene. Pero el planteo de Goldschmidt contiene una falacia grave, y vale la pena analizarlo aquí para entender mejor a lo que nos enfrentamos.

Por supuesto no desde los datos médicos; no estoy en condiciones de hacerlo (recomiendo esta nota de Daniel Arias, que la ha actualizado, y, sobre todo, la página oficial sobre el COVID-19). Escribo desde lo que sé de comunicación, y alguna experiencia en asignación de recursos.

Empiezo por reconocer lo obvio: hay muchas enfermedades mucho más letales que el coronavirus. Aún en estas semanas de la pandemia, están provocando más muertes. Ni hablemos de los accidentes de tránsito, o las guerras… Desde un humanismo abstracto, se podría reclamar que los esfuerzos y la atención que se vuelcan al COVID-19 se dediquen a la tuberculosis o al dengue o la malaria…

Pero ese humano abstracto no hace esfuerzos ni tiene recursos. Quienes sí los tienen, gobiernos, instituciones, atienden al peligro más inmediato y más cercano a sus intereses y responsabilidades.

Y el COVID-19, esta variante del coronavirus es un peligro inmediato y cercano a nosotros, los argentinos, como al resto del mundo. No en sí mismo: como dice Goldschmidt -y también se dijo en AgendAR- es de letalidad relativamente baja, si se lo compara con la pandemia más explosiva y memorable del siglo XX, la «gripe española» de 1917-1920. Pero el COVID-19 sí crea las condiciones para que se desarrollen en el enfermo infecciones sobreañadidas más peligrosas, como la neumonía a neumococos, de letalidad creciente según edad avanzada o cuando median patologías previas como diabetes, trastornos circulatorios o tabaquismo.

(Por eso la mejor decisión que puede tomar, si todavía no lo hizo: vacúnese contra la gripe y contra la neumonía. Y hágalo ya).

Es cierto que, como dice Pablo Goldschmidt., nada de esto es nuevo o muy peligroso si se cuenta con un buen sistema de salud. Pero aquí aparece la característica verdaderamente mortal de esta variante del coronavirus: comparte con los rinovirus del resfrío común la facilidad para el contagio.

Cuando uno contagia a varios, y esos a otros varios… la masa de infectados crece en forma exponencial. Un hospital, un sanatorio que puede atender muy bien a dos, y arreglarse para atender a diez, se ve desbordado cuanto se presentan pacientes de a decenas o de a cientos. Los médicos, los enfermeros, los respiradores mecánicos, no alcanzan para todos. Eso es lo que pasó en Wuhan, pasa en Italia, está empezando a pasar en España…

Aparece el inevitable triage: se atiende a los que tienen mejor chance de sobrevivir. Los otros…

Un buen sistema hospitalario, un sistema de salud estatal es una necesidad práctica como reaseguro. Porque ninguna empresa privada está en condiciones de hacer las inversiones necesarias para prever una emergencia que puede o no ocurrir en cualquier momento en un lapso de diez años. Tampoco una obra social. Se fundirían.

«Lo que esta pandemia ya está revelando es que la atención médica gratuita y nuestro estado del bienestar no son costos ni cargas, sino bienes preciosos, esenciales cuando golpea el destino.» Son palabras de Macron, no mías. Los políticos franceses hablan así. (En la práctica, este presidente de Francia ha sido otro más (y van muchos) en agravar el desfinanciamiento creciente del otrora envidiable sistema de salud pública francés).

Agregaré algo: tampoco es realista esperar que el Estado pueda mantener las estructuras físicas y de personal para cubrir algo que sabemos ocurrirá -las pandemias- pero cuyas características son impredecibles.

Pongamos por caso el virus del Ébola, por ahora confinado al centro y costa Atlánticas de África: con su fantástica letalidad y capacidad de contagio, ¿qué país, incluso riquísimo, mantener las capacidades de terapia intensiva que demanda una enfermedad tan demandante, pero tan infrecuente entre brote y rebrote?

Lo que no se puede hacer (sin pagarlo caro) es lo que hizo Italia: pasar -a fuerza de recortes- de alrededor de 500 a 320 camas de terapia intensiva disponibles cada 100.000 habitantes. Si Corea, tan próxima de China, está manejando mucho mejor este tema que Italia es porque en las malas o en las buenas, mantienen más de 1200 camas de intensiva cada 100.000 habitantes. Los EEUU, que nunca creyeron demasiado en la salud pública, no llegan a 180…

Los coreanos no incurren en este gasto únicamente por la posibilidad de una guerra con Corea del Norte. Lo hacen por la conciencia de estar ubicados en la región del mundo donde, por sobrepoblación y por la inmensa industria de cría de animales de consumo alimentario, suelen nacer, como zoonosis, casi todos los virus pandémicos respiratorios.

Ha sido el caso de todas las gripes muy severas: la de 1917, la de 1957, la de 1968, probablemente la de 1977. La solitaria excepción fue la gripe porcina de 2009, que brotó en México (justamente, en una gigantesca granja de cría de cerdos).

Lo que se puede exigir al estado es que tome las medidas necesarias en el momento oportuno para aminorar la velocidad del contagio, para que el sistema de salud cubra a los pacientes; impida el acceso de nuevos portadores; y mantenga en cuarentena a los contagiados, dentro de los límites físicos que impone la realidad. Las aplicaciones informáticas son útiles, pero no reemplazan a las personas humanas que deben atender, y obligar.

Me informan los que saben que no es nada que no hayamos hecho antes. En 1957, cuando brotó una fiebre hemorrágica en la zona maicera de la provincia de Buenos Aires, la letalidad inicial era aterradora: 30%. Y no se sabía siquiera el causante. En 1958 ya estaba identificado y con nombre («virus Junín», o de la fiebre hemorrágica argentina, transmitido por el ratón maicero). Pero aún peleando a ciegas, la salud pública argentina, liderada por el Instituto Malbrán, hizo un enorme y eficaz esfuerzo de contención y terapia con medios primitivos: tratando a los contagiados con el suero de la sangre de ese 70% de convalecientes. La mortalidad bajó bruscamente a un solo dígito. Tomó décadas desarrollar una vacuna, la CANDID-1, que se tuvo que hacer en colaboración con el Ejército de los EEUU, y que hoy se suministra rutinariamente a unos 250.000 habitantes en la región bonaerense de Junín. Es muy eficaz.

Pero esta vez el vector viral no es un ratón sino nosotros mismos, los humanos, y el ecosistema del COVID-19 no es una región acotada de la Pampa Húmeda, sino el mundo todo. Nuestro gobierno ha tomado medidas severas al observar lo que estaba pasando en Europa y en EE.UU. ¿Son suficientes? Antes de 30 días lo sabremos.


Así que no usás Facebook? Pero Facebook te usa

marzo 21, 2018

zuckerberg-barcelona_feb22

Este blog empezó a contarles la historia de Cambridge Analytica hace un año, y -ante las revelaciones del Channel 4- retomó el tema aquí. Como lo están haciendo muchos otros en el mundo digital. Y enseguida se armó en la columna de comentarios el debate que arde en las redes sociales: ¿cuánto pesan en la decisión de los votantes CA y otras bandas como ella (entre nosotros insistimos en que nos llamen «agencias de comunicación digital»)?

Pienso aportar a ese debate, cómo no. Pero antes les reitero algo: me parece evidente que estas revelaciones encajan en la campaña contra Trump, que poderosos sectores del establishment internacional, en particular de los medios llevan adelante. Pero… tengo la sospecha que el blanco específico es otro billonario, también llegado en los últimos tiempos a los niveles del verdadero poder: Mark Zuckerberg. Porque el Gran Hermano en la realidad, mucho más sutil que el que imaginó Orwell, porque la información se la entregan voluntaria y alegremente sus manipulados, es Facebook.

Como argumento, les ofrezco estos tres párrafos de un editorial sobre el tema del venerable New York Times. Uno largo y jugoso, que en cuanto tenga tiempo se los traduzco. Pero para muestra basta un botón (en mi barrio dirían «botonazo»).

«Facebook no solo registra cada clic y «me gusta» en el sitio. También recopila historiales de navegación. Y compra datos «externos» como la información financiera sobre los usuarios (aunque las naciones europeas tienen algunas regulaciones que bloquean algo de esto). Facebook anunció recientemente su intención de fusionar datos «fuera de línea» – lo que el sujeto que hace en el mundo físico, como hacer compras en una tienda física – con sus vastas bases de datos en línea.

Facebook incluso crea «perfiles ocultos» de no usuarios. Es decir, incluso si no está en Facebook, es posible que la empresa haya compilado un perfil suyo, deducido de los datos proporcionados por las páginas de sus amigos o de otros datos. Este es un dossier involuntario del cual no puede optar, al menos en los Estados Unidos por no participar.

A pesar de las afirmaciones de Facebook de lo contrario, todas las personas involucradas en el incidente de «chupada» de datos de Cambridge Analytica no dieron su «consentimiento», al menos no en ningún sentido significativo de la palabra. Es cierto que si encontraste y leíste toda la letra pequeña del sitio, habrás notado que en 2014 tus amigos de Facebook tenían derecho a entregar todos tus datos a través de dichas aplicaciones (Desde entonces, Facebook ha desactivado esta función). Si hubieras logrado abrirte paso a través de una desconcertante variedad de opciones, es posible que incluso hayas descubierto cómo desactivarla».


Una invitación de Stephen Hawking

marzo 15, 2018

bienvenida

Ayer, 14 de marzo de 2018, Stephen Hawking aceptó morirse. Hace más de medio siglo los médicos le diagnosticaron ELA, Esclerosis Lateral Amiotrófica, y le calcularon dos años más de vida. Pero tenía algunas cosas que hacer, y las hizo.

Tenía el coraje más raro -no el de dar la vida, son muchos los que se descubren capaces de hacerlo- sino el de vivir en circunstancias terribles, casi completamente paralizado. Fue recompensado, por lo que valga: su nombre se convirtió para multitudes en todos los países, en símbolo de la Ciencia moderna.

Debo reconocer que, en mi poco autorizada opinión, S. H. no hizo los aportes fundamentales, los cambios de paradigma que en el siglo XX están asociados con los nombres de Einstein, Schrodinger, Dirac, … Pero en 1975 unió la astrofísica y la mecánica cuántica cuando postuló la «evaporación» de los agujeros negros. Lograr esa unión en el plano teórico lo había frustrado al mismo Einstein.

También aportó a la divulgación de la ciencia, una tarea valiosa. Y tenía sentido del humor e imaginación. Hace algunos años envió invitaciones a una fiesta, después de la fecha fijada. Les cuento la historia, para los que no la han leído en La Nación o en la BBC. Y si la leyeron, la cuento para mí. Es mi saludo en el blog:

«El 28 de junio de 2009 a las 12:00 Stephen Hawking se instaló frente a la puerta de entrada de un elegante salón de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, y esperó.

Hawking, quien falleció este miércoles a los 76 años, permaneció allí, esperando, sin sacar su mirada de la puerta cerrada.

«Me gustan los experimentos simples y… el champán. Así que combiné dos de mis cosas favoritas para ver si los viajes en el tiempo del futuro al pasado son posibles», explica Hawking en el citado documental.

Para probar esta idea, el físico no le contó a nadie de la fiesta hasta que ésta terminó.

Solo entonces envió la invitación, que incluía las coordenadas exactas en tiempo y espacio del evento, organizado en la tradicional escuela Gonville y Caius de Cambridge. «Usted está cordialmente invitado a la reunión de viajeros del tiempo organizada por el profesor Stephen Hawking», decía el texto, que también incluía la irónica aclaración de que no era necesario confirmar asistencia.

«Espero que copias de esta (invitación) sobrevivan por varios miles de años en un formato u otro», explicaba el también divulgador científico, cuyo libro «Una breve historia del tiempo», de 1988, vendió más de 10 millones de copias en el mundo.

Y agrega: «Quizás, algún día, alguien viviendo en el futuro va a encontrar la información y usará una máquina del tiempo para venir a mi fiesta, probando que, un día, los viajes en el tiempo serán posibles».

Al ver que la aguja del reloj pasa las 12 y nadie entra a su fiesta, Hawking pone en práctica su sentido del humor y dice: «Esperaba que la futura Miss Universo iba a abrir la puerta». Años después, el físico explicó en un simposio en Seattle, Estados Unidos, que «la teoría de la relatividad general de Einstein parece ofrecer la posibilidad de que podemos deformar el espacio-tiempo tanto que podríamos viajar al pasado«.

Tengo que decir que así es. En la teoría de la relatividad especial formulada por Einstein en 1905 -y no desmentida por más de un siglo de experimentos- el espacio y el tiempo son un único continuo, dos conceptos inseparablemente relacionados. Todos los sucesos físicos del Universo -incluso nosotros- están en ese continuo, y pasado y futuro serían dos ubicaciones arbitrarias.

Pero la física cuántica -también probada en experimentos, y cada vez que se enciende una TV- parece indicar que existe un «presente», el momento en que un observador percibe los hechos y el gato de Schrödinger está vivo o muerto.

 Es la paradoja con la que Einstein, y muchos otros, han peleado infructuosamente. Hawking hizo un aporte interesante al problema. Como el tiempo es una cosa tan extraña, yo no descartaría del todo que alguien responda a su invitación.

El INTI y los argentinos

febrero 16, 2018

inti

El sistema científico y tecnológico argentino ha sido por años un interés de este blog. Pero hoy me limitaré a copiar la nota El INTI en tiempos del neoliberalismo periférico, de Eduardo Dvorkin, Ph.D.  Apareció en El cohete a la Luna, la publicación de Verbitsky (¿las publicaciones digitales serán el futuro, entonces? No. Ya son el presente). Es la mejor descripción de un tema clave, para la posibilidad de Argentina de ser una nación, y no solamente un lugar.

Siguiendo el sesgo de este blog, eso sí, pongo en primer término el concepto de Dvorkin de «neoliberalismo periférico». Es una clasificación interesante para el actual experimento macrista.

«Las políticas neoliberales impulsan la globalización, pero no es la misma la globalización vista desde el centro que desde la periferia; en nuestro país, el que hemos denominado neoliberalismo periférico es mucho más dañino que el neoliberalismo central. Por ejemplo, Macron y Merkel, exponentes relevantes del neoliberalismo central, no destruyen en sus respectivos países las estructuras educativas y de Ciencia y Técnica como sí lo está comenzando a hacer Cambiemos en nuestro país.

El postulado que en los ’70 propuso Oscar Varsavsky sobre la necesaria correlación entre estilos tecnológicos y modelos de país ha podido ser validado experimentalmente en nuestro país.

En el período (2003-2015) el modelo de desarrollo inclusivo basado en el consumo creciente del mercado interno y en la potencialidad innovadora y productiva del triángulo empresas del estado-pymes-Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología pudo encarar la terminación y puesta en marcha de una compleja central nuclear (Atucha 2) con tecnología nacional; pudo diseñar, construir y exportar a Australia una central nuclear de baja potencia para producción de radioisótopos y ser técnicamente la mejor opción en la licitación de una central semejante para Holanda; pudo diseñar y construir radares y satélites de comunicaciones y de observación de la Tierra; pudo comenzar el desarrollo autónomo de lanzadores satelitales y aviones; pudo desarrollar, desde CONICET,  una innovación absoluta como son las semillas resistentes a la sequía** que, integrando el acervo tecnológico, permitirá que la empresa argentina Bioceres se apreste a cotizar en Wall Street. El Estado traccionando la innovación tecnológica, como es lo normal en los países de alta industrialización.

Actualmente estamos involucionando a gran velocidad hacia un modelo neoliberal- periférico, en el que los sectores hegemónicos, objetivamente opuestos al Desarrollo Tecnológico Autónomo, son (I) el sector financiero, (II) las transnacionales cuyo objetivo industrial es establecer maquilas que permitan por múltiples mecanismos fugar divisas y (III) las industrias extractivas que localizan en el país solamente la etapa extractiva propiamente dicha, importando equipos y localizando en el exterior la industrialización de la materia prima extraída de campos y minas; lo opuesto al estilo australiano al que tanto se alaba últimamente.

En este modelo de país, el INTI está necesariamente destinado a achicarse a un tamaño mínimo porque lo que se refiere a desarrollo tecnológico de empresas estatales y pymes nacionales o al monitoreo de la salud y seguridad pública frente a posibles desvíos de normas de las “empresas líderes” será progresivamente debilitado hasta su eliminación. En este modelo solamente están destinados a sobrevivir los servicios en los que las transnacionales encuentren que, ya sea para ellos o para sus pymes proveedoras, la optimización de costos pasa por el outsourcing; seguramente también optarán por mantener un cierto nivel de actividad en sectores mínimos de metrología y en las representaciones del INTI ante organismos normativos internacionales, en los que deberán defender las posiciones de las transnacionales que controlen al instituto.

Tecnalia

En este marco surge el tema Tecnalia, consultora que está desarrollando, según se dice, el Plan Maestro para la transformación involutiva del INTI y, también según rumores, próxima copropietaria del instituto a ser parcialmente privatizado.

Siendo Tecnalia una empresa de propiedad pública–privada del País Vasco, de alto perfil, con 1405 empleados en su plantilla, un ingreso anual de 102.1 millones de euros y 4050 industrias españolas como clientes, surge la pregunta: ¿es admisible poner el poder de decisión en el INTI en manos de una empresa española, dependiente de los intereses de la gran industria de su país?

Antes de contestar esta pregunta propongo considerar los siguientes puntos que expondré telegráficamente:

  1. Al encarar un desarrollo tecnológico nacional invariablemente surge la legítima necesidad de importar materiales y equipos no fabricables en el país hasta ese momento, por supuesto con su tecnología incorporada. Minimizar, no necesariamente anular, esas importaciones es siempre un objetivo del Desarrollo Tecnológico Autónomo; más aun teniendo en cuenta que, mientras sigan siendo imprescindibles esas importaciones,  el país corre el riesgo de que ya sea por motivos comerciales o políticos estos suministros nos sean negados.
  2. También surge en el camino de un desarrollo tecnológico nacional la necesidad de comprar en el extranjero apoyo de consultoría en temas en los que carecemos de suficiente know how; nuevamente el objetivo siempre es ir minimizando esas contrataciones de consultoría.
  3. La condición necesaria para que las importaciones puntuales de materiales, equipos y know how no impidan el DTA, es precisamente tener en nuestra manos el conocimiento necesario para garantizar la disponibilidad del know why y así poder controlar el diseño de nuevos productos y procesos y consecuentemente las decisiones que se tomen. El know how (saber cómo hacer) puede puntualmente importarse; por ejemplo, incorporado en equipos.  El know why ( saber por qué) siendo  la base de un desarrollo de tecnología, no es importable y en su creación local es imprescindible el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología.

Así como puede resultar instrumental en el Desarrollo Tecnológico Autónomo la importación de determinados bienes y servicios, es inadmisible importar las decisiones de política tecnológica, en particular de nuestros competidores actuales o potenciales. Eso es precisamente lo que implicaría el poner a una empresa extranjera en la conducción del INTI.

Volviendo al principio de esta nota, entender como una contradicción insalvable el que una empresa extranjera, dependiente de la gran industria europea, controle el INTI,  exige identificarse con el camino de la Soberanía Tecnológica.

Nota: http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/163672-dos-ministras-visitaron-a-raquel-chan-en-el-instituto-de-agrobiotecnologia-del-litoral-politica.html

Sólo voy a agregar aquí un aspecto que se comenta entre los empresarios nacionales que quedan: El servicio q el INTI presta a las empresas privadas. Y cómo puede hacerse prohibitivo si se privatiza o terceriza en una empresa extranjera. Con mi experiencia como auditor en el Estado, debo tener presente además el servicio irreemplazable que el INTI presta en las licitaciones en las que se debe evaluar técnicamente las muestras que las firmas presentan).

 


INVAP: “Operación Holanda” (2° parte)

enero 30, 2018

Aquí continúa la historia -muy resumida- de un éxito que los argentinos no debemos trivializar como si fuéramos espectadores de un triunfo deportivo (que los que los consiguen, saben que son el fruto del esfuerzo y el largo entrenamiento).

Nuestros técnicos han desarrollado en este caso una herramienta global para la medicina nuclear. Una industria que mueve miles de millones de dólares y brinda puestos de trabajo de alto nivel. Y de la que depende la vida de millones de seres humanos.

2° parte: El triunfo en Holanda se explica por Ezeiza

reactor Pallas

 

El reactor actual, PALLAS, está en un vasto complejo en las afueras de Petten, una aldea de pescadores en la solitaria, medanosa provincia de Noordholland. La instalación, manejada por la empresa de medicina y tecnología nuclear NRG, tiene otros edificios, abarca muchas hectáreas y está a menos de un kilómetro de la playa, ventosa y vacía, siempre igual a sí misma, con su arena fina y sus médanos donde ondean los coirones, desde aquí hasta la costa alemana y danesa: para bancarse un baño en el Mar del Norte, y máxime en la fase fría del año, hay que ser vikingo, alemán, holandés, marinero o foca.

La gente en esta costa de la vieja Frisia es muy alta, rubia, coloradota, de buena leche y discretamente jodona. Fuera del idioma, del exceso de tulipanes y de la imperdonable escasez de yerba mate, entre el viento áspero y el mar picado y gris, un argento podría creerse en Claromecó, provincia de Buenos Aires, entre daneses, que se parecen bastante a los holandeses.

Aquí sobrarán mate y argentos cuando el contrato salga de su rara fase inicial de franela burocrática, que garpa U$ 40 millones, y se empiece a construir en serio y con fierros reales el nuevo PALLAS, porque del viejo cuelga la vida del 60% de los europeos con cánceres sólidos y líquidos, enfermedades cardiovasculares, neurológicas y endocrinas que necesitan diagnóstico y/o terapia nuclear, o del 30% de los humanos del “rest van der wereld”, el resto del mundo, según los Dutch.

Y son bastantes, todos esos humanos: hay más 4600 millones más que en 1961. Los europeos, cuantimás, han envejecido sobre el promedio global (ergo, se enferman con mayor frecuencia) y la medicina nuclear se diversificó explosivamente en aplicaciones y oferta de radioisótopos (49 a fecha de hoy, y vendrán más).

Fogoneado por la demografía y la tecnología, el mercado global de radionucleidos médicos crece entre un 5 y un 10% anual desde hace décadas. Su principal tractor hoy es el diagnóstico por imágenes llamado SPECT (Single Photon Emmission Computed Tomography, y el principal insumo del SPECT es a su vez el tecnecio 99m. En plata, este radioisótopo en particular se usa en el 80% de los diagnósticos, los que a su vez constituyen casi el 90% de las aplicaciones médicas nucleares. La torta de los radioisótopos andaba en U$ 10.000 millones/año en 2016, y el tecnecio ya era la mitad.

Dos cartas argentas en la manga podrían explicar la superioridad de INVAP para abrochar dos veces el contrato holandés. Ambas vienen del Centro Atómico Ezeiza de la CNEA. A fines de los ’90, la Gerencia de Combustibles desarrolló –sucedió también en otros países nucleares- un sorprendente material, el siliciuro de uranio. Permite que un reactor con uranio de bajo enriquecimiento (LEU, “Low Enrichment Uranium”, 20% en este caso) alcance una densidad de neutrones casi tan alta como la de los viejos reactores que quemaban HEU, (“High Enrichment Uranium), con un 90% del isótopo 235.

El LEU es un combustible definitivamente menos picante, pero desde los ’80, los EEUU están tratando –con todo éxito- de eliminar el HEU en todo el mundo: podría servir para hacer una bomba atómica primitiva “tipo cañón”, como Tall Boy de Hiroshima, pero usada en contra de ellos. Resultado: no se consigue.

Fue una carrera contra el tiempo, pero el reactor OPAL presentado por INVAP en Australia, en 2000, vino ya desde planos con un núcleo todo de siliciuro de LEU, y probó ser una Ferrari a GNC.  Eso le permitió a la Australian Nuclear Science and Technology (ANSTO)  ser propietarios de un reactor que no sólo aseguró la demanda interna (200 hospitales), sino que generó tantos excedentes que ganó el 5% del mercado mundial de tecnecio al año de entrar en línea… ¡y eso con un reactor de apenas 20 MW térmicos!

La otra carta en la manga de INVAP, y desarrollada por la CNEA en Ezeiza, fueron los “blancos”, las masas de uranio 235 que se colocan para ser bombardeadas por neutrones en cavidades diseñadas en el núcleo del reactor. Al ser impactado por neutrones, el uranio 235 se fragmenta de distintos modos, pero dos subproductos frecuentes son el molibdeno 99 (precursor del tecnecio 99m) y el Iodo 131 (otro radioisótopo medicinal).

Es obvio que con “blancos” de HEU se logra más masa de productos, pero ¿y si los EEUU te bloquean el abastecimiento? Si no sabés o podés enriquecer tu propio HEU, más vale que pases a plan B. Los laboratorios de Ezeiza en 2002 desarrollaron blancos de LEU y nuevos protocolos de irradiación. El LEU se consigue sin dramas, y aunque llegar así al tecnecio 99m se hace un 20% más caro, Australia y Sudáfrica adoptaron nuestra tecnología, para evitar aprietes de ya se sabe qué tío.

Dueños del mejor reactor del mundo y agrandados como alpargata de gordo, en 2012 los Aussies anunciaron que ampliarían con U$ 172 millones la planta de radioisótopos adjunta, y tratarían de capturar el 25% del mercado mundial de tecnecio. Podrían hacerlo tranquilamente, y así cepillarle U$ 1000 millones/año a los proveedores actuales. Es de sospechar que la bravata australiana puso súbitamente generosos a los holandeses, tan precarios en su control del 30% de la plaza global con un reactor que ya se cae a pedazos, y los animó a comprarle el nuevo PALLAS a la Argentina de una maldita vez.

Pero tal vez nos ayudó la reina, como en los cuentos de hadas. Nunca se sabe.

Para cerrar

Pese a ser casi infalible en dañar lo que toca (ver caso de la central nuclear en Río Negro, ver casos CAREM y RA-10), es posible que el gobierno argentino no descarrile el negocio holandés. Le dio prestigio en un momento en que la imagen presidencial está sufriendo una rápida erosión.

Luego habrá que explicar ese 20% de razones por las cuales INVAP no le debe enteramente la vida al gobierno kirchnerista sino a su propia y extrañísima capacidad de supervivencia. Habrá tiempo para preguntarse, junto a los lectores, por qué nuestros compatriotas cholulos festejan en términos de: “¡Ganamos en Europa (dijo el mosquito), ergo somos buenos!”. Eso cuando en 2015 ganamos con cero vueltas y cero contramarchas en EE.UU., y los formadores argentos de opinión no descorcharon un champú ni se les cayó un titular de tapa, o una horita central en TN. Probablemente, no se enteraron.

INVAP ha vivido la mayor parte de sus 44 años así, entre giles, peligrosamente.