Trump vs Biden. Qué nos importa

septiembre 30, 2020

En los 13 años y algo que lleva este blog, muchas veces conté de mi fastidio con la actitud de muchos argentinos -la mayoría de los que hablan de política internacional- de tomar posición como si fueran hinchas de fútbol. Gente noble, apasionada, que levanta con orgullo los colores de su club, pero que nunca va a jugar ahí. Ni siquiera serán aguateros.

Me fastidia mucho. Porque lo veo como parte de ese complejo de inferioridad nacional, tan extendido entre nosotros, que algunos trataban de esconder con fanfarronería porteña. Últimamente, ni siquiera eso.

Un país mediano, con un territorio octavo en extensión del mundo -la parte continental, porque la oceánica estará en suspenso hasta que volvamos a tener barcos- .que incluye una llanura fértil no cubierta de nieve en invierno como ninguna otra, y con más población que el 80% de los países miembros de la ONU. Más importante, esa población, razonablemente bien educada y entrenada para el promedio global, cuenta con logros propios en tecnología agraria, biotecnología, ingeniería nuclear y hasta en algunos campos en la espacial. Bueno, en ese país, el nuestro, impera una especie de convicción inconsciente, que la política internacional es algo que protagonizan otras naciones, más importantes o más violentas. O, en todo caso, caribeños carismáticos. Es patético.

Bueno, me desahogué. Me volvió a atacar el fastidio porque con la llegada de ese neoyorquino carismático, el Donald, y ahora en su campaña por la reelección, es la vocación de formar parte de una hinchada la que atacó fuerte a muchos compatriotas.

2 hinchadas, como corresponde. Una apoya con entusiasmo a Trump, adalid en la lucha contra la globalización, el librecambio, las políticas de género, el aborto, Soros, y todas esas cosas feas. La otra lo condena con dureza como un símbolo de la ultraderecha, el autoritarismo, el machismo, la homofobia, la prohibición del aborto y todas esas cosas feas. Las hinchadas son, entonces, pro y anti Trump. Biden no tiene hinchada, claro.

Se dice poco, y no se debate nada, sobre qué resultado en este próximo 3 de noviembre nos conviene a nosotros. Lo poco que dicen los trumpistas locales gira sobre que como el hombre del pelo transgresor está contra la globalización y defiende a las industrias estadounidenses, es Bueno. El problema, amigos, es que, como corresponde, defiende a las industrias estadounidenses. Las otras, que se jodan, especialmente si están en el camino de sus exportaciones.

El argumento de la hinchada anti Trump, cuando se molestan en exponer argumentos además de indignación moral, es que un triunfo de Trump en noviembre estimularía a todos sus aspirantes a imitadores aquí. Cierto, pero ¿notaron en las elecciones argentinas alguna tendencia a copiar las figuras yanquis? Clinton, Bush, Obama, Trump…? El aire de familia entre Reagan y Menem es muy, muy remoto.

Concretando: mi posición es que para nosotros no hay una diferencia significativa previsible de antemano entre un triunfo de Trump y uno de Biden. En ambos casos, nuestra situación es… delicada.

Piensen: en los temas fundamentales de política exterior -la relación con Argentina es para ellos un tema menor de política exterior, y lo accesorio sigue a lo principal- no hay diferencias entre Biden y Trump, entre Demócratas y Republicanos. Los Demócratas son, en promedio histórico si lo medimos desde la 1ra. Guerra Mundial, más intervencionistas que los Republicanos, pero eso es historia. El desafío fundamental -en el que ambas elites políticas no muestran diferencias- es el que enfrenta a la Gran Potencia hegemónica con la Gran Potencia emergente, China. El escenario es clásico: atenienses y espartanos nos lo pueden contar.

Y China es nuestro principal cliente y se encamina a ser nuestro principal inversor y hasta principal prestamista. Es nuestra nueva Inglaterra, como sugerí hace algunos años en este blog. Pero las relaciones de EE.UU. con Inglaterra no han estado, desde 1812, tan tirantes con Inglaterra como lo están ahora con China.

En la región, tampoco dicen cosas diferentes sobre Venezuela. En realidad, las políticas de EE.UU. sobre Venezuela y sobre Cuba estarán mucho más infuidas por su puja interna, las diásporas latinas en «swing states», que por otra consideración. Latinoamérica es hoy más irrelevante que hace 10 años en la política internacional. No hay chance que eso cambie, mientras la región no retome el crecimiento económico y las políticas exteriores de Argentina y Brasil sigan tan diferentes y no coordinadas como hasta ahora.

Lo que estoy proponiendo, con esperanza mínima, es que los argentinos nos dediquemos a pensar estrategias prudentes para eludir los peligros, y aprovechar las oportunidades, que ofrece este escenario de una nueva Guerra Fría, el más probable para los próximos 30 años. Gane quien gane el 3 de noviembre.


Saltó el per saltum

septiembre 29, 2020

Me siento obligado a anunciar a mis fieles lectores (si alguno) que no voy a bloguear ahora sobre el tema del día, y tal vez de la semana: la aparatosa trompada que los Supremos han propinado a nuestro gobierno. Seguramente el próximo posteo será sobre algo vinculado al diálogo socrático que esta noche ensayarán Trump y Biden, o algo así.

Y no voy a escribir sobre el per saltum porque es la mitad de una movida; jurídicamente y, sobre todo, políticamente, esto sigue, para bien o para mal (y hay al menos dos criterios para señalar qué sería Bien y qué sería Mal).


El peronismo ¿perdió la calle? ¿O el rumbo?

septiembre 26, 2020

En los últimos meses subí varias veces al blog textos de Aldo Duzdevich. Usualmente, porque había algo que yo quería escribir, y él ya lo había escrito, mejor. En este caso… también. Pero hay algunas cosas que quiero agregar, y lo hago al final.

«Desde hace días hay un discurso alarmista entre los compañeros de las distintas corrientes del Frente de Todos: “nos ganaron la calle”, dicen. Y esto se extiende como un mantra negativo, que además, alenta al gorilismo a multiplicar las fechas de sus salidas anticuarentena y sus caravanas de bocinazos.

Ayer leía en el diario El País, que en México el Frente Nacional AntiAMLO (Frena) ha copiado del partido Vox, de España, la estrategia de hacer grandes caravanas patrióticas en automóviles, sin la necesidad de que los manifestantes bajen de sus vehículos para repudiar al Gobierno. El Frena se presenta como un movimiento antisistema, apartidista y pacífico. López Obrador es acusado de ser un criminal y mentiroso, que intenta convertir a México en Venezuela o Cuba.

La nueva derecha repite las mismas consignas y métodos en Europa, México y por supuesto en Argentina. Así que la próxima que debemos esperar, es el “acampe”, que el Frena esta haciendo estos días en las cercanías del “Zocalo” del “DF”, donde instalaron algunos centenares de carpas para “bloquear” al gobierno.

Si al mantra alarmista de “nos ganaron la calle”, le sumamos los desvaríos de un ex-presidente que alucina golpes de estado, los parlanchines economistas (alguno nuestro también) eternos mensajeros de catástrofes, las tapas de Clarín y encima un diputado salteño en poses controvertidas, ya estamos al borde del precipicio.

Pero nada de eso es sustantivo. Empiezo por recordar a mis compañeros que durante los cuatro años de Macri, ganamos las calles cientos de veces. Llenamos Plaza de Mayo, llenamos la 9 de Julio, la Plaza Congreso… Y? ¿Que pasó? Nada. Macri al día siguiente siguió con sus políticas neoliberales de destrucción y pobreza. En septiembre de 2017, explotamos las calles reclamando la aparición de Santiago Maldonado, y sin embargo un mes después, al gobierno le fue bien en la elección.

Recuerdo en 2019 cuando algunos le reclamaban a la CGT que saliera a las calles, un dirigente de los llamados “gordos”, respondió: “Con las marchas no estamos logrando nada, acá lo único que sirve, es juntar a todo el peronismo y ganarle la elecciones”. Y tenía razón.

No voy a negar la importancia de la movilización popular. Siempre es importante. Pero solo es decisiva si está acompañada de una propuesta y liderazgo político. Y si no, veamos el ejemplo cercano de las enormes movilizaciones contra Piñeira en Chile, o las que hubo en Ecuador contra Lenin Moreno.

Y volviendo al PRO y a las “multitudes” motorizadas de la Pato Bullrich y el domador de reposeras, no hay nada que temer, pueden seguir caravaneando y tocando bocina todos los feriados patrios, que no van a poner en riesgo la estabilidad de nuestro gobierno.

Tampoco hay absolutamente nada que temer de los militares. Como en ningún otro lugar del mundo los militares han aprendido su lección y los oficiales que las conducen se han instruido en estos 37 años de democracia.

En 1955, tuvieron que bombardear Plaza de Mayo y hacer una masacre. Luego matar varios centenares mas, y bombardear Mar del Plata. En 1976 tuvieron que crear un clima de extrema violencia y luego desaparecer a 30 mil. ¿Alguien cree que unos cuantos chetos tocando bocinazos o unos patrulleros parados en Olivos, pueden poner en riesgo la democracia? No. Entonces tranquilos, podemos todavía esperar algunos meses mas, que controlemos la pandemia para salir a reventar las plazas y calles de todo el país.

Definitivamente no hay ningún riesgo de alteración del orden democrático, ni de que no haya elecciones legislativas el año que viene.

El único riesgo que podemos correr es perder la elección. Y para eso si debemos prepararnos. El gobierno con más y mejor gestión, y la fuerza propia fortaleciendo la unidad y repensando la política. Pero bueno, eso será motivo de otro análisis.

Por ahora podemos seguir juntándonos e incluso movilizándonos por zoom . Eso si, aprendamos a apagar el micrófono y el video cuando nos den ganas de ir al baño o de besar a quien tenemos al lado.»

ooooo

Como dije al principio, estoy muy de acuerdo con lo central de lo que plantea Aldo aquí. Pero quiero marcar algunos puntos… laterales.

Empiezo por el cambio del título. Él, o la Paco Urondo, pusieron ¿La nueva derecha ganó la calle? Lo cambié por otro, algo tremendista, porque no creo que lo que se manifiesta ahora sea una nueva derecha.

Quiero precisar un poco esto que digo, porque si hay un término ambiguo, al que le ponen cientos de significados distintos y hasta opuestos, es a «Derecha». Casi tanto como a «Izquierda».

Para esta discusión, llamaré «nueva derecha» a una fuerza política que, con el apoyo de grupos económicos locales y transnacionales, y un discurso «modernizador», trata de sumar a la mayoría de los sectores medios de la sociedad y seducir a algunos sectores humildes. Nada que ver con la vieja derecha, catolicona y nacionalista, ni con los nuevos delirios «libertarios».

Tras los fracasos de la Ucedé de Alsogaray y de la Confederación de Partidos Provinciales en los ’80, fagocitados respectivamente por Menem y por el radicalismo, en este siglo empezó un intento bastante coherente. Se armó un partido porteño, el PRO, que desde la ciudad de Buenos Aires empezó a tejer alianzas y construir poder. Así, ganó las elecciones en 2015.

Después, claro, encontraron que gobernar es una tarea distinta a la de ganar elecciones. Demostraron que no sabían hacerlo, y a partir de marzo 2018 -desde que no pudieron controlar el precio del dólar, el sensible termómetro de la gobernabilidad argentina- ese proyecto político empezó a destruirse.

Mi razonamiento, entonces, me lleva a plantear que lo que se moviliza hoy contra el gobierno, es el viejo antiperonismo. Con grupúsculos tan envenenados y rencorosos como los que en 1952 pintaban «Viva el cáncer» pero que -no nos engañemos- expresa a un sector muy numeroso de la sociedad. Lo comprobamos en octubre del año pasado.

Claro, el sr. Anti no arma partidos políticos con chances. La cuestión interesante es si alguien será capaz de armar una opción para expresar ese rechazo al peronismo -¿una «Más Nueva Derecha»?- o irrumpirá una versión local de Bolsonaro desde el antiperonismo. (Descarto que surja desde el peronismo; a los aspirantes a bolsonaro los servimos en el desayuno).

También es posible, aunque difícil, que el radicalismo recupere el lugar que ocupó entre 1946 y 1989, el Otro del peronismo. Lo cierto es que la naturaleza (política) aborrece el vacío. A alguien tendremos enfrente.

El otro punto que me gustaría profundizar -pero no tengo el tiempo para hacerlo- es la «deconstrucción» que insinúa Aldo de lo que es el mito fundacional del peronismo, la movilización popular, el 17 de Octubre.

Ojo: analizar no es desvalorizar. La movilización popular no sólo es ese símbolo y manifestación poderosa de la identidad peronista. También fue en los tiempos fundacionales, la irrupción a la vista de todos de una parte numerosa de la sociedad, los trabajadores, los descamisados, los «cabecitas negras» que la Argentina preperonista había invisibilizado o tratado de encorsetar en modelos europeos.

Pero el peronismo no «surge» de esa movilización, aunque lo marcó para siempre. Surge de la cuidadosa tarea de Perón desde el GOU de sumar distintos ideales y ambiciones en un Ejército que desde Justo (o desde Roca), tenía la potencialidad del poder, pero no tenía un proyecto. Y luego desde el Estado, «inventando» la Secretaría de Trabajo y Previsión… Ahora eso se llama «armado» y «gestión».


Argentina, Irán, EE.UU. y las tomas de posición

septiembre 23, 2020

Hoy publicamos en AgendAR, entre otras cosas, una nota sobre el discurso de Alberto Fernández en la Asamblea (virtual) de las Naciones Unidas. Como todos esos mensajes, de todos los mandatarios, son interesantes en tanto reflejan los puntos que a ese gobierno le interesa transmitir en ese foro internacional.

Hay un punto, muy importante (para nosotros), que me siento impulsado a subir a este politizado blog, ya que no lo he visto en los medios masivos locales (salvo Iton Gadol, que no dejaría de lado un tema sensible a la comunidad judía, e Infobae, que no dejaría de lado un tema sensible a la embajada de EE.UU.). Copio los 2 párrafos pertinentes:

ooooo

El presidente reclamó: “A 26 años del atentado a la sede de la AMIA quiero continuar la política iniciada en este ámbito en 2003 y requerir a las autoridades de la República Islámica de Irán que cooperen con las autoridades judiciales argentinas para avanzar en la investigación de dicho atentado”, dijo ayer. Y lanzó un pedido directo: “También solicitamos a la comunidad internacional cumplimentar las solicitudes contenidas en las cédulas rojas de Interpol ante la eventual presencia de un imputado en sus territorios, algo que Argentina jamás dejó de reclamar”..

(Vale recordar que Néstor Kirchner, ante la Asamblea General hace 13 años, en septiembre de 2007, dijo: “Esperamos que la República Islámica de Irán, en el marco del derecho internacional aplicable acepte y respete la jurisdicción de la Justicia argentina y colabore eficazmente con los jueces argentinos para lograr el sometimiento a juicio de las personas imputadas en aquellos hechos”.)

ooooo

Es al menos interesante esta toma de posición del gobierno argentino en un tema vinculado a un país y una región del planeta donde hoy se desarrolla un conflicto implacable (bueno, en realidad eso puede decir de cualquier momento en los últimos 6 mil años).

Como me pasa a menudo, no tengo tiempo para desarrollar mis reflexiones en el blog, pero estas que publiqué ¡en diciembre de 2006! en El hijo de Reco, me parecen bastante actuales. En nuestra Argentina todo cambia semana a semana, y permanece igual durante décadas. Estamos hablando de un atentado terrorista de 26 años atrás…


El tiempo, la suerte y la meritocracia

septiembre 21, 2020

La discusión política en nuestro país no se destacará por su rigor y precisión, pero al menos sobrevuela temas profundos. El del mérito, por ejemplo, irrumpió en estos días y llena espacio en los medios y en las redes sociales. Con enfoques distintos, como era inevitable, según desde qué lado de la «grieta» se habla. Lo que llamaría la atención -a alguien que no nos conozca- es que quienes se referencian políticamente en el hijo de uno de los hombres más ricos de Argentina levantan la bandera del mérito y el esfuerzo personal. Y los que se referencian en una mujer nacida en un hogar de clase media baja señalan el papel fundamental de las condiciones sociales.

Como sea, en el debate se dijeron cosas inteligentes y también estupideces. Para ponerlo en contexto -y evitarme el riesgo de empezar con la segunda categoría- acerco una opinión poderosa, de algo menos de 3 mil años atrás: «Vi además que bajo el sol no es de los ligeros la carrera, ni de los valientes la batalla; y que tampoco de los sabios es el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los hábiles el favor, sino que el tiempo y la suerte les llegan a todos.«

En el Eclesiastés encuentro un tono escéptico, aunque los eruditos cristianos y judíos me desmienten. Pero la mayoría de los textos religiosos tradicionales son todavía más firmes en marcar que los méritos y los esfuerzos de los seres humanos son mucho menos importantes que la Gracia de Dios.

Lo que quiero señalar es que el énfasis en el mérito y el esfuerzo personal son conceptos modernos. Cualquiera que se detenga a pensar un rato, y no sea un completo imbécil, se da cuenta del papel fundamental que el tiempo y la suerte juegan en su vida y en la de todos.

Hace pocos siglos que empezó a instalarse la idea que un hombre o una mujer podían elevarse por encima de las circunstancias de su nacimiento por su esfuerzo . Siempre existió, claro, la posibilidad para algunos de subir, al menos unos cuantos escalones, por la guerra, el arte, o la religión. Pero que la mayoría de una sociedad pueda mejorar su destino y acceder a todos los frutos de la civilización… aún los griegos clásicos, audaces en el pensamiento, habrían dicho que era hubris, soberbia.

(En realidad, esta idea les molesta actualmente a no pocos. Porque este rechazo no se reconoce abiertamente, pero se ha extendido. Antes era patrimonio de las aristocracias tradicionales; ahora se encuentra en otras categorías sociales, en especial en la de «piojos resucitados».)

El punto a donde voy (por un camino sinuoso) es que en Argentina teníamos -aún en los tiempos en que había muchas barreras sociales y económicas y policías bravas para impedirlo- una institución dedicada a la igualdad de oportunidades: la escuela pública. Incluso tenía un etos igualitario, simbolizado en los guardapolvos blancos en la primaria. Hijos de inmigrantes y de ministros estudiaban -durante algunos años- en las mismas aulas.

Existían, como ahora, las escuelas privadas. Eran para las colectividades que querían mantener valores o símbolos de pertenencia. Y para los «repetidores»: los alumnos demasiado brutos para la enseñanza oficial.

Por supuesto, hay muchas críticas válidas que pueden hacerse a la escuela pública argentina como existió en el siglo XX. (Muchas las hicieron polemistas que compartían profundamente los ideales igualitarios, pero estaban enganchados en alguna discusión europea ¿Ya mencioné el nivel del debate político local, no?).

El hecho es que hemos destruido casi por completo esa función igualadora de la escuela pública. No voy a ponerme ahora a escribir sobre esa catástrofe: lo han hecho otros, y este posteo se alargó mucho más de los dos o tres párrafos que tenía en mente. Salvo… apuntar que entre los mecanismos de su destrucción el que se menciona menos es uno de los más decisivos y que viene de más atrás: los bajos sueldos.

Lo que me interesa plantearles, lo que puede justificar estas líneas casuales, es que una tarea fundamental para la Argentina es reconstruir la educación pública.


El modelo sueco

septiembre 14, 2020

Este posteo -como otras criaturas bizarras- está vinculado a un título de Clarín «De polémico a consagrado: así vive y piensa Anders Tegnell, el padre del modelo sueco contra el coronavirus«.

Empiezo por reconocer que no es un tema clarinista exclusivo, aunque quizás ahí exageren un poco; en la bajada dicen «Nuevo héroe nacional«. En los medios europeos también se le ha dado bastante espacio en estos días, en medio de los debates sobre el «modelo sueco»: no se decretó cuarentena, no se instaló el uso de barbijo. Está claro que en Europa están tan hartos de las restricciones como aquí.

Y es cierto que hay una cierta fascinación con la figura de Tegnell en algunos sectores de la sociedad sueca, y no sólo allí. Como símbolo de la decisión de asumir un riesgo (que se cree menor) y afirmar la libertad personal. «La voluntad de poder», de Nietzsche, en versión simplificada para los que leen en el celular.

Justo ayer, en AgendAR publicamos las estadísticas de muertes atribuidas a COVID-19 de una decena de países. Y yo me tenté a lanzar un tweet -uno ironiza sobre la cultura de redes, pero no es inmune: «¿Será SUECIA el país generoso? Según Clarín, con bastante más del doble de muertes x habitante que aquí, llegás a Héroe nacional«.

No es de la pluma de Voltaire, ni de Borges. Pero lo interesante aquí es una respuesta (bastante coherente, para lo habitual en Twitter): «El detalle es que las muertes de ellos hoy tienden a cero, que nunca cerraron escuelas, que todos siguen haciendo sus vidas, que no se desatendieron otros temas de salud; acá estamos destruidos moral y economicamente, enfrentados; en el pico aumentando las muertes cada día«.

Creo que algunas de esas afirmaciones son equivocadas: los casos y las muertes en Suecia no tienden a cero. La curva sigue subiendo, aunque más lentamente que aquí. Nuestra «destrucción moral» y la «económica» empiezan en fechas muy distintas, según los criterios morales y económicos que mantenga cada uno. Pero todas esas diferentes fechas son muy anteriores al inicio de la pandemia.

Pero quiero ser justo. El tuitero en cuestión tiene un argumento, y ya lo reconocí de entrada: la cuarentena es una carga pesada para la mayor parte de las personas, aunque sea tan parcial como la que seguimos -más o menos- en Argentina.

Entonces me decidí a hacer unos cálculos. Estimativos, por supuesto. Como se dice en la nota: «estos números son provisorios, varían día a día, los cambios llegan a ser significativos conforme pasan los meses. Cuando concluya esta pandemia, se podrá evaluar mejor lo que se hizo y los resultados.» Pero dan una idea.

Suecia tiene -hasta el 13 de septiembre- 330,91 muertes por millón de habitantes más que nuestro país. Como Argentina tiene varias veces la población de Suecia, una política como le gusta a Tegnell, y a mi interlocutor tuitero, le habría costado hasta ayer -en este cálculo teórico- 14.890 muertes.

Ni la matemática ni la epidemiología pueden decir si es preferible cargar con el peso de la cuarentena o de las (previsibles) muertes. Es una cuestión de valores. Con criterios «libertarios», «darwinistas» o «nietzscheanos» se puede decidir que es mejor correr el riesgo y no aceptar las restricciones.

Confieso que, por mi parte, hasta podría considerar los argumentos… si alguien pudiera garantizarme que ni yo ni ninguna persona que aprecio estaría entre esos 14.890. Pero no existe esa garantía. Así que yo voy a seguir con el aislamiento y usando barbijo. ¿Ustedes bien?


La resistible ascensión de Horacio Rodríguez L.

septiembre 12, 2020

Como pasa a menudo, tengo que empezar con una aclaración. Este breve y superficial posteo no tiene nada que ver con la obra teatral de Brecht. Es que el título era demasiado bueno para dejarlo pasar…

El hecho es que la semana que pasó fue muy afortunada para el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma. A cambio de sólo un 1% de la coparticipación federal para su distrito -bastante menos de lo que un gobierno nacional en mejor situación de poder le impondría- dio un paso muy grande para instalarse como el precandidato presidencial de la futura coalición opositora.

Y como la acumulación de poder en política se basa en expectativas y es piramidal, esto lo posiciona muy bien para el desafío más cercano: la confección de las listas con las que la actual coalición opositora dirimiré perfil y cargos en las elecciones legislativas del año que viene. Nada mal, Pelado! dirían en mi barrio.

Hay que tener presente que Horacio ya tenía muy buenas cartas. Maneja el 3° presupuesto más grande de la Argentina, y si bien la plata nunca sobra, está mucho menos ahogado que quien maneja el 1° (Alberto) o el 2° (Axel). Y la ciudad que gobierna es la principal vitrina del país desde que hace 440 años Garay abrió las «puertas a la tierra».

Su principal obstáculo era que el sector más envenenado de esa actual coalición opositora lo veía en la TV demasiado cercano al Alberto y, peor aún, al Axel. ¿Infectado de peronismo, o de esa nueva mutación del viejo virus, kirchnerismo?

Ese sector «envenenado» quizás sea -o no- mayoría entre sus posibles votantes. Lo cierto es que es el más activo y ruidoso de su militancia, digital y hasta presencial. Por supuesto, no sirve para gobernar (como tampoco sus equivalentes de Nuestro Lado) pero un dirigente tiene que tomarlos en cuenta para evaluar lo que puede hacer y hasta dónde quiere llegar (ídem por aquí).

Ese problema se lo solucionaron esta semana. Además, le dieron un montón de publicidad gratis (el costo fijo ya estaba): los medios opositores -son los que tienen más audiencia, pero eso es para otro posteo, menos light)- convirtieron este «conflicto» Nación vs Ciudad, en EL tema de estos días. No sólo por su ejercicio opositor: nuestro periodismo es metropolitano y siempre se hace eco de las preocupaciones de los prósperos.

¿Y de Nuestro Lado, qué? No se puede decir que el asunto haya sido pura pérdida (inclusive sin tomar en cuenta que fue una solución exitosa al problema mediático que planteaba la rebelión de los pitufos). Alberto Fernández encontró un Adversario más actual que Macri, que ya es el pasado.

Algo muy importante, que a los medios «nacionales» (porteños) les cuesta percibir: en un conflicto Ciudad vs Nación, la mayoría del país se va a inclinar contra los del Puerto. Roca lo sabía. Es cierto que a los bonaerenses también se los ve como porteños, pero cuando la discusión es sobre fondos nacionales para la Capital, ahí no hay ambigüedad.

Y una percibida candidatura del Horacio -este es un aspecto más teórico, pero este blog a veces se permite estos desvíos- es más afín al «etos» original del PRO -porteño, hedonista, de clase alta y media alta- que la del Mauricio, que conservaba para muchos la imagen de presidente de Boca.

Los intentos de conseguir votantes «socialmente peronistas» -que fueron una parte decisiva del voto a favor de Macri en el ajustado balotaje de 2015, continuarán, por supuesto. Es imposible ganar una elección nacional en Argentina sin algo del voto de la clase baja y media baja. La reciente promoción de un «peronismo doctrinario y respetuoso de la propiedad privada» así lo indica. Pero va a ser más difícil sumarlos en la decisión a las huestes de Horacio.

Pero esto es, repito, teórico. Y, como decía alguien que sabía de esto, en política todo el arte está en la ejecución. Lo único que me animo a decirle a Nuestro Lado es una observación que adapto de Chesterton: «El año que viene será mejor tener dos Adversarios que uno sólo».


Las marchas de Blumberg, la protesta de la policía bonaerense

septiembre 8, 2020

Blumberg es el apellido de un empresario textil cuyo hijo, Axel fue secuestrado en marzo de 2004 y luego asesinado. Esta tragedia hizo que sus protestas y reclamos se convirtieran en un símbolo del tema siempre sensible de la «inseguridad», es decir, el delito violento. Blumberg comenzó a pedir reformas -endurecimiento- del código penal y a organizar marchas en apoyo de sus propuestas.

La primera marcha fue el 1 de abril de 2004. Una multitud estimada en 150 mil personas se movilizaron al Congreso Nacional, donde Blumberg presentó un petitorio exigiendo la aprobación de decenas de proyectos de endurecimiento de penas, baja en la edad de inimputabilidad, y juicio por jurados. Ese petitorio fue respaldado varios millones de firmas de ciudadanos de todo el país.

Las siguientes marchas (hubo 5) fueron menos numerosas y su figura empezó a ser cuestionada.

Pero había conseguido su propósito explícito. Blumberg fue recibido en el Congreso, por la Corte Suprema y por el mismo presidente de entonces, Néstor Kirchner. Que ordenó al bloque oficialista en Diputados y en el Senado que votara a favor de las reformas, que fueron aprobadas e incorporadas al Código Penal.

(En realidad, el juicio por jurados ya está en la Constitución. Pero no le gusta a la familia judicial y a la mayoría de los abogados, ni a su ala reaccionaria ni a la progre. Por eso es la reforma que nunca se puso en práctica. Tampoco la pavada, dicen en mi barrio).

¿Qué tiene que ver esto que pasó hace 16 años con el episodio de anoche frente a la casa del gobernador en La Plata? Déjenme plantear el escenario político de ese momento, con parecidos y también diferencias importantes.

Kirchner llevaba menos de un año gobernando, y saliendo, muy lentamente, de una crisis económica brutal. Ya estaba construyendo, mediante gestos simbólicos importantes, como la reactivación de los juicios de lesa humanidad, su alianza con el electorado de centro izquierda -que al haberse volcado al Frepaso permitió la victoria de la Alianza y la derrota del peronismo en la elección presidencial de 1999 (él había sido el jefe de campaña de Duhalde, así que lo tenía muy claro).

Pero también se dio cuenta -y en su entorno se lo dijeron- que, sensible como es el tema de la inseguridad, esas marchas de Blumberg habían servido para expresar, y volcar masivamente a la calle, a una oposición que después de la catástrofe del 2001 estaba desunida y sin proyecto político.

Hasta aquí, es un escenario con parecidos y diferencias, como ya les dije. El punto que me interesa marcar es la decisión que tomó Kirchner. Esas reformas -que se podría resumir como de «mano dura»- iban en contra del ideario garantista y de derechos humanos caro a sus aliados progres (lo que después fue la militancia kirchnerista estaba muy en embrión en ese tiempo).

Peor aún (peor desde mi pragmático punto de vista) esas reformas, como mucho de lo que se plantea en el discurso de «mano dura», eran totalmente ineficaces para disminuir el delito violento. Que no disminuyó en absoluto con su aprobación.

Pero Néstor tal vez fue visitado por el fantasma de Don Bartolo, que le susurró «Cuando todos se equivocan, todos tienen razón». O, más probable, como político lúcido que era, decidió que era mejor ceder en un punto que servía como elemento aglutinante a una oposición que expresaba a una parte muy numerosa de la sociedad argentina. Y seguir gobernando con sus propias políticas. Que se probaron razonablemente exitosas.

Uno espera que el escenario que se desarrolle sea más parecido que diferente. El que viva lo verá.


La grieta en la cuarentena

septiembre 7, 2020

Nuevamente subo al blog una nota de AgendAR. En este caso, sólo la parte que escribí yo. Porque la pandemia, y las medidas que se toman, o deberían tomarse, o se reclama por no haberlas tomado, es un tema de interés para todos nosotros. Pero en mi texto hay mucho de una exhortación a Nuestro Lado.

Creo desde hace tiempo que a la militancia digital -la única que se hace oír fuerte hoy, y por eso influye mucho en el «espacio» oficialista (aunque poco en el conjunto de la sociedad)-, a esa militancia, digo, le interesa más tener razón, y sobre todo dejar claro que somos los Buenos, que evaluar los aciertos, errores y necesidades del gobierno. Eso sería la tarea de Alberto, Cristina,… otros.

Esto daría para un análisis más importante, cuando tenga tiempo y más lucidez. Por ahora, les vuelco mi opinión acerca del discurso militante sobre las medidas que tomó y debería tomar nuestro gobierno. Para aminorar algo los contagios y, sobre todo, parece, dejar claro que somos la vida, somos la paz… (ese slogan me parece recordarlo de algunas décadas atrás). En la nota de AgendAR también encontrarán algunos números interesantes, si cuestionables, de Pablo Sigal, en los que traté de filtrar el sesgo clarinista.

Desde el comienzo de la pandemia, en AgendAR hemos tratado de enfocarla como lo que es: una catástrofe sanitaria, sobre la que los expertos en la materia todavía conocen poco -aunque bastante más que hace 9 meses.

Sus consejos deben ser tomados en cuenta por encima de las medias verdades y delirios que circulan con tanta facilidad en la sociedad moderna. De la misma forma que procedemos cuando consultamos a un médico sobre una dolencia personal.

Como la pandemia es una catástrofe de la sociedad, también debemos escuchar a economistas, científicos sociales y psicólogos. Teniendo presente que tampoco ellos son infalibles, claro.

Repetimos estas obviedades porque en Argentina -como era muy previsible en este tiempo- la discusión se ha politizado. Muchos de los partidarios del gobierno actual le están reclamando endurecer las medidas de aislamiento. «Un regreso a la Fase 1», como se intentó en julio en el Área Metropolitana, pero esta vez obligando a los renuentes a cumplirla. No se cuestionan si es posible o hasta qué punto, ni se debaten las medidas concretas. Se ve al cumplimiento como una actitud moral, de valorizar al vida humana sobre todo, y se cuestiona en voz baja al gobierno porque no se apura a imponerlo.

Los opositores al gobierno no se oponen abiertamente a la cuarentena, salvo grupos delirantes sin organicidad reconocida. Pero cuestionan todas las medidas, e insinúan que el gobierno las usa para imponer un nefasto plan autoritario.

Los medios masivos de ese lado de la «grieta» -el sector más importante del arco opositor- insisten constantemente en las fallas de la cuarentena, el perjuicio que causa a la economía, y hasta la depresión y la carga emocional que provoca (la anomia y el aislamiento en la sociedad urbana moderna han desaparecido como tema).

No vamos a aparentar una «neutralidad» absurda: volvemos a insistir en AgendAR que -hasta que se disponga de vacunas confiables, en algunos meses, con suerte- el recurso primitivo de la cuarentena, el «distanciamiento social»- es el único que permite aminorar los contagios.

Pero, como dijimos desde el comienzo, no hay ni puede haber cuarentena perfecta en ningún país. El gobierno lo reconoció desde el comienzo: las personas que trabajan en la producción de alimentos, de combustibles, de medicamentos, todas las actividades rurales, el transporte de cargas. Los heroicos trabajadores de la salud, las fuerzas de seguridad para hacer cumplir las normas… Todos ellos debían ser exceptuados y lo fueron. Pero son humanos, y también se contagian y contagian.

Juegan también por supuesto, para no «quedarse en casa» la necesidad de muchos, la irresponsabilidad de otros, y hasta -señala un psicólogo- la negación. Los 2 primeros factores juegan más fuerte a medida que pasan los meses. Haga lo que haga el gobierno nacional.

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Entonces, por encima de todo el ruido político, ¿transitaremos el camino de los países europeos más poblados, España, Francia, Italia, Gran Bretaña: cuarentenas, aperturas parciales, rebrotes, cierres también parciales de algunas actividades? Sí, con una diferencia que tiene que ver con que la Argentina es un país extenso y diverso.

Para precisar, recurrimos al artículo de uno de los periodistas que escribe con seriedad y con datos estadísticos sobre el tema, Pablo Sigal, que reúne los datos de los últimos tres meses, en distintas regiones de nuestro país. Aquí se agrega al pie de la nota una opinión personal de este editor:

Me parece inevitable -no ideal, ni siquiera conveniente, pero inevitable- que las decisiones para minimizar contagios se tomen cada vez más a nivel provincial, y aún local. Ya está pasando.

Hay una diferencia importante en la realidad nuestra, y la de esos otros países federales extensos en nuestro continente, EE.UU., México y Brasil. Donde las «cuarentenas», uso de barbijos, etc.,… se decidieron en forma local

En esos países sus respectivos presidentes no impulsaron medidas de aislamiento estricto desde el comienzo de la pandemia, y en el nuestro sí. Creo que esa decisión de Alberto Fernández sirvió para retrasar algunos meses el aluvión de contagios, y preparar mejor nuestro sistema salud. Lo que se puede mejorar en algunos meses, que no es mucho. Quienes sobrevivamos, deberemos agradecérselo.

(Para no ser injusto con esa militancia de convicciones -donde tengo muchos amigos- para encabezar este posteo puse la foto de la quema de barbijos en el Obelisco. Sí, del Otro Lado hay locos peligrosos).