El resultado de la elección en Brasil ¿le dirá algo a la política argentina? No. Eso sí, la campaña… sugiere un camino

octubre 29, 2022

Brasil es el socio inevitable de Argentina. No sólo en lo comercial; también en destino, en mi falible opinión. En el mundo que ya se empezó a configurar, no sólo necesitamos sumar a los dos países, y todo lo que se pueda de Latinoamérica, para contar para algo. Más inmediato: cualquier diferencia abierta entre los más grandes de América del sur es una ventana de oportunidad para potencias externas. Dos hermanos enfrentados cinco siglos atrás, Atahualpa y Huáscar, podrían dar testimonio.

Eso sí, cualquiera sabe que los socios suelen tener conflictos de intereses. Hasta, a veces, no se quieren, como nosotros y los brasucas nos queremos, sobre todo en futbol. Es humano. Pero hay que tolerarse, gente.

Quería decir esto, y ahora voy al punto: el resultado de mañana domingo, cualquiera sea, no anticipa nada sobre nuestras pujas locales. Las sociedades, y los estilos políticos, son muy distintos en nuestros dos países, como se da cuenta cualquiera que los conozca un poco.

Pero sí pienso que la campaña, el desarrollo de las estrategias electorales de los dos candidatos que se enfrentan mañana en las urnas, nos dice mucho, y relevante.

Ante todo, me interesa señalar un logro de ambos. Impresionante, si se toma en cuenta que Brasil no tiene la tradición argentina de grandes fuerzas políticas nacionales que perduran en el tiempo, como el radicalismo y el peronismo (aunque cambien sus programas y alianzas).

El PT, Partido dos Trabalhadores, fundado en 1980 como un movimiento de base sindical apoyado por la iglesia católica, nunca logró tener una estructura política propia con mayoría en el congreso, ni una fuerza considerable de gobernadores e intendentes.

Aún así, Lula ha logrado convertirse en el líder indiscutico -indiscutible- de la ¿mitad más uno? de brasileños y brasileñas, y el referente con el que tienen que dialogar los poderes fácticos dentro y fuera del Brasil.

Y lo de Jair Bolsonaro es aún más espectacular. Un diputado entre cientos, un político más, aunque popular en las redes sociales, cuando el Ejército brasileño decidió financiar su campaña presidencial, frente al visible deterioro del gobierno de Michel Temer.

Cuatro años después, el Trump Tropical ha reconfigurado la tradicional y poderosa Derecha brasileña. (Tal como el Donald transformó, y hegemoniza el Partido Republicano, el «Grand Old Party»). La carrera política del Bolso puede terminar mañana, o no, pero la coalición que armó y conduce, «Biblia, buey y bala*», seguirá existiendo como un bloque influyente que ni Lula ni ningún gobierno brasileño podrá ignorar.*

*(Para los que no siguen la política de nuestro vecino al norte: «biblia» son los evangélicos, «buey» los ganaderos y sojeros, que se preocupan menos que los europeos por la deforestación de la Amazonia, y «bala», las fuerzas de seguridad, que Jair ha cortejado tanto o más que aquí Patricia Bullrich.)

¿Cómo se formaron estas dos grandes coaliciones, que han absorbido todas las expresiones de la política en el Brasil, un país donde sus políticos tienen la tradición de saltar de partido y negociar sus votos uno a uno, sin que nadie se escandalice? La palabra clave es «polarización», gente.Trazar una clara línea divisoria entre «Ellos» y «Nosotros», y decir en las redes sociales que «Ellos» son corruptos que odian al pueblo y a la patria y practican pedofilia en ritos satánicos.

¿Que sólo una minoría, termocéfala o no muy estable psicológicamente se creerá todo? Y sí, pero no importa. El objetivo es crear una identidad de conjunto, un «Nosotros», claramente distinto y opuesto a «Ellos». Y no se molesten en buscar la receta en Laclau o en Gramsci: eso ya lo hacían en Bizancio, con los «Azules» y los «Verdes». Y se cargaban algunos emperadores, nomás.

Atención: importante como es esto, es sólo la mitad de la estrategia necesaria para ganar y gobernar. La otra mitad, imprescindible, requiere ocupar ese espacio del centro que queda vacío de expresiones políticas.

Así, Bolsonaro aumenta las asignaciones sociales, y no sólo en los últimos meses: fue una de las primeras medidas que tomó al asumir la presidencia. Y Lula lleva como vicepresidente a alguien que tiene mejores credenciales que el Bolso para representar al poder económico brasileño.

Nada sorprendente: los más pobres, el electorado principal por lejos al que Lula convoca, van a preferir reales a discursos. Si los reales se los da Bolso… Y Lula, que ya fue presidente dos veces de Brasil, sabe que sólo con discursos no se gobierna.

Por supuesto, este resumen que he hecho es una grosera simplificación. Pero en este post estoy hablando de política, no de sociología (como en la mayor parte de lo que subo al blog). Y no afirmo que necesariamente la próxima (bah, ya en curso) campaña electoral argentina ncesariamente -será así. Como puse en el título, la brasileña sugiere un camino.

No hablo, como nuestro poeta ciego, de un «destino suramericano».


Y si Cristina no es candidata ¿qué será de los peronistas? ¿y de los antiperonistas?

octubre 26, 2022

Este posteo es todavía menos serio de lo habitual, en mis propios términos. Porque estoy convencido que todos los «análisis» y encuestas sobre candidatos -tan de moda en estos días- son un poco ridículos.

Falta un año para las elecciones, gente ¿Cuántos «favoritos», o serios «challengers» un año antes fueron los ganadores cuando se contaron los votos, en nuestra historia moderna? Alguno de los que ganaron no figuraba en los pronósticos publicados seis meses antes. Néstor Kirchner, me viene a la memoria

Ojo: si Ud. que lee esto quiere ser candidato o candidata, debería haber empezado su campaña hace al menos 24 meses. Pero eso no quiere decir que debe anunciar que quiere ser presidente/a; debe hacerse conocido y, en lo posible, valorado, nomás.

Entonces ¿por qué me interesó tanto que un vocero que uno asume autorizado -su primogénito- dijera que creía que CFK no iba a ser candidata? Porque plantea la posibilidad de un hecho nuevo en el confuso, y un poco aburrido a esta altura, escenario local.

Entiéndanme: la novedad no es que ella no sea candidata a la Presidencia. No lo fue en 2015, ni tampoco en 2019, aunque estaba en la boleta (que no es lo mismo).

El hecho nuevo, posible, es que los votantes y los que aspiran a ser votados se convenzan que ella no va a jugar por el premio mayor. Falta para que se convenzan, eh, aunque Máximo lo jure sobre los evangelios. Pero es un paso, planteado bastante tiempo antes de las elecciones, en el camino de convencer a sus posibles votantes que no será candidata a Presidenta.

Por supuesto, NO significaría que deja de ser una protagonista poderosa en la política argentina. La crítica que acaba de hacer esta mañana al aumento autorizado por el gobierno a las prepagas lo deja muy claro, por si alguien tenía dudas.

Pero si esas señales de que no será candidata presidencial continuan, bastantes argentinos de a pie se convencerán. Y eso le cambia todo el mapa a los que aspiran a ser votados.

A los de Este Lado, porque los posibles votantes de Cristina Kirchner son vistos por todos, con razón, como el sector más numeroso de los potenciales votantes del Frente de Todos, o como se llame en el futuro la coalición que reunió a los sectores oficialistas y a los que están dejando de serlo en estos meses.

Y a los del Otro Lado, porque el rechazo al discurso y a la personalidad asertiva de CFK ha sido y es el principal elemento que une a las partes de una coalición aún más heterogénea que la (ex-) oficialista.

¿Significa que cuando y si la dirigencia política se convenza que no hay un bloque importante de votos que traccionaría una candidatura presidencial de Cristina -su «dedo» seguirá siendo un factor a considerar, pero después del experimento Alberto ya no sería decisivo- se desarmarán las dos grandes coaliciones que hegemonizan las dos últimas elecciones presidenciales?

Es posible, pero no probable, en mi falible opinión. Las recompensas de ocupar el gobierno del Estado nacional son grandes y numerosas. Es un factor de cohesión. Y ninguno de los sectores que componen a ambas tiene hoy mejores chances de llegar o mantenerse en el gobierno que en el seno de una coalición.

Lo que sí aseguraría es que, aunque sean prematuras, las especulaciones y maniobras en torno a posibles candidaturas presidenciales se vuelvan aún más intensas y locas de lo que ya son. Después de todo, desde que Roca recuperó para la Nación la ciudad y el puerto de Buenos Aires, 142 años atrás, la puja por la Presidencia es el factor que ordena al conjunto de la política argentina.

El desafío será fundamental para el peronismo, que -dije una y otra vez que es un dato clave para entender qué pasa en él- en donde desde 2013 no ha crecido otra figura nacional que pueda competir, o reemplazar a Cristina Kirchner.


«Y a las plantas de los mercados rendido un león»

octubre 21, 2022

Aunque el portal AgendAR y este humilde blog tienen contenidos, y públicos, en general bien distintos, no resisto a la tentación de subir esto que escribí y apareció ahí hace pocas horas:

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Ayer Elizabeth Truss, la primera ministra de Gran Bretaña, anunció su alejamiento -24 horas de decir que era “una luchadora y no alguien que se borra”. Así logró ser la persona que menos duró en ese cargo en la larga historia inglesa.

The Economist -fundado en 1843 y que ahora pertenece a una sociedad editorial controlada en un 50 % por las familias Rothschild y Agnelli- dedicó al tema, y a la situación de Gran Bretaña- un «leader», más en pena que en ira:

«En 2012, Liz Truss y Kwasi Kwarteng (a quien ella nombró ministro de finanzas y renunció el viernes, también con el récord de ser el que menos duró), dos de los autores de un folleto llamado “Britannia Unchained” (Gran Bretaña sin cadenas), utilizaron a Italia como advertencia. Servicios públicos inflados, bajo crecimiento, baja productividad: los problemas de Italia y otros países del sur de Europa también estaban presentes en Gran Bretaña.

Diez años después, en su intento fallido de forjar un camino diferente, Truss y Kwarteng ayudaron a que la comparación fuera ineludible. Gran Bretaña todavía se ve afectada por un crecimiento decepcionante y la desigualdad regional. Pero también se ve obstaculizado por la inestabilidad política crónica y bajo el control de los mercados financieros. Bienvenidos a Britalia.»

Breves comentarios editoriales de AgendAR:

No es inteligente burlarse de la desgracia ajena, cuando en Argentina tenemos problemas parecidos. (Es cierto que los medios ingleses -The Econmist, Financial Times, sus tabloids- si usaron ampliamente el sarcasmo para aludir a los avatares de nuestro país. Y sus políticas algo tuvieron que ver con ellos).

Pero ese es otro tema. Como también lo es el fastidio de los italianos con la comparación. El embajador italiano en Londres les recordó que Italia tiene, por ejemplo, un pequeño superávit en su comercio exterior, Mientras que Gran Bretaña ostenta el rojo más intenso.

Es que hay dos puntos que nos parece importante destacar, porque hacen a la situación global. El primero es que en el Atlántico Norte están tomando nota que cuatro décadas de una globalización enmarcada en las políticas neoliberales impulsadas por Thatcher y Reagan han tenido un claro ganador: China, la Gran Potencia emergente. Se convirtió en la fábrica del mundo, mientras que Gran Bretaña, y en menor grado EE.UU., se desindustrializaban. Sobre esto publicamos algo hace dos días, de una editora asociada del Financial Times.

El otro es muy simple, y dijimos otras veces que era una superstición: que el capitalismo es mágico. Basta dar «seguridad jurídica» a los inversores, crear un «buen clima» para los negocios, y habrá prosperidad.

Bueno, no es así. Los mercados no son perfectamente racionales. Las burbujas, y el «efecto manada» existen. Pero, al final del día, los capitales van a donde pueden obtener beneficios, no lindas palabras.


«Por otro 17…»

octubre 17, 2022

Hace 15 años que mantengo este blog, y cada 17 de octubre -creo, no me puse a revisarlo- escribí algo para esta fecha. Me parece recordar que siempre traté de poner emoción, epica, aunque no es mi cuerda (Además, ¿quién podría igualar lo de Marechal?).

Pero es inevitable, para los que nos hicimos peronistas antes del ´83. No estuve, claro, en la Plaza en el ´45, ni tampoco en la Resistencia. Quedan muy pocos… Pero mi primer 17 fue un acto relámpago, cerca de Once, y finalizó escapando de la cana. Eran los años de Onganía.

Corto con la nostalgia. Puede servirle a uno, pero no al colectivo que importa, que es el país. Retomo mi cuerda, que es el análisis frío (por algo elegí como avatar en twitter la imagen del primer pensador moderno, Niccolo Macchiavelli).

Y empiezo con una pregunta incómoda ¿cuánta vigencia tiene hoy ese mito fundamental del peronismo? Después de 77 años que cambiaron a la Argentina y al mundo, puede volver a darse esa conjunción de pueblo, plaza y líder, y volver a cambiar la historia?

Bueno, justamente hoy se hace ese llamado desde un blog. La «Corriente kirchnerista de Santa Fe», es el vocero más consistente de un peronismo cristinista -hasta donde yo conozco- en lo que queda de la bloguería. Y yo, que no me considero cristinista -algo difícil para un peronista de mi generación; a los veteranos de la izquierda les sale más fácil- encuentro que es un planteo que merece reflexión.

Pues reconozco un hecho evidente: el de CFK es el único liderazgo nacional que hay en el peronismo. Es cierto que muchos peronistas, y aún más votantes del peronismo, no tienen ese vínculo emocional con Cristina que es la esencia de un liderazgo. Pero tampoco hoy lo tienen con ninguna otra figura, salvo muy pequeños grupos de entusiastas.

No quiero que me malinterpreten (¡por Dios, no!) Hay liderazgos fuertes en el peronismo, y que cuentan con militantes que son un elemento de poder políticos. Conducciones sindicales, gobernadores, intendentes. Pero ninguno hoy es, o se plantea, como un líder nacional. No ha surgido ninguno después de la derrota electoral de 2015, y ese -insistí muchas veces- es un dato clave. Hasta para Sergio Massa -el intento más audaz de construirlo- su mejor momento fue en 2013.

En un enfoque desde la comunicación política, aparece como inevitable que en una sociedad polarizada -Argentina lo está. como muchas otras- una campaña electoral se encare con la reinvidicación de las gestiones de Cristina Kirchner. O, desde el otro lado, tratando de sumar a todos los que están contra ella.

Entonces ¿da para otro 17? Alberto Fernández ¿podría ser un Farrell civil y socialdemócrata? ¿Sergio Berni, da para un Filomeno Velazco? Hmm. Al que no lo veo por ningún lado es al G.O.U.

Pero sería un error enfocarse en las circunstancias. La Historia rima, pero no se repite. Lo que me parece fundamental es preguntarse por el proyecto que podría, debería tener «otro 17». La misión histórica, en un lenguaje más ampuloso.

Y no podría dejar de ser muy distinta. El peronismo fundacional dio identidad política y protagonismo a los trabajadores industriales. Apoyado en ellos, y en la «Argentina profunda» de las provincias pobres -casi todas lo eran- puso las estructuras económicas y sociales, y el etos, de una Argentina más industrial y más igualitaria. Cuyas bases se habían empezado a construir con el reemplazo de importaciones que forzó la Gran Depresión del ’30 y la 2da. Guerra Muncial. Ese proyecto social tenía bastante fuerza para sobrevivir al derrocamiento de Perón en 1955.

Perduró y siguió creciendo -muy buenos índices en la producción industrial, por ejemplo- en medio de proscripciones, represión y asonadas militares, hasta 1975/76. Después, empieza «la larga agonía de la Argentina peronista» (Halperin Donghi dixit).

Quizás las bases económicas de ese proyecto -proteccionismo, mercado interno, exportaciones hacia los países limítrofes- estaban agotadas. Eso merece un análisis más profundo que el que yo puedo darle. El hecho que también me parece evidente es que, de algún modo, seguimos en esa «larga agonía».

Los distintos intentos de construir un proyecto estable sobre otras bases -el feroz Proceso del ´76 al ´83, Menem-Cavallo, ´89-´99, el reciente de Macri, fracasaron estrenduosamente, con costos sociales y estructurales altísimos.

A De la Rúa le cayó el techo encima, y Duhalde improvisó un rescate. Pero no eran proyectos.

Las gestiones Kirchner -2003-2015- dieron estabilidad, algo de distribución y algo de prosperidad, con ayuda de la demanda china. Pero no modificaron el capitalismo prebendario consolidado en los 10 años de Menem (que ya venía de antes, eh). Hasta se podría hablar de una larga agonía de la Argentina menemista, si ésta no hubiera muerto en el 2001. Quedó vigente un sistema económico en que el camino más rápido para la acumulación de capital es extraerselo al Estado, y el más seguro para conservarlo es llevarlo afuera.

Entonces, creo que el proyecto pendiente, la «misión histórica» a emprender, es una refundación -si uno elgie el lenguaje épico- o una adaptación -si se elige un término que usaba Perón- de las estructuras políticas, sociales y económicas de nuestro país. Volver a 1945, o a 2015… No hay máquinas del tiempo.


El fantasma de la Devaluación

octubre 14, 2022

En AgendAR publicamos en estos días varias notas sobre los nuevos tipos de cambio que se están inventando, después que el «dólar soja» fue percibido como éxito (efímero) por el oficialismo. Inevitable: está bien que nuestro tema central sea la actividad productiva, en especial la argentina, pero las finanzas son un condicionante decisivo. Es muy difícil producir sin plata…

Así, esta semana reproducimos dos notas informativas, aquí y aquí, y ayer una más crítica y afilada de Marcelo Falak. A esta le agregué un comentario editorial que ahora voy a compartir con uds., audiencia politizada. Porque los prejuicios que abundan en este espacio algo tienen que ver con el problema. Le agrego una frase muy corta, para los que se acuerdan de algo que pasó 20 años atrás.

ooooo

Los análisis técnicos de economistas y, sobre todo, el discurso ideologizado que los políticos se sienten obligados a mantener frente a sus militantes, tapan un hecho simple: al contener al valor del dólar oficial -con el que se pagan las importaciones-, se está subsidiando la importación y los gastos en el exterior. Por eso, hay que poner impuestos, «percepciones»,… para que no sea mucho más barato importar, comprar afuera, que producir aquí.

Es cierto que una devaluación provocaría un salto inflacionario -otro más- que perjudicaría a los de ingresos fijos, o informales. Y también a las empresas endeudadas en dólares. «(Esto último fue el motivo de la «pesificación asimétrica» de Duhalde en 2002, recuerdan?)«

Pero esta política de parches se está haciendo cada vez más difícil de sostener. Tampoco está deteniendo la inflación. Y ha destruído el sistema de precios: el ama de casa que va al supermercado y el empresario que debe reponer stock ya no saben cuánto les va a costar.

Confiamos que en el equipo de Massa haya técnicos que sepan de economía y de la realidad productiva y social argentina- que estén pensando las medidas necesarias para que un sinceramiento del mercado cambiario no golpee -aún más- a la población. Lo que se debió haber hecho, con menos costo, hace más o menos un año.

Porque si no lo hacen, lo hará el proximo gobierno, cualquiera sea. Con un costo mayor.


La «Nueva Derecha» a la que no se habría visto venir

octubre 9, 2022

Empiezo, como otras veces, abriendo el paraguas. Este es un tema que merece un análisis más profundo que el que ahora puedo dedicarle. Pero ayer escuché en el auto un reportaje a un politólogo, Andrés Malamud, que me hizo pensar (¡claro que no es imposible!).

Es que tomó el tema de mi posteo anterior -cómo las encuestas en Brasil estuvieron bastante cerca del % de votos que sumó Lula, un 48+, pero fallaron, mal, subestimando el voto a Bolsonaro- y apuntó que ese era sólo un caso entre otros. Las encuestas fallaron notoriamente en predecir el triunfo de Trump, y también el Brexit, por ejemplo. Sostuvo que había un sesgo en los encuestadores que les impedía registrar opiniones fuera del marco de un convencional, y aburrido, «centro derecha» o de un abierto procapitalismo republicano de Reagan o Thatcher. Creo que tiene razón.

Es la causa que A. M. esbozó lo que no me convence. Sugiere que el encuestado, derechoso y furioso, lo ve al encuestador en la «izquierda» y le miente o no le contesta. Esto es estigmatización, amigos. No todos los encuestadores, ni siquiera todos los sociólogos, son progres. Pero además -disculpe, don Andrés- es superficial.

El fenómeno de la «derecha alternativa», como la llaman acertadamente los yanquis, no sólo irrumpió con fuerza en Brasil y en EE.UU. Ganó en elecciones limpias en Italia, en Hungría, en ¡Suecia!, y es un actor político importante y ruidoso en casi todos los países de la Unión Europea. Y en nuestra Argentina… al menos es ruidoso. El año que viene sabremos si puede construir poder.

El punto que quiero hacer es que, en mi falible opinión, la «nueva derecha» no tiene nada de nueva, y la vieron venir, hace más de un siglo, con miradas opuestas, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud (entre otros). Pero la sabiduría convencional de encuestadores y politólogos -la división entre «izquierdas» y «derechas» que se alternan civilizadamente, el consenso hegemónico en Occiidente luego de la 2da. Guerra Mundial- les dificulta verlo.

Me apuro a decir que no estoy afirmando que es una variante actual del fascismo. No. El fascismo, en todas sus versiones, italiana, alemana, otras, se planteaba concentrar todo el poder en el Estado, y militarizar la sociedad. Esta «derecha» tiene una veta anarquista, desconfía del Estado porque le quiere cobrar impuestos, y aprecia más a la policía que al ejército. En Europa su «etos» es casi opuesto al viejo fascismo: Mussolinis quería conquistar Libia y Etiopía; los «alternativos» europeos tienen miedo que los morochos los invadan a ellos.

Los alternativos nuestros se quejan furiosamente de que bolivianos y paraguayos usan gratis nuestros hospitales. Como proyecto imperial, o siquiera de afirmación nacionalista, es pobre.

Lo que sí puede decirse es que estas corrientes de la «derecha alternativa» son, como los viejos fascismos, fenómenos sociopolíticos que se dan en el seno de sociedades que comparten alguna versión de la civilización occidental (como nosotros, incluyendo los compatriotas que se autoperciben mapuches, comechingones o futuros ciudadanos de algún país de la Unión Europea). Pero los «alt right», como esos viejos fascismos, expresan, al menos de palabra y a veces en los hechos un rechazo a la «corrección político», o, como se decía antes, la «moral burguesa».

No han leído a Nietzsche -la mayoría no lee, y el filósofo alemán no está en youtube, creo- y por eso no hablan de «moral de esclavos». Pero sí algo conocen de Ayn Rand -una Nietzsche en versión para hombres de negocios y ejecutivos juniors- y rechazan las nociones de altruísmo, solidaridad, justicia social, como mentiras hipócritas para esclavizarlos a ellos. Empezando por cobrarles impuestos.

Esta mezcla de opiniones, actitudes y fastidios se extiende por el mundo -la parte que no está en guerra o controlada por un Estado autoritario- y por supuesto entre nosotros. No va a ser frenada si esas virtudes de altruísmo, solidaridad, justicia social, son predicadas por gente que tiene buenos ingresos y no consiguen hacer nada eficaz para mejorar la suerte de los que están más abajo (Eso alimenta entre los que están en el medio esas acusaciones de hipocresía).

De todos modos, la solidaridad sólo se ejerce en el marco de una identidad común. En nuestra sociedad, enfrentada, «agrietada» en dos realidades políticas y casi culturales, el peronismo y el antiperonismo, es una propuesta difícil de llevar adelante.

El único elemento posible de identidad común que podría unirnos es el patriotismo. Como digo arriba, es difícil, pero vale la pena intentarlo.


Esperábamos a Lula, y vino también Bolsonaro (las encuestas lo tapaban)

octubre 2, 2022

Una buen parte de lo que digo arriba son pavadas. No todo, porque uno es prudente. Pero cometí un error muy elemental: creí que porque todas las encuestas decían cosas parecidas (ver aquí), el promedio era probablemente cierto. No es así: lo que hacían es reproducer el sesgo. Repetiré el sabio consejo del filósofo Tony Montana «No consumas de tu propia mercadería».

Ahora, es interesante analizar ese sesgo, y dónde se produjo. El % de votos para Lula en la elección no difiere mucho del que le daba el promedio de las encuestas: está dentro del error normal. Pero salta a la vista que subestimaron, por mucho, los votantes de Bolsonaro, como ya apuntó el legendario bloguero Mendieta.

No tengo todavía datos precisos, pero mi impresión es que ese sesgo se reprodujo en la estimación de los votantes de los aliados de Bolsonaro sobre los de Lula en las elecciones a gobernador de la mayoría de los estados donde se daba este enfrentamiento.

¿Que nos dice esta elección sobre el futuro de Brasil, de la América del Sur? Bueno, estimados y estimadas, a partir de esta noche se verán abrumados por sesudos análisis. Empiezo yo, con mis impresiones, probablemente equivocadas: será un octubre largo y estresante. Los políticos harán declaraciones y alianzas, y muy pocos votantes, si alguno, las tomará en cuenta. En mi opinión, no importará mucho quien gane el 30. No tendrá mucho poder: Lula deberá hacer aún más concesiones y acuerdos. Pero también Bolsonaro. Si no ahora, después del 30, si gana. El árbitro, el lugar donde deberán negociarse todas las medidas importantes, será el Congreso, el que destituyó a Dilma y recortó los impulsos de Bolsonaro. Con una fuerte presencia del Poder Judicial, el que impulsó el Lava Jato, mandó a la cárcel a Lula y luego lo liberó y lo puso en condiciones de ser candidato.

Esos lugares de poder ya existían. Lo que habrá disminuido es el del que salga presidente. El liderazgo de Lula no garantizó la derrota de Bolsonaro. El del Bolso, no garantizó la derrota de Lula. No garantizarán triunfos electorales.

Eso sí, más allá de los políticos, más allá aún de los liderazgos desgastados, hay una sociedad, la brasileña, amargamente dividida aproximadamente por la mitad. Lo vemos en Argentina, y también en EE.UU. Como es un blog personal, y no un análisis sociológico -ya van a leer muchos- termino con unas líneas de poesía, Yeats, que leí hace mucho tiempo y no sé porqué me vienen a la memoria (recién se las infligí a unos amigos) «what rough beast, its hour come round at last, slouches towards Bethlehem to be born?».


Esperando a Lula, pensando en Argentina

octubre 1, 2022

Según los datos de todas las encuestadoras serias y más o menos serias de Brasil, que mostramos aquí en AgendAR, Lula triunfará mañana. Quedan dos incógnitas: si le alcanzará para ganar en el «primer turno», o la campaña se extenderá por un largo octubre. La otra, más inquietante, es si Bolsonaro y sus apoyos aceptarán un triunfo de Lula, ahora o el 30/10, o habrá enfrentamientos violentos y un largo período de inestabilidad.

Como sea, nosotros este domingo vamos a ser espectadores… muy interesados. Nuestro principal cliente (en particular, de productos manufacturados), la 8va. economía del mundo, según el Banco Mundial. Sobre todo, nuestro socio imprescindible, si América del Sur va a ser en esta década algo más que un peón en el juego de ajedrez global.

La cosa es que me puse a pensar en los parecidos y diferencias entre ellos y nosotros, y si nos dicen algo importante. Las circunstancias, las sociedades, las economías, y los liderazgos políticos, son muy distintos. Pero los proyectos de poder que se enfrentan… no tanto.

Allí se enfrentan mañana una coalición difusa -el partido político que es su núcleo tiene menos historia y menos presencia en todo su territorio que entre nosotros, pero eso no hace a nuestra coalición más coherente, como podemos ver. Esta coalición, la que lleva a Lula como candidato, tiene un lejano pasado de luchas sindicales, pero hoy los une un «progresismo soft» y, sobre todo, la memoria de un tiempo de distribucionismo moderado y el crecimiento del nivel de vida de los más pobres y excluidos. Mostró cuando gobernaba que podía negociar con la mayoría de los sectores del poder económico. Y hoy se muestra muy dispuesta a hacerlo: el candidato a vice de Lula es el paulista Geraldo Alckmin, dirigente del centro derecha (con acento en la derecha).

Del otro lado, también hay una coalición diversa, la que lleva al ex paracaidista Bolsonaro. Incluye, por supuesto, a sectores «enragé» del poder económico y de los poderes fácticos: del militar, del judicial, pero su masa de votos se la da el rechazo a Lula y al «progresismo soft». Hasta donde pude apreciar (muy poco) en una reciente visita, es el rechazo -la desconfianza, el temor- a los más pobres y a las dirigencias que se apoyan en ellos. No me digan que no encuentran algunos parecidos con el caso argento…

Bueno, parece que Lula va a ganar. Como dijo un ingenioso tuitero hace pocos días, la forma infalible de derrotar a la ultraderecha es dejarla gobernar. El que viva -unas 36 horas- lo verá.

Aprovecho para agregar un llamado al incombustible Daniel Scioli y, en general, a quienes tienen responsabilidades allí y aquí. Puede abrirse -no una ventana, una puerta- de oportunidad para avanzar en una alianza más estrecha con Brasil. Las dos Grandes Potencias -y las Potencias residuales- están ocupadas con un desafío más peligroso y más urgente en Ucrania, y otro no tan apremiante pero aún más grande en el Indo-Pacífico. En otra circunstancia parecida armamos y avanzamos con el Mercosur.

Si se pudiera pensar en algo más que en integrar algunos sectores productivos -como se hizo con la industria automotriz- y también en no ignorar a los socios menores -como hicimos con Paraguay y Uruguay… Supongo que es pedir mucho.


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