La Gran Apuesta

julio 29, 2022

No se preocupen. Este va a ser un posteo corto. Van a hablar los hechos, y pronto. Lo que tengo para decir de los acontecimientos de esta semana lo dije en AgendAR: Sergio Massa: la apuesta a relanzar un gobierno.

Empiezo, como de costumbre, con una aclaración. Esta reflexión no tiene que ver con esa película de 2015 (aunque ahí hacen una buena descripción de los mercados financieros, que son marco y en parte protagonistas de este otro guión que se está filmando en Argentina). Pasa que me gustó el título, porque se está apostando muy fuerte aquí.

En primer lugar, Massa. Yo lo conocí personalmente recién en 2012, cuando Juan Amondarain armó una reunión con algunos blogueros. No me subí a su barco, a pesar de la amistad con Juan. Pero hoy tengo que reconocerle el coraje para agarrar el timón de este barco (creo que todos se lo reconocen, aunque algunos, embroncados, lo llamen de otro modo) y la coherencia conque persiguió el mismo objetivo durante más de 3 años. Ahora… la gloria o Devoto. Y en cuestión de meses; quizás, semanas.

Otra que está apostando fuerte es Cristina. Con poco para ganar y bastante para perder. Cierto que la mayoría de sus votantes no se interesan en maniobras políticas (gente sensata), y se acuerdan que en su gobierno estaban mejor que ahora y mejor que con Macri. Pero para su numerosa, intensamente politizada militancia este es un sapo difícil de tragar. Y eso que ella les repite cada tanto «el capitalismo es el sistema más eficiente». Pero, como decía mi madre, «les entra por una oreja y les sale por la otra».

Otro apostador, claro, es Alberto. Poco y nada para ganar, salvo un tratamiento más amable en los libros de historia. Pero que otra cosa podía hacer con las pocas fichas que le quedaban?

Pero el segundo apostador más fuerte, en fichas y expectativas, es el peronismo y las identidades políticas incorporadas hoy en el Frente de Todos. Se juega todas sus chances en 2023.

El que apuesta más, claro, es el pueblo argentino. No es voluntaria, eh. Pero tiene chance de volver a apostar, el año que viene.


Pensando en voz alta, en medio de una corrida bancaria

julio 21, 2022

Esto lo publiqué hoy a la mañana temprano en AgendAR, con el título El témpano, la devaluación. No pretende ser más que mi lectura de la realidad, pero lo traigo al blog porque esta realidad nos cae encima a todos. Agrego un par de comentarios dirigidos a los pocos que toman decisiones y a los muchos más que las discuten, cuestionan o militan.

«

Los medios masivos ya han informado en amplitud sobre la corrida cambiaria que los argentinos estamos viviendo. Cada uno con su sesgo, naturalmente. Preferimos el resumen que hizo ayer Marcelo Falak en su newsletter DesPertar.

«Una diferencia tan amplia entre los tipos de cambio paralelos y el oficial expresa expectativas de megadevaluación del segundo. Debido a la perspectiva de un cambio radical de cotización, ese tipo de profecía tiende a autorrealizarse a través del desaliento a la liquidación de exportaciones y del anticipo de importaciones.

Hasta ahora, las exportaciones habían respondido bien, pero el «festival de importaciones» y la factura energética abultada por la guerra en Europa hicieron que el Banco Central no dejara de perder divisas.»

Sobre las razones del «festival de importaciones» este editor se había extendido hace un mes, aquí. Basta decir ahora que forman un círculo, muy vicioso. A la demanda de dólares para importar -legítima, necesaria, porque la mayoría de las actividades y de los productos de consumo tienen un altísimo componente importado (piensen en los celulares, por ejemplo)- se le suma la codicia por conseguir acceso al dólar oficial, que se percibe «barato».

En el extremo, ya delictivo, se «alquilan» cautelares judiciales para conseguirlo, como el lunes informamos aquí.

Pero esa es la patología. El problema central son las grandes empresas que toman la decisión -legal, y justificada desde sus intereses- de salir de sus inversiones financieras en pesos y «pasarse a dólares». Los ahorristas individuales ya lo hacen desde hace mucho tiempo.

Y este mes el sector agroexportador ha comenzado a retener los cereales y la soja que aún conserva en su poder. La motivación más importante ya no es el fastidio con las retenciones; como cobran lo que exportan con el dólar oficial, sienten que están perdiendo frente al que perciben como el valor «real» de sus productos.

El gobierno está resistiendo estas presiones devaluatorias. Es lo que corresponde, es lo que hacen todos los gobiernos ante situaciones similares. Y no es serio vaticinar si tendrá éxito o no, en ausencia de los datos precisos que sólo se tienen cuando se está en el nivel de decisión. La ministra Batakis tiene una sólida formación económica, y más experiencia en el Estado de la que tenía el ex ministro Guzmán.

Sí se pueden decir dos cosas con razonable seguridad. Una es que si la inflación sigue en sus niveles actuales, un «salto» devaluatorio será inevitable. Porque aunque el Banco Central ha aumentado el ritmo de la devaluación del «dólar oficial», todavía está por debajo del de la inflación actual. Y si hoy un dólar a $ 317 parece, es, absurdamente alto, en meses o semanas se percibirá «barato».

La otra es que una devaluación, en sí, no resuelve nada. Salvo para especuladores con información anticipada, si los hubiera. Una devaluación sin un plan de estabilización severo -esto Batakis, cualquier economista, debe saberlo- simplemente acelera la inflación y crea las condiciones para la devaluación siguiente.

Tenemos suficiente experiencia en Argentina para afirmar estas certezas. Como recuerda Joaquin Waldman en «Argentina ingresó en un régimen de alta inflación» que publicamos el viernes pasado, nuestro país convivió con una inflación muy alta y constante, entre 1975 y 1991. Y, agrego yo, entre 1958 y 1973.

Esa experiencia dejó lecciones claras. Incluso en la década del ’60, el desarrollismo, el movimiento político que encabezó el ex presidente Arturo Frondizi después de su derrocamiento, junto a Rogelio Frigerio, proponía una devaluación «alta y definitiva» que encareciera las importaciones y protegiera a la industria nacional (un eco de esto fue el «dólar recontraalto» que prometió Guido Di Tella en 1989).

Las devaluaciones de esos años, y hubo muchísimas, sólo creaban las condiciones para otra devaluación posterior. La única excepción -por un par de años- fue la que aplicó en 1966 Krieger Vasena -ministro de Economía en el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía- que incluyó fuertes retenciones al agro. Un elemento ineludible ce cualquier plan de estabilización.

La pregunta es entonces si el gobierno de Alberto Fernández está en condiciones, políticas y económicas, de llevar adelante un plan de estabilización. Si el gobierno -el presidente y sus ministros- creen que no, el «plan aguantar» resulta el único posible.»

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Ya había escrito en el blog sobre dos supersticiones económicas comunes entre nosotros: Una, creer que basta con liberar a la economía de los controles, dar «seguridad a los inversores», y la magia del capitalismo derramará bienestar para todos. La otra, creer que basta con «poner plata en los bolsillos de la gente», y la magia del capitalismo supervisado por funcionarios con ideas muy vagas de lo que decía Keynes hará que los empresarios vendan más y eso derramará bienestar.

Ninguna de esas dos cosas funcionó en los últimos 10 años, pero la fe no muere. Leía hace poco un tuit de alguien habitualmente sensato que decía que si se le daba más dinero a los más pobres, ese dinero no se iba a «ir al dólar», porque no tienen capacidad de ahorro: lo gastarán en sus necesidades básicas. Ajá ¿y qué van a hacer con ese dinero los que les venden a los pobres sus necesidades básicas?

El otro comentario que quiero agregar lo hice en un par de tuits ayer: «Estoy viendo a muchos descubrir que $ 350.000 por mes -el límite para que el Estado le subsidie la luz y el gas al hogar familiar- no es mucha guita. Y no, no es. Pero está muy por encima de los ingresos de más de la mitad de nuestra sociedad.

Igual, no es un tema muy importante. Porque dura dos meses. La inflación lo dejará obsoleto. Lo que hay que tomar en cuenta es que las medidas duras q se ven venir les dolerán más a la franja en la que los ingresos del grupo familiar van de 150 a 500 mil pesos por mes (en $ de hoy), que a los que viven de empleos informales, changas y planes. Ellos ya están sufriendo el ajuste. Se llama «inflación».

OJO: NO estoy diciendo que el Estado no puede hacer nada por los más vulnerables. Ya lo hace, con algunas estructuras, como el PAMI, que funciona bastante bien (no lo saben los que no lo necesitan). Puede hacer mucho más, pero tiene que construir las estructuras que brinden mejor salud, mejor educación, mejor nutrición. Imprimir billetes no sirve.


El crimen de la AMIA, otra vez

julio 18, 2022

Después de 28 años, el recuerdo del atentado a la AMIA se ha convertido en un rito político, con reclamos, indignaciones y disculpas previsibles ¿Ya es solamente eso? Creo que no. Me parece que en una parte de nuestra sociedad -no solamente en la comunidad judía, quizás ni especialmente en la comunidad judía- esa memoria permanece como de algo no resuelto, una memoria incómoda.

De ahí las repeticiones. No sería extraño, en un país con tanta gente que hace terapia. Yo también voy a repetir algo que escribí hace menos de un año. En lo que reiteraba -y no por primera vez- la necesidad que percibo que un gobierno argentino -no este, uno recién elegido, para minimizar el inevitable internismo- publique un «Libro Blanco» sobre el atentato con toda la información, las gestiones y las torpezas en ese caso, desde 1994 y las décadas posteriores. Da para algunos tomos, y sería la «verdad oficial». La que por supuesto será descreída por la mayoría, esto es Argentina, pero quedará como referencia. Aquí va mi aporte, tijereteado de 15 años del blog, sobre la base de algo que escribí en diciembre de 2006, en una página «El hijo de Reco» que recientemente la agencia oficial, NIC, entregó a un pornógrafo.

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«El 26 de octubre (de 2006), inmediatamente después que fiscales argentinos pidieran la captura de ocho iraníes, entre ellos un ex Presidente de ese país, acusados por el atentado a la AMIA, yo escribía:

“Hace algo más de 12 años un atentado en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina costó 85 vidas de argentinos de religión judía, católica y quizá algún agnóstico. Fue un hecho muy doloroso, en un país habituado a las catástrofes, que impactó en nuestra gente. También puede argumentarse que fue una de las primeras batallas en la llamada “guerra del terror”.

Sea como sea, no es sorprendente que nuestros investigadores y servicios de inteligencia y seguridad no proporcionaran explicaciones convincentes, ni tampoco – por supuesto – pruebas. No tienen experiencia en conflictos internacionales, porque han sido volcados a nuestras luchas internas. Y las explicaciones que en otros países se han dado de hechos similares no se han librado de ser cuestionadas. Cualquiera puede encontrar en Internet – por ejemplo – cientos de sitios ofreciendo teorías conspirativas, distintas de la oficial, sobre el atentado a las Torres Gemelas.

La diferencia clave es que en otros países los órganos del Estado (el Poder Judicial también lo es) han llegado a conclusiones que asumen definitivas y están dispuestos a afirmarlas con su autoridad. Tienen una “historia oficial”. Y no es cinismo señalar que es una base necesaria de toda política de Estado. El estado Argentino no ha podido elaborarla por esas mismas luchas internas que mencionamos antes.

Así, el gobierno de Menem y el juez Juan José Galeano que investigó el tema plantearon – sin mucha convicción – la “pista iraní”, pero dedicaron más esfuerzos a la conexión local, que encontraron convenientemente en las filas de la policía provincial de un gobernador que lo incomodaba. Tuvo el aval de las organizaciones de la comunidad judía.

Los opositores a Menem – y los familiares de las víctimas – favorecieron la “pista siria”, que coincidía con el origen familiar del entonces presidente y de algún traficante de armas famoso, y sugerían como motivo apoyos a su campaña electoral que no fueron correspondidos.



El hecho triste es que hasta hoy el único condenado en sede judicial por temas vinculados a este caso es el mismo juez Galeano, identificado con la “pista iraní”

Bueno, ayer (25/10/06) los integrantes de la fiscalía especial creada por el presidente Kirchner, Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos, emitieron un dictamen que reivindica esa vieja pista: acusa a Hezbollah e Irán y reclama la captura de ocho iraníes, ex funcionarios de Teherán.

¿Será ésta la definitiva “historia oficial” del Estado Argentino sobre el atentado a la AMIA?”

Mantengo lo dicho, pero debo confesar que – como la mayoría de los observadores – no aprecié en el primer momento la gravedad que este hecho implicaba, después que el juez Rodolfo Canicota Corral avalara el dictamen de la fiscalía. Un solitario, agudo analista advirtió – y concuerdo – que posiblemente sea la decisión jurídica de mayor trascendencia e impacto en lo que va del siglo XXI en materia diplomática y de defensa para la Argentina. Porque los gobiernos pasan, pero las causas judiciales permanecen – aletargadas o no – para que otros gobiernos, u otros países, las retomen.

Ciertamente – todos los que han opinado con alguna seriedad están de acuerdo – es absurdo pensar que el juez y los fiscales se han pronunciado, más allá de la fortaleza o debilidad de los indicios (en otra parte de esta página damos, en las palabras del fiscal y del representante de Irán, oportunidad para que Uds. los evalúen) sin el respaldo del Gobierno Nacional. En cualquier país del mundo, estas decisiones se toman con adecuada conciencia política de sus consecuencias, y en Argentina el Poder Judicial tiene una sensibilidad aguzada para los humores del poder.

La pregunta a hacerse es, entonces, por qué Néstor Kirchner decidió avalar esta decisión judicial. Hay algo muy importante para tener presente: La evidencia parece indicar que un gobierno que ha sido acusado por muchos (entre ellos, yo) de no contar con equipos ni inclinación para el análisis estratégico de la política internacional, ha llevado adelante desde que asumió hace tres años una estrategia consistente y coherente en este tema en particular.

En un excelente artículo que público hace pocos días en “La Nación”, Juan Gabriel Tokatlian, el agudo analista a quien me referí más arriba y cuyos trabajos hemos subido alguna vez a esta página, señala:

“A principios del siglo XXI, el comercio con Irán venía creciendo nuevamente con grandes márgenes de superávit para nuestro país. En 1999, el comercio bilateral fue algo superior a los 158 millones de dólares (las exportaciones argentinas fueron de US$ 155 millones). En 2000, las cifras respectivas fueron algo más de US$ 343 millones y US$ 341 millones. En 2001, alcanzaron respectivamente los US$ 419 millones y US$ 417 millones. Cabe destacar que ese año – el de nuestra gran crisis interna – las exportaciones a Irán equivalieron a la mitad de todo lo que se vendió a Medio Oriente y representaban el 2% de nuestro intercambio mundial. Ese mismo año nuestras exportaciones a ciertos países clave fueron inferiores a las realizadas hacia Irán: a Canadá se vendió por valor de US$ 225 millones, a Venezuela US$ 235 millones, a Francia US$ 257 millones y al Reino Unido US$ 291 millones.

En 2002 sólo hubo exportaciones a Irán: el monto fue de US$ 339 millones. En 2003 -año de llegada de Kirchner al gobierno-, se produjo una caída notable: se exportó por un total de US$ 47 millones. En 2004, las exportaciones cayeron a sólo un millón de dólares. En 2005 no hubo ninguna exportación de la Argentina a Irán.”

Tokatlian no puede ofrecer explicaciones satisfactorias para estos hechos, pero es muy difícil creer que se trata de una coincidencia. Sobre todo, si se toma en cuenta otros aspectos de la política de Kirchner: aunque él y su gobierno fueron severos críticos en algunas oportunidades de políticas de Washington (el A.L.C.A., por ejemplo) se mantuvo una clara y constante decisión de cooperar con Estados Unidos en materia de seguridad. Los organismos de inteligencia del Estado argentino, con sus limitaciones, cooperaron y cooperan con las políticas de seguridad de Washington. La Cancillería ha manifestado su rechazo a la proliferación de armas de destrucción masiva, y nuestras Fuerzas Armadas colaboran en Haití.

La relación de mutuo beneficio establecida con Chávez, así como otros gestos – y hechos concretos – de independencia en la política exterior no deben confundir. Irritante como es Chávez para los Estados Unidos, y antagónico para su visión estratégica, como puede serlo, ciertamente no es un problema de seguridad. Hoy, ni Castro lo es.

Más relevante para este tema en particular, cabe destacar que Kirchner, desde el comienzo de su gestión, anunció su decisión que el atentado no iba a quedar impune. Se puede pensar que son las frases hechas de un gobernante; pero hay que tener en cuenta que nunca, a pesar de algunas posiciones de la senadora Fernández de Kirchner antes que él asumiera la Presidencia, avaló la “pista siria”.

Los motivos posibles que baraja Tokatlian no son convincentes: no parece haber motivos para que Teherán, culpables o inocentes sus hombres, reduzca su comercio con Argentina antes que los fiscales insinuaran su decisión, cuando no lo había hecho frente a las acusaciones de Galeano y a la explícita alianza de Menem con EE.UU. Una convicción ideológica de Kirchner? Su política internacional puede ser poco meditada, pero no se podría acusarla seriamente de ideologizada. Deseo de congraciarse con la colectividad judía? No suena muy creíble, para un político astuto.

La única hipótesis plausible que se me ocurre es un acuerdo con el gobierno norteamericano en políticas de seguridad – que incluyese una evaluación firme de la “pista iraní” – alcanzado no después del 2003. Y Kirchner tiene fama de cumplir férreamente la letra de sus acuerdos.

Si fuese cierto, no me sorprendería ni me escandalizaría. Los gobiernos, de derecha, revolucionarios o progresistas, sellan acuerdos como el que se insinúa. Tampoco me siento inclinado a unirme al coro de ex-menemistas que descubren que Kirchner comete un grave error al apoyar ahora a EE.UU. e Israel porque Bush perdió las elecciones y vienen los demócratas (o republicanos moderados). En los países serios como esos dos, las políticas de seguridad trascienden los gobiernos. Ni tampoco me gusta la postura vergonzante que susurra que Irán no debe ser acusado porque puede ponernos (otra) bomba.

Lo que debe preocuparnos a los argentinos es que otra vez, como hace 15 años en la Guerra del Golfo, nuestro país toma partido, aunque sea en menor grado, en el conflicto más grave de nuestra época, sin una reflexión cuidadosa de las consecuencias y los riesgos. Sin una Cancillería ni instituciones del Estado capaces de evaluar alternativas por encima de las decisiones personales. Y sin tomar en cuenta el principal aporte que Argentina y Latinoamérica, por todas nuestras injusticias y locuras, pueden ofrecer al mundo en este nuevo siglo: una sociedad donde la religión y la raza no son causa de guerras.»

ooooo

Tal vez sí hace 15 años yo era un poco más soberbio. Entiendo ahora que cualquier gobierno argentino estuvo y estará frente a una fuerte presión de familiares de las víctimas, de grupos mediáticos y de algunas cancillerías para «no dejar impune» el atentado terrorista que provocó más muertes desde el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955.

En otros países, más poderosos y/o mejor organizados, el eventual castigo toma otras formas. Cuando el gobernante se convence de que sabe quiénes son los autores, el presidente de los EE.UU., por ejemplo, firma una Orden Ejecutiva. En otras naciones, menos convencidas de su excepcionalidad, el presidente de Francia o de Rusia, el primer ministro de Gran Bretaña o de Israel, da una indicación, verbal, a algunos departamentos de su gobierno, y un misil, un dron o un equipo de asesinos la ejecuta.

No estoy sugiriendo que Argentina deba o pueda adoptar esa práctica. No con los organismos de seguridad, con el aparado del Estado, que tenemos. Lo menciono para hacer comprensible -también para mí mismo- que Néstor, Cristina y aún, con más cinismo e irresponsabilidad, Carlos Menem, buscaran mecanismos judiciales para «hacer justicia» (De la Rúa, Duhalde y Macri no encontraron necesario hacer más que discursos sobre el tema).

El problema, sostengo, es de nuestra sociedad. Y, como en otros temas, de la inhabilidad y reluctancia de nuestros gobiernos a comunicar verdades incómodas. Un jefe de Estado, o los instrumentos de mayor jerarquía de su gobierno, sólo pueden ser juzgados y condenados después de una derrota militar decisiva o de haber sido expulsados del poder. La muy occidental Margaret Thatcher decía «Gran Bretaña no negocia con terroristas. Salvo cuando llegan a ser Primeros Ministros». Y muchos siglos antes, en uno de los primitivos romances del Mío Cid se aconsejaba «Haced la jura, buen Rey, No tengáis de esto cuidado, Que nunca fue rey traidor, Ni Papa descomulgado».

Dejemos de lado entonces la payasada de «las órdenes de captura de Interpol», que nunca han sido ejecutadas, ni lo serán, salvo por un Estado que tenga motivos previos para enfrentarse con Irán.

En lo que hace al atentado a la AMIA: ni en la causa que armaron hace 15 años esos fiscales, ni desde entonces, no aparecen -no se dan a publicidad- pruebas sobre la autoría, salvo declaraciones de testigos de «identidad reservada». Pero la hipótesis que la potencia detrás de los ejecutores fue Irán es posible. Y -seamos francos- considerando otros episodios de la guerra sucia del terror y contra terror en estas décadas, parece probable. Si organismos legítimos del Estado argentino deciden que Irán es responsable, y que conviene a los intereses nacionales hacerlo público, no tengo motivos para rechazar esa «verdad oficial».

Pero afirmar que tribunales argentinos, o internacionales, o mixtos «harán justicia», es más grave que una hipocresía, que a veces puede ser necesaria en la diplomacia. Es un autoengaño.»

Actualización?

Hoy, 22 de julio de 2022, el New York Times dice que el Mossad dice que el autor material del atentado a la AMIA, y del previo atentado a la embajada israelí, fue una célula especial de Hezbolá. Que no participaron argentinos, ni funcionarios de la embajada de Irán en la ejecución.

¿Cancelará 28 años de acusaciones, de preguntas y de respuestas imaginarias? No lo creo.


La última batalla del samurai Abe

julio 10, 2022

Este es un tema lejano a las preocupaciones inmediatas de los argentinos, y, en general, a sus intereses en política internacional (somos un tanto ombliguistas). Pero puede tener consecuencias importantes para todos, argentinos y gringos, en unos años. Además este es un blog personal, y escribo de lo que captura mi imaginación.

El caso es que Shinzō Abe, por 2 veces primer ministro del Japón, fue asesinado hace 2 días mientras hacía campaña electoral. Muy poco conocido entre nosotros, pero supongo que debía tener una personalidad simpática: porque además de las condolencias automáticas de casi todas las cancillerías, hubo mensajes con tono personal de líderes tan distintos como Biden, Trump, Putin y Merkel.

Entre nosotros, voceros «otanistas», mayoritarios en los medios convencionales, se apresuraron a señalar que en los medios chinos los comentarios del atentado mostraron poca simpatía, y hasta algo de rencor.

Los voceros «antiotanistas» locales, que en el mundo digital están tan presentes como los «otanistas» o quizás más, recordaron que el abuelo de Abe, Nobusuke Kishi, fue Ministro de Comercio e Industrias del Japón hasta el final de la 2da. Guerra, y, antes de eso, responsable de la industrialización del Manchukuo, el estado satélite que Japón instaló en el norte de China y Mongolia Interior en la década de 1930. Industrialización acompañada por masacres…

El asunto resulta entonces anecdótico y previsible. Nadie esperaría manifestaciones espontáneas de pesar en Israel si un nieto de Hjalmar Schacht fuera asesinado.

¿Cuál es el punto entonces de este posteo? Es que acabo de enterarme que hoy su partido y sus aliados ganaron una aplastante mayoría en las elecciones legislativas de Japón de este domingo. Seguramente uno de los motivos fue una reacción emocional ante su muerte.

Y Abe, su partido y sus aliados se han esforzado por más de una década en reformar la Constitución pacifista de Japón, fortalecer sus fuerzas armadas y llevar adelante una política exterior más … afirmativa.

La economía de Japón perdió el dinamismo que hasta la década de 1980 le otorgó un crecimiento avasallante -más o menos como el posterior de China- y por alguna razón nunca lo recuperó. Pero sigue siendo una Gran Potencia industrial y tecnológica.

Una presencia más enérgica del Japón en el Pacífico, el teatro de la confrontación entre EE.UU. y China, sería una carta nueva, y muy pesada, en el Gran Juego.

Por eso llamó a mi imaginación como lo muerte violenta de Abe le dio un impulso, quizás decisivo, a sus políticas. Algo en la tradición japonesa, después de todo.


El ingreso básico universal, como admisión de derrota

julio 6, 2022

El tema del ingreso o salario b. u. ya está presente en Argentina como bandera política de algunos líderes y sectores muy vocales, aunque, como dice Silvina Batakis «ni siquiera está resuelto en países desarrollados«.

Pero es razonable pensar que, como concepto, es parte de una tendencia global que ya se manifiesta con fuerza desde hace un par de décadas y que se impondrá en distintas formas. Hace tiempo que una de las instituciones más conservadoras del capitalismo realmente existente, el Fondo Monetario Internacional, insiste en todos sus planes que las reformas que pide -las de siempre- deben incluir «protección para los sectores más vulnerables«. Esto es, no se debe dejar que se mueran de hambre o de frío. Detrás está la asunción que esos sectores son inempleables.

Ese es el motivo por el que encuentro que el IBU es, para ser sincero, un proyecto bastante deprimente. No es el sueño «hippie» europeo de jóvenes liberados de obligaciones viajando por el mundo y participando de emprendimientos voluntarios. En los países más desarrollados -vemos hoy anticipos en las afueras de París, en algunos barrios de Berlín- formaría «ghettos» urbanos con agua corriente, electricidad y wifi, pero encerrados en la falta de oportunidades y la violencia. En los países que comparten zonas prósperas con un Estado pobre, como Argentina… lo que ya tenemos en el AMBA, en Rosario, en el Gran Córdoba, más extendido y, se supone, mejor organizado: la economía informal con el IBU reemplazando o reforzando a los distintos planes sociales.

No sé ustedes, pero a mí no me entusiasma ese futuro.

Como sea, esta reflexión casual que me interesa compartir apunta a que, como proyecto, es una admisión de derrota.

Para el peronismo fundacional, eso es evidente. «El peronismo reconoce una sola clase de hombres, los que trabajan«, «la dignidad del trabajo«,… En un plano más práctico, el (cuasi) pleno empleo fue un dato fundamental del esquema económico que desarrolló Perón y que continuó vigente después de su caída, hasta 1975/76 (menciono 1975 porque el «Rodrigazo» no destruyó el empleo, pero hizo evidente las tensiones internas de ese modelo).

Desde un enfoque menos parroquial, el IBU es una admisión de derrota para la Izquierda tradicional. En sus orígenes, no figuraba la búsqueda de intelectuales politizados (que ya existían) y graduados en ciencias sociales tratando de encontrar un «sujeto histórico». Su sujeto estaba ahí, presente y combativo: los trabajadores industriales. Y el más importante de sus Padres Fundadores, don Carlos Marx, veía como el desarrollo del capitalismo los agrupaba y organizaba en las fábricas, y les daba conciencia de clase. El problema es que el capitalismo siguió desarrollándose…

Dejo estas reflexiones para desarrollar, si les interesa, a quienes tengan mejor formación filosófica y más inclinación por teorías sociales que yo. Mi enfoque tratará de ser más práctico: el IBU asume, de entrada, que una parte numerosa de nuestros compatriotas no tiene lugar ni función que cumplir en la actividad productiva, en una economía capitalista competitiva. Y como el socialismo ha sido archivado -salvo en algunos enclaves tropicales con discurso socialista y capitalismo informal- se postula una economía popular. Que deberá ser subvencionada por el Estado, con el IBU, claro, pero también garantizándole mercados.

Quiero ser justo, porque hay gente que respeto en la «economía popular»: ya existen muchos emprendimientos que se pueden agrupar en ese marco, y contribuyen a hacer más soportable, más humana, la vida para muchos y muchas que están fuera del «mercado del trabajo». Pero veo dos realidades negativas: un Estado pobre, como el nuestro, da subvenciones muy pobres. La AUH fue una medida importante, que ha hecho mucho más por las madres y la niñez que cualquier discurso; pero no sacó a nadie de la pobreza. Y no es una «pobreza digna», es pobreza amarga ¿Por qué lo haría el IBU?

Hay algo todavía peor, para mí. Es reconocer a una parte de la población «innecesaria». ¿Puede haber algo más insultante que no ser necesario? Es falso, además: las sociedades modernas necesitan, y necesitarán más, gente que trabaje en salud, en educación, también -lamentablemente- en seguridad (No para la guerra, como sucedía hasta mediados del siglo pasado, con los ejércitos de reclutas: la guerra moderna requiere tecnología, no carne de cañon).

Para un país extenso, con gran parte de su territorio poco poblado y sus recursos no explotados, como el nuestro, es todavía más chocante asumir que no tiene empleo, no tiene destinos para una buena parte de su población. Pero eso es lo que pasa, eh. Los altos sueldos de la explotación petrolera en el Sur no están estimulando ninguna migración desde el AMBA.

Por eso pienso que el IBU, o sus equivalentes, son un mal proyecto, pero un futuro posible. No por mucho tiempo, me inclino a creer. En el largo plazo, el futuro será de los países, las sociedades, capaces de convocar y usar las energías y capacidades de sus hombres y mujeres. Sería una lástima que Argentina -que aparece bien dotada con ellas- no encuentre la forma de emplearlas.