Que el 17 de Octubre es uno de los mitos más poderosos construidos en Argentina -tierra gran constructora de mitos- lo sabemos todos, hasta los que odian esa idea. Otra cosa es la realidad de esa jornada, hace 76 años, de los días que la prepararon y de sus consecuencias, también fascinante para los que gustamos de la historia y la política. Pero hay una diferencia, clave, entre mito y realidad que derrota y muestra el patetismo de los que buscan algún dato de la realidad para «destruir el mito».
El 17 de octubre de 1945 es irrepetible. No está Perón, no está el Ejército, industrialista y factor de poder del que surgió, dividido ya entre quienes lo apoyaban y quienes estaban dispuestos a todo para acabar con él. La clase alta y las clases medias de esa Argentina, que miraban con alarma y furia a ese coronel, cambiaron profundamente (para peor, pero ese es un juicio personal). Hasta los trabajadores que se movilizaron en columnas para apoyarlo… ya no son ese mismo sector coherente. Son varios, bastantes diferenciados entre sí. Y el mundo de 1945 y el de 2021… otra cosa.
En cambio, el mito se renueva cada vez. Es eterno porque cambia. Y mientras cambia. Cuando queda fijado, muere. Cada generación encuentra su propio significado en el mito, a partir de su experiencia. Y de sus necesidades. Ya en los primeros dos gobiernos de Perón, el discurso oficial lo fue cambiando, desde la memoria del rescate del coronel prisionero de sus enemigos y de la revancha de los privilegiados, a la afirmación de la Lealtad de las masas con su Conductor. Esos relatos no se contradecían, pero el énfasis era distinto.
Después del ´55, el 17 fue una afirmación de lucha, de Resistencia. Y así siguió por 18 años. Como a todo, el paso del tiempo lo fue desgastando. Más el fracaso en 1964 del Operativo Retorno, que fue una consecuencia, digamos todo, de ese desgaste.
El regreso de Perón, el regreso al poder, parecían remotos. Era un mito, bah. En los primeros años de Onganía, a mediados de los ´60, los actos del 17 eran gestos de desafío de la militancia juvenil, y de definición doctrinaria en los sindicatos.
Pero a pesar de ese desgaste, el mito, y la definición doctrinaria, mostraron fuerza como para darle bandera y contenido a la siguiente etapa, cuando la historia argentina empezó a sacudirse de nuevo. Corrían otros vientos en el mundo, y la agitación estudiantil, el Cordobazo, no se hicieron con banderas peronistas. Pero en dos, tres años, el peronismo era la identidad proclamada -no sólo como antes de los trabajadores, de los «de abajo»- sino de la juventud de las clases medias que se movilizó como nunca antes ni después.
Esto es historia, claro ¿Se repetirá alguna vez? No tengo idea, y la Historia es una mina a la que le gustan las sorpresas. Aunque a veces repita el bosquejo de algún escenario, le cambia el final. Por ejemplo, a partir de 2003 y sobre todo del 2008, hubo una incorporación de sectores medios al peronismo. No tan masiva como la de los ´70, pero muy importante en número y, aún más, en el acceso al poder político interno. Por suerte, el destino de esa inmigración ha sido mucho mejor que en los ´70.
Ahora, con todo lo diferentes, en su naturaleza, que son la realidad y el mito, hay algo en lo que se parecen. Eso también es clave, y es el punto de este latoso posteo. Ese día de octubre de 1945, un coronel con vocación política e influencia y manejo en algunos sectores jóvenes de la oficialidad del ejército que entonces era nacionalista e industrialista, descubrió que ya era un Conductor de masas de trabajadores. Y esas masas obreras, ya con larga experiencia de luchas, fracasos y algunas modestas victorias, descubrieron que podían se protagonistas decisivos, en una lucha real por el poder, asumiendo una nueva identidad, la de peronistas.
Y eso es lo que tienen común. Jornadas del calendario con la envergadura para que después las transformen en mitos, y los mitos mismos. En las dos cosas encontramos la búsqueda y la afirmación de una identidad.
Hasta aquí, la parte teórica, y bastante pretenciosa, del posteo. Uno tiene una cotidianeidad muy práctica, y a veces me tiento con estas reflexiones. Pero ahora quiero ir a lo que creo estará sucediendo hoy. Que empezó a suceder hace tiempo.
Como repetí muchas veces en el blog, Néstor Kirchner fue el dirigente peronista que vio con claridad que los 10 años de Menem habían terminado vaciando al peronismo de contenido. Quedaban los aparatos políticos provinciales y los sindicatos, una memoria, lealtades… Pero como proyecto, vacío. Y en el plano muy práctico y concreto de lo electoral, Néstor, como jefe de campaña de Duhalde en 1999, vio que los votantes que en otros momentos hubieran elegido, con más o menos convicción, a un candidato del peronismo, se fueron con el Frepaso a la Alianza.
En 2003 N. K. fue el candidato del derrumbe de la Alianza, del aparato peronista bonaerense y del No a Menem. Le alcanzó para ganar, por poco, esa vez. Pero empezó a construir de inmediato un nuevo bloque ¿»histórico» en el sentido de Gramsci? Hmm… No lo creo, pero dejo el análisis a quienes conozcan más a fondo el pensamiento del italiano. Lo que es cierto es que construyó un frente con los aparatos del peronismo, con los que nos habíamos mantenido en el peronismo por identificación con una historia propia, y con un «centro izquierda» muy impreciso pero real y numeroso. Que se fue acercando al kirchnerismo sobre todo por rechazo a sus enemigos.
Ese frente permitió gobernar con firmeza la ingobernable Argentina por diez años y medio, y se prolonga hasta hoy como base del liderazgo de Cristina Fernández. Un liderazgo cuestionado, si los hay. Pero tengamos en cuenta que no ha aparecido otro liderazgo en el peronismo de dimensiones siquiera cercanas en todos estos años.
¿Qué tiene que ver todo esto con lo que digo en el título y en las parrafadas iniciales sobre la identidad? Bueno, Kirchner, un dirigente peronista «del territorio», era muy poco sentimental en relación al peronismo, y, sobre todo, a los otros dirigentes. Por su parte, Cristina mantuvo siempre un estilo alejado del «folklore», y se ha permitido tomar distancia de muchos ritos tradicionales. Y del «pejotismo». Por supuesto, ambos dos, Néstor y Cristina aferraron y condujeron a los aparatos políticos del peronismo: eran imprescindibles; N. K. advirtió que si les decían kircheristas era para «bajarles el precio». Pero en conversaciones privadas, dejaba en claro que se sentía lejos de esos desgastados administradores de discursos sentimentales y pequeñas prebendas.
Este distanciamiento está más extendido en la dirigencia de lo que podría creerse. Hasta una figura tan emblemática del peronismo tradicional del conurbano bonaerense como Aníbal Fernández alguna vez mandó a guardarse la «marchita» en alguna parte. Pero bueno, el triunfo, la convicción que se está cumpliendo una tarea importante (se adquiere fácil en el Estado) sirven para dar cohesión y pertenencia… Pero la derrota, o la perspectiva de la derrota hacen que se necesite algo más. Hay que afirmarse en una identidad. Como después del ´55, esa identidad se encuentra en los mitos del peronismo. Y el mito más poderoso y más propio, es el 17/10 (La figura de Evita es tan fuerte, si no más, pero no es tan exclusiva: hay demasiados admiradores o que se dicen admiradores no peronistas. Si hasta tiene una ópera…).
Un inteligente análisis de Nicolás Lantos Un 17 de octubre en defensa propia apunta que hoy y mañana habrá «dos movilizaciones representarán a los dos continentes que están tomando forma al interior de este nuevo Frente de Todos«. Me gustó, pero tengo algunas diferencias.
«Hoy domingo -dice- marchará aquello que históricamente se caracterizó como kirchnerismo, incluyendo a su base de movilización silvestre, La Cámpora, las organizaciones de derechos humanos y otros espacios políticos que se encuadran ante la conducción que tiene su epicentro entre el Instituto Patria y el Congreso de la Nación. Será parte de la convocatoria la CTA y los sectores de la CGT que fueron excluidos de la marcha del lunes.
Esa (otra) movilización, convocada tradicionalmente por la central obrera y que tiene epicentro a pocos metros del edificio de la calle Azopardo, incluirá a las organizaciones sociales pero ejerció derecho de asistencia contra otros sectores del sindicalismo. Se trata del polo alrededor del que intentará organizarse el peronismo no kirchnerista con la intención de plantar bandera en una eventual interna de cara al 2023.«
Hmm…, otra vez. El segundo párrafo exagera mucho cuando habla de «plantar bandera … de cara al 2023». Sospecho que ahí Lantos está inconscientemente influido por el obsesivo discurso de los medios opositores que en cualquier cosa ven una maniobra de CFK para imponer una revolución chavista -sin fuerzas armadas, claro, porque las de aquí no son «bolivarianas»- y un peronismo que no sabe como impedírselo. Así, Feletti, Manzur o el mismo Alberto serán alguna vez opositores internos a Cristina y otra dóciles instrumentos de la Jefa, según convenga al relato que están contando en ese momento.
Los sindicatos más poderosos decidieron hacer su propia marcha para marcar que tienen capacidad de movilización, tareas a cumplir y recursos para hacerlo. Y no para ponerse al servicio de algún proyecto, K o no K, sino para dejar claro que cualquier dirigencia política tendrá que conversar con ellos. Bastante parecido a lo de los movimientos sociales, que hicieron sus propias marchas antes. Son los sindicatos de los precarizados, después de todo.
Tiene razón Lantos cuando dice que la de hoy será una marcha muy mayoritariamente kirchnerista. Pero sostengo que el dato principal es que no surge de una decisión de arriba. Fueron los kirchneristas de a pie, los que se acercaron al peronismo o volvieron a ilusionarse con él, convocados por los gestos de Kirchner, la oratoria de Cristina, quienes en una marea nada orgánica fueron imponiendo la necesidad de «hacer algo», y, para los de la Capital y el Gran Buenos Aires, hacerlo en la Plaza.
Muchos de ellos sienten frustración y bronca. Una parte no pequeña está muy descontenta también con las jefaturas y referentes del kirchnerismo visible, aunque casi todos hacen contorsiones para salvar de sus críticas a Cristina. Inevitable. A nadie le gusta ser derrotado, y ser derrotado por macristas… Más importante, el gobierno ha cometido errores graves, y no ha sabido comunicar bien sus aciertos.
Pero lo que me parece fundamental, más allá de las elecciones que se pierden o ganan, es que la frustración y la bronca, como la pertenencia, se expresan a través de una identidad peronista, manifestada un 17 de Octubre.
Como me siento obligado por ética, o por pedantería, a mantener una honestidad profesional, reitero que lo siempre he dicho: los, y las, militantes son una minoría. Salvo en momentos muy especiales, y muy raros, ni siquiera arrastran mayorías electorales. Pero sin ellos, los dirigentes son «jetones» a los que no escucha nadie, y cualquier payaso coyuntural puede desafiarlos en las urnas. Por eso, esta identidad que hoy se manifiesta indica por dónde va a seguir transitando al menos la mitad de la política argentina.