Un 17 de Octubre, y el tema de la identidad

octubre 17, 2021

Que el 17 de Octubre es uno de los mitos más poderosos construidos en Argentina -tierra gran constructora de mitos- lo sabemos todos, hasta los que odian esa idea. Otra cosa es la realidad de esa jornada, hace 76 años, de los días que la prepararon y de sus consecuencias, también fascinante para los que gustamos de la historia y la política. Pero hay una diferencia, clave, entre mito y realidad que derrota y muestra el patetismo de los que buscan algún dato de la realidad para «destruir el mito».

El 17 de octubre de 1945 es irrepetible. No está Perón, no está el Ejército, industrialista y factor de poder del que surgió, dividido ya entre quienes lo apoyaban y quienes estaban dispuestos a todo para acabar con él. La clase alta y las clases medias de esa Argentina, que miraban con alarma y furia a ese coronel, cambiaron profundamente (para peor, pero ese es un juicio personal). Hasta los trabajadores que se movilizaron en columnas para apoyarlo… ya no son ese mismo sector coherente. Son varios, bastantes diferenciados entre sí. Y el mundo de 1945 y el de 2021… otra cosa.

En cambio, el mito se renueva cada vez. Es eterno porque cambia. Y mientras cambia. Cuando queda fijado, muere. Cada generación encuentra su propio significado en el mito, a partir de su experiencia. Y de sus necesidades. Ya en los primeros dos gobiernos de Perón, el discurso oficial lo fue cambiando, desde la memoria del rescate del coronel prisionero de sus enemigos y de la revancha de los privilegiados, a la afirmación de la Lealtad de las masas con su Conductor. Esos relatos no se contradecían, pero el énfasis era distinto.

Después del ´55, el 17 fue una afirmación de lucha, de Resistencia. Y así siguió por 18 años. Como a todo, el paso del tiempo lo fue desgastando. Más el fracaso en 1964 del Operativo Retorno, que fue una consecuencia, digamos todo, de ese desgaste.

El regreso de Perón, el regreso al poder, parecían remotos. Era un mito, bah. En los primeros años de Onganía, a mediados de los ´60, los actos del 17 eran gestos de desafío de la militancia juvenil, y de definición doctrinaria en los sindicatos.

Pero a pesar de ese desgaste, el mito, y la definición doctrinaria, mostraron fuerza como para darle bandera y contenido a la siguiente etapa, cuando la historia argentina empezó a sacudirse de nuevo. Corrían otros vientos en el mundo, y la agitación estudiantil, el Cordobazo, no se hicieron con banderas peronistas. Pero en dos, tres años, el peronismo era la identidad proclamada -no sólo como antes de los trabajadores, de los «de abajo»- sino de la juventud de las clases medias que se movilizó como nunca antes ni después.

Esto es historia, claro ¿Se repetirá alguna vez? No tengo idea, y la Historia es una mina a la que le gustan las sorpresas. Aunque a veces repita el bosquejo de algún escenario, le cambia el final. Por ejemplo, a partir de 2003 y sobre todo del 2008, hubo una incorporación de sectores medios al peronismo. No tan masiva como la de los ´70, pero muy importante en número y, aún más, en el acceso al poder político interno. Por suerte, el destino de esa inmigración ha sido mucho mejor que en los ´70.

Ahora, con todo lo diferentes, en su naturaleza, que son la realidad y el mito, hay algo en lo que se parecen. Eso también es clave, y es el punto de este latoso posteo. Ese día de octubre de 1945, un coronel con vocación política e influencia y manejo en algunos sectores jóvenes de la oficialidad del ejército que entonces era nacionalista e industrialista, descubrió que ya era un Conductor de masas de trabajadores. Y esas masas obreras, ya con larga experiencia de luchas, fracasos y algunas modestas victorias, descubrieron que podían se protagonistas decisivos, en una lucha real por el poder, asumiendo una nueva identidad, la de peronistas.

Y eso es lo que tienen común. Jornadas del calendario con la envergadura para que después las transformen en mitos, y los mitos mismos. En las dos cosas encontramos la búsqueda y la afirmación de una identidad.

Hasta aquí, la parte teórica, y bastante pretenciosa, del posteo. Uno tiene una cotidianeidad muy práctica, y a veces me tiento con estas reflexiones. Pero ahora quiero ir a lo que creo estará sucediendo hoy. Que empezó a suceder hace tiempo.

Como repetí muchas veces en el blog, Néstor Kirchner fue el dirigente peronista que vio con claridad que los 10 años de Menem habían terminado vaciando al peronismo de contenido. Quedaban los aparatos políticos provinciales y los sindicatos, una memoria, lealtades… Pero como proyecto, vacío. Y en el plano muy práctico y concreto de lo electoral, Néstor, como jefe de campaña de Duhalde en 1999, vio que los votantes que en otros momentos hubieran elegido, con más o menos convicción, a un candidato del peronismo, se fueron con el Frepaso a la Alianza.

En 2003 N. K. fue el candidato del derrumbe de la Alianza, del aparato peronista bonaerense y del No a Menem. Le alcanzó para ganar, por poco, esa vez. Pero empezó a construir de inmediato un nuevo bloque ¿»histórico» en el sentido de Gramsci? Hmm… No lo creo, pero dejo el análisis a quienes conozcan más a fondo el pensamiento del italiano. Lo que es cierto es que construyó un frente con los aparatos del peronismo, con los que nos habíamos mantenido en el peronismo por identificación con una historia propia, y con un «centro izquierda» muy impreciso pero real y numeroso. Que se fue acercando al kirchnerismo sobre todo por rechazo a sus enemigos.

Ese frente permitió gobernar con firmeza la ingobernable Argentina por diez años y medio, y se prolonga hasta hoy como base del liderazgo de Cristina Fernández. Un liderazgo cuestionado, si los hay. Pero tengamos en cuenta que no ha aparecido otro liderazgo en el peronismo de dimensiones siquiera cercanas en todos estos años.

¿Qué tiene que ver todo esto con lo que digo en el título y en las parrafadas iniciales sobre la identidad? Bueno, Kirchner, un dirigente peronista «del territorio», era muy poco sentimental en relación al peronismo, y, sobre todo, a los otros dirigentes. Por su parte, Cristina mantuvo siempre un estilo alejado del «folklore», y se ha permitido tomar distancia de muchos ritos tradicionales. Y del «pejotismo». Por supuesto, ambos dos, Néstor y Cristina aferraron y condujeron a los aparatos políticos del peronismo: eran imprescindibles; N. K. advirtió que si les decían kircheristas era para «bajarles el precio». Pero en conversaciones privadas, dejaba en claro que se sentía lejos de esos desgastados administradores de discursos sentimentales y pequeñas prebendas.

Este distanciamiento está más extendido en la dirigencia de lo que podría creerse. Hasta una figura tan emblemática del peronismo tradicional del conurbano bonaerense como Aníbal Fernández alguna vez mandó a guardarse la «marchita» en alguna parte. Pero bueno, el triunfo, la convicción que se está cumpliendo una tarea importante (se adquiere fácil en el Estado) sirven para dar cohesión y pertenencia… Pero la derrota, o la perspectiva de la derrota hacen que se necesite algo más. Hay que afirmarse en una identidad. Como después del ´55, esa identidad se encuentra en los mitos del peronismo. Y el mito más poderoso y más propio, es el 17/10 (La figura de Evita es tan fuerte, si no más, pero no es tan exclusiva: hay demasiados admiradores o que se dicen admiradores no peronistas. Si hasta tiene una ópera…).

Un inteligente análisis de Nicolás Lantos Un 17 de octubre en defensa propia apunta que hoy y mañana habrá «dos movilizaciones representarán a los dos continentes que están tomando forma al interior de este nuevo Frente de Todos«. Me gustó, pero tengo algunas diferencias.

«Hoy domingo -dice- marchará aquello que históricamente se caracterizó como kirchnerismo, incluyendo a su base de movilización silvestre, La Cámpora, las organizaciones de derechos humanos y otros espacios políticos que se encuadran ante la conducción que tiene su epicentro entre el Instituto Patria y el Congreso de la Nación. Será parte de la convocatoria la CTA y los sectores de la CGT que fueron excluidos de la marcha del lunes.

Esa (otra) movilización, convocada tradicionalmente por la central obrera y que tiene epicentro a pocos metros del edificio de la calle Azopardo, incluirá a las organizaciones sociales pero ejerció derecho de asistencia contra otros sectores del sindicalismo. Se trata del polo alrededor del que intentará organizarse el peronismo no kirchnerista con la intención de plantar bandera en una eventual interna de cara al 2023.«

Hmm…, otra vez. El segundo párrafo exagera mucho cuando habla de «plantar bandera … de cara al 2023». Sospecho que ahí Lantos está inconscientemente influido por el obsesivo discurso de los medios opositores que en cualquier cosa ven una maniobra de CFK para imponer una revolución chavista -sin fuerzas armadas, claro, porque las de aquí no son «bolivarianas»- y un peronismo que no sabe como impedírselo. Así, Feletti, Manzur o el mismo Alberto serán alguna vez opositores internos a Cristina y otra dóciles instrumentos de la Jefa, según convenga al relato que están contando en ese momento.

Los sindicatos más poderosos decidieron hacer su propia marcha para marcar que tienen capacidad de movilización, tareas a cumplir y recursos para hacerlo. Y no para ponerse al servicio de algún proyecto, K o no K, sino para dejar claro que cualquier dirigencia política tendrá que conversar con ellos. Bastante parecido a lo de los movimientos sociales, que hicieron sus propias marchas antes. Son los sindicatos de los precarizados, después de todo.

Tiene razón Lantos cuando dice que la de hoy será una marcha muy mayoritariamente kirchnerista. Pero sostengo que el dato principal es que no surge de una decisión de arriba. Fueron los kirchneristas de a pie, los que se acercaron al peronismo o volvieron a ilusionarse con él, convocados por los gestos de Kirchner, la oratoria de Cristina, quienes en una marea nada orgánica fueron imponiendo la necesidad de «hacer algo», y, para los de la Capital y el Gran Buenos Aires, hacerlo en la Plaza.

Muchos de ellos sienten frustración y bronca. Una parte no pequeña está muy descontenta también con las jefaturas y referentes del kirchnerismo visible, aunque casi todos hacen contorsiones para salvar de sus críticas a Cristina. Inevitable. A nadie le gusta ser derrotado, y ser derrotado por macristas… Más importante, el gobierno ha cometido errores graves, y no ha sabido comunicar bien sus aciertos.

Pero lo que me parece fundamental, más allá de las elecciones que se pierden o ganan, es que la frustración y la bronca, como la pertenencia, se expresan a través de una identidad peronista, manifestada un 17 de Octubre.

Como me siento obligado por ética, o por pedantería, a mantener una honestidad profesional, reitero que lo siempre he dicho: los, y las, militantes son una minoría. Salvo en momentos muy especiales, y muy raros, ni siquiera arrastran mayorías electorales. Pero sin ellos, los dirigentes son «jetones» a los que no escucha nadie, y cualquier payaso coyuntural puede desafiarlos en las urnas. Por eso, esta identidad que hoy se manifiesta indica por dónde va a seguir transitando al menos la mitad de la política argentina.


Cuando Argentina quiso entrar en una cancha donde juegan EE.UU., Israel e Irán

octubre 10, 2021

La decisión de la entonces presidenta Cristina Kirchner de impulsar una negociación con la República Islámica de Irán a propósito de una causa judicial que se arrastra desde 1994 en tribunales argentinos sobre el atentado a la AMIA, está de vuelta en la atención de medios y politizados y, tal vez, de algunas cancillerías.

El motivo, o más bien el pretexto, es el reciente fallo del Tribunal Oral Federal 8 que determinó que no existió delito en el Memorándum de Entendimiento Argentina-Irán. Pretexto, porque muy pocos analizaron, o leyeron, ese fallo de más de 300 páginas. Simplemente, sirvió para otro episodio de «Odiemos a Cristina y todas sus obras», una herramienta útil para sectores políticos y de poder económico opositores y, se ve, para descargar neurosis profundas en muchos opinadores (señalo esto último porque en bastantes casos se percibe un odio irracional que no parece surgir, solamente, de una convicción política o motivos mercenarios, sino de un mecanismo similar al que describieron Sartre y Fromm en el antisemitismo).

Por mi parte, reitero mi opinión sobre el asunto, muy anterior a esta sentencia: la denuncia original de Nisman es ridícula. Una colección de escuchas clandestinas a personajes de cuarta, que hablan pavadas por teléfono. Típico material de los servicios locales, y bastante patético; han sabido armar “carpetas” mucho más sugestivas.

El colmo es que la motivación que atribuye al memórandum no es un delito. Esa denuncia afirma que fue para aumentar las exportaciones a Irán… Un objetivo natural y constante de cualquier gobierno, en todos los países, más allá que despierte en algún caso objeciones éticas.

Así, todo el texto huele a servicios que se hubieran quedado perdidos en la Guerra Fría. No es necesario una investigación profunda para llegar a esta conclusión. Basta con leer el texto de esa denuncia de Nisman de febrero de 2015, subido en un sitio que le rinde homenaje…

Pero el punto de este posteo va bastante más atrás, porque su título no se refiere exclusivamente a la decisión de 2013 de CFK. Voy a copiar algo que escribí hace unos 15 años, en diciembre de 2006, en El hijo de Reco (un antecesor más articulado de El blog de Abel, que desde entonces tiene un «link» en el encabezado) Kirchner, Irán y la historia oficial“.

Ya lo copié hace años en este blog, pero como dice la Conductora Emérita Mirtha «El que cambia es el público». Además, hace a mi ego mostrar que 15 años atrás estaba en lo cierto (un lector me dijo que mi blog era autorreferencial (¿por qué otro motivo tendría un blog?). Y agrego un comentario que creo actual.

ooooo

«El 26 de octubre (de 2006), inmediatamente después que fiscales argentinos pidieran la captura de ocho iraníes, entre ellos un ex Presidente, acusados por el atentado a la AMIA, yo escribía:

“Hace algo más de 12 años un atentado en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina costó 85 vidas de argentinos de religión judía, católica y quizá algún agnóstico. Fue un hecho muy doloroso, en un país habituado a las catástrofes, que impactó en nuestra gente. También puede argumentarse que fue una de las primeras batallas en la llamada “guerra del terror”.

Sea como sea, no es sorprendente que nuestros investigadores y servicios de inteligencia y seguridad no proporcionaran explicaciones convincentes, ni tampoco – por supuesto – pruebas. No tienen experiencia en conflictos internacionales, porque han sido volcados a nuestras luchas internas. Y las explicaciones que en otros países se han dado de hechos similares no se han librado de ser cuestionadas. Cualquiera puede encontrar en Internet – por ejemplo – cientos de sitios ofreciendo teorías conspirativas, distintas de la oficial, sobre el atentado a las Torres Gemelas.

La diferencia clave es que en otros países los órganos del Estado (el Poder Judicial también lo es) han llegado a conclusiones que asumen definitivas y están dispuestos a afirmarlas con su autoridad. Tienen una “historia oficial”. Y no es cinismo señalar que es una base necesaria de toda política de Estado. El estado Argentino no ha podido elaborarla por esas mismas luchas internas que mencionamos antes.

Así, el gobierno de Menem y el juez Juan José Galeano que investigó el tema plantearon – sin mucha convicción – la “pista iraní”, pero dedicaron más esfuerzos a la conexión local, que encontraron convenientemente en las filas de la policía provincial de un gobernador que lo incomodaba. Tuvo el aval de las organizaciones de la comunidad judía.

Los opositores a Menem – y los familiares de las víctimas – favorecieron la “pista siria”, que coincidía con el origen familiar del entonces presidente y de algún traficante de armas famoso, y sugerían como motivo apoyos a su campaña electoral que no fueron correspondidos.



El hecho triste es que hasta hoy el único condenado en sede judicial por temas vinculados a este caso es el mismo juez Galeano, identificado con la “pista iraní”

Bueno, ayer (25/10/06) los integrantes de la fiscalía especial creada por el presidente Kirchner, Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos, emitieron un dictamen que reivindica esa vieja pista: acusa a Hezbollah e Irán y reclama la captura de ocho iraníes, ex funcionarios de Teherán.

¿Será ésta la definitiva “historia oficial” del Estado Argentino sobre el atentado a la AMIA?”

Mantengo lo dicho, pero debo confesar que – como la mayoría de los observadores – no aprecié en el primer momento la gravedad que este hecho implicaba, después que el juez Rodolfo Canicota Corral avalara el dictamen de la fiscalía. Un solitario, agudo analista advirtió – y concuerdo – que posiblemente sea la decisión jurídica de mayor trascendencia e impacto en lo que va del siglo XXI en materia diplomática y de defensa para la Argentina. Porque los gobiernos pasan, pero las causas judiciales permanecen – aletargadas o no – para que otros gobiernos, u otros países, las retomen.

Ciertamente – todos los que han opinado con alguna seriedad están de acuerdo – es absurdo pensar que el juez y los fiscales se han pronunciado, más allá de la fortaleza o debilidad de los indicios (en otra parte de esta página damos, en las palabras del fiscal y del representante de Irán, oportunidad para que Uds. los evalúen) sin el respaldo del Gobierno Nacional. En cualquier país del mundo, estas decisiones se toman con adecuada conciencia política de sus consecuencias, y en Argentina el Poder Judicial tiene una sensibilidad aguzada para los humores del poder.

La pregunta a hacerse es, entonces, por qué Néstor Kirchner decidió avalar esta decisión judicial. Hay algo muy importante para tener presente: La evidencia parece indicar que un gobierno que ha sido acusado por muchos (entre ellos, yo) de no contar con equipos ni inclinación para el análisis estratégico de la política internacional, ha llevado adelante desde que asumió hace tres años una estrategia consistente y coherente en este tema en particular.

En un excelente artículo que público hace pocos días en “La Nación”, Juan Gabriel Tokatlian, el agudo analista a quien me referí más arriba y cuyos trabajos hemos subido alguna vez a esta página, señala:

“A principios del siglo XXI, el comercio con Irán venía creciendo nuevamente con grandes márgenes de superávit para nuestro país. En 1999, el comercio bilateral fue algo superior a los 158 millones de dólares (las exportaciones argentinas fueron de US$ 155 millones). En 2000, las cifras respectivas fueron algo más de US$ 343 millones y US$ 341 millones. En 2001, alcanzaron respectivamente los US$ 419 millones y US$ 417 millones. Cabe destacar que ese año – el de nuestra gran crisis interna – las exportaciones a Irán equivalieron a la mitad de todo lo que se vendió a Medio Oriente y representaban el 2% de nuestro intercambio mundial. Ese mismo año nuestras exportaciones a ciertos países clave fueron inferiores a las realizadas hacia Irán: a Canadá se vendió por valor de US$ 225 millones, a Venezuela US$ 235 millones, a Francia US$ 257 millones y al Reino Unido US$ 291 millones.

En 2002 sólo hubo exportaciones a Irán: el monto fue de US$ 339 millones. En 2003 -año de llegada de Kirchner al gobierno-, se produjo una caída notable: se exportó por un total de US$ 47 millones. En 2004, las exportaciones cayeron a sólo un millón de dólares. En 2005 no hubo ninguna exportación de la Argentina a Irán.”

Tokatlian no puede ofrecer explicaciones satisfactorias para estos hechos, pero es muy difícil creer que se trata de una coincidencia. Sobre todo, si se toma en cuenta otros aspectos de la política de Kirchner: aunque él y su gobierno fueron severos críticos en algunas oportunidades de políticas de Washington (el A.L.C.A., por ejemplo) se mantuvo una clara y constante decisión de cooperar con Estados Unidos en materia de seguridad. Los organismos de inteligencia del Estado argentino, con sus limitaciones, cooperaron y cooperan con las políticas de seguridad de Washington. La Cancillería ha manifestado su rechazo a la proliferación de armas de destrucción masiva, y nuestras Fuerzas Armadas colaboran en Haití.

La relación de mutuo beneficio establecida con Chávez, así como otros gestos – y hechos concretos – de independencia en la política exterior no deben confundir. Irritante como es Chávez para los Estados Unidos, y antagónico para su visión estratégica, como puede serlo, ciertamente no es un problema de seguridad. Hoy, ni Castro lo es.

Más relevante para este tema en particular, cabe destacar que Kirchner, desde el comienzo de su gestión, anunció su decisión que el atentado no iba a quedar impune. Se puede pensar que son las frases hechas de un gobernante; pero hay que tener en cuenta que nunca, a pesar de algunas posiciones de la senadora Fernández de Kirchner antes que él asumiera la Presidencia, avaló la “pista siria”.

Los motivos posibles que baraja Tokatlian no son convincentes: no parece haber motivos para que Teherán, culpables o inocentes sus hombres, reduzca su comercio con Argentina antes que los fiscales insinuaran su decisión, cuando no lo había hecho frente a las acusaciones de Galeano y a la explícita alianza de Menem con EE.UU. Una convicción ideológica de Kirchner? Su política internacional puede ser poco meditada, pero no se podría acusarla seriamente de ideologizada. Deseo de congraciarse con la colectividad judía? No suena muy creíble, para un político astuto.

La única hipótesis plausible que se me ocurre es un acuerdo con el gobierno norteamericano en políticas de seguridad – que incluyese una evaluación firme de la “pista iraní” – alcanzado no después del 2003. Y Kirchner tiene fama de cumplir férreamente la letra de sus acuerdos.

Si fuese cierto, no me sorprendería ni me escandalizaría. Los gobiernos, de derecha, revolucionarios o progresistas, sellan acuerdos como el que se insinúa. Tampoco me siento inclinado a unirme al coro de ex-menemistas que descubren que Kirchner comete un grave error al apoyar ahora a EE.UU. e Israel porque Bush perdió las elecciones y vienen los demócratas (o republicanos moderados). En los países serios como esos dos, las políticas de seguridad trascienden los gobiernos. Ni tampoco me gusta la postura vergonzante que susurra que Irán no debe ser acusado porque puede ponernos (otra) bomba.

Lo que debe preocuparnos a los argentinos es que otra vez, como hace 15 años en la Guerra del Golfo, nuestro país toma partido, aunque sea en menor grado, en el conflicto más grave de nuestra época, sin una reflexión cuidadosa de las consecuencias y los riesgos. Sin una Cancillería ni instituciones del Estado capaces de evaluar alternativas por encima de las decisiones personales. Y sin tomar en cuenta el principal aporte que Argentina y Latinoamérica, por todas nuestras injusticias y locuras, pueden ofrecer al mundo en este nuevo siglo: una sociedad donde la religión y la raza no son causa de guerras.»

ooooo

Tal vez sí hace 15 años yo era un poco más soberbio. Entiendo ahora que cualquier gobierno argentino estuvo y estará frente a una fuerte presión de familiares de las víctimas, de grupos mediáticos y de algunas cancillerías para «no dejar impune» el atentado terrorista que provocó más muertes desde el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955.

En otros países, más poderosos y/o mejor organizados, el eventual castigo toma otras formas. Cuando el gobernante se convence de que sabe quiénes son los autores, el presidente de los EE.UU., por ejemplo, firma una Orden Ejecutiva. En otras naciones, menos convencidas de su excepcionalidad, el presidente de Francia o de Rusia, el primer ministro de Gran Bretaña o de Israel, da una indicación, verbal, a algunos departamentos de su gobierno, y un misil, un dron o un equipo de asesinos la ejecuta.

No estoy sugiriendo que Argentina deba o pueda adoptar esa práctica. No con los organismos de seguridad, con el aparado del Estado, que tenemos. Lo menciono para hacer comprensible -también para mí mismo- que Néstor, Cristina y aún, con más cinismo e irresponsabilidad, Carlos Menem, buscaran mecanismos judiciales para «hacer justicia» (De la Rúa, Duhalde y Macri no encontraron necesario hacer más que discursos sobre el tema).

El problema, sostengo, es de nuestra sociedad. Y, como en otros temas, de la inhabilidad y reluctancia de nuestros gobiernos a comunicar verdades incómodas. Un jefe de Estado, o los instrumentos de mayor jerarquía de su gobierno, sólo pueden ser juzgados y condenados después de una derrota militar decisiva o de haber sido expulsados del poder. La muy occidental Margaret Thatcher decía «Gran Bretaña no negocia con terroristas. Salvo cuando llegan a ser Primeros Ministros». Y muchos siglos antes, en uno de los primitivos romances del Mío Cid se aconsejaba «Haced la jura, buen Rey, No tengáis de esto cuidado, Que nunca fue rey traidor, Ni Papa descomulgado».

Dejemos de lado entonces la payasada de «las órdenes de captura de Interpol», que nunca han sido ejecutadas, ni lo serán, salvo por un Estado que tenga motivos previos para enfrentarse con Irán.

En lo que hace al atentado a la AMIA: ni en la causa que armaron hace 15 años esos fiscales, ni desde entonces, no aparecen -no se dan a publicidad- pruebas sobre la autoría, salvo declaraciones de testigos de «identidad reservada». Pero la hipótesis que la potencia detrás de los ejecutores fue Irán es posible. Y -seamos francos- considerando otros episodios de la guerra sucia del terror y contra terror en estas décadas, parece probable. Si organismos legítimos del Estado argentino deciden que Irán es responsable, y que conviene a los intereses nacionales hacerlo público, no tengo motivos para rechazar esa «verdad oficial».

Pero afirmar que tribunales argentinos, o internacionales, o mixtos «harán justicia», es más grave que una hipocresía, que a veces puede ser necesaria en la diplomacia. Es un autoengaño.


La caída de las redes de Mark Z: chance para ARSAT y algún empresario argento

octubre 6, 2021

Esta nota no pertenece al blog. Es un editorial que subí hoy a AgendAR, mucho más apropiada para su público, creo, que los politizados, militantes y/o nostálgicos que todavía visitan acá. Pero estoy tan embalado con la idea que la divulgo por cualquier medio. Hasta creo que la voy a subir a Facebook e Instagram, para jugar limpio con Mark 🙂

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Como todo el mundo sabe -nunca fue tan cierto y literal, el mundo todo-  el lunes 4 de octubre Facebook, Instagram y WhatsApp, las 3 empresas de Mark Zuckerberg, estuvieron caídas por más de 6 horas. Las dificultades comenzaron a las 12:15 hora argentina, y ningún dispositivo, en ningún rincón del planeta, podía conectarse a través de ellas.

No fue la primera interrupción del servicio para ninguna, ni tampoco la más prolongada. Facebook estuvo caída un día entero en 2008, y WhatsApp por 14 horas entre el 13 y el 14/3/19. WhatsApp e Instagram las tuvieron hace muy poco, en marzo y julio de este año. Y un fallo de las 3 juntas, ocurrió en julio de 2020.

Pero nos animamos a decir que la caída de ayer fue la que impactó más en la sociedad global. Para ser más preciso, en un porcentaje muy alto de los ciudadanos de una mayoría muy larga de los países del globo.

En parte, por una cuestión del número de usuarios. En 2008, Facebook tenía 80 millones; hoy, esa red social sola tiene más de 2.890 millones. El «planeta Zuckerberg» tiene más habitantes que la India y China juntas.

Pero creemos que un factor aún más decisivo es el papel que juegan, cada vez más, en nuestras actividades, además de nuestros ocios. Cada día más empresas pequeñas y medianas y emprendimientos personales se suman a vender u ofrecer servicios a través de Instagram. La pandemia ha acelerado esta tendencia.

Y WhatsApp -y en menor grado el servicio de mensajería de Facebook, Messenger, que también se cayó– ha reemplazado al correo electrónico y está en camino de reemplazar a la comunicación telefónica. Por supuesto, ambos siguen existiendo y cumplen funciones acotadas aunque propias. Pero el mensaje que puede enviarse en cualquier momento, y también leerse o escucharse cuando el receptor tiene tiempo, resulta tan útil… Lo mismo que el bot, que ofrece de inmediato opciones al cliente (o al ciudadano).

Bueno, ayer comprobamos que este maravilloso mecanismo -que vende a empresas privadas, y a algunas agencias de algunos gobiernos, los datos personales que le brindamos sin reflexionar, y cuyos algoritmos han sido denunciados como «perversos» (ver la otra nota que hoy publica AgendAR)- también puede fallar. Y sin advertencia previa.

Poco después de la recuperación de las redes, nuestro amigo Jorge Zaccagnini, referente histórico para muchos informáticos argentinos, nos decía en un mensaje «en varias oportunidades advertimos que la mudanza irreflexiva de los mecanismos de comunicación era un proceso peligroso y permanentemente a un paso del caos».

Es cierto. Sin ir más lejos, en marzo habíamos reproducido en AgendAR su advertencia «No abrazar la tecnología digital sin evaluarla antes». La pregunta es ¿Hay alternativas?

Hay una red, al menos, que se está ofreciendo, con énfasis, desde hace tiempo: Telegram. Y es muy competitiva en sus capacidades. Pero, como otras muestras de las brillantes ciencia y tecnología rusas, tiene dificultades con la escala. Ayer también Telegram tuvo problemas para alojar a tantos emigrantes intempestivos con los mensajes que no podían enviar por WattsApp.

Hay otras redes y servicios de mensajería. En China, en la misma Rusia… Incluso en Estados Unidos, varios compiten con éxito en segmentos de la población con los servicios de Mark Z. Pero todos ellos, en sus características y su lenguaje, están destinados a los usuarios locales.

Y ahora contestamos la pregunta de si hay otra alternativa con otra ¿Por qué no hacemos lo mismo? Hacemos nuestro el desafío de Zaccagnini: «…planteamos la necesidad de una nube local y sudamericana. Usando los recursos y conocimientos que hoy estamos mal utilizando como materia prima del negocio de otros».

Podemos imaginar una red de mensajería nacional, hasta un sitio en Internet para subir fotos y textos breves… Ejemplos de esto último existen. Por supuesto, somos conscientes que competir con recursos locales con el imperio de Zuckerberg sería tratar de pescar una ballena con un anzuelo para mojarritas.

Pero el objetivo no sería competir, sino ofrecer una alternativa confiable, y, tal vez, valorizar más los datos que hoy los usuarios de las redes proporcionamos gratuitamente. Porque Mark Z es, simplemente, el empresario que con mayor habilidad explotó el hecho que hoy a muchísima gente le encanta volcar su intimidad en Internet, brindando de paso información valiosa para las empresas que quieren venderles productos o servicios.

El factor que puede hacer viable una propuesta así es que al Estado nacional, y también a los provinciales, les conviene que exista una alternativa a sus ciudadanos y a las empresas. No sólo frente a caídas imprevistas como la de ayer. El crimen y la guerra ya se trasladaron al ciberespacio. Contar con proveedores nacionales de estos servicios será en muy poco tiempo una política prudente, seguida por muchos países.

Nuestro columnista, Daniel Arias, nos cuenta que en enero de 2020, cuando se renovó la conducción de ARSAT, se debatió si se iba a ofrecer un sistema de teleconferencias capaz de hacerle competencia a los varios sucedáneos de Zoom. Con la ReFeFo, la red de fibra óptica que superó los 35.000 km y la capacidad de almacenamiento del Data Center de Benavídez, habría tenido ventajas tecnológicas, de escala y de costos decisivas dentro del territorio argentino. Pero era indispensable vender servicios directamente a usuarios: «dar milla final», en la jerga.

El tabú de la milla final es fundacional, viene de 2006, cuando la empresa nació con diez empleados en dos oficinas del entonces Correo Central y con la entonces sorprendente idea de dotar a la Argentina de sus propios satélites de telecomunicaciones. De suyo, un proyecto tildado de irrealizable y faraónico. Pero los satélites están, ganan mucha plata para el estado, logró una alianza con Turquía para su construcción en serie y venta, y habrá nuevos.

Satélites, la ReFeFo, «el Data», todo lo que se propuso hacer ARSAT, lo hizo. Pero en 2020 desistió de un equivalente nacional de Zoom por no romper el tabú de la milla final, y sembrar la paranoia entre algunos grupos económicos muy poderosos del mundo de las comunicaciones. Ese paso al costado se dio mientras se veían llegar la pandemia, sus inevitables restricciones y el florecimiento de la sala virtual de conferencias Zoom. Podríamos haber tenido un equivalente nacional. Todavía podemos.

Éste ahora es un desafío distinto. La caída general de conectividad de ayer nos señala que, antes que un negocio empresario, para el país sería una medida de seguridad. Ya no es únicamente conveniente. Es necesario.

ARSAT, en asociación con las empresas informáticas que siguen naciendo en Argentina a pesar de la crisis, puede encargarse de esta tarea. Tiene todo para ello. Se necesita la decisión política. Y, muy probablemente, un empresario o empresarios audaces.